Se sabe que el señor Miguel Cotes Yépez fue detenido por la Policía Nacional el
día 16 de septiembre de 2004 a las 11:15 horas, atendiendo a la información de
una fuente humana, según la cual miembros de las Autodefensas se reunirían en
el centro comercial Buenavista para entregar cuentas sobre el producto de las
extorsiones en la ciudad. (…) Se sabe que el día 1 de octubre de 2004, la Fiscalía
Quinta Delegada ante los Jueces Penales del Circuito definió la situación jurídica
de los capturados, entre ellos la del señor Cotes Yépez, absteniéndose de proferir
medida de aseguramiento y ordenando la libertad inmediata. (…) Está demostrado
que el 1 de diciembre de 2005, el Fiscal Tercero Delegado ante Jueces penales
del Circuito de Santa Marta precluyó la investigación en contra de los sindicados,
omitiendo cualquier mención al señor Cotes Yépez. En la mencionada providencia
se menciona la insuficiencia probatoria del informe de la Policía y la falta de
material probatorio adicional (f. 73, c.3). Así mismo, el día 24 de enero de 2006, tal
resolución fue adicionada, para incluir al procesado Florentino Miguel Cotes
Yépez.
Ahora bien, en tanto ejercida por hombres, la existencia misma de la justicia penal
conlleva posibilidad de error, ya sea por falta de rectitud del juzgador o por el
hecho simplísimo de que la infalibilidad no es prerrogativa humana. Empero, como
la convivencia social sería imposible sin la existencia de la función jurisdiccional,
los titulares de ésta última están obligados a adoptar medidas tendientes a i)
minimizar los posibles escenarios de privación innecesaria e indebida de la
libertad y ii) reparar el daño causado, a quien fue detenido injustamente. El
primero de estos deberes se cumple mediante la sujeción rigurosa a los principios
de presunción de inocencia, legalidad, favorabilidad, defensa e in dubio pro reo,
así como los de necesidad y excepcionalidad de las medidas de aseguramiento en
la etapa de investigación. El segundo da lugar a un deber de indemnizar y reparar,
al margen de las conductas de las autoridades comprometidas en la imposición de
la medida.
En el caso concreto se observa que el señor Cotes Yépez fue detenido por la
Policía judicial con base en versiones de un informante no identificado, y sin que
se pudiera probar que en el momento de la captura realizara actividad ilícita o
estuviera en posesión de material relacionado con la misma. En este sentido se
impone la conclusión de que, sin importar la solidez de la prueba que pudiera
motivar el operativo, la captura realizada por la Policía Nacional fue ilegal y por
tanto, contrariamente a lo que sostuvo el a quo, no podía considerarse dentro de
la órbita de lo que el señor Cotes Yépez estaba obligado a soportar. Cabe resaltar
que, dado que la flagrancia se define como la captura en el momento de la
infracción, y únicamente el juez penal tiene autoridad para pronunciarse
definitivamente sobre el delito no cabe predicar la flagrancia en aquellos casos en
los que no existe condena definitiva proferida por la autoridad competente. De ahí
que todo juicio sobre la flagrancia, al margen de aquella solamente puede
reputarse provisional o aparente. Así las cosas, dado que en este caso no se
desvirtuó la presunción de inocencia, el actor no estaba obligado a soportar la
captura, así se hubiera presentado como flagrancia.
