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APUNTES SOBRE EL NUEVO SISTEMA PENAL PARA ADOLESCENTES

ELABORADO POR:

JUAN CARLOS ARIAS LÓPEZ

JUEZ QUINTO DE MENORES DE BOGOTA D. C.

CON MOTIVO DE LA IMPLEMENTACIÓN DEL NUEVO SISTEMA

PENAL PARA ADOLESCENTES

BOGOTA D. C., ENERO DE 2007


Juan Carlos Arias López 2

CONTENIDO

1. APUNTES SOBRE EL NUEVO SISTEMA PENAL PARA ADOLESCENTES, p. 2

1.1. INTERÉS SUPERIOR DEL NIÑO, NIÑA O ADOLESCENTE, p.3

1.2. IMPUTABILIDAD O INIMPUTABILIDAD, p. 5.

1.3. PENAS O MEDIDAS, 9.

1.4. GARANTÍAS PROCESALES, 12.

2. PRINCIPALES CARACTERÍSTICAS DEL NUEVO SISTEMA PENAL PARA


ADOLESCENTES, p. 15.

3. CONSIDERACIONES RESPECTO DE LA FUNCION DEL JUEZ PENAL PARA


ADOLESCENTES, p. 21.

4. DELITOS DE FRECUENTE COMISIÓN POR LOS ADOLESCENTES Y SUS


MÍNIMOS, p. 23.

5. ESQUEMA DEL JUEZ CON FUNCION DE GARANTÍAS, p. 25

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Juan Carlos Arias López 3

1. APUNTES SOBRE EL NUEVO SISTEMA PENAL PARA ADOLESCENTES

El derecho penal de adolescentes parte del principio básico del interés superior del
menor y se desarrolla tomando posición frente a tres puntos de constante
discusión:

1. Capacidad del menor para cometer delitos: imputabilidad o inimputabilidad

2. La respuesta que se le debe dar al comportamiento delictual del menor:


medidas o sanciones

3. El procedimiento a seguir: Garantías procesales (sistema acusatorio, inquisitivo


o mixto).

Las pautas que el legislador ofrece para responder cada una de estas preguntas
deben ser abordadas por el interprete bajo la óptica del interés superior del menor
-el cual entraña su bienestar y la proporcionalidad en el trato-, tomando como
apoyo permanente la Constitución Política y el bloque de Constitucionalidad el
cual incluye las Reglas Mínimas de las Naciones Unidas para la administración de
la justicia de menores, conocidas como “Reglas de Beijing” (aprobadas mediante
Resolución 40/33 del 28 de noviembre de 1985), las Reglas de las Naciones
Unidas para la protección de los menores privados de libertad (aprobadas
mediante Resolución 45/113 del 14 de diciembre de 1990), la Convención de
Derechos del Niño y las Directrices de Riad.

1. 1. INTERES SUPERIOR DEL NIÑO, NIÑA O ADOLESCENTE.

El libro 1ro. Capitulo 1ro. del Código de la Infancia y a adolescencia resalta la


obligación de proteger integralmente a todos los niños, niñas y adolescentes,
reconociendo sus derechos, garantizándolos y velando por el cumplimiento de los
mismos dentro del marco del interés superior el cual conlleva a considerarlos
prevalentes frente a los de cualquier otra persona

Al respecto la Corte Constitucional al desarrollar el principio de interés superior del


menor, en sentencia C-203 de 2005, señaló

(…) Los niños y adolescentes, es decir, los menores de edad, en virtud de su


nivel de desarrollo físico y mental –que les hace especialmente vulnerables e
indefensos frente a todo tipo de riesgos-, necesitan protección y cuidados
especiales, tanto en términos materiales, psicológicos y afectivos, como en

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Juan Carlos Arias López 4

términos jurídicos, para garantizar su desarrollo armónico e integral y proveer las


condiciones que necesitan para convertirse en miembros autónomos de la
sociedad. Recogiendo este axioma básico, consagrado en el preámbulo de la
Convención sobre los Derechos del Niño y en la Declaración de las Naciones
Unidas sobre los Derechos del Niño, el artículo 44 de la Constitución Política
dispone que los derechos de los niños prevalecen sobre los derechos de los
demás; al interpretar este mandato, la jurisprudencia constitucional ha reconocido
que los menores de edad tienen el status de sujetos de protección constitucional
reforzada, condición que se hace manifiesta –entre otros efectos- en el carácter
superior y prevaleciente de sus derechos e intereses, cuya satisfacción debe
constituir el objetivo primario de toda actuación (oficial o privada) que les
concierna.
(…)

La jurisprudencia constitucional colombiana ha precisado en múltiples


oportunidades el contenido de los principios de protección especial de la niñez y
de preservación del interés superior y prevaleciente del menor. Así, por ejemplo,
en la sentencia T-514 de 1998 1 la Corte Constitucional explicó que el concepto del
interés superior del menor consiste en el reconocimiento de una “caracterización
jurídica específica” para el niño, basada en la naturaleza prevaleciente de sus
intereses y derechos, que impone a la familia, la sociedad y el Estado la
obligación de darle un trato acorde a esa prevalencia “que lo proteja de manera
especial, que lo guarde de abusos y arbitrariedades y que garantice el desarrollo
normal y sano del menor desde los puntos de vista físico, psicológico, intelectual y
moral y la correcta evolución de su personalidad”. Se precisó en la misma
oportunidad que el principio en mención “se enmarca en los presupuestos del
Estado Social de Derecho, desarrolla el principio de solidaridad, propende por el
cumplimiento de los fines esenciales del Estado, en consideración al grado de
vulnerabilidad del menor y a las condiciones especiales requeridas para su
crecimiento y formación, y tiene el propósito de garantizar el desarrollo de su
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personalidad al máximo grado”. En igual sentido, en la sentencia T-979 de 2001
se explicó que “…el reconocimiento de la prevalencia de los derechos
fundamentales del niño… propende por el cumplimiento de los fines esenciales
del Estado, en consideración al grado de vulnerabilidad del menor y a las
condiciones especiales requeridas para su crecimiento y formación, y tiene el
propósito de garantizar el desarrollo de su personalidad al máximo grado”.
Más recientemente, en la sentencia T-510 de 2003 3 la Corte explicó que la
determinación del interés superior del menor se debe efectuar en atención a las
circunstancias específicas de cada caso concreto: “el interés superior del menor
no constituye un ente abstracto, desprovisto de vínculos con la realidad concreta,
sobre el cual se puedan formular reglas generales de aplicación mecánica. Al
contrario: el contenido de dicho interés, que es de naturaleza real y relacional, 4
sólo se puede establecer prestando la debida consideración a las circunstancias
individuales, únicas e irrepetibles de cada menor de edad, que en tanto sujeto

1 M.P. José Gregorio Hernández Galindo.


2 M.P. Jaime Córdoba Triviño.
3 M.P. Manuel José Cepeda Espinosa.
4 Sentencia T-408 de 1995 (M.P. Eduardo Cifuentes Muñoz) En esta sentencia se decidió conceder el amparo de tutela

solicitado por una abuela materna en nombre de su nieta, para que se le garantizara a ésta el derecho a visitar a su
madre recluida en prisión, puesto el padre de la menor le impedía hacerlo.

