Gaceta de Estética
Plástica
Cristóbal Rojas. Autorretrato con sombrero rojo (1887).
Virginia Woolf: literatura al buzón
Un abismo separa la narrativa del ensayo en Virginia
Woolf. Más que un asunto de formato, ocurre que la escritora
británica explora sensaciones en la primera, mientras en
el segundo desmenuza roles. “El libro se escribe sin una
teoría; más tarde se puede elaborar una teoría, pero dudo
que tenga mucho que ver con la obra”, advierte a Harmon
Goldstone, joven estudiante de Harvard que incursionó en la
acera ensayística con un trabajo sobre ella y cuya presentación
a concurso desahució al saber que Winifred Holtby y Floris
Delattre se le habían adelantado con sendas publicaciones.
El comentario de la notable miembro del Grupo
de Bloomsbury está contenido en la carta que dirige al
universitario el 16 de agosto de 1932. Y el medio que elige para
decirlo no constituye un detalle, porque es en los seis tomos
de su correspondencia donde la autora de Las olas (1931)
está más dispuesta a desnudar no solo los propósitos más
arduos de su creación literaria, sino también la siempre íntima
conexión entre sus novelas y lo que en ellas prefiere esquivar:
su autobiografía. “Mis amigos están a salvo de mí. Soy incapaz
de escribir sobre las personas que veo habitualmente”, dice en
una misiva fechada el 27 de julio de 1925 y dirigida a Philip
Morrel, quien creía ser el inspirador de los personajes de
Hugh Withbread y de Richard Dalloway (La Señora Dalloway,
1926). Desde luego, la incapacidad a la que alude Woolf va
más allá de terceros, y es así que, en el nutrido intercambio
epistolar que mantiene con Ethel Smyth, señala a esta: “Me
interesa eso que dices de que no puedes escribir sobre la
masturbación. Y lo entiendo. Lo que me desconcierta es
cómo esa reticencia convive con tu habilidad para hablar
abierta y libremente de ello. Yo no podría hacer ni una cosa
ni la otra” (12 de enero de 1941). La idea de separar los
aspectos personales de la obra en marcha es peculiarmente
recurrente en los mensajes postales de la responsable de El
cuarto de Jacob (1922), y así se observa, por ejemplo, en la
nota que envía a Shena, Lady Simon, el 25 de enero de 1941,
al referirse a Al faro (1927). “No me gusta nada exponerme
como novelista y que me digan que mis personajes son mi
padre y mi madre, ya que, por cuanto están en una novela, no lo
son”, remarca la remitente. Sin embargo, constituiría un gran
error pretender que tal insistencia se explica por mero terror
a quedar expuesta en la ficción; de hecho, en Virginia Woolf
la narrativa es una suerte de eterna tensión que transcurre
entre el pudor a esa autorreferencia y el ya aludido rechazo a
la creación teorizante. Al lado de tan imaginables temores,
la autora de una pieza tan versátil como Orlando (1928), que
pone de cabeza a la crítica y sus cómodas pero inaplicables
etiquetas, va amasando una concepción más honda sobre lo
que una novela implica. Aquí de nuevo una misiva ofrece la
clave. Comentando la idea de Stephen Spender de que Los años
(1937) hubiese incluido pasajes sobre el Frente, responde al
poeta que si no lo hizo se debe a que la Guerra no ha estado
entre sus experiencias y porque, en general, la acción [en el
libro] le parece irreal. “Lo más real es lo que hacemos en la
oscuridad”, concluye (30 de abril de 1937). La escritora quiere
poner a salvo sus novelas de lo autobiográfico, pero no tanto
por miedo a ser descubierta, como por su afán de ensayar en
la narrativa otra vida.
Gaceta de estética. Año 8, número 174. Léucade es dirigida por David Hevia y publicada por Nina Penna, Valentina Salomón, Francisca
Beytía, Christian Castro y Omar Alarcón. Sus artículos no reclaman propiedad intelectual, sino la
Del 18 de febrero al 3 de marzo de articulación del intelecto contra la propiedad. Búscanos en Facebook y en leucadegaceta.tumblr.com.
