6. El desarrollo emocional
Alejandra Navarro, Ileana Enesco y Silvia Guerrero
Introducci6n
Sentir y expresar emociones, reconocer lo que sienten otros, llegar a com-
prender y regular las propias emociones, en fin, tomar conciencia de la vida
emocional propia y ajena, son dimensiones fundamentales del desarrollo
humano.
{Cuando empieza el bebé a tener una vida emocional?, jhay emociones
‘mis basicas que otras?, gcdmo cambian a lo largo de la vida?, hay diferen-
cias individuales en la intensidad y cualidad de las emociones?, {cémo in-
fluye el medio familiar y social en la expresién y control de las emociones?
El sentido comin nos dice que las emociones del oebé deben tener mu-
ccho que ver con su vida afectiva, y que, en realidad, se trata de dos aspectos
inseparables. Por ello, muchos lectores se sorprenderdn de que hayamos de-
dicado un capitulo a las emociones del bebé y otro a sus relaciones afecti-
vvas. Sin embargo, el estudio psicolégico de uno y otro aspecto ha seguido
trayectorias relativamente diferentes y, en general, los investigadores de las
emociones se han centrado en aspectos quizé mas «microscépicos», mientras
que los estudiosos del apego han abordado este asunto desde una perspecti~
‘va mis global, Una consecuencia de ello es el alcance que tienen las teorias
en cada subdisciplina. Como se veré en el siguiente capitulo, existen teorias
generales del apego mientras que, en el campo del desarrollo emocional, la
situacién es algo diferente. Hay, por supuesto, multiples propuestas sobre el
corigen de las emociones y su desarrollo posterior, podria decirse que hay
Tz,ee ti SS
El desarrollo del bebé
‘numerosas «miniteorias» (es decir, hipdtesis sobre un pequefio conjunto de
problemas), pero lo que caracteriza la actividad investigadora en este cam-
po es la preocupacién por identificar cudndo aparecen ciertas emociones,
describir su expresién y buscar los factores responsables (Campos, Campos
y Barrett, 1990),
El lector «experto» puede pensar que esta caracterizacién del campo no
hace justicia a la realidad y, en cierto modo, tiene raz6n. La mayoria de los
investigadores sobre las emociones del bebé intenta proponer no s6lo des-
cripciones sino también explicaciones y, sin duda, concibe la vida emocio-
nal y afectiva del bebé como un todo inseparable. Pero insistimos en que la
gran diferencia esta en que son pocos los que han propuesto un modelo ge- ocasiones,
neral y evolutivo de las emociones salvo, precisamente, aquellos que lo tra- (para eval
tan inseparablemente de otros aspectos del desarrollo afectivo y cognitive (liquidos 4
hhumano (por ej., Denham, von Salish, Olthof, Kochanoff y Caverly, 2002; putrefacto,
Sroufe, 2000). emociones:
En este capitulo veremos qué nos dice la investigacién psicolégica sobre jjeto calient
la vida emocional del bebé durante los primeros afios. Se comentan, prime- puede tratas
ro, los procedimientos que suelen emplearse en este Ambito de estudio para biberén, el
luego centrarnos en el desarrollo de las emociones primarias y secundarias. jeto (virtual
Otros aspectos, como la capacidad de autorregulacién emocional y el papel ete. Esta
del temperamento se discuten brevemente. La relacién entre emocién y misculos f
conducta se ilustra con algunos de los estudios observacionales mas signifi- ciones y, Ps
cativos sobre las relaciones entre hermanos en el hogar y, por iltimo, se es- nes divers
boza el desarrollo de la comprensién de emociones durante la niftez. Una fue
Jos inform
emociones
1. gCémo estudiar las emociones del bebé? gos suelen
bajos revel
En capitulos anteriores se han presentado los procedimientos desarrollados bés y lo qu
ppor los psicdlogos para estudiar a los bebés y aunque la mayoria de estos Tras la
‘métodos se disefiaron para investigar aspectos cognitivos bisicos, como la vestigacion
atencién, memoria, aprendizaje 0 capacidades perceptivas del bebé, luego dores ajene
se incorporaron al estudio de problemas conceptuales mas complejos que éstos s
(como la nocién de objeto) asi como al de la vida afectiva y emocional del rea consist
bebé. {Como conseguir que el bebé nos informe de sus emociones, si es a, rabia, s
{que las tiene? Veamos algunos de los procedimientos para lograr este obje- dores con
tivo. de procedi
Cualquier persona que se relacione con bebés (padres 0 cuidadores) tie- cional com
ne la impresién de que éstos son capaces de comunicar su estado emocio- Otro tip
rnal mediante expresiones faciales, conductas basicas como el Ianto y res- de la inter
puestas corporates. La cara y la postura corporal de un bebé pueden indicar en el hogai
‘muchas cosas: los ojos semicerrados, el gesto primitivo de sonrisa (al prin- colaboradc
cipio, casi una mueca), un tono muscular relajado, se interpretan como in- este modo
dicio de bienestar. Al contrario, las cejas fruncidas, la cara arrugada y los timo apart
BearSnjunto de
yeste cam-
emociones,
s, Campos
[campo no
ria de los
0 silo des-
da emocio-
sen que la
modelo ge-
que lo tra-
y cognitive
yerly, 2002;
Sgica sobre
itan, prime-
estudio para
ecundarias.
