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El delito de coacción en el código penal peruano

I. Nociones preliminares

Uno de los delitos que con mayor frecuencia se denuncian a nivel policial y fiscal,
es el relativo al injusto de coacción, en donde el sujeto agente con el empleo de
violencia o amenaza, obliga a otro para que haga lo que la ley no manda, o le
impide hacer lo que ella no prohíbe. De dicha premisa, se puede vislumbrar que
el delito in estudio, protege aquella parte de la libertad de las personas,
relacionadas directamente con la libertad de comportarse y desenvolverse de
acuerdo a su real saber y parecer, de la libertad de poder conducirse con arreglo
al sistema jurídico vigente; y asimismo de no ver recortada su esfera de
desarrollo y convivencia social, por conductas o hechos de terceros, que
pretenden un fi n antijurídico, que se traduce en obligar a realizar algo que la
persona verdaderamente no quiere, o también el realizar algo, que lejos de ser
querido o no, dicha constricción –entiéndase obligación-, busca que el sujeto
pasivo o víctima realice algo que la ley no manda o le impide hacer algo que
dicha norma, no prohíbe ni limita.

Téngase presente que los comportamientos son dirigidos y ordenados, desde la


esfera cerebral del sujeto, por ello, su impulso y realización, vienen informados
por una determinada finalidad y, ésta libertad de obrar, puede verse
quebrantada, cuando el individuo es obligado a realizar una acción que no desea
u abstenerse de realizar una conducta que quiere materializar .

Punto seguido, y trayendo a colación lo señalado por el maestro español


Francisco Muñoz Conde, se debe indicar que la Libertad a que se refiere la
rúbrica correspondiente del Código Penal, y que se desprende de los
respectivos tipos delictivos que se tipifican en el mismo, están relacionados
directamente con la libertad de actuación en un sentido amplio, como un atributo
de la capacidad que tiene una persona para decidir lo que quiere o no quiere
hacer y para trasladarse de un lugar a otro o situarse por sí mismo en el espacio,
sin que su decisión se vea constreñida o mediatizada por otras personas. La
libertad así entendida es un atributo de la voluntad, pero su existencia depende
también de la propia convivencia y de una serie de condicionamientos que la
misma impone a la actuación del ser humano .

De las líneas anteriores, podemos advertir, que la libertad personal en su sentido


más amplio, se ve afectada por el delito de coacción, es decir, aquella libertad
entendida como la capacidad de autodeterminarse, de poder elegir libremente
entre dos o más opciones, siendo que en el mismo sentido, Santo Tomás
expresaba que la libertad o libre albedrío es una facultad de voluntad y de razón
cuyo objeto propio es el fi n -Dios, en un sentido teologal- y el bien . Pero el hecho
de que la libertad humana no sea absoluta ni completamente demostrable, no es
razón para estimar que no sea un bien jurídico al cual el ordenamiento jurídico
deba dar tutela penal, pues su fáctica relatividad y su indemostrabilidad no le
priva de su primordial importancia para el desarrollo de la vida humana. De no
aceptar la libertad, aunque sea como un presupuesto relativizado, ninguna de
las relaciones de la vida social (y menos las reguladas jurídicamente) podrían
ser consideradas ya no legítimas, sino ni siquiera racionales: las ideas de
casarse, votar, comprar, acudir a los tribunales en busca de justicia, etc., no
serían posibles de entender si no es a la luz de una libertad, aunque sea relativa,
de la especie humana .

II. El derecho a la libertad en nuestra constitución política de 1993

Nuestra Carta Política Nacional de 1993, preconiza en su artículo 2º inciso 24


literal “a”, ad litteram lo siguiente:

Artículo 2.- Toda persona tiene derecho: […]

24.- A la libertad y a la seguridad personal. En Consecuencia

a) Nadie está obligado a hacer lo que la ley no manda, ni impedido de hacer lo


que ella no prohíbe […] De dicho artículo se advierte que la libertad discurre entre
lo que la ley manda, por tanto, obliga a hacer- y lo que prohíbe – y, por tanto,
obliga a no hacer . En principio, la única limitación para el ejercicio de este
derecho es el no transgredir, ni violar el derecho de las demás personas,
parámetro asumido por la ley en base al principio de reserva de la ley y al
principio de legalidad, lo que nos lleva a establecer que la ley es la única que
precisa lo que la persona está obligada a hacer o en todo caso a no hacer.

El Tribunal Constitucional en el Expediente Nº 2235-2004-AA, de fecha 18 de


febrero de 2005, ha señalado que sobre la base del principio general de libertad,
que el ser humano, en principio, es libre para realizar todo aquello que no
esté prohibido en virtud de una ley, ni obligado de hacer aquello que la ley
no manda. En ese sentido, si bien las limitaciones a los derechos fundamentales
solo pueden establecerse respetando el principio de legalidad, la interpretación
de una limitación legalmente impuesta, deberá además, realizarse en términos
necesariamente restrictivos, encontrándose vedada la interpretación analógica,
in malam partem, de las normas que restrinjan derechos. De dicho entendido,
debe también mencionarse la importancia resaltante que ostenta el derecho a la
libertad personal, y en palabras del mismo Tribunal, se tiene que la plena
vigencia del derecho fundamental a la libertad personal es un elemento vital para
el funcionamiento del Estado Social y Democrático de Derecho, pues no solo
es una manifestación concreta del valor libertad implícitamente reconocido en la
Constitución, sino que es presupuesto necesario para el ejercicio de otros
derechos fundamentales .

Dr. Marcial Rubio Correa , se tiene que: en la Constitución de 1828 en su artículo


150º, se regulaba que: Ningún peruano está obligado a hacer lo que no mande
la ley o impedido de hacer lo que ella no prohíbe.

Esta redacción se repite en el artículo 144º de la Constitución de 1834 y en el


176º de la Constitución de 1839. Variando ligeramente en la Constitución de
1860, en donde en su artículo 14º nos expresaba que “nadie está obligado a
hacer lo que no manda la ley ni impedido de hacer lo que ella no prohíbe”. Este
texto se repite en el artículo 13º de la Constitución de 1867 y en el 19º de la
Constitución de 1920.
En la Constitución de 1933 –artículo 24º- la versión es la que tenemos ahora:
Nadie está obligado a hacer lo que la ley no manda ni impedido de hacer lo que
ella no prohíbe”. El artículo concordante de la Constitución de 1979 es el
siguiente:

“Artículo 2º: Toda persona tiene derecho: 20.- A la libertad y seguridad


personales.

En consecuencia: a) Nadie está obligado a hacer lo que la ley no manda ni


impedido de hacer lo que ella no prohíbe (…)”

Como se advierte de dicho discurrir histórico-normativo, el precepto


constitucional abordado, ha sido comprendido en las diferentes Constituciones
que ha tenido nuestra República, sin embargo, la que guarda idéntica armonía
en su redacción con nuestra actual Carta Política, es la 1979, como ya se ha
visto.

Un punto aparte, pero conexo con nuestro tema, es el relacionado con los
pronunciamientos dados por el Supremo Interprete de la Constitución, respecto
a la Libertad Personal, señalando que ésta no es sólo un derecho fundamental
reconocido, sino un valor superior del ordenamiento jurídico, y que su ejercicio
no es absoluto e ilimitado; pues se encuentra regulado y puede ser restringido
mediante ley. Por ello, los límites a los derechos pueden ser impuestos por la
misma norma que reconoce el derecho; por el ejercicio de uno o más derechos
constitucionales, o por el ejercicio de uno o varios bienes jurídicos
constitucionales .

III. ¿Qué se entiende por el término coacción?

En primer lugar debemos precisar, lo que el Diccionario de la Real Academia de


la Lengua Española, define como coacción, señalando que es la fuerza o
violencia que se hace a alguien para obligarlo a que diga o ejecute algo . Dicha
noción, es confirmada por el monumental trabajo del Dr. Guillermo Cabanellas
De Las Cuevas, quien expresa que coacción, es la fuerza o violencia que se
hace a una persona para obligarle a decir o hacer algo, siendo éste alcance el
de una coacción punible, porque avasalla la libertad ajena . Por coacción se
entiende entonces, en su sentido cotidiano y el de su acepción como término
español, como aquella acción desplegada por una persona con la finalidad de
obligar a otra a que haga o deje de hacer algo. Si bien de dicha definición se
atiende a que la conducta de coaccionar, busca la limitación o realización de un
determinado acto o suceso por parte de una persona, lo cual conlleva a que en
su sentido jurídico, la mayoría de Códigos Penales, defina a la coacción como
aquella limitación a la libertad personal de los individuos, empleando para tal
cometido ilícito la violencia (vis absoluta ), o la amenaza (vis compulsiva), con el
objeto de que el sujeto pasivo haga o deje de hacer algo, obviamente, que la
dirección del comportamiento del sujeto pasivo, se encuentra en manos del
sujeto agente, quien por los medios comisivos descritos, influencia y dispone que
es lo que haga o deje de hacer el sujeto pasivo o agraviado. Una definición, si
bien diáfana, pero incompleta para este tipo penal, es la brindada por el Código
Penal Español, el cual nos refiere respecto a éste ilícito, que es aquella acción
realizada por una persona que sin estar legitimada impide a otra con violencia
hacer lo que la Ley no prohíbe, o la compele a efectuar lo que no quiera, sea
justo o injusto. En dicha regulación hispana, el delito de coacción no presenta
en su tipificación el medio comisivo de amenaza, en razón a que en tal cuerpo
punitivo, se regula de manera independiente las amenazas, empero, la
jurisprudencia española es unánime en considerar –adoptando una tesis
extensiva-, que las intimidaciones personales e incluso el empleo de fuerza en
las cosas, configuran el delito de coacción, lo que hace que dicha inclusión vía
jurisprudencial, genere imposibilidades en distinguir si se está frente a una
coacción o una amenaza; tema que al no ser objeto de nuestro estudio, lo
postergamos su análisis para otra oportunidad.

