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JUAN PABLO II

PASTORES DABO VOBIS


EXHORTACIÓN APOSTÓLICA POSTSINODAL SOBRE
LA FORMACIÓN DE LOS SACERDOTES EN LA SITUACIÓN ACTUAL
25 de marzo de 1992

INTRODUCCIÓN (nn. 1 a 4)
CAPÍTULO I (nn. 5 a 9)
TOMADO DE ENTRE LOS HOMBRES
La formación sacerdotal ante los desafíos del final del segundo milenio
El sacerdote en su tiempo
El Evangelio hoy: esperanzas y obstáculos
Los jóvenes ante la vocación y la formación sacerdotal
El discernimiento evangélico
CAPÍTULO II (nn. 10 a 18)
ME HA UNGIDO Y ME HA ENVIADO
Naturaleza y misión del sacerdocio ministerial
Mirada al sacerdote
En la Iglesia misterio, comunión y misión
Relación fundamental con Cristo, Cabeza y Pastor
Al servicio de la Iglesia y del mundo
CAPÍTULO III (nn. 19 a 33)
EL ESPÍRITU DEL SEÑOR ESTÁ SOBRE MÍ
La vida espiritual del sacerdote
Una vocación específica a la santidad
La configuración con Jesucristo, Cabeza y Pastor, y la caridad pastoral
La vida espiritual en el ejercicio del ministerio
Existencia sacerdotal y radicalismo evangélico
Pertenencia y dedicación a la Iglesia particular
«Renueva en sus corazones el Espíritu de santidad»
CAPÍTULO IV (n. 34 a 41)
VENID Y LO VERÉIS
La vocación sacerdotal en la pastoral de la Iglesia
Buscar, seguir, permanecer
La Iglesia y el don de la vocación
El diálogo vocacional: iniciativa de Dios y respuesta del hombre
Juan Pablo II

Contenidos y medios de la pastoral vocacional


Todos somos responsables de las vocaciones sacerdotales
CAPÍTULO V (nn. 42 a 69)
INSTITUYÓ DOCE PARA QUE ESTUVIERAN CON ÉL
Formación de los candidatos al sacerdocio
Vivir, como los apóstoles, en el seguimiento de Cristo
I. DIMENSIONES DE LA FORMACIÓN SACERDOTAL
La formación humana, fundamento de toda la formación sacerdotal
La formación espiritual: en comunión con Dios y a la búsqueda de Cristo
Formación intelectual: inteligencia de la fe
La formación pastoral: comunicar la caridad de Jesucristo, buen Pastor
II. AMBIENTES PROPIOS DE LA FORMACIÓN SACERDOTAL
La comunidad formativa del Seminario mayor
El Seminario menor y otras formas de acompañamiento vocacional
III. PROTAGONISTAS DE LA FORMACIÓN SACERDOTAL
La Iglesia y el Obispo
La comunidad educativa del Seminario
Los profesores de teología
Comunidades de origen, asociaciones, movimientos juveniles
El mismo aspirante
CAPÍTULO VI (nn. 70 a 81)
TE RECOMIENDO QUE REAVIVES EL CARISMA DE DIOS QUE ESTÁ EN TI
Formación permanente de los sacerdotes
Razones teológicas de la formación permanente
Los diversos aspectos de la formación permanente
Significado profundo de la formación permanente
En cualquier edad y situación
Los responsables de la formación permanente
Momentos, formas y medios de la formación permanente
CONCLUSIÓN (n. 82)
***

INTRODUCCIÓN ovejas) Pastores que las apacienten, y nunca


más estarán medrosas ni asustadas» (Jer 23,
1. «Os daré pastores según mi cora-
4).
zón» (Jer 3, 15).
La Iglesia, Pueblo de Dios, experimen-
Con estas palabras del profeta Jeremías
ta siempre el cumplimiento de este anuncio
Dios promete a su pueblo no dejarlo nunca
profético y, con alegría, da continuamente
privado de pastores que lo congreguen y lo
gracias al Señor. Sabe que Jesucristo mismo es
guíen: «Pondré al frente de ellas (o sea, de mis

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Pastores dabo vobis

el cumplimiento vivo, supremo y definitivo de tales, «la primera respuesta que la Iglesia da,
la promesa de Dios: «Yo soy el buen Pastor» consiste en un acto de confianza total en el
(Jn 10, 11). Él, «el gran Pastor de las ovejas» Espíritu Santo. Estamos profundamente con-
(Heb 13, 20), encomienda a los apóstoles y a vencidos de que esta entrega confiada no será
sus sucesores el ministerio de apacentar la defraudada, si, por nuestra parte, nos mante-
grey de Dios (cf. Jn 21, 15ss.; 1 Pe 5, 2). nemos fieles a la gracia recibida».(2)
Concretamente, sin sacerdotes la Igle- 2. ¡Permanecer fieles a la gracia reci-
sia no podría vivir aquella obediencia funda- bida! En efecto, el don de Dios no anula la
mental que se sitúa en el centro mismo de su libertad del hombre, sino que la promueve, la
existencia y de su misión en la historia, esto desarrolla y la exige.
es, la obediencia al mandato de Jesús «Id, Por esto, la confianza total en la incon-
pues, y haced discípulos a todas las gentes»
dicional fidelidad de Dios a su promesa va
(Mt 28, 19) y «Haced esto en conmemoración unida en la Iglesia a la grave responsabilidad
mía» (Lc 22, 19; cf. 1 Cor 11, 24), o sea, el de cooperar con la acción de Dios que llama y,
mandato de anunciar el Evangelio y de reno- a la vez, contribuir a crear y mantener las con-
var cada día el sacrificio de su cuerpo entrega- diciones en las cuales la buena semilla, sem-
do y de su sangre derramada por la vida del brada por Dios, pueda echar raíces y dar frutos
mundo. abundantes. La Iglesia no puede dejar jamás
Sabemos por la fe que la promesa del de rogar al dueño de la mies que envíe obreros
Señor no puede fallar. Precisamente esta pro- a su mies (cf. Mt 9, 38) ni de dirigir a las nue-
mesa es la razón y fuerza que infunde alegría a vas generaciones una nítida y valiente pro-
la Iglesia ante el florecimiento y aumento de puesta vocacional, ayudándoles a discernir la
las vocaciones sacerdotales, que hoy se da en verdad de la llamada de Dios para que respon-
algunas partes del mundo; y representa tam- dan a ella con generosidad; ni puede dejar de
bién el fundamento y estímulo para un acto de dedicar un cuidado especial a la formación de
fe más grande y de esperanza más viva, ante la los candidatos al presbiterado.
grave escasez de sacerdotes que afecta a otras En realidad, la formación de los futu-
partes del mundo. ros sacerdotes, tanto diocesanos como religio-
Todos estamos llamados a compartir la sos, y la atención asidua, llevada a cabo duran-
confianza en el cumplimiento ininterrumpido te toda la vida, con miras a su santificación
de la promesa de Dios, que los Padres sinoda- personal en el ministerio y mediante la actua-
les han querido testimoniar de un modo claro lización constante de su dedicación pastoral lo
y decidido: «El Sínodo, con plena confianza considera la Iglesia como una de las tareas de
en la promesa de Cristo, que ha dicho: ‘He máxima importancia para el futuro de la evan-
aquí que yo estoy con vosotros todos los días gelización de la humanidad.
hasta el fin del mundo’ (Mt 28, 20), y cons- Esta tarea formativa de la Iglesia con-
ciente de la acción constante del Espíritu San- tinúa en el tiempo la acción de Cristo, que el
to en la Iglesia, cree firmemente que nunca evangelista Marcos indica con estas palabras:
faltarán del todo los ministros sagrados en la «Subió al monte y llamó a los que él quiso; y
Iglesia... Aunque en algunas regiones haya vinieron donde él. Instituyó Doce, para que
escasez de clero, sin embargo la acción del estuvieran con él, y para enviarlos a predicar
Padre, que suscita las vocaciones, nunca cesa- con poder de expulsar los demonios» (Mc 3,
rá en la Iglesia».(1) 13-15).
Como he dicho en la clausura del Sí- Se puede afirmar que la Iglesia —
nodo, ante la crisis de las vocaciones sacerdo-
aunque con intensidad y modalidades diver-

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Juan Pablo II

sas— ha vivido continuamente en su historia «Normas fundamentales para la formación


esta página del Evangelio, mediante la labor sacerdotal».(5)
formativa dedicada a los candidatos al presbi- La segunda Asamblea general ordina-
terado y a los sacerdotes mismos. Pero hoy la ria de 1971 dedicó la mitad de sus trabajos al
Iglesia se siente llamada a revivir con un nue- sacerdocio ministerial. Los frutos de este largo
vo esfuerzo lo que el Maestro hizo con sus estudio sinodal, recogidos y condensados en
apóstoles, ya que se siente apremiada por las algunas «recomendaciones», sometidas a mi
profundas y rápidas transformaciones de la predecesor el Papa Pablo VI y leídas en la
sociedad y de las culturas de nuestro tiempo apertura del Sínodo de 1974, se referían prin-
así como por la multiplicidad y diversidad de cipalmente a la doctrina sobre el sacerdocio
contextos en los que anuncia y da testimonio ministerial y a algunos aspectos de la espiri-
del Evangelio; también por el favorable au- tualidad y del ministerio sacerdotal.
mento de las vocaciones sacerdotales en diver-
sas diócesis del mundo; por la urgencia de una También en otras muchas ocasiones el
nueva verificación de los contenidos y méto- Magisterio de la Iglesia ha seguido manifes-
dos de la formación sacerdotal; por la preocu- tando su solicitud por la vida y el ministerio de
pación de los Obispos y de sus comunidades a los sacerdotes. Se puede decir que en los años
causa de la persistente escasez de clero; y por posconciliares no ha habido ninguna interven-
la absoluta necesidad de que la nueva evange- ción magisterial que, en alguna medida, no se
lización tenga en los sacerdotes sus primeros haya referido, de modo explícito o implícito,
«nuevos evangelizadores». al significado de la presencia de los sacerdotes
en la comunidad, a su misión y su necesidad
Precisamente en este contexto histórico en la Iglesia y para la vida del mundo.
y cultural se ha situado la última Asamblea
general ordinaria del Sínodo de los Obispos, En estos últimos años y desde varias
dedicada a «la formación de los sacerdotes en partes se ha insistido en la necesidad de volver
la situación actual», con la intención, después sobre el tema del sacerdocio, afrontándolo
de veinticinco años de la clausura del Conci- desde un punto de vista relativamente nuevo y
lio, de poner en práctica la doctrina conciliar más adecuado a las presentes circunstancias
sobre este tema y hacerla más actual e incisiva eclesiales y culturales. La atención ha sido
en las circunstancias actuales».(3) puesta no tanto en el problema de la identidad
del sacerdote cuanto en problemas relaciona-
3. En línea con el Concilio Vaticano II dos con el itinerario formativo para el sacer-
acerca del Orden de los presbíteros y su for- docio y con el estilo de vida de los sacerdotes.
mación,(4) y deseando aplicar concretamente En realidad, las nuevas generaciones de los
a las diversas situaciones esa rica y probada que son llamados al sacerdocio ministerial
doctrina, la Iglesia ha afrontado en muchas presentan características bastante distintas
ocasiones los problemas de la vida, ministerio respecto a las de sus inmediatos predecesores
y formación de los sacerdotes. y viven en un mundo que en muchos aspectos
Las ocasiones más solemnes han sido es nuevo y que está en continua y rápida evo-
los Sínodos de los Obispos. Ya en la primera lución. Todo esto debe ser tenido en cuenta en
Asamblea general, celebrada en octubre de la programación y realización de los planes de
1967, el Sínodo dedicó cinco congregaciones formación para el sacerdocio ministerial.
generales al tema de la renovación de los se- Además, los sacerdotes que están ya en
minarios. Este trabajo dio un impulso decisivo el ejercicio de su ministerio, parece que hoy
a la elaboración del documento de la Congre- sufren una excesiva dispersión en las crecien-
gación para la Educación Católica titulado tes actividades pastorales y, frente a la pro-

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Pastores dabo vobis

blemática de la sociedad y de la cultura con- dejado oír claramente la voz de las diversas
temporánea, se sienten impulsados a replan- Iglesias particulares, y en este Sínodo, por vez
tearse su estilo de vida y las prioridades de los primera, la de algunas Iglesias del Este. Las
trabajos pastorales, a la vez que notan, cada Iglesias han proclamado su fe en el cumpli-
vez más, la necesidad de una formación per- miento de la promesa de Dios: «Os daré Pasto-
manente. res según mi corazón» (Jer 3, 15), y han reno-
vado su compromiso pastoral por la atención a
Por ello, la atención y las reflexiones
las vocaciones y por la formación de los sa-
del Sínodo de los Obispos de 1990 se ha cen-
cerdotes, con el convencimiento de que de ello
trado en el aumento de las vocaciones para el
depende el futuro de la Iglesia, su desarrollo y
presbiterado; en la formación básica para que
su misión universal de salvación.
los candidatos conozcan y sigan a Jesús, pre-
parándose a celebrar y vivir el sacramento del Considerando ahora el rico patrimonio
Orden que los configura con Cristo, Cabeza y de las reflexiones, orientaciones e indicaciones
Pastor, Siervo y Esposo de la Iglesia; en el que han preparado y acompañado los trabajos
estudio específico de los programas de forma- de los Padres sinodales, uno a la de ellos mi
ción permanente, capaces de sostener, de una voz de Obispo de Roma y Sucesor de Pedro,
manera real y eficaz, el ministerio y vida espi- con esta Exhortación Apostólica postsinodal; y
ritual de los sacerdotes. la dirijo al corazón de todos los fieles y de
cada uno de ellos, en particular al corazón de
El mismo Sínodo quería responder
los sacerdotes y de cuantos están dedicados al
también a una petición hecha por el Sínodo
delicado ministerio de su formación. Con esta
anterior, que trató sobre la vocación y misión
Exhortación Apostólica deseo salir al encuen-
de los laicos en la Iglesia y en el mundo. Los
tro y unirme a todos y cada uno de los sacer-
mismos laicos habían pedido la dedicación de
dotes, tanto diocesanos como religiosos.
los sacerdotes a su formación, para ser ayuda-
dos oportunamente en el cumplimiento de su Con la voz y el corazón de los Padres
común misión eclesial. Y en realidad, «cuanto sinodales hago mías las palabras y los senti-
más se desarrolla el apostolado de los laicos, mientos del «Mensaje final del Sínodo al Pue-
tanto más fuertemente se percibe la necesidad blo de Dios»: «Con ánimo agradecido y lleno
de contar con sacerdotes bien formados, sa- de admiración nos dirigimos a vosotros, que
cerdotes santos. De esta manera, la vida mis- sois nuestros primeros cooperadores en el ser-
ma del pueblo de Dios pone de manifiesto la vicio apostólico. Vuestra tarea en la Iglesia es
enseñanza del Concilio Vaticano II sobre la verdaderamente necesaria e insustituible. Vo-
relación entre sacerdocio común y sacerdocio sotros lleváis el peso del ministerio sacerdotal
ministerial o jerárquico, pues en el misterio de y mantenéis el contacto diario con los fieles.
la Iglesia la jerarquía tiene un carácter ministe- Vosotros sois los ministros de la Eucaristía,
rial (cf. Lumen gentium, 10). Cuanto más se los dispensadores de la misericordia divina en
profundiza el sentido de la vocación propia de el Sacramento de la Penitencia, los consolado-
los laicos, más se evidencia lo que es propio res de las almas, los guías de todos los fieles
del sacerdocio».(6) en las tempestuosas dificultades de la vida».
4. En la experiencia eclesial típica del «Os saludamos con todo el corazón, os
Sínodo, aquella «singular experiencia de co- expresamos nuestra gratitud y os exhortamos a
munión episcopal en la universalidad, que perseverar en este camino con ánimo alegre y
refuerza el sentido de la Iglesia universal, la decidido. No cedáis al desaliento. Nuestra
responsabilidad de los Obispos en relación con obra no es nuestra, sino de Dios».
la Iglesia universal y su misión, en comunión
afectiva y efectiva en torno a Pedro»,(7) se ha

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Juan Pablo II

«El que nos ha llamado y nos ha en- nuador de los presbíteros que, en los milenios
viado sigue junto a nosotros todos los días de precedentes, han animado la vida de la Iglesia.
nuestra vida, ya que nosotros actuamos por También en el dos mil la vocación sacerdotal
mandato de Cristo».(8) continuará siendo la llamada a vivir el único y
permanente sacerdocio de Cristo».(9) Pero
ciertamente la vida y el ministerio del sacerdo-
CAPÍTULO I te deben también «adaptarse a cada época y a
TOMADO DE ENTRE LOS HOMBRES cada ambiente de vida... Por ello, por nuestra
parte debemos procurar abrirnos, en la medida
La formación sacerdotal ante los desafíos de lo posible, a la iluminación superior del
del final del segundo milenio Espíritu Santo, para descubrir las orientacio-
El sacerdote en su tiempo nes de la sociedad moderna, reconocer las ne-
cesidades espirituales más profundas, determi-
5. «Todo Sumo Sacerdote es tomado nar las tareas concretas más importantes, los
de entre los hombres y está puesto en favor de métodos pastorales que habrá que adoptar, y
los hombres en lo que se refiere a Dios» (Heb así responder de manera adecuada a las espe-
5, 1). ranzas humanas».(10)
La Carta a los Hebreos subraya clara- Por ser necesario conjugar la verdad
mente la «humanidad» del ministro de Dios: permanente del ministerio presbiteral con las
pues procede de los hombres y está al servicio instancias y características del hoy, los Padres
de los hombres, imitando a Jesucristo, «proba- sinodales han tratado de responder a algunas
do en todo igual que nosotros, excepto en el preguntas urgentes: ¿qué problemas y, al
pecado» (Heb 4, 15). mismo tiempo, qué estímulos positivos suscita
Dios llama siempre a sus sacerdotes el actual contexto sociocultural y eclesial en
desde determinados contextos humanos y los muchachos, en los adolescentes y en los
eclesiales, que inevitablemente los caracteri- jóvenes, que han de madurar un proyecto de
zan y a los cuales son enviados para el servicio vida sacerdotal para toda su existencia?, ¿qué
del Evangelio de Cristo. dificultades y qué nuevas posibilidades ofrece
nuestro tiempo para el ejercicio de un ministe-
Por eso el Sínodo ha estudiado el tema
rio sacerdotal coherente con el don del Sacra-
de los sacerdotes en su contexto actual, si-
mento recibido y con la exigencia de una vida
tuándolo en el hoy de la sociedad y de la Igle-
espiritual correspondiente?
sia y abriéndolo a las perspectivas del tercer
milenio, como se deduce claramente de la Presento ahora algunos elementos del
misma formulación del tema: «La formación análisis de la situación que los Padres sinoda-
de los sacerdotes en la situación actual». les han desarrollado, conscientes de que la
gran variedad de circunstancias sociocultura-
Ciertamente «hay una fisonomía esen-
les y eclesiales presentes en los diversos países
cial del sacerdote que no cambia: en efecto, el
aconseja señalar sólo los fenómenos más pro-
sacerdote de mañana, no menos que el de hoy,
fundos y extendidos, particularmente aquellos
deberá asemejarse a Cristo. Cuando vivía en la
que se refieren a los problemas educativos y a
tierra, Jesús reflejó en sí mismo el rostro defi-
la formación sacerdotal.
nitivo del presbítero, realizando un sacerdocio
ministerial del que los apóstoles fueron los El Evangelio hoy: esperanzas y obs-
primeros investidos y que está destinado a táculos
durar, a continuarse incesantemente en todos 6. Múltiples factores parecen favorecer
los períodos de la historia. El presbítero del en los hombres de hoy una conciencia más
tercer milenio será, en este sentido, el conti-

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Pastores dabo vobis

madura de la dignidad de la persona y una es ciertamente para todos los hijos de la Igle-
nueva apertura a los valores religiosos, al sia, y para los sacerdotes en particular, un mo-
Evangelio y al ministerio sacerdotal. tivo constante de examen de conciencia sobre
la credibilidad de su testimonio del Evangelio,
En la sociedad encontramos, a pesar de
pero es también signo de cuán profunda y di-
tantas contradicciones, una sed de justicia y de
fundida está la búsqueda de Dios.
paz muy difundida e intensa; una conciencia
más viva del cuidado del hombre por la crea- 7. Pero con estos y otros factores posi-
ción y por el respeto a la naturaleza; una bús- tivos están relacionados muchos elementos
queda más abierta de la verdad y de la tutela problemáticos o negativos.
de la dignidad humana; el compromiso cre- Todavía está muy difundido el racio-
ciente, en muchas zonas de la población mun- nalismo que, en nombre de una concepción
dial, por una solidaridad internacional más
reductiva de «ciencia», hace insensible la ra-
concreta y por un nuevo orden mundial, en la zón humana al encuentro con la Revelación y
libertad y en la justicia. Junto al desarrollo con la trascendencia divina.
cada vez mayor del potencial de energías ofre-
cido por las ciencias y las técnicas, y la difu- Hay que constatar también una defensa
sión de la información y de la cultura, surge exacerbada de la subjetividad de la persona,
también una nueva pregunta ética; la pregunta que tiende a encerrarla en el individualismo
sobre el sentido, es decir, sobre una escala incapaz de relaciones humanas auténticas. De
objetiva de valores que permita establecer las este modo, muchos, principalmente mucha-
posibilidades y los límites del progreso. chos y jóvenes, buscan compensar esta sole-
dad con sucedáneos de varias clases, con for-
En el campo más propiamente religio- mas más o menos agudas de hedonismo, de
so y cristiano, caen prejuicios ideológicos y
huida de las responsabilidades; prisioneros del
cerrazones violentas al anuncio de los valores instante fugaz, intentan «consumir» experien-
espirituales y religiosos, mientras surgen nue- cias individuales lo más intensas posibles y
vas e inesperadas posibilidades para la evan- gratificantes en el plano de las emociones y de
gelización y la renovación de la vida eclesial las sensaciones inmediatas, pero se muestran
en muchas partes del mundo. Tiene lugar así indiferentes y como paralizados ante la oferta
una creciente difusión del conocimiento de las de un proyecto de vida que incluya una di-
Sagradas Escrituras; una nueva vitalidad y mensión espiritual y religiosa y un compromi-
fuerza expansiva de muchas Iglesias jóvenes, so de solidaridad.
con un papel cada vez más relevante en la de-
fensa y promoción de los valores de la persona Además, se extiende por todo el mun-
y de la vida humana; un espléndido testimonio do —incluso después de la caída de las ideo-
del martirio por parte de las Iglesias del Cen- logías que habían hecho del materialismo un
tro y Este europeo, como también un testimo- dogma y del rechazo de la religión un progra-
nio de la fidelidad y firmeza de otras Iglesias ma— una especie de ateísmo práctico y exis-
que todavía están sometidas a persecuciones y tencial, que coincide con una visión seculari-
tribulaciones por la fe.(11) zada de la vida y del destino del hombre. Este
hombre «enteramente lleno de sí, este hombre
El deseo de Dios y de una relación viva que no sólo se pone como centro de todo su
y significativa con Él se presenta hoy tan in- interés, sino que se atreve a llamarse principio
tenso, que favorecen, allí donde falta el autén- y razón de toda realidad»,(12) se encuentra
tico e íntegro anuncio del Evangelio de Jesús, cada vez más empobrecido de aquel «suple-
la difusión de formas de religiosidad sin Dios mento de alma» que le es tanto más necesario
y de múltiples sectas. Su expansión, incluso en cuanto más una gran disponibilidad de bienes
algunos ambientes tradicionalmente cristianos,

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Juan Pablo II

materiales y de recursos lo hace creer falsa- cada vez más la sociedad multirracial y multi-
mente autosuficiente. Ya no hay necesidad de rreligiosa. Si, por un lado, esto puede ser oca-
combatir a Dios; se piensa que basta simple- sión de un ejercicio más frecuente y fructuoso
mente con prescindir de Él. del diálogo, de una apertura de mentalidad, de
una experiencia de acogida y de justa toleran-
En este contexto hay que destacar en
cia, por otro lado, puede ser causa de confu-
particular la disgregación de la realidad fami-
sión y relativismo, sobre todo en personas y
liar y el oscurecimiento o tergiversación del
poblaciones de una fe menos madura.
verdadero significado de la sexualidad huma-
na. Son fenómenos que influyen, de modo A estos factores, y en relación íntima
muy negativo, en la educación de los jóvenes con el crecimiento del individualismo, hay que
y en su disponibilidad para toda vocación reli- añadir el fenómeno de la concepción subjetiva
giosa. Igualmente debe tenerse en cuenta el de la fe. Por parte de un número creciente de
agravarse de las injusticias sociales y la con- cristianos se da una menor sensibilidad al con-
centración de la riqueza en manos de pocos, junto global y objetivo de la doctrina de la fe
como fruto de un capitalismo inhumano,(13) en favor de una adhesión subjetiva a lo que
que hace cada vez mayor la distancia entre agrada, que corresponde a la propia experien-
pueblos ricos y pueblos pobres; de esta manera cia y que no afecta a las propias costumbres.
se crean en la convivencia humana tensiones e Incluso apelar a la inviolabilidad de la con-
inquietudes que perturban profundamente la ciencia individual, cosa legítima en sí misma,
vida de las personas y de las comunidades. no deja de ser, en este contexto, peligrosamen-
te ambiguo.
Incluso en el campo eclesial se dan fe-
nómenos preocupantes y negativos, que influ- De aquí se sigue también el fenómeno
yen directamente en la vida y el ministerio de de los modos cada vez más parciales y condi-
los sacerdotes, como la ignorancia religiosa cionados de pertenecer a la Iglesia, que ejer-
que persiste en muchos creyentes; la escasa cen un influjo negativo sobre el nacimiento de
incidencia de la catequesis, sofocada por los nuevas vocaciones al sacerdocio, sobre la au-
mensajes más difundidos y persuasivos de los toconciencia misma del sacerdote y su minis-
medios de comunicación de masas; el mal terio en la comunidad.
entendido pluralismo teológico, cultural y pas- Finalmente, la escasa presencia y dis-
toral que, aun partiendo a veces de buenas ponibilidad de sacerdotes crea todavía hoy en
intenciones, termina por hacer difícil el diálo- muchos ambientes eclesiales graves proble-
go ecuménico y atentar contra la necesaria mas. Los fieles quedan con frecuencia aban-
unidad de la fe; la persistencia de un sentido donados durante largos períodos y sin la ade-
de desconfianza y casi de intolerancia hacia el cuada asistencia pastoral; esto perjudica el
magisterio jerárquico; las presentaciones uni- crecimiento de su vida cristiana en su conjunto
laterales y reductivas de la riqueza del mensaje y, más aún, su capacidad de ser ulteriormente
evangélico, que transforman el anuncio y el promotores de evangelización.
testimonio de la fe en un factor exclusivo de
liberación humana y social o en un refugio Los jóvenes ante la vocación y la for-
alienante en la superstición y en la religiosidad mación sacerdotal
sin Dios.(14) 8. Las numerosas contradicciones y
Un fenómeno de gran relieve, aunque posibilidades que presentan nuestras socieda-
relativamente reciente en muchos países de des y culturas y, al mismo tiempo, las comu-
antigua tradición cristiana, es la presencia en nidades eclesiales, son percibidas, vividas y
un mismo territorio de consistentes núcleos de experimentadas con una intensidad muy parti-
razas y religiones diversas. Se desarrolla así cular por el mundo de los jóvenes, con reper-

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Pastores dabo vobis

cusiones inmediatas y más que nunca incisivas explícito— una amplia indiferencia y desde
en su proceso educativo. En este sentido el luego una vida que, incluso en sus momentos
nacimiento y desarrollo de la vocación sacer- más significativos y en las opciones más deci-
dotal en los niños, adolescentes y jóvenes en- sivas, es vivida como si Dios no existiese. En
cuentran continuamente obstáculos y estímu- este contexto se hace difícil no sólo la realiza-
los. ción, sino la misma comprensión del sentido
de una vocación al sacerdocio, que es un tes-
Los jóvenes sienten más que nunca el
timonio específico de la primacía del ser sobre
atractivo de la llamada «sociedad de consu-
el tener; es un reconocimiento del significado
mo», que los hace dependientes y prisioneros
de la vida como don libre y responsable de sí
de una interpretación individualista, materia-
mismo a los demás, como disponibilidad para
lista y hedonista de la existencia humana. El
ponerse enteramente al servicio del Evangelio
«bienestar» materialísticamente entendido
y del Reino de Dios bajo la particular forma
tiende a imponerse como único ideal de vida,
del sacerdocio.
un bienestar que hay que lograr a cualquier
condición y precio. De aquí el rechazo de todo Incluso en el ámbito de la comunidad
aquello que sepa a sacrificio y renuncia al es- eclesial, el mundo de los jóvenes constituye,
fuerzo de buscar y vivir los valores espiritua- no pocas veces, un «problema». En realidad, si
les y religiosos. La «preocupación» exclusiva en los jóvenes, todavía más que en los adultos,
por el tener suplanta la primacía del ser, con la se dan una fuerte tendencia a la concepción
consecuencia de interpretar y de vivir los valo- subjetiva de la fe cristiana y una pertenencia
res personales e interpersonales no según la sólo parcial y condicionada a la vida y a la
lógica del don y de la gratuidad, sino según la misión de la Iglesia, cuesta emprender en la
de la posesión egoísta y de la instrumentaliza- comunidad eclesial, por una serie de razones,
ción del otro. una pastoral juvenil actualizada y entusiasta.
Los jóvenes corren el riesgo de ser abandona-
Esto se refleja, en particular, sobre la
dos a sí mismos, al arbitrio de su fragilidad
visión de la sexualidad humana, a la que se
psicológica, insatisfechos y críticos frente a un
priva de su dignidad de servicio a la comunión
mundo de adultos que, no viviendo de forma
y a la entrega entre las personas, para quedar
coherente y madura la fe, no se presentan ante
reducida simplemente a un bien de consumo.
ellos como modelos creíbles.
Así, la experiencia afectiva de muchos jóvenes
no conduce a un crecimiento armonioso y go- Se hace entonces evidente la dificultad
zoso de la propia personalidad, que se abre al de proponer a los jóvenes una experiencia in-
otro en el don de sí mismo, sino a una grave tegral y comprometida de vida cristiana y
involución psicológica y ética, que no dejará eclesial, y de educarlos para la misma. De esta
de tener influencias graves para su porvenir. manera, la perspectiva de la vocación al sacer-
docio queda lejana a los intereses concretos y
En la raíz de estas tendencias se halla,
vivos de los jóvenes.
en no pocos jóvenes, una experiencia desviada
de la libertad: lejos de ser obediencia a la ver- 9. Sin embargo, no faltan situaciones y
dad objetiva y universal, la libertad se vive estímulos positivos, que suscitan y alimentan
como un asentimiento ciego a las fuerzas ins- en el corazón de los adolescentes y jóvenes
tintivas y a la voluntad de poder del individuo. una nueva disponibilidad, así como una verda-
Se hacen así, en cierto modo, naturales en el dera y propia búsqueda de valores éticos y
plano de la mentalidad y del comportamiento espirituales, que por su naturaleza ofrecen
el resquebrajamiento de la aceptación de los terreno propicio para un camino vocacional a
principios éticos, y en el plano religioso — la entrega total de sí mismos a Cristo y a la
aunque no haya siempre un rechazo de Dios Iglesia en el sacerdocio.

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Juan Pablo II

Hay que decir, antes que nada, que se deseo de experiencias “de desierto” y de ora-
han atenuado algunos fenómenos que en un ción, el retorno a una lectura más personal y
pasado reciente habían provocado no pocos habitual de la Palabra de Dios, y al estudio de
problemas, como la contestación radical, los la teología.
movimientos libertarios, las reivindicaciones Al igual que eran ya activos y protago-
utópicas, las formas indiscriminadas de socia- nistas en el ámbito del voluntariado social, los
lización, la violencia. jóvenes lo son también cada vez más en el
Hay que reconocer además que tam- ámbito de la comunidad eclesial, sobre todo
bién los jóvenes de hoy, con la fuerza y la ilu- con la participación en las diversas agrupacio-
sión típicas de la edad, son portadores de los nes, desde las más tradicionales, aunque reno-
ideales que se abren camino en la historia: la vadas, hasta las más recientes. La experiencia
sed de libertad; el reconocimiento del valor de una Iglesia llamada a la «nueva evangeliza-
inconmensurable de la persona; la necesidad ción» por su fidelidad al Espíritu que la anima
de autenticidad y de transparencia; un nuevo y por las exigencias del mundo alejado de
concepto y estilo de reciprocidad en las rela- Cristo pero necesitado de Él, como también la
ciones entre hombre y mujer; la búsqueda experiencia de una Iglesia cada vez más soli-
convencida y apasionada de un mundo más daria con el hombre y con los pueblos en la
justo, más solidario, más unido; la apertura y defensa y en la promoción de la dignidad per-
el diálogo con todos; el compromiso por la sonal y de los derechos humanos de todos y
paz. cada uno, abren el corazón y la vida de los
jóvenes a ideales muy atrayentes y que exigen
El desarrollo, tan rico y vivaz en tantos
un compromiso, que puede encontrar su reali-
jóvenes de nuestro tiempo, de numerosas y
zación concreta en el seguimiento de Cristo y
variadas formas de voluntariado dirigidas a las
en el sacerdocio.
situaciones más olvidadas y pobres de nuestra
sociedad, representa hoy un recurso educativo Es natural que de esta situación huma-
particularmente importante, porque estimula y na y eclesial, caracterizada por una fuerte am-
sostiene a los jóvenes hacia un estilo de vida bivalencia, no se pueda prescindir de hecho ni
más desinteresado, abierto y solidario con los en la pastoral de las vocaciones y en la labor
necesitados. Este estilo de vida puede facilitar de formación de los futuros sacerdotes ni tam-
la comprensión, el deseo y la respuesta a una poco en el ámbito de la vida y del ministerio
vocación de servicio estable y total a los de- de los sacerdotes, así como en el de su forma-
más, incluso en el camino de una plena consa- ción permanente. Por ello, si bien se pueden
gración a Dios mediante la vida sacerdotal. comprender los diversos tipos de «crisis», que
padecen algunos sacerdotes de hoy en el ejer-
La reciente caída de las ideologías, la
cicio del ministerio, en su vida espiritual y
forma tan crítica de situarse ante el mundo de
también en la misma interpretación de la natu-
los adultos, que no siempre ofrecen un testi-
raleza y significado del sacerdocio ministerial,
monio de vida entregada a los valores morales
también hay que constatar, con alegría y espe-
y trascendentes, la misma experiencia de com-
ranza, las nuevas posibilidades positivas que el
pañeros que buscan evasiones en la droga y en
momento histórico actual ofrece a los sacerdo-
la violencia, contribuyen a hacer más aguda e
tes para el cumplimiento de su misión.
ineludible la pregunta fundamental sobre los
valores que son verdaderamente capaces de El discernimiento evangélico
dar plenitud de significado a la vida, al sufri- 10. La compleja situación actual, so-
miento y a la muerte. En muchos jóvenes se meramente expuesta mediante alusiones y a
hacen más explícitos el interrogante religioso modo de ejemplo, exige no sólo ser conocida,
y la necesidad de vida espiritual. De ahí el

10
Pastores dabo vobis

sino sobre todo interpretada. Únicamente así del Espíritu Santo. De ese modo, el discerni-
se podrá responder de forma adecuada a la miento evangélico toma de la situación histó-
pregunta fundamental: ¿Cómo formar sacerdo- rica y de sus vicisitudes y circunstancias no un
tes que estén verdaderamente a la altura de simple «dato», que hay que registrar con pre-
estos tiempos, capaces de evangelizar al mun- cisión y frente al cual se puede permanecer
do de hoy?(15) indiferentes o pasivos, sino un «deber», un
reto a la libertad responsable, tanto de la per-
Es importante el conocimiento de la si-
sona individual como de la comunidad. Es un
tuación. No basta una simple descripción de
«reto» vinculado a una «llamada» que Dios
los datos; hace falta una investigación científi-
hace oír en una situación histórica determina-
ca con la que se pueda delinear un cuadro
da; en ella y por medio de ella Dios llama al
exacto de las circunstancias socioculturales y
creyente; pero antes aún llama a la Iglesia,
eclesiales concretas.
para que mediante «el Evangelio de la voca-
Pero es aún más importante la interpre- ción y del sacerdocio» exprese su verdad pe-
tación de la situación. Ello lo exige la ambiva- renne en las diversas circunstancias de la vida.
lencia y a veces el carácter contradictorio que También deben aplicarse a la formación de los
caracterizan las situaciones, las cuales presen- sacerdotes las palabras del Concilio Vaticano
tan a la vez dificultades y posibilidades, ele- II: «Es deber permanente de la Iglesia escrutar
mentos negativos y razones de esperanza, obs- a fondo los signos de los tiempos e interpretar-
táculos y aperturas, a semejanza del campo los a la luz del Evangelio, de forma que, aco-
evangélico en el que han sido sembrados y modándose a cada generación, pueda ella res-
«conviven» el trigo y la cizaña (cf.Mt 13, ponder a los perennes interrogantes de la hu-
24ss.). manidad sobre el sentido de la vida presente y
No siempre es fácil una lectura inter- de la vida futura y sobre la mutua relación de
pretativa, que sepa distinguir entre el bien y el ambas. Es necesario por ello conocer y com-
mal, entre signos de esperanza y peligros. En prender el mundo en que vivimos, sus espe-
la formación de los sacerdotes no se trata sólo ranzas, sus aspiraciones y el sesgo dramático
y simplemente de acoger los factores positivos que con frecuencia le caracteriza».(16)
y constatar abiertamente los negativos. Se trata Este discernimiento evangélico se fun-
de someter los mismos factores positivos a un da en la confianza en el amor de Jesucristo,
cuidadoso discernimiento, para que no se aís- que siempre e incansablemente cuida de su
len el uno del otro ni estén en contraste entre Iglesia (cf. Ef 5, 29); Él es el Señor y el Maes-
sí, absolutizándose y oponiéndose recíproca- tro, piedra angular, centro y fin de toda la his-
mente. Lo mismo puede decirse de los factores toria humana.(17) Este discernimiento se ali-
negativos: no hay que rechazarlos en bloque y menta a la luz y con la fuerza del Espíritu San-
sin distinción, porque en cada uno de ellos to, que suscita por todas partes y en toda cir-
puede esconderse algún valor, que espera ser cunstancia la obediencia de la fe, el valor go-
descubierto y reconducido a su plena verdad. zoso del seguimiento de Jesús, el don de la
Para el creyente, la interpretación de la sabiduría que lo juzga todo y no es juzgada
situación histórica encuentra el principio cog- por nadie (cf. 1 Cor 2, 15); y se apoya en la
noscitivo y el criterio de las opciones de ac- fidelidad del Padre a sus promesas.
tuación consiguientes en una realidad nueva y De este modo, la Iglesia sabe que pue-
original, a saber, en el discernimiento evangé- de afrontar las dificultades y los retos de este
lico; es la interpretación que nace a la luz y nuevo período de la historia sabiendo que
bajo la fuerza del Evangelio, del Evangelio puede asegurar, incluso para el presente y para
vivo y personal que es Jesucristo, y con el don el futuro, sacerdotes bien formados, que sean

11
Juan Pablo II

ministros convencidos y fervorosos de la trar respuesta partiendo de una reflexión pre-


«nueva evangelización», servidores fieles y via sobre la meta a la que está dirigido el pro-
generosos de Jesucristo y de los hombres. ceso formativo, es decir, el sacerdocio minis-
terial como participación en la Iglesia del sa-
Mas no ocultemos las dificultades. No
cerdocio mismo de Jesucristo. El conocimien-
son pocas, ni leves. Pero para vencerlas están
to de la naturaleza y misión del sacerdocio
nuestra esperanza, nuestra fe en el amor inde-
ministerial es el presupuesto irrenunciable, y
fectible de Cristo, nuestra certeza de que el
al mismo tiempo la guía más segura y el estí-
ministerio sacerdotal es insustituible para la
mulo más incisivo, para desarrollar en la Igle-
vida de la Iglesia y del mundo.
sia la acción pastoral de promoción y discer-
nimiento de las vocaciones sacerdotales, y la
CAPÍTULO II de formación de los llamados al ministerio
ordenado.
ME HA UNGIDO Y ME HA ENVIADO
El conocimiento recto y profundo de la
Naturaleza y misión del sacerdocio ministe- naturaleza y misión del sacerdocio ministerial
rial es el camino que es preciso seguir, y que el
Mirada al sacerdote Sínodo ha seguido de hecho, para salir de la
crisis sobre la identidad sacerdotal. «Esta cri-
11. «En la sinagoga todos los ojos es- sis —decía en el Discurso al final del Síno-
taban fijos en él» (Lc 4, 20). Lo que dice el do— había nacido en los años inmediatamente
evangelista san Lucas de quienes estaban pre- siguientes al Concilio. Se fundaba en una
sentes aquel sábado en la sinagoga de Nazaret, comprensión errónea, y tal vez hasta intencio-
escuchando el comentario que Jesús haría del nadamente tendenciosa, de la doctrina del ma-
texto del profeta Isaías leído por él mismo, gisterio conciliar. Y aquí está indudablemente
puede aplicarse a todos los cristianos, llama- una de las causas del gran número de pérdidas
dos a reconocer siempre en Jesús de Nazaret el padecidas entonces por la Iglesia, pérdidas que
cumplimiento definitivo del anuncio profético: han afectado gravemente al servicio pastoral y
«Comenzó, pues, a decirles: Esta Escritura, a las vocaciones al sacerdocio, en particular a
que acabáis de oír, se ha cumplido hoy» (Lc 4, las vocaciones misioneras. Es como si el Sí-
21). Y la «escritura» era ésta: «El Espíritu del nodo de 1990, redescubriendo toda la profun-
Señor sobre mí, porque me ha ungido para didad de la identidad sacerdotal, a través de
anunciar a los pobres la Buena Nueva, me ha tantas intervenciones que hemos escuchado en
enviado a proclamar la liberación a los cauti- esta aula, hubiese llegado a infundir la espe-
vos y la vista a los ciegos, para dar la libertad ranza después de esas pérdidas dolorosas. Es-
a los oprimidos y proclamar un año de gracia tas intervenciones han manifestado la concien-
del Señor» (Lc 4, 18-19; cf. Is 61, 1-2). En cia de la ligazón ontológica específica que une
efecto, Jesús se presenta a sí mismo como al sacerdote con Cristo, Sumo Sacerdote y
lleno del Espíritu, «ungido para anunciar a los buen Pastor. Esta identidad está en la raíz de la
pobres la Buena Nueva»; es el Mesías, el Me- naturaleza de la formación que debe darse en
sías sacerdote, profeta y rey. vista del sacerdocio y, por tanto, a lo largo de
Es éste el rostro de Cristo en el que de- toda la vida sacerdotal. Ésta era precisamente
ben fijarse los ojos de la fe y del amor de los la finalidad del Sínodo».(18)
cristianos. Precisamente a partir de esta «con- Por esto el Sínodo ha creído necesario
templación» y en relación con ella los Padres volver a recordar, de manera sintética y fun-
sinodales han reflexionado sobre el problema damental, la naturaleza y misión del sacerdo-
de la formación de los sacerdotes en la situa- cio ministerial, tal y como la fe de la Iglesia
ción actual. Este problema sólo puede encon-

