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Acuerdo en el desacuerdo

Acuerdo en el desacuerdo

Ingrid Sarchman
Flora Vronsky
Helga Fernández
Natalí Incaminato
2019
Ingrid Sarchman, Flora Vronsky, Helga Fernández, Natalí Incaminato
Acuerdo en el desacuerdo / Sarchman, Vronsky, Fernández, Incaminato
1ª edición
Ciudad Autónoma de Buenos Aires
Qeja ediciones, 2019
58 páginas 13 x 15 cm

Editor literario Nazareno Petrone 1ª ed.


Ciudad Autónoma de Buenos Aires
Qeja ediciones, 2018
57 páginas 13 x 15 cm
ISBN 978-987-42-8477-8

1. Narrativa
I. Petrone, Nazareno, ed. Lit. II. Título. CDD...

Qeja ediciones
Acuña de Figueroa 156 PB B
(1180) Buenos Aires
Tel: 054 11 58676451

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Idea y dirección: Nazareno Petrone


Edición: Leticia Martin
Diseño de cubierta: Marcia Pugliese
Diseño de interiores: Marcia Pugliese
Fotografía: Alejandra Miguez
Ilustración: Bárbara Pistoia
Diseño web: Gerardo Montoya

Queda hecho el depósito que marca la ley 11.723 / Derechos reservados


Prohibida su reproducción parcial o total.
Impreso en Argentina.
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Para Valeria Iglesias
“No se trata de temer o de esperar, sino de buscar nuevas armas”.

Gilles Deleuze
Prólogo
Leticia Martin

Lo que leerán a continuación no es un ebook, aunque


se enmarque en las reglas específicas del libro digital.
Llega a las manos de ustedes en ese formato, sí. Pero
se trata de una discusión que en alguna época pasada
habría sucedido en el comedor señorial de la casa de
alguna mujer acomodada, a la vera de algunas tazas de té
endulzado y semi oculta de la mirada de los hombres. O
quizá hubiera sido una discusión avergonzada. Tímida.
Bañada de un innecesario pudor hacia lo intelectual que
todavía cuesta quitarse de encima. O quizá hasta no
habría sido. Pero los tiempos cambiaron. Las mujeres
escribimos, nos chicaneamos, pensamos mucho acerca
de nuestra condición de género y debatimos en serio
con los libros o el pensamiento de otras mujeres; o por
decirlo mejor: de otras disidencias.

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Tanto Ingrid Sarchman, como Flora Vronsky,
Natalí Incaminato y Helga Fernández han producido
y puesto en palabras ideas que partieron de la lectura
de mis lecturas y entrevistas. Y esos textos no podían
morir en la presentación de Feminismos (Letras del
sur, 2017) que hicimos el martes 11 de septiembre
de 2018 en el Instituto Patria, gracias a la iniciativa de
Mariano Abrevaya Dios. No podían morir ahí, decía,
porque han demandado trabajo intelectual y de síntesis
personal y colectiva, compromiso, escritura y debates
que no terminan de cerrarse y que nunca nos conceden
los medios masivos o la publicidad, que suelen estar
muy ocupados en estereotiparnos.
Estamos siendo testigos y protagonistas de
un momento único en el despliegue de las mujeres.
Negarlo sería necio. Esconderlo, peor aún. Queda
expuesto entonces, y por el puro goce de hacerlo,
en las páginas que siguen. Más cercanas a un fanzine
que a un libro, es verdad, y exponiendo cuestiones
que no se clausuran, importantes contradicciones e
incluso chicanas.
Bienvenidos a no estar de acuerdo con todo
lo que decimos.

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“Una consigna vacía no hace más que
repetir lugares comunes”

Ingrid Sarchman

Di unas cuantas vueltas pensando en cómo


empezar mi exposición hasta que me acordé de la
frase que dijo hace poco un amigo (hombre) “no se
puede no ser feminista”, no me acuerdo si dijo eso
o “todos debemos ser feministas”. Esto me obligó
a preguntarle qué quería decir con eso, y lo que
rápidamente surgieron fueron argumentos a favor
de la igualdad. Ahora bien, yo pregunto, igualdad
de qué y frente a qué: ¿de oportunidades? ¿De
posibilidades? ¿De acceso a bienes? La pregunta
no puede no contestarse si no es desde la variable
socioeconómica. Sería falaz suponer que una mujer,
por el solo hecho de ser mujer, tiene menos acceso
a las oportunidades o a lo que sea, especialmente
si viene de una familia acomodada. Si ha podido
estudiar en colegios bilingües, trilingües, no ha
perdido un solo día de clase por paros, además

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ha podido viajar, conocer lugares, otra gente. Para
cuando tenga que insertarse en el mercado laboral
tendrá muchas más oportunidades que un varón de
barrios marginales.
Si esto es cierto —lo cual me atrevo a decir
que sí— entonces debemos volver a preguntarnos
¿de qué van las reivindicaciones feministas? Una
posible respuesta es que abandonemos nuestra
mirada micro, de la chica acomodada y pensemos
en procesos largos. En cómo, a lo largo de los
distintos momentos históricos, la mujer ha quedado
en un lugar desventajoso con respecto al hombre.
Y aunque lo más evidente sea en relación al trabajo
(y aquí incluimos la prostitución) no podemos
dejar de preguntarnos por los lugares simbólicos.
En estos espacios, hasta nuestra chica acomodada
será compelida a, además de hacer una carrera
exitosa, casarse, tener hijos, realizarse como madre.
Pero decir esto, es, en un punto, volver a perder
la perspectiva histórica, o mejor dicho, teñir, los
mandatos, a una especie de sumisión de un género
por sobre el otro ¿Acaso los hombres no han

