SUMARIO
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JUAN ANroNlo MAk-ros NÚÑEZ
I. INTRODUCCIÓN
' PLATON, <<Defensa de Sócrates», en Obras completas. Traducción del griego y notas
por María Araujo y otros. Editorial Aguilar, S. A., Madrid, 1972, p. 216.
= Véase, por todos, BASSIOLINT Derecho Penal Internacional. Traducción, notas y anexo
de José L. De La Cuesta. Editorial Tecnos, S. A.. Madrid. 1984, pp. 126 y ss.
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MOMMSEN, Derecho Penal Romano, trad. del alemán por P. Dorado, Editorial Temis,
Bogotá, 1976, p. 165.
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' En este sentido, consúltese. más ampliamente. Loi'ez Ross, «Algunas notas sobre el
proceso de Jesús» (1). en Boletín Victoria. n." 6. febrero 1989. pp. 9 y ss.. y Zumiso DU LA-
RRIVA, «El Derecho Procesal Mosaico», trabajo inédito. Escuela Diocesana de Teología, Se-
villa, Curso 1970-71, pp. 20 y s.
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permitido matar a nadie» (San Juan, 18, 31), ya que Roma se había re-
servado, en el Estatuto de Autonomía concedido a los judíos, el derecho
de la espada. Pero es que, además, Poncio Pilato juzgó y condeno a Ba-
rrabás por los delitos de sedición y homicidio (San Marcos, 15, 7, y San
Lucas, 23, 19).
Sin embargo, por lo que se refiere a los delitos judíos castigados con
la pena de muerte, ¿habían desaparecido como tales o, por el contrario,
seguían siendo conocidos por el Gran Sanedrín, aunque sus sentencias
necesitaran la confirmación de la autoridad romana? Para algunos auto-
res la segunda opinión es la verdadera"; otros, en cambio, sostienen la
primera tesis, a cuyo tenor, el pretor sólo imponía la pena de muerte a
delitos así sancionados por las leyes penales romanas o a figuras de de-
litos afines, puesto que el Imperio Romano sólo respetaba las leyes na-
cionales que no discrepaban manifiestamente con su propio ordena-
miento jurídico'. En el proceso de Cristo concurren ciertos indicios que
apoyan esta teoría. Así, el delito de blasfemia se castigaba con lapida-
ción: «Quien blasfemare el nombre de Yavé será castigado con la muer-
te: toda la asamblea le lapidará» (Levítico, 24, 16). Ciertamente, este
delito que fue imputado a Cristo, sin embargo, no fue esgrimido ante Pi-
lato. Por consiguiente, si los delitos sancionados con la pena de muerte
por la Ley judía subsistían, ¿,por qué los judíos no solicitaron, ante el
pretor, la confirmación de la pena de muerte contra Jesús por haber co-
metido el acusado el delito de blasfemia?
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' «Si se alzare en medio de ti un profeta o un soñador que te anuncia una señal o un
prodigio. aunque se cumpliese la señal o el prodigio de que te hablo, diciendo: Vamos iras
de otros dioses —dioses que tú no conoces— y sirvámosles; no escuches las palabras de ese
profeta o ese soñador. porque te prueba Yavé, tu Dios, para saber si amáis a Yavé. vuestro
Dios. con todo vuestro corazón y toda vuestra alma. Tras de Yavé, vuestro Dios, habéis de
ir: a El habéis de temer. guardar sus mandamientos, obedecer su voz servirle y allegares a
El. Y ese profeta o soñador será condenado a muerte por haber aconsejado la rebelión contra
Yavé. vuestro Dios...» (Deuteronomio, 13, 1-5).
Cfr. p. 600.
ídem.
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Cristo fue juzgado por dos tribunales diversos que aplicaban normas
procesales, asimismo, diferentes; a saber, el Gran Sanedrín y la Magis-
tratura romana. En el procedimiento llevado a cabo por el Gran Sane-
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'" «Sólo sobre la palabra de dos o tres testigos se condenará a muerte al que haya de ser
condenado: no será condenado a muerte sobre la palabra de un solo testigo» (Deuteronomio,
17, 6 y 19, 15).
