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Daños y perjuicios. Accidente de tránsito. Daño emergente. Daños materiales Gastos médicos y farmacéuticos.

Daños del automotor. Privación de uso. Daño moral. Determinación de la indemnización: fórmula Las Heras-
Requena. Fecha: 5-4-2016

Y VISTOS:

Estos autos arriba caratulados y el llamamiento de autos para resolver de fs. 293 de los que:

RESULTA:

I.- Que a fs. 34/38 comparece el Dr. V. por A.R.G e inicia demanda por daños y perjuicios contra: S.D. B. L. en su
carácter de conductor del automotor Renault 18 dominio … como así también contra quién resulte titular
registral, por la suma de $ 57.010 con más intereses, costas y costos y/o lo que en más o menos surja de la prueba
a rendirse.

Relata que con fecha 4 de marzo de 2011 aproximadamente a las 13:30 hs. el SR. A.G circulaba en la motocicleta
marca honda 125 cc dominio … de su propiedad por calle Av. San Martín de las Heras de sur a norte y al llegar a la
intersección con calle Pascual Segura giró por la misma hacia este y al hacerlo fue violentamente embestido por el
vehículo marca Renault 18 conducido por la Sra. B.L., que en ese momento se encontraba estacionado sobre el
costado sur de la calzada y en forma repentina y sin tomar las precauciones necesarias salió de su lugar de
estacionamiento y colisión a la motocicleta conducida por el actor.

Que como consecuencia del impacto el actor sufrió lesiones en sus piernas, miembro superior derecho y zona
cervical y la motocicleta sufrió rotura de manillar izquierdo, tanque de nafta, caño de escape, entre otros.

Que el accidente se produjo como consecuencia de la imprudente y peligrosa conducción de la demandada.

Que al lugar del hecho concurrió personal de la Policía de Mendoza y las actuaciones dieron origen al expediente
N°18060/11 de la Unidad fiscal de Las Heras-Lavalle.

En cuanto a la responsabilidad cita el art. 48 inc. b de ley 6082.

Reclama los siguientes daños:

1.- Daño emergente:

A.- Daños materiales:

a.- Lesiones-incapacidad: Sostiene que debió ser atendido en el Hospital Lagomaggioere y que no obstante haber
cumplido con las prescripciones médicas, sufre dolor cervical, cefaleas, mareos, dolor e impotencia funcional
pierna y brazo derecho, trastornos en el sueño, según consta en el informe del Dr. Gil. Reclama la suma de $
36.000.

b.- Gastos médicos y farmacéuticos: Reclama la suma de $ 1.000.

c.- Daños del automotor: Describe los daños y reclama la suma de 1.660, con base en la descripción en el acta
policial y en el presupuesto que acompaña.

d.- Privación de uso: Reclama por 7 día, la suma de $ 350.

B.- Daño moral: Reclama la suma de $ 18.000.

Ofrece pruebas. Funda en derecho: arts. 1109, 1110, 1113, y ss. y cctes.

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II.- Que a fs. 44 obra oficio del Registro del Automotor N° 16 que informa que el titular del dominio… era BL, quien
continúa como titular a la fecha.

III.-. Corrido traslado de la demanda, a fs. 80 comparece el Dr. Ruiz por la demandada Desiree Susan Basaure
Lagos y cita en garantía a ANTÁRTIDA COMPAÑÍA ARGENTINA DE SEGUROS S.A.

IV.-. Que a fs. 92/99 comparece el Dr. Chesi por la citada en garantía ANTÁRTIDA COMPAÑÍA ARGENTINA DE
SEGUROS S.A. y contesta oponiéndose a su progreso, después de hacer una negativa general y específica.

En cuanto a los hechos, señala que el accionante en su demanda reconoce que al llegar a la intersección de la
calle Pascual Segura, “giró por la misma hacia el este (sic)”, y señala que el art. 50 inc. B, inc. 7. B dice que se
pierde la prioridad cuando “se vaya a girar”.

Sostiene que el asegurado circulaba a velocidad moderada y al aproximarse a la intersección con calle
Independencia, confiado en su absoluta prioridad, comenzó el traspaso de la misma y en ese instante la
motocicleta que conducía el actor, en su alocada carrera y sin tener el más mínimo deber de cuidado y
precaución, cruza la encrucijada sin otorgar el debido paso y produce el accidente. Esa y no otra es la causa del
accidente.

Que en el caso que nos ocupa, el Sr. G. intentó una maniobra notablemente arriesgada y prohibida al intentar
girar sin tener las precauciones del caso, dando lugar en forma exclusiva y excluyente al siniestro que nos ocupa.

Que con ello se configura exactamente en autos la situación prevista por los arts. 1111 y 1113 C.Cvi. que
contemplan la eximente de culpa de la víctima.

Que el Sr. González infringió las expresas previsiones de la ley de tránsito que le mandaban ceder el paso a los
vehículos que circulaban por su mano derecha.

Cuestiona los daños reclamados.

Ofrece prueba. Funda en derecho.

V.- Que a fs. 102/3 la parte actora contesta el traslado de las contestaciones.

VI.- Que a fs. 106/7 se dictó auto de sustanciación.

PERICIALES

.- Que a fs. 155/6 el perito médico Jorge Ganum presentó pericia, no consentida e impugnada por la citada en
garantía (fs. 164)

.- Que a fs. 187/8 el perito mecánico Jorge Alberto Di Cataldo presentó pericia, no consentida e impugnada por la
citada en garantía (fs. 192), y contestada por el perito a fs. 195.

AEV

.- Que a fs. 159 se recibió AEV penal bajo el N° 2219.

Puestos los autos en la oficina para alegar, se agregan a fs. 285/7 los de la actora, y a fs. 289/91 los de la citada en
garantía, quedando la causa en estado de dictar sentencia.

CONSIDERANDO:

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Para dar un orden a la tratativa de los temas a resolver analizaremos en primer lugar las circunstancias de hecho
que fundamentan el reclamo de la parte actora, para luego referirnos a la responsabilidad civil y en su caso a la
procedencia de los daños.

Las cuestiones dirimentes a resolver autos giran en torno a:

1. La mecánica del accidente.

2. La responsabilidad por el accidente.

3. La valuación de los daños.

I- SITUACION FÁCTICA

Mecánica del accidente

Debe tenerse por cierto dada la afirmación concordante de la parte actora y demandada y citada en garantía,
corroborado por el acta de procedimiento que el día 4 de marzo de 2011 a las 13:30 hs. se produjo un accidente
de tránsito sobre calle Pascual Segura cerca de la intersección con Av. San Martín de Las Heras, pero las partes
difieren respecto de la mecánica del accidente, ya que mientras para la parte actora el accidente se produjo
cuando circulaba por calle Av. San Martín de las Heras de sur a norte y al llegar a la intersección con calle Pascual
Segura giró por la misma hacia este y al hacerlo fue violentamente embestido por el vehículo marca Renault 18
conducido por la Sra. B.L. , que en ese momento se encontraba estacionado sobre el costado sur de la calzada y
en forma repentina y sin tomar las precauciones necesarias salió de su lugar de estacionamiento y colisión a la
motocicleta conducida por el actor. Para la citada en garantía, por el contrario, sostuvo que el asegurado
circulaba a velocidad moderada y al aproximarse a la intersección con calle Independencia, confiado en su
absoluta prioridad, comenzó el traspaso de la misma y en ese instante la motocicleta que conducía el actor, en su
alocada carrera y sin tener el más mínimo deber de cuidado y precaución, cruza la encrucijada sin otorgar el
debido paso y produce el accidente. Esa y no otra es la causa del accidente.