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sentido, a lo largo de la historia, su propia sumisión
a los mandatos? ¿A ser proveedores, a demostrar
su hombría, a garantizar la protección del hogar?
¿A no flaquear? ¿A no llorar en público? Estas
preguntas, nos devuelven a la pregunta inicial:
¿qué fibra toca la llamada del feminismo? Tal vez
eso que llamamos feminismo no sea más que una
manera de nombrar a los grupos subalternos que se
definen mucho más por la imposibilidad de acceder
a mejores lugares en la escala salarial, a mejores
oportunidades, materiales y simbólicas, que a un
reconocimiento en términos de género. De manera
que las reivindicaciones no deberían quedar ligadas
a eso, sino, y entonces sí volvemos al comienzo, a
la demanda por el acceso a mejores condiciones
socioeconómicas.
Entonces, si el feminismo se define desde
ese lugar, lo que debería ponerse en entredicho —y
yo elijo ponerlo— es que los grupos subalternos
deban agruparse desde el género. Incluso, debería
ponerse en entredicho la nominación. Prefiero
pensar que este “ismo” delimita identidades

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subalternas, posiciones. Tomo prestados términos
del psicoanálisis para pensar esto: la posición
femenina no necesariamente coincide con el lugar
de la mujer de carne y hueso ni lo que determina
la biología. Esta posición puede comprobarse con
ejemplos a la mano. La violencia obstétrica, una
de las violencias que no pueden ejercerse sobre
el hombre, por motivos obvios, (por lo menos no
directamente) no necesariamente es ejercida por
médicos hombres. Los testimonios de las mujeres
que la han padecido están llenos de citas a médicas,
ginecólogas, enfermeras y parteras, poco amables
y poco propensas a respetar el cuerpo de la mujer
embarazada, de sus necesidades y hasta de sus
dolores, durante la gestación primero y durante
el parto, después. Lo mismo puede comprobarse
a la hora de recuperar los debates alrededor de la
legalización del aborto. No me atrevo a afirmarlo,
porque debería revisar video por video, pero estoy
casi segura de que los peores argumentos, los
más aberrantes, han sido dichos por diputadas
y senadoras mujeres. Así como rescato valiosos

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argumentos dichos por hombres. Recordemos que
el único que reivindicó el goce fue el Senador Pino
Solanas, un señor que tiene más de 70 años. Por eso
también permítanme dudar de la ley de paridad de
género.
Lo que quiero decir, y que espero que no se me
malinterprete, es que para mí, la definición de feminismo
está ligada a la reivindicación de la igualdad y la justicia
social de un grupo subalterno, a una posición subjetiva
que, en muchos casos, coincide con la genitalidad, pero
en muchos otros no. Tal vez el malentendido, sea el
de suponer que como mujeres debemos sentirnos
hermanadas con todas las que comparten género, y ese
sentimiento debe surgir como un a priori, una especie
de esencialismo. Lo vemos en consignas que nacen
con ADN reproductor de hashtag (#NiUnaMenos
#MeToo,etc.). Hipótesis que no sólo se cae en la
primera situación conflictiva (ejemplos varios como el
de Darín, y otras tantas denuncias de abusos) sino que
pone en evidencia que estamos girando alrededor de
un significante vacío, al estilo de Laclau.

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Me da la sensación que, a diferencia de otros
significantes flotantes, que se llenan con contenidos
específicos e históricos, el feminismo, por lo menos
entendido como paraguas aglutinante, a pesar de
que se vista en apariencia, con reivindicaciones
históricas, se transforma en una especie de
interpelación llena, no dando más opción a
responder siempre y de la misma manera; como
dijo mi amigo: no se puede no ser feminista, y de
ahí el carácter reproductivo del hashtag. Pero esta
afirmación y reproducción constante me recuerda
la crítica que le hace Zizek a Althusser sobre la
interpelación en su famoso texto Ideología y
Aparatos ideológicos del estado. En El sublime
objeto de la ideología, Zizek le reprocha a Althusser
que cuando describe a la interpelación no explica las
razones de la respuesta. Todo sucede, parafraseo de
memoria, como si siempre se respondiera igual y de
la misma forma. Por eso, Zizek intenta buscar las
razones para la respuesta y las encuentra en el grafo
del deseo de Lacan, un esquema, que básicamente
recupera, ¿saben qué? El goce y el fantasma. Dicho

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de manera fácil, uno responde a la interpelación —
que en nuestro caso es por la identificación con el
feminismo— cuando la pregunta, o mejor dicho, la
reivindicación es la representación de una escena
que hace sentido de manera singular. Es decir, que
la impronta del feminismo a sentirnos interpeladas
por el solo hecho de ser mujeres, no sólo no
puede sostenerse, sino que debería ser llenada con
contenido específico. Algo, una escena “amable”
que haga sentido con la historia personal, sabiendo,
como dicen por ahí, que lo personal es político.
De esta manera, y volviendo al principio, a la
idea de que nadie no puede no sentirse llamado a ser
feminista (nadie que blanda los valores republicanos
de la igualdad, libertad y fraternidad) será una
consigna vacía hasta que se llene con contenidos
políticamente válidos. Nuestro desafío como
comunicadores, pensadores, docentes y periodistas,
es la de ligar el término a las historias singulares, a los
recorridos particulares de cada uno. De esa manera
evitamos que las consignas se vuelvan consignas
vacías de sentido (pero plenas de corrección política

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y llenas de hashtags). Una consigna vacía no hace
más que repetir lugares comunes, no cuestiona, solo
reproduce. Incluso cuando creemos que cuestiona
los lugares establecidos, solo flamea banderas para
hacernos sentir que tenemos la conciencia tranquila
porque compartimos valores comunes. Por el otro
lado, llenar de contenido, permite pensar a la acción
política en términos concretos. Sí, como decíamos
antes, el feminismo sin perspectiva de clase, no es
más que esencialismo, nuestro desafío es encontrar
categorías, e incluso términos, que enmarquen la
acción concreta para hacer de nuestras sociedades,
lugares más justos, y con mejor acceso para todos,
todas y todes.

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“Feminista”: una identidad contingente

Natalí Incaminato

Mi lectura de Feminismos se detuvo en los


márgenes, en las zonas liminares del texto. En
principio, el epígrafe elegido: un fragmento de
entrevista a Silvina Ocampo, en el que plantea:

“No soy feminista. Creo que hay ventajas


y desventajas para el hombre. Hablar de
feminismo es para mí como hablar de un
viaje en globo. Hay cosas que no les gusta
hacer a las mujeres: por ejemplo, yo no
he visto muchas mujeres electricistas, ni
jardineras, ni estibadoras, ni barrenderas,
ni changadoras, ni foguistas, ni marineras,
ni presidentas de la Nación. ¿Hay algún
impedimento? Yo creo que no. Ellas, tal
vez, no quieren. Siempre habrá cosas
importantes que no hacemos porque
preferimos hacer otras”.