12
Pastores dabo vobis

las ha reconocido a través de los siglos de su que es la Iglesia y atraer a todos a Cristo, se-
historia y como el Concilio Vaticano II las ha gún la oración del Señor: «Padre santo, cuida
vuelto a presentar a los hombres de nuestro en tu nombre a los que me has dado, para que
tiempo.(19) sean uno como nosotros... Como tú, Padre, en
mí y yo en ti, que ellos también sean uno en
En la Iglesia misterio, comunión y
nosotros, para que el mundo crea que tú me
misión
has enviado» (Jn 17, 11.21).
12. «La identidad sacerdotal —han
Por tanto, no se puede definir la natura-
afirmado los Padres sinodales—, como toda
leza y la misión del sacerdocio ministerial si
identidad cristiana, tiene su fuente en la Santí-
no es bajo este multiforme y rico conjunto de
sima Trinidad»,(20) que se revela y se auto-
relaciones que brotan de la Santísima Trinidad
comunica a los hombres en Cristo, constitu-
y se prolongan en la comunión de la Iglesia,
yendo en Él y por medio del Espíritu la Iglesia
como signo e instrumento, en Cristo, de la
como «el germen y el principio de ese
unión con Dios y de la unidad de todo el géne-
reino».(21) La Exhortación Christifideles lai-
ro humano.(25) Por ello, la eclesiología de
ci, sintetizando la enseñanza conciliar, presen-
comunión resulta decisiva para descubrir la
ta la Iglesia como misterio, comunión y mi-
identidad del presbítero, su dignidad original,
sión: ella «es misterio porque el amor y la vida
su vocación y su misión en el Pueblo de Dios
del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo son el
y en el mundo. La referencia a la Iglesia es
don absolutamente gratuito que se ofrece a
pues necesaria, aunque no prioritaria, en la
cuantos han nacido del agua y del Espíritu (cf.
definición de la identidad del presbítero. En
Jn 3, 5), llamados a revivir la comunión mis-
efecto, en cuanto misterio la Iglesia está esen-
ma de Dios y a manifestarla y comunicarla en
cialmente relacionada con Jesucristo: es su
la historia (misión)».(22)
plenitud, su cuerpo, su esposa. Es el «signo» y
Es en el misterio de la Iglesia, como el «memorial» vivo de su presencia permanen-
misterio de comunión trinitaria en tensión mi- te y de su acción entre nosotros y para noso-
sionera, donde se manifiesta toda identidad tros. El presbítero encuentra la plena verdad
cristiana y, por tanto, también la identidad de su identidad en ser una derivación, una par-
específica del sacerdote y de su ministerio. En ticipación específica y una continuación del
efecto, el presbítero, en virtud de la consagra- mismo Cristo, sumo y eterno sacerdote de la
ción que recibe con el sacramento del Orden, nueva y eterna Alianza: es una imagen viva y
es enviado por el Padre, por medio de Jesu- transparente de Cristo sacerdote. El sacerdocio
cristo, con el cual, como Cabeza y Pastor de su de Cristo, expresión de su absoluta «novedad»
pueblo, se configura de un modo especial para en la historia de la salvación, constituye la
vivir y actuar con la fuerza del Espíritu Santo única fuente y el paradigma insustituible del
al servicio de la Iglesia y por la salvación del sacerdocio del cristiano y, en particular, del
mundo.(23) presbítero. La referencia a Cristo es, pues, la
Se puede entender así el aspecto esen- clave absolutamente necesaria para la com-
cialmente relacional de la identidad del presbí- prensión de las realidades sacerdotales.
tero. Mediante el sacerdocio que nace de la Relación fundamental con Cristo,
profundidad del inefable misterio de Dios, o Cabeza y Pastor
sea, del amor del Padre, de la gracia de Jesu-
13. Jesucristo ha manifestado en sí
cristo y del don de la unidad del Espíritu San-
mismo el rostro perfecto y definitivo del sa-
to, el presbítero está inserto sacramentalmente
en la comunión con el Obispo y con los otros cerdocio de la nueva Alianza.(26) Esto lo ha
hecho en su vida terrena, pero sobre todo en el
presbíteros,(24) para servir al Pueblo de Dios

13
Juan Pablo II

acontecimiento central de su pasión, muerte y aceptos a Dios por mediación de Jesucristo» (1


resurrección. Pe 2, 5). Los bautizados son las «piedras vi-
vas» que construyen el edificio espiritual
Como escribe el autor de la Carta a los
uniéndose a Cristo «piedra viva... elegida, pre-
Hebreos, Jesús siendo hombre como nosotros
ciosa ante Dios» (1 Pe 2, 4.5). El nuevo pue-
y a la vez el Hijo unigénito de Dios, es en su
blo sacerdotal, que es la Iglesia, no sólo tiene
propio ser mediador perfecto entre el Padre y
en Cristo su propia imagen auténtica, sino que
la humanidad (cf. Heb 8-9); Aquel que nos
también recibe de Él una participación real y
abre el acceso inmediato a Dios, gracias al don
ontológica en su eterno y único sacerdocio, al
del Espíritu: «Dios ha enviado a nuestros co-
que debe conformarse toda su vida.
razones el Espíritu de su Hijo que clama:
¡Abbá, Padre!» (Gál 4, 6; cf. Rom 8,15). 14. Al servicio de este sacerdocio uni-
versal de la nueva Alianza, Jesús llamó consi-
Jesús lleva a su plena realización el ser
go, durante su misión terrena, a algunos discí-
mediador al ofrecerse a sí mismo en la cruz,
pulos (cf. Lc 10, 1-12) y con una autoridad y
con la cual nos abre, una vez por todas, el ac-
un mandato específicos llamó y constituyó a
ceso al santuario celestial, a la casa del Padre
los Doce para que «estuvieran con él, y para
(cf. Heb 9, 24-26). Comparados con Jesús,
enviarlos a predicar con poder de expulsar los
Moisés y todos los mediadores del Antiguo
demonios» (Mc 3, 14-15).
Testamento entre Dios y su pueblo —los re-
yes, los sacerdotes y los profetas— son sólo Por esto, ya durante su ministerio pú-
como «figuras» y «sombra de los bienes futu- blico (cf. Mt 16, 18) y de modo pleno después
ros, no la realidad de las cosas» (cf. Heb 10, de su muerte y resurrección (cf. Mt 28; Jn 20,
1). 21), Jesús confiere a Pedro y a los Doce pode-
res muy particulares sobre la futura comuni-
Jesús es el buen Pastor anunciado (cf.
dad y para la evangelización de todos los pue-
Ez 34); Aquel que conoce a sus ovejas una a
blos. Después de haberles llamado a seguirle,
una, que ofrece su vida por ellas y que quiere
los tiene cerca y vive con ellos, impartiendo
congregar a todos en «un solo rebaño y un
con el ejemplo y con la palabra su enseñanza
solo pastor» (cf. Jn 10, 11-16). Es el Pastor
de salvación, y finalmente los envía a todos
que ha venido «no para ser servido, sino para
los hombres. Y para el cumplimiento de esta
servir» (cf. Mt 20, 24-28), el que, en la escena
misión Jesús confiere a los apóstoles, en virtud
pascual del lavatorio de los pies (cf. Jn 13, 1-
de una especial efusión pascual del Espíritu
20), deja a los suyos el modelo de servicio que
Santo, la misma autoridad mesiánica que le
deberán ejercer los unos con los otros, a la vez
viene del Padre y que le ha sido conferida en
que se ofrece libremente como cordero
plenitud con la resurrección: «Me ha sido dado
inocente inmolado para nuestra redención (cf.
todo poder en el cielo y en la tierra. Id, pues, y
Jn 1, 36; Ap 5, 6.12).
haced discípulos a todas las gentes bautizán-
Con el único y definitivo sacrificio de dolas en el nombre del Padre y del Hijo y del
la cruz, Jesús comunica a todos sus discípulos Espíritu Santo, y enseñándoles a guardar todo
la dignidad y la misión de sacerdotes de la lo que yo os he mandado. Y he aquí que yo
nueva y eterna Alianza. Se cumple así la pro- estoy con vosotros todos los días hasta el fin
mesa que Dios hizo a Israel: «Seréis para mí del mundo» (Mt 28, 18-20).
un reino de sacerdotes y una nación santa» (Ex
Jesús establece así un estrecho parale-
19, 6). Y todo el pueblo de la nueva Alianza
lismo entre el ministerio confiado a los apósto-
—escribe San Pedro— queda constituido co-
mo «un edificio espiritual», «un sacerdocio les y su propia misión: «quien a vosotros reci-
be, a mí me recibe, y quien me recibe a mí,
santo, para ofrecer sacrificios espirituales
recibe a Aquel que me ha enviado» (Mt

14
Pastores dabo vobis

10,40); «quien a vosotros os escucha, a mí me que introduce en el ministerio a estos hom-


escucha; y quien a vosotros os rechaza, a mí bres, escogidos de entre los hermanos. Me-
me rechaza; y quien me rechaza a mí, rechaza diante el gesto de la imposición de manos
al que me ha enviado» (Lc 10, 16). Es más, el (Hch 6, 6; 1 Tim 4, 14; 5, 22; 2 Tim 1, 6), que
cuarto evangelio, a la luz del acontecimiento transmite el don del Espíritu, ellos son llama-
pascual de la muerte y resurrección, afirma dos y capacitados para continuar el mismo
con gran fuerza y claridad: «Como el Padre ministerio apostólico de reconciliar, apacentar
me envió, también yo os envío» (Jn 20, 21; cf. el rebaño de Dios y enseñar (cf. Hch 20, 28; 1
13, 20; 17, 18). Igual que Jesús tiene una mi- Pe 5, 2).
sión que recibe directamente de Dios y que Por tanto, los presbíteros son llamados
concretiza la autoridad misma de Dios (cf. Mt a prolongar la presencia de Cristo, único y
7, 29; 21, 23; Mc 1, 27; 11, 28; Lc 20, 2; 24, supremo Pastor, siguiendo su estilo de vida y
19), así los apóstoles tienen una misión que siendo como una transparencia suya en medio
reciben de Jesús. Y de la misma manera que del rebaño que les ha sido confiado. Como
«el Hijo no puede hacer nada por su cuenta» escribe de manera clara y precisa la primera
(Jn 5, 19.30) —de suerte que su doctrina no es carta de san Pedro: «A los presbíteros que
suya, sino de aquel que lo ha enviado (cf. Jn 7, están entre vosotros les exhorto yo, como co-
16)— Jesús dice a los apóstoles: «separados presbítero, testigo de los sufrimientos de Cris-
de mí no podéis hacer nada» (Jn 15, 5): su to y partícipe de la gloria que está para mani-
misión no es propia, sino que es la misma mi- festarse. Apacentad la grey de Dios que os está
sión de Jesús. Y esto es posible no por las encomendada, vigilando, no forzados, sino
fuerzas humanas, sino sólo con el «don» de voluntariamente, según Dios; no por mezquino
Cristo y de su Espíritu, con el «sacramento»: afán de ganancia, sino de corazón; no tirani-
«Recibid el Espíritu Santo. A quienes perdo-
zando a los que os ha tocado guiar, sino siendo
néis los pecados, les quedan perdonados; a modelos de la grey. Y cuando aparezca el Su-
quienes se los retengáis, les quedan retenidos» premo Pastor, recibiréis la corona de gloria
(Jn 20, 22-23). Y así los apóstoles, no por al- que no se marchita» (1 Pe 5, 1-4).
gún mérito particular, sino por la participación
gratuita en la gracia de Cristo, prolongan en la Los presbíteros son, en la Iglesia y para
historia, hasta el final de los tiempos, la misma la Iglesia, una representación sacramental de
misión de salvación de Jesús en favor de los Jesucristo, Cabeza y Pastor, proclaman con
hombres. autoridad su palabra; renuevan sus gestos de
perdón y de ofrecimiento de la salvación,
Signo y presupuesto de la autenticidad principalmente con el Bautismo, la Penitencia
y fecundidad de esta misión es la unidad de los y la Eucaristía; ejercen, hasta el don total de sí
apóstoles con Jesús y, en Él, entre sí y con el
mismos, el cuidado amoroso del rebaño, al que
Padre, como dice la oración sacerdotal del congregan en la unidad y conducen al Padre
Señor, síntesis de su misión (cf. Jn 17, 20-23). por medio de Cristo en el Espíritu. En una
15. A su vez, los apóstoles instituidos palabra, los presbíteros existen y actúan para
por el Señor llevarán a cabo su misión llaman- el anuncio del Evangelio al mundo y para la
do, de diversas formas pero todas convergen- edificación de la Iglesia, personificando a
tes, a otros hombres, como Obispos, presbíte- Cristo, Cabeza y Pastor, y en su nombre.(27)
ros y diáconos, para cumplir el mandato de Éste es el modo típico y propio con que
Jesús resucitado, que los ha enviado a todos los ministros ordenados participan en el único
los hombres de todos los tiempos. sacerdocio de Cristo. El Espíritu Santo, me-
El Nuevo Testamento es unánime al diante la unción sacramental del Orden, los
subrayar que es el mismo Espíritu de Cristo el configura con un título nuevo y específico a

15
Juan Pablo II

Jesucristo, Cabeza y Pastor, los conforma y En este sentido los Padres sinodales
anima con su caridad pastoral y los pone en la han dicho: «El sacerdote, en cuanto que repre-
Iglesia como servidores auto rizados del anun- senta a Cristo, Cabeza, Pastor y Esposo de la
cio del Evangelio a toda criatura y como ser- Iglesia, se sitúa no sólo en la Iglesia, sino
vidores de la plenitud de la vida cristiana de también al frente de la Iglesia. El sacerdocio,
todos los bautizados. junto con la Palabra de Dios y los signos sa-
cramentales, a cuyo servicio está, pertenece a
La verdad del presbítero, tal como
los elementos constitutivos de la Iglesia. El
emerge de la Palabra de Dios, o sea, Jesucristo
ministerio del presbítero está totalmente al
mismo y su plan constitutivo de la Iglesia, es
servicio de la Iglesia; está para la promoción
cantada con agradecimiento gozoso por la Li-
del ejercicio del sacerdocio común de todo el
turgia en el Prefacio de la Misa Crismal:
Pueblo de Dios; está ordenado no sólo para la
«Constituiste a tu único Hijo Pontífice de la
Iglesia particular, sino también para la Iglesia
Alianza nueva y eterna por la unción del Espí-
universal (cf. Presbyterorum Ordinis, 10), en
ritu Santo, y determinaste, en tu designio sal-
comunión con el Obispo, con Pedro y bajo
vífico, perpetuar en la Iglesia su único sacer-
Pedro. Mediante el sacerdocio del Obispo, el
docio. Él no sólo ha conferido el honor del
sacerdocio de segundo orden se incorpora a la
sacerdocio real a todo su pueblo santo, sino
estructura apostólica de la Iglesia. Así el pres-
también, con amor de hermano, ha elegido a
bítero, como los apóstoles, hace de embajador
hombres de este pueblo, para que, por la im-
de Cristo (cf. 2 Cor 5, 20). En esto se funda el
posición de las manos, participen de su sagra-
carácter misionero de todo sacerdote.(28)
da misión. Ellos renuevan en nombre de Cristo
el sacrificio de la redención, y preparan a tus Por tanto, el ministerio ordenado surge
hijos al banquete pascual, donde el pueblo con la Iglesia y tiene en los Obispos, y en rela-
santo se reúne en tu amor, se alimenta de tu ción y comunión con ellos también en los
palabra y se fortalece con tus sacramentos. presbíteros, una referencia particular al minis-
Tus sacerdotes, Señor, al entregar su vida por terio originario de los apóstoles, al cual sucede
Ti y por la salvación de los hermanos, van realmente, aunque el mismo tenga unas moda-
configurándose a Cristo, y así dan testimonio lidades diversas.
constante de fidelidad y amor». De ahí que no se deba pensar en el sa-
Al servicio de la Iglesia y del mundo cerdocio ordenado como si fuese anterior a la
Iglesia, porque está totalmente al servicio de la
16. El sacerdote tiene como relación
misma; pero tampoco como si fuera posterior
fundamental la que le une con Jesucristo, Ca-
a la comunidad eclesial, como si ésta pudiera
beza y Pastor. Así participa, de manera especí-
concebirse como constituida ya sin este sacer-
fica y auténtica, de la «unción» y de la «mi-
docio.
sión» de Cristo (cf. Lc 4, 18-19). Pero íntima-
mente unida a esta relación está la que tiene La relación del sacerdocio con Jesu-
con la Iglesia. No se trata de «relaciones» cristo, y en Él con su Iglesia, —en virtud de la
simplemente cercanas entre sí, sino unidas unción sacramental— se sitúa en el ser y en el
interiormente en una especie de mutua inma- obrar del sacerdote, o sea, en su misión o mi-
nencia. La relación con la Iglesia se inscribe nisterio. En particular, «el sacerdote ministro
en la única y misma relación del sacerdote con es servidor de Cristo, presente en la Iglesia
Cristo, en el sentido de que la «representación misterio, comunión y misión. Por el hecho de
sacramental» de Cristo es la que instaura y participar en la “unción” y en la “misión” de
anima la relación del sacerdote con la Iglesia. Cristo, puede prolongar en la Iglesia su ora-
ción, su palabra, su sacrificio, su acción salví-
fica. Y así es servidor de la Iglesia misterio

16
Pastores dabo vobis

porque realiza los signos eclesiales y sacra- las cuales constituyen con el Obispo un único
mentales de la presencia de Cristo resucitado. presbiterio.
Es servidor de la Iglesia comunión porque — Cada sacerdote, tanto diocesano como
unido al Obispo y en estrecha relación con el religioso, está unido a los demás miembros de
presbiterio— construye la unidad de la comu- este presbiterio, gracias al sacramento del Or-
nidad eclesial en la armonía de las diversas den, con vínculos particulares de caridad apos-
vocaciones, carismas y servicios. Por último, tólica, de ministerio y de fraternidad. En efec-
es servidor de la Iglesia misión porque hace a to, todos los presbíteros, sean diocesanos o
la comunidad anunciadora y testigo del Evan- religiosos, participan en el único sacerdocio de
gelio».(29) Cristo, Cabeza y Pastor, «trabajan por la mis-
De este modo, por su misma naturaleza ma causa, esto es, para la edificación del cuer-
y misión sacramental, el sacerdote aparece, en po de Cristo, que exige funciones diversas y
la estructura de la Iglesia, como signo de la nuevas adaptaciones, principalmente en estos
prioridad absoluta y gratuidad de la gracia que tiempos»,(32) y se enriquece a través de los
Cristo resucitado ha dado a su Iglesia. Por siglos con carismas siempre nuevos.
medio del sacerdocio ministerial la Iglesia Finalmente, los presbíteros se encuen-
toma conciencia en la fe de que no proviene de tran en relación positiva y animadora con los
sí misma, sino de la gracia de Cristo en el Es- laicos, ya que su figura y su misión en la Igle-
píritu Santo. Los apóstoles y sus sucesores, sia no sustituye sino que más bien promueve
revestidos de una autoridad que reciben de el sacerdocio bautismal de todo el Pueblo de
Cristo, Cabeza y Pastor, han sido puestos — Dios, conduciéndolo a su plena realización
con su ministerio— al frente de la Iglesia, eclesial. Están al servicio de su fe, de su espe-
como prolongación visible y signo sacramen- ranza y de su caridad. Reconocen y defienden,
tal de Cristo, que también está al frente de la como hermanos y amigos, su dignidad de hijos
Iglesia y del mundo, como origen permanente de Dios y les ayudan a ejercitar en plenitud su
y siempre nuevo de la salvación, Él, que es «el misión específica en el ámbito de la misión de
salvador del Cuerpo» (Ef 5, 23). la Iglesia.(33)
17. El ministerio ordenado, por su pro- El sacerdocio ministerial, conferido
pia naturaleza, puede ser desempeñado sólo en por el sacramento del Orden, y el sacerdocio
la medida en que el presbítero esté unido con común o «real» de los fieles, aunque diferen-
Cristo mediante la inserción sacramental en el tes esencialmente entre sí y no sólo en gra-
orden presbiteral, y por tanto en la medida que do,(34) están recíprocamente coordinados,
esté en comunión jerárquica con el propio derivando ambos —de manera diversa— del
Obispo. El ministerio ordenado tiene una radi- único sacerdocio de Cristo. En efecto, el sa-
cal «forma comunitaria» y puede ser ejercido cerdocio ministerial no significa de por sí un
sólo como «una tarea colectiva».(30) Sobre mayor grado de santidad respecto al sacerdo-
este carácter de comunión del sacerdocio ha cio común de los fieles; pero, por medio de él,
hablado largamente el Concilio,(31) exami- los presbíteros reciben de Cristo en el Espíritu
nando claramente la relación del presbítero un don particular, para que puedan ayudar al
con el propio Obispo, con los demás presbíte- Pueblo de Dios a ejercitar con fidelidad y ple-
ros y con los fieles laicos. nitud el sacerdocio común que les ha sido con-
El ministerio de los presbíteros es, ante ferido.(35)
todo, comunión y colaboración responsable y 18. Como subraya el Concilio, «el don
necesaria con el ministerio del Obispo, en su espiritual que los presbíteros recibieron en la
solicitud por la Iglesia universal y por cada ordenación no los prepara a una misión limita-
una de las Iglesias particulares, al servicio de

17
Juan Pablo II

da y restringida, sino a la misión universal y ción fecunda con los fieles laicos, en el respeto
amplísima de salvación hasta los confines del y la promoción de los diversos cometidos,
mundo, pues cualquier ministerio sacerdotal carismas y ministerios dentro de la comunidad
participa de la misma amplitud universal de la eclesial.(38)
misión confiada por Cristo a los Apósto- «Esta Escritura, que acabáis de oír, se
les».(36) Por la naturaleza misma de su minis- ha cumplido hoy» (Lc 4, 21). Escuchemos una
terio, deben por tanto estar llenos y animados vez más estas palabras de Jesús, a la luz del
de un profundo espíritu misionero y «de un sacerdocio ministerial que hemos presentado
espíritu genuinamente católico que les habitúe en su naturaleza y en su misión. El «hoy» del
a trascender los límites de la propia diócesis, que habla Jesús indica el tiempo de la Iglesia,
nación o rito y proyectarse en una generosa precisamente porque pertenece a la «plenitud
ayuda a las necesidades de toda la Iglesia y del tiempo», o sea, el tiempo de la salvación
con ánimo dispuesto a predicar el Evangelio plena y definitiva. La consagración y la misión
en todas partes».(37) de Cristo: «El Espíritu del Señor... me ha un-
Además, precisamente porque dentro gido para anunciar a los pobres la Buena Nue-
de la Iglesia es el hombre de la comunión, el va» (Lc 4, 18), son la raíz viva de la que bro-
presbítero debe ser, en su relación con todos tan la consagración y la misión de la Iglesia
los hombres, el hombre de la misión y del diá- «plenitud» de Cristo (cf. Ef 1, 23). Con la re-
logo. Enraizado profundamente en la verdad y generación bautismal desciende sobre todos
en la caridad de Cristo, y animado por el deseo los creyentes el Espíritu del Señor, que los
y el mandato de anunciar a todos su salvación, consagra para formar un templo espiritual y un
está llamado a establecer con todos los hom- sacerdocio santo y los envía a dar a conocer
bres relaciones de fraternidad, de servicio, de los prodigios de Aquel que, desde las tinieblas,
búsqueda común de la verdad, de promoción los ha llamado a su luz admirable (cf. 1 Pe 2,
de la justicia y la paz. En primer lugar con los 4-10). El presbítero participa de la consagra-
hermanos de las otras Iglesias y confesiones ción y misión de Cristo de un modo específico
cristianas; pero también con los fieles de las y auténtico, o sea, mediante el sacramento del
otras religiones; con los hombres de buena Orden, en virtud del cual está configurado en
voluntad, de manera especial con los pobres y su ser con Cristo, Cabeza y Pastor, y comparte
los más débiles, y con todos aquellos que bus- la misión de «anunciar a los pobres la Buena
can, aun sin saberlo ni decirlo, la verdad y la Noticia», en el nombre y en la persona del
salvación de Cristo, según las palabras de Je- mismo Cristo.
sús, que dijo: «No necesitan médico los que En su Mensaje final los Padres sinoda-
están sanos, sino los que están enfermos; no he les han resumido, en pocas pero muy ricas
venido a llamar a justos, sino a pecadores»
palabras, la «verdad», más aún el «misterio» y
(Mc 2, 17). el «don» del sacerdocio ministerial, diciendo:
Hoy, en particular, la tarea pastoral «Nuestra identidad tiene su fuente última en la
prioritaria de la nueva evangelización, que caridad del Padre. Con el sacerdocio ministe-
atañe a todo el Pueblo de Dios y pide un nue- rial, por la acción del Espíritu Santo, estamos
vo ardor, nuevos métodos y una nueva expre- unidos sacramentalmente al Hijo, enviado por
sión para el anuncio y el testimonio del Evan- el Padre como Sumo Sacerdote y buen Pastor.
gelio, exige sacerdotes radical e integralmente La vida y el ministerio del sacerdote son con-
inmersos en el misterio de Cristo y capaces de tinuación de la vida y de la acción del mismo
realizar un nuevo estilo de vida pastoral, mar- Cristo. Ésta es nuestra identidad, nuestra ver-
cado por la profunda comunión con el Papa, dadera dignidad, la fuente de nuestra alegría,
con los Obispos y entre sí, y por una colabora- la certeza de nuestra vida».(39)

18
Pastores dabo vobis

el Espíritu hacia la santidad o perfección de la


caridad.
CAPÍTULO III
La afirmación del Concilio, «todos los
EL ESPÍRITU DEL SEÑOR ESTÁ SO-
fieles, de cualquier estado o condición, están
BRE MÍ
llamados a la plenitud de la vida cristiana y a
La vida espiritual del sacerdote la perfección de la caridad»,(40) encuentra una
Una vocación específica a la santidad particular aplicación referida a los presbíteros.
Éstos son llamados no sólo en cuanto bautiza-
19. «El Espíritu del Señor está sobre dos, sino también y específicamente en cuanto
mí» (Lc 4, 18). El Espíritu no está simplemen- presbíteros, es decir, con un nuevo título y con
te sobre el Mesías, sino que lo llena, lo pene- modalidades originales que derivan del sacra-
tra, lo invade en su ser y en su obrar. En efec- mento del Orden.
to, el Espíritu es el principio de la consagra-
ción y de la misión del Mesías: porque me ha 20. El Decreto conciliar sobre el minis-
ungido para anunciar a los pobres la Buena terio y vida de los presbíteros nos ofrece una
Nueva ... (Lc 4, 18). En virtud del Espíritu, síntesis rica y alentadora sobre la «vida espiri-
Jesús pertenece total y exclusivamente a Dios, tual» de los sacerdotes y sobre el don y la res-
participa de la infinita santidad de Dios que lo ponsabilidad de hacerse «santos». «Por el sa-
llama, elige y envía. Así el Espíritu del Señor cramento del Orden se configuran los presbíte-
se manifiesta como fuente de santidad y lla- ros con Cristo sacerdote, como ministros de la
mada a la santificación. Cabeza, para construir y edificar todo su
Cuerpo, que es la Iglesia, como cooperadores
Este mismo «Espíritu del Señor» está del Orden episcopal. Cierto que ya en la con-
«sobre» todo el Pueblo de Dios, constituido sagración del bautismo —al igual que todos
como pueblo «consagrado» a Él y «enviado» los fieles de Cristo— recibieron el signo y don
por Él para anunciar el Evangelio que salva. de tan gran vocación y gracia, a fin de que,
Los miembros del Pueblo de Dios son «embe- aun con la flaqueza humana, puedan y deban
bidos» y «marcados» por el Espíritu (cf. 1 Cor aspirar a la perfección, según la palabra del
12, 13; 2 Cor 1, 21ss; Ef 1, 13; 4, 30), y lla- Señor: “Vosotros, pues, sed perfectos, como es
mados a la santidad. perfecto vuestro Padre celestial” (Mt 5, 48).
En efecto, el Espíritu nos revela y co- Ahora bien, los sacerdotes están obligados de
munica la vocación fundamental que el Padre manera especial a alcanzar esa perfección, ya
dirige a todos desde la eternidad: la vocación a que, consagrados de manera nueva a Dios por
ser «santos e inmaculados en su presencia, en la recepción del Orden, se convierten en ins-
el amor», en virtud de la predestinación «para trumentos vivos de Cristo, Sacerdote eterno,
ser sus hijos adoptivos por medio de Jesucris- para proseguir en el tiempo la obra admirable
to» (Ef 1, 4-5) . Revelándonos y comunicán- del que, con celeste eficacia, reintegró a todo
donos esta vocación, el Espíritu se hace en el género humano. Por tanto, puesto que todo
nosotros principio y fuente de su realización: sacerdote personifica de modo específico al
él, el Espíritu del Hijo (cf.Gál 4, 6), nos con- mismo Cristo, es también enriquecido de gra-
forma con Cristo Jesús y nos hace partícipes cia particular para que pueda alcanzar mejor,
de su vida filial, o sea, de su amor al Padre y a por el servicio de los fieles que se le han con-
los hermanos. «Si vivimos según el Espíritu, fiado y de todo el Pueblo de Dios, la perfec-
obremos también según el Espíritu» (Gál 5, ción de Aquel a quien representa, y cure la
25). Con estas palabras el apóstol Pablo nos flaqueza humana de la carne la santidad de
recuerda que la existencia cristiana es «vida Aquel que fue hecho para nosotros pontífice
espiritual», o sea, vida animada y dirigida por

19
Juan Pablo II

“santo, inocente, incontaminado, apartado de festar y testimoniar de manera original el «ra-


los pecadores” (Heb 7, 26)».(41) dicalismo evangélico».(44)
El Concilio afirma, ante todo, la «co- La configuración con Jesucristo, Ca-
mún» vocación a la santidad. Esta vocación se beza y Pastor, y la caridad pastoral
fundamenta en el Bautismo, que caracteriza al 21. Mediante la consagración sacra-
presbítero como un «fiel» (Christifidelis), co- mental, el sacerdote se configura con Jesucris-
mo un «hermano entre hermanos», inserto y to, en cuanto Cabeza y Pastor de la Iglesia, y
unido al Pueblo de Dios, con el gozo de com- recibe como don una «potestad espiritual»,
partir los dones de la salvación (cf. Ef 4, 4-6) y que es participación de la autoridad con la cual
el esfuerzo común de caminar «según el Espí- Jesucristo, mediante su Espíritu, guía la Igle-
ritu», siguiendo al único Maestro y Señor. sia.(45)
Recordemos la célebre frase de San Agustín:
«Para vosotros soy obispo, con vosotros soy Gracias a esta consagración obrada por
cristiano. Aquél es un nombre de oficio reci- el Espíritu Santo en la efusión sacramental del
bido, éste es un nombre de gracia; aquél es un Orden, la vida espiritual del sacerdote queda
nombre de peligro, éste de salvación».(42) caracterizada, plasmada y definida por aque-
llas actitudes y comportamientos que son pro-
Con la misma claridad el texto conci- pios de Jesucristo, Cabeza y Pastor de la Igle-
liar habla de una vocación «específica» a la sia y que se compendian en su caridad pasto-
santidad, y más precisamente de una vocación ral.
que se basa en el sacramento del Orden, como
sacramento propio y específico del sacerdote, Jesucristo es Cabeza de la Iglesia, su
en virtud pues de una nueva consagración a Cuerpo. Es «Cabeza» en el sentido nuevo y
Dios mediante la ordenación. A esta vocación original de ser «Siervo», según sus mismas
específica alude también San Agustín, que, a palabras: «Tampoco el Hijo del hombre ha
la afirmación «Para vosotros soy obispo, con venido a ser servido, sino a servir y a dar su
vosotros soy cristiano», añade esta otra: vida como rescate por muchos» (Mc 10, 45).
«Siendo, pues, para mí causa del mayor gozo El servicio de Jesús llega a su plenitud con la
el haber sido rescatado con vosotros, que el muerte en cruz, o sea, con el don total de sí
haber sido puesto a la cabeza, siguiendo el mismo, en la humildad y el amor: «se despojó
mandato del Señor, me dedicaré con el mayor de sí mismo tomando condición de siervo ha-
empeño a serviros, para no ser ingrato a quien ciéndose semejante a los hombres y apare-
me ha rescatado con aquel precio que me ha ciendo en su porte como hombre; y se humilló
hecho ser vuestro consiervo».(43) a sí mismo, obedeciendo hasta la muerte y
muerte de cruz ...» (Flp 2, 78). La autoridad de
El texto del Concilio va más allá, seña-
Jesucristo Cabeza coincide pues con su servi-
lando algunos elementos necesarios para defi- cio, con su don, con su entrega total, humilde
nir el contenido de la «especificidad» de la y amorosa a la Iglesia. Y esto en obediencia
vida espiritual de los presbíteros. Son éstos perfecta al Padre: él es el único y verdadero
elementos que se refieren a la «consagración» Siervo doliente del Señor, Sacerdote y Víctima
propia de los presbíteros, que los configura a la vez.
con Jesucristo, Cabeza y Pastor de la Iglesia;
los configura con la «misión» o ministerio Este tipo concreto de autoridad, o sea,
típico de los mismos presbíteros, la cual los el servicio a la Iglesia, debe animar y vivificar
capacita y compromete para ser «instrumentos la existencia espiritual de todo sacerdote, pre-
vivos de Cristo Sacerdote eterno» y para ac- cisamente como exigencia de su configuración
tuar «personificando a Cristo mismo»; los con Jesucristo, Cabeza y Siervo de la Igle-
configura en su «vida» entera, llamada a mani- sia.(46) San Agustín exhortaba de esta forma a

20
Pastores dabo vobis

un obispo en el día de su ordenación: «El que ovejas y se dignó morir por su grey. Alelu-
es cabeza del pueblo debe, antes que nada, ya».(48)
darse cuenta de que es servidor de muchos. Y Pedro llama a Jesús el «supremo Pas-
no se desdeñe de serlo, repito, no se desdeñe tor» (1 Pe 5, 4), porque su obra y misión con-
de ser el servidor de muchos, porque el Señor tinúan en la Iglesia a través de los apóstoles
de los señores no se desdeñó de hacerse nues- (cf. Jn 21, 15-17) y sus sucesores (cf.1 Pe 5,
tro siervo».(47) 1ss), y a través de los presbíteros. En virtud de
La vida espiritual de los ministros del su consagración, los presbíteros están configu-
Nuevo Testamento deberá estar caracterizada, rados con Jesús, buen Pastor, y llamados a
pues, por esta actitud esencial de servicio al imitar y revivir su misma caridad pastoral.
Pueblo de Dios (cf. Mt 20, 24ss,; Mc 10, 43- La entrega de Cristo a la Iglesia, fruto
44), ajena a toda presunción y a todo deseo de
de su amor, se caracteriza por aquella entrega
«tiranizar» la grey confiada (cf. 1 Pe 5, 2-3). originaria que es propia del esposo hacia su
Un servicio llevado como Dios espera y con esposa, como tantas veces sugieren los textos
buen espíritu. De este modo los ministros, los sagrados. Jesús es el verdadero esposo, que
«ancianos» de la comunidad, o sea, los presbí- ofrece el vino de la salvación a la Iglesia (cf.
teros, podrán ser «modelo» de la grey del Se- Jn 2, 11). Él, que es «Cabeza de la Iglesia, el
ñor que, a su vez, está llamada a asumir ante el salvador del Cuerpo» (Ef 5, 23), «amó a la
mundo entero esta actitud sacerdotal de servi- Iglesia y se entregó a sí mismo por ella, para
cio a la plenitud de la vida del hombre y a su santificarla, purificándola mediante el baño
liberación integral. del agua, en virtud de la palabra, y presentár-
22. La imagen de Jesucristo, Pastor de sela a sí mismo resplandeciente; sin que tenga
la Iglesia, su grey, vuelve a proponer, con mancha ni arruga ni cosa parecida, sino que
matices nuevos y más sugestivos, los mismos sea santa e inmaculada» (Ef 5, 25-27). La Igle-
contenidos de la imagen de Jesucristo, Cabeza sia es, desde luego, el cuerpo en el que está
y Siervo. Verificándose el anuncio profético presente y operante Cristo Cabeza, pero es
del Mesías Salvador, cantado gozosamente por también la Esposa que nace, como nueva Eva,
el salmista y por el profeta Ezequiel (cf. Sal del costado abierto del Redentor en la cruz;
22-23; Ez 34, 11ss), Jesús se presenta a sí por esto Cristo está «al frente» de la Iglesia,
mismo como «el buen Pastor» (Jn 10, 11.14), «la alimenta y la cuida» (Ef 5, 29) mediante la
no sólo de Israel, sino de todos los hombres entrega de su vida por ella. El sacerdote está
(cf. Jn 10, 16). Y su vida es una manifestación llamado a ser imagen viva de Jesucristo Espo-
ininterrumpida, es más, una realización diaria so de la Iglesia.(49) Ciertamente es siempre
de su «caridad pastoral». Él siente compasión parte de la comunidad a la que pertenece como
de las gentes, porque están cansadas y abati- creyente, junto con los otros hermanos y her-
das, como ovejas sin pastor (cf. Mt 9, 35-36); manas convocados por el Espíritu, pero en
él busca las dispersas y las descarriadas (cf. Mt virtud de su configuración con Cristo, Cabeza
18, 12-14) y hace fiesta al encontrarlas, las y Pastor, se encuentra en esta situación espon-
recoge y defiende, las conoce y llama una a sal ante la comunidad. «En cuanto representa a
una (cf. Jn 10, 3), las conduce a los pastos Cristo, Cabeza, Pastor y Esposo de la Iglesia,
frescos y a las aguas tranquilas (cf. Sal 22-23), el sacerdote está no sólo en la Iglesia, sino
para ellas prepara una mesa, alimentándolas también al frente de la Iglesia».(50) Por tanto,
con su propia vida. Esta vida la ofrece el buen está llamado a revivir en su vida espiritual el
Pastor con su muerte y resurrección, como amor de Cristo Esposo con la Iglesia esposa.
canta la liturgia romana de la Iglesia: «Ha re- Su vida debe estar iluminada y orientada tam-
sucitado el buen Pastor que dio la vida por sus bién por este rasgo esponsal, que le pide ser

21
Juan Pablo II

testigo del amor de Cristo como Esposo y, por hacia su esposa».(53) El don de sí no tiene
eso, ser capaz de amar a la gente con un cora- límites, ya que está marcado por la misma
zón nuevo, grande y puro, con auténtica re- fuerza apostólica y misionera de Cristo, el
nuncia de sí mismo, con entrega total, conti- buen Pastor, que ha dicho: «también tengo
nua y fiel, y a la vez con una especie de «celo» otras ovejas, que no son de este redil; también
divino (cf.2 Cor 11, 2), con una ternura que a ésas las tengo que conducir y escucharán mi
incluso asume matices del cariño materno, voz; y habrá un solo rebaño, un solo pastor»
capaz de hacerse cargo de los «dolores de par- (Jn 10, 16).
to» hasta que «Cristo no sea formado» en los Dentro de la comunidad eclesial, la ca-
fieles (cf. Gál 4, 19). ridad pastoral del sacerdote le pide y exige de
23. El principio interior, la virtud que manera particular y específica una relación
anima y guía la vida espiritual del presbítero personal con el presbiterio, unido en y con el
en cuanto configurado con Cristo Cabeza y Obispo, come dice expresamente el Concilio:
Pastor es la caridad pastoral, participación de «La caridad pastoral pide que, para no correr
la misma caridad pastoral de Jesucristo: don en vano, trabajen siempre los presbíteros en
gratuito del Espíritu Santo y, al mismo tiempo, vínculo de comunión con los Obispos y con
deber y llamada a la respuesta libre y respon- los otros hermanos en el sacerdocio».(54)
sable del presbítero. El don de sí mismo a la Iglesia se refie-
El contenido esencial de la caridad pas- re a ella como cuerpo y esposa de Jesucristo.
toral es la donación de sí, la total donación de Por esto la caridad del sacerdote se refiere
sí a la Iglesia, compartiendo el don de Cristo y primariamente a Jesucristo: solamente si ama
a su imagen. «La caridad pastoral es aquella y sirve a Cristo, Cabeza y Esposo, la caridad
virtud con la que nosotros imitamos a Cristo se hace fuente, criterio, medida, impulso del
en su entrega de sí mismo y en su servicio. No amor y del servicio del sacerdote a la Iglesia,
es sólo aquello que hacemos, sino la donación cuerpo y esposa de Cristo. Ésta ha sido la con-
de nosotros mismos lo que muestra el amor de ciencia clara y profunda del apóstol Pablo, que
Cristo por su grey. La caridad pastoral deter- escribe a los cristianos de la Iglesia de Corin-
mina nuestro modo de pensar y de actuar, to: somos «siervos vuestros por Jesús» (2 Cor
nuestro modo de comportarnos con la gente. Y 4, 5). Ésta es, sobre todo, la enseñanza explíci-
resulta particularmente exigente para noso- ta y programática de Jesús, cuando confía a
tros...».(51) Pedro el ministerio de apacentar la grey sólo
después de su triple confesión de amor e in-
El don de nosotros mismos, raíz y sín-
cluso de un amor de predilección: «Le dice
tesis de la caridad pastoral, tiene como desti-
por tercera vez: “Simón de Juan, ¿me quie-
nataria la Iglesia. Así lo ha hecho Cristo «que
res?”... Pedro... le dijo: “Señor, tú lo sabes
amó a la Iglesia y se entregó a sí mismo por
todo; tú sabes que te quiero”. Le dice Jesús:
ella» (Ef 5, 25); así debe hacerlo el sacerdote.
“Apacienta mis ovejas”» (Jn 21, 17).
Con la caridad pastoral, que caracteriza el
ejercicio del ministerio sacerdotal como La caridad pastoral, que tiene su fuente
«amoris officium»,(52) «el sacerdote, que re- específica en el sacramento del Orden, en-
cibe la vocación al ministerio, es capaz de cuentra su expresión plena y su alimento su-
hacer de éste una elección de amor, para el premo en la Eucaristía: «Esta caridad pastoral
cual la Iglesia y las almas constituyen su prin- —dice el Concilio— fluye ciertamente, sobre
cipal interés y, con esta espiritualidad concre- todo, del sacrificio eucarístico, que es, por
ta, se hace capaz de amar a la Iglesia universal ello, centro y raíz de toda la vida del presbíte-
y a aquella porción de Iglesia que le ha sido ro, de suerte que el alma sacerdotal se esfuerce
confiada, con toda la entrega de un esposo en reproducir en sí misma lo que se hace en el

