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COMUNICAZIONE: Ramón TEJA, Universidad de Cantabria-

Santander (España)
Teófilo de Alejandría, lithomaneis kai chrysolatris: la mala
gestión por los obispos de las donaciones a la Iglesia para fines
benéficos.

Teófilo de Alejandría ha pasado a la historia con la fama de haber


sido un maniático de la y ello a costa de desviar con este fin los
fondos que la iglesia alejandrina recibía para fines asistenciales y
caritativos. Es bien conocido el epíteto que le dedicó el monje
Isidoro de Pelusio: Lithomaneis (“maniático de las piedras”),
asociado a su amor por las riquezas: chrysolatris (Isid. Pel. Ep.
¿?). Se ha puesto en duda lo fundamentado de estas acusaciones
debido a las especiales características del Corpus Epistolar de
Isidoro de Pelusio y del espíritu que las inspira por lo que se
trataría de un autor poco creíble como fuente histórica. Estas
objeciones han sido resumidas por E. Wipszycka en estos
términos: “La plupart des lettres d´Isidore –y compris celles qui
attaquent des persones concrètes, dont l´existence est
indubitable- sont breves, composées des lieux communs, très
pauvres en détails concrets ou totalment dépourvues de ceux-ci:
elles ressemblent davantage à des exercises réthoriques sur tel
et tel thème qu`à des lettres envoyées à des personnes réelles et
traitant de sujets qui auraient réelment interessé celles-ci. Il est
claire que sa correspondence a subi un travail radical de
rédaction, visant à en retrancher tout ce qui ne servait pas à
l´èdification. C´est ce qui explique que ses deux mille lettres
soient à peu près absents de la documentation qu´utilisent les
historiens modernes de l´Èglise égyptienne” (“La mayoría de las
epístolas de Isidoro –incluidas aquellas que afectan a personas
concretas cuya existencia no ofrece dudas- son breves, hechas
de lugares comunes, muy pobres en detalles concretos o
totalmente desprovistas de éstos: se asemejan más a ejercicios
retóricos sobre éste o aquel tema, que a epístolas enviadas a
personas reales y sobre temas que realmente les hubieran
interesado a estos. Es evidente que su correspondencia ha
experimentado un trabajo radical de redacción tendente a
eliminar todo aquello que no servía para la edificación. Es esto lo
que explica que sus casi dos mil epístolas estén casi totalmente
ausentes de la documentación de que se sirven los historiadores
modernos de la Iglesia egipcia”1.
Aunque más adelante me plantearé hasta qué punto es
aceptable este juicio tan radical y negativo de la historiadora
polaca, cabe preguntarse de entrada si esta escasa credibilidad
como fuente histórica es aplicable a un personaje tan conocido
como Teófilo de Alejandría, por el que, ciertamente, el monje
**Isidoro no demostró nunca simpatía alguna. Lo cierto es que la
lithomania que caracterizó al poderoso patriarca recurriendo,
incluso, para satisfacerla a fondos donados para fines
asistenciales, está confirmada por otras fuentes
contemporáneas. La más conocida es la referida a lo que
podemos denominar el “affaire” de su xenodokos, el anciano
presbítero Isidoro. El asunto nos es bien conocido especialmente
por las detalladas informaciones transmitidas por los
historiadores eclesiásticos Sócrates y Sozomeno, así como por

1
E. Wipsycka, Ëtudes sur le christianisme dans l`Ègypte de
l´Antiquité Tardive (Studia Ephemeridis Augustinianum
52), Roma, 1956, pp. 203-204.
Paladio de Helenóplis, aunque a éste, al igual que a Isidoro de
Pelusio, hay que colocarle entre las personas que demostraron
una mayor hostilidad hacia el poderoso obispo. El “affaire” es
bien conocido y ha sido en los últimos años objeto de afinados
estudios de F. Fatti, por lo que me limitaré a recordar los hechos
que afectan a nuestro tema. Sozomeno hace preceder el
incidente de una consideración general sobre el enfrentamiento
previo entre el xenodochos Isidoro y su obispo por el destino
que se debía dar a las donaciones con fines benéficos:
Intentando Teófilo tomar una cierta suma de dinero de los
fondos destinados a los pobres, Isidoro, dice Sozomeno, se opuso
“diciendo que era cosa más digna curar y sanar con cuidado
amoroso los cuerpos de los enfermos, que deben ser estimados
como templos de Dios, y en cuyo beneficio había sido ofrecido el
dinero, que construir paredes”2. El enfrentamiento se agudizó
cuando hacia el 398 recibió, en su condición de xenodochos, de
una rica viuda una donación de mil chrysinoi para atender las
necesidades de ropa de las viudas pobres de la ciudad con la
promesa de que no informase de ello a Teófilo “para evitar que
se apropiase del dinero y lo gastase en piedras, pues poseía un
manía faraónica (lithomania pharaonios) que le impulsaba a
construir edificios de los que la Iglesia no tenía ninguna
necesidad” (Diálogo VI, 62-63). Isidoro accedió a los deseos de la
donante, pero el hecho llegó a conocimiento del obispo, a quien
difícilmente escapaba cualquier cosa que afectase a su iglesia y
ello acarreó la ruina del anciano presbítero y parece que fue el
desencadenante de la persecución de los famosos “Hermanos
Largos” en el desierto de Nitria donde buscó refugio Isidoro3.