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Además del posicionamiento por la reificación de
la diferencia, la excelente escritora peca de cierto
sesgo clasista: mujeres estibadoras, barrenderas,
changadoras y jardineras había a montones, tal vez
demasiado lejos de los cenáculos de Revista Sur. Más
allá de este señalamiento malicioso por los tópicos
asediados es difícil no recordar el célebre texto de
Virginia Woolf Un cuarto propio (A Room of One’s
Own). En ese ensayo, como se sabe, la posición es el
reverso casi total de la mirada de Ocampo: la mujer
debe tener dinero y una habitación propia para
escribir novelas, debe poner todas sus empeños en
ocupar espacios que han sido sitio de los hombres,
con una fuerza tal que modificaría el propio pasado:
la ignota “hermana muerta” de William Shakespeare,
Judith, se despertaría para escribir gracias al esfuerzo
de las mujeres del presente. Podría decirse que este
contrapunto abre una zona de problemas que siempre
operan en todo posicionamiento político, incluido el
feminismo: la tensión entre el individuo y la sociedad,
las relaciones entre las decisiones y opciones
racionales, conscientes y los límites históricos fijados.

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Ante este mapa de nudos conflictivos Leticia
Martin toma una posición paradójica, altamente
seductora por su opción ambivalente. Lo interesante
es que esta elección del margen se enuncia y explica
desde un espacio también marginal del libro, el
prólogo. En esta zona la autora, ante la pregunta
por el “ser feminista”, escribe que los rótulos
pueden clausurar, y reflexiona sobre la posibilidad
de proclamarse no adepta a ningún “ismo” para
pensar desde ese lugar los puntos de vista, antes de
adoptarlos a priori. Ilustra este lugar con un acertado
título de novela que recupera, creo yo, por su potencia
paradojal: “inclúyanme afuera”. En el prólogo, además,
se explican las distancias con algunas de las consignas
más cristalizadas del feminismo. Estas líneas del
prólogo de Leticia me incitan a preguntar si no existe
la posibilidad, con el mismo espesor contingente y
auto interrogativo, de un “exclúyanme adentro”: una
adopción de la identidad “feminista” que no suponga
la inmersión absoluta en los modos más corrientes de
pensar sus problemas. Esto, por otra parte, sería muy
difícil de fijar: los “feminismos”, plural certero del

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título del libro, son altamente conflictivos y disímiles;
sólo se podrían recuperar algunos consensos
muy generales y a duras penas. Los únicos que
construyen y venden feminismo desproblematizado
son las empresas o los partidos políticos de sesgo
desideologizador. Ese “exclúyanme adentro” tiene,
por supuesto, consecuencias o evaluaciones que tal
vez polemicen con algunos de los puntos de la autora
y se acerquen a otras de las voces de las entrevistas;
posibilidad dada por la amplitud, seriedad y apertura
a lo otro de Leticia Martin y un libro que no proclama
de manera estéril los beneficios de la diversidad, sino
que los toma como elementos rectores. Los puntos de
partida y consecuencias de la postura que propongo
(o mejor dicho, a la que adscribo) serían las siguientes:
en principio, partir del convencimiento teórico y
sociológico de la dominación masculina, un tipo de
dominación específica, no subsumida a otro tipo de
dominaciones, estudiada por Pierre Bourdieu pero
con otro tipo de abordajes en autores como Michel
Foucault, Jacques Derrida, Judith Butler, y otras
firmas de procedencia marxista. Luego, la certeza

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de la necesidad de cierta construcción identitaria
para operar políticamente. Así, “Feminista”, “Mujer”
no serían meros rótulos sino posibles identidades
que se ponen a jugar en la arena de la contienda, y
que precisan de vigilancia para que no terminen
convertidas en esencialismos o encerronas que no
permiten articular con otros espacios. Esto supone
evaluar las consignas y tópicos que circulan en los
feminismos no siempre como meros slogans vacíos
(aunque ciertamente siempre está ese riesgo, y no en
el feminismo solamente, en cualquier movimiento
político) sino también como ideas que pueden tener
un momento de verdad, una información emergente
que nos da la nota de las transformaciones históricas
vinculadas con los géneros, con el pacto sexual, con
los modos de convivencia y con las reparticiones
de los sujetos en la esfera pública. Ninguno de estos
aspectos, claro está, se pueden disociar de la clase, de
la geografía y de las realidades concretas de cada lugar
del país. El “exclúyanme adentro” tendría el desafío
de adoptar un movimiento que ya tiene sus frutos y
su consolidación (al punto de que la ex mandataria

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Cristina Fernández de Kirchner sume “feminista”
como definición de su propuesta política) pero sin
olvidar los conflictos y peligros de un ideario con sus
especificidades. Como no existen las soluciones a esos
obstáculos, hay que inventarlos.

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Feminismo(s)

Flora Vronsky

‘Este libro es fundamentalmente un ejercicio de la


curiosidad. Leticia quiere saber y por eso pregunta,
quiere discutir y por eso escribe; busca entre estos
feminismos quizás, para ir recortando a contraluz,
el propio’, dice María Pía López en el prólogo al
libro que presentamos hoy.
Preguntar, discutir, escribir, pensar -en
definitiva- no es más que construir sentido. Y,
poniéndome aristotélica, diría que la primera pulsión
por ese sentido se verifica en una misma, en el
universo entendido desde el yo como hermenéutica
de lo real. Quisiera enfocar la presente intervención,
entonces, desde un punto de vista filosófico en
general y gnoseológico en particular, ya que no hay
nada más diseminador de sentido que la pregunta.
Desde ahí, por tanto, desde ese universo entendido
desde el yo, buscar el ‘propio feminismo’ es

