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I. El sentido de la letra
Nota previa: Esta guía es una respuesta a la insistente demanda de quienes se encuentran día a día con
los múltiples obstáculos que este texto opone a sus nuevos lectores:
Al principio: el escrito sorprende por lo hermético del estilo y lo incomprensible de sus contenidos.
Pareciera exigir del lector una inabarcable erudición en temáticas tan diversas como la lingüística, la retórica,
la literatura, la poética, la etnología, la filosofía, la semiología, el marxismo, la historia social, y obviamente el
psicoanálisis freudiano.
Un poco después el lector va captando que esas disciplinas “fuentes” son tomadas sólo en el recorte
preciso que interesan al psicoanálisis. No se trata de ser un experto en todas, sino de seguir el rastro a las
transformaciones que Lacan realiza a partir de ellas, y estar advertido contra una posible confusión entre los
conceptos psicoanalíticos y el saber constituido de otras ciencias. De paso, digamos que ese trabajo de Lacan
no deja de ser un cuestionamiento implícito a esos saberes, pues pone el dedo en la llaga de sus impasses
teóricos.
Finalmente, el lector caerá en la cuenta que “La instancia…” no enseña a través de definiciones ni de
sesudas explicaciones, sino a través de su estilo mismo. El sinsentido de su retórica barroca es “la nueva
didáctica” de Lacan, donde lo científico no se confunde con las formas de lo académico. ¿Porqué un estilo tan
retórico, un método tan rebuscado?
Lacan (como sujeto) no enseña el psicoanálisis (como objeto) con palabras (como instrumento para
expresar las ideas), sino que, en su enseñanza, las palabras mismas son las que dicen al objeto. Por lo tanto no
será él, sino su estilo el que transmitirá los rasgos esenciales del objeto que está en juego en su enseñanza: el
inconciente. Hasta podríamos decir que en Lacan “el estilo es el objeto”. Ese estilo pretende transmitir el
inconciente estructurado como un lenguaje, no explicando sino hablando como ese inconciente, siguiendo sus
mismas reglas de construcción, siendo en fin, el inconciente mismo, ya que el inconciente no es otra cosa que
un lenguaje estructurado en un discurso retórico, resistente al sentido inmediato. Si el inconciente es el
sinsentido en el hombre, el propio estilo de Lacan demuestra que nada más pleno de sentido que el sinsentido,
si conocemos sus condiciones de producción.
Lacan, como antes Freud, se opone a la posición humanista que piensa al lenguaje como un
instrumento al servicio de la espiritualidad del hombre, donde lo que importa son las ideas a transmitir y no las
palabras. Este texto está escrito para demostrar que el hombre es siervo del lenguaje, y que sus síntomas
son la letra que el inconciente escribe en su alma y en su cuerpo. De las reglas del desciframiento, es decir
del sentido de la letra, se ocupará Lacan en la primera parte. La segunda: La letra en el inconciente, dará las
fórmulas de la metáfora y la metonimia y demostrará, siguiendo a Freud, el funcionamiento de estos tropos en
la retórica del inconciente. En la tercera: La letra, el ser y el Otro mostrará que no sólo el sujeto, sino también
el Otro está determinado por la letra, y que el kern unseres wessen freudiano (el núcleo de nuestro ser) es sólo
un agujero socavado por el lenguaje en las entrañas de un “ser” imposible en el plano de lo real.
Si para Lacan, qué es el inconciente no se puede decir, salvo traspuesto en un estilo barroco de
metonimias y metáforas, sepa el lector que gran parte de lo que ganará con las explicaciones didácticas de
esta guía, lo perderá si no otorga todo su privilegio a la lectura de Lacan.
Ante dudas sobre términos o conceptos que no puedan ser resueltos con esta guía, se recomienda
consultar el Diccionario Enciclopédico de las Ciencias del Lenguaje 1 de Ducrot y Todorov y el Diccionario
Introductorio de Psicoanálisis Lacaniano2 de Dylan Evans.