2
Soz. H.E. VIII, 12.
3
La narración de los hechos en Paladio, Diálogo VI, 57-
117. Paladio, que conoció y tuvo en gran estima a Isidoro,
le dedicó también la primera de las semblanzas
Conocida la enemistad de Paladio hacia Teófilo y el carácter
apologético de Juan Crisóstomo y denigratorio del alejandrino
que tiene el Diálogo, es lógico que haya sido puesta en duda la
objetividad de su versión de los hechos. En estos términos ha
planteado dudas e interrogantes F. Fatti: “Quali sianno state le
vere ragioni dell´attrito sorto tra due uomini fino ad allora
políticamente legatissimi è poco chiaro. E`però probabile che
Palladio abbia dipinto il non tenero Teofilo a tinte sin troppo
fosche, pasando sotto silenzio le possibili, e plausibilmente
ipotizabili, responsabilità di Isidoro”4.( Y también: “Non è da
escludere che Teofilo temesse che Isidoro potesse impiegare il

monásticas recogidas en la Historia Lausiaca. Sobre el


tema, vid. ahora F. Fatti, “Tra Costantinopoli e
Alessandria: l´edilizia filantrópica cristiana al Concilio di
Calcedonia”, Cr St 24, 2003, 257-296; y con un mayor
desarrollo en “Trame mediterranee: Teofilo, Roma,
Costantinopoli”Adamantius12, 2006. Pp.105-139; Sobre
las consecuencia para el tema de los “hermanos largos”,
R. Teja, “¿Tiene Dios figura humana? El enfrentamiento
entre antropomorfitas y origenistas en Oriente a finales
del siglo IV” en M. Marcos (ed.), Herejes en la historia,
Trotta, Madrid 2009, pp.25-48.
4
F. Fatti, Tra costantinopli, cit, p. 279; las rivalidades y
celos de los obispos por la popularidad que
proporcionaba el estar al frente de las instituciones
filantrópicas fueron muy frecuentes y están bien
atestiguadas entre los ss. IV y VI como afirma Miller:
“These officials became so popular among the people
that they often threatened episcopal autority” Timothy
Miller, The Birth of the Hospital in th Byzantine Empire,
Baltimore & London 1985, p. 74
denaro ricevuto a su insaputa altrimenti che per lo scopo per il
quale gli era stato affidato – per esempio, per arrivare alla
catedra metropolitana”5)Las sospechas del estudioso italiano son
fundadas, pero pienso que se puede profundizar en la
interpretación de los hechos situando en su contexto la enorme
importancia social que las actividades asistenciales de las iglesias
habían adquirido en una época como esta, finales del s. IV e
inicios de V. Las más importantes sedes episcopales habían
adquirido adquirido en esta época una enorme capacidad para
obtener grandes recursos económicos por diversos medios, lo
que las convirtió en importantes centros de poder en el seno del
Imperio. Y Alejandría es bien sabido que era la más rica de la
cristiandad y sus obispos gozaban de una gran influencia dentro
y fuera del ámbito eclesiástico. Por ello, aquellos cargos que en
el seno de las Iglesias gestionaban todos o de una parte de los
recursos económicos constituían con frecuencia un concurrente
peligroso para los propios obispos. Por otra parte, debe tenerse
presente que la mayoría de las informaciones disponibles
procede de la pluma de monjes, o personas imbuidas de
espiritualidad monástica, y que en esta época había surgido una
profunda rivalidad en el seno de la Iglesia entre la institución
monástica y la episcopal. Desde las filas monásticas se criticaba
con frecuencia la riqueza y el fasto que rodeaba la vida de
algunos obispos y los abusos a que daban lugar muchas veces las
ambiciones por detentar una sede episcopal. Me limitaré a
recordar el dicho que corría en los ambientes monásticos
egipcios de que “el monje debe de huir de los obispos y de las
mujeres”. La forma de vida de prelados como los alejandrinos
estaba sin duda en el punto de mira de estas diatribas.
El enorme poder e influencia social que la gestión de los fondos
asistenciales en una ciudad tan importante como Alejandría

