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CAPITULO II
El Sistema de “distribuci6n”:
su aplicaci6én
“Ver entrar humilde y juiciosamente a las ciudades aquellas
‘muchedumbres de indios de todas las edades y sexos: distribuirse
entre las familias, los establecimientos de educacién y de indus-
‘tia, instaldndolos inmediatamente en la vida civilizada, era el
especticulo mis satisfactorio y moralizador que pudiera ofrecerse
‘un pueblo civilizado: la transformacién patente de la barbarie
en la civilizacién, el momento visible de lasignificacton de la
Tnuunianidal (J?
Coronel Manuel Olascoaga (1880)"*
La aplicacién del sistema de distribucién significé, en la préctica,
que los indigenas reducidos fueran trasladados desde los lugares de
concentracion a los diferentes destinos que se les iban determinando,
tales como el ejército y la marina para los varones jvenes y adultos, las
casas de familia para las mujeres y los nifios, y los ingenios azucareros
y dems establecimientos rurales para otros contingentes.
Como sefialamos en el capitulo anterior, este sistema de distribu-
cién tenfa poco de navedoso ya que, como sostienen Sabato y Romero,
la utilizacién como mano de obra de presos y prisioneros de guerra
aparece como una préctica corriente durante la segunda mitad del
siglo XIX. Segiin estos autores, en algunas ocasiones:
' Olascoage, M., op. ct., p. XV.
a5Enrique Hugo Mases
Se recurrié de manera regular al empleo de presos y excepcional-
mente, cuando la ocasién lo permitia, al de prisioneros de guerra.
Tal el caso de los paraguayos traidos a Buenos Aires durante la
Guerra dela Triple Alianza, en la década de 1860. Los prisioneros
‘eran puestos a cargo del Jefe de Policfa, que los repartia entre Jos
solicitantes, Estos eran casi exclusivamente hacendados del interior
de la provincia, quienes los requersan para peones de campo o, en.
menor proporcién, para sirvientes domésticos. Se registran unos
1pocos casos de prisioneros solicitados como peones o picadores de
carretas, y alguno aislado como artesano.™
Si bien, al menos para el caso de Buenos Aires, no resultan ori
ginales el sistema de distribucin ni la explotacién de mano de obra
ccautiva, si es novedoso que el sistema se aplique no sélo alos varones,
‘como en otras ocasiones, sino que involucre a todos los miembros de
las familias indigenas, Del mismo modo, el requerimiento de mano de
cobra alcanza al conjunto de los indigenas mas ala de sexos y edades.
Esta nueva realidad se relaciona con la mirada que tenian quienes
idearon y pusieron en practica el sistema, quienes considerando a los
indigenas seres incivilizados sostenian necesario que todos ellos —sin
distincién de sexo o edad— debian ser incorporados como fuerza de
‘trabajo, es decir, ocupados en algo para que desarrollaran niveles de
civilizacién.
De manera tal que, a medida que los contingentes indigenas arriba-
ban a Buenos Aires y otras ciudades, eran inmediatamente distribuidos
en los diferentes destinos, Las mujeres, los ancianos y los nfios en las
ccasas de familias portefias; los varones aptos pars ello en unidades del
Ejército y dela Marina yen otras ocasiones en establecimientos rurales
bonaerenses, mientras que algunos contingentes fueron reubicados
en provincias como Entre Rios yTucumén y fueron empleados como
‘mano de obra en distintas tareas.
Sin embargo, el sistema de distribucién adolecié de una serie de
irregularidades que se evidenciaron apenas se puso en prictica, y que
" Sabato, Hilda y Luis Alberto Romero, Las tobojadores de Buenos Aires. La Expe-
riencia del Mercado. 1850-1880, Buenos Aires, Sudamericana, 1992, p. 176.