La pericia mecánica (fs. 187) sostuvo que en las circunstancias de la colisión, y considerando la escasa información
policial y los relatos confusos de las partes (especialmente de la parte demandada), se considera como hipótesis
del accidente que la motocicleta al ingresar a calle Pedro P. Segura desde Av. San Martín, se contacta con el
costado izquierdo (retrovisor exterior) del Renault que estaba en el costado sur de calle Segura. Aclara que
solamente posee la ubicación final del rodado mayor (Renault 21) siendo esta sobre calle Pedro P. Segura costado
sur y orientado hacia el este; mientras que la motocicleta que conducía el actor fue movida del lugar del
accidente, lo que influye en la resolución del accidente.

Respecto de los daños y la interpretación que hace el perito, señala que la motocicleta sufrió el empuje de una
fuerza exterior de derecha a izquierda, que le provoca los daños en la motocicleta (costado derecho), las lesiones
sufridas en su brazo y pierna derecha del conductor de la moto y al ser los daños del Renault 21 en su sector
lateral izquierdo, se demuestra que el contacto se produce al interferir en la trayectoria de la motocicleta por
parte del vehículo mayor (hasta aquí la hipótesis del perito coincide con la versión del actor).

Mas el perito a renglón seguido aclara que con la escasa información que obra en el expediente penal, no es
posible definir trayectorias pre y post impacto, ni tampoco desarrollar una mecánica del accidente más amplia y
precisa. En la contestación a las observaciones, el perito aclara que se basó en la información obrantes en los
expedientes y no sólo en los dichos del actor, pero que elaboró una hipótesis del accidente que para su entender
es lógica y muy factible (fs. 195).

II.- RESPONSABILIDAD:

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a.- Ley aplicable para la determinación de la responsabilidad: Para la determinación de la responsabilidad son
aplicables las reglas o ley vigente al momento de producción del accidente, e igualmente para la determinación o
identificación de los daños verificados, porque la relación jurídica entre damnificado y responsable queda fijada
en ese momento (ya veremos más adelante que para la estimación de esos daños la cuestión cambia). El art. 7
C.C. y C. refrenda esta decisión, ya que la producción del hecho en el pasado produjo el agotamiento o
consumición de sus consecuencias en cuanto a la determinación de la responsabilidad. El comportamiento de las
partes, ya sea tratándose de un factor subjetivo, u objetivo de atribución y la determinación de sus eximentes,
debe establecerse por la normativa vigente al momento de su producción, es decir por las reglas del art. 1113 por
tratarse de un daño producido por la utilización de una cosa riesgosa, y consecuentemente aplicable la
responsabilidad objetiva del dueño o guardián, que como ya he decidido en otros casos, en esta última categoría
se subsume usualmente el conductor, salvo que pruebe que se trata de vehículos de alquiler o alguna otra
categoría similar.

Mas en rigor no existen sobre este punto diferencias trascendentes para la determinación de la responsabilidad,
ya que los arts. 1757/8 y 1769 establecen el carácter objetivo de la responsabilidad por daños causados por
accidentes de tránsito por aplicación de las normas que rigen el daño causado con intervención de cosas.
“Tratándose de un supuestos de responsabilidad objetiva, la culpa no es relevante a los fines de la atribución de
responsabilidad, por lo que la falta de culpa del dueño o guardián no libera de responsabilidad (art. 1722), ni son
eximentes la autorización administrativa para el uso de la cosa o la realización de la actividad, ni el cumplimiento
de las técnicas de prevención (art. 1757 2° párrafo). El dueño y el guardián no responden si prueban que la cosa
fue usada en contra de su voluntad expresa o presunta (art. 1758). El nexo causal se interrumpe o debilita cuando
una circunstancia ajena al riesgo o vicio de la cosa ha tenido intervención o incidencia directa en la producción del
daño, de manera que pueda predicarse que el mismo ha sido causado no por el riesgo o vicio de la cosa, sino por
un hecho ajeno a la misma, como pueden ser el hecho de la víctima, de un tercero por quien no se debe
responder o el casus (Responsabilidad Civil en el Código Civil y Comercial; José Fernando Márquez –director-,
“Responsabilidad Civil por cosas riesgosas o viciosas”, por Alberto Zarza, ed. Zavalía 2015 págs.. 97 y ss.).

c.- La responsabilidad de la demandada. Carácter:

La Sra. B.L. ha sido demandada en su doble carácter de conductora y de titular registral (fs. 44), habiendo
invocado el actor las normas relativas a la responsabilidad por culpa y a la responsabilidad objetiva.

Desde este punto de vista y analizando el caso bajo el prisma de a responsabilidad subjetiva, entiendo que la
versión de la parte actora ha sido corroborada con el análisis de la pericia mecánica, la que si bien no confirma en
un 100% la hipótesis del accidente que propone el actor, lo cierto es que con fundamentos técnicos y basado en
la escasa información policía, sostiene que la mecánica que describe es lógica y muy factible. Esta hipótesis
propuesta por el perito, a la que no le encuentro fisuras, debería bastarnos para fundar una sentencia de
responsabilidad por culpa, ya que en este como en la mayoría de los casos, tratándose de la reconstrucción de un
hecho paso, generalmente no hay una certeza de cómo ocurrió el siniestro sino una aproximación que se formula
con los elementos recabados en el momento por las autoridades policiales, y aún cuando existan testigos, los
mismos no aseguran una aproximación más fidedigna a cómo se desarrolló el accidente, por diversas cuestiones
que no es del caso tratar aquí.

En conclusión, si siguiéramos a la pericia mecánica, la mecánica del accidente allí descripta nos lleva a fundar una
sentencia que endilgue responsabilidad a la demandada, ya que existiría participación causal relevante e
imprudente porque para ingresar al flujo vehicular debe cerciorarse de tener el camino expedito porque interfiere
en la línea de circulación de los vehículos y en otra hipótesis, porque no se encontraba bien estacionada, sino con
la parte delantera izquierda interfiriendo en la línea de circulación y llego a esta conclusión porque de otra
manera no podría explicarse la producción del accidente investigado.

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Sin embargo, la cuestión de que el perito señalara que la información es escasa para ampliar y dar precisiones
sobre la mecánica, también nos conduce a evaluar al accidente como de aquellos de causa ignorada, situación en
la que también corresponde atribuir responsabilidad a la demandada, pero ahora desde la perspectiva de la
responsabilidad objetiva y en su carácter de titular registral (art. 1113 CCiv.).

c.- La causa ignorada y la teoría del riesgo creado: El análisis de la prueba rendida nos conduce a analizar el
caso planteado desde la perspectiva de la “causa ignorada”, respecto del titular registral, tal como fue analizado
por la Segunda Cámara de Apelaciones in re: causa N° 2149/50.845 “Delgado, Héctor Martín C/Martínez, Gustavo
Daniel y otros. p/D. y P.” (Accidente de tránsito) 30/03/15.

La consecuencia de la aplicación del art. 1113 del Cód. Civil, es que cada dueño y cada guardián debe afrontar los
daños causados al otro, salvo que demuestre la concurrencia de alguna eximente legalmente prevista.