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digno, debe ser atendido por la familia, la sociedad y el Estado con todo el
cuidado que requiere su situación personal”. Sin embargo, se precisó en la misma
oportunidad que ello no excluye la existencia de criterios generales que pueden
guiar a los operadores jurídicos al momento de determinar cuál es el interés
superior de un menor y cómo materializar el carácter prevaleciente de sus
derechos fundamentales en casos particulares. La aplicación de tales
lineamientos, proporcionados por el ordenamiento jurídico, se debe combinar con
la consideración cuidadosa de las especificidades fácticas que rodean a cada
menor en particular, para efectos de llegar a una solución respetuosa de su
interés superior y prevaleciente. Según estableció la Corte en la providencia que
se cita, “para establecer cuáles son las condiciones que mejor satisfacen el
interés superior de los niños en situaciones concretas, debe atenderse tanto a
consideraciones (i) fácticas –las circunstancias específicas del caso, visto en su
totalidad y no atendiendo a aspectos aislados–, como (ii) jurídicas –los parámetros
y criterios establecidos por el ordenamiento jurídico para promover el bienestar
infantil-”. Como corolario de lo anterior, se tiene que las autoridades
administrativas y judiciales encargadas de determinar el contenido del interés
superior de los niños en casos particulares cuentan con un margen de
discrecionalidad importante para evaluar, en aplicación de las disposiciones
jurídicas relevantes y en atención a las circunstancias fácticas de los menores
implicados, cuál es la solución que mejor satisface dicho interés; lo cual implica
también que dichas autoridades tienen altos deberes constitucionales y legales en
relación con la preservación del bienestar integral de los menores que requieren
su protección – deberes que obligan a los jueces y funcionarios administrativos en
cuestión a aplicar un grado especial de diligencia, celo y cuidado al momento de
adoptar sus decisiones, mucho más tratándose de niños de temprana edad, cuyo
proceso de desarrollo puede verse afectado en forma definitiva e irremediable por
cualquier decisión que no atienda a sus intereses y derechos. (…)
Se concluye entonces que el sistema penal para adolescentes el principio rector
será el interés superior del menor –adolescente-, brindándole protección mediante
medidas que permiten su educación y rehabilitación.

1.2. IMPUTABILIDAD O INIMPUTABILIDAD

Tradicionalmente se venía considerando como inimputables a los niños, niñas y


adolescentes o como simples objeto de protección, postura con lo cual se dejaba
de lado el reconocimiento de todos los derechos que les correspondían como
sujetos de derecho bajo el argumento de su falta de capacidad para responder
penalmente.

Sin afirmar rotundamente que en vigencia del Decreto 2737 de 1989 –Código del
Menor- se les procesaba bajo un sistema de responsabilidad objetiva, lo cierto es
que la tendencia jurisprudencial en algunas oportunidades así lo afirmó, matizando
criterios con lo que se denominó la doctrina de las situaciones irregulares y a la
vez algunas pautas consagradas en los instrumentos internacionales de justicia
para menores, las que algunos han llamado la doctrina de la protección integral.

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Pasando por alto los pormenores históricos y los diferentes modelos de justicia
para menores –que se trataran en otros apartes-, tomamos como punto de partida
lo desarrollado por la Corte Constitucional en sentencia C-203 de 2005, en donde
luego de estudiar ampliamente los parámetros que guían la justicia de menores,
concluyó:
(…) Del anterior recuento, la Corte resalta a manera de síntesis las siguientes
reglas:

4.6.1. Los menores de edad que cometen conductas violatorias de la ley penal
son jurídicamente responsables ante el Estado y la sociedad. Por su condición
de sujetos de especial protección, tal responsabilidad está sujeta al
cumplimiento estricto de ciertos principios claves, a saber:

(i) los principios de diferenciación y especificidad de las leyes, órganos,


objetivos, sanciones y modo de actuación propios del sistema de justicia de
menores, que debe estar orientado hacia la promoción de su bienestar, su
tutela y la garantía de proporcionalidad entre el hecho y la respuesta
institucional;

(ii) el principio de la finalidad tutelar y resocializadora de las medidas que se


han de imponer a los menores de edad como consecuencia de su
responsabilidad penal, principio que conlleva la proscripción de un enfoque
represivo en su tratamiento jurídico-penal; y

(iii) el principio de la promoción del interés superior de cada menor de edad


involucrado en la comisión de hechos punibles, y del respeto de sus derechos
fundamentales prevalecientes.

4.6.2. En el procesamiento penal de menores de edad, se han de seguir en


forma estricta las pautas constitucionales e internacionales mínimas que están
consagradas en (i) el artículo 44 de la Carta Política, (ii) las Reglas de Beijing o
“Reglas Mínimas de las Naciones Unidas para la Administración de la Justicia
de Menores”, (iii) en los casos excepcionales en que ello sea pertinente, por
encontrarse el menor de edad privado de la libertad, las Reglas de las
Naciones Unidas para la Protección de los Menores Privados de la Libertad,
(iv) la Convención sobre los Derechos del Niño, (v) el Pacto Internacional de
Derechos Civiles y Políticos, y (vi) la Convención Americana de Derechos
Humanos. Se trata de parámetros de obligatorio cumplimiento dentro del
ordenamiento jurídico colombiano, por mandato expreso del artículo 44
Superior, de conformidad con el cual los niños son titulares de la totalidad de
derechos consagrados en instrumentos internacionales a su favor. Dichos
parámetros han de obrar, a la vez, como criterios obligatorios de interpretación
de las normas infraconstitucionales vigentes en nuestro país. (…)

Atendiendo estas pautas, las cuales contemplan la aplicación de bloque de


constitucionalidad, es indispensable abordar el tema a partir de la imputabilidad o
inimputabilidad del menor –llamado ahora niño, niña o adolescente-, aspecto que
en el código no aparece definido con precisión pero que al crear un sistema de
responsabilidad penal para adolescentes, parte del supuesto de considerar al
adolescente como imputable con capacidad de culpabilidad pero disminuida y por

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tanto con especial tratamiento. En tal condición, se le tiene como sujeto


susceptible de realizar conductas típicas, antijurídicas y culpables y por tanto,
objeto de reproche a través de una sanción o medida.

