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Killari, la princesa del tiempo y la luz.

Justo cuando el cielo se tornó azul oscuro y le abriera paso a la Pleyades, la constelación estelar
más importante de la cultura inca, llegó a los brazos de Viracocha la estrella más importante para
la civilización andina.
Así mismo despidiendo el alma de una mujer, mama cocha. La mujer que haría falta en la vida de
este pequeño ser y de su amado.
-Te dejo nuestra luz, hoy cuando salgas a estudiar el cielo, habrá una estrella más que velará por
los dos- fueron las últimas palabras y suspiros de su único amor.
-Te has aparecido entre las siete estrellas más brillantes del universo, eres especial para los otros
dioses, me lo han dicho antes de tu llegada.- la observa Viracocha con alegría -Llevarás por
nombre Killari, luz de luna. Tú serás la otra luz del sol.-

DIECISEIS AÑOS DESPUÉS.


Una mañana no común, se acercó Viracocha a los aposentos de la princesa Killa, con él y una
caja.
-Se ha llegado el día y mi princesa ya alcanzó los dieciséis años- le sonríe Viracocha -Esta será
una noche mágica mi luz de luna, toma, es para ti.- le entrega la caja.
-Yupaychana tayta, en serio te agradezco que estés aquí conmigo- lo mira Killa sin palabras.
-Ábrelo ushi, es tuyo- la anima
-¿Una chaquira? Está muy linda padre- saca el objeto y lo coloca entre sus dos manos.
Era una chaquira con una caracola de mar, tallada en forma de estrella y siete perlas a su
alrededor.
-La usaba tu madre y, desde entonces la he guardado para ti. Quiero que la lleves como tu
emblema- dice colocándola alrededor del cuello de Killa. -A ella le gustaba confeccionarlas, pero
esta era la que más usaba.-
-Es todo un honor padre, portar algo que represente a mi querida madre.- dice sonriendo.

Lo que Viracocha, la región incaica y Killari no sabían, era que esa noche, dando el tiempo al
calendario y al momento donde la princesa Killa llegó al mundo, la pléyades junto a la alineación
de los planetas y el aion, dios del tiempo, harían estremecer al pueblo con un inesperado
acontecimiento.

-Vamos Killari- la sostiene Yana, su amiga.


