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37
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  •  ,  , - 

E
Sin contrincante en el frente.
El poder en el México contemporáneo

Laura Pérez Rosales  Preliminares

Elisa Servín  A golpes de autoritarismo: la Unión


de Federaciones Campesinas de
México, un intento fallido
de organización rural independiente
The Union of Peasant Federations
of Mexico, a failed attempt
on independent rural organization

Valentina Torres-Septién  Estado contra Iglesia/Iglesia contra


Estado. Los libros de texto gratuito:
¿un caso de autoritarismo
gubernamental. 1959-1962?
State versus Church/Church versus State.
Free textbooks: a case of governmental
authoritarianism, 1959-1962?

Laura Pérez Rosales  Censura y Control.


La Campaña Nacional de Moralización
en los años cincuenta.
Censorship and Control. The National
Campaign for Moralization during
the Fifties.
Verónica Oikión-Solano  Represión y tortura en México
en la década de 1970.
Un testimonio político
Repression and Torture in Mexico
in the 1970s: A Political Testimony

María del Carmen  Autoritarismo en tiempos de crisis.


Collado Miguel de la Madrid 1982-1988
Authoritarianism in times of crisis.
Miguel de la Madrid 1982-1988

E

François Hartog  La inquietante extrañeza de la historia


The Uncanniness of History

Silvia Sebastiani  Las escrituras de la historia del Nuevo


Mundo: Clavijero y Robertson
en el contexto de la Ilustración europea
Clavijero and Robertson within
the Context of European Enlightenment

R

Armando Francisco Azúa  Guam: la cercana historia


de una lejana isla
Guam: A Close History
of a Faraway Island
EXPEDIENTE

Sin contrincante en el frente.


El poder en el
México contemporáneo
Preliminares

C ada época encuentra en Shakespeare lo que le atribula. Por


eso mismo es posible reconocer en la monstruosidad moral y
física de Ricardo III la deformidad de nuestro propio tiempo po-
lítico. Por sus disformidades internas y externas, este personaje le
viene muy bien al pasado reciente del sistema político mexicano.
Aquel que se explica por la obsesión –casi manía– del poder. La
astucia, la fina simulación, la crueldad, la capacidad para conspi-
rar, las fobias, todo ello ha sido utilizado por el sistema de partido
único, sin importar cuán lejos se vaya, para no desprenderse del
poder. Al igual que el usurpador conde de Gloucester, el partido
hegemónico en México desplegó, desde sus inicios, un discurso y
una práctica que buscaban seducir a una sociedad que apenas salía
de una cruenta guerra fratricida y así persuadirle de que el suyo
era el mejor camino para la reconstrucción nacional.
Desde la fundación del , el camino al poder estuvo en-
marcado por reglas que marcaban el ritmo y la cadencia de la
transmisión del poder. En ese entendido, cualquier resistencia a
la concentración del poder en el Ejecutivo carecía de todo sentido
o viabilidad. El camino para lograrlo no fue fácil. Una razón fue
la topografía del poder en México: los poderes, históricamente,

Historia y Grafía, Universidad Iberoamericana, año 19, núm. 37, julio-diciembre 2011, pp. 9-15
se habían formado y alimentado de la fragmentación geográfica,
económica, étnica y cultural del territorio. Los caciques y los cau-
dillos, por ejemplo, eran los depositarios del poder en sus propias
regiones, posición alimentada por su fuerza económica, militar y
capacidad de gobernabilidad. El proyecto nacional triunfante en
los años veinte, en el que el presidencialismo era la condición sine
qua non de la gobernabilidad, supuso el sometimiento o aniqui-
lamiento de los viejos poderes regionales a favor de la figura pre-
sidencial. Se logró, negociada o violentamente, que el Ejecutivo
concentrara los hilos del poder sin enemigo al frente. Una vez su-
perado el enfrentamiento entre el Estado y los caudillos hubo que
enfrentar uno más: el que oponía la función social y corporativa
del Estado al empuje en favor de las bases del liberalismo econó-
mico. Las consecuencias no se hicieron esperar, sobre todo a par-
tir de los años cuarenta, cuando el Estado abdicó de sus funciones
sociales e inclinó su labor a favor de los intereses individuales.
Paradójicamente, el andamiaje político corporativo, es decir, la
organización clientelar y autoritaria, se fortaleció. Se privilegió
la modernización económica, sustentada en una organización polí-
tica vertical, corporativa y autoritaria. Deformidad insuperable.
Frente a lo anterior, cualquier disidencia, cuestionamiento o
increpación del sistema serían sencillamente inaceptables. La gran
ironía: el movimiento social de 1910 que echó abajo treinta años
de concentración de poder en una figura, la de Porfirio Díaz, ter-
minó por transitar hacia otra concentración del poder, esta vez
compartida entre el partido hegemónico y la presidencia. Ambas
experiencias, la porfirista y la del sistema hegemónico, tuvieron
en común su capacidad para combatir los poderes regionales, ter-
minar con la inestabilidad casi crónica y –sobre todo– la concen-
tración del poder. También tienen en común el control del poder
que fue capaz de lograr el crecimiento material del país.
Para lograr estabilidad política y crecimiento material, la cen-
sura y el autoritarismo han sido dos de los instrumentos del poder
en México. Con ellos, el Estado ha podido controlar o manejar las

10 / Laura Pérez Rosales


libertades de expresión, dirigir la política cultural y desvalorizar la
crítica. De esta forma, la gobernabilidad se apoyó sobre una con-
vicción inalterable: más que la corrupción o el evidente retraso
social, a los gobiernos priistas les resultaba mucho más irritante la
disidencia, la subversión al orden, la desobediencia.
En este expediente deseamos mostrar cinco casos que tienen
que ver tanto con la práctica autoritaria del poder en México
como con la decidida respuesta represiva contra todo aquel mo-
vimiento disidente o crítico del sistema de partido hegemónico.
Así, el primer caso se refiere al dilema original del sistema posre-
volucionario, cuando se enfrentaban por un lado el espíritu cor-
porativo y colectivo presente en el ámbito constitutivo del México
posrevolucionario y, por otro, las tendencias hacia la organización
económica liberal e individual. No fueron pocas ni mesuradas las
consecuencias de tal contradicción –a partir de los años cuarenta
y cincuenta–, que privilegió la industrialización del campo en de-
trimento de enormes contingentes de campesinos que no tenían
cabida en ese proyecto. La autora del primer texto, Elisa Servín,
llama “rectificación agraria” a ese movimiento político y jurídico
que mermó la fuerza política del proyecto cardenista para privile-
giar la industrialización del campo. Al acercarse el fin del sexenio
alemanista, en los primeros años cincuenta, la coyuntura de la
sucesión presidencial abrió la posibilidad de una reorganización
política y social del descontento que buscó presionar a favor de la
recuperación del cardenismo. El ejemplo de una central campe-
sina que en su momento se pretendió independiente de la  y
del , la Unión de Federaciones Campesinas de México (),
surgida en 1952, es un ejemplo de la dificultad para conciliar el
corporativismo con el impulso económico liberal. Dirigida por
un grupo de personajes cercanos al agrarismo cardenista, la Unión
nació con la intención de sostener la candidatura presidencial del
general Miguel Henríquez Guzmán y, a través de ella, recuperar
fuerza y espacio político para sus dirigentes, a la vez que buscaba
ofrecer solución a los problemas de ejidatarios y pequeños propie-

