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El patito feo

Autor: Hans Christian Andersen


Todos esperaban en la granja el gran acontecimiento. El nacimiento de
los polluelos de mamá pata. Llevaba días empollándolos y podían llegar
en cualquier momento.
El día más caluroso del verano mamá pata escuchó de repente…¡cuac,
cuac! y vio al levantarse cómo uno por uno empezaban a romper el
cascarón. Bueno, todos menos uno.

- ¡Eso es un huevo de pavo!, le dijo una pata vieja a mamá pata.


- No importa, le daré un poco más de calor para que salga.

Pero cuando por fin salió resultó que ser un pato totalmente diferente al
resto. Era grande y feo, y no parecía un pavo. El resto de animales del
corral no tardaron en fijarse en su aspecto y comenzaron a reírse de él.

- ¡Feo, feo, eres muy feo!, le cantaban

Su madre lo defendía pero pasado el tiempo ya no supo qué decir. Los


patos le daban picotazos, los pavos le perseguían y las gallinas se
burlaban de él. Al final su propia madre acabó convencida de que era
un pato feo y tonto.

- ¡Vete, no quiero que estés aquí!

El pobre patito se sintió muy triste al oír esas palabras y escapó


corriendo de allí ante el rechazo de todos.
Acabó en una ciénaga donde conoció a dos gansos silvestres que a
pesar de su fealdad, quisieron ser sus amigos, pero un día aparecieron
allí unos cazadores y acabaron repentinamente con ellos. De hecho, a
punto estuvo el patito de correr la misma suerte de no ser porque los
perros lo vieron y decidieron no morderle.

- ¡Soy tan feo que ni siquiera los perros me muerden!- pensó el pobre
patito.
Continuó su viaje y acabó en la casa de una mujer anciana que vivía
con un gato y una gallina. Pero como no fue capaz de poner huevos
también tuvo que abandonar aquel lugar. El pobre sentía que no valía
para nada.

Un atardecer de otoño estaba mirando al cielo cuando contempló una


bandada de pájaros grandes que le dejó con la boca abierta. Él no lo
sabía, pero no eran pájaros, sino cisnes.
- ¡Qué grandes son! ¡Y qué blancos! Sus plumas parecen nieve .

Deseó con todas sus fuerzas ser uno de ellos, pero abrió los ojos y se
dio cuenta de que seguía siendo un animalucho feo.

Tras el otoño, llegó el frío invierno y el patito pasó muchas calamidades.


Un día de mucho frío se metió en el estanque y se quedó helado.
Gracias a que pasó por allí un campesino, rompió el frío hielo y se lo
llevó a su casa el patito siguió vivo. Estando allí vio que se le acercaban
unos niños y creyó que iban a hacerle daño por ser un pato tan feo, así
que se asustó y causó un revuelo terrible hasta que logró escaparse de
allí.

El resto del invierno fue duro para el pobre patito. Sólo, muerto de frío y
a menudo muerto de hambre también. Pero a pesar de todo logró
sobrevivir y por fin llegó la primavera.

Una tarde en la que el sol empezaba a calentar decidió acudir al parque


para contemplar las flores, que comenzaban a llenarlo todo. Allí vio en
el estanque dos de aquellos pájaros grandes y blancos y majestuosos
que había visto una vez hace tiempo. Volvió a quedarse hechizado
mirándolos, pero esta vez tuvo el valor de acercarse a ellos.

Voló hasta donde estaban y entonces, algo llamó su atención en su


reflejo. ¿Dónde estaba la imagen del pato grande y feo que era? ¡En su
lugar había un cisne! Entonces eso quería decir que… ¡se había
convertido en cisne! O mejor dicho, siempre lo había sido.

Desde aquel día el patito tuvo toda la felicidad que hasta entonces la
vida le había negado y aunque escuchó muchos elogios alabando su
belleza, él nunca acabó de acostumbrarse.

Hans Christian, http://www.cuentoscortos.com/cuentos-clasicos/el-


patito-feo
Blancanieves y los 7 enanos
Autor: Hermanos Grimm
Un día de invierno la Reina miraba cómo caían los copos de nieve
mientras cosía. Le cautivaron de tal forma que se despistó y se pinchó
en un dedo dejando caer tres gotas de la sangre más roja sobre la nieve.
En ese momento pensó:

- Cómo desearía tener una hija así, blanca como la nieve, sonrosada
como la sangre y de cabellos negros como el ébano.