116
Capieulo I. EI Sistema de dsesbacén': so aplicaciéa
Jo comvirtieron mas en un instrumento de “explotacién” que de civi-
yizacion. La carencia desde el principio de una legislacidn clara sobre
quiénes estaban encargados de ese reparto, ademas de las continuas
transgresiones de los propios funcionarios estatales y aquellos que
yecibian indigenas priorizando intereses diferentes a los que habian
dado razon al sistema, derivo en una serie de abusos oportunamente
desunciados por la prensa de la época. Finalmente digamos que los
resultados de esta experiencia fueron disimiles y contradictorios,
porque si bien el sistema logré su objetivo en cuanto a la desapari-
cién del indigena en términos culturales ~y en pocos afos su figura
estereotipada de “salvaje hijo del desierto” se desvanece para dejar
paso a otra que lo muestra como un humilde y anénimo ciudadano—,
Ja nueva situacién disté de mejorar su condicién y, por el contrario,
cen algunos casos, se evidencié como instrumento de desaparicién no
sélo cultural sino también fisica,
El largo y tortuoso camino hacia la “civilizacién”
‘Aunque en meses anteriores Iegaron en forma aislada algunos
indios tomados prisioneros en el desierto, especialmente de la comu-
nidad del cacique Catriel, fue a partir del segundo semestre de 1878
que comenzaron a afluir en forma regular hacia la ciudad de Buenos
Aires y hacia algunas otras capitales de provincia los contingentes de
indigenas reducidos.
Para aquellos que eran enviados a Buenos Aires y partidos aledafios,
clitinerario a recorrer era el siguiente: sil traslado se hacia por tierra,
Jos indios reunidos en lafrontera eran transportados generalmente por
particulares que, mediante un contrato celebrado con el Gobierno,
se obligaban a trasladar los distintos grupos de prisioneros desde el
‘escenario de la lucha hasta las terminales de ferrocarril donde se los
cembarcaba rumbo a la capital portuaria."™
Las siguientes notas nos ilustran al respecto:"“Agustin Vidal anteV.E. expone:
{Qué en meritoa lo convenido verbalmente con V.E. sobre el transporte de los
{ndios prisioneros en Guamini hasta el Bragado; vengo a precisar mi propues-
ayEnrique Hugo Mases
Si, en cambio, el traslado se efectuaba por mar, los indios eran
conducidos hasta los puertos de embarque —que eran generalmente
Carmen de Patagones o Bafa Blanca, aunque algunas veces también
se utilizd Puerto Deseado~ y desde alli se los transportaba hasta el
punto de desembarco ubicado en la boca del Riachuelo
[Alllegar a destino los prisioneros permanecian un corto tiempo en
la ciudad, ya que casi inmediatamente eran reembarcados y llevados a
la isla Martin Garcia donde eran alojados a la espera de su posterior
distribucion.
Cabe sefialar que, a partir de julio de 1879, cuando crecié signifi-
cativamente la cantidad de indigenas arribados a la ciudad comenzaron
a utilizar otros lugares de concentracién tales como los cuarteles de
Palermo y de Retiro, y un corralén municipal ubicado en el barrio
de Once.
ta en los siguientes términos. Me comprometo a conducir hasta el pueblo de
Bragado todos los indios prisioneros en Guaming; dindoles la manutencién que
necesiten por el precio de quince pesos fuertes $15, cada uno. Ocho dias despinés
de aceptarse esta propuesta me pondré en marcha con todos los elementos nece-
sarios, paral Ileno de mi cometido. El pago se hard por Comisaria de Guerra a
lapresentacin del recibo dela persona encargada porV.E. de recibirlo en dicho
punto. Agustin Vidal. Marzo 24/79, Aceptada- Comuniquese ala Comandancia
Gral. deArmas y Contaduria Gral.a sus efectos. Roca” (sc) Nota del Sr. Agustin
Vidal al ministro de Guerra y Marina, del 7 de marzo de 1879. En Ministerio
de Defensa, Divisibn Archivo, Organizacién Nacioial. Caja 72. Leg. 19.597;
también: “He celebrado contrato para la conduccin de indios prisioneros hasta
CChivileoy con arreglo alas bases que WE. me indica, es decir, 20 fuertes para
Jos mayores de doce afios, y medio pasaje por los menores de cinco. Los mis
chicos no pagaran pasaje, La caballada de esta Division no podré transportarlos
sis ll deTrenque Lauquen y eso exponiéndose a quedarse apie. El contratista
Jos conducirs, abastecers y entregaré a la orden de VE. en Chivileoy, a fines
del mes de julio, pues debe ir muy despacio por ls innumerablescriaturas que
Ievaroa [...] Coronel Lagos. Aprobado, Avisese a la Comandancia General de
‘ontaduria General y publiquese. Luis Marla Campos" (sic) Nota del
Coronel. Hilario Lagos al ministro de Guerra y Marina del 17 de junio de 1879.
En Galindez. B., op. cit, p. 150.
Armas
8.
Copitulo El Sistema de deribuciin’: