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Sistema Penal para Adolescentes PDF
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Juan Carlos Arias López 3
El derecho penal de adolescentes parte del principio básico del interés superior del
menor y se desarrolla tomando posición frente a tres puntos de constante
discusión:
Las pautas que el legislador ofrece para responder cada una de estas preguntas
deben ser abordadas por el interprete bajo la óptica del interés superior del menor
-el cual entraña su bienestar y la proporcionalidad en el trato-, tomando como
apoyo permanente la Constitución Política y el bloque de Constitucionalidad el
cual incluye las Reglas Mínimas de las Naciones Unidas para la administración de
la justicia de menores, conocidas como “Reglas de Beijing” (aprobadas mediante
Resolución 40/33 del 28 de noviembre de 1985), las Reglas de las Naciones
Unidas para la protección de los menores privados de libertad (aprobadas
mediante Resolución 45/113 del 14 de diciembre de 1990), la Convención de
Derechos del Niño y las Directrices de Riad.
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solicitado por una abuela materna en nombre de su nieta, para que se le garantizara a ésta el derecho a visitar a su
madre recluida en prisión, puesto el padre de la menor le impedía hacerlo.
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digno, debe ser atendido por la familia, la sociedad y el Estado con todo el
cuidado que requiere su situación personal”. Sin embargo, se precisó en la misma
oportunidad que ello no excluye la existencia de criterios generales que pueden
guiar a los operadores jurídicos al momento de determinar cuál es el interés
superior de un menor y cómo materializar el carácter prevaleciente de sus
derechos fundamentales en casos particulares. La aplicación de tales
lineamientos, proporcionados por el ordenamiento jurídico, se debe combinar con
la consideración cuidadosa de las especificidades fácticas que rodean a cada
menor en particular, para efectos de llegar a una solución respetuosa de su
interés superior y prevaleciente. Según estableció la Corte en la providencia que
se cita, “para establecer cuáles son las condiciones que mejor satisfacen el
interés superior de los niños en situaciones concretas, debe atenderse tanto a
consideraciones (i) fácticas –las circunstancias específicas del caso, visto en su
totalidad y no atendiendo a aspectos aislados–, como (ii) jurídicas –los parámetros
y criterios establecidos por el ordenamiento jurídico para promover el bienestar
infantil-”. Como corolario de lo anterior, se tiene que las autoridades
administrativas y judiciales encargadas de determinar el contenido del interés
superior de los niños en casos particulares cuentan con un margen de
discrecionalidad importante para evaluar, en aplicación de las disposiciones
jurídicas relevantes y en atención a las circunstancias fácticas de los menores
implicados, cuál es la solución que mejor satisface dicho interés; lo cual implica
también que dichas autoridades tienen altos deberes constitucionales y legales en
relación con la preservación del bienestar integral de los menores que requieren
su protección – deberes que obligan a los jueces y funcionarios administrativos en
cuestión a aplicar un grado especial de diligencia, celo y cuidado al momento de
adoptar sus decisiones, mucho más tratándose de niños de temprana edad, cuyo
proceso de desarrollo puede verse afectado en forma definitiva e irremediable por
cualquier decisión que no atienda a sus intereses y derechos. (…)
Se concluye entonces que el sistema penal para adolescentes el principio rector
será el interés superior del menor –adolescente-, brindándole protección mediante
medidas que permiten su educación y rehabilitación.
Sin afirmar rotundamente que en vigencia del Decreto 2737 de 1989 –Código del
Menor- se les procesaba bajo un sistema de responsabilidad objetiva, lo cierto es
que la tendencia jurisprudencial en algunas oportunidades así lo afirmó, matizando
criterios con lo que se denominó la doctrina de las situaciones irregulares y a la
vez algunas pautas consagradas en los instrumentos internacionales de justicia
para menores, las que algunos han llamado la doctrina de la protección integral.
