En detrimento del acceso democrático a los saberes; en apología de la decadencia
intelectual intencionada y sistemática de las mayorías
por: Jorge Carrillo Bernal _________________________________________________________________________ En los últimos treinta años, luego de la imposición de un nuevo orden de mercado internacional tras la disolución de la URSS hacia 1991, antecedente que representó la apertura económica en diferentes países (mayormente subdesarrollados o de “tercer mundo”), se ha emprendido una cruzada económica en contra de la propiedad local y nacional, en favorecimiento de las grandes multinacionales, así como de la globalización. Es menester mencionar que esta fuerza transformadora afectó desde aquella época hasta nuestros días a diferentes sectores de la sociedad, entre ellos a la educación superior pública. Porque, al fin y al cabo, ¿de qué se alimenta la educación pública sino es de dineros del Estado? Es, justamente, en este orden que los órganos máximos de las naciones -Estado y gobierno- poseen la responsabilidad de mantener en funcionamiento óptimo las instituciones que proveen de formación a sus ciudadanos. Sin embargo, esta dinámica ha venido cambiando en estos últimos tiempos, y las responsabilidades se han hecho difusas entre las instancias máximas de los diferentes países. Esta situación de declive se ha venido alimentando de constantes políticas neoliberales que han afectado directamente a la educación superior pública, principalmente en países latinoamericanos, empezando por Colombia (uno de los casos más extremos), y finalizando en Argentina, cuyas políticas proporcionan educación universitaria a la totalidad de la población de forma gratuita; otro ejemplo es Chile, donde desde el 2015, se ha venido aumentando la cobertura de 50% a 60% a personas de bajos recursos hasta finales del año 2017. Ahora, si la financiación directa de las universidades públicas no corre por cuenta de los gobiernos, ¿entonces quién está a cargo del futuro profesional del grueso poblacional en los diferentes países pobres? La respuesta más sencilla para un economista contemporáneo puede ser que este futuro recae sobre los hombros de estos ciudadanos, y que nada más tiene que hacer el Estado, que promover una abundante demanda para que este pueda elegir. Nada más alejado de la realidad, porque en estos países pobres (la mayoría de Latinoamérica) la oferta académica circula únicamente en torno a los bolsillos más abultados de quien la pueda pagar. Otros de los grandes espectros que aparecen como grandes salvadores de la crisis de las universidades públicas son la deuda, los recortes presupuestales y la privatización para menguar y manejar los costos de funcionamiento de las instituciones. ¿Acaso, a los gobiernos se les acabó el dinero, o misteriosamente se está desviando a manos de otro tipo de instituciones de corte más particular? Tal es el caso de Colombia con el programa Ser Pilo Paga, el cual desde 2014 empezó a funcionar y ha desangrado hasta bien entrado el 2018 los recursos que le pertenecen a la educación superior pública de todo el país desviándola a los privados.