IV. El bien jurídico tutelado

Respecto al bien jurídico protegido en el delito de coacción, la doctrina ha


presentado no pacíficos acuerdos al momento de establecer cual sería el bien
jurídico que la norma pretende custodiar, sin embargo, se han establecido tres
criterios doctrinales que procuran servir de senderos al momento de establecer
el campo de protección de la norma punitiva , siendo:

1. La libertad y la seguridad: en dicho sentido, el delito afectaría, en primer


lugar, a la seguridad del individuo, y de otro lado, como quiera que dicha
inquietud y zozobra, obligan al individuo a una serie de precauciones,
constriñendo de esa forma su libertad.
2. La Libertad: en la medida que lo que se pretende de manera directa es
perturbar el ánimo mediante el temor, con independencia de los objetivos
más o menos remotos a los que esta finalidad conduzca, dicho temor
cohíbe la libertad y aún, a veces, la anula, independiente de que se logre
o no la finalidad perseguida.
3. La Libertad de resolución y/o actuación: por cuanto este delito se coloca
al sujeto pasivo o amenazado ante la elección de tomar una determinada
resolución de voluntad y llevarla a cabo, o de sufrir un mal, esto presupone
en la víctima la capacidad de formación libre de su voluntad y, en
consecuencia, la libertad de actuación.

De dicho esquema ilustrativo, se advierte que el bien jurídico protegido por el tipo
penal de coacción viene configurado por la libertad de resolución y/o actuación,
dado a que con este delito se coloca al sujeto amenazado ante la elección de
tomar una determinada resolución de voluntad y llevarla a cabo, o de sufrir un
mal, lo cual presupone en la víctima la capacidad de formar libremente su
voluntad, y en consecuencia la libertad de actuación.

Abundando al respecto, y siguiendo al profesor Polaino Navarrete , lo que se


busca proteger a través del delito de coacción, es el derecho a la
autodeterminación que tiene todo ciudadano, su libertad personal “referida a la
formación de voluntad humana sin el ajeno constreñimiento proveniente del
anuncio conminatorio de la acusación de un mal constitutivo o no de un delito”.

Y que tratándose de una tutela plural de bienes cabe añadir –afirma el autor
citado-, al de la libertad personal desde la formación de la voluntad, el de la
seguridad personal como derecho a la expectativa jurídica que suscita el
parámetro legal como estímulo al saber a qué atenerse de las personas .

De lo reseñado se advierte, que el bien jurídico tutelado en el delito de coacción,


está referido directamente a la libertad personal, entendida como aquella que
gozan todas las personas para realizar sus actos que consideran pertinentes, sin
más limitaciones, que las preconizadas por el ordenamiento jurídico,
proscribiéndose cualquier intromisión a la esfera protegida de la libertad de cada
individuo. Precisándose que lo amparado por la ley en éste ilícito, es “la
autonomía de las voliciones y las acciones”, extendiéndose la protección desde
la libertad para determinarse a hacer o no hacer, hasta la libertad de obrar según
esa determinación, estando además a que mediante las amenazas se ataca la
libertad mediante la creación de un estado que influye en las determinaciones
del sujeto, anulando esa determinación o las manifestaciones concretas de ella,
siendo que en la coacción, la ilicitud consiste en la prevalencia ilegítima de la
voluntad ajena sobre la propia, la cual puede verse eliminada tanto en su etapa
de formación como en la de ejecución .

Sergio Politoff, Jean Pierre Mattus y María Cecilia Ramírez, expresan que el
bien jurídico protegido es la libertad de actuación, de obrar y la seguridad
de ejercer dicha libertad en la oportunidad y dirección que se decida
libremente. El límite en la decisión acerca de la dirección u oportunidad del
ejercicio de la libertad de una persona está en no perjudicar a su semejante, así
el límite a esta libertad está en el derecho del otro19. Por tanto lo protegido en la
coacción se circunscribe a la libertad de formación de la voluntad, es decir la
libertad de elegir y valorar los estímulos, condicionamientos, motivos y
contramotivos que se presentan en el proceso en que la voluntad se va formando
para la toma de una decisión , afirmándose entonces que en el injusto de
coacción, la libertad de determinación del individuo se anula, toda vez que
únicamente le queda actuar como le es impuesto por el sujeto activo, siendo
entonces lo que se protege, la libertad de determinación del individuo .

V. Tipicidad objetiva

a. Sujeto activo: Sujeto activo puede ser cualquier persona, incluyendo al


funcionario público con excepción de los casos en que la realización del tipo por
parte del funcionario implique exceso o abuso de sus atribuciones en cuyo
supuesto lo reclamará el art. 376 del C.P. Fuera de ese supuesto, persona,
funcionario o no, que desarrolle el comportamiento previsto en el tipo del art. 151
del C.P. se constituye en sujeto activo del mismo.

Por su lado, el profesor argentino Carlos Creus, nos refi ere que el sujeto activo
para este injusto, puede ser cualquier persona; pero en algunos casos, la calidad
del sujeto activo en unión con la naturaleza de la exigencia, puede cambiar el
título de la imputación, admitiéndose todos los grados de participación .

El magistrado peruano Ramiro Salinas Siccha, en posición diferente en parte,


señala que al iniciar el tipo penal con la frase “el que (…)”, sirve para afirmar que
el sujeto activo del delito puede ser cualquier persona, no exigiéndose alguna
condición especial en la persona del agente, inclusive puede ser un funcionario
público; y que –agrega el autor- , un caso típico, es la conducta desarrollada por
un miembro de la Policía Nacional del Perú, al detener a un ciudadano sin motivo
aparente, detención ilegal que es declarada consecuencia del ejercicio de la
acción de garantía de habeas Corpus. Y que se ha pretendido encontrar
confusión entre los supuestos delictivos previstos en los tipos penales de los
artículos 151º y 376º del Código penal; sin embargo, de la lectura de ambos
supuestos se concluye que se diferencian abismalmente, tanto que imposible
pensar que pueden confundirse . Desde nuestra posición, podemos sostener en
todo caso, que el sujeto activo para este delito, puede ser cualquier persona, sin
distinción de circunstancias cualificantes, empero, si estas acciones ilícitas se
realizan ostentando un cargo y dentro de una función determinada (regulada por
la Ley) y con atribución y comprensión a la persona del agraviado, se destierra
la posibilidad de estar frente a este ilícito, siendo reclamada dicha conducta, por
otro tipo penal diferente al estudiado25 .

b. Sujeto pasivo:

Puede ser cualquier persona en capacidad psicofísica de obrar, quedando


excluidos los inimputables por enfermedad mental inhabilitante (psicosis) o por
ser recién nacidos, por no tener voluntad doblegable por coacción, incluyéndose
también a los niños (menores) con capacidad de obrar, como sujeto pasivo del
tipo bajo razón .

Sergio Politoff y Otros, enseña que respecto al sujeto pasivo aún si es un


inimputable, salvo casos de límites fácticos, verbigracia, niños de pocos días o
un enfermo mental catatónico, situación en que la libertad de actuar no puede
ser afectada (aunque sí puede serlo la seguridad personal, como sucede en los
delitos de secuestro y sustracción de menores) .

El maestro Carlos Creus, refiriéndose al sujeto pasivo en el delito de amenaza,


pero aplicable para nuestro análisis, señala que también puede ser sujeto pasivo
cualquier persona que tenga suficiente capacidad de intelección para entender
que se la amenaza – entiéndase coacciona-. No pueden ser sujetos pasivos, por
tanto (podría aparecer entonces un delito putativo), quienes carezcan de
capacidad para captar el sentido de amenaza del anuncio por insuficiencias
psíquicas o físicas, siempre que en el caso la captación sea totalmente
imposible: no deja de ser sujeto pasivo quien puede sustituir su incapacidad por
otros medios que le permitan captar la amenaza (el ciego que puede hacerse
leer la carta amenazadora). Lógicamente, tiene que tratarse de un sujeto pasivo
determinado o que pueda determinarse (verbigracia, la amenaza dirigida a los
socios de un club); la amenaza indeterminada (al público en general o a grupos
raciales o religiosos) puede constituir delito perteneciente a otros títulos, pero no
el que nos ocupa; además –agrega el autor- que tiene que ser un sujeto capaz
de determinarse, es decir, tiene que poseer, cuando menos, la capacidad de
querer, aunque no sea plena .

