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La Patrimonializacio N de La Cultura y S PDF
La Patrimonializacio N de La Cultura y S PDF
POSTMODERNAS
En la actualidad, en el tema que nos ocupa, creo que se dan dos lógicas que una mirada
superficial puede considerar antagónicas. De un lado, vivimos inmersos, sacudidos y
atrapados por la vorágine tecnológica de la cibercultura; de otro, nos invade la nostalgia
por los tiempos y espacios perdidos, una añoranza romántica por imágenes, sabores,
sensaciones, recuerdos, que la lluvia de la modernidad avanzada arrastra
inmisericordemente hacia el mar del olvido. Ambas lógicas se hallan internamente
trabadas, de manera que no se puede entender la segunda sin las promesas, los riesgos,
vulnerabilidades y fracasos de la
segunda. Pero yo quiero
ocuparme aquí de las paradojas
de la patrimonialización de la
cultura en condiciones de
modernidad avanzada, ese
contexto en el cual el patrimonio
puede operar incluso como
retórica publicitaria.
Iª PARTE:
LA MODERNIDAD Y EL NACIMIENTO DEL PATRIMONIO
1
Baumann, 2000.
2
Si de algo hablan las personas que se dedican a “restauración” de patrimonio es de “salvación”. Véase la
tesis de Concepción Martínez Latre, 2005, Sociogénesis de los pequeños museos locales. La cultura
popular en los museos etnológicos del Alto Aragón, Universidad de Zaragoza.
diferenciarse del conservadurismo (inmerso en las utilidades y satisfacciones de la
modernidad) reivindiquen su identidad “conservacionista”.
Esta sensibilidad que llamamos patrimonio cultural no podía surgir allí donde todavía
existía experiencia de plena continuidad entre pasado y presente, allí donde la tradición
era el modo de reproducción cultural dominante, donde las formas de vida precedentes
constituían un manantial instructivo o un ejemplar en el plano moral. Sólo cuando el
cambio revolucionario produjo un distanciamiento rápido de todos los pasados
conocidos, “la añoranza de lo que se sentía perdido se difundió por las imaginaciones
europeas” y el pasado comenzó a ser apreciado como una herencia “que daba validez al
presente y lo exaltaba” o como “una fuente de placer sensual” (Lowenthal, 1998: 7 y
94). En resumen, bajo la mirada patrimonial subyace una concepción de la condición de
pasado fundada en la distancia histórica, que es claramente distinta de la mirada que
proyecta sobre el pasado el historiador como científico social. Los objetos y prácticas
han dejado de funcionar como tradiciones activas y ejemplares para el presente; han
perdido toda vinculación constituyente de la vida ordinaria. Del mismo modo que,
cuando las comunicaciones e interconexiones han penetrado los lugares de las pequeñas
comunidades y hemos sido arrojados a la intemperie de la globalización, suspiramos por
la identidad y las raíces, también cuando el pasado se ha distanciado de la
contemporaneidad, a causa del ritmo vertiginoso del progreso científico-técnico,
reinventamos nuestra relación con él mediante el concepto de patrimonio cultural.
IIª PARTE:
LA EXPANSIÓN DEL PATRIMONIO
La primera modernidad ha generado la mirada patrimonial en la cultura y ésta ha
cristalizado en instituciones públicas (museos), ordenamientos legales (leyes) y en
cuerpos de expertos (conservadores, historiadores del arte). La segunda modernidad,
como radicalización de los procesos precedentes, produce la patrimonialización de la
cultura, es decir, la expansión de esa sensibilidad particular respecto al pasado mediante
una ampliación prácticamente ilimitada del repertorio patrimonial y una proliferación y
pluralización de los sujetos que lo activan, llegando a convertirse en un movimiento
cívico.
3
Véase Held et alii, 1999.
actor central resulta desbordado por arriba y por abajo, emergen nuevos actores sociales
que también configuran su específica comunidad imaginada y producen sus espacios
rituales y míticos para garantizar su perduración en el tiempo. Entran en escena nuevos
estados-naciones (descolonización), que reclaman la restitución de bienes materiales y
la ampliación del repertorio (patrimonio oral); afloran los actores locales, regionales y
las comunidades periféricas de la sociedad multicultural; en el plano interncional,
UNESCO, el principal actor institucional global, abandera la definición de un
patrimonio de la Humanidad. En definitiva, la producción y gestión del patrimonio se
torna crecientemente compleja.
El concepto de gobernanza, que se ha ido incorporando al vocabulario de las ciencias
sociales, especialmente de la ciencia política, para designar el proceso de
complejización de la gobernación de cualquier fenómeno social y el consiguiente
reconocimiento de la pluralidad de fuentes de legitimidad y poder del mundo
contemporáneo, también puede aplicarse al patrimonio cultural. En éste encontramos
nuevos actores, que obligan a redefinir los procesos de reconocimiento y salvaguarda.
