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¿Cómo saber si su hijo adolescente tiene depresión?

Los síntomas de este desorden mental pueden confundirse con los cambios de ánimo propios de
la juventud. Estas son las nuevas guías para ayudar a identificar cuándo hay que acudir a un
especialista.

¿Cómo saber si su hijo adolescente tiene depresión? Foto: Pexels

Los casos de depresión en jóvenes están aumentando y lo más preocupante es que muchos de
ellos no están recibiendo la atención adecuada. Esto se debe, en gran parte, a que los padres no
saben identificar el problema pues confunden sus síntomas con los cambios de ánimo propios de
la adolescencia. Y cuando detectan alguno, no saben qué hacer al respecto. El estigma por otro
lado, hace que los jóvenes que sospechan estar deprimidos nunca pidan ayuda.

Los expertos entienden que discernir qué es normal y que no en esta etapa de la vida puede ser
difícil para los padres y para los propios jóvenes. Por eso la Sociedad Americana de Pediatría en
Estados Unidos actualizó sus guías para que sean los pediatras quienes en sus valoraciones
médicas anuales adviertan estos signos en aquellos adolescentes mayores de 12 años. También
sugiere a los médicos involucrar a la familia para emitir ese concepto.

Los síntomas de depresión adolescente no son muy distintos a los de los adultos. El problema es
que se enmascaran con otras manifestaciones que son propias de esta época como la
irritabilidad y tristeza. Pero si cinco o más de los siguientes síntomas se presentan durante dos
semanas o más es importante poner atención: irritabilidad, menos interés o placer en la mayoría
de actividades, ánimo deprimido durante la mayor parte del día, cambios de peso y de apetito,
cambios en el patrón de sueño, fatiga o perdida de energía, sentimientos de culpa o de poca
valía, cambios en la concentración y recurrentes pensamientos sobre la muerte.

Puede leer: ¿Por qué sufren los niños?


Los adolescentes no saben muy bien interpretar sus sentimientos y por eso cuando están
deprimidos se vuelven más irritables que los adultos. También es frecuente que somaticen su
tristeza y se quejen de manifestaciones físicas como dolor de estómago y de cabeza.

Hay que tener en cuenta que los niños tienen manifestaciones diferentes a las de las niñas. Si
bien ellas se deprimen, lloran más y se encierran, son capaces de hablar de sus sentimientos.
Ellos, por su parte, tienden a ser más agresivos, a romper o tirar cosas en su cuarto o
involucrarse con las drogas o emborracharse. Pero si hubiera que escoger un síntoma de todos,
el más importante sería la dificultad para funcionar bien en los diferentes ejes de la vida, el
colegio, la vida extracurricular o en sus relaciones y la inhabilidad para experimentar placer con
las cosas cotidianas sin aparente causa.

Si hay sospecha, los expertos recomiendan a los padres tomar las siguientes medidas:

Pregunte: hable con su hijo sin ser crítico ni decirle que cambie de actitud. Hágale preguntas y
escuche las respuestas sin juzgar, sino más bien validando sus sentimientos.

Hable con otros: coménteles a los amigos de su hijo, profesores y otras personas que
interactúan a diario con él acerca de cambios de actitud que sean notorios.

Puede leer: ¿Cómo saber si mi hijo tiene depresión?

Consulte a un pediatra: estos especialistas pueden descartar que algunos de los síntomas tengan
un origen físico, como un efecto secundario de algún medicamento o un problema de tiroides, la
glándula que produce las hormonas. Si hay historia de alguna enfermedad mental en la familia
no olvide comentársela.

Busque a un terapeuta: los psicólogos que hacen terapia cognitiva y se especializan en


adolescentes pueden ser de gran ayuda. Este tipo de terapias cambia el comportamiento de las
personas en corto tiempo y existe evidencia de que es efectiva. Pregunte en su círculo quién
puede ser un buen profesional, y a la hora de escoger tenga en cuenta la opinión de su hijo.

No descarte al psiquiatra: Es posible que el problema del joven amerite una ida al psiquiatra,
pues estos profesionales son los únicos llamados a medicar cuando se requiere. Además, la
terapia y los antidepresivos son el tratamiento más usado para tratar la depresión.