Según San Mateo. la prisión de Jesús fue obra de «una gran turba, armada de espadas
y garrotes, enviada por los príncipes de los sacerdotes y los ancianos del pueblo» (26. 47: en
este sentido, veáse también San Marcos, 14, 43, y San Lucas, 47). En el sentido del texto.
también, LÓPEZ ROSAS, cfr., p. 10.6.
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interrogatorio del acusado que tuvo corno resultado la inocencia del reo.
La ausencia de prueba de cargo contra Jesucristo fue total, sin que pue-
da subsanarse este importantísimo defecto procesal, admitiendo la tesis
de que el pretor estimó como válida la prueba practicada por el Gran
Sanedrín contra el acusado, puesto que, precisamente, la acusación de
sedición que no logró demostrar el Tribunal judío fue la que también se
formuló ante el Magistrado romano. Asimismo, tampoco sería correcto
interpretar la sumisión de la voluntad de Pilato a la voluntad popular,
como una especie de «provocatio ad populum», es decir, la apelación
ante la asamblea popular, puesto que la jurisdicción de las asambleas
mediante la «provocatio» se extinguió en tiempos de Augusto con la
«Lex Julia judiciorum publicomm»''.
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1. El prendimiento de Jesús
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'" LÓPEZ ROSA, «Algunas notas sobre el proceso de Jesús», en Boletín Victoria, Sevilla,
febrero 1989.
WINTER, Paul, El proceso a Jesús. Edición y revisión de T. A. Burkill y Geza Vermes.
Traducido del inglés por José Manuel Álvarez Flores, Muchnik Editores, S. A., Barcelona,
1983, pp. 102 y 264.
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3." El beso de Judas. El traidor les había dado esta señal: A quien
besare yo, ése es; prendedle. Y al instante, acercándose a Jesús, dijo:
Salve, Rabbí. Y le besó. Jesús le dijo: Judas, ¿con un beso entregas al
Hijo del Hombre? (San Mateo, 26, 48-50; San Marcos, 14, 44-45, y San
Lucas, 22, 47-49).
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' En este sentido, consúltese MOSES HADA, La Roma Imperial, Time-Life Books (Ne-
derland) B. V., Amsterdam, 1981. Traducción española de E. S. Bosch, p. 167.
MARUCCHI, Orazio, The Catholic. Encyclopedia, vol. 4, Nueva York, 1908, p. 520.
" Cfr., p. 277.
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horte y el tribuno que relata San Juan, 18, 12), es probable que la orden
de detención procediera de un funcionario romano responsable, tal vez
del propio Poncio Pilato.
Por el contrario, si estimamos, en base al relato de San Juan, que fue
una denuncia lo que motivó a las autoridades judías a iniciar una actua-
ción policial contra Jesús (11, 46-48), entonces habrá que concluir afir-
mando que fueron los príncipes de los sacerdotes y los fariseos los que
habían ordenado que, si alguno supiese dónde estaba Jesús, lo indicase,
a fin de echarle mano (San Juan, 11, 57).
Para Goguel ", «la iniciativa del proceso no debía ser atribuida a las
autoridades judías, sino a la autoridad romana». Esta tesis debe ser ma-
tizada en el sentido de que, si bien es cierto que la responsabilidad polí-
tica por la ejecución de Jesús corresponde a Poncio Pilato, no se puede,
en cambio, soslayar la participación, como inductores, en la pasión y
muerte de Jesús de Nazaret, de la aristocracia sacerdotal judía.
En definitiva, según Winter 2", Jesús fue un individuo normal que no
se identificó ni se equiparó con nadie más que con Jesús de Nazaret y
que fue ejecutado, acusado de sedición, por orden del representante del
emperador.
2. La flagelación de Jesús
" GOGUEL, Maurice: «Juifs et Romains dans l'histoire de la Passionv, RHR, vol. 62,
1910, pp. 165 y ss.
WINTER, El proces( op. cit., p. 282.
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-"' Weddig FRICKE, El j1400 contra Jesús, traducción de J. A. Bravo, Ediciones Martínez
Roca, S. A., Barcelona, 1993, pp. 212 y s.