De esta forma, el patrimonio se vuelve a un tiempo local (museos etnológicos, etc.) y
global (patrimonio de la humanidad); cívico (movimientos sociales) y privado
(restauración de segundas residencias, mercados legales e ilegales de antigüedades,
explotación de recursos tradicionales y edificios nobles con fines turísticos). En suma,
junto al patrimonio nacional estatal, proliferan ahora los museos regionales y locales de
todo tipo; y UNESCO se convierte en el principal actor de políticas globales e impulsor
del Patrimonio de la Humanidad.
GLOBAL
LOCAL
En primer lugar, la existencia de un movimiento global de patrimonialización de la
cultura se hace presente en el descentramiento de Occidente tras el fin del colonialismo
y el desafío correlativo lanzado por las nuevas naciones cuando reclaman la restitución
y retorno de sus patrimonios expoliados. Este movimiento que puede contemplarse en el
plano internacional, se registra igualmente en el nacional, cuando comunidades locales
o regionales reclaman al Estado la devolución de determinados bienes (arqueológicos
como la dama de Elche o documentales como los papeles de Salamanca reclamados por
el gobierno catalán).
En segundo lugar, la complejidad de la gobernanza del patrimonio se registra
igualmente cuando las minorías reclaman la definición de los contenidos de los museos
o cuando el Estado-nación propone la elaboración de las políticas específicas mediante
la consulta colectiva y la participación cívica (véase Canadá)4. En estos casos, el
patrimonio no se define ya única y principalmente desde arriba, ni exclusivamente
desde los expertos, sino mediante cooperación y negociación entre una pluralidad de
actores. La definición final aparece como un contrato implícito y provisional entre los
diversos participantes. Estas políticas pretenden generar consenso en la diversidad y
movilizar recursos heterogéneos.
4
El gobierno de Canadá hace unos años lanzó una consulta a la sociedad canadiense, utilizando entre
otros los medios modernos de comunicación, para elaborar su plan estratégico sobre el patrimonio
cultural. Véase Les canadiens, les canadiennes et leur patrimoine: tendances, enjeux, idées. Une dialogue
sur le patrimoine au XXIe siècle, en http//www.patrimoinecanadien.
del festival, una feria gastronómica en la que dichas asociaciones ofrecen al numeroso
público platos de la cocina tradicional de la región.
5
Cámara y Caja de Ahorros juegan un papel importante en el desarrollo regional. Toman ejemplo de
Vevey (Suiza), donde hay un desfile de gente de pueblos suizos con pretensión de “veracidad”. Fiesta
culinaria en Bolzano (Festa dei Portici).
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En los textos del libro encontramos la conciencia de ruptura histórica y del riesgo: llevar a la ciudad una
cultura dimenticata, para salvarla del olvido; salvar de la destrucción miles de herramientas, máquinas,
vestimenta. La fiesta ha experimentado una evolución: En los treinta años de historia, pasa por un proceso
de asentamiento y de expansión, de recuperación de objetos, escenas, gastronomía, de acuerdo con la
lógica de la veracidad. Para incrementar la participación y estimular esta lógica se instauran premios a
finales de la década de los setenta. Alcanza impacto nacional (televisión) y trata de proyectarse
internacionalmente (Internet, contactos de intercambio con otros países incorporando gastronomía). La
idea de romper con la modernidad, se plasma en la crítica al plástico en las banderas, en las bandejas, en
los vasos. Y más recientemente aparece la lectura ecológica: “Si tratta comunque di un ulteriore passo in
avanti verso un Festival rivolto al passado, senza piu nessun aggancio con gli attuali ´modernismi´”(2004:
121). El pequeño tesoro de la gastronomía contra el riesgo del fast food (171). “La carta de identidad de
un pueblo que ha vivido y crecido en contacto con la tierra y con sus productos; una tierra rica de historia
y de tradiciones, que con tenacidad y esfuerzo ha superado y vivido momentos difíciles y dramáticos
(2004: 151).
Un anno in un giorno (2004), hablan de recuperación, de riproposta. Las reglas que
rigen la feria gastronómica son: autenticidad de los platos servidos, veracidad de las
recetas, genuinidad de los productos usados (2004: 145).
En resumen, el Festival delle Sagre es hoy un museo viviente, concentrado en un único
día, mediante una performance o cabalgata; pero presupone el trabajo constante,
regular, anual de las asociaciones dedicadas a la recuperación de su “pasado” en un
contexto urbanizado y globalizado, como una forma de celebrar su identidad y de
conquistar, al mismo tiempo, calidad de vida.
IIIª PARTE
LAS PARADOJAS DEL PATRIMONIO CULTURAL
Para concluir este texto, se señalarán algunas de las ambivalencias y paradojas que
encierra el patrimonio cultural y que se hacen especialmente patentes en el actual
proceso de patrimonialización de la cultura. No pretendo presentarlas de una forma
exhaustiva: la extensión de los objetos patrimonializables plantea el asunto de los
límites, de los residuos y de su relación con un concepto antropológico de cultura; la
fiebre de nostalgia y conservacionismo que subyace en las prácticas patrimonializadoras
suele ignorar en qué medida conservar es transformar y fetichizar, y puede generar
destrucción imprevista por exceso de los bienes objeto de reconocimiento; la ampliación
de los sujetos hace patente la fragilidad del patrimonio. Cuatro paradojas me parecen
especialmente relevantes: ontológica (sobre la extensión del patrimonio), metodológica
(sobre el proceso de reconocimiento), pragmática (sobre los usos y sujetos) y ecológica
(sobre su sostenibilidad).
