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el proceso formativo del estudiante. Explique qué debería lograr una buena o
adecuada retroalimentación desde la perspectiva o experiencia de los
estudiantes. Complemente su respuesta desarrollando qué aspectos debe tener
en cuenta el docente al momento de ofrecer la retroalimentación, de modo que
esta cumpla su real contribución en el aprendizaje de los alumnos. Desarrolle, al
menos, tres aspectos que se deben tener en cuenta.
Para que las metas no se queden en buenos deseos es necesario, entre otras cosas,
contar con un sistema de monitoreo confiable; una buena evaluación, en efecto, puede
ser un elemento valioso para sustentar esfuerzos de mejora. Conviene destacar, sin
embargo, que no cualquier evaluación es adecuada para tan loable propósito. Hoy es
frecuente, de hecho, constatar que la evaluación adopta formas que pueden tener
consecuencias negativas graves para la calidad. En particular, la evaluación no debe
reducirse a la aplicación de pruebas de rendimiento en gran escala; se necesitan otros
acercamientos para evaluar todas las dimensiones de la calidad de un sistema
educativo, que hay que comenzar por tener claras. En concreto, esas dimensiones se
pueden expresar diciendo que un sistema educativo será de buena calidad si y sólo si:
Además, evaluar es más que medir: exige comparar el resultado de la medición con un
punto de referencia que establezca lo que debería haber, para llegar a un juicio sobre
lo aceptable o no de la situación observada. Por ello una buena evaluación debe
caracterizarse por varios rasgos:
Como educador, me convierto en dueño de sus ideas. El motivo que lo explica consiste
en el carácter instrumental que la evaluación debe tener. En efecto, no tiene sentido
evaluar por el simple hecho de evaluar, sino que debemos hacerlo para mejorar nuestra
acción y valorar sus resultados. Evaluamos a los alumnos para planificar y desarrollar
mejor los procesos de enseñanza y aprendizaje que desarrollamos en las aulas.
Evaluamos a las escuelas para lograr que funcionen mejor y más eficazmente y para
conseguir que ofrezcan las condiciones que favorecen un aprendizaje de calidad.
Evaluamos al profesorado para incentivarle en su desarrollo profesional y promover las
buenas prácticas docentes. Evaluamos, en fin, el sistema educativo para valorar la
adecuación, la pertinencia y la eficacia de las políticas educativas que impulsamos. En
suma, evaluamos para mejorar, no por rutina o por el mero gusto de evaluar.
Pregono con ellas, con esas ideas, y ahora que se vive una suerte de crisis entre
ministerio y magisterio invoco que la evaluación no es la mala, sino el mecanismo y la
forma de su aplicación. Para terminar, como se sostiene en su artículo editorial, la
educación es toda una fórmula o una estructura muy compleja. En tanto se quiere, como
educadores, auspiciar la llamada calidad de educación, se debe tratar con todos los
frentes sociales del entorno próximo y distante del destinatario de la educación y no
mostrar las espaldas a ninguno de ellos.