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El último combate directo entre las Fuerzas Armadas de Estados Unidos, por un lado, y de Cuba y la
Unión Soviética, por otro, se produjo a solo 160 kilómetros de Venezuela. Fue en octubre de 1983,
cuando EEUU invadió la isla de Granada, un país alineado con la Unión Soviética que estaba al
borde de una guerra civil. Murieron 19 estadounidenses, 2 soviéticos, y 25 cubanos. La
rumorología cubana afirma que, cuando llegaron a La Habana los más de 600 prisioneros que hizo
EEUU en la isla, Fidel Castro los mandó a cortar caña de azúcar como castigo por haberse rendido.
Ahora, 35 años después, la posibilidad de que EEUU, Cuba, y Rusia – la heredera de la URSS –
vuelvan a enfrentarse se ha planteado en exactamente la misma región. Esta vez, en Venezuela.
Washington no deja de decir, como expresó la asistente del secretario de Estado para Asuntos de
las Américas, Kimberly Breier, en una rueda de prensa con periodistas europeos el jueves, que
“aunque nuestra política se basa en una transición pacífica, hemos dejado muy claro que todas las
opciones están sobre la mesa“.
En Venezuela ya hay cientos o miles de personas del aparato de seguridad cubano que controlan el
Estado venezolano, a los que se suman entre varias docenas y 400 mercenarios rusos de la
empresa Wagner Group que constituyen lo que el profesor del Colegio de la Guerra del Ejército de
Estados Unidos Robert Ellis califica en una entrevista telefónica con EL MUNDO de “guardia de
palacio de Nicolás Maduro”. Como recalca Erick Langer, profesor de la Universidad de Georgetown,
de cuyo Centro para América Latina fue director, mientras debatimos una posible intervención
militar estadounidense, “Cuba y Rusia ya han intervenido”.
Washington no ha ahorrado simbolismos para demostrar que está dispuesto a intervenir. El caso
más claro fue el del consejero de Seguridad Nacional, John Bolton, cuando apareció el lunes en
una rueda de prensa en la Casa Blanca con un cuaderno con la anotación “5.000 soldados a
Colombia”. Unas palabras que, para Langer, “eran un puro show en el estilo clásico de Donald
Trump para mostrarse más fuerte de lo que es”, explica Langer.
Dificultades técnicas y políticas
Además, una cosa es escribir “5.000 soldados” y otra muy diferente enviar 5.000 soldados. Y más si
Colombia, como es el caso, no quiere. Dejando de lado el pequeño detalle de que con 5.000
soldados no se va a ningún sitio. En 1983, EEUU empleó 7.300 militares para invadir Granada, una
isla con la mitad de superficie del Parque Nacional de Doñana y una población ligeramente inferior
a la de Alcobendas.
Ahora, aplíquese el mismo ratio a un país como Venezuela, con 30 millones de habitantes y un
tamaño igual al de España, Italia, y Portugal juntos, con una geografía que incluye desde selvas
impenetrables hasta montañas infranqueables, en una situación de caos político e institucional,
con el aparato del Estado derrumbándose, y amplios sectores de la economía y del territorio
controlados por mafias del narcotráfico y de la extracción ilegal de oro.
Invadir un país así requiere decenas de miles soldados, si no más de 100.000. Y no es solo la
dificultad técnica. Está también la política. Trump es un aislacionista y, como afirma Michael Shifter,
presidente del Inter-American Dialogue, el think tank sobre América Latina más influyente en
EEUU, “una acción militar de EEUU contra Venezuela sería contraria a los movimientos del
Gobierno de Trump para retirar tropas de Siria o Afganistán”.
Ése es un reto aún mayor, porque Venezuela ya tiene elementos de estado fallido, y una ocupación
militar podría exacerbar el caos. Es un problema al que se suma el hecho de que los chavistas
tratarían de organizar una guerra de guerrillas. Como explica Ellis, “la doctrina militar venezolana
desde la época de Chávez se ha basado en hacer de las Fuerzas Armadas un ejército de
resistencia”. Ese mismo experto, sin embargo, considera que es más probable que el caos se
estructure en torno al control de recursos y tráficos ilegales – en especial, cocaína – que por
razones ideológicas.
Ellis tiene una cosa clara: “Para evitar el riesgo de caos, es necesaria una transición bien pensada,
consensuada con los militares, y que permita a Cuba y a Rusia salvar la cara”. Venezuela ya ha
generado más de tres millones de refugiados, la cifra más alta del mundo después de Siria. Nadie
en la región quiere una transición a la democracia caótica, con o sin tropas estadounidenses, que
agrave ese problema de refugiados.
De lo contrario, un ataque unilateral de EEUU a Venezuela podría ser una catástrofe política. Como
declara José Miguel Vivanco, director para las Américas de la ONG Observatorio de los Derechos
Humanos (Human Rights Watch), “el mero hecho de que Donald Trump se pusiera a considerar
seriamente una operación militar podría dinamitar la alianza internacional que se ha forjado contra
Maduro”.
Pero también existe otra posibilidad que abre la puerta a una intervención: el colapso total del
Estado en Venezuela. Para Marco Vicenzino, de la consultora de riesgo político Global SP, es la
opción más probable para una intervención que, al igual que los otros expertos consultados,
coincide en que debería ser multilateral y regional.
“Si hay una crisis humanitaria extrema en Venezuela que reunirá una intervención, ésta sería
llevada a cabo de manera colectiva por los países de la región, es decir, no solo EEUU, sino otros,
especialmente Brasil y Colombia, los vecinos de Venezuela que ya están soportando el peso de la
masiva llegada de refugiados y las consecuencias del colapso económico del país”, explica
Vicenzino.
Fuente: https://www.elmundo.es/internacional/2019/02/04/5c56e08b21efa0380b8b4665.html