TITULO. La instancia de la letra en el inconciente o la razón desde Freud: No deja lugar a dudas; es el
fin de toda idea del inconciente como “sede de los instintos”, lugar de lo primitivo, irracional e infantil,
donde no existiría orden ni ley. Ahora se trata de un inconciente sometido a la legalidad simbólica del
lenguaje. Se trata no de la sinrazón, sino del funcionamiento de una nueva razón descubierta por Freud en
La Interpretación de los Sueños, que trastorna toda idea filosófica o psicológica de razón, ya que esa nueva
razón no depende de ningún sujeto “cogitans” (pensante, en sentido cartesiano), sino que es autónoma con
respecto a él. Más aún, es una razón paradójica que funciona en un sinsentido inquietante.
Instancia de la letra: Subraya fuertemente la relación entre el inconciente y el lenguaje y tiene al menos tres
sentidos que no se excluyen entre sí:
1. Del verbo instare: estar por encima. Se refiere a la posición dominante de la letra en el inconciente.
2. Tiene el sentido de insistencia apremiante. La letra insiste en el inconciente y se hace escuchar en la
“repetición”, así como la vemos repetirse en los títulos de las tres partes del escrito.
3. Evoca también un sentido jurídico: en la instancia de la letra, ella puede decidir sobre el destino sexuado,
sobre el cuerpo, y hasta sobre la vida de un sujeto. Su “aparato jurídico” consiste en operaciones de
sustitución y combinación, que sancionan (localizan) al deseo en las manifestaciones del inconciente.
Para utilizar esta guía es imprescindible la lectura simultánea del Escrito de Lacan, y muy conveniente la consulta de la bibliografía
(que se reduce sólo a la citada explícita o implícitamente por Lacan), a medida que vaya apareciendo.
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4. la razón desde Freud: La “o” que conecta ambas partes del título indica que la instancia de la letra en el
inconciente también puede decirse como la razón desde Freud; de una manera “o” de otra. La función de
la letra hace posible que la interpretación analítica deje de ser un acto intuitivo basado en los
significados habituales de las palabras. La letra ofrece un soporte material y una razón lógica
(ratio = medida) a la interpretación.
Si en un sueño aparece por ejemplo el sol y un dado, el analista podría interpretar eventualmente: “en su
sueño hay un soldado”. Una interpretación intuitiva, que se guíe por la imagen y no por la letra, diría por ejemplo
“jugar a los dados hasta que salga el sol”, o cualquier otra interpretación aleatoria basada en los múltiples y
caprichosos significados que evoquen los vocablos sol y dado.
El título completo, podría leerse así: a partir de Freud, la “razón” (lo que del “logos” es inteligible) no
es otra cosa que la instancia de la letra en el inconciente
.
“Entre lo escrito y la palabra…”
La introducción sitúa a este texto “entre lo escrito y el habla” pues si bien Lacan lo ha redactado, su origen es
una charla con un grupo de estudiantes de letras. En la charla no hubo “preeminencia del texto”, aquí sí. En esta
versión escrita Lacan se obliga a una condensación muy apretada de las ideas, introduciendo así una dificultad,
pero impidiendo al mismo tiempo todo facilismo en la lectura. Pero debe cuidar que una hipertrofia del texto, no
lo aleje demasiado de la palabra, o sea del uso verbal del lenguaje. Este texto es entonces un “pre-texto” en tres
sentidos: 1) aprovecha el pedido de la revista de psicoanálisis para escribir la charla. 2) detrás de él hay otros
textos que le dan soporte y fundamento, porque es aquí donde Lacan inaugura la pertinencia de recurrir a
Saussure, Benveniste y Jakobson, para entender la estructura de lenguaje que reina en el inconciente. 3) No es un
“verdadero” texto en el sentido que conserva mucho de las condiciones de “la palabra” (se refiere a la charla)
medida esencial para el efecto de formación que busco.