Al cabo de un tiempo su deseo se cumplió y dio a luz a una niña


bellísima, blanca como la nieve, sonrosada como la sangre y con los
cabellos como el ébano. De nombre le pusieron Blancanieves, aunque
su nacimiento supuso la muerte de su madre.

Pasados los años el rey viudo decidió casarse con otra mujer. Una mujer
tan bella como envidiosa y orgullosa. Tenía ésta un espejo mágico al
que cada día preguntaba:

- Espejito espejito, contestadme a una cosa ¿no soy yo la más


hermosa?

Y el espejo siempre contestaba:

- Sí, mi Reina. Vos sois la más hermosa.

Pero el día en que Blancanieves cumplió siete años el espejo cambió


su respuesta:

- No, mi Reina. La más hermosa es ahora Blancanieves.

Al oír esto la Reina montó en cólera. La envidia la comía por dentro y tal
era el odio que sentía por ella que acabó por ordenar a un cazador que
la llevara al bosque, la matara y volviese con su corazón para saber que
había cumplido con sus órdenes.
Pero una vez en el bosque el cazador miró a la joven y dulce
Blancanieves y no fue capaz de hacerlo. En su lugar, mató a un pequeño
jabalí que pasaba por allí para poder entregar su corazón a la Reina.

Blancanieves se quedó entonces sola en el bosque, asustada y sin


saber dónde ir. Comenzó a correr hasta que cayó la noche. Entonces
vio luz en una casita y entró en ella.

Era una casita particular. Todo era muy pequeño allí. En la mesa había
colocados siete platitos, siete tenedores, siete cucharas, siete cuchillos
y siete vasitos. Blancanieves estaba tan hambrienta que probó un
bocado de cada plato y se sentó como pudo en una de las sillitas.

Estaba tan agotada que le entró sueño, entonces encontró una


habitación con siete camitas y se acurrucó en una de ellas.

Bien entrada la noche regresaron los enanitos de la mina, donde


trabajaban excavando piedras preciosas. Al llegar se dieron cuenta
rápidamente de que alguien había estado allí.

- ¡Alguien ha comido de mi plato!, dijo el primero


- ¡Alguien ha usado mi tenedor!, dijo el segundo
- ¡Alguien ha bebido de mi vaso!, dijo el tercero
- ¡Alguien ha cortado con mi cuchillo!, dijo el cuarto
- ¡Alguien se ha limpiado con mi servilleta!, dijo el quinto
- ¡Alguien ha comido de mi pan!, dijo el sexto
- ¡Alguien se ha sentado en mi silla!, dijo el séptimo

Cuando entraron en la habitación desvelaron el misterio sobre lo


ocurrido y se quedaron con la boca abierta al ver a una muchacha tan
bella. Tanto les gustó que decidieron dejar que durmiera.

Al día siguiente Blancanieves les contó a los enanitos la historia de


cómo había llegado hasta allí. Los enanitos sintieron mucha lástima por
ella y le ofrecieron quedarse en su casa. Pero eso sí, le advirtieron de
que tuviera mucho cuidado y no abriese la puerta a nadie cuando ellos
no estuvieran.
La madrastra mientras tanto, convencida de que Blancanieves estaba
muerta, se puso ante su espejo y volvió a preguntarle:

- Espejito espejito, contestadme a una cosa ¿no soy yo la más


hermosa?
- Mi Reina, vos sois una estrella pero siento deciros que Blancanieves,
sigue siendo la más bella.

La reina se puso furiosa y utilizó sus poderes para saber dónde se


escondía la muchacha. Cuando supo que se encontraba en casa de los
enanitos, preparó una manzana envenenada, se vistió de campesina y
se encaminó hacia montaña.

Cuando llegó llamó a la puerta. Blancanieves se asomó por la ventana


y contestó:

- No puedo abrir a nadie, me lo han prohibido los enanitos.


- No temas hija mía, sólo vengo a traerte manzanas. Tengo muchas y
no sé qué hacer con ellas. Te dejaré aquí una, por si te apetece más
tarde.

Blancanieves se fió de ella, mordió la manzana y… cayó al suelo de


repente.

La malvada Reina que la vio, se marchó riéndose por haberse salido


con la suya. Sólo deseaba llegar a palacio y preguntar a su espejo
mágico quién era la más bella ahora.