Toda vez que la detención del actor no se motivó por la infracción voluntaria de la
ley penal (acto libre al que el ordenamiento responde con la pena) excede por
completo las cargas que le correspondía soportar. Tampoco se observa que, al
margen de lo propiamente penal, el señor Cotes Yépez haya realizado alguna
acción subsumible dentro de los parámetros de la culpa civil. De hecho, lo único
que se pudo acreditar en el proceso fue que el señor Cotes Yépez se encontraba
en un centro comercial en el que un informante anónimo afirmó que se reunirían
miembros de las Autodefensas y que se subió a un taxi en compañía de un
conocido que momentos antes se había reunido con un grupo de personas, entre
cuyos miembros había un individuo que luego fue hallado en posesión de
documentos que, en sí mismos, fueron considerados insuficientes para probar
delito alguno, como lo resolvió la misma Fiscalía. En este sentido, el acervo
probatorio ni siquiera permite tener noticia de actividad alguna (conforme o no con
la buena fe) del señor Cotes, siendo únicamente posible pronunciarse sobre su
ubicación geográfica el día de la captura. De manera que, como el señor
Florentino Miguel Cotes Yépez fue privado de la libertad injustamente, los daños y
perjuicios por los que reclama son imputables a la Nación-Ministerio de Defensa-
Policía Nacional y a la Fiscalía General de la Nación.
[T]oda vez que el actor estuvo privado de la libertad durante un lapso inferior a un
mes, se impone la conclusión de que a la víctima directa, su esposa, hija, hija de
crianza y a cada uno de sus padres corresponden sendas indemnizaciones por
valor equivalente a quince (15) salarios mínimos legales mensuales vigentes a la
ejecutoria de esta providencia, en tanto que a su hermana corresponde la mitad de
dicha cantidad (7.5 smlmv). Así mismo, dado que el actor permaneció quince días
privado de su libertad, de los cuales uno lo estuvo por cuenta de la Policía
Nacional y catorce a disposición de la Fiscalía General de la Nación, la Sala
estima que las entidades deberán pagar una suma proporcional al tiempo a cuyo
cargo estuvo la libertad del actor, correspondiendo a la Policía Nacional el 6.6% de
la condena y la cantidad restante a la Fiscalía General de la Nación. Así pues,
aunque se condenará solidariamente, atendiendo a los criterios generales del
Código Civil sobre la concurrencia en la causación del daño (en este caso, en la
producción y mantenimiento del mismo), la entidad que pagare efectivamente
podrá repetir contra la otra en la proporción antes señalada.
Por otra parte, la Sala hace notar que debido a la ambigüedad del concepto de
daño a la vida en relación, la jurisprudencia de este tribunal ha optado por
entender que, por regla general, este ha de entenderse subsumido dentro de las
categorías de daño a la salud, cuando la pérdida relacional se derive del
detrimento psíquico-físico, y en los demás casos, dentro de los perjuicios morales.
Por consiguiente, en el caso de la privación injusta de la libertad la indemnización
monetaria del daño inmaterial, se restringe a la indemnización de perjuicios
morales, aceptándose la procedencia de medidas no pecuniarias de reparación
integral y no repetición en el caso de afectación relevante a bienes convencional y
constitucionalmente amparados. En tal virtud, la Sala no reconocerá las peticiones
relativas a este daño.
En lo que tiene que ver con el daño emergente, la Sala encuentra probado que,
efectivamente, el señor Feliciano Miguel Cotes Yépez fue representado por el
abogado Yaír Manjarrez Diaztangle. Empero no encuentra constancia del valor
retribuido por sus servicios por lo que la condena habrá de estimarse según los
criterios generales establecidos por el Colegio Nacional de Abogados para la
fijación de las tarifas. Así las cosas, dado que la investigación fue asumida por la
Fiscalía Delegada ante los Jueces del Circuito, la tarifa correspondiente asciende
a veinte (20) salarios mínimos legales mensuales vigentes a la ejecutoria de esta
providencia. Tal y como se estipuló respecto de los daños morales, la condena se
impondrá solidariamente, pero la parte que cancele la deuda podrá repetir contra
la codemandada en la proporción enunciada ad supra.
CONSEJO DE ESTADO
SALA DE LO CONTENCIOSO ADMINISTRATIVO
SECCIÓN TERCERA
SUBSECCIÓN B
ANTECEDENTES
1. Pretensiones
1
En las distintas actuaciones procesales aparece indistintamente la escritura del apellido
del actor como Yépez o Yepes. Se hace notar que en su registro civil figura la primera de
las versiones.