Otra dificultad es que la lectura, para que tenga sentido, debe ubicar el texto “en la escala de su tópica”,
es decir en su lugar diferenciado dentro de la producción total. Y debe tener en cuenta además a qué “auditorio”
fue dirigido ya que para Lacan el que escucha determina al que habla. Habló a los estudiantes de Letras,
precisamente de la letra; aprovechando este auditorio para restituir en caliente, la relación del psicoanálisis con
“las letras”, y mostrar cuán importante fue para Freud la universitas literarum (el conjunto de lo escrito, en un
sentido literario) para la formación de los analistas.
Lacan critica a los psicoanalistas (aquellos a quienes no me dirijo) que para ponerse a tono (desde que él
comenzó a hablar del lenguaje) se los ve afanosos, desempolvando mamotretos de lingüística que dan una falsa
identidad del psicoanálisis en lo que respecta a la simbolización y al lenguaje. Ellos quieren ser modernos, estar
en la renovación, pero les falta el tono. Su seriedad da risa porque ellos se aferran a manuales perimidos y
orientados en un sentido contrario a lo que es la letra en Freud. De paso Lacan plantea el divorcio que hay entre
la verdad y la seriedad: para el psicoanálisis nada más verdadero que un chiste. En broma puede decirse todo…
hasta la verdad había dicho Freud.
I. El sentido de la letra.
Esa palabra: la letra, no es una pequeña parte del lenguaje, su funcionamiento implica a toda la
estructura del lenguaje en el inconciente. Lacan privilegia la letra, porque entiende al inconciente como una
escritura, con toda la idea de materialización del lenguaje que la escritura implica.
La define como soporte material. Con lenguaje Lacan se refiere a lo que Saussure llama la lengua y con
discurso concreto al habla. La diferencia entre discurso y habla es sutil pero de enorme importancia. Para
Saussure habla es el dominio de lo individual, hay un “usuario” que utiliza la lengua. Para Lacan en cambio, el
discurso siempre implica una dimensión social. No sólo porque siempre se habla a otro, y de ese otro depende el
sentido de lo que el sujeto diga, sino además porque todo el empleo social del lenguaje, por ejemplo de una
época, precipita formas y sentidos lingüísticos que restringen la libertad del sujeto parlante.
Si leemos atentamente la definición de Lacan, veremos que es entre estos dos dominios, el del lenguaje y
el del discurso, que se sitúa a la letra.
El sujeto queda marcado por la letra, ya sea que provenga del sistema de la lengua, o de su empleo en el
discurso. Por ejemplo, si un analizante se sueña desnudo ante la que hasta ayer fue su mujer, no necesariamente
el sueño tendrá el sentido de un acto exhibicionista revelador de un deseo sexual. La organización de la lengua (y
no del discurso) proporciona los morfemas “des” como prefijo privativo y “nudo” como sustantivo, que en este
análisis en particular, pero no en otro, se constituyen en la letra cuya lectura dice: “me estoy desatando de mi ex
mujer”. Pero en cambio si el mismo analizante en un sueño de angustia anterior, es agredido con un arma blanca
por la mujer amada hasta hacerle manar sangre de la cara, aquí ya no es la lengua sino el discurso, es decir la
forma en que la gente dice las cosas aquí y ahora, el que permitirá interpretar, por ejemplo: le resulta insoportable
que le hayan “cortado el rostro”. Lacan no deshecha la vertiente histórico social de la letra.
Pero lenguaje y discurso no están en el mismo nivel. El acto de discurso depende del lenguaje en la
medida que toma de él (y no del mundo físico) la materia de la letra. Por lo tanto, el soporte material no se
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confunde con el sonido ni con las funcionen articulatorias o psíquicas que intervienen en el lenguaje. Queda así
acentuada la absoluta autonomía del lenguaje con respecto a cualquier función física o mental del sujeto (por la
razón primera de que el lenguaje lo preexiste), y subvertida la noción de soporte material en tanto se opone a
toda idea vulgar de “materia”. La letra como materia, no pertenece al mundo de la sustancia, sino al orden del
lenguaje, y sin embargo es bien real, como lo pudimos ver en el ejemplo del soldado. El modelo de letra que
Lacan tomará en el capítulo II es el jeroglífico, que en sí mismo no significa nada, no tiene ningún sentido
propio. Su representación gráfica, un pájaro por ejemplo, no se lee como el ideograma de “pájaro”. Si
Champollión después de tantos siglos pudo descifrar la legendaria piedra Roseta es porque logró entender que la
letra sólo entregaría su secreto en su enlace con todo el sistema de la escritura egipcia.