- Espejito espejito, contestadme a una cosa ¿no soy yo la más


hermosa?
- Sí, mi Reina. De nuevo vos sois la más hermosa.

Cuando los enanitos llegaron a casa y se la encontraron muerta en el


suelo a Blancanieves trataron de ver si aún podían hacer algo, pero
todos sus esfuerzos fueron en vano. Blancanieves estaba muerta.
De modo que puesto que no podían hacer otra cosa, mandaron fabricar
una caja de cristal, la colocaron en ella y la llevaron hasta la cumpre de
la montaña donde estuvieron velándola por mucho tiempo. Junto a ellos
se unieron muchos animales del bosque que lloraban la pérdida de la
muchacha. Pero un día apareció por allí un príncipe que al verla, se
enamoró de inmediato de ella, y le preguntó a los enanitos si podía
llevársela con él.

A los enanitos no les convencía la idea, pero el príncipe prometió


cuidarla y venerarla, así que accedieron.

Cuando los hombres del príncipe transportaban a Blancanieves


tropezaron con una piedra y del golpe, salió disparado el bocado de
manzana envenenada de la garganta de Blancanieves. En ese
momento, Blancanieves abrió los ojos de nuevo.

- ¿Dónde estoy? ¿Qué ha pasado?, preguntó desorientada


Blancanieves
- Tranquila, estáis sana y salva por fin y me habéis hecho con eso el
hombre más afortunado del mundo.

Blancanieves y el Príncipe se convirtieron en marido y mujer y vivieron


felices en su castillo.