El 6 de agosto de 2007, ante los Juzgados Administrativos de Santa Marta 2, los
señores Florentino Miguel Cotes Yépez, Miguel Cotes Perozo, Dorida Isabel
Yépez de Cotes y Jesica Cotes Yépez, quienes actúan en nombre propio, y
Alexandra García Llanos en su nombre y en representación de los menores
Mariana Cotes García y Wendy Johana Jiménez García, en ejercicio de la acción
de reparación directa prevista en el artículo 86 del Código Contencioso
Administrativo, a través de apoderado, presentaron demanda contra la Nación-
Ministerio de Defensa-Policía Nacional y Fiscalía General de la Nación por la
privación de la libertad a la que se vio sometido el primero de los mencionados.
2
La demanda, en principio, correspondió por reparto al Juzgado Tercero Administrativo de
Santa Marta, quien el 10 de agosto de 2007 la admitió y dispuso las notificaciones
correspondientes, así como la fijación del proceso en lista. El 27 de febrero de 2008 abrió
el proceso a pruebas y el 14 de octubre de la misma anualidad, en cumplimiento del auto
de 9 se septiembre de 2008 dictado por la Sala Plena de esta Corporación declaró su falta
de competencia y remitió la actuación a la Secretaría General del Tribunal Administrativo
del Magdalena, donde se realizó el reparto el 23 de octubre de 2008 y el ponente avocó
conocimiento el 3 de marzo de 2009.
4. Para WENDY JOHANA JIMÉNEZ GARCÍA, cien (100) salarios mínimos
en su condición de hijastra de la víctima.
2. Fundamentos de hecho
Como fundamento de sus peticiones, los demandantes adujeron los siguientes
hechos y circunstancias:
12. Su esposa, sus hijos, hermanos, padres, han sufrido mucho moralmente
con la presentación de FLORENTINO MIGUEL COTES YÉPEZ ante la
opinión pública por medio de la radio de la ciudad, la prensa y ante personas
que se encontraban en el lugar de los hechos por parte de la Policía
Nacional como un delincuente ya que entre ellos existía y existe una buena
relación de cariño y afecto y viven en el mismo techo desde antes de ser
privado de la libertad en forma injusta.
14. Con la privación injusta de la libertad tanto su esposa como sus hijos,
padres y hermanos se han visto perjudicados considerablemente, pues se
han lesionado sus intereses familiares por la irresponsabilidad de la Policía
Nacional y la Fiscalía General de la Nación. Por lo tanto, procede
indemnización o reparación de los perjuicios morales, materiales y de vida en
relación, que resultan de la irreparable (sic) por la irresponsable privación
injusta de la libertad por parte de la Policía Nacional y del ente instructor, su
esposa, hijos, padres y hermanos lo han asumido en profundo dolor y
aflicción.
3. Contestación de la demanda
Por otra parte, destacó que debido a que no es posible establecer una falla en el
servicio de su parte, no cabe predicar nexo causal entre ella y los daños alegados,
de modo que no existe fundamento para la imputación.
5. Alegatos de Conclusión
Igualmente, resaltó que la detención realizada por la Policía Nacional fue ilegal, al
carecer de fundamento jurídico y realizarse fuera de los supuestos de flagrancia,
con base en un simple informe que, según la jurisprudencia de las altas cortes,
carece de todo valor probatorio.
6. Sentencia recurrida
En lo que tiene que ver con la Fiscalía resaltó que su actuación se ajustó en todo
momento a derecho y que, de hecho, fue la entidad que ordenó la libertad del
sindicado.
Añadió que, en todo caso, el actor tenía que soportar la carga de la detención por
cuanto “contaba con un registro en la base de datos del Departamento de Policía
del Magdalena-Sección Policía Judicial-Grupos Armados ilegales- donde se le
ubicaba como una persona incluida en el orden de Batalla de las Autodefensas
que operaban en las estribaciones de la sierra nevada de Santa Marta”.