22
Pastores dabo vobis

ara sacrificial».(55) En efecto, en la Eucaristía misión. De esta manera, no sólo la consagra-


es donde se representa, es decir, se hace de ción, sino también la misión está bajo el signo
nuevo presente el sacrificio de la cruz, el don del Espíritu, bajo su influjo santificador.
total de Cristo a su Iglesia, el don de su cuerpo Así fue en Jesús. Así fue en los apósto-
entregado y de su sangre derramada, como les y en sus sucesores. Así es en toda la Iglesia
testimonio supremo de su ser Cabeza y Pastor, y en sus presbíteros: todos reciben el Espíritu
Siervo y Esposo de la Iglesia. Precisamente como don y llamada a la santificación en el
por esto la caridad pastoral del sacerdote no cumplimiento de la misión y a través de
sólo fluye de la Eucaristía, sino que encuentra ella.(57)
su más alta realización en su celebración, así
como también recibe de ella la gracia y la res- Existe por tanto una relación íntima en-
ponsabilidad de impregnar de manera «sacrifi- tre la vida espiritual del presbítero y el ejerci-
cial» toda su existencia. cio de su ministerio,(58) descrita así por el
Concilio: «Al ejercer el ministerio del Espíritu
Esta misma caridad pastoral constituye y de la justicia (cf. 2 Cor 3, 8-9), (los presbíte-
el principio interior y dinámico capaz de uni- ros) si son dóciles al Espíritu de Cristo, que
ficar las múltiples y diversas actividades del los vivifica y guía, se afirman en la vida del
sacerdote. Gracias a la misma puede encontrar espíritu. Ya que por las mismas acciones sa-
respuesta la exigencia esencial y permanente gradas de cada día, como por todo su ministe-
de unidad entre la vida interior y tantas tareas rio, que ejercen unidos con el Obispo y los
y responsabilidades del ministerio, exigencia presbíteros, ellos mismos se ordenan a la per-
tanto más urgente en un contexto sociocultural fección de vida. Por otra parte, la santidad
y eclesial fuertemente marcado por la comple- misma de los presbíteros contribuye en gran
jidad, la fragmentación y la dispersión. Sola- manera al ejercicio fructuoso del propio minis-
mente la concentración de cada instante y de terio».(59)
cada gesto en torno a la opción fundamental y
determinante de «dar la vida por la grey» pue- «Conforma tu vida con el misterio de
de garantizar esta unidad vital, indispensable la cruz del Señor». Ésta es la invitación, la
para la armonía y el equilibrio espiritual del exhortación que la Iglesia hace al presbítero en
sacerdote: «La unidad de vida —nos recuerda el rito de la ordenación, cuando se le entrega
el Concilio— pueden construirla los presbíte- las ofrendas del pueblo santo para el sacrificio
ros si en el cumplimiento de su ministerio si- eucarístico. El «misterio», cuyo «dispensador»
guieren el ejemplo de Cristo, cuyo alimento es el presbítero (cf. 1 Cor 4,1), es, en definiti-
era hacer la voluntad de Aquel que lo envió va, Jesucristo mismo, que en el Espíritu Santo
para que llevara a cabo su obra ... Así, desem- es fuente de santidad y llamada a la santifica-
peñando el oficio de buen Pastor, en el mismo ción. El «misterio» requiere ser vivido por el
ejercicio de la caridad pastoral hallarán el presbítero. Por esto exige gran vigilancia y
vínculo de la perfección sacerdotal, que reduz- viva conciencia. Y así, el rito de la ordenación
ca a unidad su vida y acción».(56) antepone a esas palabras la recomendación:
«Considera lo que realizas». Ya exhortaba
La vida espiritual en el ejercicio del Pablo al obispo Timoteo: «No descuides el
ministerio carisma que hay en ti» (1 Tim 4, 14; cf. 2 Tim
24. El Espíritu del Señor ha consagra- 1, 6).
do a Cristo y lo ha enviado a anunciar el La relación entre la vida espiritual y el
Evangelio (cf. Lc 4, 18). La misión no es un ejercicio del ministerio sacerdotal puede en-
elemento extrínseco o yuxtapuesto a la consa- contrar su explicación también a partir de la
gración, sino que constituye su finalidad in- caridad pastoral otorgada por el sacramento
trínseca y vital: la consagración es para la

23
Juan Pablo II

del Orden. El ministerio del sacerdote, preci- de la intención, es decir, de la voluntad cons-
samente porque es una participación del mi- ciente y libre de hacer, mediante los gestos
nisterio salvífico de Jesucristo, Cabeza y Pas- ministeriales, lo que quiere hacer la Iglesia.
tor, expresa y revive su caridad pastoral, que Semejante relación tiende, por su propia natu-
es a la vez fuente y espíritu de su servicio y raleza, a hacerse lo más profunda posible, im-
del don de sí mismo. En su realidad objetiva el plicando la mente, los sentimientos, la vida, o
ministerio sacerdotal es «amoris officium», sea, una serie de «disposiciones» morales y
según la ya citada expresión de San Agustín. espirituales correspondientes a los gestos mi-
Precisamente esta realidad objetiva es el fun- nisteriales que el sacerdote realiza.
damento y la llamada para un ethos corres- No hay duda de que el ejercicio del
pondiente, que es el vivir el amor, como dice ministerio sacerdotal, especialmente la cele-
el mismo San Agustín: «Sit amoris officium bración de los Sacramentos, recibe su eficacia
pascere dominicum gregem».(60) Este ethos, y salvífica de la acción misma de Jesucristo,
también la vida espiritual, es la acogida de la hecha presente en los Sacramentos. Pero por
«verdad» del ministerio sacerdotal como un designio divino, que quiere resaltar la abso-
«amoris officium» en la conciencia y en la luta gratuidad de la salvación, haciendo del
libertad, y por tanto en la mente y el corazón, hombre un «salvado» a la vez que un «salva-
en las decisiones y las acciones. dor» —siempre y sólo con Jesucristo—, la
25. Es esencial, para una vida espiritual eficacia del ejercicio del ministerio está condi-
que se desarrolla a través del ejercicio del mi- cionada también por la mayor o menor acogi-
nisterio, que el sacerdote renueve continua- da y participación humana.(63) En particular,
mente y profundice cada vez más la concien- la mayor o menor santidad del ministro influye
cia de ser ministro de Jesucristo, en virtud de realmente en el anuncio de la Palabra, en la
la consagración sacramental y de la configura- celebración de los Sacramentos y en la direc-
ción con Él, Cabeza y Pastor de la Iglesia. ción de la comunidad en la caridad. Lo afirma
con claridad el Concilio: «La santidad misma
Esa conciencia no sólo corresponde a
de los presbíteros contribuye en gran manera
la verdadera naturaleza de la misión que el
al ejercicio fructuoso del propio ministerio;
sacerdote desarrolla en favor de la Iglesia y de
pues, si es cierto que la gracia de Dios puede
la humanidad, sino que influye también en la
llevar a cabo la obra de salvación aun por me-
vida espiritual del sacerdote que cumple esa
dio de ministros indignos, sin embargo, Dios
misión. En efecto, el sacerdote es escogido por
prefiere mostrar normalmente sus maravillas
Cristo no como una «cosa», sino como una
por obra de quienes, más dóciles al impulso e
«persona» No es un instrumento inerte y pasi-
inspiración del Espíritu Santo, por su íntima
vo, sino un «instrumento vivo», como dice el
unión con Cristo y la santidad de su vida, pue-
Concilio, precisamente al hablar de la obliga-
den decir con el Apóstol: “Pero ya no vivo yo,
ción de tender a la perfección.(61) Y el mismo
sino que Cristo vive en mí” (Gál 2, 20)».(64)
Concilio habla de los sacerdotes como «com-
pañeros y colaboradores» del Dios «santo y La conciencia de ser ministro de Jesu-
santificador».(62) cristo, Cabeza y Pastor, lleva consigo también
la conciencia agradecida y gozosa de una gra-
En este sentido, en el ejercicio del mi-
cia singular recibida de Jesucristo: la gracia de
nisterio está profundamente comprometida la
haber sido escogido gratuitamente por el Se-
persona consciente, libre y responsable del
ñor como «instrumento vivo» de la obra de
sacerdote. Su relación con Jesucristo, asegura-
salvación. Esta elección demuestra el amor de
da por la consagración y configuración del
Jesucristo al sacerdote. Precisamente este
sacramento del Orden, instaura y exige en el
amor, más que cualquier otro amor, exige co-
sacerdote una posterior relación que procede

24
Pastores dabo vobis

rrespondencia. Después de su resurrección una mentalidad nueva: «la mente de Cristo» (1


Jesús hace a Pedro una pregunta fundamental Cor 2, 16), de modo que sus palabras, sus op-
sobre el amor: «Simón de Juan, ¿me amas más ciones y sus actitudes sean cada vez más una
que éstos?». Y a la respuesta de Pedro sigue la transparencia, un anuncio y un testimonio del
entrega de la misión: «Apacienta mis corde- Evangelio. Solamente «permaneciendo» en la
ros» (Jn 21, 15). Jesús pregunta a Pedro si lo Palabra, el sacerdote será perfecto discípulo
ama, antes de entregarle su grey. Pero es, en del Señor; conocerá la verdad y será verdade-
realidad, el amor libre y precedente de Jesús ramente libre, superando todo condiciona-
mismo el que origina su pregunta al apóstol y miento contrario o extraño al Evangelio (cf. Jn
la entrega de «sus» ovejas. Y así, todo gesto 8, 31-32). El sacerdote debe ser el primer
ministerial, a la vez que lleva a amar y servir a «creyente» de la Palabra, con la plena con-
la Iglesia, ayuda a madurar cada vez más en el ciencia de que las palabras de su ministerio no
amor y en el servicio a Jesucristo, Cabeza, son «suyas», sino de Aquel que lo ha enviado.
Pastor y Esposo de la Iglesia; en un amor que Él no es el dueño de esta Palabra: es su servi-
se configura siempre como respuesta al amor dor. Él no es el único poseedor de esta Pala-
precedente, libre y gratuito, de Dios en Cristo. bra: es deudor ante el Pueblo de Dios. Preci-
A su vez, el crecimiento del amor a Jesucristo samente porque evangeliza y para poder evan-
determina el crecimiento del amor a la Iglesia: gelizar, el sacerdote, como la Iglesia, debe
«Somos vuestros pastores (pascimus vobis), crecer en la conciencia de su permanente ne-
con vosotros somos apacentados (pascimur cesidad de ser evangelizado.(67) Él anuncia la
vobiscum). El Señor nos dé la fuerza de ama- Palabra en su calidad de ministro, partícipe de
ros hasta el punto de poder morir real o afecti- la autoridad profética de Cristo y de la Iglesia.
vamente por vosotros (aut effectu aut affec- Por esto, por tener en sí mismo y ofrecer a los
tu)».(65) fieles la garantía de que transmite el Evangelio
en su integridad, el sacerdote ha de cultivar
26. Gracias a la preciosa enseñanza del
una sensibilidad, un amor y una disponibilidad
Concilio Vaticano II,(66) podemos recordar
particulares hacia la Tradición viva de la Igle-
las condiciones y exigencias, las modalidades
sia y de su Magisterio, que no son extraños a
y frutos de la íntima relación que existe entre
la Palabra, sino que sirven para su recta inter-
la vida espiritual del sacerdote y el ejercicio de
pretación y para custodiar su sentido auténti-
su triple ministerio: la Palabra, el Sacramento
co.(68)
y el servicio de la Caridad.
Es sobre todo en la celebración de los
El sacerdote es, ante todo, ministro de
Sacramentos, y en la celebración de la Litur-
la Palabra de Dios; es el ungido y enviado
gia de las Horas, donde el sacerdote está lla-
para anunciar a todos el Evangelio del Reino,
mado a vivir y testimoniar la unidad profunda
llamando a cada hombre a la obediencia de la
entre el ejercicio de su ministerio y su vida
fe y conduciendo a los creyentes a un conoci-
espiritual: el don de gracia ofrecido a la Iglesia
miento y comunión cada vez más profundos
se hace principio de santidad y llamada a la
del misterio de Dios, revelado y comunicado a
santificación. También para el sacerdote el
nosotros en Cristo. Por eso, el sacerdote mis-
lugar verdaderamente central, tanto de su mi-
mo debe ser el primero en tener una gran fami-
nisterio como de su vida espiritual, es la Euca-
liaridad personal con la Palabra de Dios: no le
ristía, porque en ella «se contiene todo el bien
basta conocer su aspecto lingüístico o exegéti-
espiritual de la Iglesia, a saber, Cristo mismo,
co, que es también necesario; necesita acercar-
nuestra Pascua y Pan vivo, que mediante su
se a la Palabra con un corazón dócil y orante,
carne, vivificada y vivificante por el Espíritu
para que ella penetre a fondo en sus pensa-
Santo, da la vida a los hombres. Así son ellos
mientos y sentimientos y engendre dentro de sí
invitados y conducidos a ofrecerse a sí mis-

25
Juan Pablo II

mos, sus trabajos y todas sus cosas en unión Espíritu suscita en la comunidad, examinándo-
con Él mismo».(69) los y valorándolos para la edificación de la
Iglesia, siempre en unión con los Obispos. Se
De los diversos Sacramentos y, en par-
trata de un ministerio que pide al sacerdote
ticular, de la gracia específica y propia de cada
una vida espiritual intensa, rica de aquellas
uno de ellos, la vida espiritual del presbítero
cualidades y virtudes que son típicas de la per-
recibe unas connotaciones particulares. En
sona que preside y «guía» una comunidad; del
efecto, se estructura y es plasmada por las
«anciano» en el sentido más noble y rico de la
múltiples características y exigencias de los
palabra. En él se esperan ver virtudes como la
diversos Sacramentos celebrados y vividos.
fidelidad, la coherencia, la sabiduría, la acogi-
Quiero dedicar unas palabras al Sa- da de todos, la afabilidad, la firmeza doctrinal
cramento de la Penitencia, cuyos ministros son en las cosas esenciales, la libertad sobre los
los sacerdotes, pero deben ser también sus puntos de vista subjetivos, el desprendimiento
beneficiarios, haciéndose testigos de la miseri- personal, la paciencia, el gusto por el esfuerzo
cordia de Dios por los pecadores. Repito cuan- diario, la confianza en la acción escondida de
to escribí en la Exhortación Reconciliatio et la gracia que se manifiesta en los sencillos y
paenitentia: «La vida espiritual y pastoral del en los pobres (cf. Tit 1, 7-8).
sacerdote, como la de sus hermanos laicos y
religiosos, depende, para su calidad y fervor, Existencia sacerdotal y radicalismo
de la asidua y consciente práctica personal del evangélico
Sacramento de la Penitencia. La celebración 27. «El Espíritu del Señor sobre mí»
de la Eucaristía y el ministerio de los otros (Lc 4, 18). El Espíritu Santo recibido en el
Sacramentos, el celo pastoral, la relación con sacramento del Orden es fuente de santidad y
los fieles, la comunión con los hermanos, la llamada a la santificación, no sólo porque con-
colaboración con el Obispo, la vida de ora- figura al sacerdote con Cristo, Cabeza y Pastor
ción, en una palabra toda la existencia sacer- de la Iglesia, y le confía la misión profética,
dotal sufre un inevitable decaimiento, si le sacerdotal y real para que la lleve a cabo per-
falta, por negligencia o cualquier otro motivo, sonificando a Cristo, sino también porque
el recurso periódico e inspirado en una autén- anima y vivifica su existencia de cada día,
tica fe y devoción al Sacramento de la Peni- enriqueciéndola con dones y exigencias, con
tencia. En un sacerdote que no se confesase o virtudes y fuerzas, que se compendian en la
se confesase mal, su ser como sacerdote y su caridad pastoral. Esta caridad es síntesis unifi-
ministerio se resentirían muy pronto, y se da- cante de los valores y de las virtudes evangéli-
ría cuenta también la Comunidad de la que es cas y, a la vez, fuerza que sostiene su desarro-
pastor».(70) llo hasta la perfección cristiana.(72)
Por último, el sacerdote está llamado a Para todos los cristianos, sin excepcio-
revivir la autoridad y el servicio de Jesucristo, nes, el radicalismo evangélico es una exigen-
Cabeza y Pastor de la Iglesia, animando y cia fundamental e irrenunciable, que brota de
guiando la comunidad eclesial, o sea, la llamada de Cristo a seguirlo e imitarlo, en
reuniendo «la familia de Dios, como una fra- virtud de la íntima comunión de vida con él,
ternidad animada en la unidad» y conducién- realizada por el Espíritu (cf. Mt 8, 18ss; 10,
dola «al Padre por medio de Cristo en el Espí- 37ss; Mc 8, 34-38; 10, 17-21; Lc 9, 57ss). Esta
ritu Santo».(71) Este «munus regendi» es una misma exigencia se presenta a los sacerdotes,
misión muy delicada y compleja, que incluye, no sólo porque están «en» la Iglesia, sino tam-
además de la atención a cada una de las perso- bién porque están «al frente» de ella, al estar
nas y a las diversas vocaciones, la capacidad configurados con Cristo, Cabeza y Pastor, ca-
de coordinar todos los dones y carismas que el pacitados y comprometidos para el ministerio

26
Pastores dabo vobis

ordenado, vivificados por la caridad pastoral. nidad cristiana sea servida en su camino unita-
Ahora bien, dentro del radicalismo evangélico rio hacia la salvación.
y como manifestación del mismo se encuentra La obediencia cristiana, auténtica, mo-
un rico florecimiento de múltiples virtudes y tivada y vivida rectamente sin servilismos,
exigencias éticas, que son decisivas para la ayuda al presbítero a ejercer con transparencia
vida pastoral y espiritual del sacerdote, como, evangélica la autoridad que le ha sido confiada
por ejemplo, la fe, la humildad ante el misterio en relación con el Pueblo de Dios: sin autorita-
de Dios, la misericordia, la prudencia. Expre- rismos y sin decisiones demagógicas. Sólo el
sión privilegiada del radicalismo son los va- que sabe obedecer en Cristo, sabe cómo pedir,
rios consejos evangélicos que Jesús propone según el Evangelio, la obediencia de los de-
en el Sermón de la Montaña (cf. Mt 5-7), y más.
entre ellos los consejos, íntimamente relacio-
nados entre sí, de obediencia, castidad y po- La obediencia del presbítero presenta
breza:(73) el sacerdote está llamado a vivirlos además una exigencia comunitaria; en efecto,
según el estilo, es más, según las finalidades y no se trata de la obediencia de alguien que se
el significado original que nacen de la identi- relaciona individualmente con la autoridad,
dad propia del presbítero y la expresan. sino que el presbítero está profundamente in-
serto en la unidad del presbiterio, que, como
28. «Entre las virtudes más necesarias tal, está llamado a vivir en estrecha colabora-
en el ministerio de los presbíteros, recordemos ción con el Obispo y, a través de él, con el
la disposición de ánimo para estar siempre sucesor de Pedro.(75)
prontos para buscar no la propia voluntad, sino
el cumplimiento de la voluntad de aquel que Este aspecto de la obediencia del sa-
los ha enviado (cf. Jn 4, 34; 5, 30; 6, 38)».(74) cerdote exige una gran ascesis, tanto en el sen-
Se trata de la obediencia, que, en el caso de la tido de capacidad a no dejarse atar demasiado
vida espiritual del sacerdote, presenta algunas a las propias preferencias o a los propios pun-
características peculiares. tos de vista, como en el sentido de permitir a
los hermanos que puedan desarrollar sus talen-
Es, ante todo, una obediencia «apostó- tos y sus aptitudes, más allá de todo celo, en-
lica», en cuanto que reconoce, ama y sirve a la vidia o rivalidad. La obediencia del sacerdote
Iglesia en su estructura jerárquica. En verdad es una obediencia solidaria, que nace de su
no se da ministerio sacerdotal sino en la co- pertenencia al único presbiterio y que siempre
munión con el Sumo Pontífice y con el Cole- dentro de él y con él aporta orientaciones y
gio episcopal, particularmente con el propio toma decisiones corresponsables.
Obispo diocesano, hacia los que debe obser-
varse la «obediencia y respeto» filial, prometi- Por último, la obediencia sacerdotal
dos en el rito de la ordenación. Esta sumisión tiene un especial «carácter de pastoralidad».
a cuantos están revestidos de la autoridad ecle- Es decir, se vive en un clima de constante dis-
sial no tiene nada de humillante, sino que nace ponibilidad a dejarse absorber, y casi «devo-
de la libertad responsable del presbítero, que rar», por las necesidades y exigencias de la
acoge no sólo las exigencias de una vida ecle- grey. Es verdad que estas exigencias han de
sial orgánica y organizada, sino también aque- tener una justa racionalidad, y a veces han de
lla gracia de discernimiento y de responsabili- ser seleccionadas y controladas; pero es inne-
dad en las decisiones eclesiales, que Jesús ha gable que la vida del presbítero está ocupada,
garantizado a sus apóstoles y a sus sucesores, de manera total, por el hambre del evangelio,
para que sea guardado fielmente el misterio de de la fe, la esperanza y el amor de Dios y de su
la Iglesia, y para que el conjunto de la comu- misterio, que de modo más o menos conscien-

27
Juan Pablo II

te está presente en el Pueblo de Dios que le ha en el celibato sacerdotal es un carisma, re-


sido confiado. cuerda a los presbíteros que ella constituye un
don inestimable de Dios a la Iglesia y repre-
29. Entre los consejos evangélicos —
senta un valor profético para el mundo actual.
dice el Concilio—, «destaca el precioso don
Este Sínodo afirma nuevamente y con fuerza
de la divina gracia, concedido a algunos por el
cuanto la Iglesia Latina y algunos ritos orien-
Padre (cf. Mt 19, 11; 1 Cor 7, 7), para que se
tales determinan, a saber, que el sacerdocio se
consagren sólo a Dios con un corazón que en
confiera solamente a aquellos hombres que
la virginidad y el celibato se mantiene más
han recibido de Dios el don de la vocación a la
fácilmente indiviso (cf. 1 Cor 7, 32-34). Esta
castidad célibe (sin menoscabo de la tradición
perfecta continencia por el reino de los cielos
de algunas Iglesias orientales y de los casos
siempre ha sido tenida en la más alta estima
particulares del clero casado proveniente de
por la Iglesia, como señal y estímulo de la
las conversiones al catolicismo, para los que
caridad y como un manantial extraordinario de
se hace excepción en la encíclica de Pablo VI
espiritual fecundidad en el mundo».(76) En la
sobre el celibato sacerdotal, n. 42). El Sínodo
virginidad y el celibato la castidad mantiene
no quiere dejar ninguna duda en la mente de
su significado original, a saber, el de una se-
nadie sobre la firme voluntad de la Iglesia de
xualidad humana vivida como auténtica mani-
mantener la ley que exige el celibato libremen-
festación y precioso servicio al amor de co-
te escogido y perpetuo para los candidatos a la
munión y de donación interpersonal. Este sig-
ordenación sacerdotal en el rito latino. El Sí-
nificado subsiste plenamente en la virginidad,
nodo solicita que el celibato sea presentado y
que realiza, en la renuncia al matrimonio, el
explicado en su plena riqueza bíblica, teológi-
«significado esponsalicio» del cuerpo median-
ca y espiritual, como precioso don dado por
te una comunión y una donación personal a
Dios a su Iglesia y como signo del Reino que
Jesucristo y a su Iglesia, que prefiguran y anti-
no es de este mundo, signo también del amor
cipan la comunión y la donación perfectas y
de Dios a este mundo, y del amor indiviso del
definitivas del más allá: «En la virginidad el
sacerdote a Dios y al Pueblo de Dios, de modo
hombre está a la espera, incluso corporalmen-
que el celibato sea visto como enriquecimiento
te, de las bodas escatológicas de Cristo con la
positivo del sacerdocio».(78)
Iglesia, dándose totalmente a la Iglesia con la
esperanza de que Cristo se dé a ésta en la ple- Es particularmente importante que el
na verdad de la vida eterna».(77) sacerdote comprenda la motivación teológica
de la ley eclesiástica sobre el celibato. En
A esta luz se pueden comprender y
cuanto ley, ella expresa la voluntad de la Igle-
apreciar más fácilmente los motivos de la de-
sia, antes aún que la voluntad que el sujeto
cisión multisecular que la Iglesia de Occidente
manifiesta con su disponibilidad. Pero esta
tomó y sigue manteniendo —a pesar de todas
voluntad de la Iglesia encuentra su motivación
las dificultades y objeciones surgidas a través
última en la relación que el celibato tiene con
de los siglos—, de conferir el orden presbiteral
la ordenación sagrada, que configura al sa-
sólo a hombres que den pruebas de ser llama-
cerdote con Jesucristo, Cabeza y Esposo de la
dos por Dios al don de la castidad en el celiba-
Iglesia. La Iglesia, como Esposa de Jesucristo,
to absoluto y perpetuo.
desea ser amada por el sacerdote de modo to-
Los Padres sinodales han expresado tal y exclusivo como Jesucristo, Cabeza y Es-
con claridad y fuerza su pensamiento con una poso, la ha amado. Por eso el celibato sacerdo-
Proposición importante, que merece ser trans- tal es un don de sí mismo en y con Cristo a su
crita íntegra y literalmente: «Quedando en pie Iglesia y expresa el servicio del sacerdote a la
la disciplina de las Iglesias Orientales, el Sí- Iglesia en y con el Señor.
nodo, convencido de que la castidad perfecta

28
Pastores dabo vobis

Para una adecuada vida espiritual del La pobreza del sacerdote, en virtud de
sacerdote es preciso que el celibato sea consi- su configuración sacramental con Cristo, Ca-
derado y vivido no como un elemento aislado beza y Pastor, tiene características «pastora-
o puramente negativo, sino como un aspecto les» bien precisas, en las que se han fijado los
de una orientación positiva, específica y carac- Padres sinodales, recordando y desarrollando
terística del sacerdote: él, dejando padre y ma- las enseñanzas conciliares.(82) Afirman, entre
dre, sigue a Jesús, buen Pastor, en una comu- otras cosas: «Los sacerdotes, siguiendo el
nión apostólica, al servicio del Pueblo de Dios. ejemplo de Cristo que, siendo rico, se ha he-
Por tanto, el celibato ha de ser acogido con cho pobre por nuestro amor (cf. 2 Cor 8, 9),
libre y amorosa decisión, que debe ser conti- deben considerar a los pobres y a los más dé-
nuamente renovada, como don inestimable de biles como confiados a ellos de un modo espe-
Dios, como «estímulo de la caridad pasto- cial y deben ser capaces de testimoniar la po-
ral»,(79) como participación singular en la breza con una vida sencilla y austera, habitua-
paternidad de Dios y en la fecundidad de la dos ya a renunciar generosamente a las cosas
Iglesia, como testimonio ante el mundo del superfluas (Optatam totius, 9; C.I.C., can.
Reino escatológico. Para vivir todas las exi- 282)».(83)
gencias morales, pastorales y espirituales del Es verdad que «el obrero merece su sa-
celibato sacerdotal es absolutamente necesaria lario» (Lc 10, 7) y que «el Señor ha ordenado
la oración humilde y confiada, como nos re- que los que predican el Evangelio vivan del
cuerda el Concilio: «Cuanto más imposible se Evangelio» (1 Cor 9, 14); pero también es
considera por no pocos hombres la perfecta verdad que este derecho del apóstol no puede
continencia en el mundo de hoy, tanto más absolutamente confundirse con una especie de
humilde y perseverantemente pedirán los pretensión de someter el servicio del evangelio
presbíteros, a una con la Iglesia, la gracia de la
y de la Iglesia a las ventajas e intereses que del
fidelidad, que nunca se niega a los que la pi- mismo puedan derivarse. Sólo la pobreza ase-
den, empleando, al mismo tiempo, todos los gura al sacerdote su disponibilidad a ser en-
medios sobrenaturales y naturales, que están al viado allí donde su trabajo sea más útil y ur-
alcance de todos».(80) Será la oración, unida a gente, aunque comporte sacrificio personal.
los Sacramentos de la Iglesia y al esfuerzo Ésta es una condición y una premisa indispen-
ascético, los que infundan esperanza en las sable a la docilidad que el apóstol ha de tener
dificultades, perdón en las faltas, confianza y al Espíritu, el cual lo impulsa para «ir», sin
ánimo en el volver a comenzar. lastres y sin ataduras, siguiendo sólo la volun-
30. De la pobreza evangélica los Pa- tad del Maestro (cf. Lc 9, 57-62; Mc 10, 17-
dres sinodales han dado una descripción muy 22).
concisa y profunda, presentándola como «su-
Inserto en la vida de la comunidad y
misión de todos los bienes al Bien supremo de responsable de la misma, el sacerdote debe
Dios y de su Reino».(81) En realidad, sólo el ofrecer también el testimonio de una total
que contempla y vive el misterio de Dios co- «transparencia» en la administración de los
mo único y sumo Bien, como verdadera y de- bienes de la misma comunidad, que no tratará
finitiva Riqueza, puede comprender y vivir la jamás como un patrimonio propio, sino como
pobreza, que no es ciertamente desprecio y algo de lo que debe rendir cuentas a Dios y a
rechazo de los bienes materiales, sino el uso los hermanos, sobre todo a los pobres. Ade-
agradecido y cordial de estos bienes y, a la más, la conciencia de pertenecer al único
vez, la gozosa renuncia a ellos con gran liber- presbiterio lo llevará a comprometerse para
tad interior, esto es, hecha por Dios y obede- favorecer una distribución más justa de los
ciendo sus designios.

29
Juan Pablo II

bienes entre los hermanos, así como un cierto misma Iglesia, que en el Credo profesamos
uso en común de los bienes (cf. Hch 2, 42-47). como «Comunión de los Santos». La santidad
del cristiano deriva de la de la Iglesia, la ex-
La libertad interior, que la pobreza
presa y al mismo tiempo la enriquece. Esta
evangélica custodia y alimenta, prepara al sa-
dimensión eclesial reviste modalidades, finali-
cerdote para estar al lado de los más débiles;
dades y significados particulares en la vida
para hacerse solidario con sus esfuerzos por
espiritual del presbítero, en razón de su rela-
una sociedad más justa; para ser más sensible
ción especial con la Iglesia, basándose siempre
y más capaz de comprensión y de discerni-
en su configuración con Cristo, Cabeza y Pas-
miento de los fenómenos relativos a los aspec-
tor, en su ministerio ordenado, en su caridad
tos económicos y sociales de la vida; para
pastoral.
promover la opción preferencial por los po-
bres; ésta, sin excluir a nadie del anuncio y del En esta perspectiva es necesario consi-
don de la salvación, sabe inclinarse ante los derar como valor espiritual del presbítero su
pequeños, ante los pecadores, ante los margi- pertenencia y su dedicación a la Iglesia parti-
nados de cualquier clase, según el modelo cular, lo cual no está motivado solamente por
ofrecido por Jesús en su ministerio profético y razones organizativas y disciplinares; al con-
sacerdotal (cf. Lc 4, 18). trario, la relación con el Obispo en el único
presbiterio, la coparticipación en su preocupa-
No hay que olvidar el significado pro-
ción eclesial, la dedicación al cuidado evangé-
fético de la pobreza sacerdotal, particularmen-
lico del Pueblo de Dios en las condiciones
te urgente en las sociedades opulentas y de
concretas históricas y ambientales de la Iglesia
consumo, pues «el sacerdote verdaderamente
particular, son elementos de los que no se
pobre es ciertamente un signo concreto de la
puede prescindir al dibujar la configuración
separación, de la renuncia y de la no sumisión
propia del sacerdote y de su vida espiritual. En
a la tiranía del mundo contemporáneo, que
este sentido la «incardinación» no se agota en
pone toda su confianza en el dinero y en la
un vínculo puramente jurídico, sino que com-
seguridad material».(84)
porta también una serie de actitudes y de op-
Jesucristo, que en la cruz lleva a per- ciones espirituales y pastorales, que contribu-
fección su caridad pastoral con un total despo- yen a dar una fisonomía específica a la figura
jo exterior e interior, es el modelo y fuente de vocacional del presbítero.
las virtudes de obediencia, castidad y pobreza
Es necesario que el sacerdote tenga la
que el sacerdote está llamado a vivir como
conciencia de que su «estar en una Iglesia par-
expresión de su amor pastoral por los herma-
ticular» constituye, por su propia naturaleza,
nos. Como escribe San Pablo a los Filipenses,
un elemento calificativo para vivir una espiri-
el sacerdote debe tener «los mismos senti-
tualidad cristiana. Por ello, el presbítero en-
mientos» de Jesús, despojándose de su propio
cuentra, precisamente en su pertenencia y de-
«yo», para encontrar, en la caridad obediente,
dicación a la Iglesia particular, una fuente de
casta y pobre, la vía maestra de la unión con
significados, de criterios de discernimiento y
Dios y de la unidad con los hermanos (cf. Flp
de acción, que configuran tanto su misión pas-
2, 5).
toral, como su vida espiritual.
Pertenencia y dedicación a la Iglesia
En el caminar hacia la perfección pue-
particular
den ayudar también otras inspiraciones o refe-
31. Como toda vida espiritual auténti- rencias a otras tradiciones de vida espiritual,
camente cristiana, también la del sacerdote capaces de enriquecer la vida sacerdotal de
posee una esencial e irrenunciable dimensión cada uno y de animar el presbiterio con ricos
eclesial: es participación en la santidad de la dones espirituales. Es éste el caso de muchas

30
Pastores dabo vobis

asociaciones eclesiales —antiguas y nuevas—, sobre esto: «El don espiritual que los presbíte-
que acogen en su seno también a sacerdotes: ros recibieron en la ordenación no los prepara
desde las sociedades de vida apostólica a los a una misión limitada y restringida, sino a la
institutos seculares presbiterales; desde las misión universal y amplísima de salvación
varias formas de comunión y participación “hasta los confines de la tierra” (Hch 1, 8),
espiritual a los movimientos eclesiales. Los pues cualquier ministerio sacerdotal participa
sacerdotes que pertenecen a Órdenes y a Con- de la misma amplitud universal de la misión
gregaciones religiosas son una riqueza espiri- confiada por Cristo a los Apóstoles».(88)
tual para todo el presbiterio diocesano, al que Se sigue de esto que la vida espiritual
contribuyen con carismas específicos y minis- de los sacerdotes debe estar profundamente
terios especializados; con su presencia estimu- marcada por el anhelo y el dinamismo misio-
lan la Iglesia particular a vivir más intensa- nero. Corresponde a ellos, en el ejercicio del
mente su apertura universal.(85) ministerio y en el testimonio de su vida, plas-
La pertenencia del sacerdote a la Igle- mar la comunidad que se les ha confiado para
sia particular y su dedicación, hasta el don de que sea una comunidad auténticamente misio-
la propia vida, para la edificación de la Iglesia nera. Como he señalado en la encíclica Re-
—«in persona Christi», Cabeza y Pastor—, al demptoris missio, «todos los sacerdotes deben
servicio de toda la comunidad cristiana, en de tener corazón y mentalidad de misioneros,
cordial y filial relación con el Obispo, han de estar abiertos a las necesidades de la Iglesia y
ser favorecidas por todo carisma que forme del mundo, atentos a los más lejanos y, sobre
parte de una existencia sacerdotal o esté cer- todo, a los grupos no cristianos del propio am-
cano a la misma.(86) biente. Que en la oración y, particularmente,
en el sacrificio eucarístico sientan la solicitud
Para que la abundancia de los dones
de toda la Iglesia por la humanidad ente-
del Espíritu Santo sea acogida con gozo y dé
ra».(89)
frutos para gloria de Dios y bien de la Iglesia
entera, se exige por parte de todos, en primer Si este espíritu misionero anima gene-
lugar, el conocimiento y discernimiento de los rosamente la vida de los sacerdotes, será fácil
carismas propios y ajenos, y un ejercicio de la respuesta a una necesidad cada día más gra-
los mismos acompañado siempre por la hu- ve en la Iglesia, que nace de una desigual dis-
mildad cristiana, la valentía de la autocrítica y tribución del clero. En este sentido ya el Con-
la intención —por encima de cualquier otra cilio se mostró preciso y enérgico: «Recuer-
preocupación—, de ayudar a la edificación de den, pues, los presbíteros que deben llevar en
toda la comunidad, a cuyo servicio está puesto su corazón la solicitud por todas las Iglesias.
todo carisma particular. Se pide, además, a Por tanto, los presbíteros de aquellas diócesis
todos un sincero esfuerzo de estima recíproca, que son más ricas en abundancia de vocacio-
de respeto mutuo y de valoración coordinada nes, muéstrense de buen grado dispuestos, con
de todas las diferencias positivas y justifica- permiso o por exhortación de su propio Obis-
das, presentes en el presbiterio. Todo esto po, a ejercer su ministerio en regiones, misio-
forma parte también de la vida espiritual y de nes u obras que padecen escasez de cle-
la constante ascesis del sacerdote. ro».(90)
32. La pertenencia y dedicación a una «Renueva en sus corazones el Espíri-
Iglesia particular no circunscriben la actividad tu de santidad»
y la vida del presbítero, pues, dada la misma 33. «El Espíritu del Señor está sobre
naturaleza de la Iglesia particular(87) y del mí, porque me ha ungido para anunciar a los
ministerio sacerdotal, aquellas no pueder re- pobres la Buena Nueva...» (Lc 4, 18). Jesús
ducirse a estrechos límites. El Concilio enseña

31
Juan Pablo II

hace resonar también hoy en nuestro corazón »Mediante la Ordenación, amadísimos


de sacerdotes las palabras que pronunció en la hermanos, habéis recibido el mismo Espíritu
sinagoga de Nazaret. Efectivamente, nuestra fe de Cristo, que os hace semejantes a Él, para
nos revela la presencia operante del Espíritu que podáis actuar en su nombre y vivir en vo-
de Cristo en nuestro ser, en nuestro actuar y en sotros sus mismos sentimientos. Esta íntima
nuestro vivir, tal como lo ha configurado, ca- comunión con el Espíritu de Cristo, a la vez
pacitado y plasmado el sacramento del Orden. que garantiza la eficacia de la acción sacra-
mental que realizáis “in persona Christi”, debe
Ciertamente, el Espíritu del Señor es el
expresarse también en el fervor de la oración,
gran protagonista de nuestra vida espiritual.
en la coherencia de vida, en la caridad pastoral
Él crea el «corazón nuevo», lo anima y lo guía
de un ministerio dirigido incansablemente a la
con la «ley nueva» de la caridad, de la caridad
salvación de los hermanos. Requiere, en una
pastoral. Para el desarrollo de la vida espiritual
palabra, vuestra santificación personal.»(91)
es decisiva la certeza de que no faltará nunca
al sacerdote la gracia del Espíritu Santo, como
don totalmente gratuito y como mandato de
CAPÍTULO IV
responsabilidad. La conciencia del don infun-
de y sostiene la confianza indestructible del VENID Y LO VERÉIS
sacerdote en las dificultades, en las tentacio- La vocación sacerdotal en la pastoral de la
nes, en las debilidades con que puede encon- Iglesia
trarse en el camino espiritual.
Buscar, seguir, permanecer
Vuelvo a proponer a todos los sacerdo-
tes lo que, en otra ocasión, dije a un numeroso 34. «Venid y lo veréis» (Jn 1, 39). De
grupo de ellos, «La vocación sacerdotal es esta manera responde Jesús a los dos discípu-
esencialmente una llamada a la santidad, que los de Juan el Bautista, que le preguntaban
nace del sacramento del Orden. La santidad es donde vivía. En estas palabras encontramos el
intimidad con Dios, es imitación de Cristo, significado de la vocación.
pobre, casto, humilde; es amor sin reservas a Así cuenta el evangelista la llamada a
las almas y donación a su verdadero bien; es Andrés y a Pedro: «Al día siguiente, Juan se
amor a la Iglesia que es santa y nos quiere encontraba en aquel mismo lugar con dos de
santos, porque ésta es la misión que Cristo le sus discípulos. De pronto vio a Jesús, que pa-
ha encomendado. Cada uno de vosotros debe saba por allí, y dijo: “¡Éste es el cordero de
ser santo, también para ayudar a los hermanos Dios!” Los dos discípulos le oyeron decir esto
a seguir su vocación a la santidad... y siguieron a Jesús. Jesús se volvió y, viendo
»¿Cómo no reflexionar... sobre la fun- que lo seguían, les preguntó: “¿Qué buscáis?”
ción esencial que el Espíritu Santo ejerce en la Ellos contestaron: “Rabbí, (que quiere decir
específica llamada a la santidad, propia del Maestro) ¿dónde vives?” Él les respondió:
ministerio sacerdotal? Recordemos las pala- “Venid y lo veréis”. Se fueron con él, vieron
bras del rito de la Ordenación sacerdotal, que dónde vivía y pasaron aquel día con él. Eran
se consideran centrales en la fórmula sacra- como las cuatro de la tarde. Uno de los dos
mental: “Te pedimos, Padre todopoderoso, que que siguieron a Jesús era Andrés, el hermano
confieras a estos siervos tuyos la dignidad del de Simón Pedro. Encontró Andrés en primer
presbiterado; renueva en sus corazones el Es- lugar a su propio hermano Simón y le dijo:
píritu de santidad; reciban de Ti el sacerdocio “Hemos encontrado al Mesías (que quiere de-
de segundo grado y sean, con su conducta, cir Cristo)”. Y lo llevó a Jesús. Jesús, al verlo,
ejemplo de vida”. le dijo: “Tú eres Simón, hijo de Juan: en ade-