Hermanos Grimm http://www.cuentoscortos.com/cuentos-


clasicos/blancanieve
Los tres cerditos
Autor : Concha López Narváez
Había una vez 3 cerditos que eran hermanos y vivían en lo más
profundo del bosque. Siempre habían vivido felices y sin
preocupaciones en aquel lugar, pero ahora se encontraban temerosos
de un lobo que merodeaba la zona. Fue así como decidieron que lo
mejor era construir cada uno su propia casa, que les serviría de refugio
si el lobo los atacaba.
El primer cerdito era el más perezoso de los hermanos, por lo que
decidió hacer una sencilla casita de paja, que terminó en muy poco
tiempo. Luego del trabajo se puso a recolectar manzanas y a molestar
a sus hermanos que aún estaban en plena faena.
El segundo cerdito decidió que su casa
iba a ser de madera, era más fuerte que
la de su hermano pero tampoco tardó
mucho tiempo en construirla. Al acabar
se le unió a su hermano en la
celebración.
El tercer cerdito que era el más
trabajador, decidió que lo mejor era
construir una casa de ladrillos. Le tomaría casi un día terminarla, pero
estaría más protegido del lobo. Incluso pensó en hacer una chimenea
para azar las mazorcas de maíz que tanto le gustaban.
Cuando finalmente las tres casitas estuvieron terminadas, los tres
cerditos celebraron satisfechos del trabajo realizado. Reían y cantaban
sin preocupación -“¡No nos comerá el lobo! ¡No puede entrar!”.
El lobo que pasaba cerca de allí se sintió insultado ante tanta insolencia
y decidió acabar con los cerditos de una vez. Los tomó por sorpresa y
rugiendo fuertemente les gritó: -“Cerditos, ¡me los voy a comer uno por
uno!”.
Los 3 cerditos asustados corrieron hacia sus casas, pasaron los
pestillos y pensaron que estaban a salvo del lobo. Pero este no se había
dado por vencido y se dirigió a la casa de paja que había construido el
primer cerdito.
– “¡Ábreme la puerta! ¡Ábreme o soplaré y la casa derribaré!”- dijo el
lobo feroz.
Como el cerdito no le abrió, el lobo sopló con fuerza y derrumbó la casa
de paja sin mucho esfuerzo. El cerdito corrió todo lo rápido que pudo
hasta la casa del segundo hermano.
De nuevo el lobo más enfurecido y hambriento les advirtió:
-“¡Soplaré y soplaré y esta casa también derribaré!”
El lobo sopló con más fuerza que la vez anterior, hasta que las paredes
de la casita de madera no resistieron y cayeron. Los dos cerditos a duras
penas lograron escapar y llegar a la casa de ladrillos que había
construido el tercer hermano.
El lobo estaba realmente enfadado y decidido a comerse a los tres
cerditos, así que sin siquiera advertirles comenzó a soplar tan fuerte
como pudo. Sopló y sopló hasta quedarse sin fuerzas, pero la casita de
ladrillos era muy resistente, por lo que sus esfuerzos eran en vano.
Sin intención de rendirse, se le ocurrió trepar por las paredes y colarse
por la chimenea. -“Menuda sorpresa le daré a los cerditos”, – pensó.
Una vez en el techo se dejó caer por la chimenea, sin saber que los
cerditos habían colocado un caldero de agua hirviendo para cocinar un
rico guiso de maíz. El lobo lanzó un aullido de dolor que se oyó en todo
el bosque, salió corriendo de allí y nunca más regresó.
Los cerditos agradecieron a su hermano por el trabajo duro que había
realizado. Este los regañó por haber sido tan perezosos, pero ya habían
aprendido la lección así que se dedicaron a celebrar el triunfo. Y así fue
como vivieron felices por siempre, cada uno en su propia casita de
ladrillos.
Concha López Narváez https://www.chiquipedia.com/cuentos-
infantiles-cortos/cuentos-clasicos/los-tres-cerditos/
Caperucita Roja
Autor: Charles Perrault
Había una vez una adorable niña que era querida por todo aquél que
la conociera, pero sobre todo por su abuelita, y no quedaba nada que
no le hubiera dado a la niña. Una vez le regaló una pequeña caperuza
o gorrito de un color rojo, que le quedaba tan bien que ella nunca
quería usar otra cosa, así que la empezaron a llamar Caperucita Roja.
Un día su madre le dijo:“Ven, Caperucita Roja, aquí tengo un pastel y
una botella de vino, llévaselas en esta canasta a tu abuelita que esta
enfermita y débil y esto le ayudará. Vete ahora temprano, antes de que
caliente el día, y en el camino, camina tranquila y con cuidado, no te
apartes de la ruta, no vayas a caerte y se quiebre la botella y no quede
nada para tu abuelita. Y cuando entres a su dormitorio no olvides
decirle, “Buenos días”, ah, y no andes curioseando por todo el
aposento.”
“No te preocupes, haré bien todo”, dijo Caperucita Roja, y tomó las
cosas y se despidió cariñosamente.
Caperucita Roja
La abuelita vivía en el bosque, como a un
kilómetro de su casa. Y no más había entrado
Caperucita Roja en el bosque, siempre dentro
del sendero, cuando se encontró con un lobo.
Caperucita Roja no sabía que esa criatura
pudiera hacer algún daño, y no tuvo ningún
temor hacia él.
“Buenos días, Caperucita Roja,” dijo el lobo. “Buenos días, amable