El peruano Peña Cabrera Freyre, en un feliz alcance, señala que el sujeto pasivo
debe tratarse de una persona que se encuentre gozando de su libertad personal
y, que cuente con capacidad de goce y/o ejercicio .
Para nosotros, el sujeto pasivo del delito de coacción, esta constituido por toda
persona con capacidad para el ejercicio y goce de sus derechos reconocidos por
la ley, excluyéndose aquellos en los cuales dicha capacidad se encuentra
disminuida por cualquier circunstancia, que de alguna forma imposibilite la
recepción del mensaje amenazante o la violencia empleada, que tienda a la
anulación de su voluntad entorno a la realización o no de los actos determinados
por dicha persona, vale decir, aquellos permitidos o no prohibidos por la ley.

c. Modalidad típica

Antes de adentrarnos con el análisis de la modalidad típica, transcribamos ad


pedem litterae lo establecido en el artículo 151º del Código Penal peruano, el
mismo que señala:

Artículo 151.- El que, mediante amenaza o violencia, obliga a otro a hacer lo que
la ley no manda o le impide hacer lo que ella no prohíbe será reprimido con pena
privativa de libertad no mayor de dos años.

Como se advierte de dicho tipo penal, es menester en primer lugar, referir los
elementos constitutivos del delito sub examine, empleando para ello la ilustración
dada por el profesor César Haro Lázaro , siendo dichos elementos los siguientes:

a. Que se obligue a una persona a hacer lo que la ley no manda o se le impida


hacer lo que ella no prohíbe.

b. Que, el agente actúe con plena voluntad para obligar a la víctima a que haga
o diga algo contra su voluntad, o le impida hacer lo que la ley no prohíbe (lo que
se traduce en dolo).

c. Que, el agente para lograr que la víctima acceda a sus requerimientos, emplee
como medio el anuncio de la amenaza, o cualquier acción, arma u objeto que
pueda intimidarla.

d. Que, la víctima acceda a los intereses del agente por temor o intimidación.

e. Que, necesariamente exista el empleo de la amenaza o la violencia moral o


física sobre la víctima por parte del agente.

Como se infiere, la materialización del delito de coacción está representada por


la acción vulnerante a la libertad de la víctima, teniendo en cuenta que la doctrina
considera como coacción “a las amenazas de sufrir un mal grave e inminente”,
propiamente la violencia moral (vis compulsiva o intimidación). Nuestra norma
penal regula como coacción la “amenaza o violencia empleada contra alguien
para obligarlo a hacer o decir algo contra su voluntad, o para impedirle hacer
algo que no es prohibido por la ley” .

Para efectos de la configuración del delito debe entenderse por violencia


(vis absoluta – vis phisica o vis corporalis) como aquella fuerza o energía
física que el sujeto activo o agente descarga sobre el cuerpo de la víctima
con la finalidad de obligarle a hacer lo que la ley no prohíbe. Dicha violencia
es traducida como aquella fuerza física ejercida sobre una persona, suficiente
para vencer su resistencia, obligándola a hacer lo que la ley no manda o
impedirle hacer lo que ella no prohíbe . Por tanto, la violencia es la: “ejecución
forzosa de algo, con independencia de su legalidad o ilicitud”, dentro de ésta
acepción cabe comprender tanto a la violencia ejercida sobre las personas como
la practicada sobre las cosas.

Antes de proseguir, debe de explicarse, que el obligar a otro a hacer lo que la ley
no manda, significa pues el compeler o constreñir a otra persona para que
ejecute determinadas acciones anulándose por completo su voluntad; y que el
impedir que otro haga lo que la ley no prohíbe, se traduce en no dejar hacer a
otro lo que se haya propuesto en el momento en que vaya a realizarlo o esté en
condiciones de realizarlo; en tal sentido no configura delito de coacción si se
impide hacer lo que la ley prohíbe. Retomando el discurrimiento, la violencia
supone el ejercicio de una fuerza física suficiente, que incide en el ámbito
corporal del sujeto pasivo, anulando su capacidad de autodeterminación
decisoria. Para el maestro Bustos Ramírez, la violencia puede incidir en el plano
fisiológico de la víctima o, también sobre las cosas, siempre y cuando genere el
resultado que la norma contiene como condición consumativa; dicho
reconocimiento de relevancia típica de la fuerza en las cosas presupone que esta
hipótesis de aplicación de violencia incide efectivamente en la libertad de
voluntad de la conducta humana, en relación con cualquier comportamiento
activo u omisivo.

Una opinión, que no compartimos, es la dada por el magistrado peruano Javier


Villa Stein, quien refiere que es general admitir en la doctrina que la amenaza se
refiere al anuncio a la víctima y por el medio que sea (verbal, gesticular,
electrónico, etc.) que le espera determinado mal de no actuar o actuar de
determinada manera no exigida o prohibida por la ley , dicha afirmación, no sería
del todo razonable, en razón a que si bien la amenaza que emplea como medio
los gestos o ademanes realizados por el sujeto agente, dicho suceso no sería
suficiente ni idóneo para doblegar y someter la voluntad del agraviado, máxime
cuando sería muy complicado acreditar con elemento de prueba dicho suceso;
también si la amenaza emplea el medio electrónico, verbigracia, el correo
electrónico, difícilmente podría acreditarse que realmente fue el sujeto agente
quien remitiera un correo electrónico amenazante a la persona del agraviado, y
ello como bien sabemos, dado a que cualquier persona inescrupulosa y poco
ética, con el empleo de un pequeño programa no tan robusto, podría hackear la
contraseña de una persona, por tanto acceder a su correo y remitir sendas
epístolas virtuales con contenido amenazante.

Ergo, el resultado ha de ser impedir a otro algo que la ley no prohíbe (es decir,
obligarle a omitir algo no prohibido), o compelerle a efectuar algo, justo o injusto.
Debe mediar una relación de causalidad adecuada entre la acción de coaccionar
y el resultado. Para ello se debe tener en cuenta las circunstancias del hecho, la
situación de los sujetos y todos aquellos datos que permitan ofrecer un juicio
objetivo ex ante sobre la intensidad de la violencia y su adecuación para
conseguir el resultado deseado. No siendo lo mismo coaccionar a un niño que a
un boxeador profesional; en cada caso la intensidad de la violencia a emplear es
distinta .
Recapitulando diremos entonces, que el tipo penal en estudio exige como
elemento objetivo que la amenaza tenga un fin, esto es busque doblegar la
acción del sujeto pasivo de tal manera que lo encamine a realizar algo que no
está obligado a realizar y que a través de los medios de perpetración se busca
imponer, por ende lo dicho, bien puede encuadrarse como “hacer lo que la ley
no manda o impedir hacer lo que ella no prohíbe”; y es que si existe la sola
amenaza, no se puede razonar que hubo coacción, pues el tipo exige que este
“medio” tenga un “fi n”, y debe acreditarse por tanto las consecuencias de la
amenaza, esto es que la parte agraviada haya actuado supeditadamente bajo
las amenazas, realizando acciones que irían en contra del ordenamiento jurídico;
por lo que de ello se tiene y reforzando las ideas preliminarmente esgrimidas,
que para la configuración del delito Contra La Libertad Personal en su modalidad
de coacción, deben de concurrir la totalidad de los presupuestos legales, esto es
obligar (el verbo rector), mediante violencia o amenaza (medios comisivos) que
la víctima haga lo que la ley no manda o impedirle hacer lo que ella no prohíbe
(elemento finalístico).

VI. Tipicidad subjetiva y consumación

Se requiere el dolo en el agente, es decir el conocimiento del carácter injusto de


la amenaza y/o violencia, y la voluntad de utilizarla para coaccionar al agraviado
según las finalidades típicas descritas en la norma.

Debe por tanto el agente, conocer que está obligando a hacer a otro, lo que la
ley no manda o, impidiendo a otro, a hacer lo que la ley no prohíbe.

El Tribunal Supremo Español, mediante la Sentencia Nº 138/2001, de fecha 11


de julio, ha señalado que el tipo subjetivo en el delito de coacción incluye no sólo
la conciencia y voluntad de la actividad que se realiza sino también un ánimo
tendencial de restringir la libertad de obrar ajena, con ello se pretende denotar
que dicho proceder criminoso debe de estar provisto de dolo, es decir
conocimiento de los elementos del tipo penal y la voluntad de realizar la conducta
de coaccionar a otra persona .

Respecto a la consumación debe precisarse, que ésta se materializa en el


instante en que la víctima sufre la amenaza, o es tratada con violencia por el
agente, para obligarla a hacer algo contra su voluntad, o cuando le impide
realizar cualquier acción (hacer algo), que le es permitido por derecho. Debe
quedar claro entonces, que para la consumación basta con la conducta del autor
dirigida a impedir a otro actuar como no le prohíbe la ley o a compelerle para
efectuar lo que no quiere, sin necesidad de que efectivamente no pueda actuar
o se vea obligado a hacerlo de una forma determinada como consecuencia de la
imposición del autor del delito. El resultado, por lo tanto, no es otro que la lesión
producida en el derecho a la libertad del sujeto pasivo como consecuencia de la
conducta del autor, aunque para ello, en realidad, sea suficiente esa conducta si
reúne los requisitos necesarios . Sobre este respecto, debe considerarse
también que el ilícito de coacción es un delito de resultado, en el cual se exige
como elemento del tipo el constreñimiento de la voluntad del sujeto pasivo, cuya
efectiva realidad es lo que determina el momento de la consumación, siendo
indiferente para ello el hecho de que el culpable consiga o no el propósito que
sirvió de móvil al delito, lo que pertenece a la fase de agotamiento de la infracción
criminal.

