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conscientes
de la existencia de Samaria
Dos mujeres,
austeras y sitiadas,
inician su disciplina de crecer directamente
hacia la luz,
perpetrando apodos
con un solo ojo
fijo el otro en la repetición de la mejor jugada
Dos más,
pintadas a cartabón,
que vuelven
de su recorrido no católico, sin cebos,
reptarán
a lavarse en lavadoras
Un onceavo,
pequeño perro de presa,
disimula en su cortado
las argucias aritméticas de la tragaperras
Exprimida mi corteza,
deconstruido ,
lo que ocurrió
a tu alrededor
mientras dormías
No lo sé.
Un tren de bocanadas estrellándose encima.
Y salar ocularmente
cada grosero objeto
que la toca
en los límites
cribados
Que avecinan
el origen
de ser hermano
Ser miserable.
Ser mezquino
y,
desconchado el amor,
viviendo de espaldas,
y te hace el muerto
sea
también
de la familia
Me pongo triste y menguo
viendo
como pasan coches rojos
con su gente
Me descompongo
Me atavío
con ese dilema casi onírico
que es temblar,
para
sujetar, luego, mis pies
a la catástrofe
de que mañana
Desolado,
vigilo
el caos, que
necesitado de mordiscos,
interfiere por debajo de las puertas
(mar farsante que ni traga ni esputa)
Clono la piel,
y hago más piel,
retengo el sudor y soy algo más agua
Y no me importa
Cae la noche y sus isótopos
Y no sé
si llegarán muy lejos
Eloise,
yéndose,
hincha
Sola,
fascinada allá abajo,
retrato de la pormenorización,
como midiendo
los metros cúbicos,
exactos,
de la piscina municipal
Le dicen
que su corazón
no vale
Alguien
dilapida su admiración
detrás de la persiana.
Manualmente.
que respirar
es la mera incapacidad
del escondite
Despiertas
notándote alfeizar
en el velo del paladar
Helicoidal,
con las piernas domesticadas
en ángulo obtuso
Despiertas
y el hombre de tu vida
ya se arrojó
por la ventana
ya bien temprano
Abrázate Arsenia.
No dejes que viaje solo.
Obligatoriamente, ha de escocer
Compendio de incomprendidos,
las santidades de bazar
os olvidaron,
las larvas del sudor ante notario, puras carcasas,
jodiendo a gritos
para oír su amor
ralentizas,
entierras a tu hombre
entre los brazos
y celebras su cuerpo estático
Ahí morí.
Sí.
y sus legañas,
censurando el sueño de anoche
porque todo el mundo tiene sueños que no sueña
y su experiencia general
de no tener los párpados exentos
para anegar
la última noche
en que se mantuvo vivo
Esa es tu hambre.
Oscila,
pero, a veces,
tu hija mira al suelo
buscando algo mínimamente
comestible
y
sin darme cuenta,
nihilista,
Me siento y siento.
Porque me siento a sentir.
Como,
letra a letra, cada palabra dicha.
Quizá,
devorándose,
haya otra vida
Parí,
y salieron hombres de mis latitudes
Hombres planos
con las vísceras por fuera,
para acariciarlas
rogando,
a la desesperada,
puntos y aparte
ya todo
costra
Quizá, mientras ahora suspiro,
el Papa
abandone su entusiasmo hipócrita
de hace unas horas
Quizá,
mientras suspiro,
se siente el Papa,
o alguien coloque
el primer ladrillo de su nicho futuro,
o alguien se impermeabilice:
baje persianas,
corra pestillos,
se concentre en sí y las venas del brazo
porque hace un frio
demasiado cabrón.
Quizá,
mientras suspiro,
incorregibles,
el médico recete,
el acomodador espíe
Quizá,
mientras suspiro,
por fin,
el Papa
cague.
Y una vez fuera,
revuelto
o mimetizado,
rehúsas
a que llegue,
como un esguince,
finito,
otro verano
cernido a estar
que te lleva
dios
Y dice también,
cuando se densa,
que todo es una cuestión
cronometrada
de habilidad y óptica
y que desaparecerá,
incluso si te apiadas
porque vivir,
sobre todo,
hernia
Una chica está sentada
en la escalera número cuatro de la playa
de San Lorenzo,
La ciudad crece,
acostumbrada,
por la raíz de su espalda,
como agricultor
preparado
para una nueva siembra,
maniatada,
de cadáveres.
El mar,
comedido,
no se estampará en sus labios este martes.
Ya la tarde
aplacará en lluvia
su necesidad polisémica de amor y odio
Y este día
se ajenará,
veterano y veloz
Y tu costilla,
tectónica,
que te hace respirar tosco
Y el macho,
que mitiga su erección,
con la tranquilidad especulativa del terrorista
Vuelve
el amor
al sanedrín de tus dientes postizos,
porque
trajiste
a tus hijos
a la cena
Janet Gaynor se hundió
al amanecer
polinizada en su bote de remos
El sudor me resbala,
acantilado,
por la espalda
que el anhelo
casi vertiginoso
que me animó a este zoco
era la aberración
única, cínica y sin faz
de desenterrarla
y contemplar,
chorreando,
su muerte natural
e inalterable
Los niños están durmiendo. O deberían.
Las paredes dejaron de ser paredes
y se confundieron con el techo
aferrándome
con fiereza
a unos órganos genitales anémicos
en directo
ágil tormenta
moldea los plurales
del ballenero
desconectada
su fe riela ausente.
El cuerpo infló
casi inflamable
decora la orilla un
restaurante pus
se paladea
intensa de arrumacos
la mañana vil
planifica ser
un san Valentín plural
de carroñeros
la esencia humana
por aves excretada
vuelve al mar de Azov
a veces llueve
(sanguinolenta madre)
lo no debido
Yo,
que me escondí de los hombres
y polar en demasía
los espío
sospecho
en las hurañas córneas
de esa chica
tambaleante
mientras vomitaba
En la lona,
ciento cincuenta y siete centímetros
sin puntería
y otros dieciséis,
pasivos,
si no estás
Afuera,
la estepa kazaja,
crispada,
cruel,
abundante,
Y Yuri,
allí dentro,
carcomido en el cohete,
piensa en ti
añora
la piedad brutal del minutero
invisibles
Hay días
en que os mataría a todos por la espalda
Sin prolegómenos,
labrando,
veros desplomar
vuestra insípida costumbre de porvenir esclavo
Y que el telediario,
astuto,
festeje
en seis minutos
que la muerte,
hembra honda,
os cazó
( luego,
resumen de la pasarela Cibeles
para el que
mutilado
sobreviva)
Los perros ya no tienen corazón
y tú, amor
ya no encuentras quién te salve
Acumuladas de añicos
y sin oficio aparente
se empeñan en esquivar
a Euclides
Yo,
que te descubrí pálida y sin estatura,
dejo, indecente, que me vulneren
y hecho ya réplica
me reciclo
acaso
para cebar muil
Lo santos
multiplican sus visiones bajo la ducha
y se inundan,
embrionados de sífilis
Los yonquis,
invertebrados en su chándal Arkapen,
apresuran
sus sorpresas
en la sangre
Padre y madre,
en descanso de su vorágine amatoria
desde hace siglos
esparcen su sarna predecible
por doquier
El doctor Cañada,
tras resbalar un nuevo niño
hasta esta panacea
se construye un grosero bolo alimenticio
Uno
que fue púgil,
deshilachando
la mentira imbécil
que es la vida
y
todo un séquito
de noctámbulos
sin corazón,
(todo papilas)
Pero desesperada…
…buff…
…de cojones