32
Pastores dabo vobis

lante te llamarás Cefas, (es decir, Pedro)”» (Jn dimensión connatural y esencial de la pastoral
1, 35-42). eclesial, o sea, de su vida y de su misión.(95)
Esta página del Evangelio es una de La dimensión vocacional es esencial y
tantas de la Biblia en las que se describe el connatural a la pastoral de la Iglesia. La ra-
«misterio» de la vocación; en nuestro caso, el zón se encuentra en el hecho de que la voca-
misterio de la vocación a ser apóstoles de Je- ción define, en cierto sentido, el ser profundo
sús. La página de san Juan, que tiene también de la Iglesia, incluso antes que su actuar. En el
un significado para la vocación cristiana como mismo vocablo de Iglesia (Ecclesia) se indica
tal, adquiere un valor simbólico para la voca- su fisonomía vocacional íntima, porque es
ción sacerdotal. La Iglesia, como comunidad verdaderamente «convocatoria», esto es,
de los discípulos de Jesús, está llamada a fijar asamblea de los llamados: «Dios ha convoca-
su mirada en esta escena que, de alguna mane- do la asamblea de aquellos que miran en la fe
ra, se renueva continuamente en la historia. Se a Jesús, autor de la salvación y principio de
le invita a profundizar el sentido original y unidad y de paz, y así ha constituido la Iglesia,
personal de la vocación al seguimiento de para que sea para todos y para cada uno el
Cristo en el ministerio sacerdotal y el vínculo sacramento visible de esta unidad salvífi-
inseparable entre la gracia divina y la respon- ca».(96)
sabilidad humana contenido y revelado en esas Una lectura propiamente teológica de
dos palabras que tantas veces encontramos en la vocación sacerdotal y de su pastoral, puede
el Evangelio: ven y sígueme (cf. Mt 19, 21). Se nacer sólo de la lectura del misterio de la Igle-
le invita a interpretar y recorrer el dinamismo sia como mysterium vocationis.
propio de la vocación, su desarrollo gradual y
concreto en las fases del buscar a Jesús, se- La Iglesia y el don de la vocación
guirlo y permanecer con Él. 35. Toda vocación cristiana encuentra
La Iglesia encuentra en este Evangelio su fundamento en la elección gratuita y prece-
de la vocación el modelo, la fuerza y el impul- dente de parte del Padre, «que desde lo alto
so de su pastoral vocacional, o sea, de su mi- del cielo nos ha bendecido por medio de Cris-
sión destinada a cuidar el nacimiento, el dis- to con toda clase de bienes espirituales. Él nos
cernimiento y el acompañamiento de las voca- eligió en Cristo antes de la creación del mun-
ciones, en especial de las vocaciones al sacer- do, para que fuéramos su pueblo y nos mantu-
docio. Precisamente porque «la falta de sacer- viéramos sin mancha en su presencia. Llevado
dotes es ciertamente la tristeza de cada Igle- de su amor, él nos destinó de antemano, con-
sia»,(92) la pastoral vocacional exige ser aco- forme al beneplácito de su voluntad, a ser
gida, sobre todo hoy, con nuevo, vigoroso y adoptados como hijos suyos, por medio de
más decidido compromiso por parte de todos Jesucristo» (Ef 1, 3-5).
los miembros de la Iglesia, con la conciencia Toda vocación cristiana viene de Dios,
de que no es un elemento secundario o acceso- es don de Dios. Sin embargo nunca se concede
rio, ni un aspecto aislado o sectorial, como si fuera o independientemente de la Iglesia, sino
fuera algo sólo parcial, aunque importante, de que siempre tiene lugar en la Iglesia y median-
la pastoral global de la Iglesia. Como han te ella, porque, como nos recuerda el Concilio
afirmado repetidamente los Padres sinodales, Vaticano II, «fue voluntad de Dios el santifi-
se trata más bien de una actividad íntimamente car y salvar a los hombres, no aisladamente,
inserta en la pastoral general de cada Iglesia sin conexión alguna de unos con otros, sino
particular,(93) de una atención que debe inte- constituyendo un pueblo, que le confesara en
grarse e identificarse plenamente con la lla verdad y le sirviera santamente».(97)
mada “cura de almas” ordinaria,(94) de una

33
Juan Pablo II

La Iglesia no sólo contiene en sí todas ridad para actuar en su nombre «et in perso-
las vocaciones que Dios le otorga en su ca- na» de quien es Cabeza y Pastor de la Iglesia.
mino de salvación, sino que ella misma se En esta perspectiva se comprende lo
configura como misterio de vocación, reflejo que manifiestan los Padres sinodales: «La vo-
luminoso y vivo del misterio de la Santísima cación de cada uno de los presbíteros existe en
Trinidad. En realidad la Iglesia, «pueblo con- la Iglesia y para la Iglesia, y se realiza para
gregado por la unidad del Padre, del Hijo y del ella. De ahí se sigue que todo presbítero recibe
Espíritu Santo»,(98) lleva en sí el misterio del del Señor la vocación a través de la Iglesia
Padre que, sin ser llamado ni enviado por na- como un don gratuito, una gratia gratis data
die (cf.Rom 11, 33-35), llama a todos para (charisma). Es tarea del Obispo o del superior
santificar su nombre y cumplir su voluntad; competente no sólo examinar la idoneidad y la
ella custodia dentro de sí el misterio del Hijo, vocación del candidato, sino también recono-
llamado por el Padre y enviado para anunciar cerla. Este elemento eclesiástico pertenece a la
a todos el Reino de Dios, y que llama a todos a vocación, al ministerio presbiteral como tal. El
su seguimiento; y es depositaria del misterio candidato al presbiterado debe recibir la voca-
del Espíritu Santo que consagra para la misión ción sin imponer sus propias condiciones per-
a los que el Padre llama mediante su Hijo Je- sonales, sino aceptando las normas y condi-
sucristo. ciones que pone la misma Iglesia, por la res-
La Iglesia, que por propia naturaleza es ponsabilidad que a ella compete».(100)
«vocación», es generadora y educadora de
El diálogo vocacional: iniciativa de
vocaciones. Lo es en su ser de «sacramento»,
Dios y respuesta del hombre
en cuanto «signo» e «instrumento» en el que
resuena y se cumple la vocación de todo cris- 36. La historia de toda vocación sacer-
tiano; y lo es en su actuar, o sea, en el desarro- dotal, como también de toda vocación cristia-
llo de su ministerio de anuncio de la Palabra, na, es la historia de un inefable diálogo entre
de celebración de los Sacramentos y de servi- Dios y el hombre, entre el amor de Dios que
cio y testimonio de la caridad. llama y la libertad del hombre que responde a
Dios en el amor. Estos dos aspectos insepara-
Ahora se puede comprender mejor la bles de la vocación, el don gratuito de Dios y
esencial dimensión eclesial de la vocación la libertad responsable del hombre, aparecen
cristiana: ésta no sólo deriva «de» la Iglesia y de manera clara y eficaz en las brevísimas
de su mediación, no sólo se reconoce y se palabras con las que el evangelista san Marcos
cumple «en» la Iglesia, sino que —en el servi- presenta la vocación de los doce: Jesús «subió
cio fundamental de Dios— se configura nece- a un monte, y llamando a los que quiso, vinie-
sariamente como servicio «a» la Iglesia. La ron a él» (3, 13). Por un lado está la decisión
vocación cristiana, en todas sus formas, es un absolutamente libre de Jesús y por otro, el
don destinado a la edificación de la Iglesia, al «venir» de los doce, o sea, el «seguir» a Jesús.
crecimiento del Reino de Dios en el mun-
do.(99) Éste es el modelo constante, el elemen-
to imprescindible de toda vocación; la de los
Esto que decimos de toda vocación profetas, apóstoles, sacerdotes, religiosos, fie-
cristiana se realiza de un modo específico en les laicos, la de toda persona.
la vocación sacerdotal. Ésta es una llamada, a
través del sacramento del Orden recibido en la Ahora bien, la intervención libre y gra-
Iglesia, a ponerse al servicio del Pueblo de tuita de Dios que llama es absolutamente prio-
Dios con una peculiar pertenencia y configu- ritaria, anterior y decisiva. Es suya la iniciativa
ración con Jesucristo y que da también la auto- de llamar. Por ejemplo, ésta es la experiencia
del profeta Jeremías: «El Señor me habló así:

34
Pastores dabo vobis

“Antes de formarte en el vientre te conocí; libertad del hombre; la adhesión a la llamada


antes que salieras del seno te consagré, te de Dios y su entrega a Él.
constituí profeta de las naciones”» (Jr 1, 4-5). En realidad, gracia y libertad no se
Y es la misma verdad presentada por el após- oponen entre sí. Al contrario, la gracia anima
tol Pablo, que fundamenta toda vocación en la y sostiene la libertad humana, liberándola de
elección eterna en Cristo, hecha «antes de la la esclavitud del pecado (cf. Jn 8, 34-36), sa-
creación del mundo» y «conforme al beneplá- nándola y elevándola en sus capacidades de
cito de su voluntad» (Ef 1, 4. 5). La primacía apertura y acogida del don de Dios. Y si no se
absoluta de la gracia en la vocación encuentra puede atentar contra la iniciativa absolutamen-
su proclamación perfecta en la palabra de Je- te gratuita de Dios que llama, tampoco se pue-
sús: «No me elegisteis vosotros a mí, sino que de atentar contra la extrema seriedad con la
yo os elegí a vosotros y os he destinado para que el hombre es desafiado en su libertad. Así,
que vayáis y deis fruto y que vuestro fruto al «ven y sígueme» de Jesús, el joven rico
permanezca» (Jn 15, 16). contesta con el rechazo, signo —aunque sea
Si la vocación sacerdotal testimonia, de negativo— de su libertad: «Pero él, abatido
manera inequívoca, la primacía de la gracia, la por estas palabras, se marchó entristecido,
decisión libre y soberana de Dios de llamar al porque tenía muchos bienes» (Mc 10, 22).
hombre exige respeto absoluto, y en modo Por tanto, la libertad es esencial para
alguno puede ser forzada por presiones huma- la vocación, una libertad que en la respuesta
nas, ni puede ser sustituida por decisión hu- positiva se califica como adhesión personal
mana alguna. La vocación es un don de la gra- profunda, como donación de amor —o mejor
cia divina y no un derecho del hombre, de como re-donación al Donador: Dios que lla-
forma que «nunca se puede considerar la vida ma—, esto es, como oblación. «A la llamada
sacerdotal como una promoción simplemente —decía Pablo VI— corresponde la respuesta.
humana, ni la misión del ministro como un No puede haber vocaciones, si no son libres,
simple proyecto personal».(101) De este mo- es decir, si no son ofrendas espontáneas de sí
do, queda excluida radicalmente toda vanaglo- mismo, conscientes, generosas, totales... Obla-
ria y presunción por parte de los llamados (cf. ciones; éste es prácticamente el verdadero
Heb 5, 4 ss) los cuales han de sentir profun- problema... Es la voz humilde y penetrante de
damente una gratitud admirada y conmovida, Cristo, que dice, hoy como ayer y más que
una confianza y una esperanza firmes, porque ayer: ven. La libertad se sitúa en su raíz más
saben que están apoyados no en sus propias profunda: la oblación, la generosidad y el sa-
fuerzas, sino en la fidelidad incondicional de crificio».(102)
Dios que llama.
La oblación libre, que constituye el nú-
«Llamó a los que él quiso y vinieron a cleo íntimo y más precioso de la respuesta del
él» (Mc 3, 13). Este «venir», que se identifica hombre a Dios que llama, encuentra su mode-
con el «seguir» a Jesús, expresa la respuesta lo incomparable, más aún, su raíz viva, en la
libre de los doce a la llamada del Maestro. Así oblación libérrima de Jesucristo —primero de
sucede con Pedro y Andrés; les dijo: «‘Venid los llamados— a la voluntad del Padre: «Por
conmigo y os haré pescadores de hombres’. Y eso, al entrar en este mundo, dice Cristo: “No
ellos al instante, dejaron las redes y le siguie- has querido sacrificio ni oblación, pero me has
ron» (Mt 4, 19-20). Idéntica fue la experiencia formado un cuerpo ... Entonces yo dije: He
de Santiago y Juan (cf. Mt 4, 21-22). Así su- aquí que vengo, oh Dios, para hacer tu volun-
cede siempre: en la vocación brillan a la vez el tad”» (Heb 10, 5.7).
amor gratuito de Dios y la exaltación de la

35
Juan Pablo II

En íntima unión con Cristo, María, la cultural o ambiental. Otras veces se entiende
Virgen Madre, ha sido la criatura que más ha la libertad en términos de absoluta autonomía
vivido la plena verdad de la vocación, porque pretendiendo que sea la única e inexplorable
nadie como Ella ha respondido con un amor fuente de opciones personales y considerándo-
tan grande al amor inmenso de Dios.(103) la a toda costa como afirmación de sí mismo.
Pero, de ese modo, se cierra el camino para
37. «Abatido por estas palabras, se
entender y vivir la vocación como libre diálo-
marchó entristecido, porque tenía muchos bie-
go de amor, que nace de la comunicación de
nes» (Mc 10, 22). El joven rico del Evangelio,
Dios al hombre y se concluye con el don sin-
que no sigue la llamada de Jesús, nos recuerda
cero de sí, por parte del hombre.
los obstáculos que pueden bloquear o apagar
la respuesta libre del hombre: no sólo los bie- En el contexto actual no falta tampoco
nes materiales pueden cerrar el corazón hu- la tendencia a concebir la relación del hombre
mano a los valores del espíritu y a las exigen- con Dios de un modo individualista e intimis-
cias radicales del Reino de Dios, sino que ta, como si la llamada de Dios llegase a cada
también algunas condiciones sociales y cultu- persona por vía directa, sin mediación comuni-
rales de nuestro tiempo pueden representar no taria alguna, y tuviese como meta una ventaja,
pocas amenazas e imponer visiones desviadas o la salvación misma de cada uno de los lla-
y falsas sobre la verdadera naturaleza de la mados y no la dedicación total a Dios en el
vocación, haciendo difíciles, cuando no impo- servicio a la comunidad. Encontramos así otra
sibles, su acogida y su misma comprensión. amenaza, más profunda y a la vez más sutil,
que hace imposible reconocer y aceptar con
Muchos tienen una idea de Dios tan
gozo la dimensión eclesial inscrita originaria-
genérica y confusa que deriva en formas de
mente en toda vocación cristiana, y en particu-
religiosidad sin Dios, en las cuales la voluntad
lar en la vocación presbiteral. En efecto, como
de Dios se concibe como un destino inmutable
nos recuerda el Concilio, el sacerdocio minis-
e inevitable, al que el hombre debe simple-
terial adquiere su auténtico significado y reali-
mente adaptarse y resignarse con total pasivi-
za la plena verdad de sí mismo en el servir y
dad. Pero no es éste el rostro de Dios, que Je-
hacer crecer la comunidad cristiana y el sacer-
sucristo ha venido a revelarnos. En efecto,
docio común de los fieles.(104)
Dios es el Padre que, con amor eterno y pre-
cedente, llama al hombre y lo sitúa en un ma- El contexto cultural al que aludimos,
ravilloso y permanente diálogo con Él, invi- cuyo influjo no está ausente entre los mismos
tándolo a compartir su misma vida divina co- cristianos y especialmente entre los jóvenes,
mo hijo. Es cierto que, con una visión equivo- ayuda a comprender la difusión de la crisis de
cada de Dios, el hombre no puede reconocer ni las mismas vocaciones sacerdotales, origina-
siquiera la verdad sobre sí mismo, de tal forma das y acompañadas por crisis de fe más radica-
que la vocación no puede ser ni percibida ni les. Lo han declarado explícitamente los Pa-
vivida en su valor auténtico; puede ser sentida dres sinodales, reconociendo que la crisis de
solamente como un peso impuesto e insopor- las vocaciones al presbiterado tiene profundas
table. raíces en el ambiente cultural y en la mentali-
dad y praxis de los cristianos.(105)
También algunas ideas equivocadas
sobre el hombre, sostenidas con frecuencia De aquí la urgencia de que la pastoral
con aparentes argumentos filosóficos o «cien- vocacional de la Iglesia se dirija decididamen-
tíficos», inducen a veces al hombre a interpre- te y de modo prioritario hacia la reconstruc-
tar la propia existencia y libertad como total- ción de la «mentalidad cristiana», tal como la
mente determinadas y condicionadas por fac- crea y sostiene la fe. Más que nunca es necesa-
tores externos de orden educativo, psicológico, ria una evangelización que no se canse de pre-

36
Pastores dabo vobis

sentar el verdadero rostro de Dios —el Padre «Y lo llevó a Jesús». Éste es el núcleo
que en Jesucristo nos llama a cada uno de no- de toda la pastoral vocacional de la Iglesia,
sotros— así como el sentido genuino de la con la que cuida del nacimiento y crecimiento
libertad humana como principio y fuerza del de las vocaciones, sirviéndose de los dones y
don responsable de sí mismo. Solamente de responsabilidades, de los carismas y del minis-
esta manera se podrán sentar las bases indis- terio recibidos de Cristo y de su Espíritu. La
pensables para que toda vocación, incluida la Iglesia, como pueblo sacerdotal, profético y
sacerdotal, pueda ser percibida en su verdad, real, está comprometida en promover y ayudar
amada en su belleza y vivida con entrega total el nacimiento y la maduración de las vocacio-
y con gozo profundo. nes sacerdotales con la oración y la vida sa-
cramental, con el anuncio de la Palabra y la
Contenidos y medios de la pastoral
educación en la fe, con la guía y el testimonio
vocacional
de la caridad.
38. Ciertamente la vocación es un mis-
En su dignidad y responsabilidad de
terio inescrutable que implica la relación que
pueblo sacerdotal, la Iglesia encuentra en la
Dios establece con el hombre, como ser único
oración y en la celebración de la liturgia los
e irrepetible, un misterio percibido y sentido
momentos esenciales y primarios de la pasto-
como una llamada que espera una respuesta en
ral vocacional. En efecto, la oración cristiana,
lo profundo de la conciencia, esto es, en aquel
alimentándose de la Palabra de Dios, crea el
«sagrario del hombre, en el que éste se siente a
espacio ideal para que cada uno pueda descu-
solas con Dios, cuya voz resuena en la propia
brir la verdad de su ser y la identidad del pro-
intimidad».(106) Pero esto no elimina la di-
yecto de vida, personal e irrepetible, que el
mensión comunitaria y, más en concreto, ecle-
Padre le confía. Por eso es necesario educar,
sial de la vocación: la Iglesia está realmente
especialmente a los muchachos y a los jóve-
presente y operante en la vocación de cada
nes, para que sean fieles a la oración y medita-
sacerdote.
ción de la Palabra de Dios. En el silencio y en
En el servicio a la vocación sacerdotal la escucha podrán percibir la llamada del Se-
y a su camino, o sea, al nacimiento, discerni- ñor al sacerdocio y seguirla con prontitud y
miento y acompañamiento de la vocación, la generosidad.
Iglesia puede encontrar un modelo en Andrés,
La Iglesia debe acoger cada día la invi-
uno de los dos primeros discípulos que siguie-
tación persuasiva y exigente de Jesús, que nos
ron a Jesús. Es el mismo Andrés el que va a
pide que «roguemos al dueño de la mies que
contar a su hermano lo que le había sucedido:
envíe obreros a su mies» (Mt 9, 38). Obede-
«Hemos encontrado al Mesías (que quiere
ciendo al mandato de Cristo, la Iglesia hace,
decir el Cristo)» (Jn 1, 41). Y la narración de
antes que nada, una humilde profesión de fe,
este «descubrimiento» abre el camino al en-
pues al rogar por las vocaciones —mientras
cuentro: «Y lo llevó a Jesús» (Jn 1, 42). No
toma conciencia de su gran urgencia para su
hay ninguna duda sobre la iniciativa absolu-
vida y misión— reconoce que son un don de
tamente libre ni sobre la decisión soberana de
Dios y, como tal, hay que pedirlo con súplica
Jesús: es Jesús el que llama a Simón y le da un
incesante y confiada. Ahora bien, esta oración,
nuevo nombre: «Jesús, fijando su mirada en él,
centro de toda la pastoral vocacional, debe
le dijo: “Tú eres Simón, el hijo de Juan; tú te
comprometer no sólo a cada persona sino tam-
llamarás Cefas (que quiere decir Pedro)”» (Jn
bién a todas las comunidades eclesiales. Nadie
1, 42). Pero también Andrés ha tenido su ini-
duda de la importancia de cada una de las ini-
ciativa: ha favorecido el encuentro del her-
ciativas de oración y de los momentos especia-
mano con Jesús.
les reservados a ésta —comenzando por la

37
Juan Pablo II

Jornada Mundial anual por las Vocaciones— 39. En el ejercicio de su misión profé-
así como el compromiso explícito de personas tica, la Iglesia siente como urgente e irrenun-
y grupos particularmente sensibles al proble- ciable el deber de anunciar y testimoniar el
ma de las vocaciones sacerdotales. Pero hoy, sentido cristiano de la vocación: lo que po-
la espera suplicante de nuevas vocaciones de- dríamos llamar «el Evangelio de la vocación».
be ser cada vez más una práctica constante y También en este campo descubre la urgencia
difundida en la comunidad cristiana y en toda de las palabras del apóstol: «¡Ay de mí si no
realidad eclesial. Así se podrá revivir la expe- evangelizara!» (1 Cor 9, 16). Esta exclama-
riencia de los apóstoles, que en el Cenáculo, ción resuena principalmente para nosotros
unidos con María, esperan en oración la veni- pastores y se refiere, juntamente con nosotros,
da del Espíritu (cf. Hch 1, 14), que no dejará a todos los educadores en la Iglesia. La predi-
de suscitar también hoy en el Pueblo de Dios cación y la catequesis deben manifestar siem-
«dignos ministros del altar, testigos valientes y pre su intrínseca dimensión vocacional: la Pa-
humildes del Evangelio».(107) labra de Dios ilumina a los creyentes para va-
lorar la vida como respuesta a la llamada de
También la liturgia, culmen y fuente de
Dios y los acompaña para acoger en la fe el
la vida de la Iglesia(108) y, en particular, de
don de la vocación personal.
toda oración cristiana, tiene un papel indispen-
sable así como una incidencia privilegiada en Pero todo esto, aun siendo importante
la pastoral de las vocaciones. En efecto, la y esencial, no basta. Es necesaria una predica-
liturgia constituye una experiencia viva del ción directa sobre el misterio de la vocación
don de Dios y una gran escuela de la respuesta en la Iglesia, sobre el valor del sacerdocio mi-
a su llamada. Como tal, toda celebración litúr- nisterial, sobre su urgente necesidad para el
gica, y sobre todo la eucarística, nos descubre Pueblo de Dios. (110) Una catequesis orgánica
el verdadero rostro de Dios; nos pone en co- y difundida a todos los niveles en la Iglesia,
municación con el misterio de la Pascua, o además de disipar dudas y contrastar ideas
sea, con la «hora» por la que Jesús vino al unilaterales o desviadas sobre el ministerio
mundo y hacia la que se encaminó libre y vo- sacerdotal, abre los corazones de los creyentes
luntariamente en obediencia a la llamada del a la espera del don y crea condiciones favora-
Padre (cf. Jn 13, 1); nos manifiesta el rostro de bles para el nacimiento de nuevas vocaciones.
la Iglesia como pueblo de sacerdotes y comu- Ha llegado el tiempo de hablar valientemente
nidad bien compacta en la variedad y com- de la vida sacerdotal como de un valor inesti-
plementariedad de los carismas y vocaciones. mable y una forma espléndida y privilegiada
El sacrificio redentor de Cristo, que la Iglesia de vida cristiana. Los educadores, especial-
celebra sacramentalmente, da un valor particu- mente los sacerdotes, no deben temer el pro-
larmente precioso al sufrimiento vivido en poner de modo explícito y firme la vocación al
unión con el Señor Jesús. Los Padres sinodales presbiterado como una posibilidad real para
nos han invitado a no olvidar nunca que «a aquellos jóvenes que muestren tener los dones
través de la oblación de los sufrimientos, tan y las cualidades necesarias para ello. No hay
frecuentes en la vida de los hombres, el cris- que tener ningún miedo de condicionarles o
tiano enfermo se ofrece a sí mismo como víc- limitar su libertad; al contrario, una propuesta
tima a Dios, a imagen de Cristo, que se inmoló concreta, hecha en el momento oportuno, pue-
a sí mismo por todos nosotros (cf. Jn 17, 19)», de ser decisiva para provocar en los jóvenes
y que «el ofrecimiento de los sufrimientos con una respuesta libre y auténtica. Por lo demás,
esta intención es de gran provecho para la la historia de la Iglesia y la de tantas vocacio-
promoción de las vocaciones».(109) nes sacerdotales, surgidas incluso en tierna
edad, demuestran ampliamente el valor provi-
dencial de la cercanía y de la palabra de un

38
Pastores dabo vobis

sacerdote; no sólo de la palabra sino también labor de educación y de ayuda espiritual per-
de la cercanía, o sea, de un testimonio concre- sonal. No se arrepentirán jamás de haber des-
to y gozoso, capaz de motivar interrogantes y cuidado o relegado a segundo plano otras mu-
conducir a decisiones incluso definitivas. chas actividades también buenas y útiles, si
esto lo exigía la fidelidad a su ministerio de
40. Como Pueblo real, la Iglesia se sa-
colaboradores del Espíritu en la orientación y
be enraizada y animada por la «ley del Espíri-
guía de los llamados.
tu que da la vida» (Rom 8, 2), que es esen-
cialmente la ley regia de la caridad (cf. Sant 2, Finalidad de la educación del cristiano
8) o la ley perfecta de la libertad (cf. Sant 1, es llegar, bajo el influjo del Espíritu, a la «ple-
25). Por eso cumple su misión cuando orienta na madurez de Cristo» (Ef 4, 13). Esto se veri-
a cada uno de los fieles a descubrir y vivir la fica cuando, imitando y compartiendo su cari-
propia vocación en la libertad y a realizarla dad, se hace de toda la vida propia un servicio
en la caridad. de amor (cf. Jn 13, 14-15), ofreciendo un culto
espiritual agradable a Dios (cf. Rom 12, 1) y
En su misión educativa, la Iglesia pro-
entregándose a los hermanos. El servicio de
cura con especial atención suscitar en los ni-
amor es el sentido fundamental de toda voca-
ños, adolescentes y jóvenes el deseo y la vo-
ción, que encuentra una realización específica
luntad de un seguimiento integral y atrayente
en la vocación del sacerdote. En efecto, él es
de Jesucristo. La tarea educativa, que corres-
llamado a revivir, en la forma más radical po-
ponde también a la comunidad cristiana como
sible, la caridad pastoral de Jesús, o sea, el
tal, debe dirigirse a cada persona. En efecto,
amor del buen Pastor, que «da su vida por las
Dios con su llamada toca el corazón de cada
ovejas» (Jn 10, 11).
hombre, y el Espíritu, que habita en lo íntimo
de cada discípulo (cf. 1 Jn 3, 24), es infundido Por eso una pastoral vocacional autén-
a cada cristiano con carismas diversos y con tica no se cansará jamás de educar a los niños,
manifestaciones particulares. Por tanto, cada adolescentes y jóvenes al compromiso, al sig-
uno ha de ser ayudado para poder acoger el nificado del servicio gratuito, al valor del sa-
don que se le ha dado a él en particular, como crificio, a la donación incondicionada de sí
persona única e irrepetible, y para escuchar las mismos. En este sentido, se manifiesta particu-
palabras que el Espíritu de Dios le dirige. larmente útil la experiencia del voluntariado,
hacia el cual está creciendo la sensibilidad de
En esta perspectiva, la atención a las
tantos jóvenes. En efecto, se trata de un volun-
vocaciones al sacerdocio se debe concretar
tariado motivado evangélicamente, capaz de
también en una propuesta decidida y convin-
educar al discernimiento de las necesidades,
cente de dirección espiritual. Es necesario re-
vivido con entrega y fidelidad cada día, abier-
descubrir la gran tradición del acompañamien-
to a la posibilidad de un compromiso definiti-
to espiritual individual, que ha dado siempre
vo en la vida consagrada, alimentado por la
tantos y tan preciosos frutos en la vida de la
oración; dicho voluntariado podrá ayudar a
Iglesia. En determinados casos y bajo precisas
sostener una vida de entrega desinteresada y
condiciones, este acompañamiento podrá verse
gratuita y, al que lo practica, le hará más sen-
ayudado, pero nunca sustituido, con formas de
sible a la voz de Dios que lo puede llamar al
análisis o de ayuda psicológica.(111) Invítese
sacerdocio. A diferencia del joven rico, el vo-
a los niños, los adolescentes y los jóvenes a
luntario podría aceptar la invitación, llena de
descubrir y apreciar el don de la dirección es-
amor, que Jesús le dirige (cf. Mc 10, 21); y la
piritual, a buscarlo y experimentarlo, a solici-
podría aceptar porque sus únicos bienes con-
tarlo con insistencia confiada a sus educadores
sisten ya en darse a los otros y «perder» su
en la fe. Por su parte, los sacerdotes sean los
vida.
primeros en dedicar tiempo y energías a esta

39
Juan Pablo II

Todos somos responsables de las vo- deber de promover y coordinar las diversas
caciones sacerdotales iniciativas vocacionales.(114)
41. La vocación sacerdotal es un don El Obispo sabe que puede contar ante
de Dios, que constituye ciertamente un gran todo con la colaboración de su presbiterio.
bien para quien es su primer destinatario. Pero Todos los sacerdotes son solidarios y corres-
es también un don para toda la Iglesia, un bien ponsables con él en la búsqueda y promoción
para su vida y misión. Por eso la Iglesia está de las vocaciones presbiterales. En efecto,
llamada a custodiar este don, a estimarlo y como afirma el Concilio, «a los sacerdotes, en
amarlo. Ella es responsable del nacimiento y cuanto educadores en la fe, atañe procurar, por
de la maduración de las vocaciones sacerdota- sí mismos o por otros, que cada uno de los
les. En consecuencia, la pastoral vocacional fieles sea llevado en el Espíritu Santo a culti-
tiene como sujeto activo, como protagonista, a var su propia vocación».(115) «Este deber
la comunidad eclesial como tal, en sus diver- pertenece a la misión misma sacerdotal, por la
sas expresiones: desde la Iglesia universal a la que el presbítero se hace ciertamente partícipe
Iglesia particular y, análogamente, desde ésta de la solicitud de toda la Iglesia, para que aquí
a la parroquia y a todos los estamentos del en la tierra nunca falten operarios en el Pueblo
Pueblo de Dios. de Dios».(116) La vida misma de los presbíte-
ros, su entrega incondicional a la grey de Dios,
Es muy urgente, sobre todo hoy, que se
su testimonio de servicio amoroso al Señor y a
difunda y arraigue la convicción de que todos
su Iglesia —un testimonio sellado con la op-
los miembros de la Iglesia, sin excluir nin-
ción por la cruz, acogida en la esperanza y en
guno, tienen la responsabilidad de cuidar las
el gozo pascual—, su concordia fraterna y su
vocaciones. El Concilio Vaticano II ha sido
celo por la evangelización del mundo, son el
muy explícito al afirmar que «el deber de fo-
factor primero y más persuasivo de fecundidad
mentar las vocaciones afecta a toda la comu-
vocacional.(117)
nidad cristiana, la cual ha de procurarlo, ante
todo, con una vida plenamente cristiana».(112) Una responsabilidad particularísima
Solamente sobre la base de esta convicción, la está confiada a la familia cristiana, que en
pastoral vocacional podrá manifestar su rostro virtud del sacramento del matrimonio partici-
verdaderamente eclesial, desarrollar una ac- pa, de modo propio y original, en la misión
ción coordinada, sirviéndose también de orga- educativa de la Iglesia, maestra y madre. Co-
nismos específicos y de instrumentos adecua- mo han afirmado los Padres sinodales, «la
dos de comunión y de corresponsabilidad. familia cristiana, que es verdaderamente “co-
mo iglesia doméstica” (Lumen gentium, 11),
La primera responsabilidad de la pasto-
ha ofrecido siempre y continúa ofreciendo las
ral orientada a las vocaciones sacerdotales es
condiciones favorables para el nacimiento de
del Obispo,(113) que está llamado a vivirla en
las vocaciones. Y puesto que hoy la imagen de
primera persona, aunque podrá y deberá susci-
la familia cristiana está en peligro, se debe dar
tar abundantes tipos de colaboraciones. A él,
gran importancia a la pastoral familiar, de mo-
que es padre y amigo en su presbiterio, le co-
do que las mismas familias, acogiendo genero-
rresponde, ante todo, la solicitud de dar conti-
samente el don de la vida humana, formen
nuidad al carisma y al ministerio presbiteral,
“como un primer seminario” (Optatam totius,
incorporando a él nuevos miembros con la
2) en el que los hijos puedan adquirir, desde el
imposición de las manos. Él se preocupará de
comienzo, el sentido de la piedad y de la ora-
que la dimensión vocacional esté siempre pre-
ción y el amor a la Iglesia».(118) En continui-
sente en todo el ámbito de la pastoral ordina-
dad y en sintonía con la labor de los padres y
ria, es más, que esté plenamente integrada y
de la familia está la escuela, llamada a vivir su
como identificada con ella. A él compete el

40
Pastores dabo vobis

identidad de «comunidad educativa» incluso que valorarlas para que, en comunión con toda
con una propuesta cultural capaz de iluminar la Iglesia y para el crecimiento de ésta, presten
la dimensión vocacional como valor propio y su colaboración específica al desarrollo de la
fundamental de la persona humana. En este pastoral vocacional.
sentido, si es oportunamente enriquecida de Los diversos integrantes y miembros
espíritu cristiano (sea a través de presencias de la Iglesia comprometidos en la pastoral
eclesiales significativas en la escuela estatal, vocacional harán tanto más eficaz su trabajo,
según las diversas legislaciones nacionales, cuanto más estimulen a la comunidad eclesial
sea sobre todo en el caso de la escuela católi- como tal —empezando por la parroquia-—
ca), puede infundir «en el alma de los mucha- para que sientan que el problema de las voca-
chos y de los jóvenes el deseo de cumplir la ciones sacerdotales no puede ser encomendado
voluntad de Dios en el estado de vida más en exclusiva a unos «encargados» (los sacer-
idóneo a cada uno, sin excluir nunca la voca- dotes en general, los sacerdotes del Seminario
ción al ministerio sacerdotal».(119) en particular), pues, por tratarse de «un pro-
También los fieles laicos, en particular blema vital que está en el corazón mismo de la
los catequistas, los profesores, los educadores, Iglesia»,(121) debe hallarse en el centro del
los animadores de la pastoral juvenil, cada uno amor que todo cristiano tiene a la misma.
con los medios y modalidades propios, tienen
una gran importancia en la pastoral de las vo-
caciones sacerdotales. Cuanto más profundi- CAPÍTULO V
cen en el sentido de su propia vocación y mi- INSTITUYÓ DOCE PARA QUE ESTU-
sión en la Iglesia, tanto más podrán reconocer VIERAN CON ÉL
el valor y el carácter insustituible de la voca-
ción y de la misión sacerdotal. Formación de los candidatos al sacerdocio
En el ámbito de las comunidades dio- Vivir, como los apóstoles, en el se-
cesanas y parroquiales hay que apreciar y guimiento de Cristo
promover aquellos grupos vocacionales, cuyos 42. «Subió al monte y llamó a los que
miembros ofrecen su ayuda de oración y de él quiso: y vinieron donde él. Instituyó Doce,
sufrimiento por las vocaciones sacerdotales y para que estuvieran con él, y para enviarlos a
religiosas, así como su apoyo moral y mate- predicar con poder de expulsar los demonios»
rial. (Mc 3, 13-15).
También hay que mencionar aquí a los «Que estuvieran con él». No es difícil
numerosos grupos, movimientos y asociacio- entender el significado de estas palabras, esto
nes de fieles laicos que el Espíritu Santo hace es, «el acompañamiento vocacional» de los
surgir y crecer en la Iglesia, con vistas a una apóstoles por parte de Jesús. Después de ha-
presencia cristiana más misionera en el mun- berlos llamado y antes de enviarlos, es más,
do. Estas diversas agrupaciones de laicos están para poder mandarlos a predicar, Jesús les
resultando un campo particularmente fértil pide un «tiempo» de formación, destinado a
para el nacimiento de vocaciones consagradas desarrollar una relación de comunión y de
y son ambientes propicios de oferta y creci- amistad profundas con Él. Dedica a ellos una
miento vocacional. En efecto, no pocos jóve- catequesis más intensa que al resto de la gente
nes, precisamente en el ambiente de estas (cf. Mt 13, 11) y quiere que sean testigos de su
agrupaciones y gracias a ellas, han sentido la oración silenciosa al Padre (cf. Jn 17, 1-26; Lc
llamada del Señor a seguirlo en el camino del 22, 39-45).
sacerdocio ministerial y han respondido a ella
con generosidad.(120) Por consiguiente, hay

41
Juan Pablo II

En su solicitud por las vocaciones sa- Padres sinodales en relación con las Iglesias
cerdotales la Iglesia de todos los tiempos se particulares. Los mismos Padres, manifestan-
inspira en el ejemplo de Cristo. Han sido —y do su grave preocupación, pero también su
en parte lo son todavía— muy diversas las grande esperanza, han podido conocer y refle-
formas concretas con las que la Iglesia se ha xionar ampliamente sobre el esfuerzo de bús-
dedicado a la pastoral vocacional, destinada no queda y actualización de los métodos de for-
sólo a discernir, sino también a «acompañar» mación de los aspirantes al sacerdocio, puestos
las vocaciones al sacerdocio. Pero el espíritu en práctica en todas sus Iglesias.
que debe animarlas y sostenerlas es idéntico: La presente Exhortación intenta reco-
el de promover al sacerdocio solamente los ger el fruto de los trabajos sinodales, señalan-
que han sido llamados y llevarlos debidamente do algunos objetivos logrados, mostrando al-
preparados, esto es, mediante una respuesta gunas metas irrenunciables, poniendo a dispo-
consciente y libre que implica a toda la perso- sición de todos la riqueza de experiencias y de
na en su adhesión a Jesucristo, que llama a su procesos formativos experimentados ya en
intimidad de vida y a participar en su misión modo positivo. En esta Exhortación se expo-
salvífica. En este sentido el Seminario en sus nen separadamente la formación «inicial» y la
diversas formas y, de modo análogo, la casa formación «permanente», pero sin olvidar
de formación de los sacerdotes religiosos, an- nunca la profunda relación que tienen entre sí
tes que ser un lugar o un espacio material, de- y que debe hacer de las dos un solo proyecto
be ser un ambiente espiritual, un itinerario de orgánico de vida cristiana y sacerdotal. La
vida, una atmósfera que favorezca y asegure Exhortación trata sobre las diversas dimensio-
un proceso formativo, de manera que el que ha nes de la formación, humana, espiritual, inte-
sido llamado por Dios al sacerdocio pueda lectual y pastoral, como también sobre los
llegar a ser, con el sacramento del Orden, una
ambientes y sobre los responsables de la for-
imagen viva de Jesucristo, Cabeza y Pastor de mación de los candidatos al sacerdocio.
la Iglesia. Los Padres sinodales, en su Mensaje
final, han expuesto de forma inmediata y pro- I. DIMENSIONES DE LA FORMACIÓN
funda el significado original y específico de la SACERDOTAL
formación de los candidatos al sacerdocio, La formación humana, fundamento
diciendo que «vivir en el seminario, escuela de toda la formación sacerdotal
del Evangelio, es vivir en el seguimiento de
Cristo como los apóstoles; es dejarse educar 43. «Sin una adecuada formación hu-
por Él para el servicio del Padre y de los hom- mana, toda la formación sacerdotal estaría
bres, bajo la conducción del Espíritu Santo. privada de su fundamento necesario».(123)
Más aún, es dejarse configurar con Cristo, Esta afirmación de los Padres sinodales expre-
buen Pastor, para un mejor servicio sacerdotal sa no solamente un dato sugerido diariamente
en la Iglesia y en el mundo. Formarse para el por la razón y comprobado por la experiencia,
sacerdocio es aprender a dar una respuesta sino una exigencia que encuentra sus motivos
personal a la pregunta fundamental de Cristo: más profundos y específicos en la naturaleza
“¿Me amas?” (Jn 21, 15). Para el futuro sacer- misma del presbítero y de su ministerio.
dote, la respuesta no puede ser sino el don El presbítero, llamado a ser «imagen
total de su vida».(122) viva» de Jesucristo, Cabeza y Pastor de la
Se trata pues de encarnar este espíritu Iglesia, debe procurar reflejar en sí mismo, en
—que nunca deberá faltar en la Iglesia— en la medida de lo posible, aquella perfección
las condiciones sociales, psicológicas, políti- humana que brilla en el Hijo de Dios hecho
cas y culturales del mundo actual, tan variadas hombre y que se transparenta con singular
y complejas, como han puesto de relieve los eficacia en sus actitudes hacia los demás, tal

42
Pastores dabo vobis

como nos las presentan los evangelistas. Ade- manas: «Todo cuanto habéis aprendido —
más, el ministerio del sacerdote consiste en sigue diciendo— y recibido y oído y visto en
anunciar la Palabra, celebrar el Sacramento, mí, ponedlo por obra» (Flp 4, 9).
guiar en la caridad a la comunidad cristiana De particular importancia es la capaci-
«personificando a Cristo y en su nombre», dad de relacionarse con los demás, elemento
pero todo esto dirigiéndose siempre y sólo a verdaderamente esencial para quien ha sido
hombres concretos: «Todo Sumo Sacerdote es llamado a ser responsable de una comunidad y
tomado de entre los hombres y está puesto en «hombre de comunión». Esto exige que el
favor de los hombres en lo que se refiere a sacerdote no sea arrogante ni polémico, sino
Dios» (Heb 5, 1). Por esto la formación huma- afable, hospitalario, sincero en sus palabras y
na del sacerdote expresa una particular impor- en su corazón,(125) prudente y discreto, gene-
tancia en relación con los destinatarios de su roso y disponible para el servicio, capaz de
misión: precisamente para que su ministerio ofrecer personalmente y de suscitar en todos
sea humanamente lo más creíble y aceptable, relaciones leales y fraternas, dispuesto a com-
es necesario que el sacerdote plasme su perso- prender, perdonar y consolar (cf. 1 Tim 3, 1-5;
nalidad humana de manera que sirva de puente Tit 1, 7-9). La humanidad de hoy, condenada
y no de obstáculo a los demás en el encuentro frecuentemente a vivir en situaciones de masi-
con Jesucristo Redentor del hombre; es nece- ficación y soledad sobre todo en las grandes
sario que, a ejemplo de Jesús que «conocía lo concentraciones urbanas, es sensible cada vez
que hay en el hombre» (Jn 2, 25; cf. 8, 3-11), más al valor de la comunión: éste es hoy uno
el sacerdote sea capaz de conocer en profundi- de los signos más elocuentes y una de las vías
dad el alma humana, intuir dificultades y pro- más eficaces del mensaje evangélico.
blemas, facilitar el encuentro y el diálogo,
obtener la confianza y colaboración, expresar En dicho contexto se encuadra, como
juicios serenos y objetivos. cometido determinante y decisivo, la forma-
ción del candidato al sacerdocio en la madurez
Por tanto, no sólo para una justa y ne- afectiva, como resultado de la educación al
cesaria maduración y realización de sí mismo, amor verdadero y responsable.
sino también con vistas a su ministerio, los
futuros presbíteros deben cultivar una serie de 44. La madurez afectiva supone ser
cualidades humanas necesarias para la forma- conscientes del puesto central del amor en la
ción de personalidades equilibradas, sólidas y existencia humana. En realidad, como señalé
libres, capaces de llevar el peso de las respon- en la encíclica Redemptor hominis, «el hombre
sabilidades pastorales. Se hace así necesaria la no puede vivir sin amor. Él permanece para sí
educación a amar la verdad, la lealtad, el res- mismo un ser incomprensible, su vida está
peto por la persona, el sentido de la justicia, la privada de sentido si no se le revela el amor, si
fidelidad a la palabra dada, la verdadera com- no se encuentra con el amor, si no lo experi-
pasión, la coherencia y, en particular, el equi- menta y no lo hace propio, si no participa en él
librio de juicio y de comportamiento.(124) Un vivamente».(126)
programa sencillo y exigente para esta forma- Se trata de un amor que compromete a
ción lo propone el apóstol Pablo a los Filipen- toda la persona, a nivel físico, psíquico y espi-
ses: «Todo cuanto hay de verdadero, de noble, ritual, y que se expresa mediante el significado
de justo, de puro, de amable, de honorable, «esponsal» del cuerpo humano, gracias al cual
todo cuanto sea virtud y cosa digna de elogio, una persona se entrega a otra y la acoge. La
todo eso tenedlo en cuenta» (Flp 4, 8). Es in- educación sexual bien entendida tiende a la
teresante señalar cómo Pablo se presenta a sí comprensión y realización de esta verdad del
mismo como modelo para sus fieles precisa- amor humano. Es necesario constatar una si-
mente en estas cualidades profundamente hu-