ily el papel
emocién y
ms signifi-
ltimo, se es-
iftez
jesarrollados,
pria de estos
cos, como la
‘bebé, luego
s complejos
mocional del
ciones, si es
rar este obje-
idadores) tie-
tado emocio-
Tanto y res-
neden indicar
risa (al prin-
tan como
rrugada y los
6. El desarrollo emocional
ny ee
‘jos entornados se interpretan como malestar o dolor. Por otto lado, cuando
cl bebé mira algo con ojos brillantes y mantiene su mirada incluso a costa
de tener que girar la cabeza, se supone que tiene interés por ese objeto,
mientras que si evita activamente mirarlo (girando la cabeza hacia el lado
‘opuesto) se presume que le desagrada.
Las investigaciones sobre las emociones del bebé suelen basarse en es-
tos mismos supuestos y analizan, por tanto, datos conductuales y de expre-
siGn facial en bebés. Para ello, hacen registros observacionales, tanto en
‘contextos naturales como de laboratorio, mediante la filmacién de las con-
ductas del bebé frente a determinados estimulos o acontecimientos y, en
ocasiones, se emplea complementariamente la medida del ritmo cardiaco
(para evaluar el miedo o a sorpresa). Los estimulos pueden ser gustativos
(liquidos de distinto sabor: dulz6n, acido, amargo), olfativos (leche, olor
putrefacto, etc.), visuales (caras familiares 0 extrafias, caras que expresan
emociones distintas: miedo, alegria, rabia), tictiles (tocar un hielo o un ob-
jeto caliente), dolorosos (por ejemplo, con ocasién de wna inyeccién), 0
‘puede tratarse de acontecimientos mas complejos como retirarle al bebé el
biderdn, el chupete o un objeto con el que juega, hacer desaparecer un ob-
{eto (virtual) cuando lo va a tocar, acercarse un extrafio y cogerle en brazos,
etc, Esta variedad estimular nos permite comprobar, por un lado, que los
‘miisculos faciales en el bebé estén preparados para expresar distintas emo-
ciones y, por otro, que ante situaciones variadas pueden manifestar emocio-
nes diversas.
Una fuente de informacién adicional en el estudio de las emociones son
los informes de los propios padres respecto a sus bebés: gles atribuyen
emociones?, y de ser asi, qué tipo de emociones? Pese a que los psicélo-
‘20s suelen atribuir poca objetividad a los padres, los resultados de estos tra-
bajos revelan més de una coincidencia entre lo que les atribuyen a sus be-
bbés y lo que encuentra la investigacién mas objetiva de laboratorio.
Tras la filmacién de las expresiones faciales y conductas del bebé, la in-
vestigacién suele proseguir asi: se presentan dichas filmaciones a observa-
dores ajenos al bebé (entrenados 0 no en la identificacién de emociones), sin
que éstos sepan qué acontecimiento precedié a la respuesta del bebé, y su ta-
rea consiste en identificar la emocién expresada: bienestar o felicidad, triste-
2a, rabia, sorpresa, ete. Por tltimo, se comparan los informes de los observa-
dores con las situaciones que provocaron la respuesta de los bebés. Este tipo
de procedimiento es habitual en la investigacién tanto sobre expresion emo-
cional como sobre reconocimiento de emociones por parte del bebs.
Otro tipo de estudios, de naturaleza etnogrifica, se basa en observaciones
de la interaccién entre los bebés y sus cuidadores, o entre los propios nifios,
cn el hogar o en la escuela infantil. Las investigaciones de Juddy Dunn y sus
colaboradores (Dunn, 1988, 2002; Dunn y Brown, 1994) son un ejemplo de
este modo de proceder y, dado el valor de sus hallazgos, dedicamos un pentil-
timo apartado a comentar sucintamente alguno de los est