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La Lectura reparadora
Si Uds. conocen mis trabajos saben que me he interesado por el rol que
desempeña la lectura en el descubrimiento y la construcción de si mismo, un tema que
ha sido evocado en distintas circunstancias por los lectores que yo entrevisté. Esa
dimensión se percibe con claridad en la infancia y en la adolescencia o la juventud.
Pero también puede ser crucial en etapas de la vida en las que debemos
reconstruirnos, cuando fuimos golpeados por un duelo, por una enfermedad, por un
accidente, o por una pena de amor, cuando hemos perdido nuestro empleo, cuando
atravesamos por una depresión o una crisis psíquica, todas esas pruebas que conforman
nuestro destino todas esas cosas que afectan negativamente la representación que
tenemos de nosotros mismos y el sentido de nuestra vida.
El año pasado cuando me pidieron que expusiera sobre el tema de la lectura en el
hospital, tuve ocasión de hurgar un poco en todo esto. En Francia, en los últimos años,
el desarrollo de la hospitalización pública fue acompañado por un deseo de
humanización, y es en ese marco donde encuentran su lugar las bibliotecas de
hospitales. La situación por supuesto es muy diferente según los lugares, en muchos
servicios no hay ningún libro, en muchos otros solo encontramos carritos a cargo de
voluntarias que dependen de asociaciones y en algunos establecimientos existen
verdaderas bibliotecas atendidas por profesionales que suelen ser creativos. Pero
muchos de los que trabajan en este sector lo hacen un poco a su manera y necesitan
tomar distancia y conceptualizar. Es en ese contexto que recurrieron a mi.
Por otra parte quiero confesar que cuando escucho la palabra “hospital” salgo
corriendo, como muchos otros. Por eso no hice sobre este tema una verdadera
investigación. No tuve entrevistas con los enfermos a pesar de que yo habitualmente
doy prioridad a la escucha de los lectores.
Como punto de partida, he transferido algunas cosas que había aprendido en mis
anteriores investigaciones. He debatido con bibliotecarios o auxiliares médicos que
trabajan en el ámbito hospitalario, y ellos me aseguraron que yo trataba temas que
formalizaban sus experiencias. También leí o releí trabajos de varios psicoanalistas. Y si
bien no escuché a los enfermos, leí lo que algunos escritores pudieron escribir
hallándose frente a la enfermedad o a la hospitalización. Son precisamente algunos de
esos materiales de investigación, algunas líneas de trabajo, junto con las reflexiones que
me inspiraron los que pensaba presentarles hoy.
Cuando traté de pensar cual seria la importancia que podría tener la lectura en
medios hospitalarios, recurriendo a lo que había aprendido en mis investigaciones,
varias dimensiones me parecieron esenciales: la primera, es que la lectura puede ser un
atajo privilegiado para elaborar o mantener un espacio propio, privado, íntimo. Como
prolongación de ese aspecto la lectura puede ser un recurso para dar sentido a la
experiencia de alguien, para darle la palabra a sus esperanzas, a sus miserias, a sus
deseos, la lectura puede ser también un auxiliar decisivo para repararse y encontrar la
fuerza necesaria para salir de algo, y finalmente otro elemento fundamental, la lectura
es una apertura hacia el otro, puede ser el medio para compartir. Estas dimensiones
varias, según la experiencia de cada uno, son a menudo una misma y única cosa.
Diremos ahora algunas palabras del primer aspecto, la lectura puede ser, a
cualquier edad, un recurso privilegiado para elaborar o mantener un espacio propio, un
espacio íntimo, privado, incluso en los contextos donde no se entrevé ninguna
posibilidad de disponer de un espacio personal. La lectura es una vía de acceso
privilegiada hacia ese territorio de lo íntimo, que ayuda a elaborar o sostener el
sentimiento de la individualidad, al que se liga la posibilidad de resistir a las
adversidades.
Esto me había aportado mi investigación en los barrios urbanos
desfavorecidos. De un modo parecido, los sociólogos que trabajan en medios carcelarios
habían registrado que la lectura permitía a los detenidos, con algunas limitaciones, la
reconstrucción de un espacio privado, mientras que a la inversa “la televisión bien
podría señalar la imposibilidad radical de ese espacio. También me impresionó que en
Francia, algunas asociaciones humanitarias siempre le dieron importancia al hecho de
dar libros a los sin techo, para que pudieran conservar un mínimo de espacio íntimo, un
espacio de ellos, incluso si Vivian en la vereda, expuestos a la mirada de la gente.
Resulta que el hospital no es ni una vereda ni una prisión. Pero esta dimensión de
la lectura como recreación de un espacio privado puede tomar sentido pleno, es esta
institución donde el espacio de lo íntimo se reduce como una piel de zapa. Donde uno se
siente asignado a una categoría de cuerpo-objeto, obligado a someterse, “por su bien”,
a las decisiones de otros. Donde todo nos reduce a una pasividad, a una perdida de
autonomía, a una regresión, ya sea por la enfermedad y por los limites que esta impone
a la motricidad, o por las curaciones soportadas, o bien por la naturaleza misma del
discurso medico y del funcionamiento de la institución, aun cuando muchos de los que
trabajan en ella se dediquen a hacerla mas “humana”.
Lo que está en juego a partir de la lectura es la conquista o la reconquista de
una posición de sujeto. Por que los lectores son activos, desarrollan toda una actividad
mental, se apropian de lo que leen, significan de otra manera los textos leídos, y
depositan entre esas líneas su deseo, sus sueños, sus angustias. En la lectura hay otro
cosa más allá del placer, que depende de un trabajo psíquico, en el mismo sentido que
hablamos de trabajo de duelo, de trabajo de sueño, de trabajo de escritura. Un trabajo
psíquico que nos permite volver a encontrar un vínculo con aquello que nos constituye,
que nos da lugar, que nos da vida.