Si habla de hacerse daño a sí mismo: Muchos jóvenes hablan de suicidio solo para llamar la
atención, pero en otros casos lo dicen en serio. Teniendo en cuenta lo anterior, lo mejor es
siempre tomar estos comentarios seriamente y consultar al médico tratante.

Considere ir a donde su propio psiquiatra: los padres por lo general también necesitan ver a un
experto. Algunos recomiendan que sea alguien diferente al que ve a su hijo. Otros, creen que
puede ser el mismo. Lo importante es que los padres controlen su propia salud mental frente al
caso que viven.
Cómo la adolescencia afecta a nuestro cerebro y moldea nuestra personalidad

Los cambios de humor y el estrés desencadenado por la pubertad pueden afectar nuestro cerebro
y tener influencia en nuestro comportamiento futuro, según explica el psicólogo Christian Jarrett,
especializado en la personalidad.

Durante el transcurso de la infancia, nuestra personalidad se torna más estable, pero es agitada
durante la adolescencia. Foto: David Motosa-BBC. Foto: Cortesía de BBC.

Mis hijos gemelos de 4 años se parecen en muchos aspectos. Los dos son sociables, traviesos y
amorosos. Pero ya es posible notar algunas diferencias entre ellos. El niño, por ejemplo, es más
consciente del tiempo y es muy curioso sobre el futuro. La niña, por su parte, se muestra más
determinada a hacer las cosas por sí misma. Como psicólogo especializado en la personalidad, y
como padre, ver cómo emergen y se desarrollan las particularidades de cada uno me fascina. Está
claro que todavía es pronto, y aunque nuestra personalidad tenga raíces en la infancia, sé que
habrá muchos cambios en el futuro, principalmente cuando entren en la pubertad.

Hay investigaciones que señalan consecuencias beneficiosas de los cambios de personalidad de los
adolescentes.

La adolescencia es una fase de transformaciones rápidas. No en vano la neurocientífica cognitiva


británica Sarah-Jayne Blakemore, especializada en el cerebro adolescente, describió
recientemente el desafío de esta etapa del desarrollo humano como "una tormenta perfecta" por
el aumento repentino y simultáneo de "alteraciones hormonales, neuronales, sociales y de
presiones de la vida". A la lista podía haber añadido perfectamente "los cambios de personalidad".
Efectivamente, desde los primeros años de la infancia hasta su etapa final, nuestra personalidad y
temperamento se consolidan a medida que adoptamos una forma de pensar, actuar y sentir más
consistente. La estabilidad de la personalidad se refuerza de nuevo a partir de la fase final de la
adolescencia hacia la edad adulta.

Pero en la fase intermedia, es decir, en la adolescencia, esa tendencia se interrumpe. El


caleidoscopio de la personalidad se agita y es profundamente importante cómo se colocan las
piezas.

Estudios a largo plazo muestran que los rasgos que aparecen durante nuestra adolescencia
pueden predecir una serie de resultados a lo largo de la vida, como el éxito académico o el riesgo
de desempleo.

Las investigaciones sobre el tema todavía son incipientes, pero las posibles conclusiones son
relevantes y emocionantes. Al entender más sobre las fuerzas que moldean la personalidad de los
adolescentes posiblemente podremos intervenir y ayudarlos a trazar un camino más saludable y
exitoso. Los cambios de personalidad no son exclusivos de la adolescencia.

Si usted se aleja y mira toda su vida, observará que hay, en general, un incremento constante de
atributos deseables: menos angustia, más autocontrol, una mente menos cerrada, más simpatía.
Los psicólogos llaman a esto el "principio de la madurez". Si tienes 20 y pocos años, eres inseguro y
ansioso, puede ser reconfortante saber que, según el patrón, al envejecer serás más tranquilo. No
se puede decir lo mismo, sin embargo, sobre los preadolescentes, porque en esa etapa entra en
juego algo que se conoce como "la hipótesis de la ruptura".

Para leer: El cerebro adolescente

En Holanda se realizó un estudio con miles de adolescentes: durante la investigación, que


comenzó en 2005, se les sometió desde los 12 años de edad a tests de personalidad anuales, por
un periodo de seis o siete años. Al comienzo de la pubertad, los chicos presentaron una reducción
temporal de la meticulosidad (organización y autodisciplina) en tanto que las chicas manifestaron
un aumento transitorio de la neurosis (inestabilidad emocional).

