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El Arte Poética Capítulo IV
El Arte Poética Capítulo IV
2. Además de esto, la epopeya debe tener las mismas calidades que la tragedia
(debiendo ser o sencilla, o complicada, o moral, o lastimosa), y también las partes
mismas, fuera de la melodía y perspectiva; puesto que ha de haber en ella
revoluciones, reconocimientos y perturbaciones; y asimismo las sentencias y el
estilo han de ser brillantes. Todo lo cual ha observado Homero el primero, y
siempre como conviene; porque de tal arte compuso cada uno de sus poemas,
que la Iliada es sencilla y afectuosa; la Odisea, complicada, reinando en toda ella
el reconocimiento y la distinción de los caracteres. Pues ya en el estilo y en el
modo de pensar es infinitamente superior a todos.
3. Sin embargo, la epopeya es diferente por la longitud del contexto y por el metro.
El término conveniente de la longitud ya está insinuado; de suerte que pueda uno
hacerse cargo al mismo tiempo del principio y del fin; y esto se logrará si las
composiciones fueren menos prolijas que las de los antiguos, y equivalentes a
muchas tragedias propuestas a la censura de un auditorio crítico. Es así que la
epopeya tiene mucho a su favor, para poder alargarse más; por cuanto en la
tragedia no es posible imitar muchas cosas hechas a un tiempo, sino solamente
aquella parte que requieren la escena y los representantes. Mas en la epopeya,
por ser mera narración, cabe muy bien el unir en verso muchas partes con sus
cabos, por las cuales, siendo propias, crecerá la estructura del poema. De manera
que tiene esta prerrogativa para ser más grandiosa y divertir al oyente, y variar los
episodios; puesto que la uniformidad, saciando presto, es causa de que las
tragedias desagraden.
5. Entre todos, Homero merece ser alabado, así por otras muchas cosas, como
principalmente porque sólo él sabe lo que corresponde a su oficio; pues el poeta
debe hablar lo menos que pueda en persona propia, no siendo en eso imitador. Al
revés, los demás se empeñan continuamente en decir sus razones, imitando
pocas cosas y raras veces. Mas éste, haciendo la salva en pocas palabras,
introduce inmediatamente a un hombre, o a una mujer, o a otro sujeto, y ninguno
sin divisa, sino revestido de su propio carácter.