Preliminares / 11
tarios. Era inevitable que en el transcurso de su corta vida la nueva
organización campesina fuera víctima cotidiana de los diversos
mecanismos de control autoritario para contener a sus posibles
adherentes y simpatizantes.
El segundo y tercer casos se refieren al autoritarismo compar-
tido por el Estado y la Iglesia en uno de los campos más sensibles
de la formación del México contemporáneo: la educación. En
el primero, Valentina Torres Septién propone la experiencia de
los libros de texto gratuitos como un ejemplo en el que tanto la
Iglesia como el Estado en México coincidieron en una visión au-
toritaria del ejercicio del poder, al emparejar un mesianismo reli-
gioso frente a un mesianismo laico. La imposición de los textos se
vino a sumar a la muy prolongada lucha entre la Iglesia y el go-
bierno federal, en la cual éste pugnaba por acotar el ejercicio de
las tareas educativas que la Iglesia consideraba como su responsa-
bilidad desde la época virreinal.
Por su parte, Laura Pérez Rosales expone la coincidencia a la
que igualmente llegaron el Estado y la Iglesia cuando se trató de
moldear e imponer una moral en diversiones, lecturas y compor-
tamientos sociales. Ambos, Estado e Iglesia, calificaron los con-
tenidos de diversas películas, revistas o diversiones nocturnas, de
pornográficas o inaceptables, pero con varas morales diferentes:
para la Iglesia se trataba de prácticas contrarias a la “decencia”,
y para el Estado representaban manifestaciones que iban en con-
tra de la “salud social” y de las leyes de convivencia comunitaria.
Tanto desde el púlpito como desde el decreto oficial, desde la
moral cristiana o desde la moral oficial, Iglesia y Estado buscaron
la imposición de sus respectivas visiones para moldear lo que la
sociedad debía leer, oir, pensar o practicar como entretenimiento.
Ambos textos, el de Torres Septién y el de Pérez Rosales, remiten
a los años cincuenta y sesenta, cuando comenzaba la estrategia
de las políticas sociales, en plena guerra fría, cuyo rasgo era el
enfrentamiento de proyectos políticos ubicados en las antípodas.
Cundió la paranoia del enfrentamiento social, había que conte-

12 / Laura Pérez Rosales


nerlo y el Estado no dudó en imponer su visión de lo socialmente
correcto por encima de lo religiosamente acatado.
En el caso del texto de Verónica Oikión, es fundamental tener
presente el tono que adquirió la vida política mexicana bajo la
mano dura de Gustavo Díaz Ordaz y la contención de moviliza-
ciones sociales que dibujaban nuevas formas de disidencia. Ya no
se trataba sólo de la rebelión de las masas obreras, campesinas, es-
tudiantiles o de las mismas clases medias. En el interior del propio
 se oyeron las voces críticas que veían los peligros del presiden-
cialismo desenfrenado y su impacto en todo el espectro social.
Los empresarios de los años setenta no eran ya los que apenas le-
vantaban cabeza en los años treinta o cuarenta. La Iglesia contaba
ya, en su propio seno, con la semilla progresista sembrada en la
década anterior; el sindicalismo oficial presentaba fisuras eviden-
tes y la organización rural no era tan monolítica como años atrás.
La inconformidad, en diferente grado pero a lo largo y ancho
de la sociedad, era cada vez más audible. A pesar de ello, Luis
Echeverría fortaleció todavía más la figura presidencial al tiempo
que se reforzaron sectores económicos beneficiados por el mila-
gro económico. El enfrentamiento con el Estado o, mejor, con
la figura del presidente Echeverría, pudo superarse poco tiempo
después, pero no sucedió lo mismo con sectores sociales radicali-
zados. No era lo mismo oponerse al estilo personal de gobernar de
un presidente que oponerse abiertamente a todo un regimen. Este
es el caso del texto de Verónica Oikion, quien explora las formas
represivas del Estado mexicano en la década de 1970 utilizando
el testimonial Condiciones de Reclusión. Testimonio Revolucionario,
de Francisco Juventino Campaña López, dirigente de las Fuerzas
Revolucionarias Armadas del Pueblo () y detenido en agosto
de 1973. La respuesta oficial contra este tipo de luchas sociales
rebasó los límites del Estado, pues no se acataron las disposiciones
de detención y consignación de los miembros de grupos guerrille-
ros. En su lugar, se echó mano de actos ilegales y de gran sevicia,
como fueron la tortura o la desaparición forzada. No son muchos

Preliminares / 13
los testimonios, desde abajo, desde la insurrección popular, que
contribuyen a la formación de la representación colectiva y se sir-
van de la memoria personal para contribuir a la construcción de
una estrategia política en contra del autoritarismo.
Finalmente, el texto de Carmen Collado aborda el autoritaris-
mo presidencial enmarcado en los difíciles comienzos de los años
ochenta, es decir, cuando el gobierno de Miguel de la Madrid
apostó por la privatización de la economía del Estado como salida
a la crisis económica, pero sin modificar la organización corpora-
tiva del sistema político mexicano. La imagen de solidez del régi-
men político mexicano construyó, durante años, una percepción
social de estabilidad y credibilidad. Miguel de la Madrid llegó al
poder como resultado de la tradicional designación vertical de los
relevos en el mando político, pero la urgencia económica a prin-
cipios de los años ochenta (inflación cercana al 100%, salida ma-
siva de capitales, reservas nacionales agotadas, etcétera), obligaron
al nuevo Ejecutivo a adaptarse al modelo neoliberal imperante
entonces. ¿Cómo lograr la empatía entre un modelo neoliberal,
sustancialmente enemigo de la participación estatal en todo lo
económico, con un regimen cuya divisa era la rectoría del Estado?
Collado analiza la manera como se expresa el carácter particular
del autoritarismo, apoyada en las Memorias del ex presidente Mi-
guel de la Madrid. En su opinión, este autoritarismo se reveló,
sobre todo, en sus relaciones con los obreros, los empresarios y
la propia iglesia católica. Para ello, de la Madrid se sirvió de una
estrategia que buscaba infundir miedo para asentar su proyecto
económico, su visión sobre la prensa, su idea de democracia y su
perspectiva sobre los partidos.
El arco temporal cubierto por los textos aquí incluidos
nos muestra las disonancias, más que las continuidades, de
un México que va de la guerra fría al inicio de las políticas
neoliberales. A pesar de que durante muchos años –hasta
los años setenta aproximadamente– la economía estuvo al
servicio de la política, fue inevitable el estallamiento de la