Así, considerando la imputabilidad como capacidad de culpabilidad o capacidad de


comprender la ilicitud del hecho y de actuar conforme a dicha comprensión, o
como lo entienden algunos doctrinantes, como la capacidad de motivación o
normalidad motivacional por los mandatos normativos, tenemos que el ser
humano consigue tal capacidad en la medida que evoluciona hacia la adultez de
tal manera que pasando de la niñez a la adolescencia adquiere paulatinamente
esa capacidad y por tanto, se puede señalar que le es exigible responder,
igualmente de manera gradual.

Del valioso estudio realizado por el autor español Andrés Martín Cruz, de los
distintos estadios y la forma en que esa capacidad se va formando, las corrientes
psicológicas -en especial la psicología evolutiva-, señalan que cuando el
adolescente supera los 14 años, va adquiriendo la suficiente capacidad intelectual
y volitiva que se traduce en capacidad para empezar a responder ante la sociedad
por los actos que realice en contra de ella. Al respecto señala el citado autor:

(…) Tal capacidad es sostenible por las tres razones que siguen. La primera, de
carácter cualitativo, se base en el progreso que experimenta el elemento
intelectual de la capacidad de culpabilidad. Al aumentar la capacidad de
pensamiento formal, así como la de comprensión social y legal, también se eleva
el entendimiento de la antijuridicidad de la conducta, que en este periodo
estimamos suficiente porque muestra una aceptable comprensión abstracta de
la ley, así como de las funciones que esta desempeña en la organización de la
convivencia social. La segunda, también de naturaleza cualitativa, se cifra en
que, a causa de la anterior revolución, sobreviene asimismo un nuevo aumento
de la capacidad de autodeterminar la voluntad para obrar conforme a esa
comprensión, pues ahora amplía el repertorio de causas de cumplimiento de la
ley como la conformidad social, razones de tipo racional-beneficioso-utilitario,
principios, etc., que le permite elegir entre ellas con mayor libertad antes de
decidirse a actuar. De este modo, al ser suficiente el desarrollo de la capacidad
intelectual, también lo es el de la capacidad volitiva. La tercera, de índole
cuantitativa, consiste en que ha desaparecido la causa que desaconsejaba no
reconocer capacidad de culpabilidad por razones cuantitativas, pues a los
catorce años la generalidad de los menores normales ha entrado en la fase de
pensamiento formal, y disponen de capacidad suficiente para comprender la
antijuridicidad de su conducta, así como para autodeterminar su voluntad
conforme a ella.

A partir de los dieciséis hasta los dieciocho años continúa desarrollándose la


atenuada capacidad intelectual y volitiva del menor. Durante estos años el
adolescente es cualitativamente distinto al del periodo anterior y al semiadulto, y,

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a pesar de que se ha incrementando su capacidad de culpabilidad, ésta aun


continua siendo disminuida (…) 5 .

Con esta justificación, entendemos que regidos por la fijación legal del rango de
edades en los cuales los adolescentes responderán bajo los parámetros del
sistema penal para adolescentes, a los mismos habrá de tratárseles como
imputables de “categoría especial” o con capacidad de culpabilidad disminuida.
Esto a pesar de la tendencia a señalar que si bien la responsabilidad de los
menores es especial, la misma apunta hacia una especie de responsabilidad
objetiva (ver citas de la Corte Constitucional en sentencia C-839 de 2001), con lo
cual se descartaba el elemento de culpabilidad esencial dentro de cualquier
esquema penal.

La trascendencia de este punto lo resalta la Corte Constitucional en sentencia C-


626 de 1996, cuando destaca que la responsabilidad de carácter punitivo
requiere necesariamente de un fundamento subjetivo de culpabilidad. Al efecto
señaló:
(…) En nuestro sistema jurídico, ha sido proscrita, entonces, la responsabilidad
objetiva, de lo cual resulta que el legislador no puede asumir, desde el momento
en que consagra el tipo penal, que la sola circunstancia de haber incurrido un
individuo en la conducta tipificada apareja la necesaria consecuencia de su
responsabilidad y de la consiguiente sanción penal. Esta, al tenor del artículo 29
de la Carta, únicamente puede proceder del presupuesto de que al procesado
"se le haya declarado judicialmente culpable" (subraya la Corte).

La culpabilidad es, por tanto, supuesto ineludible y necesario de la


responsabilidad y de la imposición de la pena, lo que significa que la actividad
punitiva del Estado tiene lugar tan sólo sobre la base de la responsabilidad
subjetiva de aquéllos sobre quienes recaiga…” (resaltados fuera de texto).

Lo destacado pone de presente, que siempre que el legislador se decida por


describir una conducta y asignarle una sanción –pena o medida- para quien así
actúe, deberá partir necesariamente de la demostración de la culpabilidad, es
decir que la responsabilidad del adolescente requiere del elemento subjetivo
o de culpabilidad en sus diversas modalidades, esto es culpabilidad culposa,
culpabilidad dolosa o culpabilidad preterintencional.

Al respecto, el Código de la Infancia y la Adolescencia guarda aparente silencio,


sin embargo, debe entenderse que al establecer un régimen de responsabilidad
penal donde se imponen sanciones luego del ejercicio de la acción penal por parte
de la Fiscalía, debe aplicarse toda la carga dogmática contenida en el Código
Penal vigente –tipicidad, antijuridicidad, culpabilidad, tentativa, coparticipación,
etc.-, más aun cuando por principio, al menor debe garantizársele como mínimo,
los mismos derechos y condiciones que se le otorgan a los adultos.

5MARTÍN CRUZ A., Los fundamentos de la capacidad de culpabilidad penal por razón de la edad, Albolete, Comares,
2004, pág. 237-238.

