Está en la página 1de 8

Historia de la Colección

Una de las más fascinantes historias del coleccionismo


privado
La colección Thyssen-Bornemisza es una de las colecciones privadas de pintura más importantes
reunidas en el siglo XX, y la historia de su desarrollo es sin duda una de las más fascinantes del
coleccionismo. Aunque su origen es privado, la colección pertenece hoy a todos los españoles, tras
su adquisición por el Estado en el año 1993, tan solo uno después de la apertura del museo de
Madrid. Desde 2004 se suma a este legado una parte destacada de la colección Carmen Thyssen-
Bornemisza, con más de doscientas obras en depósito gratuito que completan los estilos y
géneros presentes en la colección permanente.

Durero, Rafael, Tiziano, Rubens, Rembrandt, Caravaggio, Manet, Renoir, Cézanne, Van Gogh,
Gauguin, Kandinsky, Picasso, Hopper, Rothko… Impresiona la lista de grandes nombres de la
historia de la pintura que la componen, y sorprende también que sea el resultado de tan solo dos
generaciones de coleccionismo. Como si de un libro se tratara, todos los movimientos del arte
occidental van pasando uno tras otro, desde la pintura de los siglos XIII y XIV hasta las últimas
décadas del siglo XX, mostrando el gusto exquisito de los que han sido sus principales artífices: los
barones Heinrich Thyssen-Bornemisza (1875-1947) y su hijo Hans Heinrich Thyssen-Bornemisza
(1921-2002).

Los orígenes, August Thyssen y Heinrich Thyssen-


Bornemisza
August Thyssen
Aunque los artífices de la colección Thyssen son los barones Heinrich y su hijo Hans Heinrich, no es
posible empezar a hablar de su historia sin recordar la figura de August Thyssen (1842-1926),
creador del imperio económico de la familia basado en la industria siderúrgica, quien, ya en su
madurez, encargó al famoso escultor Auguste Rodin una serie de siete figuras de mármol con la
idea de crear una colección de escultura. Era la década de 1910 y, lamentablemente, el estallido de
la Primera Guerra mundial interrumpió este primer proyecto coleccionista en la familia. August
muere en 1926 y el conjunto de esculturas pasa a una rama de la familia afincada en Alemania. No
sería hasta el año 1956 cuando fueron adquiridas de nuevo por el barón Hans Heinrich Thyssen-
Bornemisza para su colección. Hoy, cuatro de ellas forman parte de la colección Carmen Thyssen y
reciben cada día al visitante en el hall del museo, a ambos lados de El Paraíso, el gran lienzo de
Tintoretto que preside este espacio.
Es precisamente a través de la correspondencia conservada entre August Thyssen y Rodin como
tenemos noticia de que su hijo Heinrich, tercero de siete hermanos, estaba iniciando su colección
de arte, aunque sin muchos más detalles. Doctorado en Filosofía por la Universidad de Londres,
Heinrich Thyssen había contraído matrimonio en 1905 con la baronesa Margit Bornemisza de
Kászon, hija de un noble húngaro, convirtiéndose en el primer barón Thyssen-Bornemisza.

Heinrich Thyssen
Establecieron su residencia en el castillo Schloss Rohoncz, en la actual Hungría, pero en 1919
tuvieron que trasladarse a Ámsterdam donde fijó el centro de sus negocios y donde, en 1921, nació
su hijo Hans Heinrich. A pesar de las dificultades de la posguerra, Heinrich siguió coleccionando en
esos años sobre todo arte antiguo y logró reunir hasta 1947, año de su muerte, 525 pinturas de
gran valor. En 1930 el público tuvo la oportunidad de contemplar por primera vez una parte de
ellas en la exposición organizada en la Neue Pinakothek de Múnich. Fue un gran éxito y todo un
acontecimiento para los historiadores de arte de la época, lo que animó al Barón a seguir
adquiriendo no solo pinturas, sino también muebles, tapices, esculturas, joyas y otras obras de
arte.

Para albergar una colección que crecía sin cesar y buscando un lugar neutral en la turbulenta
Europa de entreguerras, en 1932 compró al príncipe Leopoldo de Prusia el palacio de Villa Favorita,
en la localidad suiza de Lugano, donde residió a partir de entonces y en cuyo jardín mandó
construir una galería para instalar las obras en las mejores condiciones museísticas y con la
intención de mostrarlas al público. La galería abrió sus puertas en 1936, pero el estallido de la
Segunda Guerra Mundial hizo que tuviera que cerrarse durante prácticamente diez años, hasta
1949, ya fallecido Heinrich y tomando el testigo de la colección el menor de sus hijos, Hans
Heinrich.

Hans Heinrich, pasión por el arte

Hans Heinrich
Con la muerte del primer barón Thyssen, la colección quedó dividida entre sus cuatro hijos. Hans
Heinrich tenía entonces 26 años y fue el único que decidió seguir la tradición iniciada por su padre,
quedando también al frente de los negocios familiares. Poco a poco logró reunir de nuevo muchas
de las obras de arte diseminadas por la herencia, y no fue hasta 1956 cuando compró el primer
cuadro a una persona ajena a la familia, el Retrato de un hombre de Francesco del Cossa. A partir de
ahí y siguiendo el criterio de su padre, continuó adquiriendo durante unos años solo obras de
maestros antiguos, hasta 1961, año en el que compró su primer cuadro moderno: una acuarela del
pintor alemán Emil Nolde. Efectivamente, fue el arte expresionista alemán el que atrajo su interés
en un primer momento, pero pronto empezó a interesarse también por el impresionismo, el
postimpresionism y las vanguardias del siglo XX, hasta llegar al arte pop y al hiperrealismo.

