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La radicación del moribundo

El orden surge, la estructura universal evoluciona. La existencia es un fenómeno, un


patrón irreconocible dentro de su infinita diversidad, con ella podemos darnos unos a otros la
mayor prosperidad o la más grande de las desilusiones, con ella, imparte el maestro sus
enseñanzas a sus discípulos, con ella, arrastra el orador a quienes les escuchan. Sin embargo
algunos factores en esta ecuación no son del todo propicios, sin embargo son forzosos, si se
suprimen, la desorganización desembocaría en un caos.

El ligamiento de este proceso recae principalmente en la conformación de dualidades,


la proporción de masas y minorías, economía favorable y desfavorable, moral digna e indigna;
fijando un balance que rige la campaña mundial, sin embargo la determinación especifica de
los aspectos nefastos y desdichados son inconclusos, sus causas desconocidas y asociadas
erróneamente a la resignación, sus participantes sumisos y declarados mayoría.

Los gritos moribundos de una población sin esperanza hacen parte del bando asignado
como nocivo; el denominado pobre, mezquino e infortunado, ha denotado un atentado diario
contra la dignidad, el bienestar de las personas y la democracia, generada como causa directa
de las desigualdades sociales y precisada como un escenario de acceso insuficiente a una
ganancia que avale un horizonte de vida digno que proporciona una magnánima exclusión
social, afianzado por Huwley (1932) al entrever que “Tal es el fin de todo el condicionamiento:
hacer que cada uno ame el destino social, del que no podrá librarse” (pag. 5)

La suma de dos números, originalmente, determinarían la ampliación de un rango, no


obstante, la adhesión de una simple línea horizontal a su izquierda le proporciona a estos dígitos
un valor negativo, y si estos últimos se llegaran a añadir, la connotación negativa seria aún
mayor. La asociación de esta locución a la sociedad habitual connota la degradación particular
de cada colectividad, por lo tanto se establecen roles convenientes o perjudiciales, positivos o
negativos, que aumentan o disminuyen la prosperidad de una comunidad, teniendo en cuenta
su valor otorgado y la cantidad de sujetos que lo conforman.

La pobreza a pesar de ser un factor ampliamente discutido, persistentemente se ha


afirmado que, esta condición se acarrea por el conformismo, profesando que es viable poseer
todo, con solo anhelarlo, disimulando frustración y ansiedad con una “satisfacción instantánea”
carente de emoción, dejando un vacante al momento de enfrentarse al escenario real de la
existencia, menguando la capacidad de autosuficiencia y absteniéndose a la definición de masa
que José Ortega y Gasset realiza en la rebelión de las masas (1983) “Masa es el hombre medio.
De este modo se convierte lo que era meramente cantidad -la muchedumbre- en una
determinación cualitativa: es la cualidad común, es lo mostrenco social, es el hombre en cuanto
no se diferencia de otros hombres, sino que repite en sí un tipo genérico” (pág. 14). En objeción,
el decaimiento a una “mayoría” no siempre es selectiva, es decir, la pobreza históricamente no
surge en manos del afectado, sino por la administración estatal que representa una miserable
calidad existencial y trabajadora.

La incapacidad de sujetarse a una minoría, especialmente cualificada, no se representa


como una deliberación, es una imposición gradual de un dominio capitalista en el acoplamiento
global, es el hostigamiento ciego de una necesidad de “pertenecer”, evitando el rechazo,
evidenciado la supervivencia.

La reacción encubierta de la formación de jerarquización en clases sociales se puede


entrever por la gracia de la proliferación por multiplicación; si se multiplican dos números
negativos el resultado indudablemente es un factor positivo; la reproducción de individuos con
bajos recursos se agranda paulatinamente día a día, sin precedentes, generando espléndidos
beneficios a las sociedades elitistas, titiriteras, dueñas de los cartones lustrados en las aceras.
Esta continuidad podría justificarse al mostrar que en La teoría de los sentimientos morales, e
donde se atestigua que “La corrupción del carácter consiste en admirar a los ricos y despreciar
a los pobres, en vez de admirar a los sabios y a las buenas personas y despreciar a los simples”
(pág. 19). Esto es la corrupción de una sociedad: cuando una colectividad desprecia a los que
han fracasado en la subsistencia, a los que no han poseída una favorable fortuna, es patológico.

Si una fracción es impropia, el numerador es mayor que el denominador, esto socaba en


que existirá un sobrante en el resultado; la economía dominante es una gran capa de fracciones
que engloban el mapamundi. Los mayores ingresos se determinan a una pequeña dependencia,
mientras que “el sobrante en el resultado” representa la denigración y sumisión de los
superabundantes, concibiendo situaciones como el desempleo, la falta de ingresos o un nivel
bajo de los mismos. Asimismo la pobreza puede ser el resultado de procesos de exclusión social,
segregación social o marginación. En muchos países del tercer mundo, la pobreza se presenta
cuando no es posible cubrir las necesidades incluidas en la canasta básica de alimentos o se
proveen problemas de subdesarrollo.

La abrumante presión política que imprime la inclinación que cada individuo debe
mantener, es un agravante presente en la actualidad, esgrimiendo las mentes, moldeándolas
lisamente, sin una grieta de desacuerdo, vendados por promesas insulsas, de la mano con el
miedo a dimitir el ideal colectivo manteniendo la equivalencia de Ortega y Gasset al testificar
que “En una prisión donde se han amontonado muchos más presos de los que caben, ninguno
puede mover un brazo ni una pierna por propia iniciativa, porque chocaría con los cuerpos de
los demás” (pág. 41). En este sentido se le condesciende a la distribución un perfil más
consonante, como un ente activo, tornadizo y hacendoso en donde cada parte, efectúa una
ocupación primordial en el perfecto funcionamiento de la organización; gobernando su
deliberación hacia la importancia que apalea cada individuo, cada sumario, cada utensilio, que
interactúa en la ordenación y lo conjetura como un único.

La desorganización, el caos, la dicotomía y las personas son entes que comparten una
masa impuesta, generada por la dependencia de supervivencia a la pobreza, la “mayoría” no
simplemente se define como la perdida de individualismo y el asosiego intelectual; es una forma
de denigración gubernamental que oprime las espaldas con barrotes de hierro ardiente, usada
para un balance distopíco que permuta, por obligación, a individuos en una colectividad
imputada, con suma de negativos, multiplicación de los mismos y una radicación de la empatía
abstracta del ser humano.
Bibliografía

Huxley, Aldous. (1932).Un mundo feliz. Barcelona, España: Plaza & Janes editores S.A.

Ortega y Gasset, José. (1983). La rebelión de las masas. Barcelona, España: ediciones
Orbis S.A.

Smith, Adam. (2013) .La teoría de los sentimientos morales. Buenos Aires, Argentina:
Alianza Editorial.

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