La doctrina ha destacado que: “El verdadero valor práctico de la teoría del riesgo está, como lo muestra la
jurisprudencia permanente y constante de nuestros tribunales, cuan-do la culpa de ninguno de los partícipes se
ha podido demostrar (no se sabe cuál de los dos vehículos cruzó el semáforo con luz roja, cuál invadió la mano
contraria, etc.). (…). Pero que te sea el verdadero valor práctico no significa que el juez deba modificar su modo
de razonar. No debe tomar el expediente buscando culpas para condenar sino que, partiendo de la base de que el
daño debe ser reparado, tiene que asumir, con toda conciencia, que sólo rechazará total o parcialmente la
demanda si encuentra causas ajenas al demandado. El tribunal debe verificar si se reúnen los requisitos de la
responsabilidad por riesgo de la cosa: existencia del daño; nexo de causalidad, calidad de dueño o guardián del
demandado. Comprobados es-tos requisitos, resta reflexionar sobre las causales de eximición. En suma, lo
subjetivo (culpa de la víctima o de un tercero) sólo debe interesar como eximente de responsabilidad y no como
factor de atribución (…). Insisto, el juzgador no puede ignorar, ni consciente, ni inconsciente, ni
subconscientemente, que para rechazar la demanda, en principio, no le basta encontrar "las diligencias" del
demandado, sino una causa ajena a él (el hecho de la víctima, de un tercero por quien no debe responder o el
caso fortuito ajeno). Reconozco, sin embargo, que aunque excepcionalmente, la prueba de la diligencia del
demandado (iba a velocidad precaucional, cedió el paso al vehículo que apareció por la derecha, no es el
embistente, etc.), no es irrelevante porque la visión retrospectiva que implica el juicio de causalidad puede llegar
a demostrar que la causa del daño no puede ser sino una causa extraña. Así por ejemplo, si el dueño o guardián
de un vehículo que no presenta defectos, que aparece por la derecha, prueba, además, su velocidad precaucional,
su llegada concomitante a la intersección y que no es vehículo embistente, ha probado, casi con seguridad, la
causa ajena, pues la conducta de su conductor no pudo ser la causa adecuada del daño, salvo prueba en
contrario. Pero que quede claro: ese juicio es un a posteriori, no un a priori. La experiencia en el tribunal de
casación provincial me demuestra que en la base de la inversión del planteo subyace una resistencia no confesada
a la teoría del riesgo, pero manifiesta en el juzgador que achica sus alcances, que juzga con excesiva flexibilidad
las eximentes porque en su inconsciente lo que quiere es que se le pruebe la culpa del demandado.” (Kemelmajer
de Carlucci, Aída, ¿Puede resucitar la teoría de la compensación de los riesgos?, Rev. De Derecho de Daños,
Rubinzal Culzoni, Año 1998 / N° 1 / Pág. 45).

Volviendo al caso concreto, y tal como surge de las pruebas producidas, podría también concluirse que la causa
del accidente es “ignorada” ya que no surge en forma indubitable de la pericial mecánica ni de las actuaciones
penales.

Por ello, se ha dicho que la verdadera trascendencia de la teoría del riesgo creado, incorporada en el art. 1113, 2°,
2° parte del Código Civil por la reforma de la ley 17.711, es cuando la causa del daño permanece ignorada. En este
caso, no se sabe quien cruzó en rojo si la actora o si la demandada.

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En definitiva, y si considerásemos que no existe prueba sobre la mecánica del choque, lo que corresponde es
hacer jugar el régimen de responsabilidad objetiva que establece la parte 2ª del párr. 2º del art. 1113 del Cód.
Civil, norma aplicable en los supuestos de daños causados mediante la intervención de cosas riesgosas, como
sería el caso de la moto y el automóvil. En este régimen la responsabilidad es atribuida al dueño o guardián de la
cosa en tanto éste no demuestre la intervención de otro factor que pueda interrumpir la conexión causal entre el
riesgo y el daño. Faltando la prueba de algún eximente, y habiendo daños recíprocos, cada parte es responsable
del perjuicio sufrido por la otra, en este caso la Sra. Basaure Lagos, que debe responder en tal carácter y en virtud
del art. 1113 C.Civ.

Que la demandada ha alegado la culpa de la víctima y desde el punto de vista de la relación de causalidad, el
hecho de la víctima puede ser la causa exclusiva del daño, o bien, puede haber contribuido sólo parcialmente en
la producción del daño; en este último supuesto, la conducta de la víctima interviene como concausa del daño.

Además, el hecho de la víctima debe ser cierto. Cualquier elemento o inducción no muy claros o definidos no son
suficientes para considerar la existencia del hecho de la víctima sin mayores ponderaciones, ya que las
presunciones legales se levantan sólo ante pruebas convincentes que no dejen lugar a dudas. Si el juez tiene
dudas sobre la configuración de esta eximente, debe resolver a favor de la víctima. (in dubio pro victimae)
(SAGARNA, Fernando A, Comentario al art. 1.111 del Código Civil, en BUERES, Alberto j., “Código Civil y normas
complementarias. Análisis doctrinario y jurisprudencial”, Buenos Aires, Hammurabi, 1999, Tomo 3 – A, pág. 422 y
423; PIZARRO, Ramón D. – VALLESPINOS, Carlos G., “Instituciones de Derecho Privado. Obligaciones”, Buenos
Aires, Hammurabi, 1.999, Tomo III, pág. 111)

Desde de esta perspectiva, la demandada no ha probado con estos alcances la pretendida culpa del actor, sino
que por el contrario la prueba existente corrobora la versión de la actora y desacredita absolutamente la de la
demandada, por lo que debe hacerse lugar a la demanda toda vez que no se ha probado la culpa del SR. González
ni exclusiva ni concurrente.

III- RECLAMO INDEMNIZATORIO:

a.- Ley aplicable a la determinación y cuantificación de los daños: Respecto de los daños reclamados en
particular los relativos a los daños a la persona y fundamentalmente en lo que se refiere al punto de la
determinación o cuantificación, entiendo que para la determinación o identificación de los daños resulta aplicable
la ley vigente en el momento en que estos se produjeron, aunque cabe decir que no se han producido
modificaciones de relevancia tampoco sobre este punto, ya que el nuevo Código (arts. 1737 a 1748) identifica dos
grandes tipos de daños, el patrimonial y el extrapatrimonial (este último tradicionalmente nominado como
moral), en forma concordante con la jurisprudencia mayoritaria, a la que había adherido fundado en destacada
jurisprudencia provincial, que no había receptado a los psicológicos, estéticos, etc. como géneros independientes,
siempre por supuesto intentando no menoscabar la reparación integral, por falta de consideración de “todos” los
daños a la par de ser cuidadoso con no duplicar ciertos rubros; y decíamos que para la cuantificación de los daños,
resulta aplicable el nuevo Código Civil y Comercial, ya que la determinación debe hacerse al momento de la
sentencia y se trata de daños que se mantienen y prolongan en el tiempo como la incapacidad si es permanente o
el daño moral, por lo que “en tal caso, si se trata de un daño que comienza con anterioridad, pero no es
instantáneo, sino que se mantiene en el tiempo, y antes de que se consolide la situación jurídica sobreviene una
nueva ley, ésta sería aplicable (Kemelmajer de Carlucci, La aplicación del Código Civil y Comercial a las relaciones y
situaciones jurídicas existentes, ed. Rubinzal Culzoni, pág. 102/3).