7. Recurso de apelación
La parte actora impugna el fallo. Resalta que a pesar de lo señalado por el a quo,
en el caso concreto no hay elemento alguno que permita dar validez a las
afirmaciones de la Policía sobre su pertenencia a las Autodefensas Unidas de
Colombia y que, por el contrario, tanto de los videos y registros fotográficos como
del testimonio de uno de los agentes intervinientes en el operativo se desprende
que el señor Cotes jamás participó en la reunión en la que –supuestamente- se
entregaban las cuentas de la actividad delictiva ni tuvo contacto con la persona a
quien se le incautaron los elementos que la Policía consideró demostraban la
comisión del delito. De manera que, en ese sentido, carece de todo fundamento la
afirmación de que la captura fuera en flagrancia y, consecuentemente, se impone
la conclusión de la ilegalidad de la misma.
Adicionalmente, señala que en el caso sub lite la detención no fue ordenada por la
Fiscalía, sino que fue realizada por la Policía Nacional con fundamento en las
declaraciones de un tercero, por lo que en el caso concreto se configura la causal
de hecho de un tercero.
Por otra parte, destacó que su actuación se ajustó en todo momento a sus
deberes constitucionales y legales toda vez que está obligada a actuar según el
principio de prevención.
CONSIDERACIONES DE LA SALA
1. Competencia
Corresponde a la Sala conocer el presente asunto, pues, de acuerdo con lo
dispuesto en el artículo 73 de la Ley 270 de 1996, Estatutaria de la Administración
de Justicia tal como fue entendida por esta Corporación 3, la segunda instancia en
un proceso adelantado en ejercicio de la acción de reparación directa, por hechos
de la administración de justicia debe ser conocida por esta Corporación.
2. Caducidad de la acción
3. Problema jurídico
3
“De las acciones de reparación directa y de repetición de que tratan los artículos
anteriores, conocerá de modo privativo la Jurisdicción Contencioso Administrativa
conforme al procedimiento ordinario y de acuerdo con las reglas comunes de distribución
de competencia entre el Consejo de Estado y los Tribunales Administrativos”.
4
Consejo de Estado, Sección Tercera, auto de 3 de marzo de 2010, expediente 36473
C.P. Ruth Stella Correa Palacio; auto de 9 de mayo de 2011, expediente 40324 C.P. Jaime
Orlando Santofimio Gamboa.
4. Sobre la legitimación en la causa
5.1.1. Se sabe que el señor Miguel Cotes Yépez fue detenido por la Policía
Nacional el día 16 de septiembre de 2004 a las 11:15 horas, atendiendo a la
información de una fuente humana, según la cual miembros de las Autodefensas
se reunirían en el centro comercial Buenavista para entregar cuentas sobre el
producto de las extorsiones en la ciudad. En el informe entregado por la Policía a
la Fiscalía General de la Nación se lee lo siguiente sobre las condiciones y
motivos de la detención:
5
En tanto que estas personas no fueron condenadas, se omite su nombre para preservar su
derecho al buen nombre.
A las personas aprendidas se le buscaron antecedentes, se consultó en los
archivos de la Registraduría Nacional del Estado Civil y fueron entrevistados
donde manifestaron que no se conocían y que estaban de compras para el
día del amor y la amistad y por tal razón se encontraban en el centro
comercial Buena Vista. Al ser cuestionados sobre su relación y el motivo por
el cual se encontraban dentro del mismo taxi entre ellos sin conocerse, no
supieron dar una respuesta que justificara su presencia, así mismo, al
manifestarse cuál era el motivo por el cual estaban reunidos en el centro
comercial señalaron que en ningún momento se habían reunido. Como
prueba de esta serie de contradicciones que existen entre ellos y los
documentos que se hallo (sic) a uno de ellos en un sobre de Manila, se
anexa un video que permite descartar los argumentos por ellos expuestos (f.
2 y 3, c. 2).