14 / Laura Pérez Rosales


disidencia política rural y urbana. Pero tampoco se pudo
contener cuando el regimen decidió poner la política al ser-
vicio de la economía, es decir, cuando se instrumentaron
cambios estructurales en el modelo económico para enfren-
tar la grave crisis que golpeaba al país. Dos momentos en la
vida de un país –cuando la rectoría del Estado era incuestio-
nable y cuando aquel fue reducido a su mínima expresión–
hermanados por la médula autoritaria de la cual emergió y
que dio sustento al regimen político que sufrió su mayor
descalabro a fines del siglo .

Preliminares / 15
A golpes de autoritarismo: la Unión
de Federaciones Campesinas de México,
un intento fallido de organización rural
independiente
T U  P F  M,
      

ELISA SERVÍN
Dirección de Estudios Históricos/Instituto Nacional de Antropología
e Historia, México

THE UNION OF PEASANT FEDERATIONS OF MEXICO, A FAILED ATTEMPT


ON INDEPENDENT RURAL ORGANIZATION
The article examines the history of the Union of Peasant Federations of Mex-
ico created in the context of the presidential election of 1952.
The Union organizers adhered to the opposition presidential candidacy
of Miguel Henríquez Guzmán and tried to mobilize henriquistas in the
countryside. Their efforts met with the PRIista authoritarian control over
campesinos which prevented the Union from becoming a permanent organi-
zation.
Key words: henriquismo, rural organization, CNC, elections, authori-
tarianism.

R
Este trabajo revisa la historia de la Unión de Federaciones Campesi-
nas de México creada en la coyuntura de las elecciones presidenciales
de 1952. La organización pretendió fracturar el control electoral que el
, a través de la Confederación Nacional Campesina, ejercía sobre los
trabajadores del campo. El intento fracasó, pues a lo largo de su breve

Historia y Grafía, Universidad Iberoamericana, año 19, núm. 37, julio-diciembre 2011, pp. 17-43
existencia la Unión se enfrentó al autoritarismo del , que buscó por
todas las vías impedir su permanencia y consolidación.
Palabras clave: henriquismo, organización rural, , elecciones, au-
toritarismo.

Artículo recibido: //


Artículo aceptado: //

E l control autoritario del mundo rural fue una pieza clave del
ejercicio del poder durante el siglo  mexicano. Después de
la intensa movilización generada por la revolución de 1910, que
llevó a miles de campesinos en todo el país a luchar organizada-
mente por la tierra, los gobernantes de los años veinte y treinta se
esforzaron por contener esa fuerza social a través de diversas vías.
La más exitosa fue el intenso reparto agrario que se llevó a cabo
entre 1936 y 1938 durante el gobierno de Lázaro Cárdenas, que
no sólo respondió a las demandas de tierra y agua que habían
surgido en todo el país, sino también puso al campesino en el
corazón de la dignidad nacional. Este proceso se desarrolló a la
par de los trabajos para constituir una organización que debería
garantizar los logros de la reforma agraria a partir de “la unifi-
cación campesina”.1 La fundación de la Confederación Nacional
Campesina () en 1938 y su incorporación al Partido de la
Revolución Mexicana () marcaron la pauta de lo que habría
de ser la relación autoritaria entre el Estado y los trabajadores del
campo a lo largo de las siguientes décadas.

1
Existe una amplia bibliografía sobre la reforma agraria cardenista y el contexto
en el que se fundó la . Entre otros puede consultarse a Luis Hernández y Pi-
lar López, “Campesinos y poder: 1934-1940”, en Historia de la cuestión agraria
mexicana. El cardenismo: un parteaguas histórico en el proceso agrario 1934-1940
(segunda parte), vol. 5; Raquel Sosa Elízaga, Los códigos ocultos del cardenismo;
Heather Fowler-Salamini, Movilización campesina en Veracruz, 1920-1938;
Moisés González Navarro, La Confederación Nacional Campesina en la Reforma
Agraria mexicana.

18 / Elisa Servín
Las ansias modernizadoras de los gobiernos de los años cua-
renta y cincuenta llevaron al abandono de la reforma agraria, de-
jando trunco un proyecto de desarrollo rural basado en el ejido
y la comunidad campesina. Aunque en su origen cardenista la
 tuvo como razón de ser la defensa de esa reforma en su sen-
tido más amplio, en los años posteriores sus dirigentes prefirieron
mantener su lealtad hacia los respectivos presidentes y el partido
del que formaban parte, transformado a partir de 1946 en Parti-
do Revolucionario Institucional (), y colaboraron de distintas
maneras con la rectificación agraria. No pudieron impedir, sin
embargo, que las resistencias ante esta rectificación se expresa-
ran en distintos puntos del país y por diversas vías. Frente a ellas
habrían de imponerse el control clientelista, la disuasión y la re-
presión del descontento rural, estrategias que alimentaron a la así
llamada “pax priísta”.
Un episodio dentro de este complejo proceso lo protagonizó
la organización de una central campesina que en su momento se
pretendió independiente de la  y el , la Unión de Fede-
raciones Campesinas de México (), creada en la coyuntura
de la elección presidencial de 1952. Dirigida por un grupo de
personajes cercanos al agrarismo cardenista, la Unión nació con
la intención de sostener la candidatura presidencial del general
Miguel Henríquez Guzmán, y a través de ella recuperar fuerza y
espacio político para sus dirigentes, a la vez que buscaba ofrecer
solución a los problemas de ejidatarios y pequeños propietarios.
En el transcurso de su corta vida la nueva organización se enfren-
tó cotidianamente con el uso de diversos mecanismos de control
autoritario puestos en marcha por la política oficial para contener
a sus posibles adherentes y simpatizantes. A reconstruir esos even-
tos se dedicará este texto.