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inescapable y, en ese tránsito, el correlato del camino
nos va a llevar irreductiblemente a buscar si hay
algo de colectivo en ‘nuestro feminismo’ y cómo
esas dos construcciones pueden o no articularse de
algún modo.
Construir sentido nos lleva, también y por
fuerza, a querer darle forma a una noción de verdad
o de verdadero en tanto estructura de pensamiento
a la que necesitamos sostener por evidencias y
empirias, y no convertirla en una simple creencia
a la que se adhiere con más o menos reparos; es
decir, evitar caer en la operativa de ‘estar en contra
de todo lo malo y a favor de todo lo bueno’ como
postulado edulcorado por el que nunca se paga un
precio ni se genera incomodidad.
En ¿El futuro es feminista?, José Natanson y Martín
Rodríguez mencionan que decidieron compilar
ese libro porque pululan productos culturales
feministas cuya motivación es sólo no caer en
la llamada ‘incorrección política’ que implicaría
ignorar la densidad del movimiento de mujeres,
lesbianas, travestis y trans. Dicen que eso ocurre

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porque hay una sensación de que se está frente a
‘un nuevo poder’ o ‘una nueva verdad’. Es decir, se
observa como diagnóstico que efectivamente hay
una trama de pensamientos, militancias, acciones y
cuerpos que están construyendo nuevos sentidos
desde la tensión que esos cruces implica.
En esa línea, la ‘curiosidad’ de Leticia que se
plasma en una idea editorial clara, precisa, articulada
(una serie de entrevistas con las mismas preguntas)
y orientada desde un discurso propio que interviene
el texto en varias partes desde el enunciado de un
yo, es un acontecimiento objetivo y semántico hacia
el corazón de esa construcción de nuevos sentidos.
Me interesa, por tanto, recuperar la
operatoria de indagación que propone Leticia
y diseminarla en tanto preguntas nucleares que
claramente tenemos que seguir haciéndonos. Por
eso tomo algunas de las respuestas ante la pregunta
de si sos feminista y/o qué es el feminismo para
vos como vista panorámica sintética que ayuda a
reducir -en sentido positivo- los conflictos más
ardientes del constructo ‘feminismo’ situado en

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Argentina e incardinado en un contexto como este
del que estamos participando hoy.

• ‘Hay un feminismo para cada etapa de la vida’.


Graciela Morgade
• ‘Ser feminista es tener conciencia de género y
antes, de clase. La puja real es política’. Paula Puebla
• ‘Descreo de las metas colectivas porque ese
colectivo lo constituyen sujetos que ocupan un lugar
por sobre el resto y allí se pierde la individualidad’.
María Lobo
• ‘Hay muchos feminismos. Lo importante es
indagar en las desigualdades sociales y entender
que el feminismo más visible mediáticamente
no representa a la mayoría’. Agustina González
Carman
• ‘Hay que ser cauta con las definiciones. Tendemos
a declararnos feministas sin saber muy bien a qué
nos referimos. Sugiero oponerse al binarismo de
víctima/victimario’. Alexandra Kohan
• ‘Soy feminista en tanto ese feminismo habla de
la explotación de las niñas/mujeres y no en tanto

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estar de acuerdo con la diferencia hombre-mujer
desde la cuestión de género’. LA mujer no existe,
como decía Lacan’. Helga Fernández
• No soy feminista, no tengo interés en ningún tipo
de militancia, con el feminismo tengo una distancia
de tipo ‘estética’; me incomodan las mujeres que
abogan por otras mujeres supuestamente más
ignorantes que ellas’. Margarita García Robayo
• No me considero feminista ni antifeminista.
Entiendo el feminismo como un movimiento que
está en la delgada línea entre reivindicar y tomar
revancha’. Mercedes Dellatorre
• Me defino como feminista y serlo implica
aprender a deconstruir todo lo aprendido,
desde los pequeños mandatos hasta las grandes
prohibiciones’. Florencia Kirchner
• Me considero feminista porque no existe otra
manera de salir de la sociedad heternormada, de la
lógica heterpatriarcal’. Sasa Testa
• Para mí ser feminista significa estar cerca de
otras mujeres, hacer tribu, construir espacios de
encuentro para que cada una encuentre su poder’.
Mercedes Gómez de la Cruz

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• Deberíamos definir qué es el feminismo porque
a veces el feminismo se constituye como una
creencia y las creencias no dan opción. Hay un
esencialismo en esto de que si no sos feminista sos
machista, cuando las diferencias de clase, culturales
y económicas hacen todo mucho más complejo’.
Ingrid Sarchman

Como se ve, referirse a los feminismos en


plural no es un simple cliché lingüístico. Ayuda a
mostrarlo como un mosaico de múltiples consensos
pero también de tensiones, ambigüedades, deseos
y luchas por el poder. Si no incluyera litigios no
podría existir como espacio político. Es falsa esa
representación del feminismo como lugar de total
acuerdo y armonía teñida de rosa en los campos de
una sororidad infinita; es una representación que
sólo puede articular el capital en función de absorber
eficazmente un ‘sentido común’ mercantilizado y
fetichizado, despolitizado.
Si lo personal es político entonces no hay
manera de que el feminismo no lo sea. Quitarle y

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quitarnos la potestad del enojo, de la bronca, de
las disrupciones internas y externas; exigirnos
entre nosotras y permitir que se nos exija que cada
alocución, cada acción de sentido, cada escalón de
la verdad represente, encierre, explique y clausure
todas las luchas y todas las doxas, no es más que
reproducir los mecanismos contra los que peleamos,
no es más que profundizar la lógica según la cual
hay cosas que las mujeres podemos y no podemos
hacer -incluidos los modos de hacerlas-, cuando
somos nosotras las que tenemos la potestad de esa
decisión.
Es necesario, por tanto, seguir construyendo
nuestro propio sentido operando una sana distancia
(como dice Rita Segato) hacia el feminismo mismo
en tanto constructo, ni destruirlo ni sacralizarlo; ser
conscientes de que es un hogar en el que conviven
identidades contingentes, disidentes, disímiles. Y
esto es nuclear, porque la batalla por el sentido es
la arena misma de la política. El feminismo fue,
es y será un movimiento político que cobra su
densidad por la existencia innegable de un esquema