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1.3. PENAS O MEDIDAS

Partiendo entonces de la base que el adolescente será tratado con una


imputabilidad especial y que debe demostrarse además de los otros elementos de
la conducta punible, su culpabilidad, es importante concretar entonces si como
consecuencia de su incursión en el campo delincuencial, al adolescente se le
impondrán penas o medidas o si la diferenciación entre una y otra resulta
relevante.

A pesar del reconocimiento del interés superior del menor, la realidad muestra que
cuando un menor incursiona en el campo penal para cometer un delito, la
sociedad le exige al Estado adoptar una medida o sanción, pues la defensa del
orden público y los principios que orientan la administración de justicia están en
juego. El quid del asunto aparece entonces como tensiones entre rehabilitación
frente a justo merecido, asistencia frente a represión y castigo, protección del
menor frente a la protección de la sociedad, respuesta en función de las
circunstancias concretas de cada caso frente a respuesta en función de la
protección de la sociedad en general y disuasión de carácter general frente a
incapacitación individual.

Para diluir estas tensiones sin desarmonizar la aplicación del derecho, el camino
que menos tropiezos genera y no desconoce las posturas de cada extremo,
apunta al otorgamiento de facultades discrecionales, pero regladas, al funcionario
encargado de decidir el caso concreto. Es indiscutible que las sanciones o
medidas que se apliquen al menor infractor de la ley Penal no pueden ser
represivas sino que tendrán un enfoque protector y educativo, es decir, se guiarán
por la prevención especial positiva en donde se busca la resocialización dentro del
respeto de su autonomía y dignidad, igualmente, que el infractor no vuelva a
incurrir en el delito.

Dichas medidas, ¿son más sancionadoras que educativas?, ¿o más educativas


que sancionadoras?, ¿o unas son sancionadoras y otras educativas? o por el
contrario, estamos ante términos complementarios "educamos mediante la
sanción", o lo que realmente ha querido el legislador es educar durante la
ejecución de las medidas 6 . A pesar de no plasmarlo expresamente en el código,
se puede entender que a través de las sanciones o medidas, el legislador no
pretende castigar en toda la extensión de la palabra, sino que en el momento de
su cumplimiento se orienten a la efectiva reinserción social del menor mediante su
protección y educación. Se aprecia entonces que hay un componente de castigo
mediante la restricción de derechos pero en la ejecución la sanción o medida no

6 TOME TAMEME J., Ley Orgánica Reguladoras de la Responsabilidad Penal de los menores: especial consideración a
las medidas sancionadoras educativas. Tomando de artículo publicado en la base de datos de la Editorial BOSH.

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tiene un sentido de retribución sino de protección –bienestar- y reinserción social


del adolescente pues el principio del interés superior del menor así lo exige.

Se puede afirmar por tanto, que a los adolescentes se les aplican sanciones o
medidas pero con un carácter sancionatorio-educativo, enmarcadas dentro de la
prevención especial. Al respecto la Corte Constitucional en las conclusiones
contenidos en la sentencia C-019 de 1993, resaltó:

(…) La protección especial de los niños y la prevalencia de sus derechos -


consagradas ambas en la Constitución de 1991- encarnan valores y principios
que deben presidir tanto la interpretación y aplicación de todas las normas de
justicia aplicables a los menores, como la promoción de políticas y la
realización de acciones concretas que aseguren su bienestar.

Por tanto, en tratándose de los niños, el amor, la educación, la comprensión y


la rehabilitación deberán prevalecer siempre sobre los principios e
instrumentos preventivos, resocializadores y no siempre educativos propios del
derecho penal (…).

Retomando lo anotado al tratar el tema de la imputabilidad, se considera que en el


adolescente confluye una responsabilidad penal disminuida que atiende a la etapa
de la vida por la que atraviesa en la que no recibe la plenitud de la motivación
normativa y por lo mismo el Estado no puede desplegar la sanción en toda su
intensidad al no estar en condiciones de igualdad real ante la ley, pues
precisamente la edad limita su capacidad de responder, de ahí su trato especial.

Tal aspecto es reconocido en las recomendaciones de las Naciones Unidas para


la prevención de la delincuencia juvenil (Directrices de Riad), cuando en sus
principios fundamentales consagra:

(…) 5. Deberá reconocerse la necesidad y la importancia de aplicar una política


progresista de prevención de la delincuencia, así como de estudiar
sistemáticamente y elaborar medidas pertinentes que eviten criminalizar y
penalizar al niño por una conducta que no causa graves perjuicios a su desarrollo
ni perjudica a los demás. La política y las medidas de esa índole deberán incluir:

(…)

e) El reconocimiento del hecho de que el comportamiento o la conducta de los


jóvenes que no se ajustan a los valores y normas generales de la sociedad son
con frecuencia parte del proceso de maduración y crecimiento y tienden a
desaparecer espontáneamente en la mayoría de las personas cuando llegan a la
edad adulta.

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f) La conciencia de que, según la opinión predominante de los expertos, calificar a


un joven de “extraviado”, “delincuente” o “predelincuente”, a menudo contribuye a
que los jóvenes desarrollen pautas permanente de comportamiento indeseable.

(…).

En este punto es importante considerar que siendo el delito un producto social, el


Estado y la sociedad deben cumplir previamente el papel formador para que el
menor –adolescente- tenga la opción de conocer y estar consciente de los
comportamientos considerados irregularidades por la legislación penal de ahí que
más que sancionar deba pensarse en prevenir y educar.

Se tiene entonces que la determinación de darle la denominación de sanción


obedece a la exigencia de garantizar los derechos propios de quien se somete a
un sistema de naturaleza punitiva, pues se trata de una imposición limitativa de
derechos fundamentales, pero que no sigue puntualmente todas las funciones
señaladas en el Código Penal para la pena –art- 4-, pues las mismas en materia
de adolescentes están determinadas desde la misma Constitución Política y los
instrumentos internacionales, esto es, a la protección y educación dentro de la
situación particular del adolescente 7 .

Siendo de naturaleza educativa, las sanciones o medidas pueden ser variadas en


cualquier momento atendiendo las necesidades el menor, aspecto de importancia
considerando que implica el otorgamiento de facultades discrecionales pero
regladas al Juez encargado de imponerlas y velar por su ejecución.

7 La justicia juvenil, como expresión de la reacción social formal, no puede ser disfuncional, aunque tenga su propias
lógica, con las necesidades de los adolescentes y jóvenes. Las políticas públicas incluida la justicia, deben constituir una
red que soporte y compense sus dificultades de socialización y sirva de apoyo para facilitar y promover su integración
social.