Volviendo a la identificación de los daños, se recuerda que no hay acto ilícito punible, tal cual lo dispone el art.
1067 del C.C., solo la ilicitud que causa daño da lugar a la reparación. El daño material que es el que se reclama en
autos,(art. 1068 del C.C.), es el que menoscaba el patrimonio de una persona como conjunto de valores económi-

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co,(art. 2132 del C.C.), y por lo tanto es susceptible de apreciación pecuniaria y puede manifestarse como pérdida
o disminución de valores económicos esperados(art. 1069 y 519 del C.C.).

El reclamo de la parte actora GONZALEZ se integra con los siguientes rubros: Lesiones-incapacidad; gastos
médicos y farmacéuticos, daño moral y daños al automotor y privación de uso.

A.- Daños del automotor:

a.- Daño emergente: Describe los daños y reclama la suma de 1.660, con base en la descripción en el acta policial
y en el presupuesto que acompaña.

b.- Privación de uso: Reclama por 7 día, la suma de $ 350.

En este punto seguiré la pericia del ingeniero mecánico según el cual el valor actual de la reparación sería de $
1.100 y el tiempo de las reparaciones de dos días, por lo que teniendo en cuenta que los daños se encuentran
acreditados con el acta de procedimiento policial, haré lugar por la suma de $ 1.100 por daño emergente y por $
100 por privación de uso, con más los intereses con más los intereses legales de la tasa activa (plenario “aguirre”)
desde la fecha de la pericia (en el caso del daño emergente) y desde la fecha del hecho en el caso de la privación
de uso, y hasta la entrada en vigencia del nuevo Código Civil y Comercial y desde allí, los previstos en tal cuerpo
normativo presupuesto y factura hasta su efectivo pago.-

B.- Daños a la persona:

a.- Gastos médicos y farmacéuticos: Reclama la suma de $ 1.000.

Que habiéndose acreditado que el actora sufrió lesiones y que estas le han provocado una incapacidad parcial y
permanente acreditada por la pericial médica, y a tono con la regulación del Nuevo Código Civil y Comercial, que
refleja la jurisprudencia mayoritaria, seguida por los Tribunales de la Provincia y que presume los gastos médicos,
farmacéuticos y por transporte que resulten razonables en función de la índole de las lesiones o incapacidad (art.
1746), haré lugar por la suma de $ 100, con más los intereses a la tasa activa BNA (por la naturaleza del rubro)
desde la fecha del hecho hasta la fecha de entrada en vigencia del Nuevo Código Civil y Comercial y desde allí los
previstos en tal cuerpo normativo.

b.- Lesiones-incapacidad: Sostiene que debió ser atendido en el Hospital Lagomaggioere y que no obstante haber
cumplido con las prescripciones médicas, sufre dolor cervical, cefaleas, mareos, dolor e impotencia funcional
pierna y brazo derecho, trastornos en el sueño, según consta en el informe del Dr. Gil. Reclama la suma de $
36.000.

Sabido es que no todo ataque contra la integridad corporal o la salud de una persona genera incapacidad
sobreviviente. A tal fin deben existir secuelas que el tratamiento o asistencia prestados no logran corregir o no lo
consiguen totalmente.

Los daños físicos han sido acreditados con:

a.- El certificado del médico Miguel Gil (fs. 30/31) que certifica una incapacidad aproximada al momento del
examen del orden del 18%.

b.- La pericia de fs. 155/6 determina un grado de incapacidad del 16% correspondiente a “síndrome cérvico-
cefálico postraumático y gonalgia derecha con secuelas” y señala además que tiene relación causal directa con el
accidente.

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Es preciso poner en evidencia que dicha pericia no fue consentida por la citada en garantía, pero no se
sustanciaron las observaciones, por lo que el desarrollo argumentativo en los alegatos presenta un valor
impugnativo disminuido ya que no se tiene la opinión del perito médico respecto de las objeciones a su dictamen,
a lo que se agrega que el mismo se basó en la anamnesis y examen físico del actor.

c.- Cuantificación del reclamo indemnizatorio por incapacidad sobreviniente:

1.- Ley aplicable a la determinación y cuantificación de los daños:

Cabe recordar que es en el tema de la determinación de la indemnización por incapacidad, se hallan alguna de las
reformas más relevantes del nuevo C.C y C.

Al respecto cabe recordar que el Código Civil no establecía ningún procedimiento para la valuación de daños a las
personas, pero se habían establecido en la práctica jurisprudencial, distintos criterios que podemos agrupar en
dos o más bien tres grandes categorías: a) el prudente arbitrio judicial, sobre la base de la sana crítica y las
circunstancias particulares de la víctima; b) fórmulas matemáticas (incluyen baremos por incapacidad); c) una
tercera posición que establecía que el uso de fórmulas matemáticas no resulta arbitrario mientras que la
fundamentación y el resultado al que se arriba sean razonables (SCJM 1° “Teniendo en cuenta la gran
problemática que existe en torno a la cuantificación de daños, la doctrina de esta Sala se ha inclinado hacia la
fijación prudencial del monto del resarcimiento, a través de la ponderación de todas las variables de incidencia, sin
descartar ninguno de los métodos tradicionales utilizados como baremos o parámetros de determinación, siendo
la única limitación el resultado irrazonable a que pueda conducir. En este aspecto, según la doctrina de este
Cuerpo, cualquiera sea el método empleado, los parámetros rectores deben estar fijados por los principios
derivados de la prudente equidad y concretamente acotados por la realidad que toca evaluar, sin que sea
desechable ab initio, ningún método de fijación del daño. Es decir que, si bien ab initio no descarta la aplicación de
fórmulas matemáticas, tampoco se sujeta a ellas de un modo fijo, apartándose de su aplicación cuando el
resultado al que se arriba resulta irritante, ya sea por su exigüidad o excesividad. Expte.: 91979 – Jofre...”
06/10/2008; SCJMza, Sala1 LS393-053).

La cuestión de la cuantificación de la indemnización por lesiones físicas o psíquicas ha sido novedosamente


regulada por el art. 1746, y de su letra puede concluirse que el legislador se ha “alzado”, en principio, contra la
tesis del “prudente arbitrio”, ya que como se ha comentado, “esa indemnización no puede ser calculada según el
prudente arbitrio o en base a un puro subjetivismo jurídico, sino que la postura elegida es la de realizar un cálculo
que se agote en un determinado tiempo, es decir, el procedimiento de renta capitalizada. En este orden de ideas,
el texto redactado regula la hipótesis del caso en que la persona padece una incapacidad permanente y no
transitoria. Es la minusvalía de carácter permanente la que se encuentra exclusivamente contenida en el artículo
1746 sea total o parcial, física o psíquica” (Responsabilidad Civil en el Código Civil y Comercial; José Fernando
Márquez –director-, “Indemnización por lesiones”, por Julio César Sánchez Torres, ed. Zavalía 2015, tomo 1,
págs.325 y ss).

A favor de la utilización de fórmulas matemáticas para el cálculo de indemnizaciones se ha dicho desde el AED
que: “en pos de la conquista de aquellas pautas jurisprudenciales, la aplicación de fórmulas es preferible a la
expresión retórica. Con la manifestación simbólica (fórmulas) se exterioriza cada una de las variables (inversión en
precaución deseable, daños esperados, responsabilidad esperada, etc.) y sus correlaciones (suma, resta,
multiplicación, división, etc.), que conforman el razonamiento explícito del cual dimana un importe dado (y no
otro), tendiente a truncar “la perversa ecuación” con la que especuló el dañador (se está refiriendo a los daños
punitivos) y a desalentar prácticas venideras afines. Por el contrario, mediante el lenguaje retórico se oculta
aquella información. En especial, cuando se parte de una misma premisa (verbigracia, “conforme con las
circunstancias del caso…”; “considero justo…”, etc.) para inferirse conclusiones cuantitativas divergentes.