Pero seamos más simples. Imaginemos varios puntos dispersos en un pizarrón. Ninguno de ellos es letra.
Pero un punto al final de una frase escrita sí lo es. ¿Porqué? Porque puede ser leído. Esto es, se ha convertido en
significante. ¿Cómo? Por establecer relación con otros elementos del lenguaje, en este caso el sistema de
puntuación gramatical. ¿Cuál es entonces el soporte material? ¿La imagen física del punto dibujada en el
pizarrón? No! Porque los otros puntos diseminados en el pizarrón son físicamente idénticos y sin embargo
ninguno de ellos es letra. El soporte material es lo que la hace significante, es decir el lugar y la función que la
estructura del lenguaje le otorga y que permite su relación lingüística con otros elementos no menos
significantes.
De acuerdo al párrafo de Lacan que estamos comentando, la creación de la significación (es decir, cómo
ella se engendra) es un efecto del significante, y no como para Saussure el resultado de la unión entre un
significado y un significante. Pero además, este efecto significante que es la significación tiene como soporte a la
letra, cuya materialidad no es más que aquella pura diferencia (rasgo o marca) que permite a cada significante no
ser confundido con otro. Así por ejemplo el nombre propio tiene un estatuto de letra en tanto es lo único real que
permite a Juan diferenciarse de Pedro en lo simbólico.
Pero en la realidad funciona también como discurso: esa marca (la letra) establece siempre alguna
relación de contigüidad con otro elemento de la lengua produciendo efecto de significación, es decir, se convierte
en significante. Por ejemplo el apellido Meo que como tal es sólo letra (soporte material de la diferencia entre
familias: están los Meo y los que no son Meo), suele entrar en una relación de contigüidad tan cercana y evidente
con el verbo que designa el acto de la micción, que asegura a su portador ser víctima de chistes aunque jamás
haya padecido de enuresis.
El nombre del sujeto al nacer, no sólo forma parte del lenguaje (como letra), sino de algo aún más
concreto: de un discurso en el movimiento universal; al quedar inscripto allí, el sujeto se convierte en siervo de la
letra (la padece, como el señor Meo), esa marca irreductible que lo determinará en su propia identidad y en su
lugar social. Lo ubicará, por ejemplo, en una genealogía y en el parentesco edípico, y muchas veces determina
aún la profesión de un sujeto.
Así el lógico positivismo puede aceptar que el significante sea equívoco en cuanto a su relación con el
significado, pero en tren de suponer que para decir algo con sentido hay que remitirse a la realidad como sentido
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del sentido, no llega más que a bagatelas. Sus teóricos se preguntan por ejemplo si la proposición “el rey de
Francia es calvo” es verdadera o falsa, llegando a la conclusión de que tal proposición no tiene sentido (es
indecidible) porque no existe rey en Francia. La obra del señor I.A. Richards mencionada en la nota y escrita con
C. Ogden, se titula justamente “Meaning of meaning” y fue traducida al castellano como “El significado del
significado”10.
Cuando esta escuela, al estilo de Leibnitz, propone para la lógica un lenguaje que tenga sentido unívoco,
llega a la formalización matemática, lenguaje que si no es ambiguo ni equívoco es porque no tiene ningún
sentido. ¿Qué sentido tiene por ejemplo “S es P”, o el binomio de Newton?
El algoritmo lacaniano, no sólo contradice la idea de que un significante particular (árbol) remita a un
concepto (de árbol), sino que contradice además la idea de que el sistema de los significantes tenga como
contrapartida un sistema de significados. Eso seguiría siendo el signo enigmático de un misterio total; para
disiparlo se hace necesaria una teoría sobre la determinación de sus relaciones, ya que la biunivocidad sostenida
por Saussure ha caducado como explicación.