" Una tradición afirma que, por mandato de Santa Elena, madre del emperador Cons-
tantino, en el año 326 la Escala Santa fue transportada a Roma para ser depositada en el pa-
lacio Lateraneuse, sede de los papas durante muchas centurias hasta el exilio de Avignon.
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Hoy se venera en una Iglesia de las inmediaciones de San Juan de Letrán y muchos fieles la
recorren descalzos y hasta de rodillas. Su Santidad Gregorio VII besaba cada día uno de los
peldaños. Renovó las indulgencias que le fueron concedidas con anterioridad por Pascual 1 y
concedió otras nuevas para estimular a más fieles en la práctica de tan piadosa tradición. La
Escala Santa es considerada como una reliquia topográfica (véase ALARCÓN BENITO, «Las re-
liquias de Jesús», en Jesús de Nazaret. Más allá de la Ciencia, Monográfico n." 7, Madrid,
1993, pp. 202 y s.).
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deraba inocente como último recurso para aplacar la sed de sangre «de
los judíos», y que habían sido éstos, y no él, los que habían querido que
Jesús fuese tan cruelmente castigado. Y, todavía más, cundiría la histo-
ria de que los azotes —hechos por romanos, manejados por soldados ro-
manos, bajo las órdenes de un jefe militar y de un procurador romano, y
que se enroscaron, desgarrándolo, en el cuerpo de Jesús— habían cau-
sado todo esto porque así lo habían querido «los judíos».
La flagelación crearía toda una literatura de horror: una biblioteca
de centenares de libros sobre el tema ocuparía una galería de los archi-
vos secretos del Vaticano. y en ellos se detallaría la historia de la tortura
y el método exacto de fabricar sus instrumentos —«con trozos de hue-
sos de víctimas anteriores»—, y se afirmaría que la flagelación llegó a
proscribirse en el Código penal judío. En estos libros pueden encontrar-
se afirmaciones de que la flagelación de Jesús duró de tres a cinco mi-
nutos; de que produjo grandes hemorragias subcutáneas en el cuerpo de
Cristo, cuyos labios. a pesar del tormento, parecieron moverse en ora-
ción como si «perdonase a los judíos que habían instigado todo esto».
Hay en ellos numerosas descripciones del lamentable aspecto que tenía
Jesús cuando sus verdugos terminaron el suplicio, puesto que, el pecho
el cuello, los hombros, la espalda, las caderas y las piernas del Divino
Maestro estaban llenos de cortes que parecían hechos con cuchillos, así
como de verdugones morados. Incluso el rostro de Jesús estaba cortado
y desfigurado por los azotes recibidos. Además, la flagelación había de-
jado al descubierto la carne de Jesús, incluso sus venas y arterias.
Lo desataron y uno de los soldados tomó un cubo de agua con sal y
la vertió sobre el acusado, ya que el agua salada reanimaba a la víctima
y contenía la hemorragia. El cuerpo de Cristo se estremecía de dolor,
que se hacía más intenso al recobrar el conocimiento. La sangre pegaba
el vello a su cuerpo y temblaba continuamente".
En consecuencia, la responsabilidad criminal de Pilato en la pasión
y muerte de Jesús, a título de «autoría mediata», es, a mi juicio, eviden-
te, porque no fue un juez justo e independiente. Quiso Dios, por tanto,
que su Hijo el Amado sufriera la injusticia del Imperio Romano, cuna
del Derecho, cuyo representante en Judea, Poncio Pilato, cometió sen-
dos delitos de prevaricación y abuso de poder en la divina persona de
Jesús, ordenando su flagelación y crucifixión. De nada sirvió ante la
traducción de
Gordon THOMAS, El Juicio. La vida la crucifixión inevitable de Jesús,
J. Ferrer Aleu, Plaza & Janés Editores, S. A. Barcelona, 1989, pp. 287 y s.
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las del tipo palanqueta de gimnasia, que salpican todo el cuerpo, excep-
tuando la cabeza, los pies y los antebrazos: son numerosas y varían en
intensidad, desde la ligera contusión a la honda punzada. Figuran ge-
neralmente en racimos de tres o cuatro. El tamaño y la forma de esas
heridas coinciden con las que produciría la punta del azote romano —o
«flagrum»—, una multicorrea armada en sus extremos con bolitas de
plomo o tabas de hueso.