En tal sentido, al tratarse de un delito de resultado –lesión-, es admisible la


tentativa, la cual comprende el comienzo de los actos de ejecución descritos en
el tipo penal, es decir la exteriorización de las acciones tendientes a que se
imponga la voluntad del sujeto activo, quien por lo demás debe querer los actos
que objetivamente despliega, teniendo además la intención de continuar con la
materialización de los actos para la consumación del delito, configurándose la
tentativa cuando el agente ejerza la fuerza física o la amenaza sin que la víctima
se someta a sus exigencias, de haberse ofrecido resistencia.

VII. Penalidad

De acuerdo a la descripción típica del artículo 151º del Código Penal, la pena
conminada para este delito es no mayor de dos años. Sin embargo estando a
que el minimun de la pena de acuerdo a nuestro cuerpo punitivo nacional es de
dos días, se tendría que tener como límite inferior o extremo mínimo dicho
quantum de pena, para que a partir de allí, el Juzgador, y atendiendo a la forma
y circunstancias en que ocurrieron los hechos denunciados e investigados,
pueda determinarla.

VIII. Realidad procesal frente al delito de coacción

Luego de vislumbrar algunos aspectos dogmáticos del delito de coacción, es


meritorio hacer un espacio para referirnos a cómo es que se viene investigando
éste tipo de delitos, a través del órgano persecutor del delito por excelencia.
Como sabemos toda investigación fiscal, se inicia tras el conocimiento o
recepción de la notitia criminis, con ello se impele la maquinaria persecutora
estatal, a fi n de que se acrisole dichos hechos y se procese a los responsables.
A partir de ello, se tiene que en el distrito judicial de Lambayeque, se vienen
recibiendo denuncias verbales (a través de la Fiscalía Penal de Turno) o escritas
(presentadas por mesa de partes única del Ministerio Público ó a través de la
Policía Nacional del Perú), sobre hechos vinculados al delito de coacción, y que
luego de recibida dicha delación, las denuncias son remitidas al Fiscal Provincial
Penal Coordinador, quien a su vez la asigna al Fiscal que considera deba
investigar . Ya generada la carpeta fiscal y recibida por parte del Fiscal que
deberá investigar (Fiscal Provincial o Fiscal Adjunto Provincial Penal), éste
calificará dicha denuncia, de tal suerte que permita evaluar si amerita el inicio de
una investigación o en su caso el archivo de plano de la denuncia.

De iniciarse la disquisición, el Fiscal citará al denunciante y denunciado a fi n de


que rindan su declaración, y asimismo contribuyan aportando los elementos de
prueba idóneos que permiten reafirmar su posición, vale decir, que tributen a la
investigación con todos aquellos medios de prueba que acrediten la real
comisión de los hechos –por parte del denunciante, dado a que por el lado del
imputado, le compete al Fiscal la carga de la prueba-. Con todo ello, y ya rendidas
las declaraciones de las partes, la mayoría de veces, el fiscal no cuenta con los
elementos de convicción suficientes que permitan evaluar que se esta frente al
delito de coacción, situación que conlleva al archivamiento de la perquisición. En
otros supuestos, el Fiscal ordena se practique pericias psicológicas a las partes
involucradas, a fi n de tener a la vista una opinión técnica respecto a la afectación
de la psique de la parte agraviada, y el perfil del imputado, para conocer su
personalidad y proclividad a la comisión de dichos ilícitos.

En tal sentido, a fi n de evitar el engrosamiento intolerable de la carga laboral


fiscal, se debe de evaluar concienzudamente las denuncias que se realizan, a fi
n de discriminar y reconducir –cuando corresponda- a una acción privada, o en
su defecto el archivo de la misma. Obviamente que de constatarse los elementos
tanto objetivo como subjetivo del tipo penal de coacción, deberá de formalizarse
la investigación preparatoria, y posteriormente sostener la acusación fiscal en
contra del imputado.

Como se sabe, muchas veces quien efectúa una denuncia no cuenta con los
medios de prueba que permitan acreditar su real comisión, empero, dicha
realidad fáctica es sostenida por la parte denunciante, exigiendo al Ministerio
Público se proceda en contra de quien ocupa la posición de indiciado,
obviamente suscitándose una encrucijada entre sostener una endeble
incriminación (propensa a un sobreseimiento – absolución) o estando a que
dicha denuncia e investigación no guardan correspondencia con el Principio de
Viabilidad de la Función Investigadora del Ministerio Público, que conllevaría
inevitablemente en un archivamiento de la causa.

IX. El delito de coacción a través de la jurisprudencia nacional

Nuestra jurisprudencia nacional ha abordado de manera muy explicativa el delito


de coacción, definiendo de manera feliz los alcances de sus medios comisivos,
así como el desarrollo de su descripción típica.

En el presente apartado hemos recogido y extractado la jurisprudencia peruana


más significativa que permita conocer como es que los Juzgadores entienden y
aplican el contenido del artículo 151º del Código Penal.

A continuación y contenidos en guarismos se detallan:

1. “En tal sentido, la violencia debe ser entendida como la fuerza física sobre otra
persona, suficiente para vencer su resistencia, pudiendo recaer igualmente
sobre bienes, ya sea muebles o inmuebles, siempre que estos tengan alguna
conexión con el sujeto pasivo del delito y en el caso de la amenaza viene a ser
anuncio del propósito de causar un mal a otra persona mediante palabras,
gestos, actos con la misma finalidad”

EJECUTORIA SUPERIOR DE LA SALA PENAL DE APELACIONES PARA


PROCESOS SUMARIOS CON REOS LIBRES DE LA CORTE SUPERIOR DE
JUSTICIA DE LIMA DEL 08 DE JUNIO DE 1998. EXPEDIENTE 1379-1998.

2. “La amenaza es aquella acción que debe producir en el sujeto pasivo un temor
o compulsión, por lo que se ve obligado a obedecer al agente, realizando una
conducta que éste le indica; debiendo ser tal temor consecuencia de una
amenaza suficientemente idónea acerca de un mal inminente. La violencia física,
en cambio debe ser suficientemente marcada para generar la anulación de la
voluntad de la víctima, quien se ve obligada a realizar una conducta no querida”.

EJECUTORIA SUPERIOR DE LA SALA PENAL DE APELACIONES PARA


PROCESOS SUMARIOS CON REOS LIBRES DE LA CORTE SUPERIOR DE
JUSTICIA DE LIMA DEL 19 DE JUNIO DE 1998. EXPEDIENTE 1310-1998.

3. “Se acredita el delito y la responsabilidad penal del procesado, al haber éste


amenazado con arma de fuego al agraviado para que desista de continuar con
los trabajos que efectuaba para la instalación de luz”.

EJECUTORIA SUPERIOR DE LA SALA PENAL DE APELACIONES PARA


PROCESOS SUMARIOS CON REOS LIBRES DE LA CORTE SUPERIOR DE
JUSTICIA DE LIMA DEL 19 DE NOVIEMBRE DE 1998. EXPEDIENTE 3857-98.

4. “Los insultos no configuran el delito de coacción, salvo que se acredite que


mediante ellos, los actores, ejercieron violencia o amenaza a la víctima,
obligándola a hacer lo que la ley no manda o le impide hacer lo que ella no
prohíbe”

R.N.Nº 3719-2001. CUSCO.

5. “En el delito de coacción la perfección delictiva va a consistir en imponer con


violencia a otro una determinada conducta positiva (hacer) u omisiva (impedir);
mientras que en la violencia de domicilio, para su configuración se requiere que
el agente sin derecho alguno penetre en morada o casa de negocio ajena o, que
a pesar del requerimiento del morador para que se retire, permanezca en dicho
lugar”

EJECUTORIA SUPERIOR DE LA SALA PENAL DE APELACIONES PARA


PROCESOS SUMARIOS CON REOS LIBRES DE LA CORTE SUPERIOR DE
JUSTICIA DE LIMA DEL. EXPEDIENTE 1278-98. LIMA.

6. “La comisión del hecho investigado y la responsabilidad de los sentenciados


se encuentran debidamente acreditados al intentar injustificadamente conducir a
la agraviada contra su voluntad y empleando la fuerza a un centro médico para
enfermos mentales”

EJECUTORIA SUPERIOR DE LA SALA PENAL DE APELACIONES PARA


PROCESOS SUMARIOS CON REOS LIBRES DE LA CORTE SUPERIOR DE
JUSTICIA DE LIMA DEL 23 DE OCTUBRE DE 1998. EXPEDIENTE 2443-98.

