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¿Para qué sirven las dificultades?

¿Para qué sirven las dificultades?

no son para que se acabe su misión, sino para que ésta se perfeccione, se pula, se purifique

“Jesús recorría las poblaciones de los alrededores, enseñando a la gente. Entonces llamó Jesús a los Doce y los fue enviando de dos

en dos, dándoles autoridad sobre los espíritus inmundos. Les encargó que llevaran para el camino un bastón y nada más, pero ni pan, ni

alforja, ni dinero suelto en la faja; que llevasen sandalias, pero no una túnica de repuesto. Y añadió: -«Quedaos en la casa donde

entréis, hasta que os vayáis de aquel sitio. Y si un lugar no os recibe ni os escucha, al marcharos sacudíos el polvo de los pies, para

probar su culpa.» Ellos salieron a predicar la conversión, echaban muchos demonios, ungían con aceite a muchos enfermos y los

curaban”.

Mc. 6, 7-13

Debemos orar por los consagrados, orar porque surja en el corazón de los jóvenes la inquietud por darle la vida al Señor; no les va a

surgir porque ellos decidan, sino porque antes el Señor los ha mirado de una manera personal y los ha invitado a un seguimiento

personal.

No tenemos dudas de que el Señor está llamando en este tiempo; nunca falta el llamado a ser discípulo, y serlo de modo exclusivo,

total, incondicional, con las características de la consagración, por la unción del don presbiteral y por la unción en la entrega, cumpliendo

los consejos evangélicos de pobreza, castidad y obediencia, dentro de alguno de los carismas de la vida religiosa.

Sabemos que todos, por el Bautismo, vivimos la consagración. Pero hoy estamos hablando precisamente de los que sienten el llamado

a dejarlo todo por el Señor, a dejar la posibilidad de la familia, de la esposa, de los hijos, del trabajo, del éxito, porque escuchan un

llamado y obedecen. Qué lindo que surja no sólo la inquietud de responder al llamado del Señor, sino también que se empiece a

manifestar el valor de la obediencia, como para recuperarnos como sociedad, como signo viviente de que Jesús no destruye, no anula,

sino que construye y edifica algo nuevo. Hay que enseñar la alegría de obedecer, la libertad del que obedece, la plenitud que se

desarrolla en la persona, una interioridad colmada de expectativas y de ganas de darse a partir de la clave de la obediencia. ¡Qué lindo

que se despierte en nuestra juventud la capacidad de la escucha al llamado del Señor!

Las dificultades no son para que se acabe su misión,

sino para que ésta se perfeccione, se pula, se purifique

El Evangelio sorprende siempre con algo novedoso. Hoy dice que Jesús no tuvo suerte en su pueblo. Y el Señor responde “nadie es

profeta en su tierra”. Y por eso allí no pudo hacer muchos milagros, porque no tenían fe.

Jesús tiene un estilo que pone toda la carne en el asador. No vive del miedo ni de la especulación. No le gusta lo que es por fuera, sino

lo que es por dentro. ¡Y se identifica plenamente con su Padre en una obediencia tan grande! Eso me enamora el corazón. Me enamora

el corazón verlo a Jesús enamorado de la voluntad del Padre. ¡Cómo no va a tener una unidad interior una persona que está llena de la

escucha de la misión, que expresa esa obediencia llena de fidelidad! Jesús el fiel. ¡Qué maravilla! ¡Gracias Señor por tu fidelidad, por tu

obediencia, por tu entrega!

Jesús configurado con la voluntad del Padre, va a donde el Padre lo manda. Y si le hacen la contra, es como apagar fuego con nafta...

Eso es lo que hicieron los que no tenían fe, los que no aceptaban al Profeta en medio de ellos. ¿No lo aceptaban...? no importa... vamos

a otros lugares porque otros también necesitan...