“Caballeros Damas…”
La incongruencia que propone Lacan, dimensión a la que el analista no debe renunciar en la
interpretación, es que el significante “caballeros”, si tiene una puerta debajo, no remite al concepto de hombre,
sino al de excusado ofrecido al hombre occidental para satisfacer sus necesidades naturales fuera de su casa…
Pero para que se produzca la sorpresa de esta precipitación de sentido inesperada es necesaria una relación de
contigüidad con otro significante: “damas”. Es la diferencia entre ambos significantes, (y no entre las puertas,
que como es habitual, son idénticas) la que somete la vida pública a las leyes de la segregación urinaria. Las
comunidades primitivas, que como es sabido no tienen puertas, comparten esta “segregación” demostrando que
no juega ningún papel el concepto de puerta, sino la diferencia de un significante (caballeros) con otro
significante (damas).
Con esto Lacan deja patidifuso al tradicional debate nominalismo – realismo. Si los nominalistas afirman
que las palabras “nombran” al objeto de una manera “arbitraria”, mientras que los realistas sostienen una
“motivación” (relación de necesidad) de la palabra con lo que nombra, y en esa discusión vienen desde hace dos
mil años, de pronto Lacan dará su golpe bajo: el significante no nombra lo real de ninguna manera, ni
arbitraria ni motivadamente.
El significante entra de hecho en el significado, lo produce de una manera inesperada (como en caballeros
– damas), llegando a ocupar un lugar en la realidad. Un miope para saber a qué baño entrar, debería acercarse no
a las puertas, sino a las “pequeñas placas esmaltadas”, para recibir de la doble y solemne procesión de la nave
superior, es decir de la diferencia entre los nombres que están arriba, la determinación de qué hacer en la
realidad. La doble procesión alude también a esta misma segregación en las procesiones religiosas donde
hombres y mujeres marchan cada sexo por su nave.
Para Benveniste, el discurso parecería definirse recién en el nivel en que las proposiciones tienen sentido
y referencia, es decir en las frases. Para Lacan el discurso remite siempre no a un sentido sino a un sujeto del
inconciente. Por lo tanto, en cualquier nivel en que el lenguaje represente a un sujeto, podremos decir que hay
discurso. Podría ser incluso en el nivel del fonema, en el caso de que una sustitución fonemática se constituya,
como es frecuente, en un acto fallido. Si un marido cuya mujer se llama “Brígida” se equivoca y dice: “Te
presento a Frígida, mi mujer”, la selección de los rasgos distintivos-opositivos: oclusivo, labial y flojo del
fonema “B”, en lugar de lo fricativo, dental y fuerte de “F”, cambia totalmente el sentido de la frase, y es allí
donde localizamos el discurso de un sujeto inconciente. En la medida que un sujeto está implicado, un humilde
fonema, sin sentido en sí mismo, adquiere función de discurso.
Llegados a esta altura del texto, ordenemos los términos, que como vamos viendo, responden a esa
característica esencial de “dualidad” que Saussure le atribuye a todos los hechos de lenguaje.
Saussure descubre la estructura no fenoménica que organiza al lenguaje: la lengua; a su empleo en el
discurso lo denomina: habla. A las unidades de la lengua, que consisten en la unión de un significado y un
significante las llama signo. Pero luego puede superar el empirismo del signo y descubre que las relaciones entre
sus dos partes, no tienen una determinación en sí, sino que dependen de las relaciones de valor que establecen los
signos entre sí en el seno del sistema de la lengua: relaciones paradigmáticas y sintagmáticas. Esta división
permite ya a Jakobson pensar que si en la lengua hay sólo paradigmas y sintagmas, el sujeto hablante para
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construir su discurso, sólo deberá realizar dos operaciones: seleccionar según la organización del paradigma, y
combinar según las leyes del sintagma.
Con Benveniste avanzamos aún más. Todo el campo del significado se traslada a la frase, pues antes de
esa puntuación, el significado está en estado de vacilación, de no determinación.
Se consolida entonces una nueva dualidad que influirá sobre Lacan: en la lengua sólo hay significantes;
para que se produzca ya no un significado (que no deja de ser unión entre dos partes) sino un efecto de
significación, se requiere del discurso en su linealidad sintagmática pero también en su espesor paradigmático.