7. “Tanto en la etapa preliminar de investigación como en la instrucción se ha


llegado a probar de modo fehaciente e indubitable que el sentenciado ha
observado una conducta típica y antijurídica con respecto a la agraviada, al
recurrir con actos violentos para coactarle su libre determinación de transitar por
los lugares donde ésta se desplazaba; violencia ejercida por el inculpado para
intentar besarla contra su voluntad y tocar las zonas pudendas de su cuerpo sin
su libre consentimiento y sin mediar entre ambos una relación amorosa que lo
haga excusable de dichos actos, violando de este modo tanto la libertad
ambulatoria que tiene toda persona como la libre disposición de su cuerpo; por
tanto existe culpabilidad en su comportamiento que lo hace merecedor de
reproche de su injusto”.

EJECUTORIA SUPERIOR – CORTE SUPERIOR DE JUSTICIA DE LA


LIBERTAD DEL 24 DE ABRIL DEL 2000. EXPEDIENTE 98-817.

8. “En el delito de coacción se debe poner en peligro la libertad de obrar o de


actuar de una persona de acuerdo a su voluntad, de forma que resulta arreglada
a ley la absolución del procesado si éste no obstante haber perseguido con un
cuchillo a su conviviente no ha obligado a la perjudicada a realizar un acto
contrario a su deseo”.

EJECUTORIA SUPERIOR DE LA SALA PENAL DE APELACIONES PARA


PROCESOS SUMARIOS CON REOS LIBRES DE LA CORTE SUPERIOR DE
JUSTICIA DE LIMA DEL 21 DE SEPTIEMBRE DE 1998. EXPEDIENTE 3058-
98.

9. “El hecho de haber el procesado (quien iba premunido de arma punzo


cortante) interceptado al agraviado, infiriéndole cortes en diferentes partes del
cuerpo, no configura el delito de coacción, por cuanto la acción dolosa no fue
realizada para obligar al agraviado a hacer lo que la ley no manda ni para
impedirle hacer lo que ella no prohíbe”

EJECUTORIA SUPREMA DEL 14 DE ABRIL DE 1998. EXPEDIENTE 36146-


1997. CUSCO.

10. “La solicitud hecha por los ronderos campesinos a los agraviados en el
sentido que les acompañaran al domicilio de uno de estos últimos, a efectos de
ser interrogados, por ser ello cotidiano en la zona ante la comisión del delito de
abigeato, debe ser analizada en el contexto y facultades de defensa y
cooperación que el artículo 149 de la Constitución Política del Estado y la Ley Nº
24561 otorgan a las rondas campesinas”

X. Conclusiones

De las bases dogmáticas alcanzadas, y asimismo atendiendo a nuestra realidad


fáctico-jurídica, podemos concluir lo siguiente:

 Que, la coacción es un ilícito que afecta la libertad individual de las


personas, suponiendo un ataque a su libertad y asimismo a su libre
determinación, adoptándose para ello –por el agente- una acción
anulatoria de la voluntad de la víctima, cuya libertad queda supeditada a
la del agresor; siendo que dicha resolución criminal ha deber sido con el
empleo de violencia o de amenaza como método de intimidación.
 Que, tanto la violencia y/o la amenaza empleada con fines
coaccionadores, debe ser idónea y capaz de doblegar la voluntad del
agente, con la finalidad de obligarlo a hacer lo que la ley no manda o
impedirlo hacer lo que ella no prohíbe, vale decir que la violencia ejercida
debe haberse realizado con fines de coaccionar al sujeto pasivo, y no así
con el animus laedendi o intención de lesionar, puesto en dicho supuesto
el ilícito deberá reconducirse al de Lesiones. Por otro lado, la amenaza
debe ser de tal magnitud que cause un temor mórbido al agraviado, de tal
suerte que anule completamente la voluntad del mismo y con ello realice
las actuaciones que el sujeto agente le conmine, obviamente dentro de
los alcances del artículo 151º del Código Penal, pues en otro supuesto
estaríamos frente a la autoría mediata.
 Que, tanto los insultos aislados, las miradas insidiosas y/o cargadas de
lascivia, las amenazas irrealizables, los piropos con fines distintos a un
cortejamiento, los cortes injustificados de servicio de luz y agua
(arrendador > arrendatario), el cambio de cerradura o su inutilización, el
desinflar los neumáticos de un automóvil, las lesiones acompañadas de
amenazas e injurias –sin el animus de coaccionar-; son conductas que en
buena cuenta no configurarían el delito de coacción, en razón a que
dichas amenazas o violencia efectuadas deben de haber sido suficientes
y capaces de vencer la voluntad de la víctima, y con ello, obligarla a
realizar algo no prohibido por la ley o impedirla a hacer lo que ella no
proscribe, atendiéndose además que en algunos casos si bien es cierto
las conductas pueden impedir una actuación voluntaria de una persona,
pero no pueden equipararse en modo algunos a las violencias ejercidas
directamente sobre la misma, salvo que el agente conozca que ejerciendo
violencia sobre ello logrará condicionar el actuar del agraviado, y éste
experimente ostensiblemente esta doblegación.
 En gran parte de las denuncias presentadas ante el Ministerio Público por
quienes se consideran agraviados de éste ilícito penal, están relacionadas
a circunstancias que lejos de tipificarse en un hecho punible contra la
libertad personal –coacción-, están enmarcadas a un bien jurídico
diferente a él, tal es así que el común denominador de los hechos materia
de delación son aquellos que versan sobre simples amenazas, lesiones
que no aparejan intención o voluntad de coaccionar, injurias, etc. Que más
bien su campo de protección desemboca en los delitos contra la vida el
cuerpo y la salud, y aquellos que tutelan el honor de las personas; en tal
sentido, la generalidad es que dichas denuncias, tras la investigación
fiscal efectuada conlleve irremediablemente en un archivo de la misma.
Lo cual si bien es recurrido al Superior en grado, éste en su gran parte ha
confirmado dichas disposiciones de no formalización de la investigación
preparatoria, siendo sus fundamentos los relacionados a que no existen
en la investigación desplegada ni mucho menos en los elementos de
convicción acopiados, y aportados por las partes, circunstancias que
hagan advertir la presencia de los elementos objetivo y subjetivo del tipo
penal; dado a que si bien podrían existir las amenazas –en su caso- éstas
de acuerdo a la descripción objetiva que aparece en el artículo 151º del
Código Penal, y dada su construcción bifronte que mantiene en su corpus
un antecedente y consecuente, la amenaza y la violencia quedarían
reducidas al antecedente, ergo, si el tipo penal se completa y opera
cuando ambas partes inescindibles se fusionan, en el presente caso,
recién se materializaría cuando el sujeto agente utilizando dicha violencia
o amenaza obligue a otro a hacer lo que la ley no mande o le impida hacer
lo que ella no prohíbe, siendo recién en dicho estadio cuando se vería
completada o integrada la estructura de la norma, y con ello su
operatividad jurídica. En sentido contrario, si faltara el consecuente o
consecuencia jurídica, que esta referida a que la amenaza o violencia
empleada haya sido capaz de someter o doblegar la voluntad del
agraviado con el fi n de que haga lo que la ley no manda o que no realice
lo que ella no prohíbe, únicamente se lograría advertir la existencia de
dichas amenazas, e incluso de lesiones, pero que ambas no han sido
suficientes e idóneas para controlar y subordinar la voluntad del agraviado
en la dirección señalada por el tipo penal en estudio, y con ello su
direccionamiento al campo de la atipicidad.

Delito de secuestro

I. Nociones liminares

La descripción típica del delito de secuestro es tan amplia, que


parece comprender una serie de supuestos cuya subsunción en el delito
mencionado se presenta más que discutible. Más aun cuando existen figuras
afines que también parecen aplicables (delitos de extorsión y coacción). No es
nuestra intención llevar a cabo un profundo análisis del delito de secuestro, sino,
tan solo, hacer una aproximación al tema y a los puntos que estimamos más
polémicos.

II. Bien jurídico tutelado

Es intensiva la doctrina que admite que el bien tutelado con el tipo penal del
secuestro es la libertad ambulatoria, es decir, la libertad de locomoción entendida
como la facultad de fijar libremente, por parte de la persona, su situación
espacial.

No compartimos la tesis de Peña Cabrera en el sentido de comprenderse como


bien jurídico del tipo, la libertad externa, es decir la libertad de movimientos en el
espacio pues esa situación puede ocurrir en el tipo de la coacción (violencia
física) pero no en el secuestro.

III. Tipicidad objetiva

A. Sujeto activo, cualquier persona, incluyendo al funcionario público fuera de


sus funciones.

B. Sujeto pasivo en general y para el tipo base puede ser cualquier persona,
incluida el inimputable por enfermedad mental inhabilitante, aun cuando no se
percate del agravio del que está siendo víctima.

Sujeto pasivo en especial y agravante puede serlo además, el menor de edad y


el anciano aun cuando no se dé cuenta del agravio (bebés, o seniles v.g.); el
funcionario o servidor público representante diplomático, el pariente en tercer
grado de consanguinidad o segundo de afinidad y el empresario privado.