Con todas estas nuevas adquisiciones la galería de Lugano, inaugurada por su padre y reabierta
por él en 1949, pronto se quedó pequeña y surgió la idea de organizar exposiciones temporales en
distintos países como forma de acercar también la colección al mayor público posible. Al igual que
para su padre, el afán coleccionista de Hans Heinrich tuvo siempre una clara vocación pública. Las
obras nunca fueron compradas para ser admiradas solo por sus dueños, al contrario, ambos
impulsaron siempre una importante política de apertura y difusión de la colección: “Los pintores
no hacen la obra para los ojos de un solo hombre. Mi legado como coleccionista es compartir, y
solo puedo devolver este don haciendo posible que lo vea más de un hombre y comprenda el
talento del artista” (Hans Heinrich Thyssen-Bornemisza)

Comenzó así en la década de 1960 un intenso programa de exposiciones itinerantes que llevaron
distintas selecciones temáticas de la colección por varias ciudades de Alemania, Japón, Bélgica,
Francia, Australia, Nueva Zelanda, Rusia o los Estados Unidos. Y llegó también a España,
concretamente, con dos exposiciones temporales celebradas en Madrid, una dedicada a los
maestros modernos, en 1986 en la Biblioteca Nacional, y otra de maestros antiguos, un año
después, en la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando.

Madrid, sede definitiva


Al quedarse pequeñas las salas de Villa Favorita y tras la experiencia vivida a raíz del fallecimiento
de su padre, en los años 1980 el barón Hans Heinrich empezó a plantearse el futuro de su
colección. Buscaba un emplazamiento definitivo y seguro para que el público pudiera disfrutar del
mayor conjunto de obras posible, pero le guiaba también el deseo de asegurar la integridad de la
colección.
Empezaron entonces a surgir ofertas de distintos países y organizaciones: la fundación Getty de
Los Ángeles, los gobiernos de Inglaterra y Alemania, el de España… En 1988 el Estado español
propone el Palacio de Villahermosa, en Madrid, prácticamente frente al Museo del Prado, como
sede para alojar los cuadros. Las garantías ofrecidas para mantener unida la colección y asegurar
su conservación en las mejores condiciones, junto a la magnífica ubicación del futuro museo, así
como la influencia de su esposa, la española Carmen Cervera, deciden finalmente al Barón a elegir
España para instalar la colección de forma permanente. En 1988 tuvo lugar la firma de un contrato
de préstamo por el que las obras más importantes de la colección se entregaban a España para su
exposición en Madrid, y una pequeña parte en el Monasterio de Pedralbes de Barcelona, durante
un periodo de nueve años y medio. A cambio, el Gobierno español aportaba el edificio, que debía
ser rehabilitado y acondicionado como museo, y se creaba una Fundación a la que se comprometía
a dotar de medios suficientes para gestionarlo.
Las obras de remodelación del Palacio de Villahermosa, encargadas al prestigioso arquitecto
Rafael Moneo, terminaron en 1992. Se organizó entonces uno de los mayores traslados de obras
de arte realizados en el siglo XX, de Lugano a Madrid, y en octubre de ese mismo año se inaugura
el museo con la presencia de los Reyes de España. El gran éxito de crítica y público, así como la
plena satisfacción de los Barones Thyssen por la ubicación del museo, la calidad de las
instalaciones y la buena marcha de la Fundación hicieron que en el verano de 1993, trascurrido
menos de un año desde su apertura, se llegara a un acuerdo definitivo de compra por el que el
Estado adquiría la propiedad de 775 obras por 350 millones de dólares, pasando así a formar parte
del patrimonio artístico español.

La apertura del Museo Thyssen en Madrid significó además la creación, en el centro mismo de la
ciudad, de una de las más importantes concentraciones de arte del mundo, formando junto con el
Museo del Prado y el Museo Centro de Arte Reina Sofía el conocido como ‘Triángulo del Arte’
madrileño. La colección de autores internacionales complementaba a la perfección el legado de
pintura antigua del Prado y la pintura moderna y contemporánea del Reina Sofía. A todo ello, se
sumaba además la representativa muestra de las escuelas norteamericanas del siglo XIX,
prácticamente ausentes en los museos europeos.
Parecía culminar así, de forma difícilmente superable, la historia de esta relativamente corta pero
intensa trayectoria coleccionista. Sin embargo, quedaba todavía un último capítulo: continuando
la tradición familiar, Carmen Thyssen había empezado a formar también junto al Barón su propia
colección y, tras el fallecimiento de este en 2002, sumó a esas nuevas adquisiciones la herencia
recibida de su esposo. Para albergar una selección de estas obras, el Estado adquirió dos edificios
anexos al Palacio de Villahermosa, que fueron rehabilitados por los arquitectos Manuel Baquero y
Francesc Pla. En 2002 se firmó un acuerdo de préstamo gratuito por un periodo inicial de 10 años
que ha venido prorrogándose sucesivamente hasta la actualidad. La ampliación del museo añadía
también nuevos espacios para oficinas, salas de exposiciones temporales y otros servicios y fue
inaugurada en junio de 2004.

También podría gustarte