A golpes de autoritarismo: la Unión de Federaciones Campesinas… / 19


E  

La movilización rural que generó la revolución de la primera dé-


cada del siglo  transformó a México. En el transcurso de los
años veinte y treinta los campesinos se conformaron como un
nuevo sujeto social y político, e impulsaron diversas formas de or-
ganización y lucha por sus demandas, en particular tierra y agua.
Las luchas campesinas redefinieron la relación entre el centro y
las regiones y mostraron la vitalidad de quienes eran todavía la
población mayoritaria del país.
Este proceso alimentó la formación de diversas organizaciones
con fuerte presencia regional dirigidas por representantes de la
nueva clase política surgida de la Revolución. Personajes como
Emilio Portes Gil, Adalberto Tejeda, Úrsulo Galván, Graciano
Sánchez, Antonio Díaz Soto y Gama, entre muchos otros, fun-
daron y trabajaron, en las Ligas de Comunidades Agrarias y Sin-
dicatos Agrarios estatales, en la Liga Nacional Campesina ()
y el Partido Nacional Agrarista (), las organizaciones con ma-
yor fuerza política de los años veinte. A partir de una idea de
organización política agrarista contribuyeron a institucionalizar
la relación entre los grupos movilizados y el naciente estado pos-
revolucionario, y se beneficiaron políticamente de la fuerza del
movimiento campesino.2
La rivalidad ideológica entre quienes se encontraban más cerca
del oficialismo y quienes buscaban mantener su autonomía marcó
la existencia de estas organizaciones. El conflicto se agudizó al
fundarse en 1929 el Partido Nacional Revolucionario, tal y como
ocurrió con la , la organización con mayor fuerza social y
compromiso agrarista, que se fracturó un año después entre quie-

2
También en este caso la bibliografía es abundante. Puede consultarse por ejem-
plo Historia de la cuestión agraria mexicana. Modernización, lucha agraria y poder
político 1920-1934, vol. 4, Escárcega López, Historia de la cuestión …, op. cit;
Fowler-Salamini, Movilización campensina en Veracruz, op. cit., González Nava-
rro, La Confederación Nacional Campesina…, op. cit.

20 / Elisa Servín
nes deseaban integrarse al  y quienes prefirieron mantener su
independencia.
En 1933, en la coyuntura de la sucesión presidencial, Graciano
Sánchez y Emilio Portes Gil, entre otros, constituyeron la Confe-
deración Campesina Mexicana () con la finalidad de apoyar
la candidatura del general Lázaro Cárdenas. El compromiso de
Cárdenas con el agrarismo y el apoyo de los agraristas articulados
en la  llevó a que en el transcurso de 1936 a 1938 su gobierno
realizara un intenso programa de reparto de tierras y fortaleciera
al ejido colectivo como instancia de producción y organización
social. El proceso se complementó con la instrucción presidencial
de lograr la “unificación campesina” en una organización que se
articulara al partido oficial, lo que desde la perspectiva de Cárde-
nas garantizaría la defensa y consolidación de la reforma agraria.
Entre 1935 y 1938, a la par de la reforma agraria, los cuadros
agraristas más cercanos al presidente trabajaron en la organiza-
ción de lo que habría de constituirse formalmente como la Con-
federación Nacional Campesina (). Con el argumento de la
unificación, el 28 de agosto de 1938 la  nacía desde el poder
como la instancia de mediación privilegiada entre el Estado revo-
lucionario y el movimiento campesino.
Las dificultades de la sucesión presidencial de 1940 obliga-
ron a la redefinición. A ello se añadieron las quejas por los bajos
resultados productivos del ejido. Comenzaba un largo y compli-
cado proceso de discusión en torno a la mejor forma de organiza-
ción productiva para el campo mexicano que llevaría, entre otras
cosas, a postergar el reparto de tierras ejidales y a abandonar al
ejido colectivo como instancia de producción privilegiada.3
El proyecto de desarrollo de la posguerra impulsado con ím-
petu por los gobernantes de los años cuarenta, Manuel Ávila Ca-

3
Cynthia Hewitt de Alcántara, La modernización de la agricultura mexicana,
1940-1970; Enrique Ochoa, Feeding Mexico: The Political Uses of Food since
1910.

A golpes de autoritarismo: la Unión de Federaciones Campesinas… / 21


macho y Miguel Alemán, redefinió las prioridades y consolidó
una nueva forma de producción agroindustrial montada sobre la
propiedad privada. La redefinición tuvo su correlato en la suspen-
sión del reparto agrario, el incremento de trabas burocráticas para
regularizar la tenencia, el despojo de tierras recién otorgadas du-
rante el cardenismo, la violencia, el asesinato de dirigentes locales
y un largo etcétera de conflictos agrarios.
A lo largo de este proceso los dirigentes de la  mantuvieron
su lealtad a ambos presidentes y colaboraron con la rectificación
sobre todo al procurar mantener el control sobre los trabajadores
del campo. A muy pocos años de la creación de la central cam-
pesina eran evidentes las consecuencias de haber nacido desde el
poder. Para sus dirigentes serían más importantes las instruccio-
nes del presidente y el partido, formar parte del legislativo o de
las estructuras de poder local que luchar por las demandas cam-
pesinas. Aunque a lo largo del gobierno de Ávila Camacho los
representantes de la  resistieron los intentos de incorporar el
amparo agrario a rango constitucional, en diciembre de 1946 sus
dirigentes enmudecieron y avalaron sin protestar las reformas al
artículo 27 que validaron el amparo y extendieron los límites de
la pequeña propiedad.4
La rectificación agraria implicó a su vez la pérdida de fuerza
política de quienes habían formado parte del proyecto cardenista,
pérdida que se agudizó durante el gobierno de Miguel Alemán.
Al acercarse el fin de este sexenio, en los primeros años cincuenta,
la coyuntura de la sucesión presidencial abrió de nuevo la posibi-
lidad de una reorganización política y social del descontento que
buscó presionar por una recuperación del cardenismo.

4
Luis Medina, “Del cardenismo al avilacamachismo” en Historia de la Revolu-
ción Mexicana, 1940-1952; Gerrit Huizer, La lucha campesina en México, p. 85.