5
F. Fatti, L`edilizia filantrópica…, vol. I, p.247
proporcionaba a una persona como el presbítero Isidoro la
refleja bien un historiador eclesiástico contemporáneo como
Sozomeno cuando señala que “en cuanto epitropos de los
pobres, le era ofrecido siempre mucho dinero” (Soz. H.E. VIII, 12,
6)) y el mismo Paladio no pasa por alto el dato de que Isidoro
“era rico de lo necesario y de lo superfluo” y que cuando estuvo
en Roma acompañando a Atanasio en su exilio había alcanzado
gran reputación entre los Senadores y sus esposas (“las esposas
de los más poderosos”) (Hist. Laus. I, 4). Se trata de un dato que
recuerda los ambientes de las aristócratas romanas que
frecuentó S. Gerónimo y que dio lugar a suspicacias de todo tipo.
Es posible que Isidoro gozase de especial habilidad para atraerse
las simpatías y las herencias de las ricas cristianas de Roma y de
Alejandría, como fue el caso de la anónima viuda que donó las
mil stateras de oro, y que la reacción de Teófilo no estuviese del
todo injustificada. Son varis las noticias que tenemos de
donaciones de mujeres tramite Isidoro y es posible que Teófilo
viese en Isidoro, a pesar de su avanzada edad –debía de contar
con unos ochenta años-, un peligroso rival para alcanzar la
cátedra metroplitana o, como dice con fineza F. Fatti, “un
elemento tanto utile quanto pericoloso per la stabilità della
dirigenza” (Ibid.).
Con todo, aunque haya que tomar con precaución la versión de
los hechos que proporciona Paladio, la obsesión de Teófilo por
las piedras parece que estaba bien fundada, aunque también
aquí podamos entrever una oposición entre la política episcopal
y la visión o interpretación monástica de los hechos: el juicio de
“persona poseída de una pasión por la piedra digna de los
faraones (lithomania pharaonios) y por construir edificios de los
que la Iglesia no tenía ninguna necesidad” que le atribuye
Paladio, concuerda con el juicio de otro monje como Isidoro de
Pelusio: “adorador del dinero y loco por la piedras (lithomaneis
kai chrysolatris)”(Ep. I, 152, PG 78, 285).Ver también Socrates VII,
1
En cualquier caso, el enfrentamiento entre Teófilo y su
xenodokos pone de manifiesto la enorme importancia que había
adquirido la labor asistencial en las iglesias de la época y que su
control representaba un elemento de prestigio comparable con
la actividad edilicia de los obispos en edificios de culto y otro tipo
de construcciones que algunos, los monjes especialmente,
consideraban inútiles. Limitándonos a Egipto esta contraposición
entre edilicia benéfica y, lo que podríamos denominar edilicia de
representación episcopal, debía ser una constante en muchas
ciudades de la época. El epistolario del Pelusiota, a pesar del
escaso valor como fuente histórica que le atribuye E. Wispszycka,
nos puede servir para interpretar en su contexto las acusaciones
contra Teófilo.
Isidoro acusa en diversas cartas al obispo de su ciudad, Eusebio,
de desviar los fondos económicos y donaciones destinadas a los
pobres para construir una lujosa iglesia que en nada beneficia a
sus ovejas. Con un juego ingenioso de palabras, dice Isidoro que
se ha pasado de una iglesia poimniaca de poimnion (rebaño) a
una iglesia poimeniaca de poimen, (pastor), es decir que era más
importante el pastor que el rebaño. Lo único que le interesa al
obispo, dice, son los mármoles y las columnas para construir un
edificio que esté a la altura de su dignidad episcopal. Se lamenta
Isidoro de que antiguamente lo que hacía grande una iglesia eran
los carismas espirituales de sus miembros, ahora lo único
importante es construir iglesias suntuosas. Su forma de vivir del
obispo Eusebio está acorde con el lujo de su iglesia y para
recaudar fondos no se detiene ante nada: se apropia de las
donaciones a los indigentes, desvía las limosnas, trafica con las
cosas más santas y vende los sacerdocios a las personas más
ricas, aunque sean indignas… (Epístolas 37, 113, 185, 215, 250,
699, 700, 746, 817, 1125,1208).6
Pues bien, se da la feliz circunstancia de que ha sido descubierta
en Pelusio una lujosa iglesia, rodeada de numerosas y amplias
dependencias, que para sus descubridores no debe haber dudas
de que se trata de la iglesia construida por Eusebio entre los
años 415-430 y objeto de la las críticas de Isidoro7. Esta
constatación me parece especialmente valiosa por dos razones. -
-En primer lugar, demuestra que las Epístolas de Isidoro de
Pelusio pueden proporcionar valiosa información histórica por lo
que se debe matizar el juicio tan radical de E. Wipszycka que
hemos citado anteriormente. Prueba de ello es la magnífica
monografía que le ha dedicado P. Évieux, el mejor conocedor y
editor de sus cartas, sirviéndose de éstas como fuente histórica
más importante. Suya es esta afirmación: “Le corpus isidorien
fournit bien des éléments qui permettent de connaître la vie de
l´Église de Peluse”8. Y suyo es también este juicio, que hacemos
nuestro, sobre la diferente información que proporciona
respecto a los obispos alejandrinos y su propio obispo, Eusebio:
“Si les allusions à l´Eglise et aux évêques d´Alexandrie, Théophile
et Cyrille, sont voluntairemente sybillines, les denuntiations
d´Eusèbe, l´évêque de Péluse, et de son entourage sont claires et
sans pitié. Pour le Pélusiote, l´Église d´aujourd`hui a changé et,