lobo.”
– “¿Adonde vas tan temprano, Caperucita Roja?”
– “A casa de mi abuelita.”
– “¿Y qué llevas en esa canasta?”
– “Pastel y vino. Ayer fue día de hornear, así que mi pobre abuelita
enferma va a tener algo bueno para fortalecerse.”
– “¿Y adonde vive tu abuelita, Caperucita Roja?”
– “Como a medio kilómetro más adentro en el bosque. Su casa está
bajo tres grandes robles, al lado de unos avellanos. Seguramente ya
los habrás visto,” contestó inocentemente Caperucita Roja. El lobo se
dijo en silencio a sí mismo: “¡Qué criatura tan tierna! qué buen
bocadito – y será más sabroso que esa viejita. Así que debo actuar
con delicadeza para obtener a ambas fácilmente.” Entonces
acompañó a Caperucita Roja un pequeño tramo del camino y luego le
dijo: “Mira Caperucita Roja, que lindas flores se ven por allá, ¿por qué
no vas y recoges algunas? Y yo creo también que no te has dado
cuenta de lo dulce que cantan los pajaritos. Es que vas tan apurada en
el camino como si fueras para la escuela, mientras que todo el bosque
está lleno de maravillas.”
Caperucita Roja
Caperucita Roja levantó sus ojos, y
cuando vio los rayos del sol danzando
aquí y allá entre los árboles, y vio las
bellas flores y el canto de los pájaros,
pensó: “Supongo que podría llevarle unas
de estas flores frescas a mi abuelita y que
le encantarán.Además, aún es muy
temprano y no habrá problema si me
atraso un poquito, siempre llegaré a buena hora.” Y así, ella se salió
del camino y se fue a cortar flores. Y cuando cortaba una, veía otra
más bonita, y otra y otra, y sin darse cuenta se fue adentrando en el
bosque. Mientras tanto el lobo aprovechó el tiempo y corrió directo a la
casa de la abuelita y tocó a la puerta.“¿Quién es?” preguntó la
abuelita.
“Caperucita Roja,” contestó el lobo.
“Traigo pastel y vino. Ábreme, por favor.”
– “Mueve la cerradura y abre tú,” gritó la abuelita, “estoy muy débil y
no me puedo levantar.”
El lobo movió la cerradura, abrió la puerta, y sin decir una palabra
más, se fue directo a la cama de la abuelita y de un bocado se la
tragó. Y enseguida se puso ropa de ella, se colocó un gorro, se metió
en la cama y cerró las cortinas.
Mientras tanto, Caperucita Roja se había quedado colectando flores, y
cuando vio que tenía tantas que ya no podía llevar más, se acordó de
su abuelita y se puso en camino hacia ella. Cuando llegó, se
sorprendió al encontrar la puerta abierta, y al entrar a la casa, sintió
tan extraño presentimiento que se dijo para sí misma:
El lobo feroz
“¡Oh Dios! que incómoda me siento hoy, y
otras veces que me ha gustado tanto estar
con abuelita.” Entonces gritó: “¡Buenos días!”,
pero no hubo respuesta, así que fue al
dormitorio y abrió las cortinas. Allí parecía
estar la abuelita con su gorro cubriéndole
toda la cara, y con una apariencia muy extraña.
“¡!Oh, abuelita!” dijo, “qué orejas tan grandes que tienes.”
– “Es para oírte mejor, mi niña,” fue la respuesta. “Pero abuelita, qué
ojos tan grandes que tienes.”
– “Son para verte mejor, querida.”
– “Pero abuelita, qué brazos tan grandes que tienes.”
– “Para abrazarte mejor.” – “Y qué boca tan grande que tienes.”
– “Para comerte mejor.” Y no había terminado de decir lo anterior,
cuando de un salto salió de la cama y se tragó también a Caperucita
Roja.
Entonces el lobo decidió hacer una siesta y se volvió a tirar en la
cama, y una vez dormido empezó a roncar fuertemente. Un cazador
que por casualidad pasaba en ese momento por allí, escuchó los
fuertes ronquidos y pensó, ¡Cómo ronca esa viejita!Voy a ver si
necesita alguna ayuda. Entonces ingresó al dormitorio, y cuando se
acercó a la cama vio al lobo tirado allí.“¡Así que te encuentro aquí,
viejo pecador!” dijo él.”¡Hacía tiempo que te buscaba!”
Caperucita con la cesta
Y ya se disponía a disparar su arma contra él, cuando pensó que el
lobo podría haber devorado a la viejita y que aún podría ser salvada,
por lo que decidió no disparar. En su lugar tomó unas tijeras y empezó
a cortar el vientre del lobo durmiente.
En cuanto había hecho dos cortes, vio brillar una gorrita roja, entonces
hizo dos cortes más y la pequeña Caperucita Roja salió rapidísimo,
gritando: “¡Qué asustada que estuve, qué oscuro que está ahí dentro
del lobo!”, y enseguida salió también la abuelita, vivita, pero que casi
no podía respirar. Rápidamente, Caperucita Roja trajo muchas piedras
con las que llenaron el vientre del lobo. Y cuando el lobo despertó,
quizo correr e irse lejos, pero las piedras estaban tan pesadas que no
soportó el esfuerzo y cayó muerto.
Las tres personas se sintieron felices. El cazador le quitó la piel al lobo
y se la llevó a su casa. La abuelita comió el pastel y bebió el vino que
le trajo Caperucita Roja y se reanimó. Pero Caperucita Roja solamente
pensó:
“Mientras viva, nunca me retiraré del sendero para internarme en el
bosque, cosa que mi madre me había ya prohibido hacer.”