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patriarcal, de una perspectiva androcéntrica y de
una sexualidad heteronormada como elementos
nutrientes de un capitalismo fagocitante cuyas
aristas más perversas impactan sobre los cuerpos
de todas, de todos, de todes.
Parafraseando el ‘inclúyanme afuera’ de
Leticia, terminaría con la sugerencia de buscar en
todo momento y con todas las fuerzas en qué parte
de MI feminismo está ESTÁ EL TUYO y en qué
parte de TU feminismo está el MÍO; entender,
enunciar y dimensionar la forma en la que el
feminismo nos atraviesa en lo personal para operar
una conexión profunda y poderosa de esa realidad
con la realidad colectiva, con la organización que
debe sustentar la lucha particularizada y la defensa
contra la usurpación mercantil y despolitizada; en
definitiva, contra la soledad y la alienación. Así se
articula la política -esa es su herramienta primaria-,
así se articula el feminismo de hoy, así se articulará
el feminismo de las que vengan a transformar y
continuar una revolución plena de linaje combativo,
plena de un nuevo sentido diseminador.

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Un movimiento de singularidades
coexistiendo

Helga Fernández

Tal vez nada de lo que afirme este texto podrá


ser sostenido a lo largo del tiempo. Se trata de un
work in progress, como todo texto, pero a éste se
le adiciona la necesidad de explicitarlo porque esta
condición también es condición del tema que busca
tratar.
El pensamiento encarnado, el que nos
constituye, si permanece, permanece en un devenir
constante. Por más fuerza bajo la que se enuncie
y por más convicción que lo sustente no es para
siempre o acabado; está sujeto, en su honestidad,
a las modificaciones propias de la construcción
del sentido o de la significación. Concluir no es
sinónimo de dar por terminado.
Este texto es una especie de testimonio de
tal construcción en devenir acerca de los feminismos

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que se inició, en su estatuto de letra, con la entrevista
que me hizo Leticia Martín y que forma parte junto
con otras, del libro de su autoría, Feminismos. Desde
ese 2014 hacia este 2018 que está terminando
pasó mucha agua bajo el puente pero también se
construyeron otros puentes sobre el agua de esta
ola del feminismo actual —algunos dicen que la
Cuarta desde sus comienzos—.
Uno de los tantos puentes que me
permitieron atravesarla fueron los efectos de
controversia y hasta de violencia que desencadenó
este libro, incluso antes de su publicación, también
los trabajos presentados en el Instituto Patria en el
marco de una segunda presentación. Los trabajos
de Flora Vronsky, Natali Incaminato e Ingrid
Sarchman como los comentarios de Leticia Martín
y la discusión posterior fueron tan interesantes
que me precipitación a escribir y a seguir sentando
posición a través de esta permanente construcción
de sentido. También funcionaron como puente
conversaciones que tuve con personas que
practican el psicoanálisis y que se preguntan cómo

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podríamos dar cuenta en otros ámbitos de que el
psicoanálisis no contradice a ciertos feminismos y
que, en algunos aspectos por el contrario a lo que
se enuncia incluso dentro del psicoanálisis mismo,
este discurso podría aportar una articulación
posible a la discusión y a la significación en estado
de contrucción.1
Una vez más, esta nueva presentación del
libro de Leticia me lleva, como llevó a otras, a que
la presentación misma sea una ocasión más para
pensar los feminismos que se pone en acto en esta
conversación sostenida a lo largo del tiempo entre
la autora, las presentadoras y también entre cada
una de las mujeres entrevistadas.
Feminismos no sólo da que hablar sino que
hace hablar, lo que es índice de su valor como
también del espíritu de pluralidad y controversia del
que participa y hace participar.
Más allá de lo que personalmente me sucedió frente
a esta ola, “todas” quedamos salpicadas, empapadas,
1 Así como dos o tres artículos de Anabel Salafia en los que se lleva a cabo precisa-
mente este trabajo de pensar lo femenino en su posible articulación con los feminismos.

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sumergidas, arrastradas o arrasadas, ahogadas o
haciendo la plancha. Pero como sea, incluso hasta
habiéndola ignorado o surfeado, los efectos de su
movimiento nos alcanzan. No importa sólo lo que
nos haya pasado con lo que pasó porque pasar pasó
y, más allá de sus efectos en cada una de nosotras,
nos alcanzó.
Somos hijas de una época y nuestra época
incluye esta forma del Movimiento feminista.
Movimiento que existe hace décadas, tal vez en su
germen o antecedencia desde que el ser humano
existe como tal. Por lo que podríamos decir que, si
bien ya existía en nosotras y en las generaciones que
nos precedieron aunque nunca hayamos o hayan
pronunciado la palabra feminismo, con el resurgir
de su fuerza —de esta fuerza de lo femenino en
movimiento— lo que ya existía de modo incipiente
o decidido ahora, hoy, también conlleva un nombre.
Un nombre que, aunque no apunte a esencialismos
ni rúbricas, señala una posición que puede expresarse
y asentarse en políticas de género pero también en
otras prácticas de discurso: en los fundamentos de

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los cuerpos teóricos de toda ciencia, disciplina y
profesión y en las singularidades de cada quien.
De un modo introductorio entiendo al
Movimiento feminista, como una reacción y
acción iniciada por mujeres que se ejerce en la
calle, en los trabajos, en las casas, en las relaciones
y también en y con una misma. Este movimiento
de lo femenino dio lugar a una fuerza nombrante
y el nombre en sí mismo comporta una fuerza que
permite identificar y agrupar esta posición bajo el
Movimiento Feminista.
¿Cómo ignorar a tantas mujeres erigiéndose
desde el hastío o el hartazgo? ¿Cómo desconocer
su capacidad transformadora, sobreponiéndose al
dolor, al sometimiento o a la invisibilidad, en sus
diversas vestiduras?
Los feminismos se ejercen en lo público y
en lo privado, se ejercen en un afuera pero también
se ejercen en la intimidad. Los feminismos, como
otras prácticas, muestran que la lucha es cierta
cuando eso por lo que luchamos incluye nuestras
posición como posible contradicción u obstáculo.