43
Juan Pablo II

tuación social y cultural difundida que «“bana- una adecuada educación para la verdadera
liza” en gran parte la sexualidad humana, por- amistad, a semejanza de los vínculos de afecto
que la interpreta y la vive de manera reductiva fraterno que Cristo mismo vivió en su vida (cf.
y empobrecida, relacionándola únicamente Jn 11, 5).
con el cuerpo y el placer egoísta».(127) Con La madurez humana, y en particular la
frecuencia las mismas situaciones familiares, afectiva, exigen una formación clara y sólida
de las que proceden las vocaciones sacerdota- para una libertad, que se presenta como obe-
les, presentan al respecto no pocas carencias y diencia convencida y cordial a la «verdad» del
a veces incluso graves desequilibrios. propio ser, al significado de la propia existen-
En un contexto tal se hace más difícil, cia, o sea, al «don sincero de sí mismo», como
pero también más urgente, una educación en camino y contenido fundamental de la auténti-
la sexualidad que sea verdadera y plenamente ca realización personal.(130) Entendida así, la
personal y que, por ello, favorezca la estima y libertad exige que la persona sea verdadera-
el amor a la castidad, como «virtud que desa- mente dueña de sí misma, decidida a combatir
rrolla la auténtica madurez de la persona y la y superar las diversas formas de egoísmo e
hace capaz de respetar y promover el “signifi- individualismo que acechan a la vida de cada
cado esponsal” del cuerpo».(128) uno, dispuesta a abrirse a los demás, generosa
en la entrega y en el servicio al prójimo. Esto
Ahora bien, la educación para el amor
es importante para la respuesta que se ha de
responsable y la madurez afectiva de la perso-
dar a la vocación, y en particular a la sacerdo-
na son muy necesarias para quien, como el
tal, y para ser fieles a la misma y a los com-
presbítero, está llamado al celibato, o sea, a
promisos que lleva consigo, incluso en los
ofrecer, con la gracia del Espíritu y con la res-
momentos difíciles. En este proceso educativo
puesta libre de la propia voluntad, la totalidad
hacia una madura libertad responsable puede
de su amor y de su solicitud a Jesucristo y a la
ser de gran ayuda la vida comunitaria del Se-
Iglesia. A la vista del compromiso del celiba-
minario.(131)
to, la madurez afectiva ha de saber incluir,
dentro de las relaciones humanas de serena Íntimamente relacionada con la forma-
amistad y profunda fraternidad, un gran amor, ción para la libertad responsable está también
vivo y personal, a Jesucristo. Como han escri- la educación de la conciencia moral; la cual,
to los Padres sinodales, «al educar para la ma- al requerir desde la intimidad del propio «yo»
durez afectiva, es de máxima importancia el la obediencia a las obligaciones morales, des-
amor a Jesucristo, que se prolonga en una en- cubre el sentido profundo de esa obediencia, a
trega universal. Así, el candidato llamado al saber, ser una respuesta consciente y libre —y,
celibato, encontrará en la madurez afectiva por tanto, por amor— a las exigencias de Dios
una base firme para vivir la castidad con fide- y de su amor. «La madurez humana del sacer-
lidad y alegría».(129) dote —afirman los Padres sinodales— debe
incluir especialmente la formación de su con-
Puesto que el carisma del celibato, aun
ciencia. En efecto, el candidato, para poder
cuando es auténtico y probado, deja intactas
cumplir sus obligaciones con Dios y con la
las inclinaciones de la afectividad y los impul-
Iglesia y guiar con sabiduría las conciencias de
sos del instinto, los candidatos al sacerdocio
los fieles, debe habituarse a escuchar la voz de
necesitan una madurez afectiva que capacite a
Dios, que le habla en su corazón, y adherirse
la prudencia, a la renuncia a todo lo que pueda
con amor y firmeza a su voluntad».(132)
ponerla en peligro, a la vigilancia sobre el
cuerpo y el espíritu, a la estima y respeto en La formación espiritual: en comunión
las relaciones interpersonales con hombres y con Dios y a la búsqueda de Cristo
mujeres. Una ayuda valiosa podrá hallarse en

44
Pastores dabo vobis

45. La misma formación humana, si se y que la formación espiritual constituye «un


desarrolla en el contexto de una antropología elemento de máxima importancia en la educa-
que abarca toda la verdad sobre el hombre, se ción sacerdotal».(136)
abre y se completa en la formación espiritual. El contenido esencial de la formación
Todo hombre, creado por Dios y redimido con espiritual, dentro del itinerario bien preciso
la sangre de Cristo, está llamado a ser regene- hacia el sacerdocio, está expresado en el de-
rado «por el agua y el Espíritu» (cf. Jn 3, 5) y creto conciliar Optatam totius: «La formación
a ser «hijo en el Hijo». En este designio eficaz espiritual... debe darse de tal forma que los
de Dios está el fundamento de la dimensión alumnos aprendan a vivir en trato familiar y
constitutivamente religiosa del ser humano, asiduo con el Padre por su Hijo Jesucristo en
intuida y reconocida también por la simple el Espíritu Santo. Habiendo de configurarse a
razón: el hombre está abierto a lo trascenden- Cristo Sacerdote por la sagrada ordenación,
te, a lo absoluto; posee un corazón que está habitúense a unirse a Él, como amigos, con el
inquieto hasta que no descanse en el Se- consorcio íntimo de toda su vida. Vivan el
ñor.(133) misterio pascual de Cristo de tal manera que
De esta exigencia religiosa fundamen- sepan iniciar en él al pueblo que ha de enco-
tal e irrenunciable arranca y se desarrolla el mendárseles. Enséñeseles a buscar a Cristo en
proceso educativo de una vida espiritual en- la fiel meditación de la Palabra de Dios, en la
tendida como relación y comunión con Dios. activa comunicación con los sacrosantos mis-
Según la revelación y la experiencia cristiana, terios de la Iglesia, sobre todo en la Eucaristía
la formación espiritual posee la originalidad y el Oficio divino; en el Obispo, que los envía,
inconfundible que proviene de la «novedad» y en los hombres a quienes son enviados, prin-
evangélica. En efecto, «es obra del Espíritu y cipalmente en los pobres, los niños, los enfer-
empeña a la persona en su totalidad; introduce mos, los pecadores y los incrédulos. Amen y
en la comunión profunda con Jesucristo, buen veneren con filial confianza a la Santísima
Pastor; conduce a una sumisión de toda la vida Virgen María, a la que Cristo, muriendo en la
al Espíritu, en una actitud filial respecto al cruz, entregó como madre al discípulo».(137)
Padre y en una adhesión confiada a la Iglesia. 46. El texto conciliar merece una medi-
Ella se arraiga en la experiencia de la cruz tación detenida y amorosa, de la que fácilmen-
para poder llevar, en comunión profunda, a la te se pueden sacar algunos valores y exigen-
plenitud del misterio pascual».(134) cias fundamentales del camino espiritual del
Como se ve, se trata de una formación candidato al sacerdocio.
espiritual común a todos los fieles, pero que Se requiere, ante todo, el valor y la
requiere ser estructurada según los significa- exigencia de «vivir íntimamente unidos» a
dos y características que derivan de la identi- Jesucristo. La unión con el Señor Jesús, fun-
dad del presbítero y de su ministerio. Así co- dada en el Bautismo y alimentada con la Euca-
mo para todo fiel la formación espiritual debe ristía, exige que sea expresada en la vida de
ser central y unificadora en su ser y en su vida cada día, renovándola radicalmente. La comu-
de cristiano, o sea, de criatura nueva en Cristo nión íntima con la Santísima Trinidad, o sea,
que camina en el Espíritu, de la misma mane- la vida nueva de la gracia que hace hijos de
ra, para todo presbítero la formación espiritual Dios, constituye la «novedad» del creyente:
constituye el centro vital que unifica y vivifica una novedad que abarca el ser y el actuar.
su ser sacerdote y su ejercer el sacerdocio. En Constituye el «misterio» de la existencia cris-
este sentido, los Padres del Sínodo afirman tiana que está bajo el influjo del Espíritu; en
que «sin la formación espiritual, la formación consecuencia, debe encarnar el «ethos» de la
pastoral estaría privada de fundamento»(135)
vida del cristiano. Jesús nos ha enseñado este

45
Juan Pablo II

maravilloso contenido de la vida cristiana, que de Jesús. «Enséñeseles a buscar a Cristo». Es


es también el centro de la vida espiritual, con éste, junto al quaerere Deum, un tema clásico
la alegoría de la vid y los sarmientos: «Yo soy de la espiritualidad cristiana, que encuentra su
la vid verdadera, y mi Padre es el viñador... aplicación específica precisamente en el con-
Permaneced en mí, como yo en vosotros. Lo texto de la vocación de los apóstoles. Juan,
mismo que el sarmiento no puede dar fruto por cuando nos narra el seguimiento por parte de
sí mismo, si no permanece en la vid, así tam- los dos primeros discípulos, muestra el lugar
poco vosotros si no permanecéis en mí. Yo que ocupa esta «búsqueda». Es el mismo Jesús
soy la vid; vosotros los sarmientos. El que el que pregunta: «¿Qué buscáis?» Y los dos
permanece en mí y yo en él, ése da mucho responden: «Rabbí... ¿Dónde vives?» Sigue el
fruto; porque separados de mí no podéis hacer evangelista: «Les respondió: “Venid y lo ve-
nada» (Jn 15, 1. 4-5). réis”. Fueron, pues, vieron dónde vivía y se
quedaron con él aquel día» (Jn 1, 37-39). En
Cierto que, en la cultura actual, no fal-
cierto modo la vida espiritual del que se prepa-
tan valores espirituales y religiosos, y el hom-
ra al sacerdocio está dominada por esta bús-
bre —a pesar de toda apariencia contraria—
queda: por ella y por el «encuentro» con el
sigue siendo incansablemente un hambriento y
Maestro, para seguirlo, para estar en comunión
sediento de Dios. Pero con frecuencia la reli-
con Él. También en el ministerio y en la vida
gión cristiana corre el peligro de ser conside-
sacerdotal deberá continuar esta «búsqueda»,
rada como una religión entre tantas o quedar
pues es inagotable el misterio de la imitación y
reducida a una pura ética social al servicio del
participación en la vida de Cristo. Así como
hombre. En efecto, no siempre aparece su in-
también deberá continuar este «encontrar» al
quietante novedad en la historia: es «miste-
Maestro, para poder mostrarlo a los demás y,
rio»; es el acontecimiento del Hijo de Dios
mejor aún, para suscitar en los demás el deseo
que se hace hombre y da a cuantos lo acogen
de buscar al Maestro. Pero esto es realmente
el «poder de hacerse hijos de Dios» (Jn 1, 12);
posible si se propone a los demás una «expe-
es el anuncio, más aún, el don de una alianza
riencia» de vida, una experiencia que vale la
personal de amor y de vida de Dios con el
pena compartir. Éste ha sido el camino segui-
hombre. Los futuros sacerdotes solamente
do por Andrés para llevar a su hermano Simón
podrán comunicar a los demás este anuncio
a Jesús: Andrés, escribe el evangelista Juan,
sorprendente y gratificante si, a través de una
«se encuentra primeramente con su hermano
adecuada formación espiritual, logran el cono-
Simón y le dice: “Hemos encontrado al Me-
cimiento profundo y la experiencia creciente
sías” —que quiere decir Cristo—. Y le llevó
de este «misterio» (cf. 1 Jn 1, 1-4).
donde Jesús» (Jn 1, 41-42). Y así también Si-
El texto conciliar, aun consciente de la món es llamado —como apóstol— al segui-
absoluta trascendencia del misterio cristiano, miento de Cristo: «Jesús, al verlo, le dijo: “Tú
relaciona la íntima comunión de los futuros eres Simón, el hijo de Juan; en adelante te
presbíteros con Jesús con una forma de amis- llamarás Cefas” —que quiere decir, “Pedro”—
tad. No es ésta una pretensión absurda del » (Jn 1, 42).
hombre. Es simplemente el don inestimable de
Pero, ¿qué significa, en la vida espiri-
Cristo, que dice a sus apóstoles: «No os llamo
tual, buscar a Cristo? y ¿dónde encontrarlo?
ya siervos, porque el siervo no sabe lo que
«Maestro, ¿dónde vives?» El decreto conciliar
hace su amo; a vosotros os he llamado amigos,
Optatam totius parece indicar un triple ca-
porque todo lo que oído a mi Padre os lo he
mino: la meditación fiel de la palabra de Dios,
dado a conocer» (Jn 15, 15).
la participación activa en los sagrados miste-
El texto conciliar prosigue indicando rios de la Iglesia, el servicio de la caridad a los
un segundo gran valor espiritual: la búsqueda «más pequeños». Se trata de tres grandes valo-

46
Pastores dabo vobis

res y exigencias que nos delimitan ulterior- cipalmente en el contexto de la «nueva evan-
mente el contenido de la formación espiritual gelización», a la que hoy la Iglesia está llama-
del candidato al sacerdocio. da. El Concilio exhorta: «Todos los clérigos,
especialmente los sacerdotes, diáconos y cate-
47. Elemento esencial de la formación
quistas dedicados por oficio al ministerio de la
espiritual es la lectura meditada y orante de la
palabra, han de leer y estudiar asiduamente la
Palabra de Dios (lectio divina); es la escucha
Escritura para no volverse “predicadores va-
humilde y llena de amor que se hace elocuen-
cíos de la palabra, que no la escucha por den-
te. En efecto, a la luz y con la fuerza de la Pa-
tro” (San Agustín, Serm. 179, 1: PL 38,
labra de Dios es como puede descubrirse,
966)».(140)
comprenderse, amarse y seguirse la propia
vocación; y también cumplirse la propia mi- La forma primera y fundamental de
sión, hasta tal punto que toda la existencia respuesta a la Palabra es la oración, que cons-
encuentra su significado unitario y radical en tituye sin duda un valor y una exigencia pri-
ser el fin de la Palabra de Dios que llama al marios de la formación espiritual. Ésta debe
hombre, y el principio de la palabra del hom- llevar a los candidatos al sacerdocio a conocer
bre que responde a Dios. La familiaridad con y experimentar el sentido auténtico de la ora-
la Palabra de Dios facilitará el itinerario de la ción cristiana, el de ser un encuentro vivo y
conversión, no solamente en el sentido de personal con el Padre por medio del Hijo uni-
apartarse del mal para adherirse al bien, sino génito bajo la acción del Espíritu; un diálogo
también en el sentido de alimentar en el cora- que participa en el coloquio filial que Jesús
zón los pensamientos de Dios, de forma que la tiene con el Padre. Un aspecto, ciertamente no
fe, como respuesta a la Palabra, se convierta secundario, de la misión del sacerdote es el de
en el nuevo criterio de juicio y valoración de ser «maestro de oración». Pero el sacerdote
los hombres y de las cosas, de los aconteci- solamente podrá formar a los demás en la es-
mientos y problemas. cuela de Jesús orante, si él mismo se ha for-
mado y continúa formándose en la misma es-
Pero es necesario acercarse y escuchar
cuela. Esto es lo que piden los hombres al sa-
la Palabra de Dios tal como es, pues hace en-
cerdote: «El sacerdote es el hombre de Dios, el
contrar a Dios mismo, a Dios que habla al
que pertenece a Dios y hace pensar en Dios.
hombre; hace encontrar a Cristo, el Verbo de
Cuando la Carta a los Hebreos habla de Cris-
Dios, la Verdad que a la vez es Camino y Vida
to, lo presenta como un Sumo Sacerdote “mi-
(cf. Jn 14, 6). Se trata de leer las «escrituras»
sericordioso y fiel en lo que toca a Dios” (Heb
escuchando las «palabras», la «Palabra» de
2, 17)... Los cristianos esperan encontrar en el
Dios, como nos recuerda el Concilio: «La Sa-
sacerdote no sólo un hombre que los acoja,
grada Escritura contiene la Palabra de Dios, y
que los escuche con gusto y les muestre una
en cuanto inspirada es realmente Palabra de
sincera amistad, sino también y sobre todo un
Dios».(138) Y el mismo Concilio: «En esta
hombre que les ayude a mirar a Dios, a subir
revelación Dios invisible (cf. Col 1, 15; 1 Tim
hacia Él. Es preciso, pues, que el sacerdote
1,17), movido de amor, habla a los hombres
esté formado en una profunda intimidad con
como a amigos (cf. Ex 33, 11; Jn 15, 14-15),
Dios. Los que se preparan para el sacerdocio
trata con ellos (cf. Bar 3, 38) para invitarlos y
deben comprender que todo el valor de su vida
recibirlos en su compañía».(139)
sacerdotal dependerá del don de sí mismos que
El conocimiento amoroso y la familia- sepan hacer a Cristo y, por medio de Cristo, al
ridad orante con la Palabra de Dios revisten un Padre».(141)
significado específico en el ministerio proféti-
En un contexto de agitación y bullicio
co del sacerdote, para cuyo cumplimiento ade-
como el de nuestra sociedad, un elemento pe-
cuado son una condición imprescindible, prin-

47
Juan Pablo II

dagógico necesario para la oración es la edu- ra».(144) Ahora bien, los sacerdotes, por su
cación en el significado humano profundo y en condición de ministros de las cosas sagradas,
el valor religioso del silencio, como atmósfera son sobre todo los ministros del Sacrificio de
espiritual indispensable para percibir la pre- la Misa:(145) su papel es totalmente insusti-
sencia de Dios y dejarse conquistar por ella tuible, porque sin sacerdote no puede haber
(cf. 1 Re 19, 11ss.). sacrificio eucarístico.
48. El culmen de la oración cristiana es Esto explica la importancia esencial de
la Eucaristía, que a su vez es «la cumbre y la la Eucaristía para la vida y el ministerio sacer-
fuente» de los Sacramentos y de la Liturgia de dotal y, por tanto, para la formación espiritual
las Horas. Para la formación espiritual de todo de los candidatos al sacerdocio. Con gran sen-
cristiano, y en especial de todo sacerdote, es cillez y buscando la máxima concreción deseo
muy necesaria la educación litúrgica, en el repetir que «es necesario que los seminaristas
sentido pleno de una inserción vital en el mis- participen diariamente en la celebración euca-
terio pascual de Jesucristo, muerto y resucita- rística, de forma que luego tomen como regla
do, presente y operante en los sacramentos de de su vida sacerdotal la celebración diaria.
la Iglesia. La comunión con Dios, soporte de Además, han de ser educados a considerar la
toda la vida espiritual, es un don y un fruto de celebración eucarística como el momento
los sacramentos; y al mismo tiempo es un de- esencial de su jornada, en el que participarán
ber y una responsabilidad que los sacramentos activamente, sin contentarse nunca con una
confían a la libertad del creyente, para que asistencia meramente habitual. Fórmese tam-
viva esa comunión en las decisiones, opciones, bién a los aspirantes al sacerdocio según aque-
actitudes y acciones de su existencia diaria. En llas actitudes íntimas que la Eucaristía fomen-
este sentido, la «gracia» que hace «nueva» la ta: la gratitud por los bienes recibidos del cie-
vida cristiana es la gracia de Jesucristo muerto lo, ya que la Eucaristía significa acción de
y resucitado, que sigue derramando su Espíritu gracias; la actitud donante, que los lleve a unir
santo y santificador en los sacramentos; su entrega personal al ofrecimiento eucarístico
igualmente la «ley nueva», que debe ser guía y de Cristo; la caridad, alimentada por un sa-
norma de la existencia del cristiano, está escri- cramento que es signo de unidad y de partici-
ta por los sacramentos en el «corazón nuevo». pación; el deseo de contemplación y adora-
Y es ley de caridad para con Dios y los her- ción ante Cristo realmente presente bajo las
manos, como respuesta y prolongación del especies eucarísticas».(146)
amor de Dios al hombre, significada y comu- Es necesario y también urgente invitar
nicada por los sacramentos. Se entiende el a redescubrir, en la formación espiritual, la
valor de esta participación «plena, consciente belleza y la alegría del Sacramento de la Pe-
y activa»(142) en las celebraciones sacramen-
nitencia. En una cultura en la que, con nuevas
tales, gracias al don y acción de aquella «cari- y sutiles formas de autojustificación, se corre
dad pastoral» que constituye el alma del mi- el riesgo de perder el «sentido del pecado» y,
nisterio sacerdotal. en consecuencia, la alegría consoladora del
Esto se aplica sobre todo a la participa- perdón (cf. Sal 51, 14) y del encuentro con
ción en la Eucaristía, memorial de la muerte Dios «rico en misericordia» (Ef 2, 4), urge
sacrificial de Cristo y de su gloriosa resurrec- educar a los futuros presbíteros en la virtud de
ción, «sacramento de piedad, signo de unidad, la penitencia, alimentada con sabiduría por la
vínculo de caridad»,(143) banquete pascual en Iglesia en sus celebraciones y en los tiempos
el que «Cristo es nuestra comida, se celebra el del año litúrgico, y que encuentra su plenitud
memorial de su pasión, el alma se llena de en el sacramento de la Reconciliación. De aquí
gracia y se nos da la prenda de la gloria futu- provienen el significado de la ascesis y de la

48
Pastores dabo vobis

disciplina interior, el espíritu de sacrificio y de su dimensión pastoral o caritativa intrínseca, y


renuncia, la aceptación de la fatiga y de la puede servirse útilmente de una justa —
cruz. Se trata de elementos de la vida espiri- profunda y tierna, a la vez— devoción al Co-
tual, que con frecuencia se presentan particu- razón de Cristo, como han indicado los Padres
larmente difíciles para muchos candidatos al del Sínodo: «Formar a los futuros sacerdotes
sacerdocio, acostumbrados a condiciones de en la espiritualidad del Corazón del Señor su-
vida de relativa comodidad y bienestar, y me- pone llevar una vida que corresponda al amor
nos propensos y sensibles a estos elementos a y al afecto de Cristo, Sacerdote y buen Pastor:
causa de modelos de comportamiento e ideales a su amor al Padre en el Espíritu Santo, a su
presentados por los medios de comunicación amor a los hombres hasta inmolarse entregan-
social, incluso en los países donde las condi- do su vida».(148)
ciones de vida son más pobres y la situación Por tanto, el sacerdote es el hombre de
de los jóvenes más austera. Por esta razón, la caridad y está llamado a educar a los demás
pero sobre todo para poner en práctica —a en la imitación de Cristo y en el mandamiento
ejemplo de Cristo, buen Pastor— «la donación nuevo del amor fraterno (cf. Jn 15, 12). Pero
radical de sí mismo» propia del sacerdote, los esto exige que él mismo se deje educar conti-
Padres sinodales señalan que «es necesario nuamente por el Espíritu en la caridad del Se-
inculcar el sentido de la cruz, que es el centro ñor. En este sentido, la preparación al sacerdo-
del misterio pascual. Gracias a esta identifica- cio tiene que incluir una seria formación en la
ción con Cristo crucificado, como siervo, el caridad, en particular en el amor preferencial
mundo puede volver a encontrar el valor de la por los «pobres», en los cuales, mediante la fe,
austeridad, del dolor y también del martirio, descubre la presencia de Jesús (cf. Mt 25, 40)
dentro de la actual cultura imbuida de secula- y en el amor misericordioso por los pecadores.
rismo, codicia y hedonismo».(147)
En la perspectiva de la caridad, que
49. La formación espiritual comporta consiste en el don de sí mismo por amor, en-
también buscar a Cristo en los hombres. cuentra su lugar en la formación espiritual del
En efecto, la vida espiritual, es vida in- futuro sacerdote la educación en la obedien-
terior, vida de intimidad con Dios, vida de cia, en el celibato y en la pobreza.(149) En
oración y contemplación. Pero del encuentro este sentido invitaba el Concilio: «Entiendan
con Dios y con su amor de Padre de todos, con toda claridad los alumnos que su destino
nace precisamente la exigencia indeclinable no es el mando ni son los honores, sino la en-
del encuentro con el prójimo, de la propia en- trega total al servicio de Dios y al ministerio
trega a los demás, en el servicio humilde y pastoral. Con singular cuidado edúqueseles en
desinteresado que Jesús ha propuesto a todos la obediencia sacerdotal, en el tenor de vida
como programa de vida en el lavatorio de los pobre y en el espíritu de la propia abnegación,
pies a los apóstoles: «Os he dado ejemplo, de suerte que se habitúen a renunciar con
para que también vosotros hagáis como yo he prontitud a las cosas que, aun siendo lícitas, no
hecho con vosotros» (Jn 13, 15). convienen, y a asemejarse a Cristo crucifica-
do».(150)
La formación de la propia entrega ge-
nerosa y gratuita, favorecida también por la 50. La formación espiritual de quien es
vida comunitaria seguida en la preparación al llamado a vivir el celibato debe dedicar una
sacerdocio, representa una condición irrenun- atención particular a preparar al futuro sacer-
ciable para quien está llamado a hacerse epifa- dote para conocer, estimar, amar y vivir el
nía y transparencia del buen Pastor, que da la celibato en su verdadera naturaleza y en su
vida (cf. Jn 10, 11.15). Bajo este aspecto la verdadera finalidad, y, por tanto, en sus moti-
formación espiritual tiene y debe desarrollar vaciones evangélicas, espirituales y pastorales.

49
Juan Pablo II

Presupuesto y contenido de esta preparación Viviendo su celibato el sacerdote podrá


es la virtud de la castidad, que determina todas ejercer mejor su ministerio en el pueblo de
las relaciones humanas y lleva a experimentar Dios. En particular, dando testimonio del valor
y manifestar... un amor sincero, humano, fra- evangélico de la virginidad, podrá ayudar a los
terno, personal y capaz de sacrificios, siguien- esposos cristianos a vivir en plenitud el «gran
do el ejemplo de Cristo, con todos y con cada sacramento» del amor de Cristo Esposo hacia
uno».(151) la Iglesia su esposa, así como su fidelidad en
el celibato servirá también de ayuda para la
El celibato de los sacerdotes reviste a
fidelidad de los esposos.(154)
la castidad con algunas características de las
cuales ellos, «renunciando a la sociedad con- La importancia y delicadeza de la pre-
yugal por el reino de los cielos (cf. Mt 19, 12), paración al celibato sacerdotal, especialmente
se unen al Señor con un amor indiviso, que en las situaciones sociales y culturales actua-
está íntimamente en consonancia con el Nuevo les, han llevado a los Padres sinodales a una
Testamento; dan testimonio de la resurrección serie de cuestiones, cuya validez permanente
en el siglo futuro (cf. Lc 20, 36) y tienen a está confirmada por la sabiduría de la madre
mano una ayuda importantísima para el ejerci- Iglesia. Las propongo autorizadamente como
cio continuo de aquella perfecta caridad que criterios que deben seguirse en la formación
les capacita para hacerse todo a todos en su de la castidad en el celibato: «Los Obispos,
ministerio sacerdotal».(152) En este sentido el junto con los rectores y directores espirituales
celibato sacerdotal no se puede considerar de los seminarios, establezcan principios,
simplemente como una norma jurídica ni co- ofrezcan criterios y proporcionen ayudas para
mo una condición totalmente extrínseca para el discernimiento en esta materia. Son de má-
ser admitidos a la ordenación, sino como un xima importancia para la formación de la cas-
valor profundamente ligado con la sagrada tidad en el celibato la solicitud del Obispo y la
Ordenación, que configura a Jesucristo, buen vida fraterna entre los sacerdotes. En el semi-
Pastor y Esposo de la Iglesia, y, por tanto, co- nario, o sea, en su programa de formación,
mo la opción de un amor más grande e indivi- debe presentarse el celibato con claridad, sin
so a Cristo y a su Iglesia, con la disponibilidad ninguna ambigüedad y de forma positiva. El
plena y gozosa del corazón para el ministerio seminarista debe tener un adecuado grado de
pastoral. El celibato ha de ser considerado madurez psíquica y sexual, así como una vida
como una gracia especial, como un don que asidua y auténtica de oración, y debe ponerse
«no todos entienden..., sino sólo aquéllos a bajo la dirección de un padre espiritual. El
quienes se les ha concedido» (Mt 19, 11). director espiritual debe ayudar al seminarista
para que llegue a una decisión madura y libre,
Ciertamente es una gracia que no dis-
que esté fundada en la estima de la amistad
pensa de la respuesta consciente y libre por
sacerdotal y de la autodisciplina, como tam-
parte de quien la recibe, sino que la exige con
bién en la aceptación de la soledad y en un
una fuerza especial. Este carisma del Espíritu
correcto estado personal físico y psicológico.
lleva consigo también la gracia para que el que
Para ello los seminaristas deben conocer bien
lo recibe permanezca fiel durante toda su vida
la doctrina del Concilio Vaticano II, la encícli-
y cumpla con generosidad y alegría los com-
ca Sacerdotalis caelibatus y la Instrucción
promisos correspondientes. En la formación
para la formación del celibato sacerdotal, pu-
del celibato sacerdotal deberá asegurarse la
blicada por la Congregación para la Educación
conciencia del «don precioso de Dios»,(153)
Católica en 1974. Para que el seminarista pue-
que llevará a la oración y la vigilancia para
da abrazar con libre decisión el celibato por el
que el don sea protegido de todo aquello que
Reino de los cielos, es necesario que conozca
pueda amenazarlo.
la naturaleza cristiana y verdaderamente hu-

50
Pastores dabo vobis

mana, y el fin de la sexualidad en el matrimo- Evangelio de Cristo y hacerlo creíble frente a


nio y en el celibato. También es necesario ins- las legítimas exigencias de la razón huma na.
truir y educar a los fieles laicos sobre las mo- Añádase, además, que el actual fenómeno del
tivaciones evangélicas, espirituales y pastora- pluralismo, acentuado más que nunca en el
les propias del celibato sacerdotal, de modo ámbito no sólo de la sociedad humana sino
que ayuden a los presbíteros con la amistad, también de la misma comunidad eclesial, re-
comprensión y colaboración».(155) quiere una aptitud especial para el discerni-
miento crítico: es un motivo ulterior que de-
Formación intelectual: inteligencia de
muestra la necesidad de una formación inte-
la fe
lectual más sólida que nunca.
51. La formación intelectual, aun te-
Esta exigencia «pastoral» de la forma-
niendo su propio carácter específico, se rela-
ción intelectual confirma cuanto se ha dicho
ciona profundamente con la formación huma-
ya sobre la unidad del proceso educativo en
na y espiritual, constituyendo con ellas un
sus varias dimensiones. La dedicación al estu-
elemento necesario; en efec to, es como una
dio, que ocupa una buena parte de la vida de
exigencia insustituible de la inteligencia con la
quien se prepara al sacerdocio, no es precisa-
que el hombre, participando de la luz de la
mente un elemento extrínseco y secundario de
inteligencia divina, trata de conseguir una sa-
su crecimiento humano, cristiano, espiritual y
biduría que, a su vez, se abre y avanza al co-
vocacional; en realidad, a través del estudio,
nocimiento de Dios y a su adhesión.(156)
sobre todo de la teología, el futuro sacerdote
La formación intelectual de los candi- se adhiere a la palabra de Dios, crece en su
datos al sacerdocio encuentra su justificación vida espiritual y se dispone a realizar su minis-
específica en la naturaleza misma del ministe- terio pastoral. Es ésta la finalidad múltiple y
rio ordenado y manifiesta su urgencia actual unitaria del estudio teológico indicada por el
ante el reto de la nueva evangelización a la Concilio(158) y propuesta nuevamente por el
que el Señor llama a su Iglesia a las puertas Instrumentum laboris del Sínodo con las si-
del tercer milenio. «Si todo cristiano — guientes palabras: «Para que pueda ser pasto-
afirman los Padres sinodales— debe estar dis- ralmente eficaz, la formación intelectual debe
puesto a defender la fe y a dar razón de la es- integrarse en un camino espiritual marcado
peranza que vive en nosotros (cf. 1 Pe 3, 15), por la experiencia personal de Dios, de tal
mucho más los candidatos al sacerdocio y los manera que se pueda superar una pura ciencia
presbíteros deben cuidar diligentemente el nocionística y llegar a aquella inteligencia del
valor de la formación intelectual en la educa- corazón que sabe “ver” primero y es capaz
ción y en la actividad pastoral, dado que, para después de comunicar el misterio de Dios a los
la salvación de los hermanos y hermanas, de- hermanos».(159)
ben buscar un conocimiento más profundo de
52. Un momento esencial de la forma-
los misterios divinos».(157) Además, la situa-
ción intelectual es el estudio de la filosofía,
ción actual, marcada gravemente por la indife-
que lleva a un conocimiento y a una interpre-
rencia religiosa y por una difundida descon-
tación más profundos de la persona, de su li-
fianza en la verdadera capacidad de la razón
bertad, de sus relaciones con el mundo y con
para alcanzar la verdad objetiva y universal,
Dios. Ello es muy urgente, no sólo por la rela-
así como por los problemas y nuevos interro-
ción que existe entre los argumentos filosófi-
gantes provocados por los descubrimientos
cos y los misterios de la salvación estudiados
científicos y tecnológicos, exige un excelente
en teología a la luz superior de la fe,(160) sino
nivel de formación intelectual, que haga a los
también frente a una situación cultural muy
sacerdotes capaces de anunciar —
difundida, que exalta el subjetivismo como
precisamente en ese contexto— el inmutable

51
Juan Pablo II

criterio y medida de la verdad. Sólo una sana a prolongar la «contemporaneidad» vivida por
filosofía puede ayudar a los candidatos al sa- Cristo. «Cristo, decía Pablo VI, se ha hecho
cerdocio a desarrollar una conciencia refleja contemporáneo a algunos hombres y ha habla-
de la relación constitutiva que existe entre el do su lenguaje. La fidelidad a Él requiere que
espíritu humano y la verdad, la cual se nos continúe esta contemporaneidad».(162)
revela plenamente en Jesucristo. Tampoco hay 53. La formación intelectual del futuro
que infravalorar la importancia de la filosofía sacerdote se basa y se construye sobre todo en
para garantizar aquella «certeza de verdad», la el estudio de la sagrada doctrina y de la teo-
única que puede estar en la base de la entrega logía. El valor y la autenticidad de la forma-
personal total a Jesús y a la Iglesia. No es difí- ción teológica dependen del respeto escrupu-
cil entender cómo algunas cuestiones muy loso de la naturaleza propia de la teología, que
concretas —como lo son la identidad del sa- los Padres sinodales han resumido así: «La
cerdote y su compromiso apostólico y misio- verdadera teología proviene de la fe y trata de
nero— están profundamente ligadas a la cues- conducir a la fe».(163) Ésta es la concepción
tión, nada abstracta, de la verdad: si no se está que constantemente ha enseñado la Iglesia
seguro de la verdad, ¿cómo se podrá poner en católica mediante su Magisterio. Ésta es tam-
juego la propia vida y tener fuerzas para inter- bién la línea seguida por los grandes teólogos,
pelar seriamente la vida de los demás? que enriquecieron el pensamiento de la Iglesia
La filosofía ayuda no poco al candidato católica a través de los siglos. Santo Tomás es
a enriquecer su formación intelectual con el muy explícito cuando afirma que la fe es como
«culto de la verdad», es decir, una especie de el habitus de la teología, o sea, su principio
veneración amorosa de la verdad, la cual lleva operativo permanente,(164) y que «toda la
a reconocer que ésta no es creada y medida teología está ordenada a alimentar la fe».(165)
por el hombre, sino que es dada al hombre Por tanto, el teólogo es ante todo un
como don por la Verdad suprema, Dios; que, creyente, un hombre de fe. Pero es un creyente
aun con limitaciones y a veces con dificulta- que se pregunta sobre su fe (fides quaerens
des, la razón humana puede alcanzar la verdad intellectum), que se pregunta para llegar a una
objetiva y universal, incluso la que se refiere a comprensión más profunda de la fe misma.
Dios y al sentido radical de la existencia; y Los dos aspectos, la fe y la reflexión madura,
que la fe misma no puede prescindir de la ra- están profundamente relacionados entre sí;
zón ni del esfuerzo de «pensar» sus conteni- precisamente su íntima coordinación y com-
dos, como testimoniaba la gran mente de penetración es decisiva para la verdadera natu-
Agustín: «He deseado ver con el entendimien- raleza de la teología, y, por consiguiente, es
to aquello que he creído, y he discutido y tra- decisiva para los contenidos, modalidades y
bajado mucho».(161)
espíritu según los cuales hay que elaborar y
Para una comprensión más profunda estudiar la sagrada doctrina.
del hombre y de los fenómenos y líneas de Además, ya que la fe, punto de partida
evolución de la sociedad, en orden al ejercicio, y de llegada de la teología, opera una relación
«encarnado» lo más posible, del ministerio personal del creyente con Jesucristo en la Igle-
pastoral, pueden ser de gran utilidad las lla- sia, la teología tiene también características
madas «ciencias del hombre», como la socio- cristológicas y eclesiales intrínsecas, que el
logía, la psicología, la pedagogía, la ciencia de candidato al sacerdocio debe asumir conscien-
la economía y de la política, y la ciencia de la temente, no sólo por las implicaciones que
comunicación social. Aunque sólo sea en el afectan a su vida personal, sino también por
ámbito muy concreto de las ciencias positivas aquellas que afectan a su ministerio pastoral.
o descriptivas, éstas ayudan al futuro sacerdote
Por ser la fe aceptación de la Palabra de Dios,

52
Pastores dabo vobis

lleva a un «sí» radical del creyente a Jesucris- 54. La formación teológica es una tarea
to, Palabra plena y definitiva de Dios al mun- sumamente compleja y comprometida. Ella
do (cf. Heb 1, 1ss.). Por consiguiente, la refle- debe llevar al candidato al sacerdocio a poseer
xión teológica tiene su centro en la adhesión a una visión completa y unitaria de las verdades
Jesucristo, Sabiduría de Dios. La misma refle- reveladas por Dios en Jesucristo y de la expe-
xión madura debe considerarse como una par- riencia de fe de la Iglesia; de ahí la doble exi-
ticipación de la «mente» de Cristo (cf. 1 Cor gencia de conocer «todas» las verdades cris-
2, 16) en la forma humana de una ciencia tianas y conocerlas de manera orgánica, sin
(scientia fidei). Al mismo tiempo la fe intro- hacer selecciones arbitrarias. Esto exige ayu-
duce al creyente en la Iglesia y lo hace partíci- dar al alumno a elaborar una síntesis que sea
pe de su vida, como comunidad de fe. En con- fruto de las aportaciones de las diversas disci-
secuencia, la teología posee una dimensión plinas teológicas, cuyo carácter específico
eclesial, porque es una reflexión madura sobre alcanza auténtico valor sólo en la profunda
la fe de la Iglesia hecha por el teólogo, que es coordinación de todas ellas.
miembro de la Iglesia.(166) En su reflexión madura sobre la fe, la
Estas perspectivas cristológicas y ecle- teología se mueve en dos direcciones. La pri-
siales, que son connaturales a la teología, ayu- mera es la del estudio de la Palabra de Dios:
dan a desarrollar en los candidatos al sacerdo- la palabra escrita en el Libro sagrado, celebra-
cio, además del rigor científico, un grande y da y transmitida en la Tradición viva de la
vivo amor a Jesucristo y a su Iglesia: este Iglesia e interpretada auténticamente por su
amor, a la vez que alimenta su vida espiritual, Magisterio. De aquí el estudio de la Sagrada
les sirve de pauta para el ejercicio generoso de Escritura, «la cual debe ser como el alma de
su ministerio. Tal era precisamente la inten- toda la teología»:(169) de los Padres de la
ción del Concilio Vaticano II, cuando pedía la Iglesia y de la liturgia, de la historia eclesiásti-
reforma de los estudios eclesiásticos, mediante ca, de las declaraciones del Magisterio. La
una más adecuada estructuración de las diver- segunda dirección es la del hombre, interlocu-
sas disciplinas filosóficas y teológicas para tor de Dios: el hombre llamado a «creer», a
hacer que «concurran armoniosamente a abrir «vivir» y a «comunicar» a los demás la fides y
cada vez más las inteligencias de los alumnos el ethos cristiano. De aquí el estudio de la
al misterio de Cristo, que afecta a toda la hu- dogmática, de la teología moral, de la teología
manidad, influye constantemente en la Iglesia espiritual, del derecho canónico y de la teolo-
y actúa sobre todo por obra del ministerio sa- gía pastoral.
cerdotal».(167) La referencia al hombre creyente lleva
La formación intelectual teológica y la la teología a dedicar una particular atención,
vida espiritual —en particular la vida de ora- por un lado, a las consecuencias fundamenta-
ción— se encuentran y refuerzan mutuamente, les y permanentes de la relación fe-razón; por
sin quitar por ello nada a la seriedad de la in- otro, a algunas exigencias más relacionadas
vestigación ni al gusto espiritual de la oración. con la situación social y cultural de hoy. Bajo
San Buenaventura advierte: «Nadie crea que le el primer punto de vista se sitúa el estudio de
baste la lectura sin la unción, la especulación la teología fundamental, que tiene como objeto
sin la devoción, la búsqueda sin el asombro, la el hecho de la revelación cristiana y su trans-
observacion sin el júbilo, la actividad sin la misión en la Iglesia. En la segunda perspectiva
piedad, la ciencia sin la caridad, la inteligencia se colocan aquellas disciplinas que han tenido
sin la humildad, el estudio sin la gracia divina, y tienen un desarrollo más decisivo como res-
la investigación sin la sabiduría de la inspira- puestas a problemas hoy intensamente vividos,
ción sobrenatural».(168) como por ejemplo el estudio de la doctrina