22 / Elisa Servín
L U  F C  M

El 24 de noviembre de 1950 se publicó en la prensa nacional el


Manifiesto a los trabajadores del campo, documento en el que un
grupo de reconocidos agraristas convocaba a constituir la Unión
de Federaciones Campesinas de México ().5 César Martino
por el Comité Nacional Organizador, Luis Ramírez de Arellano,
Augusto Hinojosa y Enrique Sánchez Perea por la Liga Central de
Comunidades Agrarias de la República, Adalberto Cortés, Félix
Ramos Hernández y Adalberto Ramírez López por la Liga Nacio-
nal Campesina “Úrsulo Galván” y Cuauhtémoc Ríos M., Marcos
Sánchez y Nicolás Cabrera por el Comité Reivindicador de los
Derechos Campesinos exponían en el Manifiesto las causas por
las que consideraban necesaria la creación de una nueva central
campesina que trabajara por resolver los problemas de los hom-
bres del campo.6
A cuarenta años del inicio del movimiento revolucionario en
México, señalaban, “su pueblo está mal alimentado, está semi-
desnudo y semi-descalzo y sólo la mitad de nuestra población
sabe leer y escribir”. Era necesario revisar las metas y las fallas de
la reforma agraria para posibilitar “dar un nuevo jalón en el secu-

5
Puede consultarse en Problemas Agrícolas e Industriales de México, p. 365.
6
César Martino tenía una sólida carrera en el ámbito del agrarismo institucional.
En 1935 formaba parte del Comité Ejecutivo de la . Después participó en la
fundación de la  y fue diputado por ese sector. Durante el gobierno de Ávila
Camacho fue Gerente del Banco Nacional de Crédito Agrícola y seguramente
responsable de las políticas crediticias que poco después criticaría en el Mani-
fiesto. Por su parte, Luis Ramírez de Arellano había reactivado la Liga Central
de Comunidades Agrarias por lo menos desde 1941, y era crítico de la  y
de los Bancos de Crédito Agrícola y Ejidal (y tal vez del propio Martino) desde
entonces. González Navarro, La Confederación Nacional Campesina…, op. cit.,
p. 113. De acuerdo a un informe de la Dirección Federal de Seguridad (DFS),
Félix Ramos Hernández había sido consejero del Departamento Agrario durante
el gobierno de Lázaro Cárdenas. En el informe se mencionaba que su organiza-
ción era “de membrete” y sólo para que Ramos pudiera “lucrar en su provecho
personal”. Fundación Miguel Alemán, Henriquismo, t. , pp. 264-5.

A golpes de autoritarismo: la Unión de Federaciones Campesinas… / 23


lar problema de la tierra, que es de donde nacen todos los demás
problemas de nuestro pueblo”. Gracias a la reforma agraria, argu-
mentaban, regiones que antes se encontraban sumidas en el atraso
económico, como La Laguna, el Valle del Yaqui o Mexicali, eran
ahora ámbitos de desarrollo agrícola e industrial. Sin embargo,
la cuestión agraria había sido dejada de lado, y aunque el campo
era la base sobre la que se montaba la industria mexicana, se rele-
gaba a los campesinos y sus necesidades.
El documento enumeraba algunas de las causas que genera-
ban la miseria y la baja productividad rural. La falta de apoyo a
los trabajadores del campo había provocado que muchos tuvieran
que emigrar a las ciudades a malbaratar su mano de obra, o irse de
braceros a sufrir discriminación y humillaciones. Los campesinos
debían vender sus productos a precios bajos, y ante la ausencia de
créditos eran obligados a caer en manos de usureros. La dotación
de tierras irrigadas había beneficiado a “influyentes” y no a los
verdaderos campesinos. Éstos, por otra parte, padecían la falta de
apoyo de la , “que se preocupa ahora más por fomentar con-
cursos de trajes regionales, mientras en el campo los trabajadores
carecen de los más indispensables elementos.”
El documento proponía un programa alternativo que busca-
ba ofrecer respuesta a las principales demandas campesinas: con-
tinuar con la distribución de tierras ejecutando las resoluciones
presidenciales pendientes y agilizando los expedientes de solici-
tud; dar preferencia en las obras de riego a los campesinos con
derechos agrarios a salvo para impedir la formación de nuevos
latifundios y frenar el bracerismo; perfeccionar el crédito agrícola
y convencer a la banca privada para que incrementara sus opera-
ciones en los ejidos; proteger la producción mejorando los precios
de los productos, creando centrales de distribución y fomentando
el seguro agrícola; dotar a las comunidades de salud y asistencia
social y extender la educación más allá de la primaria rural, es-
tableciendo escuelas secundarias; rectificar los despojos hechos a
diversos ejidos exigiendo la restitución de la superficie sustraída

24 / Elisa Servín
y luchar por el principio de inviolabilidad del ejido y la pequeña
propiedad; crear uniones de productores manejadas por los cam-
pesinos para buscar mejores precios y mercados a sus productos.
Finalmente, los impulsores de la nueva central proponían trabajar
por la organización de sindicatos de trabajadores que sin ser ejida-
tarios laboraran en faenas agrícolas, así como por la posibilidad de
que los campesinos pudieran designar libre y democráticamente a
las autoridades ejidales y tener representación en los ayuntamien-
tos en los que la población campesina fuera mayoritaria.
La  estaría conformada por federaciones estatales, inte-
gradas por los militantes de las organizaciones firmantes del Mani-
fiesto, y por aquellos ejidatarios, pequeños propietarios, colonos y
fraccionarios que quisieran sumarse a la nueva central. Se invitaba
también a los agrónomos y maestros que quisieran colaborar en
su formación. Los convocantes tenían una larga carrera en la cau-
sa agrarista y su documento era una llamada de atención respecto
al descontento que la contrarreforma agraria estaba generando en
el campo.
En otro sentido la creación de la  era parte de la estra-
tegia política de quienes desde mediados de 1950 empezaron a
trabajar por la precandidatura presidencial del general Miguel
Henríquez Guzmán. Destacaba entre ellos un notable grupo de
personajes cercanos al agrarismo cardenista (y a la formación de la
 en 1938) como los ingenieros Martino e Hinojosa, los coro-
neles Wenceslao Labra y Ernesto Soto Reyes, o el michoacano J.
Trinidad García.7 Participaban también en estos trabajos los inge-
nieros Alonso Garrido Canabal y Salvador Solórzano, éste último
cuñado de Lázaro Cárdenas. Todos formaban parte del Comité

7
En 1930 Wenceslao Labra contribuyó a la escisión de la Liga Nacional Cam-
pesina y a la incorporación de una fracción al . Por su parte, Ernesto Soto
Reyes formó parte en 1935 del Comité Organizador de la Unificación Campe-
sina nombrado por Cárdenas. J. Trinidad García conocía a César Martino por
lo menos desde 1935, cuando ambos integraban el Comité Ejecutivo de la .
González Navarro, La Confederación Nacional Campesina…, op. cit., pp. 90-2.

