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El amor en los tiempos de Facebook

En la vida universitaria como experiencia en la que confluyen identidades,


diversidades, estatus y percepciones livianas relacionadas con el relax y la
diversión cobra un sentido especial, pues tiene que ver además con la “conquista”
de la autonomía entendida ésta como el quiebre de los controles familiares y la
apropiación de actividades y actitudes adultas.

Un estudiante se hace universitario en la dinámica establecida por los múltiples


vínculos que tienen lugar en la universidad. La vivencia universitaria es asociada
también con el mundo de experiencias y sentimientos propios de la vida social que
allí acontece, con el tiempo de permanencia y con las rutinas de apropiación y
tránsito en la institución educativa.

La travesía de los jóvenes por la universidad está simbolizada por dos


dimensiones evolutivas que convergen y se definen mutuamente: de un lado el
tránsito hacia la adultez, representado en un tiempo para la formación profesional,
que tradicionalmente se espera que de paso a la producción y la reproducción;
esta percepción conlleva la representación de aquello que es aceptado para los
adultos (beber, fumar, establecer relaciones afectivas duraderas o fugaces, tener
una vida sexual activa), de otro lado, como aún se es joven y es universitario, se le
concede la gracia de la laxitud, el derroche, el exceso y la experimentación.

Pese esta inferencia, también es importante anotar que el paso a la Universidad


representa para muchos jóvenes una transición, hacia una anhelada
independencia y libertad, pues en nuestro medio no se “controla” tanto a un
universitario ya que se supone que este tiene una mayor madurez y
responsabilidad. En otros que para poder estudiar tienen que salir a las grandes
ciudades donde se ofrece la mayoría de las veces la educación superior, el
ingreso a la Universidad les representa vivir lejos de casa por primera vez y sin la
supervisión de los padres.

(Castaño, Pérez.(2008).Módulo educativo: consumo de drogas en universitarios


estrategias de actuación FUNLAM - y la Federación Internacional de
Universidades Católicas – FIUC-
http://virtual.funlam.edu.co/repositorio/sites/default/files/repositorioarchivos/2012/0
2/mod7_consumodedrogas.1285.pdf)

A la imagen de la juventud como etapa de experimentación se asocia la vida


pasajera, sin recato, informal, que en cierta forma es admisible, mientras llega la
“edad de las responsabilidades”. Esta representación social sobre la juventud es
usualmente compartida por los adultos y los jóvenes. (Castañeda, G. (2008).
Sentidos del consumo de sustancias psicoactivas en la vivencia en universitaria.
Revista Análisis. Publicación sobe problemas asociados la consumo de drogas.
FIU pp. 87-94
http://virtual.funlam.edu.co/repositorio/sites/default/files/repositorioarchivos/2012/0
3/articulo%20revista%20analisis.1369.pdf).

La red social Facebook parece haber surgido como el “hada madrina” de muchos
“cenicientos y cenicientas modernos”, que se encuentran solos, ya sea porque no
se animan a exponerse o porque desde hace tiempo no encuentran la horma de
su zapato.

El príncipe azul, cuando aparece, conlleva otro mito pernicioso: el amor verdadero
junto al hombre ideal que las haga felices.
Si bien el amor ya no es cuento de hadas ni parece dar resultado mantener viejos
mandatos, podemos correr el riesgo de quedarnos solos y atrapados en las redes
sociales.

Hoy, cuando las relaciones, que para muchos son efímeras y desechables y, para
otros mucho más prácticas, relajadas y auténticas que en viejos tiempos,
Facebook gana adeptos en lo que podría llamarse un “club de amigos” o una
“agencia de citas virtuales” donde todo se vale, donde todo puede llegar a suceder
o quedar en el intento.

Insisto, bienvenido el Facebook que ha posibilitado el encuentro…

Parece tan difícil vincularse, en esta época, y tan necesario intentarlo que todo
vale cuando resulta satisfactorio y saludable.

¿Nos alcanza con sumar contactos, recibir mensajes, chatear o acumular ideas y
promesas en el muro?

¿Le tenemos miedo al fracaso por el exceso de exigencias que nos proponemos a
la hora de encontrar amigos u otro tipo de amor?

¿En materia de relaciones, qué lugar ocupan hoy, para cada uno de nosotros las
redes sociales: son una moda, un hobbie, una comodidad o una llave que abre o
que encierra?

Solo una mirada.

El amor y todas sus posibilidades están ahí, afuera, esperando. Nosotros ¿Qué
estamos haciendo? ¿Qué estamos buscando? ¿Qué estamos esperando?

