Está en la página 1de 1

Convivencia en la sociedad

Para los sociólogos estudiosos de la sociedad guatemalteca, no debe ser ninguna


novedad ver entre nosotros actitudes confrontativas y una marcada desconfianza
que impide –muchas veces–, que se puedan alcanzar puntos de entendimiento
entre grupos sociales o comunidades. La historia nos ha marcado y desde la
época de la conquista se repiten este tipo de situaciones.

Ciertamente hay un reconocimiento –además innegable– de nuestra


pluriculturalidad, evidente a lo largo y ancho del país. No debemos olvidar que en
Guatemala se hablan más de 20 lenguas, como tampoco que las costumbres,
tradiciones, educación, forma de pensar y ver el mundo, son muy diferentes entre
comunidades indígenas y ladinos.

Tristemente, el paso de cinco siglos no ha sido suficiente tiempo para lograr una
amalgama adecuada que nos permita ser una sociedad integrada, respetuosa y
con una visión común de Nación. ¡Absolutamente no! Hemos llegado al siglo XXI
con esa marca de origen: división, confrontación, desconfianza.

No me refiero a una actitud solamente entre grupos étnicos, esto es algo que se
observa en casi todas las actividades y sectores de la sociedad.

A esta enorme complejidad social, hay que añadir el ingrediente ideológico que
también nos ha marcado como sociedad –más división–, producto del conflicto
armado que durante 36 años nos agobió y aún genera las posiciones más
radicales entre quienes gustan de defender las posiciones de izquierda o derecha
extremas.

Ese es nuestro entorno como sociedad. Esa es Guatemala, eso somos los
guatemaltecos. Y aunque esta realidad es tan evidente, los actores políticos no
siempre –más bien casi nunca– los toman en cuenta o reconocen, ni se ha
buscado alguna vez la fórmula que permita una mejor convivencia, más pacífica,
respetuosa y con visión de desarrollo y de largo plazo.

El resultado es el que ahora estamos viviendo con la llamada conflictividad social


que se ha exacerbado con el tema de la justicia indígena, exigida por unos y
rechazada por otros. Pero lo malo es que nadie anticipó el nivel de confrontación
al que podemos llegar como sociedad, como país. Ahora el debate ha subido de
tono y, ¡pase lo que pase! con la reforma constitucional, estaremos inmersos en
un proceso de mayor división, más desconfianza y, sin importar quien resulte
ganador, un sentimiento de frustración y/o resentimiento.

También podría gustarte