La confusión entre la justicia y la acción socioeducativa, resta eficacia a ambas (Funes y Gonzalez, 1988). Cada una
tiene su ámbito de autonomía. La justicia opera desde la lógica de la violación de las normas y la acción socioeducativa
desde la lógica de las necesidades. Pero esta observación solo hace referencia en el momento en que entra en acción
una y otro, dejando a la justicia un ámbito más restringido. El tiempo de la acción socioeducativa no viene determinado
por el delito, pero sí condicionado y se adapta a los acontecimiento vitales del sujeto.

Pero ¿en qué condiciones la justicia es funcional, y genera sinergia con la acción socioeducativa, tonel objetivo de
inserción social?, ¿Cómo debe responder la justicia a las actuales condiciones de la socialización de los adolescente y
jóvenes?. A nuestro entender, debería ser una justicia centrada en la solución del conflicto social, tendiendo a devolver a
instancias extrajudiciales la solución del conflicto y aportándoles a éstas una decisión investida por la autoridad del fiscal
o del Juez; y centrada en los actores del conflicto: el menor o joven y la víctima, restituyendo real o simbólicamente a la
víctima, disminuyendo la tensión y modulando la reacción social estereotipada del adolescente o joven. (MATO GOMEZ
Juan C., MORALES GONZALEZ Jose M., COSTA CABANILLAS Miguel, En “Educación social especializada, Barcelona,
Ariel, 1999, pág. 64).

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1.4. GARANTÍAS PROCESALES

Establecido el carácter sancionatorio pero con una perspectiva protectora y


educativa, se puede afirmar que la realización de una conducta punible por parte
de un menor implica el ejercicio de la acción penal por parte del Estado, lo
cual exige necesariamente la configuración de un sistema acusatorio para la
investigación y juzgamiento, acorde con lo dispuesto en el acto legislativo 3 de
2002, lo cual exige la creación de un proceso con sujetos claramente definidos los
cuales desempeñan un “rol” o “papel” determinado, básicamente de acusación y
defensa, siendo el Juez quien de manera imparcial define la controversia a la luz
de los parámetros legales partiendo de las pruebas legalmente aportadas, las
cuales lo llevan al conocimiento, más allá de toda duda razonable, los hechos sus
circunstancias y la responsabilidad del acusado -artículo 372 ley 906-.

Tomando como punto de partida que los instrumentos internacionales reconocen


plenos y privilegiados derechos a los menores, mirándolos como sujetos de
derechos y no simples objetos de protección -la que de todas maneras se
mantiene pero con la participación del menor quien puede expresar su opinión
frente a los asuntos que lo afectan-, se concluye que debe brindárseles garantías
procesales, las que como mínimo deber ser las mismas de los adultos.

Al respecto la Corte Constitucional en sentencia C-203 de 2005, luego de estudiar


ampliamente los parámetros que guían la justicia de menores, concluyó:

(…) Del anterior recuento, la Corte resalta a manera de síntesis las siguientes
reglas:

4.6.1. Los menores de edad que cometen conductas violatorias de la ley penal
son jurídicamente responsables ante el Estado y la sociedad. Por su condición
de sujetos de especial protección, tal responsabilidad está sujeta al
cumplimiento estricto de ciertos principios claves, a saber:

(i) los principios de diferenciación y especificidad de las leyes, órganos,


objetivos, sanciones y modo de actuación propios del sistema de justicia de
menores, que debe estar orientado hacia la promoción de su bienestar, su
tutela y la garantía de proporcionalidad entre el hecho y la respuesta
institucional;

(ii) el principio de la finalidad tutelar y resocializadora de las medidas que se


han de imponer a los menores de edad como consecuencia de su
responsabilidad penal, principio que conlleva la proscripción de un enfoque
represivo en su tratamiento jurídico-penal; y

(iii) el principio de la promoción del interés superior de cada menor de edad


involucrado en la comisión de hechos punibles, y del respeto de sus derechos
fundamentales prevalecientes.

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4.6.2. En el procesamiento penal de menores de edad, se han de seguir en


forma estricta las pautas constitucionales e internacionales mínimas que están
consagradas en (i) el artículo 44 de la Carta Política, (ii) las Reglas de Beijing o
“Reglas Mínimas de las Naciones Unidas para la Administración de la Justicia
de Menores”, (iii) en los casos excepcionales en que ello sea pertinente, por
encontrarse el menor de edad privado de la libertad, las Reglas de las
Naciones Unidas para la Protección de los Menores Privados de la Libertad,
(iv) la Convención sobre los Derechos del Niño, (v) el Pacto Internacional de
Derechos Civiles y Políticos, y (vi) la Convención Americana de Derechos
Humanos. Se trata de parámetros de obligatorio cumplimiento dentro del
ordenamiento jurídico colombiano, por mandato expreso del artículo 44
Superior, de conformidad con el cual los niños son titulares de la totalidad de
derechos consagrados en instrumentos internacionales a su favor. Dichos
parámetros han de obrar, a la vez, como criterios obligatorios de interpretación
de las normas infraconstitucionales vigentes en nuestro país. (…)

Se tiene entonces que el proceso que se sigue a los adolescentes puede ser
similar a los de los adultos –aunque lo ideal sería un procedimiento especial-, pero
debe contener además los parámetros concretos sugeridos por los instrumentos
internacionales, los cuales están avalados implícitamente por el artículo 44 de la
Constitución Política Colombiana al fijar los derechos fundamentales prevalentes
de los niños. Veamos cuales son:

- Adecuado manejo del dilema derechos del menor vs. Defensa social, de tal
forma que éstos últimos no se impongan en detrimento de la protección y
formación que requiere el menor.
- Respeto por los derechos del menor, especialmente lo relativo al derecho
de defensa y la posibilidad de impugnar o controvertir las decisiones que se
adopten dentro del proceso.
- Personal especializado en el procesamiento.
- Permitir la intervención del menor y sus padres o acudientes.
- Otorgamiento de facultades discrecionales al funcionario encargado de fijas
las medidas protectoras al menor.
- Flexibilidad en las medidas, lo cual implica la posibilidad de variación o
terminación en cualquier momento.
- Propiciar mecanismos que permitan la “remisión” de casos, esto es,
mecanismos extrajudiciales de solución e conflictos con la participación de
la comunidad y la víctima. Esto se relaciona con los sistemas de control
social y el derecho penal como “ultima ratio”.
- Evitar la estigmatización del menor respetando su intimidad. Se propende
por evitar la publicidad o hacer pública la imagen del menor.
- Evitar las medidas privativas de la libertad, es decir, que esta se toman
como último recurso.
- Personal especializado en el tratamiento y manejo de menores
- Determinación de la forma en que se ejecutaran las sanciones y los
derechos de los menores durante las mismas.