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Puño y letra
La creación de la belleza constituye
El sueño de los hombres el arte. La producción de una obra
de arte arroja luz sobre el misterio
TORTUGA MARINA: Fue hace tan poco que llegaron los de la humanidad. Una obra de
hombres, y ya casi se van para siempre. arte no es sino un extracto o
PULPO: Creo que en esa observación coincidimos. El punto compendio del mundo. Es la
ahora es hallar la razón de tan pronta muerte. resultante o la expresión de la
DELFÍN: Quizá la razón esté… en la razón. naturaleza en miniatura; pues,
TORTUGA MARINA: Supongo que te refieres a un aspecto aunque las obras de la naturaleza
de la razón, y no a la facultad en su conjunto. son innumerables y todas diferentes
PULPO:… Espero que en eso estemos de acuerdo. entre sí, la resultante o la expresión de
DELFÍN: Lo estamos. La razón nos tuvo millones de años todas ellas es parecida y única. La naturaleza es un mar de
antes que a ellos; y henos aquí, ejerciéndola. formas radicalmente iguales y únicas. Una hoja, un rayo de
TORTUGA MARINA: Según recuerdo, también los hombres sol, un paisaje, el océano, hacen impresión análoga en el
proceden de un animal marino. alma. Lo que hay de común en todas las obras naturales es
PULPO: También a ese respecto adivino un consenso. la belleza integrada por la perfección y la armonía. El tipo
DELFÍN: Y lo hay, pero no veo que la convergencia sea indicio de belleza es el íntegro circuito de las formas naturales:
de la verdad. la totalidad de la naturaleza, lo que expresan los italianos
TORTUGA MARINA: Además, vienen a mi memoria las al definir lo bello como “il più nell’uno”. Nada aislado es
catástrofes derivadas del afán por converger. completamente hermoso; nada es hermoso sino en conjunto.
PULPO: ¡Vaya, pero si hasta en eso confluimos! Un objeto singular es hermoso en cuanto que sugiere esa
DELFÍN: Fluir en lugar de confluir… he ahí el deseo. gracia universal. El poeta, el pintor, el escultor, el músico, el
TORTUGA MARINA: ¿Escogiste esas palabras? arquitecto, cada cual en su variada obra, busca satisfacer el
PULPO: Apuesto a que sí. amor de la belleza que le estimula a producir. Así es el arte,
DELFÍN: Digo fluir y digo deseo: digo mar. una naturaleza destilada a través del alambique del hombre;
TORTUGA DE MAR: ¡Entonces sumerjámonos! y en el arte, la naturaleza obra por medio de la voluntad del
PULPO: Como los hombres, podemos sumergirnos y emerger. hombre, lleno con la hermosura de sus primeras obras.
¿Hablas metafórica o literalmente?
Ralph Waldo Emerson. Naturaleza (1836).
DELFÍN: En ambos sentidos.
TORTUGA DE MAR:Las palabras que merodean la palabra
mar son las que envuelven la palabra sueño.
PULPO: Tenemos en común con los hombres la razón y la
función simbólica, si acaso hay diferencia.
DELFÍN: Quizá la hay.
TORTUGA DE MAR: No olvidemos nuestro propósito: saber
por qué los hombres ya casi se van.
PULPO: Otra vez de acuerdo. Volvamos al asunto.
DELFÍN: En él seguimos.
TORTUGA DE MAR: Recordemos que, entre todos los
aludidos, son los hombres los que menos se sumergen.
PULPO: Eso es evidente.
DELFÍN: Y, sin embargo, alguna vez lo hacen.
TORTUGA DE MAR: ¿Por qué dijiste que quizá hay diferencia
entre razón y función simbólica, si yo retengo nítida la imagen
de tu caligrafía en la arena?
PULPO: ¡No es lo mismo! La línea en la arena es borrada por
las olas y el viento.
DELFÍN: ¡Al fin te escucho discrepar!
Tortuga de mar:Es cierto: las líneas que trazan los hombres Las musas o nada
son un recurso mnemotécnico.
PULPO: Y eso no tendría sentido entre
nosotros, porque nunca olvidamos.
DELFÍN: No creo que ellos olviden.
TORTUGA DE MAR: Pues yo no olvido
que los hombres olvidan.
PULPO: El asunto es más complejo.
DELFÍN: Si el tema fuera tan simple
como concluir que los hombres olvidan,
explícanos por qué, a pesar de eso, algunas
veces regresan hasta acá.
TORTUGA DE MAR: Buscaré en mi
memoria la respuesta que les debo.
PULPO: ¿Y si la palabra escrita por el
hombre no constituye exactamente un
recurso mnemotécnico, qué es?
DELFÍN: Un mecanismo sustitutivo.
TORTUGA DE MAR: No recuerdo cosa
alguna capaz de reemplazar al mar.
PULPO: ¡Claro que no, por Poseidón!
DELFÍN: ¡Por Lucrecio!
TORTUGA DE MAR: ¿Por Lucrecio?
PULPO: Lucrecio nos reunió con los
hombres en esa zona de la razón que
llamamos onírica [De rerum natura, 1340
y ss.]. Pero ellos no llevaron a la superficie,
a la vigilia, su deseo submarino. Pueden
soñar, como nosotros, pero no quieren
hacerlo despiertos. La escritura es
sustitutiva porque no representa un olvido,
sino un intento de olvidar. Por esa cobardía
los hombres ya casi se van.
Macarena Leiva
Escúchanos los lunes a las 15:00 horas en el programa Te invitamos a posar en Las
Barco de Papel, por Radio Nuevomundo (930 del dial AM musas o nada. Escríbenos al
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