A golpes de autoritarismo: la Unión de Federaciones Campesinas… / 25


Nacional de Orientación ProGral. Henríquez Guzmán, que em-
pezaba a presionar para que el  tomara en serio la precandida-
tura del general.8
La presencia de estos personajes en el entorno del general
Henríquez reafirmó la reivindicación del proyecto político y so-
cial del cardenismo como como uno de los ejes fundamentales del
programa henriquista. En ese sentido era fundamental recuperar
el apoyo campesino y por ello se abocaron a la creación de una
organización que en primera instancia se pretendía independiente
de la , aunque no necesariamente del .
Tan sólo dos días después de la publicación del Manifiesto, el
26 de noviembre, se estableció la primera Federación Campesina
en Tlaxcala, en un evento al que asistieron los principales orga-
nizadores de la nueva central y en el que César Martino anunció
la integración de una comisión que se encargaría de discutir y
resolver los problemas y quejas que presentaran los campesinos.
Entre sus integrantes se encontraban dos firmantes del Manifies-
to, Augusto Hinojosa y Adalberto Cortés, así como los ingenieros
Salvador Solórzano y Alonso Garrido Canabal. Otro de los con-
vocantes a formar la , Enrique Sánchez Perea, fue designado
secretario general de la Federación tlaxcalteca.9
El 3 de diciembre se constituyó la Federación Campesina del
Estado de México en Toluca, evento que contó con la participa-
ción como orador del combativo Rubén Jaramillo.10 Destacaba
8
Elisa Servín, Ruptura y oposición. El movimiento henriquista, 1945-1954, p.
151.
9
De acuerdo a la , Sánchez Perea trabajaba en el Departamento Agrario. En
el reporte sobre este evento, el agente de la  informó que a los asistentes se le
repartieron billetes de dos pesos con el nombre de Henríquez Guzmán. Henri-
quismo, op. cit., t. , pp. 592-6.
10
“Magna asamblea del Estado de México”, Heraldo del Pueblo. Órgano de la Fe-
deración de Partidos del Pueblo Mexicano (México), año I, núm. 2, 15 de diciem-
bre de 1950, p. 6. Jaramillo se había sumado al henriquismo desde 1945. En una
reunión efectuada en la casa de Genovevo de la O en Morelos, en enero de 1951,
decía Rubén: “Les vamos a demostrar… que los morelenses ya se cansaron de
vivir como esclavos, y que como hombres libres, les vamos a ganar la batalla en

26 / Elisa Servín
la presencia de Wenceslao Labra, quien en años anteriores había
sido diputado, senador y gobernador de esa entidad. Los trabajos
iniciales para constituir la Federación campesina en Toluca co-
rrieron a cargo de Labra quien no sólo condujo el proceso sino
también designó a su dirigente, Felipe Estrada, ex diputado local
y federal, y gente de toda su confianza.11
También en otros estados fueron ex gobernadores los que en-
cabezaron los trabajos para constituir la Federación estatal. Así
ocurrió en Jalisco, donde el general Marcelino García Barragán
era uno de los personajes más cercanos a Henríquez Guzmán.
Otros casos fueron los de Puebla, donde el ex gobernador Gonza-
lo Bautista impulsaba al henriquismo buscando no romper con la
clase política local, o los de Colima, Nayarit, Coahuila y Aguasca-
lientes, en los que la filiación cardenista-henriquista de sus ex go-
bernadores facilitó la organización de las federaciones campesinas
estatales.12
En muchas ocasiones la organización de las federaciones cam-
pesinas fue el punto de arranque de los trabajos de proselitismo
que se llevaban a cabo en el ámbito local. La formación de comi-
tés municipales de apoyo a la precandidatura era parte del objeti-
vo de los organizadores de la nueva central, quienes no ocultaban
su intención de contar con una base campesina que apoyara la
candidatura de Henríquez. En otros casos la instalación de la Fe-
deración campesina fue más bien resultado de un esfuerzo previo
de proselitismo local o de la organización de comités municipales.
Lo cierto es que la  se alimentó de las relaciones que los di-
rigentes del henriquismo mantenían en sus lugares de origen y, en
su caso, de sus bases de poder local.

las próximas elecciones”. “Crónica de la Convención henriquista de Morelos”,


Heraldo del Pueblo (México), núm. 5, 31 de enero de 1951, p. 7.
11
Henriquismo…, op. cit., t. , p. 281.
12
En Colima el ex gobernador henriquista era Pedro Torres Ortiz. En Nayarit,
Francisco Parra. En Coahuila Pedro Rodríguez Triana y en Aguascalientes Juan
N. Alvarado. Servín, Ruptura y oposición, op. cit.

A golpes de autoritarismo: la Unión de Federaciones Campesinas… / 27


Aunque en sus inicios los organizadores de la Unión no pre-
tendían enfrentarse al , ni mucho menos al presidente Alemán
(varias de las primeras asambleas para instalar las Federaciones
estatales se realizaron con el presidium flanqueado por los retra-
tos de Cárdenas, Ávila Camacho, Alemán y Henríquez), pronto
resultó evidente que ineludiblemente tendrían que afrontar las di-
ficultades de ir contra la política oficial.13 Más aún, pese a que en
sus inicios la nueva organización no parecía representar ninguna
amenaza (había evidencias de que en muchos casos se recurría al
“acarreo” para constituir las federaciones estatales), casi en forma
paralela al surgimiento de la formación de la , la  y el
 se aprestaron a boicotearla. La aparición de una organización
que se suponía independiente, crítica, y dirigida por viejos cono-
cidos del agrarismo cardenista alertó a la  y a los priístas locales,
quienes no tardaron en denostarla e impedir su funcionamiento.
El 12 de diciembre el presidente del , el general Rodolfo
Sánchez Taboada, mostró a la prensa un mensaje firmado por Cé-
sar Martino en el que éste comunicaba el establecimiento de la
Federación Campesina del Estado de México y anunciaba que en
su oportunidad ingresaría al partido:

Tal mensaje expresa que los de dicha Federación no pertenecen


al . La única central campesina que reconocemos es la ...
los únicos que se han colocado al margen del partido son los se-
ñores Martino y Labra que están actuado fuera de las normas de
nuestra institución, hasta el punto de que indebidamente usan
el nombre del .14

Las declaraciones de Sánchez Taboada reflejaron el malestar


que empezaba a causar el proselitismo henriquista en los círculos
oficiales. El 17 de diciembre, quince días después de la constitu-

13
A propósito de los retratos, por ejemplo en Jalisco, Henriquismo, t. , op. cit.,
p. 247.
14
El Universal (México), 13 de diciembre de 1950.