El resultado parece reforzar los estereotipos sobre los adolescentes: habitaciones destartaladas y
cambios de humor. Pero, felizmente, ese retroceso en la personalidad es de corta duración y los
datos holandeses muestran que las características positivas previas de los jóvenes reaparecieron
al final de la adolescencia. Tanto los padres como los hijos están de acuerdo en que ocurren
cambios en esta fase. Pero, sorprendentemente, las alteraciones percibidas pueden variar según el
punto de vista.

Eso es lo que constató un estudio de 2017 realizado con más de 2.700 adolescentes alemanes. Los
jóvenes evaluaron sus propias personalidades en dos momentos: a los 11 y a los 14 años de edad.
En ambas ocasiones, los padres también analizaron las personalidades de los hijos.

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Se revelaron algunas diferencias: los adolescentes notaron, por ejemplo, una reducción en el
grado de amabilidad, pero los padres consideraron ese declive mucho más acentuado. Además,
los jóvenes se sentían cada vez más extrovertidos, mientras que los padres pensaban que estaban
más introvertidos.

"Los padres, de una manera general, observaron que los hijos eran menos agradables",
interpretaron los investigadores. Y, al mismo tiempo, clasificaron la reducción de meticulosidad de
los adolescentes con menos rigor que los jóvenes.

La divergencia puede parecer en principio contradictoria. Pero tal vez se pueda explicar por los
grandes cambios en las relaciones entre padres e hijos, desencadenados por las crecientes
demandas de los adolescentes de una mayor autonomía y privacidad.

Los investigadores resaltan que además pueden estar usando parámetros distintos: mientras que
los padres evalúan las características de los hijos en relación con un adulto, los jóvenes se
comparan con sus colegas. El resultado va en la misma línea que otros estudios que también
identificaron un patrón de reducción transitoria de los rasgos positivos (especialmente la
amabilidad y la autodisciplina) al inicio de la pubertad.

La visión general de la adolescencia como una "ruptura" temporal de la personalidad parece, por
tanto, correcta. Además, en la investigación alemana, padres e hijos estuvieron de acuerdo en que
la amabilidad había disminuido, solo disentían en cuánto se había reducido. Naturalmente, son
estudios de largo plazo que analizan los cambios de personalidad comunes entre adolescentes.

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Pocos datos individuales

Este tipo de dato en un ámbito de grupo enmascara la cantidad de variación individual que existe
de un adolescente a otro. En verdad, apenas estamos comenzando a entender la complicada
mezcla de factores genéticos y ambientales que contribuyen a los patrones individuales de
cambio de personalidad.

El cerebro adolescente es un buen punto de partida. En las últimas dos décadas, Sarah-Jayne
Blakemore y otros especialistas mostraron cómo el desarrollo de los jóvenes está marcado por
importantes cambios en el cerebro, incluyendo una "poda" del exceso de materia gris, asociada al
aprendizaje.

Ese factor podría contribuir a los patrones de cambio de personalidad en la adolescencia, de


acuerdo a un estudio noruego de 2018 basado en imágenes cerebrales.

Los investigadores examinaron los cerebros de decenas de jóvenes dos veces a lo largo de un
periodo de dos años y medio y les pidieron a los padres que analizaran las personalidades de los
hijos en las dos ocasiones.

Descubrieron que los que tenían puntuaciones más altas en términos de meticulosidad
presentaban una tasa más alta de afinación del área cortical en varias partes del cerebro, señal de
una "poda" más eficiente de materia gris y de mayor madurez. Lo mismo se observó en relación
con las evaluaciones más altas en la cuestión de la estabilidad emocional.

Esta línea de investigación todavía es nueva, pero según los científicos los resultados sugieren que
"grandes variaciones individuales en los rasgos de personalidad pueden estar parcialmente
relacionadas con la maduración cortical durante la adolescencia". En otras palabras, la forma
como nuestra materia gris cambia en la adolescencia puede afectar la manera como nos sentimos
y comportamos.

El estrés y los disgustos

Está claro que factores externos como situaciones de estrés o adversidad también están
intrínsecamente ligados a cualquier cambio de personalidad en esta fase. Y es evidente que ser
adolescente produce ansiedad.