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Estas pautas se han recogido parcialmente en el Código de la Infancia y la


Adolescencia, pues allí se tomo el camino corto al remitirse a la ley 906 o
procedimiento que se adelanta a los adultos, esto es, al sistema con tendencia
acusatoria a diferencia del imperante durante la vigencia del Código del Menor en
donde existía una marcada tendencia hacia el sistema inquisitivo.

Llega entonces a la justicia colombiana de menores, la Fiscalía como sujeto que


ejerce la acción penal –investigación y acusación- demarcando distintas funciones
para cada uno de los intervinientes que protagonizaban el antiguo sistema, en
especial el Juez quien ya no tiene facultades investigativas y el Defensor de
Familia a quien ahora se le exige estar permanentemente al lado del adolescente
en procura de garantizar sus derechos.

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2. PRINCIPALES CARACTERÍSTICAS DEL NUEVO SISTEMA PENAL


PARA ADOLESCENTES

1. Por expresa remisión del art. 144 de la ley 1098, se aplica el procedimiento
establecido en la ley 906, exceptuando lo que sea contrario al interés
superior del adolescente.

2. Deben tenerse en cuenta también, las particularidades de la ley de la


infancia y la adolescencia y los instrumentos internacionales que conforman
el bloque de constitucionalidad (art. 6).

3. Se tiene como sujeto de “la acción penal”, al adolescente entre 14 y 18


años.

4. Se reconocen los derechos de la víctima (verdad, justicia y reparación, así


mismo, el derecho a la integridad física, psíquica y moral, a la dignidad, a la
honra a la intimidad, el acceso a la justicia, etc)

5. Aunque el Código señala que al adolescente infractor se le impondrán


sanciones, en varias oportunidades alude a las mismas como medidas (ej.
art. 152, 159, 161, 163, núm. 8 y 9 par. 2 art. 177, par. 1 art. 181, 185,
189).

6. En este punto en viene la caso recordar que la pena es en esencia un


mecanismo motivador para que el individuo se abstenga de llevar a cabo
conductas delincuenciales, de ahí que se afirme en términos generales, que
tiene un carácter de prevención especial (influencia en el delincuente
individual) y otro de prevención general (influencia en todos los miembros
de la comunidad) y por tanto, se debe atender que en su fijación se observe
la proporcionalidad y la necesidad de la misma, a diferencia de la medida
que en materia de menores apunta a la prevención y la educación. Con esta
perspectiva se tiene que estamos frente a una “medida de carácter
sancionatorio”, pues el art. 178 de la ley 1098 consagra como finalidad de
las “sanciones”, la protección, educación y restauración.

7. La rehabilitación y la resocialización son derechos de los niños, niñas y


adolescentes, los cuales deben ser garantizados por el estado (art. 18).

8. Se establece (art. 178), que con el apoyo de especialistas y la familia, la


sanción tiene las siguientes finalidades:

- protectora
- educativa
- restaurativa

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9. Los lineamientos técnicos de la sanción o medida los determina el ICBF


(arts 148 y 177)

10. Se cumplen en los programas especializados del ICBF (art. 117)

11. El Juez que dicta la medida es el competente para controlar su ejecución


(art. 177 par. 2)

12. La policía de la infancia y la adolescencia debe adelantar labores de


vigilancia y control de instituciones encargadas de ejecutar las sanciones
con el objeto de garantizar la seguridad de los niños, niñas y adolescentes y
evitar su evasión (art. 89 num. 16)

13. La misma policía debe prestar la logística necesaria para el traslado de los
niños, niñas y adolescentes a juzgados, centros hospitalarios, previniendo
todo tipo de alteración que desarrollen los menores, garantizando el normal
desarrollo de los mismos y de la institución (art. 89 num. 17).

14. El Juez en función de las circunstancias individuales del adolescente y sus


necesidades especiales, puede modificar las medidas (sanciones)
impuestas (art. 178 inc. 2do.).

15. Establecida la responsabilidad penal del adolescente, el juez en audiencia


requerirá al defensor de familia la presentación de un estudio que contenga
al menos: situación familiar, económica, social, psicológica y cultural del
adolescente y cualquier otra que considere de relevancia para la imposición
de la sanción.

16. Conforme al artículo 177, son sanciones aplicables a los adolescentes a


quienes se les haya declarado su responsabilidad penal:

1. la amonestación.
2. la imposición de reglas de conducta.
3. la prestación de servicios a la comunidad.
4. la libertad asistida.
5. la internación en medio semicerrado.
6. la privación de libertad en centro de atención especializado.

17. Conforme lo establece el artículo 179, el Juez tiene como criterios para la
definición de las sanciones, los siguientes:

1. La naturaleza y gravedad de los hechos.

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2. La proporcionalidad e idoneidad de la sanción atendidas las


circunstancias y gravedad de los hechos; las circunstancias y necesidades
del adolescente y las necesidades de la sociedad.
3. La edad del adolescente.
4. La aceptación de cargos por el adolescente.
5. El incumplimiento de los compromisos adquiridos con el juez.
6. El incumplimiento de las sanciones.

parágrafo 1°. al computar la privación de la libertad en centro de atención


especializada, la autoridad judicial deberá descontar el período de
internamiento preventivo al que haya sido sometido el adolescente.

parágrafo 2°. los adolescentes entre 14 y 18 años que incumplan cualquiera


de las sanciones previstas en este código, terminarán el tiempo de sanción
en internamiento.

el incumplimiento por parte del adolescente del compromiso de no volver a


infringir la ley penal, ocasionará la imposición de la sanción de privación de
libertad por parte del juez.

18. El código de la infancia y la adolescencia señala en el art.185. “la libertad


vigilada. es la concesión de la libertad que da la autoridad judicial al
adolescente con la condición obligatoria de someterse a la supervisión, la
asistencia y la orientación de un programa de atención especializada. esta
medida no podrá durar más de dos años”.