28 / Elisa Servín
ción de la Federación Campesina de Tlaxcala, la  organizó en
esa ciudad un Congreso Agrario al que asistieron senadores, dipu-
tados y comisarios ejidales además del propio Sánchez Taboada,
con la finalidad de discutir la problemática campesina y contra-
rrestar las llamadas “maniobras divisionistas” del henriquismo. Un
día antes la  llevó a cabo en Morelos el Pleno Estatal Agrario
cuyos resolutivos se concentraban en la necesidad de conservar la
unidad frente a las “bastardas ambiciones de elementos irrespon-
sables”, así como fundar “desde luego” las uniones de productores
de caña de azúcar y de arroz.15
El mensaje de la dirigencia priísta subrayó la obligación de
mantener la disciplina y la unidad frente a la propuesta henriquis-
ta que buscaba “dividir” a los campesinos. No se trataba solamente
del abierto desafío a las órdenes presidenciales de contener el “fu-
turismo” al proclamar la precandidatura de Henríquez Guzmán,
sino también, y sobre todo, de las críticas cada vez más frecuentes
que se hacían a la , y de los crecientes delegados y comisaria-
dos ejidales que dejaban la central priísta para unirse a la .16
La nueva organización empezaba a beneficiarse de los conflictos
al interior de las ligas cenecistas en la medida en que dirigentes
regionales o locales inconformes se adherían a la central henri-
quista.17 Por lo demás, la creación de la Unión de Federaciones en

15
Excélsior (México), 18 de diciembre de 1950.
16
Los organizadores de la Unión de Federaciones aseguraban registrar ante no-
tario el número de comisariados que formalizaban su salida de la  cada vez
que constituían una federación estatal. Es muy posible, sin embargo, que esos
documentos no sean localizables si es que en verdad alguna vez existieron.
17
Por ejemplo, Teobaldo Sosa, ex dirigente de la Liga de Comunidades Agrarias
en Puebla y Leonardo B. Gutiérrez, ex secretario de Organización y Planeación
Económica de la Liga en Colima, manifestaron públicamente su separación de
la  para integrarse a su respectiva Federación henriquista. En abril de 1951
fue destituído Armando Arbea, Procurador de Pueblos en Chilpancingo, por su
filiación henriquista. En Durango se reportó a fines de 1950 que el diputado lo-
cal Juan Manuel Tinoco, secretario general de la Liga, era un henriquista conno-
tado. En Sinaloa, José Rodríguez, perito adscrito a la Liga estatal, era henriquista
desde 1945. Henriquismo, ts.  y , op. cit.

A golpes de autoritarismo: la Unión de Federaciones Campesinas… / 29


la coyuntura preelectoral era una disputa por la representatividad
de la  y su eficacia como instancia de gestión y solución de los
problemas campesinos.18 Era, en suma, una disputa por el control
local y estatal (además de electoral) del campesinado.19
Por todo ello, a la par de los trabajos para constituir las federa-
ciones estatales, la  combatió el proselitismo henriquista con
reuniones y asambleas, boletines de prensa, promesas de solución
a demandas como la formación de uniones de productores o el
otorgamiento de créditos, consultas a los diputados de las zonas
rurales y, sobre todo, con la distribución de recursos y prácticas
clientelistas.20 En forma paralela se recurrió también a obstaculizar
los trabajos de los henriquistas o de plano a las amenazas y a la re-
presión directa, siempre en alianza con las autoridades locales. Las
más de las veces los organizadores de la  tuvieron que enfren-
tar el que no se autorizara el uso de locales para sus reuniones, que
18
En la convención de la Federación Campesina en Guerrero señalaba Martino:
“La  tiene abandonados desde hace cuatro años a los campesinos. Tenemos
el caso de Acapulco en donde al campesinado se le ha despojado de sus tierras y
la  en lugar de defender a los campesinos de Guerrero se ha puesto de parte
de los terratenientes enriquecidos de esa región”. Ibidem, t. , p. 207.
19
Por ejemplo, según los organizadores de la Federación Campesina de Jalisco,
asistieron a la asamblea la mayoría de los comisariados ejidales de la entidad
“quienes rechazaron seguir perteneciendo a la  que ha abandonado la reso-
lución de los problemas ejidales”. Archivo General de la Nación (), Ramo
Presidentes Miguel Alemán (), 252/12985, telegrama a Presidencia, 23 de
diciembre de 1950. Poco después, en un informe sobre el mismo evento dirigido
a Rogerio de la Selva, secretario particular de la Presidencia, el Comité Ejecutivo
Regional del  mencionaba que se había buscado un “compromiso de adhe-
sión” en las comunidades agrarias a favor de la . , , 252/12985, 27 de
diciembre de 1950.
20
En una nota publicada en el Heraldo del Pueblo bajo el encabezado “Campesi-
nos alerta”, se comentaba que al Jefe del Departamento Agrario, Mario Souza, le
había dado por realizar giras por los lugares en los que se organizaban las federa-
ciones campesinas: “Tan pronto como ha surgido un movimiento reivindicador
de los campesinos… se ha despertado un notable interés por atender los diversos
aspectos de la vida de la clase trabajadora del campo, y como esto redunda en
beneficio del sector más olvidado, nosotros nos sentimos satisfechos de ser un
pretexto para que se atienda a los campesinos”. Heraldo del Pueblo (México),
núm. 6, 15 de febrero de 1951, p. 3.

30 / Elisa Servín
se impidiera el transporte público de sus contingentes, o que se
ordenara no atenderlos en hoteles y restaurantes como estrategias
de las autoridades para prevenir las convenciones campesinas.21
Pese a los llamados al orden, el control político y las intimida-
ciones, entre enero y julio de 1951 se constituyeron federaciones
campesinas en Durango, Coahuila, Colima, Chihuahua, Guerre-
ro, Morelos, Querétaro, Guanajuato, Nuevo León, San Luis Po-
tosí, Hidalgo, Oaxaca, Baja California Norte, Sinaloa, Yucatán,
Zacatecas, Campeche, Tabasco, Chiapas y el Distrito Federal.22