Las investigaciones muestran que determinados tipos de estrés pueden tener un impacto sobre
cambios específicos de la personalidad.

En un estudio publicado en 2017 que contó con la cooperación de voluntarios estadounidenses los
investigadores evaluaron la personalidad de los participantes, con edades entre los 8 y los 12 años,
y repitieron el procedimiento tres, siete y diez años después. En paralelo, los voluntarios
registraron experiencias estresantes o adversas que vivieron en la adolescencia.

El estudio mostró que las situaciones de adversidad que estaban fuera del control de los
participantes -como el divorcio de los padres o un accidente de tráfico- se asociaron con el
aumento de la inestabilidad emocional a lo largo del tiempo, tanto en la adolescencia como en la
edad adulta.

Cuando el estrés estaba directamente relacionado con actitudes o decisiones de los participantes -
como mal comportamiento, que puede llevar a la expulsión de clase- este tuvo un efecto mayor en
la personalidad, pues fue relacionado no solo con un aumento de la neurosis (inestabilidad
emocional) sino con una disminución de la meticulosidad y la amabilidad con el paso de los años.

Los investigadores creen que las adversidades generadas por las acciones de un joven pueden ser
consideradas más estresantes, perjudicando así el desarrollo de su personalidad.

Esto sugiere que ofrecer apoyo emocional adecuado a los adolescentes, especialmente a los que
atraviesan situaciones de estrés, puede ayudar a combatir un ciclo de cambios negativos de la
personalidad. Pero no todo es perjudicial.

Aspectos positivos

Hay investigaciones que señalan consecuencias beneficiosas de los cambios de personalidad de los
adolescentes. Un estudio suizo de 2013 muestra, por ejemplo, que el proceso de afirmación de la
identidad de los jóvenes, como percibir que pueden actuar de forma auténtica, tener el control de
la propia vida y saber lo que se espera de ellos, a la larga está asociado con el desarrollo positivo
de la personalidad, incluyendo una mayor estabilidad emocional y meticulosidad.

Otro estudio reveló por su parte un vínculo entre la autoconfianza en la escuela y el desarrollo
positivo de la personalidad. Hallazgos como este son halagüeños porque ofrecen pistas sobre
cómo podemos crear ambientes más estimulantes para los adolescentes a fin de ayudar en el
desarrollo de su personalidad. Un enfoque en el que vale la pena invertir, ya que los rasgos de
personalidad en la adolescencia son predictivos de experiencias posteriores.
Por ejemplo, un estudio británico realizado entre más de 4.000 adolescentes mostró que aquellos
que presentan una evaluación baja en meticulosidad eran dos veces más propensos a estar
desempleados en el futuro, en comparación con los que consiguieron puntuaciones altas en la
misma cuestión.

Nos concentramos mucho en hacer que los adolescentes estudien y aprueben el examen de
acceso a la universidad. Pero tal vez nos deberíamos enfocar también en ayudar a cultivar sus
personalidades. Pensando en mis gemelos, esa es un área de investigación que quiero seguir de
cerca.

Acné: más que un simple grano

Esta condición que los jóvenes desarrollan en menor o mayor medida no es un tema superficial.
Claudia Marcela Rojas, directora del Hospital dermatológico Federico lleras Acosta explica que,
para que no deje secuelas físicas ni psicológicas la familia es un gran apoyo.

En temas de piel, la consulta más frecuente es el acné. Foto: Istock

Desde los 11 años Andrés Rojas quería ser actor. Pero en el momento en que su carrera empezaba
a consolidarse, en su rostro empezaron a salir granos. El empezó a dudar de su futuro. En charlas
que ahora da para concientizar acerca de este problema, Rojas, conocido por su actuación en La
mamá del 10, sentía que los actores tenían una piel diferente a la suya y que no iba a ser tan fácil
lograr surgir porque “no te ves tan bien”. Era un acné severo, como el que viven muchos jóvenes a
esa edad.