5.1.4. Se sabe que el día 1 de octubre de 2004, la Fiscalía Quinta Delegada ante
los Jueces Penales del Circuito definió la situación jurídica de los capturados,
entre ellos la del señor Cotes Yépez, absteniéndose de proferir medida de
aseguramiento y ordenando la libertad inmediata. Consideró la Fiscalía en tal
ocasión:
6
“Al tener como punto de vista el objeto de protección del enunciado normativo “dignidad
humana”, la Sala ha identificado a lo largo de la jurisprudencia de la Corte, tres
lineamientos claros y diferenciables: (i) La dignidad humana entendida como autonomía o
como posibilidad de diseñar un plan vital y de determinarse según sus características (vivir
como quiera). (ii) La dignidad humana entendida como ciertas condiciones materiales
concretas de existencia (vivir bien). Y (iii) la dignidad humana entendida como intangibilidad
de los bienes no patrimoniales, integridad física e integridad moral (vivir sin humillaciones)”.
(Corte Constitucional, Sentencia T. 881/02. M.P. Eduardo Montealegre Lynett).
El artículo antedicho comprende por una parte, el reconocimiento de libertad de la
persona y, por otra, la aceptación de que ésta puede ser restringida
temporalmente (aunque nunca anulada definitivamente, tal como lo sugiere la
prohibición de las penas imprescriptibles) en razón de la necesidad social de
investigar y sancionar las conductas delictivas. Que el reconocimiento de la
libertad física y la previsión de una justicia penal con facultades para restringirla se
hallen en la misma norma constitucional no deja de ser significativo y pone de
manifiesto que, en el marco del Estado de derecho, el ejercicio de las aludidas
facultades no puede entenderse como una prerrogativa omnímoda de las
autoridades. Por el contrario, a quien se le confiere la autoridad para restringir la
libertad, como salvaguardia del orden social, se lo erige también como garante y
guardián de la misma.
Ahora bien, en tanto ejercida por hombres, la existencia misma de la justicia penal
conlleva posibilidad de error, ya sea por falta de rectitud del juzgador o por el
hecho simplísimo de que la infalibilidad no es prerrogativa humana. Empero, como
la convivencia social sería imposible sin la existencia de la función jurisdiccional,
los titulares de ésta última están obligados a adoptar medidas tendientes a i)
minimizar los posibles escenarios de privación innecesaria e indebida de la
libertad y ii) reparar el daño causado, a quien fue detenido injustamente.
Como se ve, en estos casos, la pena se reputa justa y, con razón, no contradice al
principio de dignidad, puesto que no parte de una disposición arbitraria del bien
7
Colombia, Asamblea Nacional Constituyente, Actas de sesiones de las Comisiones, Art.
90, Sesión Comisión 1, Mayo 6, pág. 4.
jurídico de la libertad por parte del Estado, sino que, por el contrario, se aviene al
delincuente como consecuencia de su autonomía, de modo que, en cierta forma,
es exigida por su misma dignidad. No sucede lo mismo cuando la pena o la
medida de aseguramiento no pueden correlacionarse de alguna manera, con acto
originario de la libertad. En efecto, incluso cuando la privación de la libertad no
provenga de la arbitrariedad estatal, pues en el caso concreto se hubiesen
seguido sin éxito todas las reglas de la prudencia encaminadas a evitar el error.
Esto es así porque negar la injusticia de la detención de quien no es culpable
supondría asumir que, de alguna manera, la autonomía y el propio ser de por el
solo hecho de la investigación se sujetan a disposición del Estado. Aceptar que el
Estado no incurre en injusticia por disponer sobre la libertad de las personas
significa, empero, aceptar que la libertad no es derecho y condición preexistente
ontológicamente a la asociación sino mera concesión del poder 8. El todo social es,
desde esta perspectiva, el titular de todos los derechos y su gracioso dispensador.
Nadie puede reclamar nada al Estado, porque no hay nada anterior a él.
Claramente no es éste el Estado de derecho.