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Resoluciones basadas en este tipo de proposiciones podrían ser tachadas de arbitrarias, puesto que no brindan
datos (esenciales en esta clase de fundamentación jurídica) sobre los factores específicos considerados y sus
interrelaciones, e impiden que este razonamiento enigmático pueda ser repetido para examinarse su eventual
legalidad” (Irigoyen Testa, Matías “Cuantificación de los daños punitivos: una propuesta aplicada al caso
argentino”, en XV Annual Conference Latin American and Iberian Law and Economics Association-2011).

La utilización de fórmulas matemáticas para la cuantificación de las indemnizaciones, produce ciertas


consecuencias beneficiosas, no ya en el caso específico (indemnización de un daño determinada) sino también
mirando el conjunto de los accidentes de tránsitos por ejemplo, y así lo destaca la Dra. Kemelmajer de Carluci,
cuando argumenta que “los sistemas basados en baremos tienen un sinnúmero de ventajas entre las cuales se
pueden mencionar los siguientes: a) sirve de marco e impulsa los acuerdos transaccionales; b) agiliza la liquidación
de siniestros; c) reduce las actuaciones judiciales y permite a las aseguradoras establecer previsiones con la
consecuente disminución de costos del seguro; d) fomenta el tratamiento igualitario para situaciones
análogas” (Kemelmajer de Carlucci, Aída “Evaluación del daño a la persona ¿Libre apreciación judicial o sistema
de baremos? (Especial referencia a la situación española), Revista de Derecho de Daños 2001-1-Cuantificación del
daño, Rubinzal Culzoni, p. 320).

La norma del art. 1746 impone la utilización de una fórmula matemática que contenga los parámetros que
establece la propia norma, pero su redacción es lo suficientemente flexible como para incluir a personas que en el
momento de producción del daño no trabajaban (como menores o personas que se encargan de las tareas del
hogar, o desempleados) ya que el artículo habla de “aptitud del damnificado para realizar actividades productivas
o económicamente valorables”. También el carácter “civil” y no laboral de la cuantificación del daño se revela en
dos situaciones más previstas en la norma, una es que la indemnización corresponde aún cuando la víctima
continúen trabajando y la otra es que no ha puesto como tope del cálculo en de la edad del beneficio jubilatorio,
sino que se ha regulado como “al término del plazo en que razonablemente pudo continuar realizando tales
actividades” y este plazo no tiene por qué coincidir con la del retiro jubilatorio, es más, considero que con el
avance de las expectativas de vida, en la realidad no coincide, sino que la realización de actividades productivas se
extiende más allá de esta de edad, por lo que me parece justificada la una edad de 70 años y no laque toma el Dr.
Alferillo (como preopinante) de 75 años (in re N°22066 “Manrique”, C Apelaciones en lo civil, comercial y minería
de San Juan sala 1°), porque es una realidad de que a partir de los 65 años, las personas trabajan menos porque
entre otras razones no conservan la totalidad de su aptitud productiva.

No obstante entiendo que existen algunas insuficiencias de la fórmula para ponderar otras situaciones que no
están contenidas en los términos de la ecuación, como por ejemplo estudios de la víctima, trabajos especiales
(vgr. un pianista y una incapacidad que afecta su expertise etc.), proyección, hijos a cargo, etc., por lo que para
contemplar aquellos casos que merezcan un tratamiento diferente, utilizaré un factor de corrección de más-
menos un 10% que será graduado en cada situación, atendiendo a la existencia y prueba de algunas de estas
circunstancias particulares que hagan aumentar o disminuir la indemnización estándar contenida en la fórmula.

Lo que se calcula con la fórmula es la diferencia entre los “ingresos” que la víctima tendrá según el grado de
incapacidad sufrido y los ingresos que pueden estimarse que la víctima habría tenido si el daño no se hubiese
producido. Desde luego que la ley no impone a la víctima la obligación de percibir su indemnización como una
renta de un capital; lo que se hace es adoptar este sistema para el cálculo de la indemnización de la que podrá
disponer conforme le parezca, ya que la fórmula de referencia (Vuoto II o Méndez) no tiene otro objeto que
facilitar el cálculo financiero del resarcimiento del daño (en este sentido voto del Dr. Guibourg in re “Méndez”
24/08/08,ED-81-312).

9
Entiendo que ahora se profundiza la exigencia de que los daños físicos y la consiguiente incapacidad deban
acreditarse mediante peritaje toda vez que se trata de una materia técnica en donde es relevante la opinión de
expertos.

La prueba idónea por excelencia para probar una incapacidad es la pericial médica. En efecto mediante ella se
garantiza la defensa en juicio, pues el perito tiene la oportunidad de examinar a la víctima varias veces, dar
explicaciones a las partes, etc.

Por ello es imprescindible en esta clase de juicios la prueba pericial que aporten las partes, la que debe ser
valorada adecuadamente por el juzgador, teniendo presente respecto de la carga de la prueba del daño lo
dispuesto en el artículo 1744 del nuevo cuerpo legal. Debe recordarse que la prueba pericial tiene una especial
relevancia, tanto en su contenido como en sus conclusiones, con la debida aclaración de que ella no obliga al juez,
y que bien puede ser dejada de lado cuando el peritaje se muestra débil o confuso. La valoración de esta pieza
procesal debe efectuarse siguiendo los principios de la sana crítica racional. Por ello, nos parece que el artículo
1746 del Código Civil de 2012 resulta de suma importancia por la solución que adoptó. Es que el método de la
prudencia judicial a la postre generaba una incertidumbre difícil de remover, incluso dentro de los tribunales de
una misma provincia” (ob. Cit. Responsabilidad Civil en el Código Civil y Comercial; José Fernando Márquez –
director-, “Indemnización por lesiones”, por Julio César Sánchez Torres, ed. Zavalía 2015, tomo 1, ppágs325 y ss).

Si bien comparto los efectos nocivos que produce la incertidumbre y que he destacado de la opinión citada, en
Mendoza se trataron de atenuar estas consecuencias negativas, con la fundamentación basada en precedentes
judiciales, aunque esta forma de cuantificar, también presenta algunas inconsistencias que pueden achacarse al
empleo de fórmula, como las referidas a que no se tenga en cuenta todas circunstancias que rodean a la víctima
ya que por la remisión a otros precedentes como parámetro de indemnización y en la búsqueda de la tan deseada
previsibilidad, es inevitable dejar de lado las situaciones particulares del caso a juzgar, para reemplazarlas por las
del caso citado, a lo que se agrega que es muy difícil que un caso coincida totalmente con el otro respecto a
edades, profesiones, sueldos, familia a cargo, estudios, actividades recreacionales, deportivas, etc., por lo que la
cuestión se transforma en una petición de principios ya que se decide una incapacidad con reenvío a algún caso
parecido, en el que a su vez la incapacidad ha sido prudencialmente establecida o por reenvío a otro caso que
guarda alguna similitud y así sucesivamente, por lo que de esta manera se va desdibujando la determinación en el
caso concreto.