De hecho, en temas de piel, la consulta más frecuente es el acné, una enfermedad crónica y no
contagiosa que responde a un proceso de inflamación y se presenta en 80 por ciento de los
jóvenes en algún momento de la adolescencia. Esta es una verdad aquí en Colombia y en el
mundo. Algunos casos son más leves que otros, pero todos deberían tener atención profesional
porque es una enfermedad con efectos psicológicos importantes debido a que los granos aparecen
en sitios visibles como la cara, el pecho y la espalda. “El rostro es la carta de presentación y tenerla
llena de granos les produce a los jóvenes falta de autoestima, lo que los hace muy vulnerables”,
dice Claudia Marcela Rojas, médica y directora general del Hospital dermatológico Federico lleras
Acosta, una IPS del estado.

Lea también: Cinco cosas que no hay que decirles a quienes sufren de acné

Cómo está relacionada con la edad, debido a los cambios hormonales que presentan los jóvenes
entre los 10 y 12 años y hasta los 18, y que hacen que haya sobreproducción de grasa en las
glándulas sebáceas, muchos lo consideran un asunto normal que se resolverá solo, pero según
Rojas, a veces puede complicarse. Con frecuencia estas lesiones se infectan porque la grasa es el
medio preferido para una bacteria conocida como propionibacterium acnes. El acné puede ser
leve, y en dicho caso producir las típicas lesiones puntiformes, pero cuando se complica produce
esas lesiones rojas grandes, muy visibles, con grasa blanquecina en el centro que al quitarse dejan
secuelas.

Aunque le puede dar tanto a hombres como mujeres Rojas dice que ellas consultan más. “Pero
creemos que se complican más los hombres por que los folículos pilosos se tapan con la barba y
eso hace que se obstruyan más fácilmente. Los hombres, además tienden más a deprimirse con el
asunto. De ahí que la primera recomendación sea tener una red de apoyo familiar. Los padres
deben estar vigilando a sus hijos y acudir al médico ante la aparición de más de dos lesiones en la
cara. Pero el signo de alarma más importante es cuando el joven se aísla, su genio cambia y
empieza a desarrollar síntomas psicológicos. Con frecuencia la familia subestima el tema porque lo
considera normal para la edad y cree que por ser un asunto estético no merece la pena.
Pero según Rojas el 80 por ciento de quienes sufren de acné puede tener trastornos psicológicos
entre leves y severos. “Las cicatrices no son solo físicas, aunque estas son también importantes,
pues tener marcas en el rostro ya es un tema delicado. Pero las psicológicas son muy relevantes
porque les hacen bullying, les da miedo conquistar a una pareja, les da timidez, se les daña la
autoestima, en general la pasan muy mal”, dice. A veces a la consulta, estos jóvenes llegan
tapados con pasamontañas y su aspecto repercute en su vida social. Esto produce depresión
porque se aíslan y eso lleva a que se autolesionen y hagan intentos de suicidio”. Entre más
temprano menos cicatrices y mejor pronóstico y menos daño a la autoestima”, dice.

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El arsenal para estos casos son los retinoides tópicos y orales, entre los cuales está la controvertida
isotretinoina (Roacutan). También hay antibióticos, antiandrógenos y anticonceptivos orales. Los
más fuertes son las isotretinoianas, pero según los estudios que han hecho en el Federico Lleras,
estos son seguros. En 2017, el total de pacientes con acné fueron 15.619, y de esos, al 13, 7 por
ciento se les formuló isotretinoiana , es decir, a 2.141 pacientes. De esos sólo cinco tuvieron un
problema psicológico leve, es decir el 0,3 por ciento. “El medicamento es muy efectivo y es más
impactante la enfermedad para la autoestima, la enfermedad produce más depresión que los
medicamentos”, dice Rojas. Pero estos medicamentos hay que tomarlos con una vigilancia pues el
paciente no puede tomar alcohol durante el tratamiento ni suspenderlo porque de lo contrario
tendrá que empezar de nuevo.

Las recomendaciones son sencillas: no manipular las lesiones porque se pueden infectar más y
dejar cicatriz. Seguir una dieta adecuada, tomar más agua, hacer ejercicio y llevar vida sana ayuda
a que el acné sea más leve, pero cuando aparece “se necesita identificar qué tipo de lesión es”.
Tampoco es conveniente autoformularse sino ir al dermatólogo para que indique el tratamiento a
seguir de acuerdo al tipo de piel y de acné. El acné cede a partir de los 25 años. Hay algunos casos
en edad adulta pero son muy extraños. El momento álgido es la juventud y por eso es importante
evitar que se vuelva un problema para toda la vida.

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