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La invasión de los Países Bajos[editar]

La principal causa por la que Napoleón optó por una estrategia ofensiva, fue por los
posibles efectos que un éxito repentino podría producir. Por un lado, una victoria
aplastante podría atraer de golpe la opinión pública francesa a la causa de Napoleón y
hacer que se viniese abajo la determinación de la coalición. Por otra parte, la derrota de
los aliados atraería con toda seguridad una revolución a su favor en Bélgica, donde tenía
muchos partidarios, que sería a su vez una nueva fuente de reclutas. Además del declive
militar de Wellington que podría atraer el gobierno tory de lord Liverpool en un gobierno
que tal vez sería más proclive a firmar la paz. Y por último, podría aprovechar para
concentrar un ejército para hacer frente a los austriacos y los rusos.
Pero lo que inclinó la balanza definitivamente era la sabida existencia de discrepancias
políticas entre Inglaterra y Prusia. De hecho, debido a estas diferencias, cada uno de los
ejércitos tenía sus propias rutas de suministros en lugar de una compartida. La ruta de los
ingleses partía de Bruselas, pasando por Ninove y Alost, hasta llegar a Ostende y la
Mancha. La de los prusianos salía de Lieja y se adentraba en la Alemania central. Un
ataque repentino podía obligar a uno de los bandos a retirarse siguiendo su propia línea de
comunicación. Si Napoleón aprovechaba la brecha que los separaba, que en un principio
era ya de 75 kilómetros (distancia entre ambos cuarteles generales), podría aislar a
cualquiera de los dos y atacarlos por separado, pues era claro que ninguno de los dos
ejércitos por separado sería capaz de valerse contra la poderosa Armée du Nord: un
ejército rápido, poderoso, con unas tropas experimentadas y con sed de venganza, y
dirigidas por el que ha sido uno de los mejores estrategas de la Historia.
Las tropas francesas empezaron a movilizarse el 6 de junio y prácticamente ya habían
tomado posiciones el 14 de junio.

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