Charles Perrault
https://www.chiquipedia.com/cuentos-infantiles-cortos/cuentos-
tradicionales/caperucita-roja/
EL GATO CON BOTAS
AUTOR: Charles Perrault
Había una vez un molinero pobre que cuando murió sólo pudo dejar a
sus hijos por herencia el molino, un asno y un gato. En el reparto el
molino fue para el mayor, el asno para el segundo y el gato para el más
pequeño. Éste último se lamentó de su suerte en cuanto supo cuál era
su parte.

- ¿Y ahora qué haré? Mis hermanos trabajarán juntos y harán fortuna,


pero yo sólo tengo un pobre gato.

El gato, que no andaba muy lejos, le contestó:

- No os preocupéis mi señor, estoy seguro de que os seré más valioso


de lo que pensáis.

- ¿Ah sí? ¿Cómo?, dijo el amo incrédulo

- Dadme un par de botas y un saco y os lo demostraré.

El amo no acababa de creer del todo en sus palabras, pero como sabía
que era un gato astuto le dio lo que pedía.

El gato fue al monte, llenó el saco de salvado y de trampas y se hizo el


muerto junto a él. Inmediatamente cayó un conejo en el saco y el gato
puso rumbo hacia el palacio del Rey.
- Buenos días majestad, os traigo en nombre de mi amo el marqués de
Carabas - pues éste fue el nombre que primero se le ocurrió - este
conejo.

- Muchas gracias gato, dadle las gracias también al señor Marqués de


mi parte.

Al día siguiente el gato cazó dos perdices y de nuevo fue a ofrecérselas


al Rey, quien le dio una propina en agradecimiento.

Los días fueron pasando y el gato continuó durante meses llevando lo


que cazaba al Rey de parte del Marqués de Carabas.

Un día se enteró de que el monarca iba a salir al río junto con su hija la
princesa y le dijo a su amo:

- Haced lo que os digo amo. Acudid al río y bañaos en el lugar que os


diga. Yo me encargaré del resto.

El amo le hizo caso y cuando pasó junto al río la carroza del Rey, el gato
comenzó a gritar diciendo que el marqués se ahogaba. Al verlo, el Rey
ordenó a sus guardias que lo salvaran y el gato aprovechó para contarle
al Rey que unos forajidos habían robado la ropa del marqués mientras
se bañaba. El Rey, en agradecimiento por los regalos que había recibido
de su parte mandó rápidamente que le llevaran su traje más hermoso.
Con él puesto, el marqués resultaba especialmente hermoso y la
princesa no tardó en darse cuenta de ello. De modo que el Rey lo invitó
a subir a su carroza para dar un paseo.

El gato se colocó por delante de ellos y en cuanto vio a un par de


campesinos segando corrió hacia ellos.
- Buenas gentes que segáis, si no decís al Rey que el prado que estáis
segando pertenece al señor Marqués de Carabas, os harán picadillo
como carne de pastel.

Los campesinos hicieron caso y cuando el Rey pasó junto a ellos y les
preguntó de quién era aquél prado, contestaron que del Marqués de
Carabas.

Siguieron camino adelante y se cruzaron con otro par de campesinos a


los que se acercó el gato.

- Buenas gentes que segáis, si no decís al Rey que todos estos trigales
pertenecen al señor Marqués de Carabas, os harán picadillo como
carne de pastel.

Y en cuanto el Rey preguntó a los segadores, respondieron sin dudar


que aquellos campos también eran del marqués.

Cel. gato con botas continuaron su paseo y se encontraron con un


majestuoso castillo. El gato sabía que su dueño era un ogro así que fue
a hablar con él.

- He oído que tenéis el don de convertiros en cualquier animal que


deseéis. ¿Es eso cierto?

- Pues claro. Veréis cómo me convierto en león


Y el ogro lo hizo. El pobre gato se asustó mucho, pero siguió adelante
con su hábil plan.

- Ya veo que están en lo cierto. Pero seguro que no sóis capaces de


convertiros en un animal muy pequeño como un ratón.

- ¿Ah no? ¡Mirad esto!

El ogro cumplió su palabra y se convirtió en un ratón, pero entonces el


gato fue más rápido, lo cazó de un zarpazo y se lo comió.

Así, cuando el Rey y el Marqués llegaron hasta el castillo no había ni


rastro del ogro y el gato pudo decir que se encontraban en el estupendo
castillo del Marqués de Carabas.

El Rey quedó fascinado ante tanto esplendor y acabó pensando que se


trataba del candidato perfecto para casarse con su hija.

El Marqués y la princesa se casaron felizmente y el gato sólo volvió a


cazar ratones para entretenerse.

Charles Perrault
https://www.chiquipedia.com/cuentos-infantiles-cortos/cuentos-
tradicionales/el-gato-con-botas/

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