No compartimos desde luego la tesis del profesor Bramont Arias Torres de


condicionar la eventual condición del sujeto pasivo de los inimputables, menores
o enfermos mentales, a que tengan la capacidad suficiente para tomar
decisiones sobre sus desplazamientos, no sólo porque, en la forma agravada, el
inciso 5 del artículo bajo razón, no lo sugiere y ubi lex non distinguet nec non
distinguere debemos, sino porque la libertad ambulatoria cierta del inimputable
la ejercen por representación los padres, tutores o curadores. Baste añadir que,
si corresponder al ámbito témporo-territorial de la ley peruana, es paradigmático
para todo tiempo y lugar, el caso del secuestro del hijo (bebé) del aviador
norteamericano Charles Lindbergh.

El comportamiento que exige el tipo simple es el de privar, sin derecho motivo ni


facultad justificada, a una persona de su libertad ambulatoria, sea cual fuere el
móvil o circunstancia.

Las formas de privación pueden ser muchas, siendo las previsibles las del
encierro de la víctima por el tiempo que sea, aún el muy breve, o su traslado
engañoso o violento a lugar distingo del que le corresponde o quiere estar.

Como el tipo exige que la acción del secuestro se realice “sin derecho” debemos
entender que no se comprende el caso del derecho de corrección que tienen los
padres, educadores, tutores, curadores o el derecho de tratamiento y cura que
tienen médicos y enfermeros.

Asimismo, el tipo exige la carencia de motivo o facultad justificada, lo que resulta


una previsión excesivamente abierta dado que no especifica el art. 152,
modificado por el Decreto Legislativo 896, qué motivo o facultad es inadmisible.
Se entiende sin embargo, que debe el motivo o la facultad asociarse a una causa
de justificación, lo que ocurre cuando existe orden judicial, etc.

IV. Comportamiento típico

El comportamiento que exige el tipo agravado tienen las siguientes


particularidades.

4.1. Por la conducta del agente

4.1.1. El agente abusa, corrompe, trata con crueldad o pone en peligro la vida o
salud del agraviado:

Ha querido el legislador tutelar además de la libertad ambulatoria de la víctima,


su indemnidad psicológica, moral y corporal, agravando la culpabilidad y la pena
del sujeto activo si se excede abusando sexualmente o de otro modo de ella.

El concepto corromper no puede ser otro que el que de común le asigna el


ciudadano medio a los actos o sugestiones inmorales que despiertan e incitan
en él o la menor, apetitos y prácticas desviadas.

El concepto de crueldad alude al hecho de infligirle a la víctima sufrimientos


innecesarios de cualquier índole. La crueldad se define sólo a partir de la
innecesaridad del tormento para el propósito principal que reclama el tipo.
4.1.2. El agente pretexta enfermedad mental inexistente en el agraviado:

Aquí la gravedad del hecho resulta del medio -falsedad en el dato- empleado por
el agente. El atribuirle a la víctima un padecimiento mental que no tiene, resulta
alevoso.

Añadir que usualmente se requerirá del concurso de terceras personas


(médicos, psicólogos, etc.) que. por codicia o ineptitud profesional admiten el
encierro de la víctima en centros de salud mental.

Añadir que lo alevoso del asunto surge del hecho que la víctima bajo encierro
inopinado y forzado, lo mismo que bajo el efecto de los fármacos calmantes,
llega a tener ciertamente el aspecto de un enfermo mental sin serlo.

4.2. Por la calidad de la víctima

4.2.1. Cuando el agraviado es funcionario, servidor público o representante


diplomático.

Aquí, con excepción del representante diplomático, a quien el estado le debe


permanente seguridad y porque la suya es actividad a dedicación exclusiva, no
entendemos por qué la calidad de servidor público o funcionario puede darle
gravedad especial al asunto. Cuando Peña Cabrera y Bramont Arias Torres
afirman que ello se debe .o que sirven al país, olvidan que todos los ciudadanos
en general y los de la actividad privada en particular también sirven al país.
Figura anacrónica.

4.2.2. El agraviado es secuestrado por sus actividades en el sector privado.

Ha querido el legislador tutelar la autonomía y libertad de los empresarios del


sector privado, frecuentemente amenazados por el delito de secuestro en vista
de la factibilidad de alcanzar con ello recursos económicos.

La previsión es sin embargo muy abierta pues cualquier actividad que no sea la
correspondiente al sector público pertenece por exclusión al sector privado. El
Juzgador deberá sin embargo, interpretar restrictivamente el punto en término
de prever como conducta agravada la que atenta contra la libertad de
empresarios privados o profesionales cuyo éxito económico sea ostensible.

4.2.3. El agraviado es pariente dentro del tercer y grado de consanguinidad o


segundo de afinidad con las personas referidas en el inciso precedente.

Insiste pues el legislador en el anacronismo infundadamente emotivo de que


hemos dado cuenta.

4.2.4. Si el agraviado es menor de edad o anciano: Se trataría a tenor del tipo de


proteger en mayor medida que al adulto, al menor de dieciocho años de edad.
Peña Cabrera afirma que lo será el menor de 16 años de edad porque es este
menor a quien el Código Civil peruano en su art.43, inc. l los considera
absolutamente incapaces.
No compartimos este respetable criterio. Para el Derecho Penal, que es de lo
que escribimos; es menor de edad el menor de dieciocho años.

El tipo además, por disposición del Decreto Legislativo 896, tutela con acierto a1
anciano, entendiendo por ta1 al mayor de 65 años, por aplicación extensiva del
art.22 del Código Penal.

4.3. Por la finalidad que persigue el actor con el secuestro:

4.3.1. Cuando se comete para obligar a un funcionario o servidor público a poner


en libertad a un detenido o a una autoridad para conceder exigencias ilegales:
Nuevamente mueve en el legislador un mayor rechazo al hecho de que el agente
instrumentaliza a la víctima, además de exhibir propósito extorsivo.

4.3.2. Cuando se comete para obligar al agraviado a incorporarse a una


organización criminal, o para obligar al agraviado o a una tercera persona para
que preste al agente del delito ayuda económica o su concurso bajo cualquier
modalidad.

Se trata de agravar la conducta extorsiva del agente además del hecho que
instrumentalice a la víctima sin reparo humano alguno.

Es el caso del secuestro de médicos cirujanos para que atiendan a los terroristas
heridos en sus acciones delictivas.

4.3.3. El que con la finalidad de contribuir a la comisión del delito de secuestro,


suministra información que haya conocido por razón o con ocasión de sus
funciones cargo u oficio, o suministre deliberadamente los medios para la
perpetración del delito.

El legislador ha querido punir gravemente el suministro de información y datos


de los que dispone el agente por su proximidad laboral con la víctima,
facilitadores del secuestro.

4.4. Por el resultado:

4.4.1. Es particularmente agravado el caso que el agraviado resulte con graves


daños en el cuerpo o en la salud física o mental, o muera durante el secuestro,
o a consecuencia de dicho acto.

No era necesario incluir este punto en el código por dos razones:

a) Porque se puede resolver con el concurso de delitos. Lesiones graves v.g.

b) EI resultado fortuito, concomitante al secuestro, no querido ni previsto, no


puede punirse sin colisionar con la prohibición contenida en el art. VII del Título
Preliminar que consagra la exigencia de responsabilidad penal del autor y la
proscripción de la responsabilidad objetiva.

V. Tipicidad subjetiva
El secuestro es un tipo doloso, esto es, entendimiento y voluntad de privarle la
libertad ambulatoria a otro.

Añadir para el supuesto agravado que el autor deberá saber en el supuesto de


crueldad puesta en peligro de la vida o la salud que en efecto su conducta es
innecesariamente cruel o peligrosa para la vida y salud de la víctima.

Para el supuesto segundo, deberá saber el actor que la víctima es mentalmente


sana.

Para el tercero, cuarto, quinto y sexto supuesto de agravación es obvio que el


actor deberá saber las calidades de la víctima. Para el supuesto agravado
noveno, el actor deberá saber que la información que suministra en el caso
concreto facilita el secuestro se propone el receptor.

VI. Tipo de realización imperfecta

Se consuma el delito en el momento en que se priva de la libertad ambulatoria


de la víctima. Admite desde luego tentativa. El caso de quien intercepta el auto
en que va la víctima (comienzo de los actos ejecutivos) ya es tentativa Tomada
la víctima, subida en el auto del o de los agentes ya se consumó el delito de
secuestro.

El delito es permanente hasta tanto no se libere al sujeto pasivo, por lo que el


plazo de prescripción, se cuenta desde entonces.

VII. La pena

Para la figura simple, la pena correspondiente es la privativa de libertad no menor


de veinte ni mayor de treinta años. Para la forma agravada, la pena privativa de
libertad será no menor de treinta años.

La pena será de cadena perpetua para el supuesto del resultado de graves


daños en el cuerpo en la salud física o menta, o muerte durante el secuestro o a
consecuencia de dicho acto.

Para un mejor entendimiento analizaremos el delito de secuestro en función de


cuatro casos hipotéticos.