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Creo que el Movimiento feminista, al menos
el que desde mi puedo concebir y alcanzar a leer,
se constituye como una muchedumbre que, por
ejemplo, clama por el aborto legal, seguro y gratuito.
Pero también se constituye en el una por una, en
nuestros ámbitos íntimos o en el fuero privado,
deconstruyendo lo que atenta o obstaculiza el
lugar de lo femenino. Somos practicantes de algún
feminismo y en tanto tales sabemos por experiencia
propia que las resistencias ante el lugar de lo
femenino existieron y existirán, también en cada
una de nosotras. Por lo que estaríamos advertidas
de que podría haber un o algunos feminismos que
no sean el nombre que señala la posición femenina
sino el nombre de un modo del machismo o
cualquier otra forma de atentar contra lo femenino
aunque crean obstinadamente combatirlo.
No considero que el Movimiento feminista
deba relegarse porque hay o habría otras luchas más
urgentes o, a priori, supuestamente más abarcadoras.
No reduzco el movimiento a un segundo término
o lugar ni pretendo su postergación ni siquiera por
el hambre del mundo o la explotación infantil o la
desigualdad de clases. Por el contrario, creo que
los feminismos que harían lugar a esto que llamo
la posición femenina, directa o indirectamente
colaboran con esas otras luchas e incluso no se
interponen ni impugnan a las mismas, al menos
en un plano inicial. Y si bien últimamente algunos
feminismos no quieren apoyar ciertas alianzas
políticas, que practicarían la igualdad de clases o por
lo menos trabajarían en pos de no tanta desigualdad,
no creo que pueda decirse que el Movimiento
feminista, que incluye otros feminismos, apoye
o no apoye. Más bien se trataría de un feminismo
o algunos feminismos que en el nombre de su
feminismo hablan del feminismo supuestamente
todo, si tal cosa existiera.
Tampoco creo que el Movimiento pueda
ser igualado a la lucha por la igualdad social o de
clase pero considero que en las diversas texturas
o dimensiones en las que este Movimiento penetra
hace o podría llegar a hacer alianza con estas otras
luchas. Por ejemplo, cuando el Movimiento milita

38
por la igualdad del hombre y la mujer en la retribución
económica de su trabajo ante iguales condiciones
hace alianza colateral o transversalmente con la
igualdad social y de clase. O cuando proclama
por el aborto legal, seguro y gratuito también
proclama para que las mujeres con bajos recursos
económicos accedan a las mismas posibilidades
que las que podrían acceder mujeres de otra clase
social. O cuando procura hacer lugar para que sean
posibles otras formas de ganar batallas y ocupar
sitios a partir de otra lógica que la del más fuerte o
proponen un modo de belleza y placer del cuerpo
más allá del estereotipo vendido hace alianza con
la lucha para que existan sistemas no regidos por el
neoliberalismo. En este sentido habría que tomar
al Movimiento feminista como un movimiento
trans porque puede insertarse y de hecho se inserta
en diferentes partidos o agrupaciones políticas,
movimientos sociales, culturas, religiones y luchas,
sin dejar de hacer uso del nombre feminismo y
entonces de su posición.
Si algo puede predicarse del Movimiento

39
en tanto nombra la posición de lo femenino
en sí misma impredicable, es que es múltiple y
multiforme. El Movimiento feminista podría ser una
fuerza que congregue diversos significantes o distintas
formas de hacer lugar a lo femenino y entonces
muchos y también contradictorios feminismos. Una
congregación de feminismos que no supone una
antología o colección de especímenes de lo femenino,
sino que atraviesa etnias, condiciones ciudadanas,
clases sociales, pareceres incluso de lo que se entiende
por feminismo, ideologías, etc. Este Movimiento
podría ser considerado también una fuerza que nos
interrogue sobre nuevas formas de vincularnos desde
esta diferencia o que proponga nuevas formas de
construir un modo de juntarse más allá del totalitarismo,
en tanto el feminismo se ve llevado a invencionar y
practicar estas nuevas formas para existir tanto como
otros parámetros desde los que reconocerse. De
hecho, después de casi dos siglos del movimiento, a
fines de los 80, el radicalismo se transformó en una
posición política de negociación. Hoy los feminismos
ya no acuerdan acerca de lo que quiere una mujer y

40
tampoco se ponen de acuerdo acerca de qué es una
mujer o ser mujer.
Frente a esta dificultad de definición, lo que
aparenta ser el límite de su política, entiendo que hay
dos modos de responder:
• el culturalismo: una mujer es lo que produce la
sociedad acerca de lo que es una mujer. Algunos
feminismos que responden desde este rechazo a
los dogmas e imposiciones de la cultura parecen
creer haber encontrado, más allá de la cultura y sus
preceptos, qué es una mujer por lo que reducen el
interrogante a una serie de dogmas que no hacen más
que proponer nuevos ideales en sustitución de aquellos
mismos que combaten. De boca de estos feminismos
escúchanos decir, por ejemplo, no a la maternidad o
no a la lactancia como máximas universales, porque
ambas serían exclusiva y excluyentemente formas
de explotar u subrogar a la mujer al capitalismo y su
necesario machismo.
• y el considerar que al no haber definición la
definición gira en torno a que no hay ni habrá tal
definición posible, por lo que se propone mantener el

41
interrogante abierto como un modo de considerar lo
político siempre en debate, en un estado de work in
progress, como el trabajo mismo sobre el feminismo y
este trabajo, dando así lugar central a la diferencia. Una
diferencia que no supone como sinónimo desigualdad
o inferioridad no debería suponerlas. Este feminismo
dice o diría: “Como feministas nos preocupamos por
las mujeres y entonces porque tenga lugar la posición
femenina aunque no sabemos qué son las mujeres y
aunque sea imposible definir la posición femenina. Lo
que nos vincula a una con otras es que no lo sabemos
y como no lo sabemos incluso estamos vinculadas
con quienes dicen saberlo en tanto se nombran
feministas y también forman parte del Movimiento
feminista. Porque, quién podría autoproclamarse o ser
proclamada/o vocero oficial del Movimiento y como
tal legislar qué es el feminismo y cómo se constituye sin
que en el mismo acto y por el mismo acto se destruyan
las condiciones de su conformación?”
A la luz de estas modificaciones concretas
sería al menos ingenuo negar o rechazar la política de
género que supone el Movimiento feminista, pero de

