La integración del desarrollo sostenible aplicado en el sector minero, puede ser
considerada como comúnmente en el medio se le llama, un “arma de doble filo”. En la medida que su pretensión es garantizar la calidad de vida humana y proteger el medio ambiente, también se presta para justificar modelos económicos propios de la globalización que someten a países tercermundistas como el nuestro, a su máxima explotación por parte de países desarrollados, bajo “términos controlados” de impacto social económicos con una supuesta compensación sostenible.
Poca generación de empleo, empleo precarizado y tercerizado que atenta sobre la
población intervenida en el proyecto, donde prima la falta de protección de los empleados, la violación de sus derechos fundamentales como parte de un modelo de contratación sin doliente, la incursión en graves riesgos e inseguridad física y social.
Lo terrenos destinados a proyectos megaminería, frecuentemente se han
caracterizado por ser regiones con importantes antecedentes y denuncias de casos de violación a los derechos humanos, desplazamiento forzado a causa de la guerra presuntamente inducida, violencia, extorsiones, homicidos, y propagación de grupos armados principalmente de tipo paramilitar.