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Pasando por alto los pormenores históricos y los diferentes modelos de justicia
para menores –que se trataran en otros apartes-, tomamos como punto de partida
lo desarrollado por la Corte Constitucional en sentencia C-203 de 2005, en donde
luego de estudiar ampliamente los parámetros que guían la justicia de menores,
concluyó:
(…) Del anterior recuento, la Corte resalta a manera de síntesis las siguientes
reglas:
4.6.1. Los menores de edad que cometen conductas violatorias de la ley penal
son jurídicamente responsables ante el Estado y la sociedad. Por su condición
de sujetos de especial protección, tal responsabilidad está sujeta al
cumplimiento estricto de ciertos principios claves, a saber:
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Del valioso estudio realizado por el autor español Andrés Martín Cruz, de los
distintos estadios y la forma en que esa capacidad se va formando, las corrientes
psicológicas -en especial la psicología evolutiva-, señalan que cuando el
adolescente supera los 14 años, va adquiriendo la suficiente capacidad intelectual
y volitiva que se traduce en capacidad para empezar a responder ante la sociedad
por los actos que realice en contra de ella. Al respecto señala el citado autor:
(…) Tal capacidad es sostenible por las tres razones que siguen. La primera, de
carácter cualitativo, se base en el progreso que experimenta el elemento
intelectual de la capacidad de culpabilidad. Al aumentar la capacidad de
pensamiento formal, así como la de comprensión social y legal, también se eleva
el entendimiento de la antijuridicidad de la conducta, que en este periodo
estimamos suficiente porque muestra una aceptable comprensión abstracta de
la ley, así como de las funciones que esta desempeña en la organización de la
convivencia social. La segunda, también de naturaleza cualitativa, se cifra en
que, a causa de la anterior revolución, sobreviene asimismo un nuevo aumento
de la capacidad de autodeterminar la voluntad para obrar conforme a esa
comprensión, pues ahora amplía el repertorio de causas de cumplimiento de la
ley como la conformidad social, razones de tipo racional-beneficioso-utilitario,
principios, etc., que le permite elegir entre ellas con mayor libertad antes de
decidirse a actuar. De este modo, al ser suficiente el desarrollo de la capacidad
intelectual, también lo es el de la capacidad volitiva. La tercera, de índole
cuantitativa, consiste en que ha desaparecido la causa que desaconsejaba no
reconocer capacidad de culpabilidad por razones cuantitativas, pues a los
catorce años la generalidad de los menores normales ha entrado en la fase de
pensamiento formal, y disponen de capacidad suficiente para comprender la
antijuridicidad de su conducta, así como para autodeterminar su voluntad
conforme a ella.
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Con esta justificación, entendemos que regidos por la fijación legal del rango de
edades en los cuales los adolescentes responderán bajo los parámetros del
sistema penal para adolescentes, a los mismos habrá de tratárseles como
imputables de “categoría especial” o con capacidad de culpabilidad disminuida.
Esto a pesar de la tendencia a señalar que si bien la responsabilidad de los
menores es especial, la misma apunta hacia una especie de responsabilidad
objetiva (ver citas de la Corte Constitucional en sentencia C-839 de 2001), con lo
cual se descartaba el elemento de culpabilidad esencial dentro de cualquier
esquema penal.
5MARTÍN CRUZ A., Los fundamentos de la capacidad de culpabilidad penal por razón de la edad, Albolete, Comares,
2004, pág. 237-238.
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A pesar del reconocimiento del interés superior del menor, la realidad muestra que
cuando un menor incursiona en el campo penal para cometer un delito, la
sociedad le exige al Estado adoptar una medida o sanción, pues la defensa del
orden público y los principios que orientan la administración de justicia están en
juego. El quid del asunto aparece entonces como tensiones entre rehabilitación
frente a justo merecido, asistencia frente a represión y castigo, protección del
menor frente a la protección de la sociedad, respuesta en función de las
circunstancias concretas de cada caso frente a respuesta en función de la
protección de la sociedad en general y disuasión de carácter general frente a
incapacitación individual.
Para diluir estas tensiones sin desarmonizar la aplicación del derecho, el camino
que menos tropiezos genera y no desconoce las posturas de cada extremo,
apunta al otorgamiento de facultades discrecionales, pero regladas, al funcionario
encargado de decidir el caso concreto. Es indiscutible que las sanciones o
medidas que se apliquen al menor infractor de la ley Penal no pueden ser
represivas sino que tendrán un enfoque protector y educativo, es decir, se guiarán
por la prevención especial positiva en donde se busca la resocialización dentro del
respeto de su autonomía y dignidad, igualmente, que el infractor no vuelva a
incurrir en el delito.
6 TOME TAMEME J., Ley Orgánica Reguladoras de la Responsabilidad Penal de los menores: especial consideración a
las medidas sancionadoras educativas. Tomando de artículo publicado en la base de datos de la Editorial BOSH.
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Se puede afirmar por tanto, que a los adolescentes se les aplican sanciones o
medidas pero con un carácter sancionatorio-educativo, enmarcadas dentro de la
prevención especial. Al respecto la Corte Constitucional en las conclusiones
contenidos en la sentencia C-019 de 1993, resaltó:
(…)
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(…).
7 La justicia juvenil, como expresión de la reacción social formal, no puede ser disfuncional, aunque tenga su propias
lógica, con las necesidades de los adolescentes y jóvenes. Las políticas públicas incluida la justicia, deben constituir una
red que soporte y compense sus dificultades de socialización y sirva de apoyo para facilitar y promover su integración
social.