No se desanimaba ante la dificultad. En vez de bajar la guardia, de decir muchachos, vamos a tomarnos un tiempo, vamos a repensar la

cosa, le hacía frente. ¡Si pasara eso entre nosotros, en los matrimonios, en el trabajo, en las parroquias y lugares de evangelización, en
la casa de cada uno...! Cuántas cosas valiosas vienen bien paridas, desde la oración, la contemplación, la escucha, desde el diálogo

comunitario... y cuando viene el momento de la prueba, se abandonan...

A Jesús le ponen palos en la rueda y Él pega el salto.

Jesús está lleno de comunión, de identificación con el mensaje. En la dificultad encontró la propuesta para volver a entregarse. ¿No te

enamora el alma ser cristiano? ¡Claro que sí!

¡Qué necesidad tenemos de ese Jesús fiel, que se la banca, que le pone el pecho. De ese Jesús que se puede caer, pero que se va a

levantar para seguir, sin perder de vista el objetivo ni renunciar a los proyectos. Tiene grabado a fuego en su corazón el proyecto.

El Señor vino a los suyos, pero los suyos no lo reconocieron. Pero a los que lo recibieron y lo acogieron como luz y como mensajero de

Dios, les dio el poder de llegar a ser hijos de Dios. Ésta es la maravilla del Señor. La libertad, el respeto del Señor. Pueden poner palos

en la rueda pero el Señor por nada del mundo frena la tarea. Si bajaste los brazos, quiero que sepas que lo tuyo siempre valió la pena.

Hay que volver a empezar.

Para el Señor las dificultades son oportunidades. Y para mí, ¿qué son las dificultades? ¿Son desgracias, son signos de que Dios se

olvidó de uno? ¿No será que hay que esperan antes de hacer tales juicios? ¿No será que hay que afirmarse en las fuentes, en lo que

nació sano y bueno? ¿No habría que volver a lo íntimo, a la raíz de las cosas? ¿No será que hay que seguir proyectando aunque

muchos signos y voces ruidosas quieren hacerte creer que no es necesario y que no vale la pena?

Estamos en un mundo en el que todo cambia, todo se transforma, todo pasa y todo debe ser aggiornado permanentemente. Éste es el

concepto que maneja nuestra cultura. Así perdemos la identidad, incluso la tradición y los valores. Parece que todo tiene que cambiar.

Ya no es lo mismo, “eso era antes...”. Mire amigo, hay cosas que nunca van a cambiar. ¿Sabe qué? Lo que se cambia, son los pañales,

nada más...

Tenemos una misión. Y vemos que el Señor vuelve a abrazar su misión en ocasión de cada dificultad. En vez de debilitarse y animarse,

se afirma. Y los signos del afirmamiento son: despojo, desprendimiento, pobreza. Me saco las porquerías. Como un barco que ante la

tormenta le entra el agua. Y empezamos a tirar las cargas al mar. Y lo que parecía indispensanble, que no se podía perder, afuera!,

¿qué hay que salvar? ¡A las personas que van adentro!

Ante la dificultad, se afirma el concepto por el cual estamos. La dificultad es para afirmar la razón de nuestra vida. No para cambiar el

caballo en la mitad del río. Como Jesús, se nos debe enardecer el alma y así manifestar en desprendimiento, ponernos más libres, más

ágiles, para que la misión vaya adelante.

No baje la guardia, amigo, amiga. ¿Hay dificultades? No importa. Usted vale más que las dificultades. Usted tiene una misión más

grande que las dificultades. Las dificultades no son para que se acabe su misión, sino para que ésta se perfeccione, se pula, se

purifique. El Señor quiere que usted se desprenda de lo superfluo, de lo que no necesita, que tire las porquerías del barco para avanzar

luego con mayor agilidad. Cuanto más grandes los problemas, más libre tiene que hacerse el corazón. Ése es el signo que nos deja el

Señor. Así envía a sus discípulos, livianitos y desprendidos.

¡Necesitamos evangelizadores! Que los bautizados seamos libres, que no carguemos pesos innecesarios, que nos saquemos de

encima el apego desordenado.

Para llegar al final, hay que ir desensillando el barco.

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