7
Algo así como la confusión entre el mapa y la realidad, asunto tratado por Borges en Narraciones: en él
habla Borges de un imperio en el que el arte de la cartografía alcanzó tal perfección que el mapa de una
sola provincia ocupaba toda una ciudad, y el mapa del imperio, toda una provincia. Sin embargo, el
servicio de cartografía, en la búsqueda de la máxima perfección levantó un mapa del imperio que tenía
justamente el tamaño del imperio “y coincidía punto por punto con él”.
8
Sobre los residuos de la modernidad, véase Bauman, 2005.
simbólicos, que se han de someter a criterios de autenticidad, para el mercado del
consumo cultural. Así lo rural para consumo de gentes de la ciudad, de alguna manera,
es urbanizado; los rituales, espectacularizados; la gastronomía, sometida a procesos de
denominación de origen; la artesanía, certificada. Por tanto, conservar bienes, prácticas
y objetos, supone estandarizarlos y recodificarlos con criterios homogéneos,
burocráticos y técnicos. No es casual
que la mayoría de ellos acaben en
museos, vitrinas, estantes o paredes,
o en festivales y museos vivientes, y
se transformen en objetos para ser
“mirados”.
En cuarto lugar, conservar puede comportar la destrucción por exceso de pasión (morir
de amor). Ésta es la paradoja de la sostenibilidad del patrimonio, que sucumbe a manos
de aquellos que lo aman “a muerte”. Al identificar y catalogar algo como patrimonio
reclamamos sobre ello una atención, unas demandas que no existían. Los devotos, los
flujos de turistas ávidos de singularidades históricas y de bellezas arquitectónicas, de
conjuntos monumentales, de ciudades patrimoniales; ansiosos de inmersiones en
rituales arcaicos y esotéricos y en fiestas de comunidades rurales, desgastan los viejos
suelos, resquebrajan las antiguas piedras, erosionan los caminos prehistóricos, vacían
los yacimientos, colapsan y desvirtúan los rituales mediante la masificación. Como
sostiene Zahi Hawass, secretario del Consejo Superior de Antigüedades de Egipto, “la
maldición de los faraones somos nosotros” (El País, 10 abril de 2005); para los
guerreros de Sián, enterrados durante 2000 años, ya no hay descanso: concebidos como
cortejo que acompaña al emperador en su tránsito a la otra vida, hoy circulan por los
museos y exposiciones del planeta, sometidos a la publicidad y voracidad visual de
nuestros contemporáneos. “Descubiertos”, ya no volverán nunca a ser lo que fueron. En
Tras este recorrido, podemos concluir que la lógica conservacionista que subyace en el
patrimonio cultural con su defensa del carácter público de los bienes, expresa la
sabiduría práctica de un tiempo plagado de incertidumbres y riesgos, de rumbo
ingobernado y tal vez ingobernable. Pero no es menos cierto que, de otro lado, el
patrimonio trata de suturar las rupturas entre pasado y presente imponiendo un único
marco interpretativo (la celebración de la identidad y su continuidad temporal). Sin
embargo, el pasado en su extraña e irreversible existencia no puede dejar de ser un
manantial irreductible de sobrecogimiento. Adorno y Horkheimer en Dialéctica de la
Ilustración postularon que no era tan importante conservar el pasado cuanto realizar sus
esperanzas frustradas; el historiador E. P. Thompson proponía en Costumbres en común
la necesidad de abandonar toda nostalgia porque “jamás volveremos a la naturaleza
humana precapitalista”; pero, consideraba que un recordatorio de sus necesidades,
expectativas y códigos, podría “renovar nuestro sentido de la serie de posibilidades de
nuestra naturaleza”. Y Antonin Artaud sostenía que “no es tan importante defender una
cultura cuya existencia jamás ha evitado que un hombre sintiera hambre, como obtener
de la así llamada cultura ideas con una fuerza idéntica a la del hambre”.
Verdaderamente hay muchos pasados; al menos, tantos como presentes. Qué patrimonio
restauramos, no es una cuestión políticamente neutra. Propongo que restauremos aquel
que reúna una doble condición: mejorar las condiciones de vida de las personas más
frágiles en el tiempo presente, levantar su dignidad y reforzar su calidad de vida; y por
otra parte, un patrimonio que permita mirar el pasado sin cultivar la complacencia y la
satisfacción, invitando al asombro, al sobrecogimiento, provocando inquietud y
conmoción. Ese, según creo, es un patrimonio no de poseedores y sedentarios, sino de
desposeídos y nómadas.
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