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La medicina debe ser un sacerdocio y no solamente un negocio, ella debe ser menos docta y más

popular; que cada enfermo pueda conocer y juzgar cualquier enfermedad; y dirigir por si mismo la
curación por el medio que crea más lógico. Es decir que debemos preparar a las personas para que
cada uno sea un samaritano en el camino de la vida.

El estudio práctico de la Medicina dee formar parte de la educación.

Se dee dar a conocer los principios higiénicos, poniéndolos al alcance de las masas populares.

Invitar a todo el mundo al estudio de la naturaleza, que se escuche su lenguaje.

La profesión del médico tiene por ideal legitimo el amor del hombre por el hombre y la ciencia.

La Medicina o el arte de curar las enfermedades y propender a la perfección física y moral del
hombre, es incompatible con todo sentimiento, con toda inspiración que no armonice con el
altruismo; pues no se puede amar esta ciencia sin sentir amor por los hombres, ya que su objeto
es calmar sus dolores y enjugar las lágrimas de aquellos a quienes la eterna triunfadora amenaza
arrancar un ser querido.

El máximo de recursos curativos a que puede aspirar la criatura humana, en caso de enfermedad,
es la REANIMACIÓN NATURAL, tonificación, reconfortación de sus órganos encargados del equilirio
de las fuerzas contrarias al desenvolvimiento positivo del organismo y capaces de rehacer el
predominio de aquel – la salud – hasta donde sea posible dentro de su ciclo evolutivo.

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