En la misma línea de lo que venimos razonando, y elogiando el art. 1746 CC y C., se han dado argumentos que
trascienden el caso concreto e inclusive el propio sistema de responsabilidad civil para acercarlo a valores más
altos como por ejemplo institucionales y de fundamentación y transparencia de decisiones en los sistemas
republicanos. En este sentido se ha dicho que “utilizar una fórmula no es un mecanismo que vaya a dar resultados
perfectamente justos sino apenas un procedimiento que deja a la vista cada uno de los pasos del razonamiento. Y
tiende, por otra parte, a una mayor igualdad ante circunstancias equivalentes. Las enormes diferencias entre los
montos que otorgan, para casos similares, jueces que confían en su prudencia y descreen de las fórmulas, no
parecen —por cierto— muy justas, ni muy inclusivas, ni muy eficientes.

Las virtudes de esta norma, todavía, van más allá de lo aparente. Si se debe decidir de este modo, la arbitrariedad
y por tanto, la incertidumbre, se reducen significativamente. A menor incertidumbre es más probable (porque es
más sencillo saber qué está en juego) llegar a un acuerdo. Luego, es más probable también que las víctimas
puedan cobrar antes, y no esperar un juicio que se decida muchos años después. Reducir la incertidumbre,
además, tiene incidencia en el costo del seguro y —lo que es más importante— en la disuasión que se espera
genere el sistema de responsabilidad por daños. No se trata, por supuesto, de una condición suficiente por sí
misma para mejorar ninguna de esas dimensiones del problema, pero contribuye a que todas mejoren.

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El problema de asignar un valor a los daños personales seguirá siendo difícil y los modos de resolverlo en la
práctica, apenas aproximaciones rudimentarias. Las cuestiones dignas de reflexión y discusión que plantea la
aplicación de la nueva norma son múltiples y variadas. Desde decidir cuál sea la fórmula que mejor capta todas las
posibilidades implicadas ese género de situaciones y como dar valor a sus variables, hasta la discusión de
cuestiones conceptuales profundas sobre categorías de daños y razones para decidir en uno u otro sentido
indeterminadas variantes posibles en el mundo de los hechos. Pero la lógica económico-jurídica subyacente en el
nuevo 1746 tiene un aspecto fundamental, digno de elogio. Ni siquiera se trata de que el procedimiento elegido
(el llamado de capital humano) sea el preferido para los cultores del Análisis Económico del Derecho. Al contrario,
existe un debate abierto al respecto. Pero lo relevante es que adopta una decisión crucial sobre el modo de
exponer el razonamiento judicial. La decisión de promover la racionalidad y la transparencia en el razonamiento,
por sobre la discrecionalidad retórica, personal y comunicativamente opaca, implica una mejora en el canon de
debate. Y la confrontación abierta y transparente de las decisiones públicas determina un modo dinámico de
mejora institucional. Un objetivo siempre deseable en una república. Y no de los menores La cuantificación de
indemnizaciones por incapacidad en el nuevo Código. Su lógica jurídico-económica; Acciarri, Hugo A.; RCCyC 2015
(julio), 01/07/2015, 291; AR/DOC/2150/2015.

2.- Elección de la fórmula

Para la determinación de la indemnización utilizaré la fórmula Las Heras-Requena que tiene la ventaja de su
simpleza y que toma en cuenta la mayoría de los datos relevantes, los que podrán ser corregidos en los términos
que puse de manifiesto más arriba, ponderando si existieren o si se hubiesen probado, algunas circunstancias
extraordinarias, para aumentar o reducir la indemnización de la fórmula en un más o menos 10%. Esta decisión la
tomo porque de acuerdo a la experiencia son muy pocos los casos en donde concurren y se prueban esta
circunstancias.

La fórmula propuesta es C= a x b; donde a: está constituido por el monto del salario deducido el porcentaje de
incapacidad multiplicado por los 13 meses de un período, más un 6% de interés y b es un índice que tiene en
cuenta los años que restan de vida útil, o años de vida computables (cfr. Zabala de González, Matilde, tomo 4 “La
función resarcitoria del derecho de daños”, págs. 498/501).

En este caso concreto, los datos relevantes son para el Sr. G. como ingreso mensual $ 1.840 correspondiente al
salario mínimo vital y móvil para la fecha del accidente, porque según la encuesta ambiental (fs. 259) el actor se
encuentra desempleado., porcentaje de incapacidad (16%), edad al momento del accidente (34 años), y fecha
tope para el cálculo (70 años), y el índice que corresponde a 36 años (14,61).

La suma que arroja esta ecuación es de $ 59.190; donde el 16% del salario mensual es 294 x 13 meses (incluye
SAC)= 3822 + 6% (229) = 4051 x 14,61= $ 59.190; pero conforme con el principio de “rogación” y con lo resuelto
por las Cámaras de Apelaciones respecto de la determinación de estos daños a la fecha de la sentencia 1,
respectando el principio de congruencia, haré lugar por la suma de $ 36.000 (confirmada por la parte actora en
los alegatos) con más los intereses de la ley 4087 desde la fecha del accidente hasta la de entrada en vigencia del
nuevo Código Civil y Comercial y desde allí los del citado cuerpo normativo. .

C.- Daño moral:

a) Reclama la suma de $ 18.000.

El agravio moral, de acuerdo con la opinión mayoritaria de la doctrina y la jurisprudencia (ver Daray, Hernán
Accidentes de Automotores, Editorial Astrea, 1983, pág. 322) es un daño cuya existencia no requiere ser probada
y que tiene su fundamento legal en la disposición del art. 1078 del C.C. consistiendo en la afección de los más
íntimos sentimientos.

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En cuanto al daño moral, y la existencia de dos grandes rubros como el patrimonial y moral, lo propio no ha
cambiado con la reforma del Código Civil, aunque en materia del cuantificación del daño moral, debe señalarse
que el Código Civil y Comercial en el art. 1738 hace mención al mismo bajo la denominación de daño a las
“afecciones legítimas” y no prevé un sistema de fórmulas para su cálculo, sino que en la parte final del art. 1741
se establece como pauta que “el monto de las indemnización (de las consecuencias no patrimoniales) debe
fijarse, ponderando las satisfacciones sustitutivas y compensatorias que pueden procurar las sumas reconocidas”.
Es decir que respecto de este daño se mantiene el sistema de cuantificación basado en la justa ponderación
jurisdiccional.

“El texto legal impone pensar que no puede valorarse y cuantificarse por su relación con el daño patrimonial, ni
en base a criterios puramente subjetivos del juzgador, ni menos aún en función de la conducta del dañador. En
materia de cuantificación, la norma alude al parámetro de los placeres compensatorios. En este sentido, se ha
seguido la doctrina que piensa que los placeres compensatorios, la posibilidad de lograr con el dinero la
satisfacción de necesidades, es un criterio válido para cuantificar el daño moral.

Esa pauta implica que la indemnización dineraria tiene por finalidad la función de contribuir a la adquisición de
sensaciones placenteras o de otros bienes morales, aunque no necesariamente aptos para anular o hacer
desaparecer las consecuencias dolorosas del acto ilícito. La compensación operaría por el hecho de ingresar esa
satisfacción, como una suerte de de contrapeso de la sensación negativa producida en la subjetividad del
damnificado.