42
todos modos sigo insistiendo que el Movimiento y su
accionar no se limitan a tan importante tarea o que no
es solo cuestión de género. El Movimiento feminista
aboga para que tenga lugar la posición femenina
que, como decía, existe en cada ser humano/a y se
manifiesta de multiformes maneras. Aunque, como una
de las representaciones, por no decir la representación
por excelencia, de lo femenino es y ha sido la mujer
se tiraniza, culpa, reprime, forcluye lo femenino
ejerciendo prácticas homólogas principalmente
para nosotras, aunque también para con cualquier
minoría que objete el universal totalizante. Porque, si
el universal2 es condición del totalitarismo cuando no
se permite o reconoce que no todo puede abarcarse
y mucho menos dominarse, aquello que interrogue
tal pretensión, muchas veces llevada a cabo hasta el
genocidio, buscará ser eliminado o absorbido. Por lo
que si consideramos lo femenino como aquello que
objeta tal universal, lo femenino no sólo se representa
en la mujer sino también en cualquier representación
que lo objete aunque episódicamente: los judíos, los
2 Por ejemplo: La raza aria, La lengua, Lo macho, etc.

43
negros, los pobres, los villeros, los indígenas, los niños,
los locos, los gays. Esta particularidad de lo femenino,
en tanto objetor del universal por excelencia, propicia
que la lucha del Movimiento pueda coincidir directa o
indirectamente con estas otras luchas de minorías sin
por eso asimilarse enteramente a las mismas. Aunque de
todos modos entiendo que si bien no se asimila a estas
otras luchas el Movimiento dejaría de ser el feminista
si no hiciera alianza, si ignora, si desconociera, si diera
la espalda a lo que el universo totalitario deja afuera.
¿Habría feminismos si no considerase, por ejemplo, a
los excluidos? 3
Si la posición femenina objeta el todo o el
universal, un Movimiento que nombra tal posición
procurará y tendrá que procurar hacerle lugar a lo
incolonizable, irreductible, indefinible, o no englobable.
A la piedra en el zapato, a lo que existe en los márgenes,
al grano en el culo. 4
3 No me refiero al buen samaritanismo, me refiero a lo que entiendo el fundamento
del Movimiento: hacer lugar a lo que no se comprende y no está comprendido en los
diversos universos.
4 Cuando digo que lo femenino objeta el todo o el universal no digo que lo femenino no
permita tal universalidad, sino que la objeta o la pone en cuestión impidiendo cualquier
totalitarismo en tanto muestra y demuestra su naturaleza arbitraria y su consecuente afán
de poder y colonización. Lo universal y lo que lo objeta no son complementarios pero
tampoco tienen lugar el uno sin el otro, sea como sea que se correlacionen.
44
Tal vez tanto una cultura como una persona o
un Movimiento pueden ser retratados por lo que hacen
con su femenino y sus representaciones contingentes:
¿lo incineran?, ¿lo cagan a palos? ¿Lo vejan y violan?
¿Lo expulsan, Impugnan o prohíben? ¿Lo criminalizan
o ilegítiman? ¿Lo arrojan a la basura como un desecho
más? ¿Lo culpabilizan? ¿Lo sacralizan e idealizan? ¿Lo
exponen en museos, o lo fijan en la literatura y en las
estatuas? ¿Lo exhortan? ¿Lo exigen? ¿Lo niegan? ¿Lo
disfrazan? ¿Lo odian?
El propio Movimiento feminista arribó a
saber de esta necesidad de pluralidad e inclusión de la
infinitud de singularidades por las dificultades con las
que se encontró en la lógica de su constitución, por el
desgarramiento que sigue padeciendo en su esfuerzo de
definición. ¿O no es cierto que las feministas y entonces
también las mujeres experimentamos que cada vez que
se define a la mujer aparecen otras para impugnar o
interrogar la definición al no estar comprendidas en la
misma? Por lo que sabemos también en carne propia
que una definición, al pretenderse universal, segrega
siempre a tales o a cuales.

45
La condición de mujer no pasa por la definición
de mujer, ninguna de nosotras, pero tampoco de ellos,
los hombres, saben qué es ser mujer. Más todavía, lo
femenino que hay en una mujer o en un hombre o
en un Movimiento si algo es, es precisamente eso que
no entra en la definición. ¿Cómo podría entonces el
Movimiento llegar a definirse sin traicionarse y por
consecuencia y fundamento dejar de ser lo mismo que
se nombra?
En igual sentido, ¿cómo hace el Movimiento
feminista para englobarse en un “todas”, dado que es
necesario que los resultados de sus reflexiones también
tengan consecuencias en las políticas del Estado y a nivel
cultural? Entiendo y propongo, como ya lo hicieron
y lo practican otras, que el Movimiento feminista sea
un colectivo que pueda incluirse cuando sea necesario
un “todas”, que transversal o diagonalmente, no
totalitariamente, teja alianzas con cada uno de los
feminismos sin por eso renunciar a las diferencias, que
como dice, Flora Vronsky, busquemos en el feminismo
de cada una lo coincidente con el feminismo de las otras.
Pero también entiendo y propongo un colectivo que

46
esté dispuesto a objetar siempre y cada vez ese “todas”.
Un colectivo que congregue, no que segregue; abierto
a las posibilidades y supuestos límites de su inclusión.
Por esto me incluyo en el Movimiento aunque ciertos
feminismos digan que no soy feminista y así intento
construir un feminismo que me represente. No le
regalo la lucha que conlleva la fuerza de un nombre
a ningún feminismo. Tampoco pretendo expulsar a
los feminismos que no me representan, simplemente
propongo un Movimiento en el que cada feminismo
sea posible. Porque si algo sabemos las mujeres, por
haberlo practicado desde hace siglos y siglo es que hay la
fortaleza de lo no homogéneo, de lo no totalitario. Hay
la fortaleza de lo no todo definible, lo no coaccionado
ni coercitivo. Hay la fuerza de lo singular y, si se quiere,
hay un particular universo de lo singular que grita a su
forma que uno o una no vale menos que cientos. Hay
la fortaleza de lo femenino.
El Movimiento podría estar conformado a
partir de la congregación de lo diferente que busca
profusamente los modos discursivos que den una
otra existencia a lo que se oprime y rechaza. Y el
Movimiento podría también estar conformado por