6
Sobre la imagen de esta obispo en la obra del Pelusiota,
P. Evieux, Isidore de Peluse, (Theologie Historique 99),
Paris, 1995, especialmente pp.202-213.
7
Vide M. Abd El-Samie, Le Monde de la Bible 82, mai-juin
1993. Tomo la referencia de P. Évieux, cit. p. 209, n.
107bis.
8
P. Évieux, Isidore de Péluse. Lettres, I, Introd. p.30.
au lieu de construire9 des luxueuses églises, il serait préférable
de retrouver la fraîcheur et la jeunesse de la primitive Église” (“Si
las alusiones a la Iglesia y a los obispos de Alejandría, Teófilo y
Cirilo, son voluntariamente sibilinas, las denuncias de Eusebio, el
obispo de Pelusio, y de su entorno son claras y sin piedad. Para el
Pelusiota, la Iglesia de su época ha cambiado y, en vez de
construir lujosas iglesias, sería preferible recuperar el frescor y la
juventud de la Iglesia primitiva”).
-La segunda constatación que parece deducirse de los datos
arqueológicos de la descubierta iglesia construida por el obispo
Eusebio, es que, a pesar del silencio de monje Isidoro, las
necesidades asistenciales de los pobres y de los extranjeros no
fueron totalmente marginadas y sustituidas por el lujo
constructivo. En efecto, según la descripción de los arqueólogos,
las dependencias que ceñían la iglesia descubierta debían servir
para acoger a los pobres y a los enfermos contando con una serie
de servicios que debía exigir numeroso personal10. Esto nos
recuerda los centros donde se practicaba la incubatio cristiana
como era el caso, en el propio Egipto, de Menute y San Menas.
Conclusiones.
La principal conclusión que quiero resaltar es que la información
sobre los obispos de la época, en concreto sobre Teófilo de
Alejandría, proporcionan fuentes de mentalidad monástica,
como es el caso de Isidoro de Pelusio y otros, debe ser sometida
a análisis y tomada con precaución porque no está libre de
cierta tendenciosidad antiepiscopal. Esta constatación resulta
más verosímil si tenemos en cuenta que al propio Teófilo de
Alejandría una fuente tardía, el Synaxario árabe-jacobita, le