“Respetuosamente, disentimos en que el quantum del daño moral deba ser determinado atendiendo
exclusivamente a la idea de placeres compensatorios. Pretender compensar el daño moral con placeres
materiales, cualquiera sea su índole, importa una idea equivocada del daño moral y del sentido que tiene su
reparación. El daño moral no es el dolor, la pena o el sufrimiento que una persona experimente, sino una
modificación disvaliosa en la subjetividad del damnificado, que se traduce en un modo de estar diferente y
anímicamente perjudicial al que tenía antes del hecho. Nótese que en aquellos casos en que la víctima queda en
estado vegetativo, no puede hablarse de placeres compensatorios, pues ningún placer o consuelo puede
experimentar quien se encuentra privado de la aptitud de sentir. De todas maneras, lo cierto es que la
indemnización en dinero es el único medio idóneo que el derecho puede brindar a ese tipo de detrimentos” (ob.
Cit. Responsabilidad Civil en el Código Civil y Comercial; José Fernando Márquez –director-, “Indemnización por
daños no patrimoniales”, por Carlos Ignacio Viramonte, ed. Zavalía 2015, tomo 1, págs. 251 y ss.).

La discusión que propone este autor, ha sido trabajado por los autores del AED (Análisis económico del derecho),
en particular para los casos de incapacidades graves o muertes, destacando que “en el marco de esta teoría, los
daños patrimoniales se diferencian de los daños morales en función de la muy distinta aptitud que el dinero tiene
en uno y en otro caso, para restaurar la utilidad perdida: a) El daño patrimonial provoca una disminución de
utilidad que es compensable con dinero o con bienes intercambiables por dinero. b) El daño no patrimonial o
moral por el contrario, implica una reducción del nivel de utilidad que ni el dinero, ni bienes intercambiables por
éste, pueden llegar a compensar. Entonces la pregunta crucial del Derecho de daños en materia de daño moral es
si la indemnización de daños y perjuicios debe servir para tratar de compensar esta pérdida de utilidad sufrida por
la víctima de un daño moral, no patrimonial. Hay que advertir que de acuerdo con la teoría, el contenido
socialmente óptimo de la norma jurídica básica sobre daños morales resulta sorprendente, al menos para los
juristas habituados a los sistemas jurídicos reales. En efecto, la prevención óptima exige que el causante de daños
haga frente a una condena de indemnizar tanto los daños patrimoniales como morales, toda vez que éste supone
una disminución efectiva de la utilidad individual y por tanto, una pérdida neta de bienestar social. La
indemnización esperada deberá así coincidir con el daño socialmente esperado para que el mensaje –las señales-
que el sistema jurídico envía a los agentes sociales les incentive a adoptar las precauciones socialmente óptimas.
El causante, pues debe pagar por el daño moral causado. Sin embargo el aseguramiento óptimo de la víctima

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requiere que ésta no reciba compensación alguna por el daño moral sufrido sino y exclusivamente (aunque
también íntegramente) por los daños patrimoniales ¿Por qué? Porque la indemnización del daño moral
equivaldría a garantizar a la víctima un seguro cuyo precio –importe de las primas- ésta no estaría dispuesta a
pagar, en prácticamente ningún caso…Naturalmente se puede objetar que una cosa es el contrato y las reglas del
seguro privado y otra muy diferente las de la responsabilidad civil como parte del sistema jurídico. Sin embargo,
desde la perspectiva del bienestar colectivo, la diferencia entre unas y otras, consideradas como mecanismos de
traslación de riesgos, es instrumental pero no conceptual: las dos regulaciones implican un seguro para las
víctimas de daños. De ahí que el sistema jurídico no deba proporcionar una cobertura que la potencial víctima,
actuando racionalmente, preferiría no cubrir. La teoría explica por qué la gente no contrata seguros para hacer
frente al dolor causado por la muerte de sus hijos o de sus abuelos. También y de manera un tanto perversa,
contribuye a explicar por qué los hombres y mujeres jóvenes son reacios a ahorrar para afrontar su vejez, una
época decisiva de la vida que suele ser menos placentera que la juventud o que la madurez. Aunque tal vez esto
no sea sino una manifestación más de que dentro de cada uno de nosotros conviven en realidad distintos sujetos,
con preferencias opuestas y que se suceden en el tiempo (o acaso son simultáneas?): Richard Posner “Are We
One Self or Multiple Selves? Implications for Law an Public Policy, 3, Legal Theory 23. (Gomez, Pomar Fernando
“Daño Moral”, In Dret 1/00). Este autor finaliza su argumentación de que la compensación “moral” no debería ir a
las víctimas sino al Estado como pago de una sanción ya que se considera que el dinero de las multas será mejor
gastado por las agencias gubernamentales que por las víctimas y sus familias; mientras que otra postura propone
un mercado de indemnizaciones potenciales en el que los terceros las comprarían y las potenciales víctimas
podrán disfrutar del dinero en un momento (de salud) en el que pueden obtener mucha más satisfacción de él, y
naturalmente ocurrido el accidente, no obtendría nada de daño moral, con lo que se evitaría el sobreseguro que
la teoría intenta evitar, mientras que el tercero inversor, podría reclamar el daño moral al responsable (Robert
Cooter, “Toward a Market in UNmatured Tort Claims”, 75 Va. L. Rev. 383, citado por Gómez Pomar).

Como conclusión de este tema y teniendo en cuenta que en nuestro derecho la indemnización integral
comprende los daños no patrimoniales y que estos se deben pagar en dinero y a la víctima, resulta necesario
aclarar que este autor enrolado en el AED lo que propone es la formulación de una regulación distinta, y no una
interpretación de un régimen legal específico; pero me parece que es un buen punto poner de manifiesto que
desde el AED, aquellas prevenciones que hiciera el profesor Viramonte al sistema de “placeres compensatorios”,
consistente en que se muestran insuficientes para explicar la indemnización por daño moral en caso de graves
incapacidades o muertes también han sido trabajadas con propuestas de cambio de regulación. Probablemente
sea más adecuado en supuestos de graves daños o muertes, establecer una suma de dinero a la que la víctima le
dará el destino que libremente elija (y que pueda), sabiendo de antemano que no se estará reponiendo su
situación al estado anterior al que se encontraba antes del accidente, sino paliando de alguna manera
(seguramente parcial) el grave menoscabo sufrido a sus afecciones legítimas o espirituales. El autor citado
(Gómez Pomar) explica que en esos casos se produce un desplazamiento (hacia la derecha) de la curva de
satisfacción del individuo, y no como en el caso de otro tipo de daños morales o de los patrimoniales en los que se
produce un traslado pero dentro de la misma curva, y que la compensación en dinero en estos casos, sí puede
hacer volver a su punto anterior.

Otra crítica que se le ha formulado a la teoría de las “indemnizaciones sustitutivas”, y que se destaca en el
precedente “Carranzani” (CCiv. 3° de Mendoza, 08/06/15), es que se exige, a los fines de cuantificar el daño
moral, tener en cuenta la condición económica y social de la víctima, de modo que la indemnización habrá de ser
menor o mayor en función de dicha circunstancia. A priori también dicha posición resulta objetable, por cuanto se
produciría una discriminación a la hora de estimar los bienes sustitutos, ya que si se establece una suma de dinero
menor como placer sustituto a una persona de buen pasar económico, el placer compensatorio que pudiese
obtenerse con dicha suma, evidentemente no satisfaría a dicha persona, que sí podría hacerlo para una persona
humilde.