Con Benveniste no hay producción de significado sin el “empleo” concreto del lenguaje en una frase. Lo que
queda sin teorizar, es nada menos que el sujeto de ese “empleo”, relegado por la lingüística al simple papel de
usuario. Con Lacan lo que será totalmente subvertido (con respecto a la lingüística) será justamente el lugar del
sujeto en el discurso. El sujeto no será ya autor sino efecto del discurso (del Otro) en tanto su palabra estará
atravesada por el lenguaje inconciente, cuyas operaciones descubiertas por Freud, la condensación y el
desplazamiento, Lacan, inspirándose en Jakobson, homologará a la metáfora y la metonimia. El pequeño pasaje
de Jakobson, grande en sus consecuencias, es el siguiente:
“En todo proceso simbólico, tanto intrapersonal como social, se manifiesta la competencia
entre el modelo metafórico y el metonímico. Por ello, en una investigación acerca de la
estructura de los sueños, es decisivo el saber si los símbolos y las secuencias temporales se
basan en la contigüidad (para Freud, el “desplazamiento”, que es una metonimia, y la
“condensación”, que es una sinécdoque) o en la semejanza (la “identificación” y el
“simbolismo” en Freud)13
SAUSSURE
Lengua Habla
Relaciones de valor Paradigma Sintagma
JAKOBSON
Sustitución Contigüidad
Operaciones del sujeto Seleccionar Combinar
BENVENISTE
Significante Significado
Dominios Lengua Discurso
LACAN
Estructura Sujeto
Retórica del inconciente Metáfora Metonimia
En cuanto a su composición según leyes de un orden cerrado. A estas leyes que permiten la
combinación, Lacan quisiera darles un sustrato topológico formal que aún no tiene, pero que más adelante tendrá
con el descubrimiento de la cadena borromea. Por ahora, por aproximación usa la imagen de una cadena de
collares hechos de anillos que se anuda unos a otros. No es suficiente la teoría descriptiva de Benveniste, porque
las propiedades de la cadena significante son de una complejidad tal, a pesar de que pueda ser formada hasta por
un niño, que sólo una abstracción o formalización topológica podría dar cuenta de su naturaleza.
Estas dos condiciones: la reducción a unidades diferenciales y las leyes de su combinatoria, determinan al
significante tanto en el dominio de la gramática entendida como legalidad del nivel discursivo, como en el
dominio del léxico entendido como unidades de la lengua. La locución verbal queda ubicada como fenómeno de
lengua y no de discurso, en consonancia con lo que Saussure había designado como “sintagma estereotipado”:
“por lo tanto”, “sin embargo”, “a fuerza de”, “no hay porqué”, etc. y otras locuciones ya más determinadas por la
contingencia del discurso, que sin embargo han llegado a convertirse en unidades lexicales (formas regulares que
al descomponerse en unidades inferiores pierden totalmente su sentido): “ganar de mano”, “pisar el poncho”,
“soltar la mosca”, ó el más actual “cortar el rostro”.
El famoso significante “árbol” (arbre), tomado ya no como nombre aislado (en su aislamiento nominal)
sino en la vertical del paradigma (que es uno de los contextos atestiguados de cualquier significante) puede ser
puntuado de tal forma que leamos en él su anagrama “barra” (barre) y esto sin otro auxilio que la materialidad de
la letra. Así como André Bretón castigó el interés por el dinero de Salvador Dalí con el anagrama Avida Dollars.
Con “arbre” Lacan ejemplifica dos cosas: 1) que la significación no requiere de la frase completa, pues la
operación de puntuación puede realizarse en cualquier nivel y hacer que una sólo palabra funcione como discurso
por su relación vertical (paradigmática) con otras 2) Que la transformación de “arbre” en “barre” traspone la
barra pues precipita un efecto de significación totalmente ajeno al significado de árbol tal como aparece en el
dibujo de Saussure. La sutileza de Lacan es que aquí arbre no sólo pasa a ser barre (barra), sino barra del
algoritmo.