Las marcas de los azotes presentan muchos detalles de interés. Am-
pliaciones de sus abrasiones y cortaduras indican que el instrumento de
la flagelación era afilado o tenía contornos cortantes. El estudio geomé-
trico de la distribución de los golpes apunta a que los verdugos eran
dos, ya que las huellas de los azotes en la imagen dorsal tienden a con-
verger, izquierda y derecha. Uno de los sayones era más alto que el
otro, y, además, más sádico, ya que muestra una tendencia a ensañarse
azotando las piernas. Cambios en los ángulos de dirección del flujo de
ciertos reguerillos de sangre indican que el hombre de la Sábana Santa
sangró en dos posiciones distintas: podría haber sido azotado en posi-
ción arqueada sobre un pilar de flagelación". Hay entre 90 y 120 heri-
das causadas por la flagelación en todo el cuerpo. Las heridas por flage-
lación que se observan en la espalda aparecen amplificadas y alteradas
por dos amplias zonas de abrasión o despellejamiento. Esto indica que
algún pesado objeto de superficie áspera ha causado con su roce la ex-
coriación de una piel ya lastimada, lo que demuestra que el condenado a
muerte por crucifixión, Jesús incluido, era obligado a llevar el madero
transversal de la cruz, «patibulum», hasta el lugar de la ejecución. No
era frecuente que a una persona se la azotase antes, con su consiguiente
debilitamiento, y que luego llevase la cruz; sin embargo, esto es lo que
se constata tanto en el caso del hombre de la Sábana Santa como en el
de Jesús.
Así, San Juan afirma que «tomaron, pues, a Jesús que, llevando su
cruz, valió al sitio llamado Calvario, que en hebreo se dice Gólgota.
donde le crucificaron» (19, 17); en cambio, los demás Evangelistas ma-
nifiestan que «al salir encontraron a un hombre de Cirene, de nombre
Simón, al cual requirieron para que llevase la cruz» (San Mateo, 27,
32; San Marcos 15, 21, y San Lucas 23, 26). La flagelación sufrida por
el hombre de la Sábana Santa fue horrible. Podría haberle causado la
muerte o haberla precipitado, por lo menos. En este sentido, un médico
" Pierre BARRET. A Doctor ar Calvarv Nueva York. Doubleday, 1953, pp. 91 y ss.
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" Citado por STEVENSON y HABERMAS, en Dictamen sobre la Sábana de Cristo, traduc-
ción de José Luis Carreño Etxeandia, Editorial Planeta, S. A., Barcelona, edición, 1983,
p. 50, nota 10.
Cfr. p. 146.
Citado por STEVENSON y HABERMAS, en Dictamen, op. Cit., p. 147, nota 1.
BENtru, Caballo de Troya, 16.' edición, Editorial Planeta, S. A., Barcelona, 1985, p.
386.
" Citado por SAN ALFONSO MARIA DE LIGORIO en Reflexiones sobre la pasión de Jesu-
cristo, Sevilla, p. 43.
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3. La sentencia de Jesús
" MOMMSEN, Derecho Penal Romano. Trad. del alemán por P. Dorado, Editorial Temis,
Bogotá, 1976, p. 165.
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Ídem, p. 126.
En este sentido, confróntese Loisy, L'evangelie selon Marc, París, 1912, pp. 435 y s.,
y Gocaiff. Les solares du récit johannicpte de la passion, París, 1910, p. 6.
" A este respecto véase. LÓPEZ ROSA. «Algunas notas sobre el proceso de Jesús» (II), en
Boletín Victoria, n.'2 7, mayo 1989; J. J. BENÍTEZ, Caballo de Troya, Editorial Planeta, S. A..
Barcelona, edición, 1985, pp. 347 a 349, y ZEJALBO DE LARRIVA, «El Derecho Procesal
Mosaico». Trabajo inédito, Escuela Diocesana de Teología de Sevilla, Curso 1970-71, pp.