La confusión entre la justicia y la acción socioeducativa, resta eficacia a ambas (Funes y Gonzalez, 1988). Cada una
tiene su ámbito de autonomía. La justicia opera desde la lógica de la violación de las normas y la acción socioeducativa
desde la lógica de las necesidades. Pero esta observación solo hace referencia en el momento en que entra en acción
una y otro, dejando a la justicia un ámbito más restringido. El tiempo de la acción socioeducativa no viene determinado
por el delito, pero sí condicionado y se adapta a los acontecimiento vitales del sujeto.
Pero ¿en qué condiciones la justicia es funcional, y genera sinergia con la acción socioeducativa, tonel objetivo de
inserción social?, ¿Cómo debe responder la justicia a las actuales condiciones de la socialización de los adolescente y
jóvenes?. A nuestro entender, debería ser una justicia centrada en la solución del conflicto social, tendiendo a devolver a
instancias extrajudiciales la solución del conflicto y aportándoles a éstas una decisión investida por la autoridad del fiscal
o del Juez; y centrada en los actores del conflicto: el menor o joven y la víctima, restituyendo real o simbólicamente a la
víctima, disminuyendo la tensión y modulando la reacción social estereotipada del adolescente o joven. (MATO GOMEZ
Juan C., MORALES GONZALEZ Jose M., COSTA CABANILLAS Miguel, En “Educación social especializada, Barcelona,
Ariel, 1999, pág. 64).
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(…) Del anterior recuento, la Corte resalta a manera de síntesis las siguientes
reglas:
4.6.1. Los menores de edad que cometen conductas violatorias de la ley penal
son jurídicamente responsables ante el Estado y la sociedad. Por su condición
de sujetos de especial protección, tal responsabilidad está sujeta al
cumplimiento estricto de ciertos principios claves, a saber:
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Se tiene entonces que el proceso que se sigue a los adolescentes puede ser
similar a los de los adultos –aunque lo ideal sería un procedimiento especial-, pero
debe contener además los parámetros concretos sugeridos por los instrumentos
internacionales, los cuales están avalados implícitamente por el artículo 44 de la
Constitución Política Colombiana al fijar los derechos fundamentales prevalentes
de los niños. Veamos cuales son:
- Adecuado manejo del dilema derechos del menor vs. Defensa social, de tal
forma que éstos últimos no se impongan en detrimento de la protección y
formación que requiere el menor.
- Respeto por los derechos del menor, especialmente lo relativo al derecho
de defensa y la posibilidad de impugnar o controvertir las decisiones que se
adopten dentro del proceso.
- Personal especializado en el procesamiento.
- Permitir la intervención del menor y sus padres o acudientes.
- Otorgamiento de facultades discrecionales al funcionario encargado de fijas
las medidas protectoras al menor.
- Flexibilidad en las medidas, lo cual implica la posibilidad de variación o
terminación en cualquier momento.
- Propiciar mecanismos que permitan la “remisión” de casos, esto es,
mecanismos extrajudiciales de solución e conflictos con la participación de
la comunidad y la víctima. Esto se relaciona con los sistemas de control
social y el derecho penal como “ultima ratio”.
- Evitar la estigmatización del menor respetando su intimidad. Se propende
por evitar la publicidad o hacer pública la imagen del menor.
- Evitar las medidas privativas de la libertad, es decir, que esta se toman
como último recurso.
- Personal especializado en el tratamiento y manejo de menores
- Determinación de la forma en que se ejecutaran las sanciones y los
derechos de los menores durante las mismas.
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1. Por expresa remisión del art. 144 de la ley 1098, se aplica el procedimiento
establecido en la ley 906, exceptuando lo que sea contrario al interés
superior del adolescente.
- protectora
- educativa
- restaurativa
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13. La misma policía debe prestar la logística necesaria para el traslado de los
niños, niñas y adolescentes a juzgados, centros hospitalarios, previniendo
todo tipo de alteración que desarrollen los menores, garantizando el normal
desarrollo de los mismos y de la institución (art. 89 num. 17).
1. la amonestación.
2. la imposición de reglas de conducta.
3. la prestación de servicios a la comunidad.
4. la libertad asistida.
5. la internación en medio semicerrado.
6. la privación de libertad en centro de atención especializado.
17. Conforme lo establece el artículo 179, el Juez tiene como criterios para la
definición de las sanciones, los siguientes:
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Antes, el código del menor señalaba en el art. 207 “la medida de libertad
asistida consiste en la entrega del menor a sus representantes legales,
parientes o personas de quienes dependa, con la obligación de aceptar los
programas, la orientación y el seguimiento del juzgado o del instituto
colombiano de bienestar familiar, por conducto de funcionarios delegados
para el efecto y el compromiso de presentarse periódicamente ante el juez.
los funcionarios delegados para el cumplimiento de la medida de libertad
asistida, deberán escogerse entre profesionales y personas con
conocimientos y aptitudes en el tratamiento de menores”.