9
Ibid., p. 56.
10
La referencia no es recogida por F. Fatti, sin duda
porque se trata de una fuente arqueológica y no escrita.
ensalza, no sólo por la construcción de iglesia, sino también por
su edilicia filantrópica: “Teófilo destruyó la mayor parte (de los
templos paganos) y construyó en su lugar iglesias y asilos para
extranjeros; y les asignó fundaciones”11
Aunque Isidoro de Pelusio y otros escritores animados de
espíritu monástico, como el propio Paladio de Helenóplis,
pensaban que era mejor destinar los recursos disponibles a los
pobres que llenar las iglesia de oro y de mármoles preciosos, y
critican con gran dureza la corrupción y relajación moral de
muchos obispos, la actividad constructiva a que se entregaban
muchos de ellos no debió hacerles olvidar totalmente las tareas
asistenciales en beneficio de los elementos más necesitados de
la población pues también la edilicia filantrópica era constituía
un elemento de prestigio y de poder12. Los juicios negativos se
explican por la generalizada corrupción imperante entre los
obispos de la época: la actividad filantrópica desarrollada por
muchos obispos no justificaban, a juicio de personas como el

11
Synaxaire árabe- jacobite (rédactin copte) I, p. 347: se
trata de su conmemoración como santo el 15 de octubre.
F. Fatti, L´edilizia I, p. 247 y II, pp. 511-514 constata a este
respecto que, a diferencia del caso de Isidoro, el mismo
Paladio recoge la noticia de que el presbítero Macario,
que estaba al frente de un ptocheion de mutilados no
tuvo ningún problema con Teófilo cuando por los mismos
años llevó a cabo una transacción con un rica viuda que le
reportó 500 nomismata (H.L. 6,5-7).
12
Para el caso de Pelusio, vid. P. Evieux, Isidore, pp.192-
198: “Le soin des pauvres”; para las diferentes fuentes de
recursos económicos, E. Wipszcyska, Les ressources et les
activités economiques des églises en Égypte du IV au VIII
siècle = Égypte, Bruxelles, 1972
Pelusiota, el origen injusto de muchos de los recursos. Esto lo
refleja muy bien Isidoro en una de las cartas dirigidas a Cirilo de
Alejandría en que denuncia la corrupción y los abusos de su
obispo, Eusebio:
“Tu Prudencia sabe bien que toda ganancia injusta no cuadra
con la limosna y que, por otra parte, la codicia de los ecónomos
de la iglesia de Pelusio no tiene límites. Así pues, harás bien en
poner freno a las ambiciones de los que gestionan los bienes
eclesiásticos. En efecto, si no es aceptable dar a los indigentes
ayuda procedente de la injusticia, el no transferir a los
necesitados esas ayudas, sino guardarlas en los cajeros privados,
es mucho más indecente. Que sepan, pues, que ellos deben,
mientras conservan limpias sus manos, entregar a los pobres lo
que tiene una procedencia justa… No es el bien de aquellos de
quienes aducen que se quieren preocupar, lo que les provoca la
avidez, sino el ansia de llenar sus propias cajas. Así pues, si tú
apagas este ardor insaciable de quienes cometen abusos, los
pobres disfrutarán de gran prosperidad” Isid. Pelusio, Ep. 1328
(Evieux) = V. 79.
Es evidente que en estos siglos la gran mayoría de las iglesias,
sobre todo del Oriente cristiano y, en concreto en Egipto,
desarrollaron una gran actividad constructiva para fines
asistenciales y benéficos y prueba de ello es el monumental
estudio de F. Fatti. Pero es evidente también que con mucha
frecuencia el origen de los fondos destinados a estos fines no era
lícito y honesto y servían para justificar u ocultar la chrysolatria
de muchos obispos y de sus colaboradores. Pero cabe
preguntarse también si todos los contemporáneos eran tan
críticos con la actividad edilicia de sus obispos como Isidoro de
Pelusio, pues, como ha resaltado F. Fatti, “i vescovi videro negli
istituti filantropici un buon sistema per incanalare le potenzialità
di cui essi davano prova, per controlarle, ma anche per
guadagnarle alla propia causa in una forma che doveva apparire
assolutamente lodevole all`opinione pubblica” (Vol. I, p. 303).
En uno de los Libellos presentados con tra Dióscuro de Alejandría
en Calcedonia, el presbítero de Alejandría, Atanasio, le acusa de
“haber convertido sus casa en iglesias, a pesar de que su casa no
reunía las condiciones para ser iglesia” (la ultima par noes ´tao
claro el sentido), Vid Festugière, p.868.
Ante estos caso cabe preguntarse si era una obsesión solo de los
obispos egipcios la lithomania.

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