-Que sí, que voy.- la sigue Killarri -Este momento lo espero cada día de mi cumpleaños.-
-Si, por eso. Tu padre y los del pueblo te esperan en el Valle Sagrado, hay que celebrar la
aparición de las siete hermanas lumbrosas y tu cumpleaños.-
-Me alegra verlos a todos una vez más reunidos aquí. Como todos saben, mi ushi ha alcanzado
sus dieciséis años, gracias a los dioses y cada una de las ofrendas brindadas.- agradece el inca
soberano mientras observa el cielo.-
-Quiero decir algunas palabras- dice Killa captando la atención de los demás. -Quiero agradecer a
todos por cada…
-¡Hawa hawa! Arriba arriba- se oye a un inca gritar interrumpiendo a la princesa -La pléyades
está en su punto- todos observan al cielo.
Justo ahí se hallaban las siete hermanas, las estrellas más brillantes que todos esperan llegar a ver
con algún mensaje para el calendario de estos o saber de los cambios climáticos que llegarían en
la temporada de lluvia.
El tiempo es interrumpido por la alineación de los planetas y extraño momento toma lugar.
Killa de pronto siente que la chaquira que le dio su padre comienza a calentarse en su cuello.
-Tay… Tayta, el collar…- y sus pies comienzan a tambalear y cae al suelo, colocando la mirada
justamente a la pléyades. -¡Padre!- intenta gritar, pero solo observa como todos miran al cielo sin
prestar atención a su llamado. Puede observar a su padre, experto en astrología intentando
estudiar a las estrellas.
-Killa, hija. Cuanto haz crecido mi luz de luna- escucha una voz irreconocible
-Mama… ¿mama cocha?- duda.
Todo a su alrededor se oscurece y solo la rodean las siete estrellas.
-Qué… ¿qué está pasando? ¡Tayta!- Killa se desespera y empieza a llorar.
-Tu tiempo- se escucha un susurro -tu tiempo-
Killa visualiza al aion para verlo desaparecer al instante.
A continuación, la caracola de la chaquira enciende una luz y las siete estrellas a su alrededor
comienzan a girar. Cada vez más rápido y más rápido. Aparecen imágenes de su pueblo, la
imprenta, guerras, gente morir, un diluvio, pérdida de cosechas, su tayta en el valle como si
esperara a alguien.
-Tayta Tayta- comienza a gritar Killa.
Las siete hermanas continúan girando y de pronto… silencio. Una luz fulminante provoca a
Killari cerrar los ojos y…
-¿Dónde estoy?- su mirada está puesta en el cielo. Otro cielo. -¡padre! ¡Yana!- dice alzando la
voz.
Se levanta del suelo y mira alrededor.
Hay algunos árboles y muchos caminos.
-Tendremos que mandar una tropa vigía que se encarguen de poner al rey al tanto de cada uno de
los movimientos franceses- dice un hombre con armadura.
Killari se esconde detrás de unos arbustos intentando estudiar la clase de inca que eran esos
hombres, pero no recuerda a ninguno del pueblo así.
-¿Qué marca es esta?- pregunta Killa por la región. No recuerda ninguna en Cuzco o cerca del
imperio así.
-Hey, ¿quién anda ahí?- Killa le da un vuelco al corazón y coloca sus ojos hacia la persona quien
llama.
-Te ordeno que salgas y te muestres- saca la espada y se acerca poco a poco.
Killari no tenía miedo, su padre la había educado sin temor, era audaz y valiente ante cualquier
circunstancia.
-Soy Killari- se pone de pie.
El conquistador guarda su espada.
-Una mujer- dice en voz baja el hombre. -Yo soy…-
-¡INVASIÓN INVASIÓN!- se escucha gritar.
Killa puede observar como de los tantos caminos comienzan a aparecer cientos de hombres con
armaduras y espadas, unos montados en caballos, que para ella era algún tipo de bestia para nada
apropiado.
-Oye- una voz la saca de lo que asombraba veía. -Ven conmigo, corre- el hombre con armadura la
saca del lugar y la deja lejos. -Quiero que te quedes aquí, no salgas. Si sales te matarán- y se
marcha.
Killari observa como se une al enfrentamiento.
Hay una justa entre varios de los conquistadores y ella aún no entiende nada.
-Chaypi qankunapis, ¿dónde estoy?- se pregunta Killa asombrada por tantas personas matándose
entre ellos.
-¡Retirada!- se escucha a un hombre gritar.
-Ven conmigo, chica extraña- aparece el mismo hombre que ella ya daba por muerto.
-Allinllachu- pregunta Killa.
-¿Qué?- la mira extrañado -En fin, salgamos de aquí rápido antes que retomen la batalla, te
llevaré con el sir Robert Knolles, es un poco aséptico, así que cuidado.
-¿es su dios?- pregunta killa -¿me llevas de ofrenda?- se detiene en seco.
-¿Qué dices mujer?- la mira preocupado -por cierto, soy Sebastián.- le ofrece la mano.
Killa ahora es quien mira extrañada.
-No te llevaré de ofrenda tampoco- dice el caballero y se hace un silencio.
-Allinllachu- dice Killa -preguntaba si estabas bien.
-Lo estoy, solo una cortada en el brazo. Nada de lo que preocuparse.- sonríe -Ya llegamos a la
casa real-
Killari observa todo detenidamente, no se esperaba un lugar como este. Pero ella solo pensaba en