Lacan continúa en un juego poético con el significante “arbre”: tomado en sus vocales es el anagrama
imperfecto de “platane” (plátano), y en sus consonantes el de “rouvbre” (roble). Pero además, se debe tan poco a
su significado que puede adquirir el sentido de “árbol circulatorio”, “árbol de la vida”, “árbol genealógico”, etc.
A tal punto el significante en su contextuación, ahora “horizontal”, es ajeno a su significado, que ese árbol
soberbio que dice centelleando su cabeza ¡No!, para terminar tratado como una hierba, hace ver algo más que esa
formidable imagen de la lucha desigual entre el árbol y la tempestad. Adquiere más que nada el sentido
metafórico de esa lenta mutación del ser en el (léase “en panta”) del lenguaje. Alude al fragmento
199 de Heráclito que completo dice: “Tras haber oído al Logos y no a mí es sabio convenir en que todas las
cosas (“en panta”) son una”15. Para Lacan, todas las cosas son una: lenguaje, como lo hizo ver con los juegos
entre rem, rien, cause, chose. La condición del hombre es que su soberbia arrogante no le sirve de nada ante el
poder del lenguaje. Lacan defiende su puntuación (que produce una interpretación simbólica del poema),
mencionando el paralelismo en la poesía universal de todos los tiempos. Con esto alude (sin nombrarlo) al texto
de Jakobson Lingüística y poética16 (1960), que estudia el paralelismo como esa condición del lenguaje poético
de moverse en dos niveles, donde uno es el símil del otro; Jakobson cita a Hopkins quien ya en 1865 decía: “Lo
que de artificial tiene la poesía (o tal vez estaríamos en lo cierto si dijéramos “todo artificio”), se reduce al
principio del paralelismo. La estructura de la poesía es de un paralelismo continuo…”. Nuestro J. L. Borges
11
extremó este pensamiento al decir: en toda palabra hay un paralelismo, porque toda palabra es una metáfora.
Aquí el árbol, en la contradicción de su soberbia con el “universalmente” de su reducción a hierba, es el paralelo
del modo común del ente en cuanto a la futilidad de su engreimiento.
¿Porqué esta teoría es un gran paso? Porque al no exigir ninguna condición de similitud entre dos ideas
(“similaridad” según Jakobson), libera a la metáfora del peso del sentido preestablecido imaginariamente y la
sitúa ya no en el plano de la comparación implícita sino en el de la creación.
Pero, ¿porqué su doctrina es falsa? Porque esa creación no brota por conjugar “in praesencia” dos
significantes, aunque ellos sean infinitamente distantes en el plano del sentido (como lo es el amor y un guijarro);
la conjunción en presencia está todavía en el plano de la comparación, en tanto es necesaria la actualización de
ambos significantes para producir la metáfora. Si bien es cierto que trasciende la exigencia del sentido, sigue sin
embargo siendo una comparación.
Lacan planteará una teoría propia de la metáfora, pero no basada en sus imágenes, donde toda la retórica
(incluso un lingüista eminente como Jakobson) creyó encontrar una comparación por semejanza. Su teoría apunta
al nivel de su determinación estructural, es decir, a qué es lo que la sostiene y la hace posible.
Se requiere por supuesto de dos significantes, pero no en conjunción, sino en una relación “in absentia”,
donde uno tome el lugar del otro en la cadena significante, mientras que el otro siga estando presente, pero
oculto, es decir deslizándose metonímicamente en todo el resto de la cadena significante.