Antes, el código del menor señalaba en el art. 207 “la medida de libertad
asistida consiste en la entrega del menor a sus representantes legales,
parientes o personas de quienes dependa, con la obligación de aceptar los
programas, la orientación y el seguimiento del juzgado o del instituto
colombiano de bienestar familiar, por conducto de funcionarios delegados
para el efecto y el compromiso de presentarse periódicamente ante el juez.
los funcionarios delegados para el cumplimiento de la medida de libertad
asistida, deberán escogerse entre profesionales y personas con
conocimientos y aptitudes en el tratamiento de menores”.

19. Medio semi-cerrado. es la vinculación del adolescente a un programa de


atención especializado al cual deberán asistir obligatoriamente durante
horario no escolar o en los fines de semana. esta sanción no podrá ser
superior a tres años (art. 186)

Antes, en el código del menor no había definición de esta clase de medida,


pues la engloba en la medida de ubicación.

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20. La privación de la libertad en centro de atención especializada se aplicará


a los adolescentes mayores de dieciséis (16) y menores de dieciocho (18)
años que sean hallados responsables de la comisión de delitos cuya pena
mínima establecida en el código penal sea o exceda de (6) años de prisión.
en estos casos, la privación de libertad en centro de atención especializada
tendrá una duración de uno (1) hasta cinco (5) años (art. 187)

En los casos en que los adolescentes mayores de catorce (14) y menores


de dieciocho (18) años sean hallados responsables de homicidio doloso,
secuestro o extorsión, en todas sus modalidades, la privación de la libertad
en centro de atención especializada tendrá una duración de dos (2) hasta
ocho (8) años.

Requisitos de procedencia de la privación de la libertad:

1. Solo para adolescentes de 16 a 18 años.


2. Que hayan cometido delitos con pena mínima de 6 años de prisión.
3. La duración será de 1 a 5 años, pero no se establece la forma en que se
graduará la misma.
4. Si se comete homicidio doloso, extorsión o secuestro, esta clase de
sanción se puede imponer a los adolescentes desde los 14 años, con
duración de 2 a 8 años.
5. Si cumple los 18 años en vigencia de la sanción, la misma puede
continuar hasta los 21 años en el mismo establecimiento pero separados
interiormente.
6. Estos requisitos no son exigibles si se trata de adolescentes que han
incumplido las sanciones previstas en el Código, igualmente, si el
adolescente incumple la sanción impuesta debe terminar el tiempo de la
sanción en internamiento.

21. A pesar que no alude expresamente a la discrecionalidad del juez,


tácitamente la contempla al señalar los criterios para la fijación de la
sanción y permitir la modificación de las “medidas impuestas”. Esto
permitirá aplicar la flexibilidad recomendada en los instrumentos
internacionales y reconocer las necesidades del adolescente.

22. Los lineamientos técnicos de las sanciones las tendrá a cargo el ICBF quien
además se encargará de la ejecución de las mismas, el juez las controlará y
la Policía de la Infancia y la adolescencia prestará el apoyo en materia de
seguridad.

23. Se crea una Policía Judicial especial (art. 145)

24. Las audiencias serán cerradas al público si el Juez considera que la


publicidad del procedimiento expone a un daño psicológico al adolescente.

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Cuando así lo disponga, solamente podrán intervenir los sujetos procesales.


es decir, el artículo 149 de la ley 906 debe interpretarse atendiendo lo
dispuesto en el art. 147 de la ley 1098.

25. Conforme a los arts 145 y 157 de la ley 906, todos los procedimientos de la
actuación, tanto preprocesales como procesales serán orales.

26. Para el ejercicio de la función de control de garantías todos los días y horas
son hábiles, igualmente, todas las actuaciones deben ser concentradas.

27. Se suman al esquema procesal, nuevos sujetos o intervinientes:

- El Defensor de Familia
- Los padres o representantes del adolescente 8 .

28. Las defensorías de familia del ICBF, las Comisarías de Familia, o los
Inspectores de Policía, deben adoptar las medidas para la verificación de la
garantía de derechos y las medidas para su restablecimiento.

29. Los artículos 79, 82, 87, 145, 146, 157, 158, 177, 180-4, 189, 193-2-4-8,
194, 195, 197 entre otros, consagran múltiples funciones a cargo de los
Defensores y Defensoras de Familia, lo que deja entrever que este es el
servidor público que con preponderancia debe responder por el “interés
superior del menor”, pues además de tener concretas funciones en tal
sentido, hace parte del ICBF, entidad a la que corresponde asumir, en
términos generales, la protección integral de los niños, niñas y
adolescentes.

8 La regla 15.2 de Beijing, consagra : “Los padres o tutores tendrán derecho a participar en las actuaciones y la autoridad

competente podrá requerir su presencia en defensa del menor. No obstante, la autoridad competente podrá denegar la
participación si existen motivos para presumir que la exclusión es necesaria en defensa del menor.

Comentario : La terminología que se usa en la regla 15.1 es similar a la de la regla 93 de las Reglas mínimas para el
tratamiento de los reclusos. Si bien el asesoramiento jurídico y la asistencia judicial gratuita son necesarias para
garantizar la asistencia judicial al menor, el derecho de los padres o tutores a participar según se indica en la regla 15.2
debe considerarse como una asistencia general al menor, de naturaleza sicológica y emotiva, que se extiende a lo largo
de todo el proceso.

La autoridad competente, para dictar una sentencia justa en el caso, puede utilizar con provecho, sobre todo, la
colaboración de los representantes legales del menor (o, a los mismos efectos, de algún otro asistente personal en el
que el menor pueda depositar y deposite realmente su confianza). Este interés puede verse frustrado si la presencia de
los padres o tutores en las vistas ejerce una influencia negativa, por ejemplo si manifiestan una actitud hostil hacia el
menor, de ahí que deba preverse la posibilidad de su exclusión de la vista.

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30. Es obligación del Defensor de Familia acompañar permanentemente al


adolescente, por tanto, el fiscal o el miembro de policía judicial respectivo
deberá informar inmediatamente del inicio de la investigación, al defensor
de familia para que éste pueda cumplir con sus obligaciones y verifique la
garantía de sus derechos (arts. 145 y 146 de la ley 1098).

31. Corresponde al Defensor de Familia realizar el estudio de la situación


familiar, económica, social, sicológica y cultural del adolescente y cualquier
otra materia relevante y presentarlo ante el Juez de cara a la imposición de
la sanción o medida. Este informe lo rinde en audiencia (arts. 157 y 189 de
la ley 1089).