31 y ss.
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Del mismo modo que a Simón Pedro, Jesús advierte a Pilato la dis-
ponibilidad de su Padre para haber evitado su detención ". En conse-
cuencia con la lógica romana, Pilato dijo a Jesús: ¿Luego tú eres rey? El
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Hijo del Hombre, después de precisar: «Tú dices que soy rey», comuni-
có a Pilato su misión terrenal:
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ticia del Imperio Romano, cuna del Derecho, cuyo representante en Jús
dea cometió sendos delitos de prevaricación y abuso de poder en la'di-
vina persona de Jesús, ordenando su flagelación y crucifixiúh!-Ju.1 ::ü
En efecto, conforme a la tradición histórica y jurídica r'i tkagsZ:WELP,.,
gobernadores de las provincias, en su calidad de depositarios de
militar, eran más propensos que otros funcionarios públicos a extralimi-
tarse en sus atribuciones. De ahí que se estimasen como delitos contra
el Estado, según Mommsenn de una parte, el empleo de datos inexac-
tos para demostrar públicamente alguna cosa, y, de otro lado, el hacer o
el dejar de hacer el magistrado aquello que estaba obligado a omitir o
hacer con respecto a la inspección de los signos que mostraban si un ac-
to había de realizarse o no realizarse.
En el procedimiento criminal contra Jesús, Pilato hizo caso omiso
de la advertencia de su mujer, Claudia Proeula, nieta del emperador Au-
gusto, la cual le manifestó: «No te metas con ese justo, pues he padeci-
do mucho hoy en sueños por causa de él» (San Mateo, 27, 19). El sueño
de Pi-ácula fue un «signo» que vaticinaba la inocencia de Jesús, «un
hombre justo», y, en consecuencia, impedía su condena a muerte. Sin
embargo, el procurador, en lugar de comprobar debidamente este augu-
rio, realizó un ardid procesal, invirtiendo la posición de las partes y au-
toproclamándose inocente de la sangre de Jesús; intentó, pues, demos-
trar ante la muchedumbre su inocencia, que había sido destruida desde
el momento en que ordenó la flagelación del inocente.
El comportamiento procesal de Lucio Poncio Pilato plantea, hoy co-
mo ayer, el problema de la «independencia judicial». Por imperativo
constitucional, la justicia que se administra en el Estado social y demo-
crático de Derecho español, en nombre del Rey por jueces y magistra-
dos, debe ser «independiente, responsable y sometida únicamente al im-
perio de la ley» (artículo 117.1 de la Constitución Española). Por
consiguiente, la convivencia pacífica y democrática sólo es posible si el
Poder Judicial es «absolutamente independiente de los demás poderes
del Estado», conforme exige el artículo 127 de la Constitución.
Por consiguiente, desde un punto de vista jurídico-penal, Poncio Pi-
lato fue responsable de la pasión y muerte de Jesús. Cometió sendos de-
litos de prevaricación y abuso de poder en la persona de Jesucristo, or-
denando su flagelación y crucifixión. Asimismo, invirtió la carga de la
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' A este respecto, el artículo 17 de la Constitución Española proclama que toda persona
tiene derecho a la libertad y a la seguridad. En su apartado 3 se declara que el detenido no
puede ser obligado a déclarar y se garantiza la asistencia de abogado al detenido en las dili-
gencias policiales y judiciales. Asimismo, el artículo 24 de la Ley Fundamental proclama
que todas las personas tienen derecho a obtener la tutela efectiva de los jueces y tribunales
en el ejercicio de sus derechos e intereses legítimos, sin que, en ningún caso, pueda produ-
cirse indefensión. En su apartado 2 se reconoce el derecho del acusado a la defensa y asis-
tencia de letrado, a un proceso público con todas las garantías, a no declarar contra sí mis-
mos, a no confesarse culpables y a la presunción de inocencia.
Por otra parte, el artículo 15 de la Constitución proscribe la tortura y las penas o tratos in-
humanos o degradantes y deroga la pena de muerte, salvo lo que puedan disponer las leyes
penales militares para tiempos de guerra.
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