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i, <4 18, Let Pare cerros que bordeaban el Gran Chaco y para disputar su sobre la regién acordaron realizar diversas pruebas de des; resistencia y habilidad, especialmente en el manejo de las flechas, Enuna de esas pruebas, Michiveva lanz6 una flecha contra él arbol que servia de blanco; Aiié hizo de las suyas: la desvié y logré que penetrara exactamente en el corazén de Tuvichavé. La sangre broté a borbotones, con fuerza. Comenzé a bajar por Jos cerros, lleg6 hasta el Chaco, se interno en su territorio y formé un rio de color rojo: el I-phyt4 (Bermejo). Cuando se dio cuenta de lo que habfa hecho, de las consecuencias de ese imitil enfrentamiento, Michiveva estallé en llanto. Y lord tanto que sus ldgrimas corrieron tras el rio de sangre de su hermano: asi se formé el Pilcomayo, siempre a la par del Bermejo. El Gran Chaco qued6 sin jefe, pero siguio prosperando bajo el cuidado de la naturaleza, enmarafiado, impenetrable, surcado por el rio de aguas rojas, nacido de la sangre del coraz6n de Tuvichavé. Leyenda del ceibo El ceibo —también denominado seibo, sefbo, o bucare— es la flor nacional de la Republica Argentina. Resulta normal ver sus flores rojas en muchas de las zonas riberefias de los rios que for- man Ia cuenca del Plata, y es una de las bellezas de la flora paragua- ya. Su madera es muy liviana y porosa, y se utiliza para la Construccién de balsas, colmenas y juguetes de aeromodelismo. Su Presencia en parques y jardines argentinos pone una nota de per- fumey color. ¥ el admirador evita arrancar sus flores, debido aque Sus ramas poseen una especie de aguijones, tal vez tinica seiial del dolor sufrido por... Cuenta la leyenda que en las riberas del Parand vivia Anahi, una indiecita de rasgos toscos. A pesar de que fisicamente no era atrac- tiva, su voz cautivaba en las tardecitas veraniegas a toda la gente de su tribu guaranf: entonaba canciones inspiradas en sus dioses ¥ al amor a la tierra de la que eran duefios... . Un dfa nefasto legaron los invasores, esos valientes, atrevidos y aguerridos seres de piel blanca que arrasaron las tribus y Jes _7 Leyendas indigenas dela Argentina arrebataron las tierras, los idolos, y su libertad. La mayoria de los muchachas y muchachas de la tribu fueron puestos en cauti- verio y forzados a trabajar, y Anahi no fue una excepcién. Como no lograba concebir esa situacién continué lorando durante varios dias. Cierto dia, su centinela se habfa quedado profundamente dormi- do. Anahi entendié que se trataba de la gran oportunidad para esca- parse. Sin embargo, mientras hufa en silencio, él despert6. Enceguecida por lograr su objetivo, le hundié un puiial en su pecho y corrié para buscar proteccién en la selva. El grito del moribundo desperté a los otros espafioles, enton- ces la persecuci6n se convirtié en la gran caceria de la pobre Anahi. Pese a los esfuerzos de la joven por esconderse, fue alcan- zada por los conquistadores, que, en venganza por el asesinato del guardian, la castigaron con la muerte en la hoguera: la ataron aun 4rbol y prendieron el fuego. Algo raro sucedié: las llamas parecfan no querer tocar ala don- cella indigena, que sufria sin murmurar palabra. Cuando el fuego comenzé6 a subir, Anahi se convertié en un Arbol. Intentando convencerse los unos a los otros de que esta visién era efecto del cansancio, los conquistadores juntaron mas lefios para avivar la hoguera y se fueron a dormir. Al dia siguiente, los soldados encontraron en lugar de las ce- nizas un hermoso 4rbol, de verdes hojas relucientes y flores rojas aterciopeladas, que se mostraba en todo su esplendor, como el simbolo de la valentia y la fortaleza ante el sufrimiento: el ceibo. La mandioca: un regalo de Tup4 Esbelta, graciosa y muy bonita, Nasaind{ debfa tener unos quin- ce aiios. Pese a su belleza, sus ojos negros y grandes miraban con temor. Su cabello era largo y lacio, siempre lo adornaba con flores de piquillin. Cubrfa su cuerpo con un tipoy tejido con fibras de caraguaté, ajustado en la cintura con una chumbé de algodén de vistosos colores.

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