47
millones de singularidades que en paralelo hacen lo
propio en su mundo íntimo y privado. Algo así también
como un movimiento de singularidades coexistiendo.
Singularidades que insisten y resisten como aquello que
no puede ser apresado en la esencia y como aquello
que grita y pronuncia sus malestares ante la fuerza
hegemónica de turno.
Cómo, entonces, los psicoanalistas y los no
psicoanalistas podríamos decir que el psicoanálisis sería
contrario al Movimiento feminista si precisamente
surgió cuando un hombre, Freud, dejó de tildar a
un grupo de mujeres de locas y simuladoras para
escucharlas. Estas mujeres tanto como las brujas del
medioevo, objetaron la hegemonía del poder de turno,
la religión y la ciencia positivista, respectivamente.
Dijeron expresamente o bajo formas metafóricas que
esperaban ser leídas, acerca de la arbitrariedad y la
crueldad del totalitarismo de esas épocas. Si no hubiera
sido así por qué se les hizo urgente a estos hombres de
hábitos, cruz y estetoscopio, semejante persecución y
exterminio en el caso de las mujeres acusadas de brujas
y semejante estigmatización y acallamiento en el caso

48
de las mujeres acusadas de locas y simuladoras. ¿Qué
amenaza traían? ¿Qué los llevó a un sexocidio y luego
a la patologización de las mujeres?
Urge que también los y las psicoanalistas
procuremos leer, tal y como supo hacerlo Freud, cuál
es la verdad que grita hoy el Movimiento feminista,
integrado por mujeres que visten otros ropajes y otros
hechos discursivos pero que son nietas de las brujas
y locas de otros siglos, porque sus integrantes, tanto
como supieron hacerlo aquellas, hoy vienen a objetar
un poder o el poder de los poderes: el capitalismo.
Para lo cual se hace indispensable que reconstruyamos
y descifremos la alianza entre este capitalismo y el
patriarcado, así como la diferencia entre el patriarcado
y la función del padre. Forma parte de nuestra tarea
leer cómo se forcluye al sujeto hoy y cómo el síntoma
viene, en una de sus dimensiones, a preservar la
posibilidad del lugar de este sujeto. Espero podamos y
sepamos estar a la altura de las necesidades de nuestra
contemporaneidad.
Tal vez el signo de la contemporaneidad del
Movimiento feminista, como la manera bajo la cual

49
lo femenino objeta el poder hegemónico hoy —junto
con la pluralidad que alberga, el hecho de que acepta
que lo singular no se oponga a lo colectivo y el saber
acerca de la imposibilidad de su definición— sea que ya
no se oculta ni restringe a lo privado, sale a la calle pero
no solo para que se reconozca su existencia también
para construir su propio discurso y otro tipo de poder,
en tanto las formas que adquiere su enunciación
cobraron importancia estratégica. Una estrategia que
no se restringe a lo pasivo ni a una clase de pasividad
que causaría la actividad sino que también puede ir allá
afuera por lo que quiere y construirlo con sus propias
manos y con su propia voz.

50
Índice

Leticia Martin
Prólogo 8

Ingrid Sarchman
“Una consigna vacía no hace más
que repetir lugares comunes” 10

Natalí Incaminato
“Feminista”: una identidad contingente 18
Flora Vronsky
Feminismo(s) 24

Helga Fernández
Una movimiento de singularidades 32
coexistiendo.
Sobre las autoras
Ingrid Sarchman (marzo de 1973) es Licenciada
en Comunicación, docente e investigadora en la Fa-
cultad de Ciencias Sociales de la UBA, en la carrera
de Bellas Artes de la UNLP y en la Fundación Uni-
versidad del Cine. Forma parte del comité editorial
de la Revista Artefacto, pensamientos sobre la téc-
nica. Escribe para distintos suplementos culturales,
Ñ, La Agenda BA, Revista Paco y Panamá Revista
entre otros donde se especializa en las relaciones
entre tecnología, sociedad y producciones artísticas.
Natalí Incaminato nació en Viedma en 1986.
Profesora de Letras e investigadora de la Facultad
de Humanidades de la Universidad Nacional de
La Plata. Es columnista en el programa “El hecho
maldito” de la radio online Futurock.
Flora Vronsky nació en 1978 y se crió en el oes-
te del conurbano bonaerense. Es Profesora y Li-
cenciada en Letras. Tiene dos maestrías; una en
Gestión Cultural por la Universidad Carlos III de

53
Madrid y otra en Filosofía Contemporánea por la
Universidad Complutense de Madrid. Se especiali-
za en educación de adultos, formación política y la
relación epistemológica entre filosofía y literatura.
Hace crítica cultural, reseñas literarias y crítica de
teatro en diversos medios. Es profesora de ritmos
latinos y ocasionalmente canta tangos.
Helga Fernández nació en C.A.B.A en 1974. Psi-
coanalista. A.M.E de la Escuela freudiana de la Ar-
gentina. Supervisa, da clases y mantiene conversa-
ciones de formación en hospitales de la Provincia
de Bs. As. y de C.A.B.A. Co-autora de Melancolía,
perversión, psicosis. Comunidades y vecindades estructurales.
Ed. Kliné/Ed. Oscar Masotta; El hilo en el laberinto
I y II. Lectura del Seminario De un Otro al otro, Edicio-
nes Kliné – Ediciones Oscar Masotta, Bs. As.: y, La
carta del inconsciente. Ediciones Kliné – Ediciones
Oscar Masotta. Buenos Aires, Buenos Aires, 2007.
Escribe para diversas revistas revistas: LALAN-
GUE; La Mosca; En el margen. Revista de psicoa-
nálisis, entre otras. Editora para Bs. As. y columnis-
ta de Revista En el Margen. Participa de la Reunión
Lacanoamericana de Psicoanálisis y en grupos de la
Convergencia.

54
Bajá los libros libres que quieras
en www.qejaediciones.com/gratisllameya

Este libro se terminó de diseñar en Buenos Aires,


Argentina, durante el mes de enero de 2019.
57

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