Caso 1

Un grupo de manifestantes toma como rehén a José ―miembro de la Policía


Nacional― durante varias horas, hasta que es liberado gracias a la intervención
de sus compañeros de arma.

a) Adecuación típica.- El núcleo del delito de secuestro gira alrededor de la


privación o restricción de la libertad personal, lo que supone una injustificada
limitación de la capacidad de desplazamiento o de la facultad de trasladarse de
un lugar a otro de manera libre y voluntaria. El tipo penal exige que se realice la
conducta sin derecho, motivo ni facultad justificada. Y es que en algunos casos
dichos comportamientos pueden no ser antijurídicos. Así por ejemplo, en el
ejercicio razonable del derecho de corrección sobre los hijos (prohibición
temporal a salir de casa); el internamiento de enfermos mentales, etc.

Entendemos que el caso propuesto se adecua a la descripción típica del delito


de secuestro, pues ha habido una injustificada privación de la libertad personal
de José. En efecto, se le ha privado de la facultad de trasladarse libremente de
un lugar a otro. El móvil, la modalidad, las circunstancias o el tiempo que duro la
privación de libertad, según el legislador, son indistintos para la consumación del
delito, es decir, no lo justifican ni enervan. Si nos atenemos a la redacción del
tipo penal, toda privación de la libertad personal sin derecho, motivo o facultad
“justificada” debe sancionarse como un delito de secuestro.

b) Delito permanente.- El delito de secuestro tiene una naturaleza jurídica sui


generis, pues se le suele considerar un delito de consumación instantánea con
efectos o de ejecución permanentes. Dicho de otro modo, el delito se perfecciona
desde el mismo momento en que se priva de la libertad a otro, pero la acción
típica se sigue ejecutando de manera ininterrumpida hasta que se pone fin a la
privación de libertad.

Lo anterior es de suma importancia para calificar las conductas posteriores al


momento inicial de la privación de la libertad. En efecto, toda vez que el delito de
secuestro supone un ataque permanente e ininterrumpido al bien jurídico
protegido, mientras no se ponga fin a la privación de libertad toda intervención
que se produzca en ese periodo puede imputarse, según sea el caso, a título de
autoría o a titulo de complicidad. Como señala Del Rosal Blasco: Es posible,
incluso, la concurrencia de formas de autoría o de participación en aquellos
sujetos que se incorporen a la ejecución (permanente) del delito mientras este
persistiendo la situación de privación de libertad, aunque esta haya comenzado
antes de que ellos intervengan y tuvieran conocimiento de su existencia .

De esto, el hecho de que un imputado no haya participado en el momento inicial


en que se privó de libertad al efectivo policial, no lo exime necesariamente de
una condena por delito de secuestro a titulo de autor o cómplice. Y así, quien
traslada a la victima —previamente privada de su libertad— de un lugar a otro o
presta la casa donde ha de ser retenida, responderá penalmente.

Sería errado considerar que estos actos carecen de relevancia penal por ser
posteriores a la “consumación” del delito, como si el delito se consumara única y
exclusivamente en el momento en que José es privado de su libertad. Y es
errado porque, como venimos diciendo, estamos ante un delito permanente, con
lo que la acción típica se realiza sin interrupción, sin solución de continuidad. Las
conductas subsiguientes, por ello, suponen también una privación a la libertad
personal y pueden ser imputadas bien a titulo de autoría o complicidad.

Ahora bien, el hecho de que no se haya individualizado a todos los que


participaron en el momento inicial del secuestro o, incluso, que ellos fuesen
menores de edad, no enerva la posibilidad de que los que intervinieron
posteriormente puedan ser responsabilizados como autores o cómplices. En
efecto, el secuestro es un delito permanente y, como tal, la responsabilidad de
los “posteriores autores” no depende necesariamente de la responsabilidad de
los que hubiesen actuado primero, esto es, de los que inicialmente privaron de
libertad a la víctima. Tratándose de cómplices, la participación se ve informada
por el principio de accesoriedad limitada, es decir, los cómplices responden por
su contribución en un hecho antijurídico, aun cuando se excluya la culpabilidad
de los autores (por ejemplo, si los autores son menores de edad).

c) Circunstancia agravante.- Teniendo en cuenta que la victima del secuestro era


miembro de la Policía Nacional, es de aplicación el tipo agravado previsto en el
inciso 3 del segundo párrafo del articulo 152 CP: la pena será no menor de treinta
anos cuando el agraviado o el agente es funcionario o servidor publico.

Efectivamente, José era miembro de la Policía Nacional del Perú y estaba en


acto de servicio, tratando de restablecer el orden. Concurre el subtipo agravado,
toda vez que el numeral 5 del articulo 425 del Código Penal determina la
condición de funcionario o servidor publico de los miembros de las Fuerzas
Armadas y Policía Nacional. Justamente casos como estos fundamentan el
mayor grado de reproche de la conducta, lo que amerita el incremento de la pena
recurriendo a la aplicación de un subtipo agravado. A este respecto, Bramont-
Arias y García Cantizano sostienen: …esta agravante se configura en razón de
la calidad del agraviado, quien es una persona al servicio de los intereses
públicos. En tal caso, además de afectarse su libertad ambulatoria personal,
indirectamente se esta también perturbando el funcionamiento normal del
Estado.

Para precisar quien es funcionario o servidor público hay que recurrir a lo


dispuesto en el artículo 425 CP.

No obstante, la magnitud de la pena prevista por el legislador (no menor de


treinta años) se muestra excesiva para casos como el que aquí se plantea: toma
de rehén en actos de agitación social o política. Francamente excesiva si se la
compara con las penas del homicidio calificado (no menor de quince anos) y del
delito de terrorismo (no menor de veinte anos). Consecuentemente, y a la espera
de alguna reforma que devuelva cierta racionalidad a esta norma, tendremos que
recurrir a la eximente incompleta prevista por el articulo 21 del Código Penal para
reducir la pena por debajo del límite legal.

d) Tiempo que la victima sufre la privación o restricción de su libertad.- A la


consumación del tipo penal le es indistinto el tiempo que la victima se haya visto
privada de su libertad. Ni siquiera es tomada como circunstancia agravante,
como ocurre en el “secuestro extorsivo” cuando dura mas de veinticuatro horas.
Con lo cual, mas allá de la modulación de la pena dentro de los márgenes
previstos por el legislador para el delito de secuestro, se valora con el mismo
rasero tanto la privación de libertad por pocas horas, como por varios días o
semanas.

Caso 2

Juan, Pedro y José secuestran a Luis. Posteriormente, se comunican con la


familia de Luis para pedir un rescate de medio millón de dólares.
Este es quizás el ejemplo que mas tenemos en mente cuando oímos la palabra
secuestro. Y es que, en verdad, estamos ante una clara afectación de la libertad
ambulatoria. No obstante, es paradójico que el secuestro de una persona con el
objeto de pedir una ventaja económica ―léase rescate― viene sancionado en
nuestro ordenamiento jurídico no bajo la figura del secuestro, sino de la
extorsión, esto es, un delito ubicado sistemáticamente dentro del Titulo V,
dedicado a los Delitos contra el Patrimonio.

En efecto, el articulo 200 CP reprime con pena privativa de libertad no menor de


veinte ni mayor de treinta anos al agente que con el objeto de obtener una ventaja
económica indebida o de cualquier otra índole, mantiene en rehén a una
persona. Cuando el delito es cometido por dos o mas personas, como en el caso
propuesto, la pena prevista es no menor de treinta anos .

Estamos pues ante un concurso aparente de leyes, donde el denominado


“secuestro extorsivo” desplaza al delito previsto en el articulo 152 CP. Resulta
curioso que prevalezca un delito contra el patrimonio (articulo 200 CP) sobre una
figura penal que tiene por bien jurídico uno de tamaña importancia como es la
libertad personal (articulo 152 CP). Pero así lo quiso el legislador, al tomar como
agravante de la extorsión la privación de libertad, cuando quizás lo más
apropiado habría sido tomar como circunstancia agravante del secuestro el
perseguir una ventaja económica.

La distinción entre el delito de secuestro (articulo 152) y el secuestro extorsivo


(artículo 200) ha sido precisada por la Corte Suprema en sentencia de 28 de abril
de 2004 : “que de la propia acusación se desprende que los que secuestraron y
mantuvieron en rehén al agraviado León Huaco pusieron en contacto telefónico
con su hermano a quienes le exigieron quinientos mil dólares americanos para
liberarlo; que, empero, habiéndose tipificado el hecho como un delito de
secuestro ―mas allá de que, en rigor, y vista la – finalidad perseguida por el
agente activo, el tipo penal seria el de secuestro extorsivo, previsto y sancionado
por el artículo doscientos del Código Penal―, figura penal que se limita o
circunscribe a una privación de liberta personal del sujeto pasivo”

La Sala rechazó que la exigencia del pago de un rescate para la liberación de la


victima constituyese la circunstancia agravante del antiguo inciso 8 del articulo
152 CP pues, como se acaba de señalar, la exigencia de un rescate es uno de
los elementos definidores del delito de extorsión o, con más precisión, del
secuestro extorsivo.

El delito de extorsión, ciertamente, reconoce otras modalidades típicas, algunas


de las cuales no parecen tener una adecuada ubicación sistemática dentro de
los delitos contra el patrimonio. Más allá de los cuestionamientos de índole
dogmático y político-criminal que se pudieren hacer, tarea que escapa al
propósito del presente trabajo.

