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Mauricio Chaves

SO Chongju. (2000). Poemas de un niño vagabundo de ochenta


años y otros poemas escogidos. Madrid: Editorial Verbum.

Mauricio Chaves Fernández1

Poemas de un niño vagabundo de ochenta años y otros poemas escogidos,


publicado por la Editorial Verbum en el año 2000, recoge textos en verso y
prosa escritos entre 1972 y 1997 por SEO Jeongju (1915-2000).2 El autor es
presentado por Kim Hyun Chang –traductor al coreano de Don Quijote de la
Mancha– como el eje de la poesía contemporánea en Corea desde 1936, año
en que recibió el Premio de Nueva Primavera del diario Dong-A por su poema
“La pared”.
“Poemas de un niño vagabundo de ochenta años” es la primera parte de la
antología, elaborada mediante un criterio cronológico: se ordenan los poemas
según su año de escritura, entre 1993 y 1997. Su título hace alusión a una
tríada semántica que recorre todo el texto: la relación entre la inocencia, el
vagabundeo en un doble sentido –como un deambular ocioso– y la vejez. Más
adelante aparecen los “Poemas escogidos”, entre los cuales se incorporan
escritos de distintos libros del autor: Poesías completas de So Chongju
Jeongju (1972), Mitos de Chilmache (1975), Poemas de un vagabundo (1976)
y Poemas de un vagabundo viejo (1993).
La poesía antologada de SEO Jeongju puede ser considerada de carácter
universal, pues entre sus influencias se encuentran desde el budismo y los
relatos tradicionales coreanos hasta la filosofía nietzscheana, la poesía
simbolista y la pintura de Van Gogh, todo ello sin contar las referencias a
paisajes que el autor pudo conocer en su viaje alrededor del mundo, como el

1. Filólogo. Máster en Literatura Latinoamericana por la Universidad de Costa Rica.


Profesor en la Sede de Occidente de la Universidad de Costa Rica, donde también
colabora con la Cátedra Wilhelm y Alexander von Humboldt en Humanidades y
Ciencias Sociales y la Cátedra de Estudios de Corea y el Este Asiático (CECEA).
Contacto: roy.chaves@ucr.ac.cr
2. Según la romanización revisada del Coreano como el sistema de romanización
oficial de la República de Corea, publicado en el año 2000, se transcribe el nombre
del poeta como SEO Jeongju. SEO es su apellido. En el Este Asiático se coloca el
apellido antes del nombre. Sirva esto para aclarar que es el apellido el que aparece en
mayúscula.

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Revista CHAKANA, Volumen 1, 2017

egipcio o el australiano, que motiva dos poemas en los cuales la voz lírica se
identifica con la naturaleza: “Viniendo al Culanda, en Cairns, Australia,/ no
estoy soñando ni soy Chuang-Tse,/ pero transformado en una “Ulises”/ ¡me
veo!, me veo volar aleteando” (SO Chongju, 2000, p.33).
La concepción de la poesía de SEO Jeongju parte de ese deambular ocioso
ya señalado. El poeta es un viajero que se afirma en la plenitud del secreto que
aguarda en las profundidades: “Ni siquiera la buceadora de la Isla Cheju/ se
atreve a tocar la mejor y más grande de las orejas marinas,/ pegada en la roca
del mal… Si la sacas toda, vagarás con el corazón vacío./ El que la deja en
el mar esperando es verdaderamente un poeta” (p.109). En otras palabras, el
poeta es aquél que toma de la vida, de la poesía, solamente lo necesario para
que su secreto permanezca oculto en lo infinito, siempre por ser descubierto.
Esta austeridad de la poesía recuerda el “Arte poética” de Borges: “ver en
la muerte el sueño, en el ocaso/ un triste oro, tal es la poesía/ que es inmortal
y pobre”. A la vez, su sencillez está arraigada en un profundo conocimiento
de la naturaleza del tiempo, a cuyo paso todas las cosas se transforman sin
dejar de ser ellas mismas. Inconstantes, son las mismas y son otras, como el
río de Heráclito, que coincide con uno de los pilares del pensamiento budista:
la impermanencia. Es por ello que el poeta recibe la vejez como una ocasión
más para la poesía, siguiendo el refrán coreano que afirma que la vejez es un
retorno a la infancia, ese lugar mítico donde las cosas se revelan con todo el
brillo y la frescura de la primera mirada.
SEO Jeongju, que leyó a Nietzsche durante sus años de formación, coincide
con él en su visión de la infancia como el último estado del espíritu. En la vejez
del poeta, el descubrimiento de la naturaleza representa no solamente una
vivencia activa de esa inocencia reencontrada, sino también la visualización
de la propia naturaleza, del propio ser imbuido en el espacio y los objetos que
lo rodean. Observando la fragilidad de su existencia en aquello que encuentra
a su paso, una flor o una roca, la voz del poeta puede permanecer aún después
de la muerte, como los ojos de su padre en una orquídea. Así, la infancia y
la vejez son solamente los extremos de la espiral de un tiempo que retorna, y
dentro del cual la poesía transita como vaga el viajero por su tierra.
De igual manera, como se mencionó al inicio, aparecen en el libro temas
asociados al pensamiento oriental y a la tradición e historia coreanas, que el
propio poeta ha reconocido como “el elemento más importante de mis valores
y de mi vida poética” (p.151), sobre todo a partir de 1945, cuando su quehacer
poético comienza a coincidir con coyunturas bélicas en el Este Asiático. Fue
así como, por ejemplo, se interesó por la historia y las leyendas de Sil-La, reino

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Mauricio Chaves

cuyos habitantes ocupan un lugar privilegiado en su imaginación. El estudio de


Sil-La y su modo de vida, el “Pung Ryu”, una enseñanza basada en el budismo,
el taoísmo y el confusionismo, dio como resultado dos libros anteriores al
período antologado: Epítome de Sil-La (1960) y El cielo invernal (1968).
Puede decirse, entonces, que la poesía de SEO Jeongju ha seguido el
devenir histórico de Corea en el siglo XX, convirtiéndose en el centro de una
tensión entre tradición y modernidad que se mantiene irresuelta tanto en los
textos como en la vida política y social de la península. En “Roca y flor de
orquídea –el primer día del año 2517, según el calendario budista”, una flor
anhela casarse con una roca por su silencio y su eternidad, para lo cual arroja
sus flores una y otra vez. Este vínculo entre lo antiguo de la roca y lo que
apenas florece, lo permanente y lo que parece todavía solamente un instante,
resume, quizá, el quehacer poético de uno de los autores más prolíficos y
vitales del Este Asiático.

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