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El zafiro es una variedad del mineral corindón, con característico color azul, aunque hay otros

colores menos comunes, debido a impurezas de ciertos óxidos (Cr (III) y Ti(III)). Se encuentra
comúnmente en yacimientos ricos en rutilo, bauxita y hematita. La composición química es
una mezcla de óxidos de aluminio, hierro y titanio, el cual le da su color característico azul. Su
fórmula química es Al2O3. Le corresponde la dureza 9 en la escala de Mohs.
La palabra zafiro viene del latín sapphirùs, la cual a su vez proviene del
griego σάπφειρος (sappheiros), y a su vez esta viene del hebreo chappir (‫ = ספיר‬Safir), que
significa pulcro. Pertenece a la misma familia de minerales que el rubí, es decir corindón,
siendo la única diferencia una convención de nombre. Se le llama rubí a los corindones de
tonos rojos, blanco y gris y zafiro a los colores fríos.
Los zafiros se encuentran en estado natural en una amplia gama de colores, desde el
transparente, pasando por diferentes tonos de rojo, amarillo, azul y sus combinaciones. Los
mayores productores están en África y actualmente se han encontrado yacimientos
en Sudamérica. También se hallan asociados con los rubíes en Tailandia y Sri Lanka, y se
encuentran en Cachemira (India), y en un área muy extensa en Queensland Central,
(Australia). La Antártida es rica en este mineral pero, debido a su delicado equilibrio ecológico,
se ha limitado la explotación. Su uso se restringe a la joyería y aplicaciones láser.
Los zafiros sintéticos, coloreados con pequeñísimas cantidades de cromo y titanio, vienen
fabricándose desde el año 1902 por el proceso Verneuil. Desde 1940 se empezaron a fabricar
en los Estados Unidos, consiguiendo un gran éxito con los zafiros y rubíes estrellados,
obtenidos introduciendo titanio.

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