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22. Los lineamientos técnicos de las sanciones las tendrá a cargo el ICBF quien
además se encargará de la ejecución de las mismas, el juez las controlará y
la Policía de la Infancia y la adolescencia prestará el apoyo en materia de
seguridad.
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25. Conforme a los arts 145 y 157 de la ley 906, todos los procedimientos de la
actuación, tanto preprocesales como procesales serán orales.
26. Para el ejercicio de la función de control de garantías todos los días y horas
son hábiles, igualmente, todas las actuaciones deben ser concentradas.
- El Defensor de Familia
- Los padres o representantes del adolescente 8 .
28. Las defensorías de familia del ICBF, las Comisarías de Familia, o los
Inspectores de Policía, deben adoptar las medidas para la verificación de la
garantía de derechos y las medidas para su restablecimiento.
29. Los artículos 79, 82, 87, 145, 146, 157, 158, 177, 180-4, 189, 193-2-4-8,
194, 195, 197 entre otros, consagran múltiples funciones a cargo de los
Defensores y Defensoras de Familia, lo que deja entrever que este es el
servidor público que con preponderancia debe responder por el “interés
superior del menor”, pues además de tener concretas funciones en tal
sentido, hace parte del ICBF, entidad a la que corresponde asumir, en
términos generales, la protección integral de los niños, niñas y
adolescentes.
8 La regla 15.2 de Beijing, consagra : “Los padres o tutores tendrán derecho a participar en las actuaciones y la autoridad
competente podrá requerir su presencia en defensa del menor. No obstante, la autoridad competente podrá denegar la
participación si existen motivos para presumir que la exclusión es necesaria en defensa del menor.
Comentario : La terminología que se usa en la regla 15.1 es similar a la de la regla 93 de las Reglas mínimas para el
tratamiento de los reclusos. Si bien el asesoramiento jurídico y la asistencia judicial gratuita son necesarias para
garantizar la asistencia judicial al menor, el derecho de los padres o tutores a participar según se indica en la regla 15.2
debe considerarse como una asistencia general al menor, de naturaleza sicológica y emotiva, que se extiende a lo largo
de todo el proceso.
La autoridad competente, para dictar una sentencia justa en el caso, puede utilizar con provecho, sobre todo, la
colaboración de los representantes legales del menor (o, a los mismos efectos, de algún otro asistente personal en el
que el menor pueda depositar y deposite realmente su confianza). Este interés puede verse frustrado si la presencia de
los padres o tutores en las vistas ejerce una influencia negativa, por ejemplo si manifiestan una actitud hostil hacia el
menor, de ahí que deba preverse la posibilidad de su exclusión de la vista.
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9 8. Protección de la intimidad
8.1 Para evitar que la publicidad indebida o el proceso de difamación perjudiquen a los menores, se respetará en todas
las etapas el derecho de los menores a la intimidad.
8.2 En principio, no se publicará ninguna información que pueda dar lugar a la individualización de un menor delincuente.
Comentario : La regla 8 destaca la importancia de la protección del derecho de los menores a la intimidad. Los jóvenes
son particularmente vulnerables a la difamación. Los estudios criminológicos sobre los procesos de difamación han
suministrado pruebas sobre los efectos perjudiciales (de diversos tipos) que dimanan de la individualización permanente
de los jóvenes como "delincuentes" o "criminales".
La regla 8 también hace hincapié en la importancia de proteger a los menores de los efectos adversos que pueden
resultar de la publicación en los medios de comunicación de informaciones acerca del caso (por ejemplo, el nombre de
los menores que se presume delincuentes o que son condenados). Corresponde proteger y defender, al menos en
principio, el interés de la persona. (El contenido general de la regla 8 se sigue concretando en la regla 21.)
10 En las Reglas de las Naciones Unidas para la protección de los menores privados de libertad se dispone: “14. La
protección de los derechos individuales de los menores por lo que respecta especialmente a la legalidad de la ejecución
de las medidas de detención será garantizada por la autoridad competente, mientras que los objetivos de integración
social deberán garantizarse mediante inspecciones regulares y otras formas de control llevadas a cabo, de conformidad
con las normas internacionales, la legislación y los reglamentos nacionales, por un órgano debidamente constituido que
esté autorizado para visitar a los menores y que no pertenezca a la administración del centro de detención”. (resaltados
fuera de texto)
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11La regla 14.2 de Beijing, señala: “El procedimiento favorecerá los intereses del menor y se sustanciará en un ambiente
de comprensión, que permita que el menor participe en él y se exprese libremente”.
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1. Hurto
4. Lesiones personales
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7. Violencia intrafamiliar
8. Homicidio
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