Un rasgo del amor romántico en la actualidad es que en él confluyen las dos


grandes contradicciones de los urbanitas posmodernos: queremos ser libres y
autónomos, pero precisamos del cariño, el afecto y la ayuda de los demás. El ser
humano necesita relacionarse sexual y afectivamente con sus semejantes, pero
también anhela la libertad, así que la contradicción es continua, y responde a lo
que he denominado la insatisfacción permanente, un estado de inconformismo
continuo por el que no valoramos lo que tenemos, y deseamos siempre lo que no
tenemos, de manera que nunca estamos satisfechos.

Si hay algo a lo que tememos es a la exclusión. Hoy, las redes sociales son un
espejo cotidiano de este ataque de impulso vital, al ego, al frenético deseo de
“pertenecer” y “ser querido”. El amor, la aceptación y el estatus social han sido y
será un motivo central de nuestra existencia.

Por estos tiempos virtuales, sumar “contactos” o “seguidores”, pareciera regular,


cada día más, los niveles de auto estima. Si me retuitearan, si me dan “me gusta”
o comparten mi publicación, es sinónimo de valoración, reconocen mi pensar, mi
sentir, mi propuesta. No soy, en definitiva, alguien que no “existe”.

Si hablamos de "amor" hoy deberíamos sumar otras palabras claves tales como
"relaciones, amigos, seguidores, contactos... ". Es que las redes sociales parecen
haber llegado, en algunos casos, para estar enredados (EN-RED-DADOS) con el
afuera y tener mayor posibilidad de encuentros e intercambio de fotos e
información.(Chaktoura,)

El amor en los tiempos de Facebook es completamente distinto a lo que ya


sabíamos (a lo que ya habíamos vivido). Conoces a alguien en una fiesta o en
algún sitio por internet, se llevan bien, conversan un rato y luego se agregan a
Facebook. Son automáticamente “amigos”.

Ahora, cuando conoces a una persona no tienes que pedirle una cita para tomar
un café y preguntarle qué le gusta, dónde nació, cuál es su película favorita. Solo
debes (mirar o espiar) su cuenta de Facebook, buscar algunos amigos en común,
sacar conclusiones, analizar sus likes, sus comentarios… y obviamente fijarte en
su estado civil: divorciado /separado / viudo / en una relación abierta / es
complicado / casado / prometido/ tiene un relación/ soltero.

Diez años atrás estos pasos podían tomar meses, varias citas, salidas al cine,
invitaciones al teatro, etcétera. Hoy, en menos de una semana (a veces horas de
no dormir) podemos saber si él o ella es medianamente compatible contigo.
Incluso, algunos dicen que se enamoraron de solo contemplar la foto de portada
de Facebook y recibir una sobrecarga de likes.

En juego está la imposibilidad del diálogo. Por no saber escuchar, por no saber
qué y cuándo decir las cosas, por no tener cuándo hablar, por vivir
interrumpiendo, por hacer oídos sordos, olvidar o negar lo que se escucha, por
tener la costumbre de elevar el tono, por miedo a la impulsividad.

Si muchas veces es complejo comprender cara a cara cuál es la actitud o el


mensaje del otro, imaginemos que podemos llegar a suponer al leer un texto que
carece, entre otros, signos de puntuación, miradas, gestos y tonalidades.

Si tanto nos cuesta comprendernos en presencia física, que puede resultar, de


hacerlo todo, o en parte, por vía textual.

Acaso, ¿a dónde vamos? ¿A quiénes estamos tratando de conquistar?

Antes eran llamados telefónicos, cafés, tertulias, secretos y “chimentos” de boca


en boca. También viajaban en “papelitos” de mano en mano o gracias al cartero,
que hoy se limita a repartir impuestos o papelería comercial.
Pese a toda la interacción que se pueda tener en el Facebook, como señala el
psicólogo Diego Llontop, la primera red social en la que vivimos es la vida real. No
por tener alguna red social debemos de vivir sometidos a ellas. Uno decide qué
publicar en Facebook, qué fotografías poner, si vas a permitir ser etiquetado en
fotografías, a qué amigos agregar, qué noticias ver, nada nos obliga a estar
pendientes de lo que pasa en nuestros círculos sociales virtuales. Cada uno
decide la configuración de la privacidad en su cuenta. Facebook no es ni bueno ni
malo para las relaciones de pareja, depende del uso de cada uno. Facebook no
puede desbaratar un amor sólido. Son otros factores los que acaban con un amor.

(http://publimetro.pe/actualidad/9959/noticia-amor-tiempos-facebook)

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