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acaba de suceder en Grecia, la manera como la Troika europea (conformada por el

Banco Central Europeo, el Fondo Monetario Internacional y la Comisión Europea), le


acaba de torcer el brazo al gobierno de Alexis Tsipras y a la coalición siryza en el
gobierno, evidencia lo que muchos teóricos marxistas han denunciado desde Carlos
Marx (pasando por Engels, Lenin, Rosa Luxemburgo, Fidel, el Che e Iztván Meszáros,
entre otros y otras): que el capital es una fuerza extra constitucional y
extraparlamentaria por naturaleza.

Grecia es una de las naciones de Europa más castigadas por la crisis global y
estructural del sistema capitalista. Junto con Portugal, Irlanda, España y otras, conforma
el grupo de países europeos de menor desarrollo relativo y con las economías más
débiles y, por supuesto, con la menor capacidad de resistir los embates de la crisis. De
esta manera, su pertenencia a la llamada zona euro es una condición de supervivencia
y al mismo tiempo de subordinación a las economías más fuertes de ese continente con
Alemania, Francia y Gran Bretaña a la cabeza, aliados principalísimos de los Estados
Unidos en la lucha por la hegemonía del capitalismo mundial.

La aplicación de las recetas neoliberales durante lo que va del siglo XXI, como vía para
superar la crisis del sistema capitalista han tenido en Europa consecuencias similares a
las que tuvo su aplicación en nuestro continente en los años 80 y 90 del siglo pasado y
que comenzamos a superar con la llegada del Comandante Supremo Hugo Chávez al
poder en Venezuela y los procesos que se han desatado con posterioridad en nuestra
América, con el ejemplo y el empuje de la Revolución Bolivariana. Es decir, la aplicación
del programa de ajustes neoliberal en Europa –igual que aquí antes- incrementó la
acumulación de capital de la burguesía financiera internacional, de los grandes
conglomerados transnacionales, que elevaron sus ganancias al costo de profundizar la
crisis social de esos países con el aumento de la pobreza, el desempleo, la reducción
de la seguridad social, el descenso del salario real y otras medidas que dieron al traste
con el Estado de Bienestar que se instaló en esos países después de la Segunda
Guerra Mundial.

Sobre este tema el Partido Socialista de Venezuela (PSUV) ha sido muy claro. En la
Declaración de Principios del partido, aprobada en el Segundo Congreso en el 2010, se
lee:

“A comienzos del siglo XXI la humanidad ha ingresado de lleno en la encrucijada más


riesgosa de su historia. El capitalismo en la fase imperialista ha tocado sus límites y se
ha reafirmado, con sus políticas de desarrollo neoliberales y su modelo de influencia
mediática, como el principal enemigo de la humanidad. Tras sucesivas postergaciones
paliativas de una crisis estructural que corroe los cimientos del sistema desde hace
décadas , el mecanismo socioeconómico dominante en el planeta está trabado y
amenaza con explotar.” (PSUV. Libro Rojo. “Declaración de Principios”. P. 8)

Más adelante dice el mismo documento:

“…El precio de la crisis capitalista en los países centrales es el aumento vertiginoso de


la miseria en los países de la periferia. Una concentración sin precedentes de la riqueza
en manos de unos pocos, redunda en la degradación, el sufrimiento, el hambre y la
muerte para la inmensa mayoría de la humanidad, incluidos de manera creciente los
pueblos de los países imperialistas.” (PSUV. IDEM. P.9)
Y luego señala la Declaración de Principios:

“…Detrás de este proceso se desarrolla la tendencia que empuja a la eliminación del


estado-nación periférico y su soberanía y la preponderancia del estado-nación
hegemónico, con EEUU y sus organizaciones supranacionales en plan de recolonizar el
planeta bajo su dominio…dentro de un proceso de reordenamiento en la lucha por la
hegemonía mundial.” PSUV. IDEM. P. 14)

La correcta caracterización de la crisis capitalista, de sus manifestaciones y


consecuencias que hace el PSUV en el documento que citamos, nos permite ubicarnos
en lo que aconteció en Grecia y el carácter dictatorial del capital financiero internacional
y de los gobiernos de los países hegemónicos del sistema que le sirven a este.

Dijimos al principio de este artículo que Grecia es uno de los países europeos más
afectados por la crisis del sistema capitalista y la aplicación de las medidas neoliberales.
Desde hace varios años el pueblo griego comenzó a levantar la lucha contra los efectos
de la crisis, particularmente su clase obrera y el movimiento estudiantil desarrollaron
huelgas y movilizaciones defendiendo los derechos que estaban perdiendo con la
aplicación del programa neoliberal. Ese movimiento de protesta cristalizó en una
coalición de partidos –Siryza- que ganó las últimas elecciones levantando un programa
antineoliberal de defensa de las pensiones, del salario y en general, de los derechos
sociales de los Griegos.

Apenas tomó el mando del país, el gobierno de Siryza, encabezado por Alexis Tsipras
fue sometido a intensas presiones por parte de todo el capital financiero transnacional
con el Fondo Monetario Internacional, el Banco Central Europeo, la Comisión Europea
(la llamada Troika), los gobiernos de derecha de la Unión Europea y todos los
organismos financieros internacionales, a fin de quebrar la voluntad del gobierno
progresista griego y obligarlo a aplicar el programa de ajustes.

Cercado como estaba, el gobierno de Tsipras recurrió a la democracia, en memorable


referendo consultivo, el 62% del pueblo griego le dijo NO al programa de ajustes que
quería imponer la Troika y respaldó a su gobierno y a su presidente. Pero el capital
financiero internacional y quienes le sirven, los gobiernos imperialistas y de derecha y
los organismos internacionales, no son democráticos, al contrario, son profundamente
antidemocráticos y se imponen por la fuerza, sea la fuerza del capital, como acaba de
pasar con Grecia, o la fuerza de las armas como en Afganistan, Irak, Libia o Siria, para
mencionar sólo los casos más recientes.

Frente al chantaje de su salida de la “zona euro” y no recibir ningún auxilio financiero, el


presidente griego Alexis Tsipras, luego de duras y largas negociaciones cedió a la
Troika preservando apenas el nivel actual de las pensiones y de los salarios de los
trabajadores. Como dijo el presidente Maduro, hay que ponerse en los zapatos del
presidente griego antes de emitir un juicio de valor sobre su actuación, pero no hay
duda que se trata de una derrota para el pueblo y los trabajadores de Grecia y Europa.
Resistir esas inmensas presiones necesitaba un pueblo con conciencia revolucionaria ,
dispuesto a mayores sacrificios y un partido revolucionario de vanguardia; ninguna de
las dos existe en estos momentos en Grecia, lo cual no quiere decir que no surjan en
medio de este combate contra la dictadura del capital financiero.
Es más, es una necesidad que se desarrolle esa conciencia y surja esa vanguardia. Lo
que acaba de pasar en Grecia evidencia que para los pueblos y la clase obrera de
Europa no queda otra opción que reencontrarse con su historia heroica de combates,
con su tradición de lucha proletaria, bolchevique, contestataria, socialista,
contextualizarla en el mundo del siglo XXI y sistematizarla en un programa para poder
vencer.

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