8
En este sentido vale recordar nuevamente a Kant, quien afirma enfáticamente que “la
pena judicial (poena forensis) (…) no puede nunca servir simplemente como medio para
fomentar otro bien, sea para el delincuente mismo sea para la sociedad civil, sino que de
imponérsele sólo porque ha delinquido; porque el hombre nunca puede ser manejado
como medio para los propósitos de otros ni confundido entre los objetos del derecho real”
Immanuel Kant, Metafísica de las Costumbres, Bogotá,. Rei Andes, 1995. Pág. 166.
manifiesta de la administración judicial, la eventualidad de ser privado de la
libertad se encuentra comprendida dentro de las cargas públicas que todo
ciudadano debe soportar. Recuérdese en este sentido lo manifestado por esta
Corporación en sentencia de 4 de diciembre de 2006:
9
Consejo de Estado, Sala de lo Contencioso Administrativo, Sección tercera, sentencia de 4 de
diciembre de 2006, radicación número 25000-23-000-1994-09817-01, C.P Mauricio Fajardo
Gómez.
Se ha de insistir, por lo demás, en que el deber de reparación por privación injusta
de la libertad es una exigencia constitucional directa y no derivada por ende de
una previsión legal (v.gr. el art. 414 del Decreto 2700 de 1991) o jurisprudencial.
Esto no solamente queda patente en el hecho mismo de que conceptualmente es
imposible no excluir a la privación de la libertad del inocente de la categoría
conceptual del daño antijurídico, sino también por la consideración de la voluntad
del constituyente, a la luz del método histórico de interpretación. En efecto, en los
proyectos y ponencias presentados en la Asamblea Nacional Constituyente se
advierte una preocupación seria por reparar las consecuencias de la pérdida de la
libertad por error judicial. Al respecto es diciente lo manifestado por la
Constituyente Helena Herrán de Montoya, el día 7 de marzo de 1991, en la
exposición de motivos de un artículo cuyo texto es similar en lo sustancial al actual
artículo 90 de la Constitución Política:
Aunque muchas constituciones traen una norma expresa para el error judicial
o para la administración de justicia en general, consideramos más técnico
que un solo artículo se consagre la responsabilidad del Estado por todas sus
actividades, del modo que se hace por ejemplo, en la Constitución española
(“los particulares, en los términos establecidos por la ley, tendrán derecho a
ser indemnizados por toda lesión que sufran en cualquiera de sus bienes y
derechos, salvo en los casos de fuerza mayor, siempre que la lesión sea
consecuencia del funcionamiento de los servicios públicos”, art. 106,
segundo apartado), y en la uruguaya (“el Estado, los gobiernos
departamentales, los entes autónomos, los servicios descentralizados y, en
general, todo órgano del Estado, serán civilmente responsables del daño
causado a terceros, en la ejecución de los servicios públicos, confiados a su
gestión o dirección”, art. 24).
Es una verdad a gritos que en Colombia reina la impunidad más absoluta. Y
sin embargo, cuando se produce una condena, no siempre se logra el acierto
y de ahí que nuestra historia judicial registre casos extremadamente
dolorosos como relata, entre otros, el profesor Carlos H. Pareja.
A este respecto conviene, así mismo, resaltar que la calificación de la conducta del
actor como dolosa o gravemente culposa solamente se puede realizar desde la
perspectiva de la culpa civil, esto es, a la luz de la confrontación de la conducta del
actor con un estándar objetivo de buena fe, definido, por el modelo de conducta
Por otra parte, es de mencionar que aún cuando la detención pueda ser ab initio
extraña a la actuación de la Fiscalía, deja de serlo en el momento en que el
capturado es puesto a disposición del ente investigador. Por lo que el
mantenimiento de la decisión de captura es imputable a la entidad con
competencia para revocarla, es decir, la Fiscalía General de la Nación.
5.4. Análisis del caso concreto
En el caso concreto se observa que el señor Cotes Yépez fue detenido por la
Policía judicial con base en versiones de un informante no identificado, y sin que
se pudiera probar que en el momento de la captura realizara actividad ilícita o
estuviera en posesión de material relacionado con la misma. En este sentido se
impone la conclusión de que, sin importar la solidez de la prueba que pudiera
motivar el operativo, la captura realizada por la Policía Nacional fue ilegal y por
tanto, contrariamente a lo que sostuvo el a quo, no podía considerarse dentro de
la órbita de lo que el señor Cotes Yépez estaba obligado a soportar.