32. Debe el defensor de familia, “asumir la asistencia y protección del


adolescente de haber infringido la ley penal ante el juez penal para
adolescentes” (art. 82-6 ley 1098). Esta asistencia y protección se extiende
a la ejecución de la sanción –medida-.

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3. CONSIDERACIONES RESPECTO DE LA FUNCION DEL JUEZ PENAL PARA


ADOLESCENTES

Como quiera que el Código de la Infancia y la Adolescencia remite a la aplicación


de la Ley 906, se puede afirmar que la actividad del Juez Penal para la
adolescencia en función de Garantías y en función de conocimiento no presenta
más variaciones que las propias de la Ley 1098 y los instrumentos internacionales
en materia de justicia para menores.

Atendiendo el principio de oralidad que rige en el sistema, las actuaciones ante el


Juez se desarrollan en audiencias, las cuales serán cerradas al público en razón al
eventual daño psicológico al que se pueda exponer al adolescente, el cual será
valorado por el Juez en cada caso concreto. Esto en aplicación al artículo 147 de
la Ley 1098 y lo señalado en la regla 8 de Beijing 9 .

Como quiera que el Código no consagra las condiciones en que el adolescente


puede expresar su opinión ni la forma en que se realizará el control de la sanción
por parte del Juez 10 , puede interpretarse que éste puede entrevistarlo
privadamente con el objeto de conocer los avances retrocesos o condiciones en

9 8. Protección de la intimidad

8.1 Para evitar que la publicidad indebida o el proceso de difamación perjudiquen a los menores, se respetará en todas
las etapas el derecho de los menores a la intimidad.

8.2 En principio, no se publicará ninguna información que pueda dar lugar a la individualización de un menor delincuente.

Comentario : La regla 8 destaca la importancia de la protección del derecho de los menores a la intimidad. Los jóvenes
son particularmente vulnerables a la difamación. Los estudios criminológicos sobre los procesos de difamación han
suministrado pruebas sobre los efectos perjudiciales (de diversos tipos) que dimanan de la individualización permanente
de los jóvenes como "delincuentes" o "criminales".

La regla 8 también hace hincapié en la importancia de proteger a los menores de los efectos adversos que pueden
resultar de la publicación en los medios de comunicación de informaciones acerca del caso (por ejemplo, el nombre de
los menores que se presume delincuentes o que son condenados). Corresponde proteger y defender, al menos en
principio, el interés de la persona. (El contenido general de la regla 8 se sigue concretando en la regla 21.)

10 En las Reglas de las Naciones Unidas para la protección de los menores privados de libertad se dispone: “14. La

protección de los derechos individuales de los menores por lo que respecta especialmente a la legalidad de la ejecución
de las medidas de detención será garantizada por la autoridad competente, mientras que los objetivos de integración
social deberán garantizarse mediante inspecciones regulares y otras formas de control llevadas a cabo, de conformidad
con las normas internacionales, la legislación y los reglamentos nacionales, por un órgano debidamente constituido que
esté autorizado para visitar a los menores y que no pertenezca a la administración del centro de detención”. (resaltados
fuera de texto)

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que viene cumpliendo la sanción 11 , Igualmente puede realizar visitas o


inspecciones al centro de privación de la libertad directamente o por empleados
especializados del despacho –trabajador social-.

Ahora, como el Defensor de Familia es el garante de los derechos del adolescente


y es quien esta al tanto de los progresos o problemas que pueda presentar el
adolescente durante el ejecución de la medida y además es integrante del ICBF,
entidad encargada de poner en practica la ejecución de la sanción, el Juez podrá
exigir que sea éste quien presente y justifique los equipos interdisciplinarios de
seguimiento, en audiencia a la cual deberá comparecer necesariamente el
adolescente, sus padres y su defensor, dándoles la oportunidad de exponer sus
puntos de vista de cara a la variación o ajustes de la sanción

De otra parte, cuando se trate de la variación de una sanción no privativa de la


libertad por otra que sí implique ésta (par. 2do. art. 179), en garantía del derecho
de defensa y de exponer posibles justificaciones, se deberá brindar al oportunidad
al adolescente o sus padres de comparecer y en audiencia informar lo que viene
sucediendo.

La convocatoria para llevar a cabo audiencias de control de la sanción estará


legitimados todos los sujetos procesales, pero igualmente el Juez de
conocimiento, oficiosamente las podrá realizar previa citación a los interesados.

11La regla 14.2 de Beijing, señala: “El procedimiento favorecerá los intereses del menor y se sustanciará en un ambiente
de comprensión, que permita que el menor participe en él y se exprese libremente”.

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4. DELITOS DE FRECUENTE COMISIÓN POR


LOS ADOLESCENTES Y SUS MÍNIMOS

1. Hurto

„ hurto simple, pena = 32 meses mínimo


„ hurto simple inferior a 10 salarios mínimos, pena = 16 meses mínimo
„ *hurto calificado , pena = 48 meses mínimo
„ **hurto calificado con violencia sobre la persona o sobre medio motorizado,
sus partes o mercancías o combustible, pena = 64 meses.
„ hurto agravado, hay incremento de 1/6 parte dependiendo de la clase de
hurto realizado, veamos, en la conjugación con el hurto calificado:
*hurto calificado y agravado, pena = 56 meses

**hurto calificado y agravado, pena = 74.66 meses.

Estas cuantificaciones se pueden modificar si concurren atenuantes o


agravantes (arts. 267,168 y 269 del c. penal)

2. Porte y tráfico de estupefacientes

art. 376 inc. 2do., pena = 56 meses

3. Porte de fuego de de armas uso personal.

art. 365, pena = 16 meses

4. Lesiones personales

la pena depende de la incapacidad o la secuela, sin embargo el mínimo que


pasa de los 6 años, esta dada para las lesiones con la pérdida anatómica o
funcional de órgano o miembro a que se refiere el art. 116 del código penal pues
su mínimo es de 8 años.

5. Violación a los derechos patrimoniales de autor

art. 271, pena = 4 años

6. Actos sexuales con menor de 14 años

art. 209, pena = 48 meses o 64 meses si hay agravante

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7. Violencia intrafamiliar

art. 229, pena = 1 año o 18 meses si hay agravante

8. Homicidio

art. 103, pena : 208 meses o 17.33 meses

9. Daño en bien ajeno

art. 265, pena : 16 meses

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