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En tal caso no podría hablarse de discriminación cuando frente a una situación similar y aún frente a dos personas
de condiciones económicas distintas la reparación no obstante plena e integral, sea igual para ambos y su
diferencia no se determine por su condición económica sino por circunstancias personales del sujeto totalmente
desnudas de cualquier posibilidad de acceso a bienes sustitutos. Así la Cámara de Apelaciones en lo Civil de Azul,
Sala I refiere a modo de ejemplo, cómo, frente a un similar hecho lesivo, la indemnización sustitutiva, varía según
las circunstancias particulares de las víctimas. Se refiere que “ si dos familias son víctimas de un mismo corte de
suministro eléctrico que se extiende por varios días o semanas, estimo valioso tener en cuenta para fijar el daño
moral la cantidad de miembros que integran cada familia, sus edades, su mayor necesidad de suministro eléctrico
en razón de alguna situación especial (ej. personas ancianas que no pueden bajar o subir escaleras), más no la
situación socioeconómica de ambas familias. Inclusive la estrechez económica podría ser un elemento para
incrementar la indemnización del daño moral, ya que la familia humilde no tiene —en el ejemplo dado— la
posibilidad de alojarse en un hotel mientras dura el apagón, o de ir en auto a un supermercado para adquirir
alimentos frescos” (Cámara de Apelaciones en lo Civil y Comercial de Azul, sala I, “Zampieri, Miguel Á. c. Banco de
Galicia Sucursal Tandil s/ daños y perj. incump. contractual (exc. estado)” • 22/12/2014 • LLBA 2015 (marzo) , 211
• RCyS 2015-VI , 117).

Que como se ha relatado en el punto de incapacidad, en autos ha sido probada la lesión que sufrió el actor y la
secuela que le quedó, aunque cabe destacar que la secuela no es grave, ya que no estuvo internado y que no fue
sometida a cirugía, lo que obviamente aumentaría el rubro daño moral. Teniendo en cuenta que el accidente ha
provocado, solo consecuencias relativamente menores y que por otro lado es muy escasa la información que
entregó el perito y el resto del material probatorio sobre las consecuencia en la vida del actor, y ninguna de las
circunstancias que acabo de mencionar, su estimación debe ser en consecuencia debidamente valorada, teniendo
en cuenta que no se han allegado elementos o pruebas que propiciarían una suma mayor, por padecimientos
extraordinarios.

En cuanto a la efectiva determinación del daño moral, teniendo en cuenta la teoría de la indemnización
sustitutiva se puede abrevar en el antecedente de Bahía Blanca, dictado la Sala II de la Cámara de Apelaciones de
Bahía Blanca, ("C., M. C. c. Banco de Galicia y Bs. As. S.A. s/ Nulidad de acto jurídico", del 28/08/14 ? LL del
08/10/14, en el cual y frente a un caso de responsabilidad bancaria, el referido Tribunal ponderó que las
dificultades y sinsabores sufridos por la actora podrían compensarse con un viaje de buen nivel durante un fin de
semana largo y en compañía de otra persona, o con la compra de un producto suntuario como un televisor de alta
tecnología, afirmándose finalmente que a cualquiera de esas cosas se podría acceder con la suma de $20.000, que
es la que finalmente se fijó como indemnización para este rubro.

El fallo Carranzani (CCiv. 3°) en el que se dijo que “En el presente y a los fines de valorar una indemnización
sustitutiva deben observarse las circunstancias que rodearon al caso, en el que el actor se dirigía en su bicicleta
cuando resultó lesionado, deteriorándose la misma; las cualidades personales del sujeto activo de la litis, su
condición humilde, la incapacidad sufrida pero sin embargo la necesidad de este de continuar con sus labores en
la construcción, por lo que considero que requerirá de un medio de locomoción que lo lleve a las obras en las que
prestará su trabajo de albañil. Ello hace que deba otorgarse un monto que cubra el valor del “bien elegido al
efecto del consuelo”, el que debe resultar suficiente para permitirle a la víctima la adquisición de una moto o
motoneta cero kilómetro (tipo scooter o cubs de 125 CC), con lo que sin dudas paliará suficientemente el daño
moral sufrido” (CCiv. 3° “Carranzani”, 08/06/2015). En este fallo finalmente se concedió la suma de $ 9.000.

En cuanto a la indemnización en concreto, en autos no se ha aportado prueba acerca de las características


personales de la actora, razón por la cual no se determinará un bien en concreto a los fines de adquirir un objeto
concreto con el importe de daño moral, el que se fija en la suma de $ 10.000.

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Por las razones expuestas admitiré este rubro por la suma de $ 10.000 con más los intereses de la ley 4087 desde
la fecha del accidente hasta la de entrada en vigencia del nuevo Código Civil y Comercial y desde allí los del citado
cuerpo normativo.

IV.- Monto por el que progresa la demanda:

En síntesis el reclamo indemnizatorio prospera por la suma total de $ 48.200, con más los intereses establecidos
en los considerandos respectivos, sin que se haya rechazado cualitativamente ningún rubro.

V.- Costas y honorarios:

a) Atento como se resuelve la cuestión, corresponde imponer las costas al demandado vencido arts. 35 y 36 del
C.P.C.

En este punto cabe aclarar que no se imponen costas a la actora por la reducción de los rubros con un doble
fundamento, primero porque se subordinó a lo que surgiera de las probanzas de autos y además porque los
rubros incapacidad y daño moral son materia cuya determinación queda librada al prudente arbitrio judicial
(cfrm. SCJMza. Chogris).

b) Los honorarios de los abogados intervinientes se regularán conforme lo que dispone la L.A., de acuerdo a su
efectiva participación en el proceso (etapas) y aplicando los arts. 2, 3 y 31, y los de los peritos por el art. 1.627 del
Código Civil teniendo en cuenta la efectiva actividad desempeñada y la utilidad de la labor cumplida en cada caso.

Por tanto:

RESUELVO:

I- Hacer lugar parcialmente a la acción entablada por la parte actora y en consecuencia condenar a la demandada
S.D.B.L. y a Antártida Compañía Argentina de Seguros S.A. en la medida del seguro (art. 118 LS) a pagar en el plazo
de DIEZ DÍAS de firme y ejecutoriada la presente al actor la suma de $ 48.200;, con más los intereses
determinados en los considerandos.

II.- Imponer las costas a los demandados por lo que prospera la acción (arts. 35 y 36 C.P.C.).

III.- Regular los honorarios profesionales a los abogados…

IV.- Regular los honorarios del perito ingeniero mecánico…

REGÍSTRESE. NOTIFÍQUESE.

Fdo Dr. Fernando Games- Juez

1 los supuestos en que ha transcurrido un excesivo lapso de tiempo entre el acaecimiento del accidente y la fecha
de la sentencia, se hace necesario fijar un monto indemnizatorio que repare en forma integral a la víctima, de ahí
que fallar a valores actuales respetando en principio de realidad económica, no viole el principio de
congruencia. Expte.: 50094 - SCHEFFERDZT MARIAN LILIANA C/ OSVALDO STEFANICH P/ D. Y P. (ACCIDENTES DE
TRANSITO) Fecha: 08/09/2014Tribunal: 2° CÁMARA EN LO CIVIL - PRIMERA CIRCUNSCRIPCIÓN Magistrado/s:
FURLOTTI-MARSALA-CARABAJALMOLINA

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