Por otra parte, toda vez que la detención del actor no se motivó por la infracción
voluntaria de la ley penal (acto libre al que el ordenamiento responde con la pena)
excede por completo las cargas que le correspondía soportar. Tampoco se
observa que, al margen de lo propiamente penal, el señor Cotes Yépez haya
realizado alguna acción subsumible dentro de los parámetros de la culpa civil. De
hecho, lo único que se pudo acreditar en el proceso fue que el señor Cotes Yépez
se encontraba en un centro comercial en el que un informante anónimo afirmó que
se reunirían miembros de las Autodefensas y que se subió a un taxi en compañía
de un conocido que momentos antes se había reunido con un grupo de personas,
entre cuyos miembros había un individuo que luego fue hallado en posesión de
documentos que, en sí mismos, fueron considerados insuficientes para probar
delito alguno, como lo resolvió la misma Fiscalía. En este sentido, el acervo
probatorio ni siquiera permite tener noticia de actividad alguna (conforme o no con
la buena fe) del señor Cotes, siendo únicamente posible pronunciarse sobre su
ubicación geográfica el día de la captura. De manera que, como el señor
Florentino Miguel Cotes Yépez fue privado de la libertad injustamente, los daños y
perjuicios por los que reclama son imputables a la Nación-Ministerio de Defensa-
Policía Nacional y a la Fiscalía General de la Nación.
6. Liquidación de perjuicios
Superior a 9 e inferior a 12 80 40 28 20 12
Teniendo en cuenta lo anterior y toda vez que el actor estuvo privado de la libertad
durante un lapso inferior a un mes, se impone la conclusión de que a la víctima
directa, su esposa, hija, hija de crianza y a cada uno de sus padres corresponden
sendas indemnizaciones por valor equivalente a quince (15) salarios mínimos
legales mensuales vigentes a la ejecutoria de esta providencia, en tanto que a su
hermana corresponde la mitad de dicha cantidad (7.5 smlmv)
Así mismo, dado que el actor permaneció quince días privado de su libertad, de
los cuales uno lo estuvo por cuenta de la Policía Nacional y catorce a disposición
de la Fiscalía General de la Nación, la Sala estima que las entidades deberán
Por otra parte, la Sala hace notar que debido a la ambigüedad del concepto de
daño a la vida en relación, la jurisprudencia de este tribunal ha optado por
entender que, por regla general, este ha de entenderse subsumido dentro de las
categorías de daño a la salud, cuando la pérdida relacional se derive del
detrimento psíquico-físico, y en los demás casos, dentro de los perjuicios morales.
En lo que tiene que ver con el daño emergente, la Sala encuentra probado que,
efectivamente, el señor Feliciano Miguel Cotes Yépez fue representado por el
abogado Yaír Manjarrez Diaztangle. Empero no encuentra constancia del valor
retribuido por sus servicios por lo que la condena habrá de estimarse según los
criterios generales establecidos por el Colegio Nacional de Abogados para la
fijación de las tarifas. Así las cosas, dado que la investigación fue asumida por la
Fiscalía Delegada ante los Jueces del Circuito, la tarifa correspondiente asciende
a veinte (20) salarios mínimos legales mensuales vigentes a la ejecutoria de esta
providencia.
Tal y como se estipuló respecto de los daños morales, la condena se impondrá
solidariamente, pero la parte que cancele la deuda podrá repetir contra la
codemandada en la proporción enunciada ad supra.
8. Costas
RESUELVE
Quinto.- La entidad que pagare las condenas aquí impuestas podrá repetir contra
la otra demandada, de acuerdo con las proporciones señaladas en la parte motiva.
Octavo.- DESE CUMPLIMIENTO a lo dispuesto en los artículos 176, 177 y 178 del
Código Contencioso Administrativo y 115 del Código de Procedimiento Civil