53
Juan Pablo II

social de la Iglesia, que «pertenece al ámbito... Pedro y los apóstoles, el del Papa y los Obis-
de la teología y especialmente de la teología pos.(174)
moral»,(170) y que es uno de los «componen- Otro problema, que se da principal-
tes esenciales» de la «nueva evangelización», mente donde los estudios seminarísticos están
de la que es instrumento;(171) igualmente el encomendados a instituciones académicas, se
estudio de la misión, del ecumenismo, del ju- refiere a la relación entre el rigor científico de
daísmo, del Islam y de otras religiones no cris- la teología y su aplicación pastoral, y, por tan-
tianas. to, la naturaleza pastoral de la teología. En
55. La formación teológica actual debe realidad, se trata de dos características de la
prestar particular atención a algunos proble- teología y de su enseñanza que no sólo no se
mas que no pocas veces suscitan dificultades, oponen entre sí, sino que coinciden, aunque
tensiones, desorientación en la vida de la Igle- sea bajo aspectos diversos, en el plano de una
sia. Piénsese en la relación entre las declara- más completa «inteligencia de la fe». En efec-
ciones del Magisterio y las discusiones teoló- to, el caracter pastoral de la teología no signi-
gicas; relación que no siempre se desarrolla fica que ésta sea menos doctrinal o incluso que
como debería ser, o sea, en la perspectiva de la esté privada de su carácter científico; por el
colaboración. Ciertamente «el Magisterio vivo contrario, significa que prepara a los futuros
de la Iglesia y la teología —aun desempeñado sacerdotes para anunciar el mensaje evangéli-
funciones diversas— tienen en definitiva el co a través de los medios culturales de su
mismo fin: mantener al Pueblo de Dios en la tiempo y a plantear la acción pastoral según
verdad que hace libres y hacer de él la “luz de una auténtica vision teológica. Y así, por un
las naciones”. Dicho servicio a la comunidad lado, un estudio respetuoso del carácter rigu-
eclesial pone en relación recíproca al teólogo rosamente científico de cada una de las disci-
con el Magisterio. Este último enseña auténti- plinas teológicas contribuirá a la formación
camente la doctrina de los Apóstoles y, sacan- más completa y profunda del pastor de almas
do provecho del trabajo teológico, replica a las como maestro de la fe; por otro lado, una ade-
objeciones y deformaciones de la fe, propo- cuada sensibilidad en su aplicación pastoral
niendo además, con la autoridad recibida de hará que sea el estudio serio y científico de la
Jesucristo, nuevas profundizaciones, explicita- teología verdaderamente formativo para los
ciones y aplicaciones de la doctrina revelada. futuros presbíteros.
La teología, en cambio, adquiere, de modo Un problema ulterior nace de la exi-
reflejo, una comprensión cada vez más pro- gencia —hoy intensamente sentida— de la
funda de la Palabra de Dios, contenida en la evangelización de las culturas y de la incultu-
Escritura y transmitida fielmente por la Tradi- ración del mensaje de la fe. Es éste un pro-
ción viva de la Iglesia bajo la guía del Magis-
blema eminentemente pastoral, que debe ser
terio, a la vez que se esfuerza por aclarar esta incluido con mayor amplitud y particular sen-
enseñanza de la Revelación frente a las instan- sibilidad en la formación de los candidatos al
cias de la razón y le da una forma orgánica y sacerdocio: «En las actuales circunstancias, en
sistemática».(172) Pero cuando, por una serie que en algunas regiones del mundo la religión
de motivos, disminuye esta colaboración, es cristiana se considera como algo extraño a las
preciso no prestarse a equívocos y confusio- culturas, tanto antiguas como modernas, es de
nes, sabiendo distinguir cuidadosamente «la gran importancia que en toda la formación
doctrina común de la Iglesia, de las opiniones intelectual y humana se considere necesaria y
de los teólogos y de las tendencias que se des- esencial la dimensión de la inculturación.(175)
vanecen con el pasar del tiempo (las llamadas Pero esto exige previamente una teología au-
“modas”)».(173) No existe un magisterio «pa- téntica, inspirada en los principios católicos
ralelo», porque el único magisterio es el de

54
Pastores dabo vobis

sobre esa inculturación. Estos principios se Es necesario contrarrestar decidida-


relacionan con el misterio de la encarnación mente la tendencia a reducir la seriedad y el
del Verbo de Dios y con la antropología cris- esfuerzo en los estudios, que se deja sentir en
tiana e iluminan el sentido auténtico de la in- algunos ambientes eclesiales, como conse-
culturación; ésta, ante las culturas más dispa- cuencia de una preparación básica insuficiente
res y a veces contrapuestas, presentes en las y con lagunas en los alumnos que comienzan
distintas partes del mundo, quiere ser una obe- el período filosófico y teológico. Esta misma
diencia al mandato de Cristo de predicar el situación contemporánea exige cada vez más
Evangelio a todas las gentes hasta los últimos maestros que estén realmente a la altura de la
confines de la tierra. Esta obediencia no signi- complejidad de los tiempos y sean capaces de
fica sincretismo, ni simple adaptación del afrontar, con competencia, claridad y profun-
anuncio evangélico, sino que el Evangelio didad los interrogantes vitales del hombre de
penetra vitalmente en las culturas, se encarna hoy, a los que sólo el Evangelio de Jesús da la
en ellas, superando sus elementos culturales plena y definitiva respuesta.
incompatibles con la fe y con la vida cristiana
La formación pastoral: comunicar la
y elevando sus valores al misterio de la salva-
caridad de Jesucristo, buen Pastor
ción, que proviene de Cristo.(176) El proble-
ma de esta inculturación puede tener un interés 57. Toda la formación de los candida-
específico cuando los candidatos al sacerdocio tos al sacerdocio está orientada a prepararlos
provienen de culturas autóctonas; entonces, de una manera específica para comunicar la
necesitarán métodos adecuados de formación, caridad de Cristo, buen Pastor. Por tanto, esta
sea para superar el peligro de ser menos exi- formación, en sus diversos aspectos, debe te-
gentes y desarrollar una educación más débil ner un carácter esencialmente pastoral. Lo
de los valores humanos, cristianos y sacerdota- afirma claramente el decreto conciliar Opta-
les, sea para revalorizar los elementos buenos tam totius, refiriéndose a los seminarios mayo-
y auténticos de sus culturas y tradicio- res: «La educación de los alumnos debe tender
nes».(177) a la formación de verdaderos pastores de las
almas, a ejemplo de nuestro Señor Jesucristo,
56. Siguiendo las enseñanzas y orien- Maestro, Sacerdote y Pastor. Por consiguien-
taciones del Concilio Vaticano II y las normas te, deben prepararse para el ministerio de la
de aplicación de la Ratio fundamentalis insti- Palabra: para comprender cada vez mejor la
tutionis sacerdotalis, ha tenido lugar en la palabra revelada por Dios, poseerla con la me-
Iglesia una amplia actualización de la ense- ditación y expresarla con la palabra y la con-
ñanza de las disciplinas filosóficas y, sobre ducta; deben prepararse para el ministerio del
todo, teológicas en los seminarios. Aun nece- culto y de la santificación, a fin de que, orando
sitando en algunos casos ulteriores enmiendas
y celebrando las sagradas funciones litúrgicas,
o desarrollos, esta actualización ha contribuido ejerzan la obra de salvación por medio del
en su conjunto a destacar cada vez más el pro- sacrificio eucarístico y los sacramentos; deben
yecto educativo en el ámbito de la formación prepararse para el ministerio del Pastor: para
intelectual. A este respecto, «los Padres sino- que sepan representar delante de los hombres a
dales han afirmado de nuevo, con frecuencia y Cristo, que “no vino a ser servido, sino a servir
claridad, la necesidad —más aún, la urgencia- y dar su vida para redención del mundo” (Mc
•— de que se aplique en los seminarios y en 10, 45; cf. Jn 13, 12-17), y, hechos servidores
las casas de formación el plan fundamental de de todos, ganar a muchos (cf. 1 Cor
estudios, tanto el universal como el de cada 9,19)».(179)
nación o Conferencia episcopal».(178)
El texto conciliar insiste en la profunda
coordinación que hay entre los diversos aspec-

55
Juan Pablo II

tos de la formación humana, espiritual e inte- durar incluso algún tiempo y que requiere una
lectual; y, al mismo tiempo, en su finalidad verificación de manera metódica.
pastoral específica. En este sentido, la finali- Mas el estudio y la actividad pastoral
dad pastoral asegura a la formación humana, se apoyan en una fuente interior, que la forma-
espiritual e intelectual algunos contenidos y ción deberá custodiar y valorarizar: se trata de
características concretas, a la vez que unifica y la comunión cada vez más profunda con la
determina toda la formación de los futuros caridad pastoral de Jesús, la cual, así como ha
sacerdotes. sido el principio y fuerza de su acción salvífi-
Como cualquier otra formación, tam- ca, también, gracias a la efusión del Espíritu
bién la formación pastoral se desarrolla me- Santo en el sacramento del Orden, debe ser
diante la reflexión madura y la aplicación principio y fuerza del ministerio del presbíte-
práctica, y tiene sus raíces profundas en un ro. Se trata de una formación destinada no sólo
espíritu que es el soporte y la fuerza impulsora a asegurar una competencia pastoral científica
y de desarrollo de todo. y una preparación práctica, sino también, y
sobre todo, a garantizar el crecimiento de un
Por tanto, es necesario el estudio de
modo de estar en comunión con los mismos
una verdadera y propia disciplina teológica: la
sentimientos y actitudes de Cristo, buen Pas-
teología pastoral o práctica, que es una refle-
tor: «Tened entre vosotros los mismos senti-
xión científica sobre la Iglesia en su vida dia-
mientos que Cristo» (Flp 2, 5).
ria, con la fuerza del Espíritu, a través de la
historia; una reflexión, sobre la Iglesia como 58. Entendida así, la formación pasto-
«sacramento universal de salvación»,(180) ral no puede reducirse a un simple aprendiza-
como signo e instrumento vivo de la salvación je, dirigido a familiarizarse con una técnica
de Jesucristo en la Palabra, en los Sacramentos pastoral. El proyecto educativo del seminario
y en el servicio de la caridad. La pastoral no es se encarga de una verdadera y propia inicia-
solamente un arte ni un conjunto de exhorta- ción en la sensibilidad del pastor, a asumir de
ciones, experiencias y métodos; posee una manera consciente y madura sus responsabili-
categoría teológica plena, porque recibe de la dades, en el hábito interior de valorar los pro-
fe los principios y criterios de la acción pasto- blemas y establecer las prioridades y los me-
ral de la Iglesia en la historia, de una Iglesia dios de solución, fundados siempre en claras
que «engendra» cada día a la Iglesia misma, motivaciones de fe y según las exigencias teo-
según la feliz expresión de San Beda el Vene- lógicas de la pastoral misma.
rable: «Nam et Ecclesia quotidie gignit Eccle- A través de la experiencia inicial y
siam».(181) Entre estos principios y criterios progresiva en el ministerio, los futuros sacer-
se encuentra aquel especialmente importante dotes podrán ser introducidos en la tradición
del discernimiento evangélico sobre la situa- pastoral viva de su Iglesia particular; aprende-
ción sociocultural y eclesial, en cuyo ámbito rán a abrir el horizonte de su mente y de su
se desarrolla la acción pastoral. corazón a la dimensión misionera de la vida
El estudio de la teología pastoral debe eclesial; se ejercitarán en algunas formas ini-
iluminar la aplicación práctica mediante la ciales de colaboración entre sí y con los pres-
entrega y algunos servicios pastorales, que los bíteros a los cuales serán enviados. En estos
candidatos al sacerdocio deben realizar, de últimos recae —en coordinación con el pro-
manera progresiva y siempre en armonía con grama del seminario— una responsabilidad
las demás tareas formativas; se trata de «expe- educativa pastoral de no poca importancia.
riencias» pastorales, que han de confluir en un En la elección de los lugares y servi-
verdadero «aprendizaje pastoral», que puede cios adecuados para la experiencia pastoral se

56
Pastores dabo vobis

debe prestar especial atención a la parro- que es esencialmente «misterio», «comunión»,


quia,(182) célula vital de dichas experiencias y «misión», la formación pastoral deberá co-
sectoriales y especializadas, en la que los can- nocer y vivir estas dimensiones eclesiales en el
didatos al sacerdocio se encontrarán frente a ejercicio del ministerio.
los problemas inherentes a su futuro ministe- Es fundamental el ser conscientes de
rio. Los Padres sinodales han propuesto una que la Iglesia es «misterio», obra divina, fruto
serie de ejemplos concretos, como la visita a del Espíritu de Cristo, signo eficaz de la gra-
los enfermos, la atención a los emigrantes, cia, presencia de la Trinidad en la comunidad
exiliados y nómadas, el celo de la caridad que cristiana; esta conciencia, a la vez que no dis-
se traduce en diversas obras sociales. En parti- minuirá el sentido de responsabilidad propio
cular dicen: «Es necesario que el presbítero del pastor, lo convencerá de que el crecimien-
sea testigo de la caridad de Cristo mismo que to de la Iglesia es obra gratuita del Espíritu y
«pasó haciendo el bien» (Hch 10, 38); el pres- que su servicio —encomendado por la misma
bítero debe ser también el signo visíble de la gracia divina a la libre responsabilidad huma-
solicitud de la Iglesia, que es Madre y Maes- na— es el servicio evangélico del «siervo inú-
tra. Y puesto que el hombre de hoy está afec- til» (cf. Lc 17, 10).
tado por tantas desgracias, especialmente los
que viven sometidos a una pobreza inhumana, En segundo lugar, la conciencia de la
a la violencia ciega o al poder abusivo, es ne- Iglesia como «comunión» ayudará al candida-
cesario que el hombre de Dios, bien preparado to al sacerdocio a realizar una pastoral comu-
para toda obra buena (cf. 2 Tim 3, 17), reivin- nitaria, en colaboración cordial con los diver-
dique los derechos y la dignidad del hombre. sos agentes eclesiales: sacerdotes y Obispo,
Pero evite adherirse a falsas ideologías y olvi- sacerdotes diocesanos y religiosos, sacerdotes
dar, cuando trata de promover el bien, que el y laicos. Pero esta colaboración supone el co-
mundo es redimido sólo por la cruz de Cris- nocimiento y la estima de los diversos dones y
to».(183) carismas, de las diversas vocaciones y respon-
sabilidades que el Espíritu ofrece y confía a
El conjunto de estas y de otras activi- los miembros del Cuerpo de Cristo; requiere
dades pastorales educa al futuro sacerdote a un sentido vivo y preciso de la propia identi-
vivir como «servicio» la propia misión de «au- dad y de la de las demás personas en la Igle-
toridad» en la comunidad, alejándose de toda sia; exige mutua confianza, paciencia, dulzura,
actitud de superioridad o ejercicio de un poder capacidad de comprensión y de espera; se basa
que no esté siempre y exclusivamente justifi- sobre todo en un amor a la Iglesia más grande
cado por la caridad pastoral. que el amor a sí mismos y a las agrupaciones a
Para una adecuada formación es nece- las cuales se pertenece. Es especialmente im-
sario que las diversas experiencias de los can- portante preparar a los futuros sacerdotes para
didatos al sacerdocio asuman un claro carácter la colaboración con los laicos. «Oigan de
«ministerial», siempre en íntima conexión con buen grado —dice el Concilio— a los laicos,
todas las exigencias propias de la preparación considerando fraternalmente sus deseos y re-
al presbiterado y (por supuesto, sin menoscabo conociendo su experiencia y competencia en
del estudio) relacionadas con el triple servicio los diversos campos de la actividad humana, a
de la Palabra, del culto y de presidir la comu- fin de que, juntamente con ellos, puedan cono-
nidad. Estos servicios pueden ser la traducción cer los signos de los tiempos».(184) El Sínodo
concreta de los ministerios del Lectorado, ha insistido también en la atención pastoral a
Acolitado y Diaconado. los laicos: «Es necesario que el alumno sea
capaz de proponer y ayudar a vivir a los fieles
59. Ya que la actividad pastoral está
laicos, especialmente los jóvenes, las diversas
destinada por su naturaleza a animar la Iglesia,

57
Juan Pablo II

vocaciones (matrimonio, servicios sociales, munidad promovida por el Obispo para ofre-
apostolado, ministerios y responsabilidades en cer, a quien es llamado por el Señor para el
las actividades pastorales, vida consagrada, servicio apostólico, la posibilidad de revivir la
dirección de la vida política y social, investi- experiencia formativa que el Señor dedicó a
gación científica, enseñanza). Sobre todo es los Doce. En realidad, los Evangelios nos pre-
necesario enseñar y ayudar a los laicos en su sentan la vida de trato íntimo y prolongado
vocación de impregnar y transformar el mun- con Jesús como condición necesaria para el
do con la luz del Evangelio, reconociendo su ministerio apostólico. Esa vida exige a los
propio cometido y respetándolo».(185) Doce llevar a cabo, de un modo particular-
mente claro y específico, el desprendimiento
Por último, la conciencia de la Iglesia
—propuesto en cierta medida a todos los dis-
como comunión «misionera» ayudará al can-
cípulos— del ambiente de origen, del trabajo
didato al sacerdocio a amar y vivir la dimen-
habitual, de los afectos más queridos (cf. Mc
sión misionera esencial de la Iglesia y de las
1,16-20; 10, 28; Lc 9, 11. 27-28; 9, 57-62; 14,
diversas actividades pastorales; a estar abierto
25-27). Se ha citado varias veces la narración
y disponible para todas las posibilidades ofre-
de Marcos, que subraya la relación profunda
cidas hoy para el anuncio del Evangelio, sin
que une a los apóstoles con Cristo y entre sí;
olvidar la valiosa ayuda que pueden y deben
antes de ser enviados a predicar y curar, son
dar al respecto los medios de comunicación
llamados «para que estuvieran con él» (Mc 3,
social;(186) y a prepararse para un ministerio
14).
que podrá exigirle la disponibilidad concreta
al Espíritu Santo y al Obispo para ser enviado La identidad profunda del seminario es
a predicar el Evangelio fuera de su país.(187) ser, a su manera, una continuación en la Igle-
sia de la íntima comunidad apostólica forma-
II. AMBIENTES PROPIOS DE LA
da en torno a Jesús, en la escucha de su Pala-
FORMACIÓN SACERDOTAL
bra, en camino hacia la experiencia de la Pas-
La comunidad formativa del Semina- cua, a la espera del don del Espíritu para la
rio mayor misión. Esta identidad constituye el ideal for-
60. La necesidad del Seminario mayor mativo que —en las muy diversas formas y
—y de una análoga Casa religiosa de forma- múltiples vicisitudes que como institución
ción— para la preparación de los candidatos al humana ha tenido en la historia— estimula al
sacerdocio, como fue afirmada categóricamen- seminario a encontrar su realización concreta,
te por el Concilio Vaticano II,(l88) ha sido fiel a los valores evangélicos en los que se
reiterada por el Sínodo con estas palabras: inspira y capaz de responder a las situaciones
«La institución del Seminario mayor, como y necesidades de los tiempos.
lugar óptimo de formación, debe ser confir- El seminario es, en sí mismo, una ex-
mada como ambiente normal, incluso material, periencia original de la vida de la Iglesia; en
de una vida comunitaria y jerárquica, es más, él el Obispo se hace presente a través del mi-
como casa propia para la formación de los nisterio del rector y del servicio de correspon-
candidatos al sacerdocio, con superiores ver- sabilidad y de comunión con los demás educa-
daderamente consagrados a esta tarea. Esta dores, para el crecimiento pastoral y apostóli-
institución ha dado muchísimos frutos a través co de los alumnos. Los diversos miembros de
de los siglos y continúa dándolos en todo el la comunidad del seminario, reunidos por el
mundo».(189) Espíritu en una sola fraternidad, colaboran,
El seminario, que representa como un cada uno según su propio don, al crecimiento
tiempo y un espacio geográfico, es sobre todo de todos en la fe y en la caridad, para que se
una comunidad educativa en camino: la co- preparen adecuadamente al sacerdocio y por

58
Pastores dabo vobis

tanto a prolongar en la Iglesia y en la historia sea, el acompañamiento vocacional de los fu-


la presencia redentora de Jesucristo, el buen turos sacerdotes, y por tanto el discernimiento
Pastor. de la vocación, la ayuda para corresponder a
ella y la preparación para recibir el sacramento
Incluso desde un punto de vista hu-
del Orden con las gracias y responsabilidades
mano, el Seminario mayor debe tratar de ser
propias, por las que el sacerdote se configura
«una comunidad estructurada por una profun-
con Jesucristo, Cabeza y Pastor, y se prepara y
da amistad y caridad, de modo que pueda ser
compromete para compartir su misión de sal-
considerada una verdadera familia que vive en
vación en la Iglesia y en el mundo.
la alegría».(190) Desde un punto de vista cris-
tiano, el Seminario debe configurarse — En cuanto comunidad educativa, toda
continúan los Padres sinodales—, como «co- la vida del Seminario, en sus más diversas
munidad eclesial», como «comunidad de dis- expresiones, está intensamente dedicada a la
cípulos del Señor, en la que se celebra una formación humana, espiritual, intelectual y
misma liturgia (que impregna la vida del espí- pastoral de los futuros presbíteros; se trata de
ritu de oración), formada cada día en la lectura una formación que, aun teniendo tantos aspec-
y meditación de la Palabra de Dios y con el tos comunes con la formación humana y cris-
sacramento de la Eucaristía, en el ejercicio de tiana de todos los miembros de la Iglesia, pre-
la caridad fraterna y de la justicia; una comu- senta contenidos, modalidades y característi-
nidad en la que, en el progreso de la vida co- cas que nacen de manera específica de la fina-
munitaria y en la vida de cada miembro, res- lidad que se persigue, esto es, de preparar al
plandezcan el Espíritu de Cristo y el amor a la sacerdocio.
Iglesia».(191) Confirmando y desarrollando Ahora bien, los contenidos y formas de
concretamente esta esencial dimensión eclesial la labor educativa exigen que el Seminario
del Seminario, los Padres sinodales afirman: tenga definido su propio plan, o sea, un pro-
«como comunidad eclesial, sea diocesana o grama de vida que se caracterice tanto por ser
interdiocesana, o también religiosa, el Semina- orgánico-unitario, como por su sintonía o co-
rio debe alimentar el sentido de comunión de rrespondencia con el único fin que justifica la
los candidatos con su Obispo y con su Presbi- existencia del Seminario: la preparación de los
terio, de modo que participen en su esperanza futuros presbíteros.
y en sus angustias, y sepan extender esta aper-
tura a las necesidades de la Iglesia univer- En este sentido, escriben los Padres si-
sal».(192) nodales: «en cuanto comunidad educativa, (el
Seminario) está al servicio de un programa
Es esencial para la formación de los claramente definido que, como nota caracterís-
candidatos al sacerdocio y al ministerio pasto- tica, tenga la unidad de dirección, manifestada
ral —eclesial por naturaleza— que se viva en en la figura del Rector y sus colaboradores, en
el Seminario no de un modo extrínseco y su- la coherencia de toda la ordenación de la vida
perficial, como si fuera un simple lugar de y actividad formativa y de las exigencias fun-
habitación y de estudio, sino de un modo inte- damentales de la vida comunitaria, que lleva
rior y profundo: como una comunidad especí- consigo también aspectos esenciales de la la-
ficamente eclesial, una comunidad que revive bor de formación. Este programa debe estar al
la experiencia del grupo de los Doce unidos a servicio —sin titubeos ni vaguedades— de la
Jesús.(193) finalidad específica, la única que justifica la
61. El Seminario es, por tanto, una co- existencia del Seminario, a saber, la formación
munidad eclesial educativa, más aún, es una de los futuros presbíteros, pastores de la Igle-
especial comunidad educativa. Y lo que de- sia.(194) Y para que la programación sea ver-
termina su fisonomía es el fin específico, o daderamente adecuada y eficaz, es preciso que

59
Juan Pablo II

las grandes líneas del programa se traduzcan pondan a las necesidades de los pueblos de
más concretamente y al detalle, mediante al- cultura así llamada indígena, de las vocaciones
gunas normas particulares destinadas a orde- de adultos, de las vocaciones misioneras,
nar la vida comunitaria, estableciendo deter- etc».1(95)
minados instrumentos y algunos ritmos tem- 62. La finalidad y la forma educativa
porales precisos. específica del Seminario mayor exige que los
Otro aspecto que hay que subrayar aquí candidatos al sacerdocio entren en él con al-
es la labor educativa que, por su naturaleza, es guna preparación previa. Esta preparación no
el acompañamiento de estas personas históri- creaba —al menos hasta hace algún decenio—
cas y concretas que caminan hacia la opción y problemas particulares, ya que los aspirantes
la adhesión a determinados ideales de vida. provenían habitualmente de los Seminarios
Precisamente por esto la labor educativa debe menores y la vida cristiana de las comunidades
saber conciliar armónicamente la propuesta eclesiales ofrecía con facilidad a todos indis-
clara de la meta que se quiere alcanzar, la exi- tintamente una discreta instrucción y educa-
gencia de caminar con seriedad hacia ella, la ción cristiana.
atención al «viandante», es decir al sujeto La situación en muchos lugares ha
concreto empeñado en esta aventura y, consi- cambiado bastante. En efecto, se da una fuerte
guientemente, a una serie de situaciones, pro- discrepancia entre el estilo de vida y la prepa-
blemas, dificultades, ritmos diversos de anda- ración básica, de los chicos, adolescentes y
dura y de crecimiento. Esto exige una sabia jóvenes —aunque sean cristianos e incluso
elasticidad, que no significa precisamente comprometidos en la vida de la Iglesia—, por
transigir ni sobre los valores ni sobre el com- un lado, y, por otro, el estilo de vida del Semi-
promiso consciente y libre, sino que quiere nario y sus exigencias formativas. En este
decir amor verdadero y respeto sincero a las punto, en comunión con los Padres sinodales,
condiciones totalmente personales de quien pido que haya un período adecuado de prepa-
camina hacia el sacerdocio. Esto vale no sólo ración que preceda la formación del Semina-
respecto a cada una de las personas, sino tam- rio: «Es útil que haya un período de prepara-
bién en relación con los diversos contextos ción humana, cristiana, intelectual y espiritual
sociales y culturales en los que se desenvuel- para los candidatos al Seminario mayor. Estos
ven los Seminarios y con la diversa historia candidatos deben tener determinadas cualida-
que cada uno de ellos tienen. En este sentido des: la recta intención, un grado suficiente de
la obra educativa exige una constante renova- madurez humana, un conocimiento bastante
ción. Por ello, los Padres sinodales han subra- amplio de la doctrina de la fe, alguna intro-
yado también con fuerza, en relación con la ducción a los métodos de oración y costum-
configuración de los Seminarios: «Salva la
bres conformes con la tradición cristiana. Ten-
validez de las formas clásicas del Seminario, gan también las aptitudes propias de sus re-
el Sínodo desea que continúe el trabajo de giones, mediante las cuales se expresa el es-
consulta de las Conferencias Episcopales so- fuerzo de encontrar a Dios y la fe (cf. Evange-
bre las necesidades actuales de la formación, lii nuntiandi, 48).(196)
como se mandaba en el decreto Optatan totius
(n. 1) y en el Sínodo de 1967. Revísense opor- «Un conocimiento bastante amplio de
tunamente las Rationes de cada nación o rito, la doctrina de la fe», de que hablan los Padres
ya sea con ocasión de las consultas hechas por sinodales, se exige igualmente antes de la teo-
las Conferencias Episcopales, ya sea en las logía, pues no se puede desarrollar una «inte-
visitas apostólicas a los Seminarios de las di- lligentia fidei» si no se conoce la «fides» en su
versas naciones, para integrar en ellas diversos contenido. Una tal laguna podrá ser más fá-
modelos comprobados de formación, que res-

60
Pastores dabo vobis

cilmente colmada mediante el próximo Cate- por ejemplo, explica la predilección de Jesús
cismo universal. hacia el apóstol Juan «por su tierna edad» y
saca de ahí la siguiente conclusión: «esto nos
Mientras que, por una parte, se hace
da a entender cómo ama Dios de modo espe-
común el convencimiento de la necesidad de
cial a aquellos que se entregan a su servicio
esta preparación previa al Seminario mayor,
desde la primera juventud».(198)
por otra, se da diversa valoración de sus con-
tenidos y características, o sea: si la finalidad La Iglesia, con la institución de los
prioritaria ha de ser la formación espiritual Seminarios menores, toma bajo su especial
para el discernimiento vocacional, o la forma- cuidado, discerniendo y acompañando, estos
ción intelectual o cultural. Además, no pueden brotes de vocación sembrados en los corazo-
olvidarse las muchas y profundas diversidades nes de los muchachos. En varias partes del
que existen, no sólo en relación con cada uno mundo estos Seminarios continúan desarro-
de los candidatos, sino también en relación llando una preciosa labor educativa, dirigida a
con las varias regiones y países. Esto aconseja custodiar y desarrollar los brotes de vocación
una fase todavía de estudio y experimentación, sacerdotal, para que los alumnos la puedan
para que puedan definirse de una manera más reconocer más fácilmente y se hagan más ca-
oportuna y detallada los diversos elementos de paces de corresponder a ella. Su propuesta
esta preparación previa o «período propedéu- educativa tiende a favorecer oportuna y gra-
tico»: tiempo, lugar, forma, temas de este pe- dualmente aquella formación humana, cultural
ríodo, que desde luego han de estar en coordi- y espiritual que llevará al joven a iniciar el
nación con los años sucesivos de la formación camino en el Seminario mayor con una base
en el Seminario. adecuada y sólida.
En este sentido, asumo y propongo a la Prepararse «a seguir a Cristo Redentor
Congregación para la Educación Católica la con espíritu de generosidad y pureza de inten-
petición hecha por los Padres sinodales: «El ción»: éste es el fin del Seminario menor indi-
Sínodo pide que la Congregación para la Edu- cado por el Concilio en el decreto Optatam
cación Católica recoja todas las informaciones totius, donde se describe de la siguiente forma
sobre las primeras experiencias ya hechas o su carácter educativo: los alumnos «bajo la
que se están haciendo. En su momento, la dirección paterna de sus superiores, secundada
Congregación comunique a las Conferencias por la oportuna cooperación de los padres,
Episcopales las informaciones sobre este te- lleven un género de vida que se avenga bien
ma».(197) con la edad, espíritu y evolución de los ado-
lescentes, y se adapte de lleno a las normas de
El Seminario menor y otras formas de
la sana psicología, sin dejar a un lado la razo-
acompañamiento vocacional
nable experiencia de las cosas humanas y el
63. Como demuestra una larga expe- trato con la propia familia».(199)
riencia, la vocación sacerdotal tiene, con fre-
El Seminario menor podrá ser también
cuencia, un primer momento de manifestación
en la diócesis un punto de referencia de la pas-
en los años de la preadolescencia o en los pri-
toral vocacional, con oportunas formas de
merísimos años de la juventud. E incluso en
acogida y oferta de informaciones para aque-
quienes deciden su ingreso en el Seminario
llos adolescentes que están en búsqueda de la
más adelante, no es raro constatar la presencia
vocación o que, decididos ya a seguirla, se ven
de la llamada de Dios en períodos muy ante-
obligados a retrasar el ingreso en el Seminario
riores. La historia de la Iglesia es un testimo-
nio continuo de llamadas que el Señor hace en por diversas circunstancias, familiares o esco-
lares.
edad tierna todavía. Santo Tomás de Aquino,

61
Juan Pablo II

64. Donde no se dé la posibilidad de vocacional de la Iglesia, se debe decir que la


tener el Seminario menor -—«necesario y muy Iglesia como tal es el sujeto comunitario que
útil en muchas regiones»— es preciso crear tiene la gracia y la responsabilidad de acom-
otras «instituciones»,(200) como podrían ser pañar a cuantos el Señor llama a ser sus minis-
los grupos vocacionales para adolescentes y tros en el sacerdocio.
jóvenes. Aunque no sean permanentes, estos En este sentido, la lectura del misterio
grupos podrán ofrecer en un ambiente comuni- de la Iglesia nos ayuda a precisar mejor el
tario una guía sistemática para el análisis y el puesto y la misión que sus diversos miembros
crecimiento vocacional. Incluso viviendo en —individualmente y también como miembros
familia y frecuentando la comunidad cristiana de un cuerpo— tienen en la formación de los
que les ayude en su camino formativo, estos aspirantes al presbiterado.
muchachos y estos jóvenes no deben ser deja-
dos solos. Ellos tienen necesidad de un grupo Ahora bien, la Iglesia es por su propia
particular o de una comunidad de referencia en naturaleza la «memoria», el «sacramento» de
la que apoyarse para seguir el itinerario voca- la presencia y de la acción de Jesucristo en
cional concreto que el don del Espíritu Santo medio de nosotros y para nosotros. A su mi-
ha comenzado en ellos. sión salvadora se debe la llamada al sacerdo-
cio; y no sólo la llamada, sino también el
Como siempre ha sucedido en la histo- acompañamiento para que la persona que se
ria de la Iglesia, y con alguna característica de siente llamada pueda reconocer la gracia del
esperanzadora novedad y frecuencia en las Señor y responda a ella con libertad y con
actuales circunstancias, se constata el fenó- amor. Es el Espíritu de Jesús el que da la luz y
meno de vocaciones sacerdotales que se dan la fuerza en el discernimiento y en el camino
en la edad adulta, después de una más o me- vocacional. No hay, por tanto, auténtica labor
nos larga experiencia de vida laical y de com- formativa para el sacerdocio sin el influjo del
promiso profesional. No siempre es posible, y Espíritu de Cristo. Todo formador humano
con frecuencia no es ni siquiera conveniente, debe ser plenamente consciente de esto. ¿Có-
invitar a los adultos a seguir el itinerario edu- mo no ver una «riqueza» totalmente gratuita y
cativo del Seminario mayor. Se debe más bien radicalmente eficaz, que tiene su «peso» deci-
programar, después de un cuidadoso discerni- sivo en el trabajo formativo hacia el sacerdo-
miento sobre la autenticidad de estas vocacio- cio? ¿Y cómo no gozar ante la dignidad de
nes, cualquier forma específica de acompaña- todo formador humano, que, en cierto sentido,
miento formativo, de modo que se asegure, se presenta al aspirante al sacerdocio como
mediante adaptaciones oportunas, la necesaria visible representante de Cristo? Si la prepara-
formación espiritual e intelectual.(201) Una ción al sacerdocio es esencialmente la forma-
adecuada relación con los otros aspirantes al
ción del futuro pastor a imagen de Jesucristo,
sacerdocio y los períodos de presencia en la buen Pastor ¿quién mejor que el mismo Jesús,
comunidad del Seminario mayor, podrán ga- mediante la infusión de su Espíritu, puede do-
rantizar la inserción plena de estas vocaciones nar y llevar hasta la madurez aquella caridad
en el único presbiterio, y su íntima y cordial pastoral que Él ha vivido hasta el don total de
comunión con el mismo. sí mismo (cf. Jn 15, 13; 10, 11) y que quiere
III. PROTAGONISTAS DE LA FORMA- que sea vivida también por todos los presbíte-
CIÓN SACERDOTAL ros?
La Iglesia y el Obispo El primer representante de Cristo en la
65. Puesto que la formación de los as- formación sacerdotal es el Obispo. Del Obis-
po, de cada Obispo, se podría afirmar lo que el
pirantes al sacerdocio pertenece a la pastoral
evangelista Marcos nos dice en el texto reite-

62
Pastores dabo vobis

radamente citado: «Llamó a los que él quiso: y una realización adecuada del programa educa-
vinieron donde él. Instituyó Doce, para que tivo, sino que también y sobre todo ofrece a
estuvieran con él, y para enviarlos...» (Mc 3, los futuros sacerdotes el ejemplo significativo
13-14). En realidad la llamada interior del Es- y el acceso a aquella comunión eclesial que
píritu tiene necesidad de ser reconocida por el constituye un valor fundamental de la vida
Obispo como auténtica llamada. Si todos pue- cristiana y del ministerio pastoral.
den «acercarse» al Obispo, porque es Pastor y Es evidente que gran parte de la efica-
Padre de todos, lo pueden de un modo particu- cia formativa depende de la personalidad ma-
lar sus presbíteros, por la común participación dura y recia de los formadores, bajo el punto
al mismo sacerdocio y ministerio. El Obispo de visto humano y evangélico. Por esto son
—dice el Concilio— debe considerarlos y tra- particularmente importantes, por un lado, la
tarlos como «hermanos y amigos».(202) Y selección cuidada de los formadores y, por
esto se puede decir, por analogía, de cuantos otro, el estimularles para que se hagan cada
se preparan al sacerdocio. Por lo que se refiere vez más idóneos para la misión que les ha
al «estar con él» —del texto evangélico—, sido confiada. Conscientes de que precisamen-
esto es, con el Obispo, es ya un gran signo de te en la selección y formación de los formado-
la responsabilidad formativa de éste para con res radica el porvenir de la preparación de los
los aspirantes al sacerdocio el hecho de que candidatos al sacerdocio, los Padres sinodales
los visite con frecuencia y en cierto modo «es- se han detenido ampliamente a precisar la
té» con ellos. identidad de los educadores. En particular, han
La presencia del Obispo tiene un valor escrito: «La misión de la formación de los
particular, no sólo porque ayuda a la comuni- aspirantes al sacerdocio exige ciertamente no
dad del Seminario a vivir su inserción en la sólo una preparación especial de los formado-
Iglesia particular y su comunión con el Pastor res, que sea verdaderamente técnica, pedagó-
que la guía, sino también porque autentifica y gica, espiritual, humana y teológica, sino tam-
estimula la finalidad pastoral, que constituye bién el espíritu de comunión y colaboración en
lo específico de toda la formación de los aspi- la unidad para desarrollar el programa, de mo-
rantes al sacerdocio. Sobre todo, con su pre- do que siempre se salve la unidad en la acción
sencia y con la co-participación con los aspi- pastoral del Seminario bajo la guía del rector.
rantes al sacerdocio de todo cuanto se refiere a El grupo de formadores dé testimonio de una
la pastoral de la Iglesia particular, el Obispo vida verdaderamente evangélica y de total
contribuye fundamentalmente a la formación entrega al Señor. Es oportuno que tenga una
del «sentido de Iglesia», como valor espiritual cierta estabilidad, que resida habitualmente en
y pastoral central en el ejercicio del ministerio la comunidad del Seminario y que esté ínti-
sacerdotal. mamente unido al Obispo, como primer res-
ponsable de la formación de los sacerdo-
La comunidad educativa del Semina-
tes».(203)
rio
Son los Obispos los primeros que de-
66. La comunidad educativa del Semi-
ben sentir su grave responsabilidad en la for-
nario se articula en torno a los diversos forma-
mación de los encargados de la educación de
dores: el rector, el director o padre espiritual,
los futuros presbíteros. Para este ministerio
los superiores y los profesores. Ellos se deben
deben elegirse sacerdotes de vida ejemplar y
sentir profundamente unidos al Obispo, al que,
con determinadas cualidades: «la madurez
con diverso título y de modo distinto represen-
humana y espiritual, la experiencia pastoral, la
tan, y entre ellos debe existir una comunión y
competencia profesional, la solidez en la pro-
colaboración convencida y cordial. Esta uni-
pia vocación, la capacidad de colaboración, la
dad de los educadores no sólo hace posible

63
Juan Pablo II

preparación doctrinal en las ciencias humanas 67. Cuantos introducen y acompañan a


(especialmente la psicología), que son propias los futuros sacerdotes en la sagrada doctrina
de su oficio, y el conocimiento del estilo pecu- mediante la enseñanza teológica tienen una
liar del trabajo en grupo».(204) particular responsabilidad educativa, que con
frecuencia —como enseña la experiencia— es
Respetando la distinción entre foro in-
más decisiva que la de los otros educadores,
terno y externo, la conveniente libertad para
en el desarrollo de la personalidad presbiteral.
escoger confesores, y la prudencia y discre-
ción del ministerio del director espiritual, la La responsabilidad de los profesores
comunidad presbiteral de los educadores debe de teología, antes que en la relación de docen-
sentirse solidaria en la responsabilidad de edu- cia que deben entablar con los aspirantes al
car a los aspirantes al sacerdocio. A ella, sacerdocio, radica en la concepción que ellos
siempre contando con la conjunta valoración deben tener de la naturaleza de la teología y
del Obispo y del rector, corresponde en primer del ministerio sacerdotal, como también en el
lugar la misión de procurar y comprobar la espíritu y estilo con el que deben desarrollar
idoneidad de los aspirantes en lo que se refiere su enseñanza teológica. En este sentido, los
a las dotes espirituales, humanas e intelectua- Padres sinodales han afirmado justamente que
les, principalmente en cuanto al espíritu de el «teólogo debe ser siempre consciente de que
oración, asimilación profunda de la doctrina a su enseñanza no le viene la autoridad de él
de la fe, capacidad de auténtica fraternidad y mismo, sino que debe abrir y comunicar la
carisma del celibato.(205) inteligencia de la fe últimamente en el nombre
del Señor Jesús y de la Iglesia. Así, el teólogo,
Teniendo presente —como también lo
aun en el uso de todas las posibilidades cientí-
han recordado los Padres sinodales— las indi-
ficas, ejerce su misión por mandato de la Igle-
caciones de la Exhortación Christifideles lai-
sia y colabora con el Obispo en el oficio de
ci(206) y de la Carta Apostólica Mulieris dig-
enseñar. Y porque los teólogos y los Obispos
nitatem, que advierten la utilidad de un sano
están al servicio de la misma Iglesia en la
influjo de la espiritualidad laical y del carisma
promoción de la fe, deben desarrollar y culti-
de la feminidad en todo itinerario educativo,
var una confianza recíproca y, con este espíri-
es oportuno contar también —de forma pru-
tu, superar también las tensiones y los conflic-
dente y adaptada a los diversos contextos cul-
tos (cf. más ampliamente la Instrucción de la
turales— con la colaboración de fieles laicos,
Congregación para la Doctrina de la Fe sobre
hombres y mujeres, en la labor formativa de
La vocación eclesial del teólogo)».(208)
los futuros sacerdotes. Habrán de ser escogi-
dos con particular atención, en el cuadro de las El profesor de teología, como cualquier
leyes de la Iglesia y conforme a sus particula- otro educador, debe estar en comunión y cola-
res carismas y probadas competencias. De su borar abiertamente con todas las demás perso-
colaboración, oportunamente coordenada e nas dedicadas a la formación de los futuros
integrada en las responsabilidades educativas sacerdotes, y presentar con rigor científico,
primarias de los formadores de los futuros generosidad, humildad y entusiasmo su apor-
presbíteros, es lícito esperar buenos frutos para tación original y cualificada, que no es sólo la
un crecimiento equilibrado del sentido de Igle- simple comunicación de una doctrina —
sia y para una percepción más exacta de la aunque ésta sea la doctrina sagrada—, sino
propia identidad sacerdotal, por parte de los que es sobre todo la oferta de la perspectiva
aspirantes al presbiterado.(207) que, en el designio de Dios, unifica todos los
diversos saberes humanos y las diversas ex-
Los profesores de teología
presiones de vida.