volver a su pueblo.
-¿De dónde es la esclava que encontraste Sebastián?- pregunta un caballero colocando un venda
en su mano.
-Ninguna que te pueda devolver los tres dedos que te arrancaron- y lo ignora.
Ya estando adentro se oía una retahíla de insultos.
-No lo puedo creer. Qué clase de basura con armamento y caballos tengo como conquistadores.
¿A quién diablos se le ocurre dar retirada sin acabar el conflicto?- decía el sir Robert -Nos están
tumbando y aún no acabamos con el continente.
-Eh..- interrumpe Sebastián -La he encontrado cerca del enfrentamiento-
-¿Cómo regreso a mi pueblo?- dice Killa sin pensar. -Soy de Cuzco, mi padre es el soberano
Viracocha, del imperio inca.-
-¿De qué tiempo me estás hablando muchacha?- pregunta extrañado el sir
-Nuestro calendario abarca el siglo xiii- responde Killa
-¿Estás segura? Me estás hablando de cien años atrás- dice el sir Robert mirando extrañado
Killa no sabía mucho de números, pero por la cara y la cantidad que ha dicho, sabía que lo que
vivió esa noche con la pléyades tenía mucho que ver.
-Sebastián no tenemos tiempo para esto, mira a ver qué haces con esto, nada de comentarlo al rey
Eduardo o esta muchacha no pasará de ser una esclava- dice retirándose
-Es algo hierático, te lo advertí- se da a entender
-Ah- dice el sir mientras se da la vuelta -ve formando las tropas junto a los mejores cañones,
daremos entrada por la parte occidental de Francia. Nada de perder tiempo.- y se marcha.
-¿Por qué usa ropa en el cuello?- pregunta Killa
-¿Qué dices? Jajaja- se ríe -Se llama gorguera, Killari. Son usadas por los caballeros y damas.
Killari no dice nada.
-Entonces dices que vienes del pasado- señala Sebastián algo inseguro.
-¿Por qué se pelean?- ignora el comentario de Sebas. ¿Tierras? ¿Comida? ¿por qué tienen que
matarse?-
-Expandirnos. Obtener más territorios y honores.- responde Sebastián -Tú tal vez no lo
entenderías, en tu pueblo parece diferente.
-Lo es- responde Kira -mi padre es el soberano inca, su principal regla es la soberanía y el
respeto.-
-Dices que tu padre es el soberano inca, y tú eres…- busca una respuesta.
-Soy la princesa, sigo cada enseñanza de mi padre. Me ha formado para llevar el amor y la paz a
mi pueblo por si él llega a faltar. Por eso debo regresar.- dice observando el cielo buscando algún
lugar.
-Mi padre no me formó de esa manera, lo de él es ganar batallas y yo estar ahí a sangre fría. De
pequeño me enfrentaba a él y a otros caballeros para formarme poco a poco.
-¿Y quién es tu padre? ¿por qué haría algo así?- pregunta Killa lamentada.
-Es el rey Eduardo, del que ha hablado el sir Robert- responde Sebastián.
-Llévame con él, tal vez lo entienda.- le pide Killari.
-Claro que no, solo te encerraría o te vendería como esclava, él no lo entiende.-
-Lo hará, estoy segura. Llévame.- le pidió.
-Está bien..- costestó rendido.
Una vez llegaron al castillo, encontraron al rey planeando para la conquista de la noche.
-¿Qué haces aquí Sebastián? Deberías estar organizando a los grupos- dice observando a quien
traía a un lado. -¿Quién es tu compañía?-
-Imaynallan kashanki ¿cómo está señor? Soy Killari, princesa del imperio incaico. Sé sobre sus
ideas de conquista y quisiera hablarle sobre mis ideas que tal vez sean las más apropiadas y
pacifistas para evitar la muerte y problemas entre todos.
-Sebas ¿te atreviste a traerla? Guardias por favor, no tengo tiempo para charlas. La noche está por
caer y el triunfo espera-
-Papá no por favor, escúchala- sugiere Sebastian
-Ve hacer tu labor hijo, es una orden-
-¡INVADEN EL CASTILLO MI REY!- entran corriendo uno de los guardias
-Sebastián arma alerta las tropas, que busquen las municiones. Se nos han adelantado.-
-Señor, por favor..- lo sostiene Killa.
-Quítate india, regresa a tu pueblo a comer hierba.- dice mientras la empuja.
Killari corre tras Sebastián y se oyen los gritos de los caballeros y huele a muerte y a sangre.
-Sebas…- un flechazo justo en el pecho.
-¡HIJO!- se oye una voz un poco rota de un rey quebrantado.
Sebastián cae a los pies de su padre
-Mi hijo, mi guerrero- dice en el suelo el rey. -¡Pagarán!- dice lleno de odio el rey.
-No papá, escúchala- intenta señalar a Killari que aún no acepta el hecho.
El rey Eduardo toma a su hijo y le grita a Killa que lo siga.
-Encárguense del resto- le ordena al sir Robert.
TIEMPO DESPUÉS
El príncipe Sebastián dio sus últimos suspiros en manos de su padre.
Se crearon los tratados Sebastium en honor a su hijo, donde Francia e Inglaterra reconocerían la
plena soberanía.
Killari jamás volvió a su pasado, tal vez su destino siempre fue ese, ser Killari, princesa del
tiempo y la luz. Y así, llevarla a cada paso de su nueva vida.

Fin.

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