En cualquier caso, nos permitimos un par de consideraciones en cuanto a esta


figura penal, modificada por el Decreto Legislativo N° 982.
a) La modificación que ha generado mas polémica en la opinión publica ha sido
la inclusión de una formula criptica en cuya virtud se sanciona con inhabilitación
al funcionario publico con poder de decisión, o que desempeñe cargo de
confianza o dirección que contraviniendo lo establecido en el articulo 42 de la
Constitución, participa en una huelga con el fin de obtener para si o para otros
cualquier beneficio o ventaja económica indebida, u otra ventaja de cualquier
otra índole.

Desde luego, cuando el legislador habla de participación en una huelga, no se


refiere a la categoría dogmática de la participación, esto es, la inducción y la
complicidad, pues la instigación y la colaboración en un hecho no delictivo —
como la huelga— evidentemente es irrelevante desde el punto de vista penal.
Cuando el legislador dice participar, entonces, se refiere a intervenir, a tomar
parte.

Ahora bien, el ejercicio del derecho de huelga, o la simple paralización de labores


con fines reivindicativos aun en los casos en que esta haya sido declarada ilegal
no puede asimilarse al delito de extorsión, pues este delito exige la concurrencia
de violencia o amenaza. Con lo cual, en buena cuenta, lo que ha hecho el
Ejecutivo ha sido meter de contrabando una disposición que, como bien ha
señalado la Defensoría del Pueblo, no forma parte de la materia delegada en
virtud de la Ley 29009. El contexto en el que semejante norma vio la luz, así
como la pena de inhabilitación que se ha previsto para estas conductas, hace
pensar —es solo una hipótesis — que el Ejecutivo quería contar con un
mecanismo para quitar de en medio a autoridades locales o regionales
especialmente contrarias a las políticas del Gobierno Central.

b) En la misma línea parece estar la incorporación de una nueva modalidad de


extorsión que guarda semejanzas con el delito de entorpecimiento al
funcionamiento de los servicios públicos del artículo 283 CP. Se reprime la toma
de locales, la obstaculización de vías de comunicación, impedir el normal
funcionamiento de los servicios públicos o la ejecución de obras legalmente
autorizadas y otros comportamientos, cuando se emplee violencia o amenaza.
Estas conductas deben tener por finalidad obtener de las autoridades cualquier
beneficio o ventaja económica indebida, u otra ventaja “de cualquier otra índole”.

Esta formula abierta, que no se condice con el principio de certeza que debería
informar la labor legislativa en materia penal, ni siquiera exige que esa ventaja
de cualquier otra índole sea “indebida”, con lo cual, uno podría preguntarse si
esto constituye una forma velada de acallar o reprimir protestas sociales.

Caso 3

Juan mantiene cautiva a María durante varios días con el objeto de practicar con
ella el acto sexual. María es rescatada por miembros de la Policía Nacional.

Es indudable que se produce una privación de libertad de manera injustificada.

No obstante, seria bueno detenerse en dos circunstancias que tienen por virtud
excluir, en algunos casos, la concurrencia del delito de secuestro. Nos referimos
al tiempo y al propósito perseguido por el autor del delito de violación sexual.
Cabe mencionar que esto también se puede predicar con relación a otras figuras
delictivas, como por ejemplo el delito de robo.

En efecto, con relación a este ultimo delito se viene entendiendo que la


momentánea privación de libertad de la victima no conlleva la consumación del
delito de secuestro, pues esa breve afectación a la libertad ambulatoria ―que se
produce mientras dure el acto de apoderamiento― ya estaría desvalorada por el
legislador penal al sancionar el delito de robo. Con lo cual, nos encontramos ante
un concurso aparente. Como refiere la Sala de lo Penal del Tribunal Supremo
español, nos encontramos ante un concurso aparente de leyes “únicamente en
aquellos supuestos de mínima duración temporal”, en los que la privación de
libertad tiene lugar durante el acto de apoderamiento, por entender que en este
supuesto la privación de libertad queda absorbida por el robo: todo robo con
violencia o intimidación afecta, aun cuando sea de modo instantáneo, la libertad
ambulatoria de la victima .

Igualmente, la Sala Penal de nuestra Corte Suprema ha tenido oportunidad de


pronunciarse sobre el propósito perseguido por el agente al privar de libertad a
su victima. Se trataba de un caso en que el acusado había trasladado a la victima
a una cabina con el fin de practicar con ella el acto sexual en contra de su
voluntad; llevándola de regreso a su domicilio una vez consumado el hecho .

La Sala considero que “el propósito de la conducta criminal estaba en función al


delito de violación sexual y no así al de secuestro, por lo que no concurren los
elementos configurativos de este tipo penal”.

En estos casos vemos que la privación de libertad es un medio necesario para


consumar ya sea un delito de robo o un delito contra la libertad sexual. Sin
embargo, cuando el tiempo en que se priva de libertad a la victima resulta
excesivo o es muy superior al necesario para la consumación del delito de robo
o de violación sexual, se considera que el delito de secuestro cobra plena
autonomía y, por tanto, el acusado debe ser condenado tanto por el delito de
robo o violación sexual, como por el delito de secuestro.

Teniendo en cuenta que Juan mantuvo en cautiverio a María por una semana,
se puede apreciar una grave afectación a la libertad ambulatoria, siendo la lesión
de este bien jurídico de una intensidad tal, que no puede entenderse absorbido
por el delito contra la libertad sexual. Podría haberse tratado de un concurso real
entre los delitos de secuestro y violación sexual, mas teniendo en cuenta que el
delito de secuestro incluye como circunstancia agravante el hecho de abusar del
agraviado, Juan será condenado como autor del delito de secuestro en su forma
agravada a una pena no menor de treinta años .

Caso 4

Juan, dado de alta a los pocos días de haber sido sometido a una operación
quirúrgica, es impedido de abandonar la clínica mientras no cumpla con pagar el
integro de la factura por los servicios médicos. Juan acaba de cumplir los 80
anos.
Una interpretación literal de la norma podría llevar a condenar al director de la
clínica a una pena no menor de veinte ni mayor de treinta anos. Y hasta cadena
perpetua, si se quiere aplicar la agravante del inciso 1 del último párrafo del
articulo 152 CP (que el agraviado sea menor de edad o mayor de setenta años).
Y es que hay una restricción a la libertad personal de Juan que no parece estar
justificada, al menos en nuestro ordenamiento jurídico, como ya lo ha señalado
en múltiples ocasiones el Tribunal Constitucional . No obstante ello, no parece
que el caso planteado deba ser reconducido a la figura del secuestro. Mucho
menos cuando se echa una mirada a la magnitud de las penas fijadas por el
legislador.

Pues bien, en la doctrina y jurisprudencia española, el delito de coacciones es


entendido como un tipo residual y genérico con relación, entre otros, al delito de
detenciones ilegales [léase secuestro]. Por ello, no es casualidad que en nuestra
legislación el delito de coacción este regulado al lado del delito de secuestro, y
bajo un epígrafe común: “Violación de la libertad personal”.

En efecto, el articulo 151 CP reprime con pena privativa de libertad no mayor de


dos anos al que, mediante amenaza o violencia, obliga a otro a hacer lo que la
ley no manda o le impide hacer lo que ella no prohíbe.

Si en nuestro ordenamiento jurídico no existe disposición alguna que prohíba a


un paciente abandonar un centro hospitalario en tanto no cumpla con pagar la
factura por los servicios recibidos ―no existe, para este caso, una norma
semejante al derecho de retención previsto en el articulo 1123 del Código Civil―,
se tiene que la restricción de la libertad de movimiento, manifestada en impedir
la salida del paciente, es del todo antijurídica. Por lo demás, como ya se indico,
el Tribunal Constitucional ha determinado la ilegalidad de este tipo de Practicas.

En cuanto al requisito de la violencia, tendremos que aceptar que dicho elemento


no se reduce a la violencia física ejercida sobre la persona de la victima, sino
que debe ser entendida bajo una concepción espiritualista en donde lo
importante es que exista una restricción a la libertad de obrar .

La solución del caso parece oscilar entre la atipicidad del hecho y la consumación
de un delito de coacción. Entiendo que si ha habido una afectación a la libertad
individual, con lo cual, atendiendo a los criterios de merecimiento y necesidad de
pena, y al principio de proporcionalidad considero que el hecho se subsume
dentro del delito de coacción.

Por su importancia desde el punto de vista procesal, vale la pena citar a Moran
Mora cuando señala: “cabe hacer especial hincapié en el carácter homogéneo
de estos delitos, lo que permite que pueda condenarse de oficio por un delito de
coacciones a pesar de que las partes aleguen otro delito más especifico, como
por ejemplo la detención ilegal [léase secuestro]. Para el Tribunal Supremo ello
no supone vulneración alguna del principio acusatorio que debe regir todo
proceso, puesto que se cumplen las características exigidas para la aplicación
de dicha homogeneidad (identidad del bien jurídico protegido y ubicación en el
mismo Titulo del Código Penal)”.
Notas al pie

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