64
Pastores dabo vobis

En particular, la fuerza específica e in- En estrecha relación con las familias


cisiva de los profesores de teología se mide, está la comunidad parroquial: ambas se unen
sobre todo, por ser «hombres de fe y llenos de en el plano de la educación en la fe; además,
amor a la Iglesia, convencidos de que el sujeto con frecuencia, la parroquia, mediante una
adecuado del conocimiento del misterio cris- específica pastoral juvenil y vocacional, ejerce
tiano es la Iglesia como tal, persuadidos por un papel de suplencia de la familia. Sobre to-
tanto de que su misión de enseñar es un autén- do, por ser la realización local más inmediata
tico ministerio eclesial, llenos de sentido pas- del misterio de la Iglesia, la parroquia ofrece
toral para discernir no sólo los contenidos, una aportación original y particularmente pre-
sino también las formas mejores en el ejercicio ciosa a la formación del futuro sacerdote. La
de este ministerio. De modo especial, a los comunidad parroquial debe continuar sintien-
profesores se les pide la plena fidelidad al do como parte viva de sí misma al joven en
Magisterio porque enseñan en nombre de la camino hacia el sacerdocio, lo debe acompa-
Iglesia y por esto son testigos de la fe».(209) ñar con la oración, acogerlo entrañablemente
en los tiempos de vacaciones, respetar y favo-
Comunidades de origen, asociaciones,
recer la formación de su identidad presbiteral,
movimientos juveniles
ofreciéndole ocasiones oportunas y estímulos
68. Las comunidades de las que pro- vigorosos para probar su vocación a la misión.
viene el aspirante al sacerdocio, aun teniendo
También las asociaciones y los movi-
en cuenta la separación que la opción vocacio-
mientos juveniles, signo y confirmación de la
nal lleva consigo, siguen ejerciendo un influjo
vitalidad que el Espíritu asegura a la Iglesia,
no indiferente en la formación del futuro sa-
pueden y deben contribuir a la formación de
cerdote. Por eso deben ser conscientes de su
los aspirantes al sacerdocio, en particular de
parte específica de responsabilidad.
aquellos que surgen de la experiencia cristia-
Recordemos, en primer lugar, a la fa- na, espiritual y apostólica de estas institucio-
milia: los padres cristianos, como también los nes. Los jóvenes que han recibido su forma-
hermanos, hermanas y otros miembros del ción de base en ellas y las tienen como punto
núcleo familiar, no deben nunca intentar llevar de referencia para su experiencia de Iglesia, no
al futuro presbítero a los límites estrechos de deben sentirse invitados a apartarse de su pa-
una lógica demasiado humana, cuando no sado y cortar las relaciones con el ambiente
mundana, aunque a esto sea un sincero afecto que ha contribuido a su decisión vocacional ni
lo que los impulse (cf. Mc 3, 20-21. 31-35). Al tienen por qué cancelar los rasgos característi-
contrario, animados ellos mismos por el mis- cos de la espiritualidad que allí aprendieron y
mo propósito de «cumplir la voluntad de vivieron, en todo aquello que tienen de bueno,
Dios», sepan acompañar el camino formativo edificante y enriquecedor.(210) También para
con la oración, el respeto, el buen ejemplo de ellos este ambiente de origen continúa siendo
las virtudes domésticas y la ayuda espiritual y fuente de ayuda y apoyo en el camino forma-
material, sobre todo en los momentos difíciles. tivo hacia el sacerdocio.
La experiencia enseña que, en muchos casos,
Las oportunidades de educación en la
esta ayuda múltiple ha sido decisiva para el
fe y de crecimiento cristiano y eclesial que el
aspirante al sacerdocio. Incluso en el caso de
Espíritu ofrece a tantos jóvenes a través de las
padres y familiares indiferentes o contrarios a
múltiples formas de grupos, movimientos y
la opción vocacional, la confrontación clara y
asociaciones de variada inspiración evangéli-
serena con la posición del joven y los incenti-
ca, deben ser sentidas y vividas como regalo
vos que de ahí se deriven, pueden ser de gran
del espíritu que anima la institución eclesial y
ayuda para que la vocación sacerdotal madure
está a su servicio. En efecto, un movimiento o
de un modo más consciente y firme.

65
Juan Pablo II

una espiritualidad particular «no es una estruc- 69. Por último, no se puede olvidar que
tura alternativa a la institución. Al contrario, el mismo aspirante al sacerdocio es también
es fuente de una presencia que continuamente protagonista necesario e insustituible de su
regenera en ella la autenticidad existencial e formación: toda formación -incluida la sacer-
histórica. Por esto, el sacerdote debe encontrar dotal es en definitiva una auto-formación. Na-
en el movimiento eclesial la luz y el calor que die nos puede sustituir en la libertad responsa-
lo hacen ser fiel a su Obispo y dispuesto a los ble que tenemos cada uno como persona.
deberes de la institución y atento a la discipli- Ciertamente también el futuro sacerdo-
na eclesiástica, de modo que sea más fértil la te —él el primero— debe crecer en la con-
vibración de su fe y el gusto de su fideli- ciencia de que el Protagonista por antonoma-
dad».(211) sia de su formación es el Espíritu Santo, que,
Por tanto, es necesario que, en la nueva con el don de un corazón nuevo, configura y
comunidad del Seminario —que el Obispo ha hace semejante a Jesucristo, el buen Pastor; en
congregado—, los jóvenes provenientes de este sentido, el aspirante fortalecerá de una
asociaciones y movimientos eclesiales apren- manera más radical su libertad acogiendo la
dan «el respeto a los otros caminos espirituales acción formativa del Espíritu. Pero acoger esta
y el espíritu de diálogo y cooperación», se acción significa también, por parte del aspiran-
atengan con coherencia y cordialidad a las te al sacerdocio, acoger las «mediaciones»
indicaciones formativas del Obispo y de los humanas de las que el Espíritu se sirve. Por
educadores del Seminario, confiándose con esto la acción de los varios educadores resulta
actitud sincera a su dirección y a sus valora- verdadera y plenamente eficaz sólo si el futuro
ciones.(212) Dicha actitud prepara y, de algún sacerdote ofrece su colaboración personal,
modo, anticipa la genuina opción presbiteral convencida y cordial.
de servicio a todo el Pueblo de Dios, en la
comunión fraterna del presbiterio y en obe-
diencia al Obispo. CAPÍTULO VI
La participación del seminarista y del TE RECOMIENDO QUE REAVIVES EL
presbítero diocesano en espiritualidades parti- CARISMA DE DIOS QUE ESTÁ EN TI
culares o instituciones eclesiales es ciertamen- Formación permanente de los sacerdotes
te, en sí misma, un factor beneficioso de cre-
cimiento y de fraternidad sacerdotal. Pero esta Razones teológicas de la formación
participación no debe obstaculizar sino ayudar permanente
el ejercicio del ministerio y la vida espiritual 70. «Te recomiendo que reavives el ca-
que son propios del sacerdote diocesano, el risma de Dios que está en ti» (2 Tim 1, 6).
cual «sigue siendo siempre pastor de todo el
conjunto. No sólo es el “hombre permanente”, Las palabras del Apóstol al obispo Ti-
siempre disponible para todos, sino el que va moteo se pueden aplicar legítimamente a la
al encuentro de todos —en particular está a la formación permanente a la que están llamados
cabeza de las parroquias— para que todos todos los sacerdotes en razón del «don de
descubran en él la acogida que tienen derecho Dios» que han recibido con la ordenación sa-
a esperar en la comunidad y en la Eucaristía grada. Ellas nos ayudan a entender el conteni-
que los congrega, sea cual sea su sensibilidad do real y la originalidad inconfundible de la
religiosa y su dedicación pastoral».(213) formación permanente de los presbíteros.
También contribuye a ello otro texto de san
El mismo aspirante Pablo en la otra carta a Timoteo: «No descui-
des el carisma que hay en ti, que se te comuni-
có por intervención profética mediante la im-

66
Pastores dabo vobis

posición de las manos del colegio de presbíte- De esta manera, la formación perma-
ros. Ocúpate en estas cosas; vive entregado a nente encuentra su propio fundamento y su
ellas para que tu aprovechamiento sea mani- razón de ser original en el dinamismo del sa-
fiesto a todos. Vela por ti mismo y por la en- cramento del Orden.
señanza; persevera en estas disposiciones, Ciertamente no faltan también razones
pues obrando así, te salvarás a ti mismo y a los simplemente humanas que han de impulsar al
que te escuchen» (1 Tim 4, 14-16). sacerdote a la formación permanente. Ello es
El Apóstol pide a Timoteo que «reavi- una exigencia de la realización personal pro-
ve», o sea, que vuelva a encender el don di- gresiva, pues toda vida es un camino incesante
vino, como se hace con el fuego bajo las ceni- hacia la madurez y ésta exige la formación
zas, en el sentido de acogerlo y vivirlo sin continua. Es también una exigencia del minis-
perder ni olvidar jamás aquella «novedad terio sacerdotal, visto incluso bajo su naturale-
permanente» que es propia de todo don de za genérica y común a las demás profesiones,
Dios, —que hace nuevas todas las cosas (cf. y por tanto como servicio hecho a los demás;
Ap 21, 5)— y, consiguientemente, vivirlo en porque no hay profesión, cargo o trabajo que
su inmarcesible frescor y belleza originaria. no exija una continua actualización, si se quie-
re estar al día y ser eficaz. La necesidad de
Pero este «reavivar» no es sólo el re-
«mantener el paso» con la marcha de la histo-
sultado de una tarea confiada a la responsabi-
ria es otra razón humana que justifica la for-
lidad personal de Timoteo ni es sólo el resul-
mación permanente.
tado de un esfuerzo de su memoria y de su
voluntad. Es el efecto de un dinamismo de la Pero estas y otras razones quedan asu-
gracia, intrínseco al don de Dios: es Dios midas y especificadas por las razones teológi-
mismo, pues, el que reaviva su propio don, cas que se han recordado y que se pueden pro-
más aún, el que distribuye toda la extraordina- fundizar ulteriormente.
ria riqueza de gracia y de responsabilidad que El sacramento del Orden, por su natu-
en él se encierran. raleza de «signo», propia de todos los sacra-
Con la efusión sacramental del Espíritu mentos, puede considerarse —como realmente
Santo que consagra y envía, el presbítero que- es— Palabra de Dios. Palabra de Dios que
da configurado con Jesucristo, Cabeza y Pas- llama y envía es la expresión más profunda de
tor de la Iglesia, y es enviado a ejercer el mi- la vocación y de la misión del sacerdote. Me-
nisterio pastoral. Y así, al sacerdote, marcado diante el sacramento del Orden Dios llama
en su ser de una manera indeleble y para ‘coram Ecclesia’ al candidato al sacerdocio.
siempre como ministro de Jesús y de la Igle- El «ven y sígueme» de Jesús encuentra su pro-
sia, e inserto en una condición de vida perma- clamación plena y definitiva en la celebración
nente e irreversible, se le confía un ministerio del sacramento de su Iglesia: se manifiesta y
pastoral que, enraizado en su propio ser y se comunica mediante la voz de la Iglesia, que
abarcando toda su existencia, es también per- resuena en los labios del Obispo que ora e
manente. El sacramento del Orden confiere al impone las manos. Y el sacerdote da respues-
sacerdote la gracia sacramental, que lo hace ta, en la fe, a la llamada de Jesús: «vengo y te
partícipe no sólo del «poder» y del «ministe- sigo». Desde este momento comienza aquella
rio» salvífico de Jesús, sino también de su respuesta que, como opción fundamental, de-
«amor»; al mismo tiempo, le asegura todas berá renovarse y reafirmarse continuamente
aquellas gracias actuales que le serán concedi- durante los años del sacerdocio en otras nume-
das cada vez que le sean necesarias y útiles rosísimas respuestas, enraizadas todas ellas y
para el digno cumplimiento del ministerio re- vivificadas por el «sí» del Orden sagrado.
cibido.

67
Juan Pablo II

En este sentido, se puede hablar de una justicia verdadera y propia: él es deudor para
vocación «en» el sacerdocio. En realidad, con el Pueblo de Dios, pues ha sido llamado a
Dios sigue llamando y enviando, revelando su reconocer y promover el «derecho» fundamen-
designio salvífico en el desarrollo histórico de tal de ser destinatario de la Palabra de Dios, de
la vida del sacerdote y de las vicisitudes de la los Sacramentos y del servicio de la caridad,
Iglesia y de la sociedad. Y precisamente en que son el contenido original e irrenunciable
esta perspectiva emerge el significado de la del ministerio pastoral del sacerdote. La for-
formación permanente; ésta es necesaria para mación permanente es necesaria para que el
discernir y seguir esta continua llamada o vo- sacerdote pueda responder debidamente a este
luntad de Dios. Así, el apóstol Pedro es llama- derecho del Pueblo de Dios.
do a seguir a Jesús incluso después de que el Alma y forma de la formación perma-
Resucitado le ha confiado su grey: «Le dice nente del sacerdote es la caridad pastoral: el
Jesús: ‘Apacienta mis ovejas’. ‘En verdad, en Espíritu Santo, que infunde la caridad pastoral,
verdad te digo: cuando eras joven, tú mismo te inicia y acompaña al sacerdote a conocer cada
ceñías e ibas adonde querías; pero cuando lle- vez más profundamente el misterio de Cristo,
gues a viejo, extenderás tus manos y otro te insondable en su riqueza (cf. Ef 3, 14 ss.) y,
ceñirá y te llevará a donde tú no quieras’. Con consiguientemente, a conocer el misterio del
esto indicaba la clase de muerte con que iba a sacerdocio cristiano. La misma caridad pasto-
glorificar a Dios. Dicho esto, añadió: ‘Sígue- ral empuja al sacerdote a conocer cada vez
me’» (Jn 21, 17-19). Por tanto, hay un «sí- más las esperanzas, necesidades, problemas,
gueme» que acompaña toda la vida y misión sensibilidad de los destinatarios de su ministe-
del apóstol. Es un «sígueme» que atestigua la rio, los cuales han de ser contemplados en sus
llamada y la exigencia de fidelidad hasta la situaciones personales concretas, familiares y
muerte (cf. Jn 21, 22), un «sígueme» que pue-
sociales.
de significar una«sequela Christi» con el don
total de sí en el martirio.(214) A todo esto tiende la formación per-
manente, entendida como opción consciente y
Los Padres sinodales han expuesto la libre que impulse el dinamismo de la caridad
razón que muestra la necesidad de la forma- pastoral y del Espíritu Santo, que es su fuente
ción permanente y que, al mismo tiempo, des- primera y su alimento continuo. En este senti-
cubre su naturaleza profunda, considerándola do la formación permanente es una exigencia
como «fidelidad» al ministerio sacerdotal y intrínseca del don y del ministerio sacramental
como «proceso de continua conversión».(215) recibido, que es necesaria en todo tiempo, pero
Es el Espíritu Santo, infundido con el sacra- hoy lo es particularmente urgente, no sólo por
mento, el que sostiene al presbítero en esta los rápidos cambios de las condiciones socia-
fidelidad y el que lo acompaña y estimula en
les y culturales de los hombres y los pueblos,
este camino de conversión constante. El don en los que se desarrolla el ministerio presbite-
del Espíritu Santo no excluye, sino que esti- ral, sino también por la «nueva evangeliza-
mula la libertad del sacerdote para que coope- ción», que es la tarea esencial e improrrogable
re responsablemente y asuma la formación de la Iglesia en este final del segundo milenio.
permanente como un deber que se le confía.
De esta manera, la formación permanente es Los diversos aspectos de la formación
expresión y exigencia de la fidelidad del sa- permanente
cerdote a su ministerio, es más, a su propio 71. La formación permanente de los
ser. Es, pues, amor a Jesucristo y coherencia sacerdotes, tanto diocesanos como religiosos,
consigo mismo. Pero es también un acto de es la continuación natural y absolutamente
amor al Pueblo de Dios, a cuyo servicio está necesaria de aquel proceso de estructuración
puesto el sacerdote. Más aún, es un acto de

68
Pastores dabo vobis

de la personalidad presbiteral iniciado y desa- sacerdotal. En el trato con los hombres y en la


rrollado en el Seminario o en la Casa religiosa, vida de cada día, el sacerdote debe acrecentar
mediante el proceso formativo para la Ordena- y profundizar aquella sensibilidad humana que
ción. le permite comprender las necesidades y aco-
ger los ruegos, intuir las preguntas no expre-
Es de mucha importancia darse cuenta
sadas, compartir las esperanzas y expectativas,
y respetar la intrínseca relación que hay entre
las alegrías y los trabajos de la vida ordinaria;
la formación que precede a la Ordenación y la
ser capaz de encontrar a todos y dialogar con
que le sigue. En efecto, si hubiese una discon-
todos. Sobre todo conociendo y compartiendo,
tinuidad o incluso una deformación entre estas
es decir, haciendo propia, la experiencia hu-
dos fases formativas, se seguirían inmediata-
mana del dolor en sus múltiples manifestacio-
mente consecuencias graves para la actividad
nes, desde la indigencia a la enfermedad, des-
pastoral y para la comunión fraterna entre los
de la marginación a la ignorancia, a la soledad,
presbíteros, particularmente entre los de dife-
a las pobrezas materiales y morales, el sacer-
rente edad. La formación permanente no es
dote enriquece su propia humanidad y la hace
una repetición de la recibida en el Seminario y
más auténtica y transparente, en un creciente y
que ahora es sometida a revisión o ampliada
apasionado amor al hombre.
con nuevas sugerencias prácticas, sino que se
desarrolla con contenidos y sobre todo a través Al hacer madurar su propia formación
de métodos relativamente nuevos, como un humana, el sacerdote recibe una ayuda particu-
hecho vital unitario que, en su progreso — lar de la gracia de Jesucristo; en efecto, la ca-
teniendo sus raíces en la formación del Semi- ridad del buen Pastor se manifestó no sólo con
nario— requiere adaptaciones, actualizaciones el don de la salvación a los hombres, sino
y modificaciones, pero sin rupturas ni solución también con la participación de su vida, de la
de continuidad. que el Verbo, que se ha hecho «carne» (cf. Jn
1, 14), ha querido conocer la alegría y el su-
Y viceversa, desde el Seminario mayor
frimiento, experimentar la fatiga, compartir las
es preciso preparar la futura formación perma-
emociones, consolar las penas. Viviendo como
nente y fomentar el ánimo y el deseo de los
hombre entre los hombres y con los hombres,
futuros presbíteros en relación con ella, de-
Jesucristo ofrece la más absoluta, genuina y
mostrando su necesidad, ventajas y espíritu, y
perfecta expresión de humanidad; lo vemos
asegurando las condiciones de su realización.
festejar las bodas de Caná, visitar a una fami-
Precisamente porque la formación lia amiga, conmoverse ante la multitud ham-
permanente es una continuación de la del Se- brienta que lo sigue, devolver a sus padres
minario, su finalidad no puede ser una mera hijos que estaban enfermos o muertos, llorar la
actitud, que podría decirse, «profesional», pérdida de Lázaro...
conseguida mediante el aprendizaje de algunas
Del sacerdote, cada vez más maduro en
técnicas pastorales nuevas. Debe ser más bien
su sensibilidad humana, ha de poder decir el
el mantener vivo un proceso general e integral
Pueblo de Dios algo parecido a lo que de Jesús
de continua maduración, mediante la profun-
dice la Carta a los Hebreos: «No tenemos un
dización, tanto de los diversos aspectos de la
Sumo Sacerdote que no pueda compadecerse
formación —humana, espiritual, intelectual y
de nuestras flaquezas, sino probado en todo
pastoral—, como de su específica orientación
igual que nosotros, excepto en el pecado»
vital e íntima, a partir de la caridad pastoral y
(Heb 4, 15).
en relación con ella.
72. Una primera profundización se re- La formación del presbítero en su di-
mensión espiritual es una exigencia de la vida
fiere a la dimensión humana de la formación
nueva y evangélica a la que ha sido llamado de

69
Juan Pablo II

manera específica por el Espíritu Santo infun- te. En efecto, la experiencia enseña que en la
dido en el sacramento del Orden. El Espíritu, oración no se vive de rentas; cada día es preci-
consagrando al sacerdote y configurándolo so no sólo reconquistar la fidelidad exterior a
con Jesucristo, Cabeza y Pastor, crea una rela- los momentos de oración, sobre todo los desti-
ción que, en el ser mismo del sacerdote, re- nados a la celebración de la Liturgia de las
quiere ser asimilada y vivida de manera perso- Horas y los dejados a la libertad personal y no
nal, esto es, consciente y libre, mediante una sometidos a tiempos fijos o a horarios del ser-
comunión de vida y amor cada vez más rica, y vicio litúrgico, sino que también se necesita, y
una participación cada vez más amplia y radi- de modo especial, reanimar la búsqueda conti-
cal de los sentimientos y actitudes de Jesucris- nuada de un verdadero encuentro personal con
to. En esta relación entre el Señor Jesús y el Jesús, de un coloquio confiado con el Padre,
sacerdote —relación ontológica y psicológica, de una profunda experiencia del Espíritu.
sacramental y moral— está el fundamento y a Lo que el apóstol Pablo dice de los
la vez la fuerza para aquella «vida según el creyentes, que deben llegar «al estado de
Espíritu» y para aquel «radicalismo evangéli- hombre perfecto, a la madurez de la plenitud
co» al que está llamado todo sacerdote y que de Cristo» (Ef 4, 13), se puede aplicar de ma-
se ve favorecido por la formación permanente nera especial a los sacerdotes, llamados a la
en su aspecto espiritual. Esta formación es perfección de la caridad y por tanto a la santi-
necesaria también para el ministerio sacerdo- dad, porque su mismo ministerio pastoral exi-
tal, su autenticidad y fecundidad espiritual. ge que sean modelos vivientes para todos los
«¿Ejerces la cura de almas?», preguntaba san fieles.
Carlos Borromeo. Y respondía así en el dis-
curso dirigido a los sacerdotes: «No olvides También la dimensión intelectual de la
por eso el cuidado de ti mismo, y no te entre- formación requiere que sea continuada y pro-
gues a los demás hasta el punto de que no fundizada durante toda la vida del sacerdote,
quede nada tuyo para ti mismo. Debes tener concretamente mediante el estudio y la actua-
ciertamente presente a las almas, de las que lización cultural seria y comprometida. El sa-
eres pastor, pero sin olvidarte de ti mismo. cerdote, participando de la misión profética de
Comprended, hermanos, que nada es tan nece- Jesús e inserto en el misterio de la Iglesia,
sario a los eclesiásticos como la meditación Maestra de verdad, está llamado a revelar a los
que precede, acompaña y sigue todas nuestras hombres el rostro de Dios en Jesucristo y, por
acciones: Cantaré, dice el profeta, y meditaré ello, el verdadero rostro del hombre.(217) Pe-
(cf. Sal 100, 1). Si administras los sacramen- ro esto exige que el mismo sacerdote busque
tos, hermano, medita lo que haces. Si celebras este rostro y lo contemple con veneración y
la Misa, medita lo que ofreces. Si recitas los amor (cf. Sal 26, 8; 41, 2); sólo así puede darlo
salmos en el coro, medita a quién y de qué a conocer a los demás. En particular, la perse-
cosa hablas. Si guías a las almas, medita con verancia en el estudio teológico resulta tam-
qué sangre han sido lavadas; y todo se haga bién necesaria para que el sacerdote pueda
entre vosotros en la caridad (1 Cor 16, 14). cumplir con fidelidad el ministerio de la Pala-
Así podremos superar las dificultades que en- bra, anunciándola sin titubeos ni ambigüeda-
contramos cada día, que son innumerables. des, distinguiéndola de las simples opiniones
Por lo demás, esto lo exige la misión que se os humanas, aunque sean famosas y difundidas.
ha confiado. Si así lo hacemos, tendremos la Así, podrá ponerse de verdad al servicio del
fuerza para engendrar a Cristo en nosotros y Pueblo de Dios, ayudándolo a dar razón de la
en los demás».(216) esperanza cristiana a cuantos se la pidan (cf. 1
Pe 3, 15). Además, «el sacerdote, al aplicarse
En concreto, la vida de oración debe con conciencia y constancia al estudio teológi-
ser «renovada» constantemente en el sacerdo-

70
Pastores dabo vobis

co, es capaz de asimilar, de forma segura y coordina y unifica los diversos aspectos, sino
personal, la genuina riqueza eclesial. Puede, que los concretiza como propios de la forma-
por tanto, cumplir la misión que lo comprome- ción del sacerdote, en cuanto transparencia,
te a responder a las dificultades de la auténtica imagen viva y ministro de Jesús, buen Pastor.
doctrina católica y superar la inclinación, pro- La formación permanente ayuda al sa-
pia y de otros, al disenso y a la actitud negati- cerdote a superar la tentación de llevar su mi-
va hacia el magisterio y hacia la tradi- nisterio a un activismo finalizado en sí mismo,
ción».(218) a una prestación impersonal de servicios, sean
El aspecto pastoral de la formación espirituales o sagrados, a una especie de em-
permanente queda bien expresado en las pala- pleo en la organización eclesiástica. Sólo la
bras del apóstol Pedro: «Que cada cual ponga formación permanente ayuda al «sacerdote» a
al servicio de los demás la gracia que ha reci- custodiar con amor vigilante el «misterio» del
bido, como buenos administradores de las di- que es portador para el bien de la Iglesia y de
versas gracias de Dios» (1 Pe 4, 10). Para vivir la humanidad.
cada día según la gracia recibida, es necesario
Significado profundo de la formación
que el sacerdote esté cada vez más abierto a
permanente
acoger la caridad pastoral de Jesucristo, que le
confirió su Espíritu Santo con el sacramento 73. Los aspectos diversos y comple-
recibido. Así como toda la actividad del Señor mentarios de la formación permanente nos
ha sido fruto y signo de la caridad pastoral, de ayudan a captar su significado profundo que es
la misma manera debe ser también para la ac- el de ayudar al sacerdote a ser y a desempeñar
tividad ministerial del sacerdote. La caridad su función en el espíritu y según el estilo de
pastoral es un don y un deber, una gracia y una Jesús buen Pastor.
responsabilidad, a la que es preciso ser fieles, ¡La verdad hay que vivirla! El apóstol
es decir, hay que asumirla y vivir su dinamis- Santiago nos exhorta de esta manera: «Poned
mo hasta las exigencias más radicales. Esta por obra la Palabra y no os contentéis sólo con
misma caridad pastoral, como se ha dicho, oírla, engañándoos a vosotros mismos» (Sant
empuja y estimula al sacerdote a conocer cada 1, 22). Los sacerdotes están llamados a «vivir
vez mejor la situación real de los hombres a la verdad» de su ser, o sea, a vivir «en la cari-
quienes ha sido enviado; a discernir la voz del dad» (cf. Ef 4, 15) su identidad y su ministerio
Espíritu en las circunstancias históricas en las en la Iglesia y para la Iglesia; están llamados a
que se encuentra; a buscar los métodos más tomar conciencia cada vez más viva del don
adecuados y las formas más útiles para ejercer de Dios y a recordarlo continuamente. He aquí
hoy su ministerio. De este modo, la caridad la invitación de Pablo a Timoteo: «Conserva el
pastoral animará y sostendrá los esfuerzos buen depósito mediante el Espíritu Santo que
humanos del sacerdote para que su actividad habita en nosotros» (2 Tim 1, 14).
pastoral sea actual, creíble y eficaz. Mas esto
exige una formación pastoral permanente. En el contexto eclesial, tantas veces re-
cordado, podemos considerar el profundo sig-
El camino hacia la madurez no requie- nificado de la formación permanente del sa-
re sólo que el sacerdote continúe profundizan- cerdote en orden a su presencia y acción en la
do los diversos aspectos de su formación sino Iglesia «mysterium, communio et missio».
que exige también, y sobre todo, que sepa in-
tegrar cada vez más armónicamente estos En la Iglesia «misterio» el sacerdote
mismos aspectos entre sí, alcanzando progre- está llamado, mediante la formación perma-
sivamente la unidad interior, que la caridad nente, a conservar y desarrollar en la fe la
pastoral garantiza. De hecho, ésta no sólo conciencia de la verdad entera y sorprendente

71
Juan Pablo II

de su propio ser, pues él es «ministro de Cris- plimiento del ministerio pastoral, ordenado
to y administrador de los misterios de Dios» por su propia naturaleza al bien del Pueblo de
(cf. 1 Cor 4, 1). Pablo pide expresamente a los Dios, donde el sacerdote debe vivir y testimo-
cristianos que lo consideren según esta identi- niar su profunda comunión con todos, como
dad; pero él mismo es el primero en ser cons- escribía Pablo VI: «Hace falta hacerse herma-
ciente del don sublime recibido del Señor. Así nos de los hombres en el momento mismo que
debe ser para todo sacerdote si quiere perma- queremos ser sus pastores, padres y maestros.
necer en la verdad de su ser. Pero esto es posi- El clima del diálogo es la amistad. Más toda-
ble sólo en la fe, sólo con la mirada y los ojos vía, el servicio».(220)
de Cristo. Concretamente, el sacerdote está lla-
En este sentido, se puede decir que la mado a madurar la conciencia de ser miembro
formación permanente tiende, desde luego, a de la Iglesia particular en la que está incardi-
hacer que el sacerdote sea una persona pro- nado, o sea, incorporado con un vínculo a la
fundamente creyente y lo sea cada vez más; vez jurídico, espiritual y pastoral. Esta con-
que pueda verse con los ojos de Cristo en su ciencia supone y desarrolla el amor especial a
verdad completa. Debe custodiar esta verdad la propia Iglesia. Ésta es, en realidad, el obje-
con amor agradecido y gozoso; debe renovar tivo vivo y permanente de la caridad pastoral
su fe cuando ejerce el ministerio sacerdotal: que debe acompañar la vida del sacerdote y
sentirse ministro de Jesucristo, sacramento del que lo lleva a compartir la historia o experien-
amor de Dios al hombre, cada vez que es me- cia de vida de esta Iglesia particular en sus
diador e instrumento vivo de la gracia de Dios valores y debilidades, en sus dificultades y
a los hombres; debe reconocer esta misma esperanzas, y a trabajar en ella para su creci-
verdad en sus hermanos sacerdotes. Este es el miento. Sentirse, pues, enriquecidos por la
principio de la estima y del amor hacia ellos. Iglesia particular y comprometidos activamen-
te en su edificación, prolongando cada sacer-
74. La formación permanente ayuda al
dote, y unido a los demás, aquella actividad
sacerdote, en la Iglesia «comunión», a madu-
pastoral que ha distinguido a los hermanos que
rar la conciencia de que su ministerio está ra-
les han precedido. Una exigencia imprescindi-
dicalmente ordenado a congregar a la familia
ble de la caridad pastoral hacia la propia Igle-
de Dios como fraternidad animada por la cari-
sia particular y hacia su futuro ministerial es la
dad y a llevarla al Padre por medio de Cristo
solicitud del sacerdote por dejar a alguien que
en el Espíritu Santo.(219)
tome su puesto en el servicio sacerdotal.
El sacerdote debe crecer en la concien-
El sacerdote debe madurar en la con-
cia de la profunda comunión que lo vincula al
ciencia de la comunión que existe entre las
Pueblo de Dios; él no está sólo «al frente de»
diversas Iglesias particulares, una comunión
la Iglesia, sino ante todo «en» la Iglesia. Es
enraizada en su propio ser de Iglesias que vi-
hermano entre hermanos. Revestido por el
ven en un lugar determinado la Iglesia única y
bautismo con la dignidad y libertad de los hi-
universal de Cristo. Esta conciencia de comu-
jos de Dios en el Hijo unigénito, el sacerdote
nión intereclesial favorecerá el «intercambio
es miembro del mismo y único cuerpo de Cris-
de dones», comenzando por los dones vivos y
to (cf. Ef 4, 16). La conciencia de esta comu-
personales, como son los mismos sacerdotes.
nión lleva a la necesidad de suscitar y desarro-
De aquí la disponibilidad, es más, el empeño
llar la corresponsabilidad en la común y única
generoso por llegar a una justa distribución del
misión de salvación, con la diligente y cordial
clero.(221) Entre estas Iglesias particulares
valoración de todos los carismas y tareas que
hay que recordar a las que, «privadas de liber-
el Espíritu otorga a los creyentes para la edifi-
tad, no pueden tener vocaciones propias», co-
cación de la Iglesia. Es sobre todo en el cum-

72
Pastores dabo vobis

mo también las «Iglesias recientemente salidas gélicas reservadas a quienes tienen mayor ne-
de la persecución y las Iglesias pobres a las cesidad de ayuda o de aliento. Esta fraternidad
que, ya desde hace tiempo, muchos, con espí- «presta una atención especial a los presbíteros
ritu generoso y fraterno, han enviado ayudas y jóvenes, mantiene un diálogo cordial y fra-
continúan enviándolas».(222) terno con los de media edad y los mayores, y
con los que, por razones diversas, pasan por
Dentro de la comunión eclesial, el sa-
dificultades. También a los sacerdotes que han
cerdote está llamado de modo particular, me-
abandonado esta forma de vida o que no la
diante su formación permanente, a crecer en y
siguen, no sólo no los abandona, sino que los
con el propio presbiterio unido al Obispo. El
acompaña aún con mayor solicitud frater-
presbiterio en su verdad plena es un myste-
na».(225)
rium: es una realidad sobrenatural, porque
tiene su raíz en el sacramento del Orden. Es su También forman parte del único pres-
fuente, su origen; es el «lugar» de su naci- biterio, por razones diversas, los presbíteros
miento y de su crecimiento. En efecto, «los religiosos residentes o que trabajan en una
presbíteros, mediante el sacramento del Orden, Iglesia particular. Su presencia supone un en-
están unidos con un vínculo personal e indiso- riquecimiento para todos los sacerdotes y los
luble a Cristo, único Sacerdote. El Orden se diferentes carismas particulares que ellos vi-
confiere a cada uno en singular, pero quedan ven, a la vez que son una invitación para que
insertos en la comunión del presbiterio unido los presbíteros crezcan en la comprensión del
con el Obispo (Lumen gentium, 28; Presby- mismo sacerdocio, contribuyen a estimular y
terorum ordinis, 7 y 8)».(223) acompañar la formación permanente de los
sacerdotes.
Este origen sacramental se refleja y se
prolonga en el ejercicio del ministerio presbi- El don de la vida religiosa, en la co-
teral: del mysterium al ministerium. «La uni- munidad diocesana, cuando va acompañado de
dad de los presbíteros con el Obispo y entre sí sincera estima y justo respeto de las particula-
no es algo añadido desde fuera a la naturaleza ridades de cada Instituto y de cada espirituali-
propia de su servicio, sino que expresa su dad tradicional, amplía el horizonte del testi-
esencia como solicitud de Cristo Sacerdote por monio cristiano y contribuye de diversa mane-
su Pueblo congregado por la unidad de la San- ra a enriquecer la espiritualidad sacerdotal,
tísima Trinidad».(224) Esta unidad del presbi- sobre todo respecto a la correcta relación y
terio, vivida en el espíritu de la caridad pasto- recíproco influjo entre los valores de la Iglesia
ral, hace a los sacerdotes testigos de Jesucris- particular y los de la universalidad del Pueblo
to, que ha orado al Padre «para que todos sean de Dios. Por su parte, los religiosos procuren
uno» (Jn 17, 21). garantizar un espíritu de verdadera comunión
eclesial, una participación cordial en la marcha
La fisonomía del presbiterio es, por
de la diócesis y en los proyectos pastorales del
tanto, la de una verdadera familia, cuyos
Obispo, poniendo a disposición el propio ca-
vínculos no provienen de carne y sangre, sino
risma para la edificación de todos en la cari-
de la gracia del Orden: una gracia que asume y
dad.(226)
eleva las relaciones humanas, psicológicas,
afectivas, amistosas y espirituales entre los Por último, en el contexto de la Iglesia
sacerdotes; una gracia que se extiende, pene- comunión y del presbiterio, se puede afrontar
tra, se revela y se concreta en las formas más mejor el problema de la soledad del sacerdote,
variadas de ayuda mutua, no sólo espirituales sobre la que han reflexionado los Padres sino-
sino también materiales. La fraternidad presbi- dales. Hay una soledad que forma parte de la
teral no excluye a nadie, pero puede y debe experiencia de todos y que es algo absoluta-
tener sus preferencias: las preferencias evan- mente normal. Pero hay también otra soledad

73
Juan Pablo II

que nace de dificultades diversas y que, a su al mismo tiempo toda la maravillosa gracia de
vez, provoca nuevas dificultades. En este sen- una obligación que no puede dejarlo tranquilo
tido, «la participación activa en el presbiterio —como decía Pablo: «Predicar el Evangelio
diocesano, los contactos periódicos con el no es para mí ningún motivo de gloria; es más
Obispo y con los demás sacerdotes, la mutua bien un deber que me incumbe. Y ¡ay de mí si
colaboración, la vida común o fraterna entre no predicara el Evangelio!» (1 Cor 6, 16)— y
los sacerdotes, como también la amistad y la es también, una exigencia, explícita o implíci-
cordialidad con los fieles laicos comprometi- ta, que surge fuertemente de los hombres, a los
dos en las parroquias, son medios muy útiles que Dios llama incansablemente a la salva-
para superar los efectos negativos de la sole- ción.
dad que algunas veces puede experimentar el Sólo una adecuada formación perma-
sacerdote».(227) nente logra mantener al sacerdote en lo que es
Pero la soledad no crea sólo dificulta- esencial y decisivo para su ministerio, o sea,
des, sino que ofrece también oportunidades como dice el apóstol Pablo, la fidelidad:
positivas para la vida del sacerdote: «aceptada «Ahora bien, lo que en fin de cuentas se exige
con espíritu de ofrecimiento y buscada en la de los administradores es que sean fieles» (1
intimidad con Jesucristo, el Señor, la soledad Cor 4, 2). A pesar de las diversas dificultades
puede ser una oportunidad para la oración y el que encuentra, el sacerdote ha de ser fiel —
estudio, como también una ayuda para la san- incluso en las condiciones más adversas o de
tificación y el crecimiento humano».(228) Se comprensible cansancio—, poniendo en ello
podría decir que una cierta forma de soledad todas las energías disponibles; fiel hasta el
es elemento necesario para la formación per- final de su vida. El testimonio de Pablo debe
manente. Jesús con frecuencia se retiraba solo ser ejemplo y estímulo para todo sacerdote:
a rezar (cf. Mt 14, 23). La capacidad de man- «A nadie damos ocasión alguna de tropiezo —
tener una soledad positiva es condición indis- escribe a los cristianos de Corinto—, para que
pensable para el crecimiento de la vida inte- no se haga mofa del ministerio, antes bien, nos
rior. Se trata de una soledad llena de la pre- recomendamos en todo como ministros de
sencia del Señor, que nos pone en contacto Dios: con mucha constancia en tribulaciones,
con el Padre a la luz del Espíritu. En este sen- necesidades y angustias; en azotes, cárceles,
tido, fomentar el silencio y buscar espacios y sediciones; en fatigas, desvelos, ayunos; en
tiempos «de desierto» es necesario para la pureza, ciencia, paciencia, bondad; en el Espí-
formación permanente, tanto en el campo inte- ritu Santo, en caridad sincera, en la palabra de
lectual, como en el espiritual y pastoral. De verdad, en el poder de Dios; mediante las ar-
este modo, se puede afirmar que no es capaz mas de la justicia: las de la derecha y las de la
de verdadera y fraterna comunión el que no izquierda; en gloria e ignominia, en calumnia
sabe vivir bien la propia soledad. y en buena fama; tenidos por impostores,
siendo veraces; como desconocidos, aunque
75. La formación permanente está des-
bien conocidos; como quienes están a la muer-
tinada a hacer crecer en el sacerdote la con-
te, pero vivos; como castigados, aunque no
ciencia de su participación en la misión salví-
condenados a muerte; como tristes, pero siem-
fica de la Iglesia. En la Iglesia como misión, la
pre alegres; como pobres, aunque enriquece-
formación permanente del sacerdote es no sólo
mos a muchos; como quienes nada tienen,
condición necesaria, sino también medio in-
aunque todo lo poseemos» (2 Cor 6, 3-10).
dispensable para centrar constantemente el
sentido de la misión y garantizar su realización En cualquier edad y situación
fiel y generosa. Con esta formación se ayuda 76. La formación permanente, preci-
al sacerdote a descubrir toda la gravedad, pero
samente porque es «permanente», debe acom-

74
Pastores dabo vobis

pañar a los sacerdotes siempre, esto es, en incluso necesario hoy— crear una adecuada
cualquier período y situación de su vida, así estructura de apoyo, con guías y maestros
como en los diversos cargos de responsabili- apropiados, en la que ellos puedan encontrar,
dad eclesial que se les confíen; todo ello, te- de manera orgánica y continua, las ayudas
niendo en cuenta, naturalmente, las posibilida- necesarias para comenzar bien su ministerio
des y características propias de la edad, condi- sacerdotal. Con ocasión de encuentros perió-
ciones de vida y tareas encomendadas. dicos, suficientemente prolongados y frecuen-
tes, vividos si es posible en ambiente comuni-
La formación permanente es un deber,
tario y en residencia, se les garantizarán bue-
ante todo, para los sacerdotes jóvenes y ha de
nos momentos de descanso, oración, reflexión
tener aquella frecuencia y programación de
e intercambio fraterno. Así será más fácil para
encuentros que, a la vez que prolongan la se-
ellos dar, desde el principio, una orientación
riedad y solidez de la formación recibida en el
evangélicamente equilibrada a su vida presbi-
Seminario, lleven progresivamente a los jóve-
teral. Y si algunas Iglesias particulares no pu-
nes presbíteros a comprender y vivir la singu-
dieran ofrecer este servicio a sus sacerdotes
lar riqueza del «don» de Dios —el sacerdo-
jóvenes, sería oportuno que colaboraran entre
cio— y a desarrollar sus potencialidades y
sí las Iglesias vecinas para juntar recursos y
aptitudes ministeriales, también mediante una
elaborar programas adecuados.
inserción cada vez más convencida y respon-
sable en el presbiterio, y por tanto en la comu- 77. La formación permanente constitu-
nión y corresponsabilidad con todos los her- ye también un deber para los presbíteros de
manos. media edad. En realidad, son muchos los ries-
gos que pueden correr, precisamente en razón
Si bien es comprensible una cierta sen-
de la edad, como por ejemplo un activismo
sación de «saciedad», que ante ulteriores mo-
exagerado y una cierta rutina en el ejercicio
mentos de estudio y de reuniones puede afec-
del ministerio. Así, el sacerdote puede verse
tar al joven sacerdote apenas salido del Semi-
tentado de presumir de sí mismo como si la
nario, ha de rechazarse como absolutamente
propia experiencia personal, ya demostrada,
falsa y peligrosa la idea de que la formación
no tuviese que ser contrastada con nada ni con
presbiteral concluya con su estancia en el Se-
nadie. Frecuentemente el sacerdote sufre una
minario.
especie de cansancio interior peligroso, fruto
Participando en los encuentros de la de dificultades y fracasos. La respuesta a esta
formación permanente, los jóvenes sacerdotes situación la ofrece la formación permanente,
podrán ofrecerse una ayuda mutua, mediante una continua y equilibrada revisión de sí mis-
el intercambio de experiencias y reflexiones mo y de la propia actividad, una búsqueda
sobre la aplicación concreta del ideal presbite- constante de motivaciones y medios para la
ral y ministerial que han asimilado en los años propia misión; de esta manera, el sacerdote
del Seminario. Al mismo tiempo, su participa- mantendrá el espíritu vigilante y dispuesto a
ción activa en los encuentros formativos del las constantes y siempre nuevas peticiones de
presbiterio podrá servir de ejemplo y estímulo salvación que recibe como «hombrede Dios».
a los otros sacerdotes que les aventajan en
La formación permanente debe intere-
años, testimoniando así el propio amor a todo
sar también a los presbíteros que, por la edad
el presbiterio y su afecto por la Iglesia particu-
avanzada, podemos denominar ancianos, y
lar necesitada de sacerdotes bien preparados.
que en algunas Iglesias son la parte más nume-
Para acompañar a los sacerdotes jóve- rosa del presbiterio; éste deberá mostrarles
nes en esta primera delicada fase de su vida y gratitud por el fiel servicio que han prestado a
ministerio, es más que nunca oportuno —e Cristo y a la Iglesia, y una solidaridad particu-