A fines de los años ochenta, apareció en Clarín una explicación verdaderamente metonímica
de la metáfora “gorila”, que aquí y luego en todo el mundo, pasó a significar “militar
golpista”. La explicación por imágenes que surge de inmediato es que entre los monos gorilas
y los militares golpistas hay un conjunto de significados en común que sostienen esta
sustitución al modo de una “comparación implícita”. Lo que Clarín muestra es que se llegó a
esta metáfora, desde todo un complejo rodeo discursivo que pudo ser reconstruido. Gobernaba
por ese entonces Frondizi y los planteos militares eran más que frecuentes. Al mismo tiempo se
exhibía en Buenos Aires la película Mogambo; en varios de sus pasajes más dramáticos, justo
cuando Clarke Gable tomaba en sus brazos a Rita Haywort para besarla en la selva africana,
aparecía un enorme gorila gruñendo e interrumpiendo la escena. Un programa cómico de
entonces, La revista dislocada que se emitía por radio, empezó a crear una serie de scketcks
donde ciertas situaciones emocionantes, de lo más variadas, eran interrumpidas bruscamente,
en lo mejor, por alguna aparición indeseada e inoportuna, acompañada por una canción cuyo
estribillo decía: deben ser los gorilas, deben ser…Pero la verdadera chispa creativa surge
cuando se empieza a llamar “gorilas” a los militares golpistas y por extensión a todo sujeto
antidemocrático.
BIBLIOGRAFIA
DUCROT O. Y TODOROV T. Diccionario enciclopédico de las ciencias del lenguaje, Siglo XXI ed., México, 1979
2
EVANS, Dylan Diccionario introductorio de psicoanálisis lacaniano, Paidós, México, 1977
3
JAKOBSON, Roman “Dos aspectos del lenguaje y dos tipos de afasia”, en Fundamentos del lenguaje, Ed.
Ayuso/Pluna, Madrid, 1980
4
LEVI STRAUSS, Claude “Naturaleza y cultura” y “La prohibición del incesto” en Las estructuras elementales
del parentesco, Cap. 1 y 2, Ed. Paidós, España, 1981
5
STALIN, José Acerca del marxismo en la lingüística, Editorial Anteo, Bs.As., 1950
6
SAUSSURE, F de Curso de lingüística general, Introducción, Cap. III “Objeto
de la lingüística”; Cap. IV “Lingüística de la lengua y lingüística del habla”; Primera
Parte, Cap. I “Naturaleza del signo lingüístico; Segunda Parte, Cap. IV “El valor
lingüístico”, Cap . V “Relaciones sintagmáticas y relaciones asociativas”, Editorial
Losada, Bs.As, 1969
7
PLATON “Cratilo”, en Diálogos, Ed. Porrúa, México, 1978
8
DONZÉ, Roland La Gramática general y razonada de Port Royal, Eudeba, Bs.As. 1970
9
HEIDEGGER, Martín La pregunta por la cosa, Editorial Sur, Bs.As., 1964.
“La Cosa”, en Referencias en la obra de Lacan/2, Bibiot. Casa Campo Freudiano,
Bs.As. 1991
10
OGDEN C.Y RICHARDS I.A. El significado del significado, Editorial Paidós, Bs.As., 1964
11
BENVENISTE, Emile “Los niveles del análisis lingüístico”, en Problemas de
lingüística general, Siglo XXI, México, 1989
12
LOPEZ, Héctor “La obra freudiana estructurada como un lenguaje”, en Psicoanálisis,
un discurso en movimiento, Ed. Biblos, Bs.As., 1994
13
JAKOBSON, Roman op.cit., pag. 141
14
STAROBINSKY, Jean Le texte dans le texte (Extraits inédits des cahiers d’anagrammes de Ferdinand de
Saussure), en Tel Quel Nº 37, Editions du Seuil, París, Printemps 1969. (La versión
en español circula en ficha inédita, traducción de Adriana Corti)
15
KIRK, G. Y RAVEN, J. “Heráclito de Éfeso”, en Los filósofos presocráticos,
16
JAKOBSON, R. “Lingüística y poética”, en Ensayos de Lingüística General, Seix Barral, España
1981
17
LACAN, Jacques Seminario III Las Psicosis, cap. XVII y XVIII, Ed. Paidós, Barcelona, 1984
18
VICTOR HUGO “Booz Adormecido”, en Referencias en la obra de Lacan/2, Biblioteca de la casa del
Campo Freudiano, Bs.As., 1991
19
FREUD, Sigmund “Totem y Tabú”, en Obras Completas, tomo III, Biblioteca Nueva, Madrid, 1968