75
Juan Pablo II

lar dada su situación. Para estos presbíteros la los sacerdotes del tiempo y energías indispen-
formación permanente no significará tanto un sables para «velar por sí mismos» (cf. 1 Tim 4,
compromiso de estudio, actualización o diálo- 16).
go cultural, cuanto la confirmación serena y Esto ha de hacer crecer en todos la res-
alentadora de la misión que todavía están lla- ponsabilidad para que se superen las dificulta-
mados a llevar a cabo en el presbiterio; no sólo des e incluso que éstas sean un reto para pro-
porque continúan en el ministerio pastoral, gramar y llevar a cabo un plan de formación
aunque de maneras diversas, sino también por permanente, que responda de modo adecuado
la posibilidad que tienen, gracias a su expe- a la grandeza del don de Dios y a la gravedad
riencia de vida y apostolado, de ser valiosos de las expectativas y exigencias de nuestro
maestros y formadores de otros sacerdotes. tiempo.
También los sacerdotes que, por can-
Por ello, los responsables de la forma-
sancio o enfermedad, se encuentran en una ción permanente de los sacerdotes hay que
condicíón de debilidad física o de cansancio individuarlos en la Iglesia «comunión». En
moral, pueden ser ayudados con una forma- este sentido, es toda la Iglesia particular la
ción permanente que los estimule a continuar, que, bajo la guía del Obispo, tiene la respon-
de manera serena y decidida, su servicio a la sabilidad de estimular y cuidar de diversos
Iglesia; a no aislarse de la comunidad ni del modos la formación permanente de los sacer-
presbiterio; a reducir la actividad externa para dotes. Éstos no viven para sí mismos, sino
dedicarse a aquellos actos de relación pastoral para el Pueblo de Dios; por eso, la formación
y de espiritualidad personal, capaces de soste- permanente, a la vez que asegura la madurez
ner las motivaciones y la alegría de su sacer- humana, espiritual, intelectual y pastoral de
docio. La formación permanente les ayudará, los sacerdotes, representa un bien cuyo desti-
en particular, a mantener vivo el convenci- natario es el mismo Pueblo de Dios. Además,
miento que ellos mismos han inculcado a los el mismo ejercicio del ministerio pastoral lleva
fieles, a saber, la convicción de seguir siendo a un continuo y fecundo intercambio recíproco
miembros activos en la edificación de la Igle- entre la vida de fe de los presbíteros y la de los
sia, especialmente en virtud de su unión con fieles. Precisamente la participación de vida
Jesucristo doliente y con tantos hermanos y entre el presbítero y la comunidad, si se orde-
hermanas que en la Iglesia participan en la na y lleva a cabo con sabiduría, supone una
Pasión del Señor, reviviendo la experiencia aportación fundamental a la formación per-
espiritual de Pablo que decía: «Ahora me ale- manente, que no se puede reducir a un episo-
gro por los padecimientos que soporto por dio o iniciativa aislada, sino que comprende
vosotros, y completo en mi carne lo que falta a todo el ministerio y vida del presbítero.
las tribulaciones de Cristo» (Col 1, 24).(229)
En efecto, la experiencia cristiana de
Los responsables de la formación las personas sencillas y humildes, los impulsos
permanente espirituales de las personas enamoradas de
78. Las condiciones en las que, con Dios, la valiente aplicación de la fe a la vida
frecuencia y en muchos lugares, se desarrolla por parte de los cristianos comprometidos en
actualmente el ministerio de los presbíteros no las diversas responsabilidades sociales y civi-
hacen fácil un compromiso serio de forma- les, son acogidas por el presbítero y, a la vez
ción: el multiplicarse de tareas y servicios; la que las ilumina con su servicio sacerdotal,
complejidad de la vida humana en general y encuentra en ellas un precioso alimento espiri-
de las comunidades cristianas en particular; el tual. Incluso las dudas, crisis y demoras ante
activismo y el ajetreo típico de tantos sectores las más variadas situaciones personales y so-
de nuestra sociedad, privan con frecuencia a ciales; las tentaciones de rechazo o desespera-

76
Pastores dabo vobis

ción en momentos de dolor, enfermedad o serva siempre vivo el deseo de aprender y cre-
muerte; en fin, todas las circunstancias difíci- cer posee esta «juventud».
les que los hombres encuentran en el camino Fundamental es la responsabilidad del
de su fe, son vividas fraternalmente y soporta- Obispo y, con él, la del presbiterio. La del
das sinceramente en el corazón del presbítero Obispo se basa en el hecho de que los presbí-
que, buscando respuestas para los demás, se teros reciben su sacerdocio a través de él y
siente estimulado continuamente a encontrar- comparten con él la solicitud pastoral por el
las primero para sí mismo. Pueblo de Dios. El Obispo es el responsable
De esta manera, todos los miembros de la formación permanente, destinada a hacer
del Pueblo de Dios pueden y deben ofrecer que todos sus presbíteros sean generosamente
una valiosa ayuda a la formación permanente fieles al don y al ministerio recibido, como el
de sus sacerdotes. A este respecto, deben dejar Pueblo de Dios los quiere y tiene el «derecho»
a los sacerdotes espacios de tiempo para el de tenerlos. Esta responsabilidad lleva al
estudio y la oración; pedirles aquello para lo Obispo, en comunión con el presbiterio, a ha-
que han sido enviados por Cristo y no otras cer un proyecto y establecer un programa, ca-
cosas; ofrecerles colaboración en los diversos paces de estructurar la formación permanente
ámbitos de la misión pastoral, especialmente no como un mero episodio, sino como una
en lo que atañe a la promoción humana y al propuesta sistemática de contenidos, que se
servicio de la caridad; establecer relaciones desarrolla por etapas y tiene modalidades pre-
cordiales y fraternas con ellos; ayudar a los cisas. El Obispo vivirá su responsabilidad no
sacerdotes a ser conscientes de que no son sólo asegurando a su presbiterio lugares y
«dueños de la fe», sino «colaboradores del momentos de formación permanente, sino ha-
gozo» de todos los fieles (cf. 2 Cor 1, 24). ciéndose personalmente presente y participan-
do en ellos convencido y de modo cordial.
La responsabilidad formativa de la
Con frecuencia será oportuno, o incluso nece-
Iglesia particular en relación con los sacerdo-
sario, que los Obispos de varias Diócesis veci-
tes se concretiza y especifica en relación con
nas o de una Región eclesiástica se pongan de
los diversos miembros que la componen, co-
acuerdo entre sí y unan sus fuerzas para poder
menzando por el sacerdote mismo.
ofrecer iniciativas de mayor calidad y verda-
79. En cierto modo, es precisamente deramente atrayentes para la formación per-
cada sacerdote el primer responsable en la manente, como son cursos de actualización
Iglesia de la formación permanente, pues so- bíblica, teológica y pastoral, semanas de con-
bre cada uno recae el deber —derivado del vivencia, ciclos de conferencias, momentos de
sacramento del Orden— de ser fiel al don de reflexión y revisión del programa pastoral del
Dios y al dinamismo de conversión diaria que presbiterio y de la comunidad eclesial.
nace del mismo don. Los reglamentos o nor-
El Obispo cumplirá con su responsabi-
mas de la autoridad eclesiástica al respecto,
lidad pidiendo también la ayuda que puedan
como también el mismo ejemplo de los demás
dar las facultades y los institutos teológicos y
sacerdotes, no bastan para hacer apetecible la
pastorales, los Seminarios, los organismos o
formación permanente si el individuo no está
federaciones que agrupan a las personas —
personalmente convencido de su necesidad y
sacerdotes, religiosos y fieles laicos— com-
decidido a valorar sus ocasiones, tiempos y
prometidas en la formación presbiteral.
formas. La formación permanente mantiene la
juventud del espíritu, que nadie puede imponer En el ámbito de la Iglesia particular co-
desde fuera, sino que cada uno debe encontrar rresponde a las familias un papel significativo;
continuamente en su interior. Sólo el que con- ellas, como «Iglesias domésticas», tienen una
relación concreta con la vida de las comunida-

77
Juan Pablo II

des eclesiales animadas y guiadas por los sa- síntesis más madura entre los diversos elemen-
cerdotes. En particular, hay que citar el papel tos de la vida espiritual, cultural y apostólica;
de la familia de origen, pues ella, en unión y abren la mente y el corazón a los nuevos retos
comunión de esfuerzos, puede ofrecer a la de la historia y a las nuevas llamadas que el
misión del hijo una ayuda específica importan- Espíritu dirige a la Iglesia.
te. Llevando a cabo el plan providencial que la 81. Son muchas las ayudas y los me-
ha hecho ser cuna de la semilla vocacional, e dios que se pueden usar para que la formación
indispensable ayuda para su crecimiento y permanente sea cada vez más una valiosa ex-
desarrollo, la familia del sacerdote, en el más periencia vital para los sacerdotes. Entre éstos
absoluto respeto de este hijo que ha decidido hay que recordar las diversas formas de vida
darse a Dios y a sus hermanos, debe seguir común entre los sacerdotes, siempre presentes
siendo siempre testigo fiel y alentador de su en la historia de la Iglesia, aunque con moda-
misión, sosteniéndola y compartiéndola con lidades y compromisos diferentes: «Hoy no se
entrega y respeto. puede dejar de recomendarlas vivamente, so-
Momentos, formas y medios de la bre todo entre aquellos que viven o están
formación permanente comprometidos pastoralmente en el mismo
lugar. Además de favorecer la vida y la acción
80. Si todo momento puede ser un
apostólica, esta vida común del clero ofrece a
«tiempo favorable» (cf. 2 Cor 6, 2) en el que
todos, presbíteros y laicos, un ejemplo lumi-
el Espíritu Santo lleva al sacerdote a un creci-
noso de caridad y de unidad».(230)
miento directo en la oración, el estudio y la
conciencia de las propias responsabilidades También pueden ser de ayuda las aso-
pastorales, hay sin embargo momentos «privi- ciaciones sacerdotales, en particular los insti-
legiados», aunque sean más comunes y esta- tutos seculares sacerdotales, que tienen como
blecidos previamente. nota específica la diocesaneidad, en virtud de
la cual los sacerdotes se unen más estrecha-
Hay que recordar, ante todo, los en-
mente al Obispo y forman «un estado de con-
cuentros del Obispo con su presbiterio, tanto
sagración en el que los sacerdotes, mediante
litúrgicos (en particular la concelebración de
votos u otros vínculos sagrados, se consagran
la Misa Crismal el Jueves Santo), como pasto-
a encarnar en la vida los consejos evangéli-
rales y culturales, dedicados a la revisión de la
cos».(231) Todas las formas de «fraternidad
actividad pastoral o al estudio sobre determi-
sacerdotal» aprobadas por la Iglesia son útiles
nados problemas teológicos.
no sólo para la vida espiritual, sino también
Están asimismo los encuentros de espi- para la vida apostólica y pastoral.
ritualidad sacerdotal, como los Ejercicios
Igualmente, la práctica de la dirección
espirituales, los días de retiro o de espirituali-
espiritual contribuye no poco a favorecer la
dad. Son ocasión para un crecimiento espiri-
formación permanente de los sacerdotes. Se
tual y pastoral; para una oración más prolon-
trata de un medio clásico, que no ha perdido
gada y tranquila; para una vuelta a las raíces
nada de su valor, no sólo para asegurar la for-
de la identidad sacerdotal; para encontrar nue-
mación espiritual, sino también para promover
vas motivaciones para la fidelidad y la acción
y mantener una continua fidelidad y generosi-
pastoral.
dad en el ejercicio del ministerio sacerdotal.
Son también importantes los encuen- Como decía el Cardenal Montini, futuro Pablo
tros de estudio y de reflexión común, que im- VI, «la dirección espiritual tiene una función
piden el empobrecimiento cultural y el aferrar- hermosísima y, podría decirse indispensable,
se a posiciones cómodas incluso en el campo para la educación moral y espiritual de la ju-
pastoral, fruto de pereza mental; aseguran una ventud, que quiera interpretar y seguir con

78
Pastores dabo vobis

absoluta lealtad la vocación, sea cual fuese, de nen absoluta necesidad de ellos; deben enamo-
la propia vida; ésta conserva siempre una im- rarse de Cristo, buen Pastor; modelar el propio
portancia beneficiosa en todas las edades de la corazón a imagen del suyo; estar dispuestos a
vida, cuando, junto a la luz y a la caridad de salir por los caminos del mundo como imagen
un consejo piadoso y prudente, se busca la suya para proclamar a todos a Cristo, que es
revisión de la propia rectitud y el aliento para Camino, Verdad y Vida.
el cumplimiento generoso de los propios debe- Una llamada particular dirijo a las fa-
res. Es medio pedagógico muy delicado, pero milias: que los padres, y especialmente las
de grandísimo valor; es arte pedagógico y psi- madres, sean generosos en entregar sus hijos
cológico de grave responsabilidad en quien la al Señor, que los llama al sacerdocio, y que
ejerce; es ejercicio espiritual de humildad y de colaboren con alegría en su itinerario vocacio-
confianza en quien la recibe».(232) nal, conscientes de que así será más grande y
profunda su fecundidad cristiana y eclesial, y
que pueden experimentar, en cierto modo, la
CONCLUSIÓN
bienaventuranza de María, la Virgen Madre:
82. «Os daré pastores según mi cora- «Bendita tú entre las mujeres y bendito el fru-
zón» (Jer 3, 15). to de tu seno» (Lc 1, 42).
Esta promesa de Dios está, todavía También digo a los jóvenes de hoy: sed
hoy, viva y operante en la Iglesia, la cual se más dóciles a la voz del Espíritu; dejad que
siente, en todo tiempo, destinataria afortunada resuenen en la intimidad de vuestro corazón
de estas palabras proféticas y ve cómo se las grandes expectativas de la Iglesia y de la
cumplen diariamente en tantas partes del humanidad; no tengáis miedo en abrir vuestro
mundo, mejor aún, en tantos corazones huma- espíritu a la llamada de Cristo, el Señor; sentid
nos, sobre todo de jóvenes. Y desea, ante las sobre vosotros la mirada amorosa de Jesús y
graves y urgentes necesidades propias y del responded con entusiasmo a la invitación de
mundo, que en los umbrales del tercer milenio un seguimiento radical.
se cumpla esta promesa divina de un modo
La Iglesia responde a la gracia median-
nuevo, más amplio, intenso, eficaz: como una
te el compromiso que los sacerdotes asumen
extraordinaria efusión del Espíritu de Pente-
para llevar a cabo aquella formación perma-
costés.
nente que exige la dignidad y responsabilidad
La promesa del Señor suscita en el co- que el sacramento del Orden les confirió. To-
razón de la Iglesia la oración, la petición con- dos los sacerdotes están llamados a ser cons-
fiada y ardiente en el amor del Padre que, cientes de la especial urgencia de su formación
igual que ha enviado a Jesús, el buen Pastor, a en la hora presente: la nueva evangelización
los Apóstoles, a sus sucesores y a una multitud tiene necesidad de nuevos evangelizadores, y
de presbíteros, siga así manifestando a los éstos son los sacerdotes que se comprometen a
hombres de hoy su fidelidad y su bondad. vivir su sacerdocio como camino específico
Y la Iglesia está dispuesta a responder hacia la santidad.
a esta gracia. Siente que el don de Dios exige La promesa de Dios asegura a la Igle-
una respuesta comunitaria y generosa: todo el sia no unos pastores cualesquiera, sino unos
Pueblo de Dios debe orar intensamente y tra- pastores «según su corazón». El «corazón» de
bajar por las vocaciones sacerdotales; los can- Dios se ha revelado plenamente a nosotros en
didatos al sacerdocio deben prepararse con el Corazón de Cristo, buen Pastor. Y el Cora-
gran seriedad a acoger y vivir el don de Dios, zón de Cristo sigue hoy teniendo compasión
conscientes de que la Iglesia y el mundo tie- de las muchedumbres y dándoles el pan de la

79
Juan Pablo II

verdad, del amor y de la vida (cf. Mc 6, 30 uno de vosotros me dirijo en oración a María,
ss.), y desea palpitar en otros corazones —los madre y educadora de nuestro sacerdocio.
de los sacerdotes—: «Dadles vosotros de co- Cada aspecto de la formación sacerdo-
mer» (Mc 6, 37). La gente necesita salir del tal puede referirse a María como la persona
anonimato y del miedo; ser conocida y llama- humana que mejor que nadie ha correspondido
da por su nombre; caminar segura por los ca- a la vocación de Dios; que se ha hecho sierva
minos de la vida; ser encontrada si se pierde; y discípula de la Palabra hasta concebir en su
ser amada; recibir la salvación como don su- corazón y en su carne al Verbo hecho hombre
premo del amor de Dios; precisamente esto es para darlo a la humanidad; que ha sido llama-
lo que hace Jesús, el buen Pastor; Él y sus da a la educación del único y eterno Sacerdote,
presbíteros con Él. dócil y sumiso a su autoridad materna. Con su
Y ahora, al terminar esta Exhortación, ejemplo y mediante su intercesión, la Virgen
dirijo mi mirada a la multitud de aspirantes al santísima sigue vigilando el desarrollo de las
sacerdocio, de seminaristas y de sacerdotes vocaciones y de la vida sacerdotal en la Igle-
que —en todas las partes del mundo, en situa- sia.
ciones incluso las más difíciles y a veces dra- Por eso, nosotros los sacerdotes esta-
máticas, y siempre en el gozoso esfuerzo de mos llamados a crecer en una sólida y tierna
fidelidad al Señor y del incansable servicio a devoción a la Virgen María, testimoniándola
su grey— ofrecen a diario su propia vida por con la imitación de sus virtudes y con la ora-
el crecimiento de la fe, de la esperanza y de la ción frecuente.
caridad en el corazón y en la historia de los Oh María,
hombres y mujeres de nuestro tiempo. Madre de Jesucristo y Madre de los sacerdo-
Vosotros, amadísimos sacerdotes, ha- tes:
céis esto porque el mismo Señor, con la fuerza acepta este título con el que hoy te honramos
de su Espíritu, os ha llamado a presentar de para exaltar tu maternidad
nuevo, en los vasos de barro de vuestra vida y contemplar contigo
sencilla, el tesoro inestimable de su amor de el Sacerdocio de tu Hijo unigénito y de tus
buen Pastor. hijos,
oh Santa Madre de Dios.
En comunión con los Padres sinodales
Madre de Cristo,
y en nombre de todos los Obispos del mundo
que al Mesías Sacerdote diste un cuerpo de
y de toda la comunidad eclesial, os expreso
carne
todo el reconocimiento que vuestra fidelidad y
por la unción del Espíritu Santo
vuestro servicio se merecen.(233)
para salvar a los pobres y contritos de corazón:
Y mientras deseo a todos vosotros la custodia en tu seno y en la Iglesia a los sacer-
gracia de renovar cada día el carisma de Dios dotes,
recibido con la imposición de las manos (cf. 2 oh Madre del Salvador.
Tim 1, 6); de sentir el consuelo de la profunda Madre de la fe,
amistad que os vincula con Cristo y os une que acompañaste al templo al Hijo del hom-
entre vosotros; de experimentar el gozo del bre,
crecimiento de la grey de Dios en un amor en cumplimiento de las promesas
cada vez más grande a Él y a todos los hom- hechas a nuestros Padres:
bres; de cultivar el sereno convencimiento de presenta a Dios Padre, para su gloria,
que el que ha comenzado en vosotros esta obra a los sacerdotes de tu Hijo,
buena la llevará a cumplimiento hasta el día de oh Arca de la Alianza.
Cristo Jesús (cf. Flp 1, 6); con todos y cada Madre de la Iglesia,

80
Pastores dabo vobis

que con los discípulos en el Cenáculo 8. Mensaje de los Padres sinodales al Pueblo
implorabas el Espíritu de Dios (28 octubre 1990), III: L’Osservatore
para el nuevo Pueblo y sus Pastores: Romano, edición en lengua española, 2 de
alcanza para el orden de los presbíteros noviembre de 1990, pág. 12.
la plenitud de los dones, 9. Angelus (14 enero 1990), 2: L’Osservatore
oh Reina de los Apóstoles. Romano, edición en lengua española, 21 de
Madre de Jesucristo, enero de 1990, pág. 4.
que estuviste con Él al comienzo de su vida
y de su misión, 10. Ibid., 3: l.c.
lo buscaste como Maestro entre la muche- 11. Cf. Proposición 3.
dumbre,
lo acompañaste en la cruz, 12. Pablo VI, Homilía en la IX sesión pública
exhausto por el sacrificio único y eterno, del Conc. Ecum. Vat. II (7 diciembre 1965):
y tuviste a tu lado a Juan, como hijo tuyo: AAS 58 (1966), 55.
acoge desde el principio 13. Cf. Proposición 3.
a los llamados al sacerdocio,
protégelos en su formación 14. Cf. ibid.
y acompaña a tus hijos 15. Cf. Sínodo de los Obispos, La formación
en su vida y en su ministerio, de los sacerdotes en las circunstancias actua-
oh Madre de los sacerdotes. Amén. les - Lineamenta, 5-6.
Dado en Roma, junto a san Pedro, el 25 de 16. Const. past. sobre la Iglesia en el mundo
marzo —solemnidad de la Anunciación del actual Gaudium et spes, 4.
Señor— del año 1992, décimo cuarto de mi
17. Cf. Sínodo de los Obispos, VIII Asam.
Pontificado.
Gen. Ord. Mensaje de los Padres sinodales al
pueblo de Dios (28 octubre 1990), I: l.c.
NOTAS 18. Discurso final al Sínodo (27 octubre
1. Proposición 2. 1990), 4: l.c.; cf. Carta a todos los sacerdotes
de la Iglesia con ocasión del Jueves Santo
2. Discurso final al Sínodo (27 octubre 1990), 1991 (10 marzo 1991): L’Osservatore Ro-
5: L’Osservatore Romano,edición en lengua mano, edición en lengua española, 15 marzo
española, 2 de noviembre de 1990, pág. 11 de 1991.
3. Cf. Proposición 1. 19. Cf. Const. dogm. sobre la Iglesia Lumen
4. Cf. Const. dogm. sobre la Iglesia Lumen gentium; Decreto sobre el ministerio y vida de
gentium, 28; Decreto sobre el ministerio y los presbíteros Presbyterorum Ordinis; Decre-
vida de los presbíteros Presbyterorum Ordinis, to sobre la formación sacerdotal Optatam to-
Decreto sobre la formación sacerdotal Opta- tius; S. Congregación para la Educación Cató-
tam totius. lica, Ratio fundamentalis institutionis sacerdo-
talis (6 enero 1970): l.c. 321-384; Sínodo de
5. Ratio fundamentalis institutionis sacerdota- los Obispos, II Asam. Gen. Ord., 1971.
lis (6 enero 1970): AAS 62 (1970), 321-384.
20. Proposición 7.
6. Discurso final al Sínodo (27 octubre 1990),
3: l.c. 21. Conc. Ecum. Vat. II, Const. dogm. sobre la
Iglesia Lumen gentium, 5.
7. Ibid., 1: l.c.
22. Exhort. ap. post-sinodal Christifideles laici
(30 diciembre 1988), 8: AAS 81 (1989), 405;

81
Juan Pablo II

cf. Sínodo de los Obispos II Asam. Gen. Ex- 42. Sermo 340, 1: PL 38, 1483.
traord., 1985. 43. Ibid.: l.c.
23. Cf. Proposición7. 44. Cf. Proposición 8.
24. Cf. Conc. Ecum. Vat. II, Decreto sobre el 45. Cf. Conc. Ecum. Vat. II, Decreto sobre el
ministerio y vida de los presbíteros Presby- ministerio y vida de los presbíteros Presby-
terorum Ordinis, 7-8. terorum Ordinis, 2; 12.
25. Cf. Conc. Ecum. Vat. II, Const. dogm. 46. Cf. Proposición 8.
sobre la Iglesia Lumen gentium, 1.
47. Sermo Morin Guelferbytanus, 32, 1: PLS
26. Cf. Proposición 7. 2, 637.
27. Ibid.
48. Misal Romano, Antífona de comunión de
28. Proposición 7. la Misa del IV domingo de Pascua.
29. Sínodo de los Obispos VIII Asam. Gen. 49. Carta ap. Mulieris dignitatem (15 agosto
Ord., La formación de los sacerdotes en las 1988), 26: AAS 80 (1988), 1715-1716.
circunstancias actuales, «Instrumentum labo- 50. Proposición 7.
ris», 16; cf. Proposición 7.
51. Homilía durante la adoración eucarística
30. Angelus (25 febrero 1990): L’Osservatore en Seúl (7 octubre 1989), 2: Insegnamenti
Romano, edición en lengua española, 4 de XII/2 (1989), 785; L’Osservatore Romano,
marzo de 1990, pág. 12. edición en lengua española, 15 de octubre de
31. Cf. Decreto sobre el ministerio y vida de 1989, pág. 2.
los presbíteros Presbyterorum Ordinis, 7-9.
52. S. Agustín, In Iohannis Evangelium Trac-
32. Ibid, 8; cf. Proposición 7. tatus 123,5: CCL 36, 678.
33. Conc. Ecum. Vat. II, Decreto sobre el mi- 53. A los sacerdotes partecipantes en un en-
nisterio y vida de los presbíteros Presby- cuentro convocado por la Conf. Episcopal
terorum Ordinis, 9. Italiana (4 noviembre 1980): Insegnamenti,
III/ 2 (1980), 1055.
34. Cf. Conc. Ecum. Vat. II, Const. dogm.
sobre la Iglesia Lumen gentium, 10. 54. Decreto sobre el ministerio y vida de los
presbíteros Presbyterorum Ordinis, 14.
35. Cf. Proposición 7.
55. Ibid.
36. Decreto sobre el ministerio y vida de los
presbíteros Presbyterorum Ordinis, 10. 56. Ibid.
37. Decreto sobre la formación sacerdotal Op- 57. Cf. Pablo VI, Exhort. ap. Evangelii nun-
tatam totius, 20. tiandi (8 diciembre 1975), 75: AAS 68 (1976),
64-67.
38. Cf. Proposición 12.
58. Cf. Proposición 8.
39. Mensaje de los Padres sinodales al Pueblo
de Dios (28 octubre 1990), III: l.c. 59. Decreto sobre el ministerio y vida de los
presbíteros Presbyterorum Ordinis, 12.
40. Const. dogm. sobre la Iglesia Lumen gen-
tium, 40. 60. In Iohannis Evangelium Tractatus 123, 5:
l.c.
41. Decreto sobre el ministerio y vida de los
presbíteros Presbyterorum Ordinis, 12. 61. Cf. Decreto sobre el ministerio y vida de
los presbíteros Presbyterorum Ordinis, 12.

82
Pastores dabo vobis

62. Ibid. 5. 79. Conc. Ecum. Vat. II, Decreto sobre el mi-
nisterio y vida de los presbíteros, Presby-
63. Cf. Conc. Ecum. Trident. Decretum de
terorum Ordinis, 16.
iustificatione, cap. 7; Decretum de sacramen-
tis, can. 6, (DS 1529; 1606). 80. Ibid.
64. Decreto sobre el ministerio y vida de los 81. Proposición 8.
presbíteros Presbyterorum Ordinis, 12. 82. Cf. Decreto sobre el ministerio y vida de
65. S. Agustín, Sermo de Nat. sanct. Apost. los presbíteros Presbyterorum Ordinis, 17.
Petri et Pauli ex Evangelio in quo ait: Simon 83. Proposición 10.
Iohannis diligis me?: ex Bibliot. Casin. in
Miscellanea Augustiniana, vol. I, dir. G. Mo- 84. Ibid.
rin O.S.B., Roma, Tip. Poligl. Vat., 1930, p. 85. Cf. S. Congregación para los Religiosos y
404. los Institutos Seculares y S. Congregación
66. Cf. Decreto sobre el ministerio y vida de para los Obispos, Notas directivas para las
los presbíteros Presbyterorum Ordinis, 4-6; relaciones mutuas entre los Obispos y los reli-
13. giosos en la Iglesia Mutuae relationes (14 ma-
yo 1978), 18: AAS 70 (1978), 484-485.
67. Cf. Pablo VI, Exhort. ap. Evangelii nun-
tiandi (8 diciembre 1975). 15: l.c., 13-15. 86. Cf. Proposición 25; 38.
68. Cf. Const. dogm. sobre la divina revela- 87. Cf. Conc. Ecum. Vat. II, Const. dogm.
ción Dei Verbum, 8; 10. sobre la sobre el ministerio y vida de los pres-
bíteros Presbyterorum Ordinis, 10.
69. Conc. Ecum. Vat. II, Decreto sobre el mi-
nisterio y vida de los presbíteros Presby- 88. cf. Proposición 12.
terorum Ordinis, 5. 89. Carta Enc. Redemptoris missio, (7 diciem-
70. Exhort. ap. post-sinodal Reconciliatio et bre 1990), 67: AAS 83 (1991) 315-316.
paenitentia (2 diciembre 1984), 31, VI: AAS 90. Decreto sobre el ministerio y vida de los
77 (1985), 265-266. presbíteros Presbyterorum Ordinis, 10.
71. Conc. Ecum. Vat. II, Decreto sobre el mi- 91. Homilía a 5.000 sacerdotes provenientes
nisterio y vida de los presbíteros Presby- de todo el mundo (9 octubre 1984), 2: Inseg-
terorum Ordinis, 6. namenti, VII/2 (1984), 839; L’Osservatore
72. Cf. Conc. Ecum. Vat. II, Const. dogm. Romano, edición en lengua española, 28 de
sobre la Iglesia Lumen gentium, 42. octubre de 1984, pág. 9.
73. Cf. Proposición 9. 92. Discurso final al Sínodo (27 octubre
1990), 5: l.c.
74. Conc. Ecum. Vat. II, Decreto sobre el mi-
nisterio y vida de los presbíteros Presby- 93. Cf. Proposición 6.
terorum Ordinis, 15. 94. Cf. Proposición 13.
75. Cf. ibid. 95. Cf. Proposición 4.
76. Const. dogm. sobre la Iglesia Lumen gen- 96. Conc. Ecum. Vat. II, Const. dogm. sobre la
tium, 42. Iglesia Lumen gentium, 9.
77. Exhort. ap. Familiaris consortio (22 no- 97. Ibid.
viembre 1981), 16: AAS 74 (1982), 98.
98. S. Cipriano, De dominica Oratione, 23:
78. Proposición 11. CCL 3/A, 105.

83
Juan Pablo II

99. Cf. Conc. Ecum. Vat. II, Decreto sobre el 117. Cf. Conc. Ecum. Vat. II, Decreto sobre la
apostolado de los seglares Apostolicam actuo- formación sacerdotal Optatam totius, 2.
sitatem, 3. 118. Proposición 14.
100. Proposición 5. 119. Proposición 15.
101. Angelus (3 diciembre 1989), 2: Insegna- 120. Cf. Proposición 16.
menti, XII/2 (1989), 1417;L’Osservatore Ro-
mano, edición en lengua española, 10 de di- 121. Mensaje para la XXII Jornada mundial de
cembre de 1989, pág. 4 oración por las vocaciones sacerdotales (13
abril 1985) 1: AAS 77 (1985) 982.
102. Mensaje para la V Jornada mundial de
oración por las vocaciones sacerdotales (19 122. Mensaje de los Padres sinodales al Pue-
abril 1968): Insegnamenti, VI (1968), 134- blo de Dios (28 octubre 1990) IV: l.c.
135. 123. Proposición 21.
103. Cf. Proposición 5. 124. Cf. Conc. Ecum. Vat. II, Decreto sobre la
104. Cf. Const. dogm. sobre la Iglesia Lumen formación sacerdotal Optatam totius, 11; De-
gentium, 10; Decreto sobre el ministerio y creto sobre el ministerio y vida de los presbíte-
vida de los presbíteros Presbyterorum Ordinis, ros Presbyterorum ordinis, 3; S. Congregación
12. para la Educación Católica, Ratio fundamenta-
lis institutionis sacerdotalis (6 enero 1970),
105. Cf. Proposición, 13. 51: l.c., 356-357.
106. Conc. Ecum. Vat. II, Const. past. sobre la 125. Cf. Proposición 21.
Iglesia el mundo actual Gaudium et spes, 16.
126. Carta enc. Redemptor hominis (4 marzo
107. Misal Romano, Colecta de la Misa por 1979) 10: AAS 71 (1979), 274.
las vocaciones a las Órdenes sagradas.
127. Exhort. ap. Familiaris consortio (22 no-
108. Cf. Conc. Ecum. Vat. II, Const. sobre la viembre 1981) 37: l.c., 128.
sagrada liturgia Sacrosantum concilium, 10.
128. Ibid.
109. Proposición 15.
129. Proposición 21.
110. Ibid.
130. Cf. Conc. Ecum. Vat. II, Const. past. so-
111. Cf. C.I.C can. 220: «A nadie es lícito (...) bre la Iglesia el mundo actual Gaudium et
violar el derecho de cada persona a proteger su spes, 24.
propia intimidad»; cf. can. 642.
131. Cf. Proposición 21.
112. Decreto sobre la formación sacerdotal
Optatam totius, 2. 132. Proposición 22.
113. Conc. Ecum. Vat. II, Decreto sobre el 133. Cf. S. Agustín, Confes., I. 1: CSEL 33, 1.
oficio pastoral de los obispos en la Iglesia 134. Sínodo de los Obispos, VIII Asam. Gen.
Christus Dominus, 15. Ord. La formación de los sacerdotes en las
114. Cf. Conc. Ecum. Vat. II, Decreto sobre la circunstancias actuales «Instrumentum labo-
formación sacerdotal Optatam totius 2. ris», 30.
115. Decreto sobre el ministerio vida de los 135. Proposición 22.
presbíteros Presbyterorum Ordinis, 6. 136. Proposición 23.
116. Ibid., 11.

84
Pastores dabo vobis

137. Decreto sobre la formación sacerdotal 155. Proposición 24.


Optatam totius, 8. 156. Conc. Ecum. Vat. II, Const. past. sobre la
138. Const. dogm. sobre la divina rivelación Iglesia en el mundo actual Gaudium et spes,
Dei Verbum, 24. 15.
139. Ibid., 2. 157. Proposición 26.
140. Const. dogm. sobre la divina revelación 158. Cf. Decreto sobre la formación sacerdotal
Dei Verbum, 25. Optatam totius, 16.
141. Angelus (4 marzo 1990), 2-3: 159. La formación de los sacerdotes en las
L’Osservatore Romano, edición en lengua circunstancias actuales «Instrumentum labo-
española, 11 de marzo de 1990, pág. 1. ris», 39.
142. Conc. Ecum. Vat. II, Const. sobre la sa- 160. Cf. Congregación para la Educación Ca-
grada liturgia Sacrosantum concilium, 14. tólica, Carta a los obispos sobre la enseñanza
de la filosofía en los seminarios (20 enero
143. S. Agustín, In Iohannis Evangelium
1972).
Tractatus 26, 13: l.c., 266.
161. «Desideravi intellectu videre quod credi-
144. Liturgia de las Horas, Antífona al «Mag-
di et multum disputavi et laboravi», De Trini-
nificat» de las segundas Vísperas en la Solem-
tate XV, 28: CCL 50/A, 534.
nidad del S. Cuerpo y Sangre de Cristo.
162. Discurso a los participantes en la XXI
145. Cf. Conc. Ecum. Vat. II, Decreto sobre el
Semana Bíblica italiana (25 septiembre 1970):
ministerio y vida de los presbíteros Presby-
AAS 62 (1970), 618.
terorum ordinis, 13.
163. Proposición 26.
146. Angelus (1 julio 1990), 3: L’Osservatore
Romano, edición en lengua española, 8 de 164. «Fides, quae est quasi habitus theolo-
julio de 1990, pág. 12. giae»: In Lib. Boetii de Trinitate V, 4, ad 8.
147. Proposición 23. 165. Cf. S. Tomás de Aquino, In I Sent., Q. 1,
a. 2.
148. Ibid.
166. Cf. Congregación para la Doctrina de la
149. Cf. Ibid.
Fe, Instrucción sobre la vocación eclesial del
150. Decreto sobre la formación sacerdotal teólogo Donum veritatis (24 mayo 1990), 11;
Optatam totius, 9. 40: AAS 82 (1990), 1554-1555; 1568-1569.
151. S. Congregación para la Educación Cató- 167. Decreto sobre la formación sacerdotal
lica, Ratio fundamentalis institutionis sacerdo- Optatam totius, 14.
talis (6 enero 1970), l.c., 354.
168. Itineranium mentis in Deum, Prol., n. 4:
152. Conc. Ecum. Vat. II, Decreto sobre la Opera omnia, tomus V, Ad Claras Aquas
formación sacerdotal Opatatam totius, 10. 1891, 296.
153. Ibid. 169. Conc. Ecum. Vat. II, Decreto sobre la
154. Carta a todos los sacerdotes de la Iglesia formación sacerdotal Optatam totius, 16.
con ocasión del Jueves Santo (8 abril 1979): 170. Carta Enc. Sollecitudo rei socialis (30
Insegnamenti II/I (1979), 841-862; diciembre 1987), 41: AAS 80 (1988), 571.
L’Osservatore Romano, edición en lengua
17.1 Cf. Carta Enc. Centesimus annus (1 mayo
española, 15 de abril de 1979, pág. 1.
1991), 54: AAS 83 (1991), 859-860.

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Juan Pablo II

172. Congregación para la Doctrina de la Fe, 191. Ibid.


Instrucción sobre la vocación eclesial del teó- 192. Ibid.
logo Donum veritatis (24 mayo 1990), 21: l.c.,
1559. 193. Cf. Discurso a los alumnos y ex-alumnos
del Colegio Capránica (21 enero 1983): Inseg-
173. Proposición 26. namenti VI/I (1983) 173-178; L’Osservatore
174. Así, por ejemplo, escribía S. Tomás de Romano, edición en lengua española, 10 de
Aquino: «Es necesario atenerse más a la auto- abril de 1983, pág. 11.
ridad de la Iglesia que a la autoridad de Agus- 194. Proposición 20.
tín o de Jerónimo o de cualquier otro Doctor»:
Summa Theol., II-II, q. 10, a. 12; añade que 195. Ibid.
nadie puede defenderse con la autoridad de 196. Proposición 19.
Jerónimo o de Agustín o de cualquier otro
Doctor en contra de la autoridad de Pedro: cf. 197. Ibid.
Ibid. II-II, q. 11, a. 2 ad 3. 198. In Iohannem Evangelistam Expositio, c.
175. Proposición 32. 21, lect. V, 2.
176. Cf. Carta Enc. Redemptoris missio (7 199. Decreto sobre la formación sacerdotal
diciembre 1990) 67: l.c., 315-316. Optatam totius, 3.
177. Cf. Proposición 32. 200. Cf. Proposición 17.
178. Proposición 27. 201. Cf. Congregación para la Educación Ca-
tólica, Ratio fundamentalis institutionis sacer-
179. Decreto sobre la formación sacerdotal dotalis (6 enero 1970) 19: l.c., 342.
Optatam totius, 4.
202. Decreto sobre el ministerio y vida de los
180. Conc. Ecum. Vat. II, Const. dog. sobre la presbíteros Presbyterorum Ordinis, 7.
Iglesia Lumen gentium, 48.
203. Proposición 29.
181. Explanatio Apocalypsis, lib. II, 12: PL
93, 166. 204. Ibid.
182. Cf. Proposición 28. 205. Cf. Proposición 23.
183. Ibid. 206. Cf. Exhort. Ap. post-sinodal Christifide-
les laici (30 diciembre 1988), 61; 63: l.c., 512-
184. Decreto sobre el ministerio y vida de los 514; 517-518; Cart. ap. Mulieris dignitatem
presbíteros Presbyterorum ordinis, 9; cf. Ex- (15 agosto 1988), 29-31: l.c., 1721-1729.
hort. Ap. Christifideles laici (30 diciembre
1988), 61: l.c., 512-514. 207. Cf. Proposición 29.
185. Proposición 28. 208. Proposición 30.
186. Cf. Ibid. 209. Ibid.
187. Cf. Carta Enc. Redemptoris missio (7 210. Cf. Proposición 25.
diciembre 1990) 678: l.c., 315-316. 211. Discurso a los sacerdotes colaboradores
188. Cf. Decreto sobre la formación sacerdotal con el movimiento «Comunión y Liberación»
Optatam totius, 4. (12 septiembre 1985): AAS 78 (1986), 256;
L’Osservatore Romano, edición en lengua
189. Proposición 20. española, 29 de septiembre de 1985, pág. 11.
190. Ibid. 212. Cf. Proposición 25.

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Pastores dabo vobis

213. Encuentro con los representanes del clero Iglesia Mutuae relationes (14 mayo 1978) 2;
suizo en Einsiedeln (15 junio 1984), 10: In- 10: l.c., 475; 479-480.
segnamenti VII/I (1984), 1798; L’Osservatore 227. Proposición 35.
Romano, edición en lengua española, 8 de
julio de 1984, pág. 14. 228. Ibid.
214. Cf. S. Agustín, In Iohannis Evangelium 229. Cf. Proposición 36.
Tractatus. 123, 5: l.c., 678-680. 230. Sínodo de los Obispos VIII Asam. Gen.
215. Cf. Proposición 31. Ord., La formación de los sacerdotes en las
circunstancias actuales, «Instrumentum labo-
216. S. Carlos Borromeo, Acta Ecclesiae Me- ris», 60; cf. Conc. Ecum. Vat. II, Decreto so-
diolanensis, Milán 1559, 1178. bre el oficio pastoral de los Obispos en la Igle-
217. Cf. Conc. Ecum. Vat. II, Const. past. so- sia Christus Dominus, 30; Decreto sobre el
bre la Iglesia en el mundo actual Gaudium et ministerio y vida de los presbíteros Presby-
spes, 22. terorum ordinis, 8; C.I.C., can. 550, 2.
218. Sínodo de los Obispos Asam. Gen. Ord., 231. Proposición 37.
La formación de los presbíteros en las cir- 232. J. B. Montini, Carta pastoral Sobre el
cunstancias actuales «Instrumentum laboris», sentido moral, 1961.
55.
233. Cf. Proposición 40.
219. Cf. Conc. Ecum. Vat. II, Decreto sobre el
ministerio y vida de los presbíteros Presby-
terorum ordinis, 6. Copyright © Libreria Editrice Vaticana
220. Carta Enc. Ecclesiam suam (6 agosto
1964) III: AAS 56 (1964), 647.
221. Cf. Congregación para el Cero, Notas
directivas para la promoción de la cooperación
mutua entre las Iglesias particulares y espe-
cialmente para la distribución más adecuada
del clero Postquam apostoli (25 marzo 1980):
AAS 72 (1980), 343-364.
222. Proposición 39.
223. Proposición 34.
224. Ibid.
225. Ibid.
226. Cf. Proposición 38; Conc. Ecum. Vat. II,
Decreto sobre el ministerio y vida de los pres-
bíteros Presbyterorum ordinis, 1; Decreto so-
bre la formación sacerdotal Optatam totius, 1;
Congregación para los Religiosos y los Institu-
tos Seculares y Congregación para los Obis-
pos, Notas directivas para las relaciones mu-
tuas entre los Obispos y los religiosos en la

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