L     

El 28 de julio de 1951 se constituyó formalmente la Unión de


federaciones campesinas de México en un evento al que asistieron
alrededor de cinco mil participantes organizados en 26 delegacio-
nes de los estados en los que ya existían federaciones campesinas
constituidas, además de las delegaciones fraternales de Veracruz,
Michoacán, Tamaulipas y Sonora.23 Integraron el Comité Di-
rectivo Nacional de la nueva organización César Martino como
presidente, J. Trinidad García en la vicepresidencia y Alonso Ga-
rrido Canabal en la secretaría general.24 Después de escuchar las
21
En casos extremos “el  acude a la acción directa: se detiene con ametrallado-
ras a un grupo de trescientos campesinos que pretendían hacer una demostración
pública, o se encarcela toda una noche a cincuenta ejidatarios en Villahermosa”.
Daniel Cosío Villegas, La sucesión presidencial, p. 127. En Zacatecas, a fines de
junio de 1951, las autoridades municipales recorrían los ejidos acompañadas de
policías para amenazar a los campesinos y obligarlos a abandonar el henriquis-
mo. Henriquismo, t. , p. 715.
22
Henriquismo, ts.  y . Heraldo del Pueblo (México), núms. 1 al 17.
23
Henriquismo..., t. , pp. 317-36. Heraldo del Pueblo (México), núm. 17, 31 de
julio de 1951.
24
También formaron parte del Comité Directivo Nacional los secretarios de
Acción Ejidal, Ceferino Canseco; de Acción Obrera, Guillermo Rivera; de Or-
ganización, Antonio Olea González; de Acción Cooperativa, Fidencio Vázquez
Gómez; de Educación, Juan Soria Urías; de Acción Femenil, Ma. Genoveva de
la O; de Colonos, Francisco Contreras; de Higiene y Asistencia, Eduardo Cerda;
de Recursos Forestales, Marcos Sánchez; de Planeación y Programa, Feliciano

A golpes de autoritarismo: la Unión de Federaciones Campesinas… / 31


documentadas ponencias que presentaron varias delegaciones re-
gionales la asamblea tomó dos acuerdos: sumarse a la Federación
de Partidos del Pueblo Mexicano () y postular la candida-
tura de Miguel Henríquez Guzmán. Acto seguido éste se presentó
en la reunión y aceptó la postulación que se le ofrecía. La reunión
terminó con un minuto de silencio por la muerte de Emiliano
Zapata.25
El 19 de agosto Miguel Henríquez Guzmán inició su gira
electoral en la ciudad de Colima. En el transcurso de los meses
siguientes fue evidente que en muchos estados los integrantes de
la  eran la base henriquista fundamental. La capacidad or-
ganizativa de sus dirigentes, aunada al descontento existente en
muchos puntos del país, contrastó con las dificultades que tuvie-
ron quienes buscaron romper el férreo control de la  sobre las
organizaciones obreras. Por esa y otras razones los problemas del
campo fueron un eje central en los planteamientos de Henríquez
Guzmán a lo largo de la campaña, mismos que se alimentaron
con los recorridos por infinidad de ejidos en todo México y la
constatación en vivo de los problemas locales.26
Así ocurrió, por ejemplo, desde los inicios de la gira, durante
la visita a Nayarit, en donde existía un fuerte conflicto con el go-
bernador por el control del precio del maíz. Desde fines de 1950
la  había retomado las quejas por la abismal diferencia entre
el precio al que se compraba el maíz a los campesinos productores

Canul; de Prensa y Propaganda, Isaías Juárez y de Actas y Acuerdos, Salvador


Solórzano. Henriquismo, t. , pp. 317-36.
25
En diciembre de 1950 la Alianza de Revolucionarios Agraristas encabezada
por Genovevo de la O publicó un manifiesto en el que acusaba a Sánchez Ta-
boada de participar en el asesinato de Zapata. Los henriquistas repitieron la
acusación en múltiples ocasiones.
26
No sólo Henríquez se refirió a los asuntos del campo. La campaña electoral es-
tuvo determinada por las posiciones políticas de todos los candidatos en torno a
la cuestión rural. Véase a Julio Moguel, “La cuestión agraria en el periodo 1950-
1970”, en Escárcega López, Historia de la cuestión…, op. cit., Política estatal y
conflictos agrarios, 1950-1970.

32 / Elisa Servín
y el precio al que se vendía en la Ciudad de México.27 Durante el
recorrido electoral fue notorio que la participación de henriquis-
tas en los operativos campesinos para sacar clandestinamente el
maíz y venderlo fuera del estado habían redituado en la popula-
ridad de Henríquez Guzmán.28 Tal vez por esa razón el candidato
y su comitiva se enfrentaron a la fuerte hostilidad del gobierno
estatal durante su recorrido nayarita.29
La violencia no era novedad. Desde sus inicios la  se ha-
bía enfrentado a las provocaciones y agresiones de los gobiernos
locales. Éstas se repitieron con mayor o menor fuerza a lo largo de
toda la campaña. El 23 de septiembre, por ejemplo, el presiden-
te municipal de Tlacotepec, a 80 kms. de la ciudad de Puebla,
detuvo un convoy de camiones en el que grupos de campesinos
se dirigían al mítin de recepción al general Henríquez. Des-
pués de revisar los permisos de tránsito y apoyado por la poli-
cía, el presidente municipal insistió en negarle el paso al convoy.
Mientras discutía con el encargado de la organización henriquis-
ta, de ambos lados de la carretera surgieron disparos en contra de
los camiones. El resultado fue de por lo menos cinco muertos y
varios heridos, entre ellos el propio presidente municipal.30 Aun-
que los dirigentes henriquistas insistieron en que la Suprema Cor-
te de Justicia llevara a cabo una investigación del incidente ésta se
negó a hacerlo.

27
“El Comité Organizador de la Unión de Federaciones Campesinas hace de-
claraciones”, Heraldo del Pueblo (México), núm. 3, 31 de diciembre de 1950,
p. 3. En la edición número 9 del 31 de marzo de 1951, este periódico publicó
en forma condensada un estudio sobre el tema realizado por el Ing. Salvador
Solórzano.
28
Servín, Ruptura y oposición, op. cit., pp. 237 ss.
29
Los detalles en el artículo, “En triunfo recorre el Gral. Henríquez Guzmán,
Colima, Nayarit y Jalisco”, Heraldo del Pueblo (México), núm. 19, 15 de sep-
tiembre de 1951, p. 7.
30
“Gran manifestación popular recibe al Gral. Henríquez en Puebla en medio
del dolor por la sangrienta tragedia de Tlacotepec”, ibidem, núm. 20, 15 de oc-
tubre de 1951. Enrique Quiles Ponce, Henríquez y Cárdenas, ¡Presentes! (Hechos
y realidades en la campaña henriquista), pp. 94-6.

A golpes de autoritarismo: la Unión de Federaciones Campesinas… / 33


La situación se agudizó cuando el  designó a Adolfo Ruiz
Cortines como su candidato a la presidencia. El trato otorgado al
candidato oficial magnificó por contraste las dificultades y la vio-
lencia a la que se enfrentaban los henriquistas. Así había ocurrido
en enero de 1952 en Mexicali, Baja California Norte, donde el
interés del comité henriquista local por organizar un buen recibi-
miento al general Henríquez se equiparó con los esfuerzos de las
autoridades para restarle fuerza a la recepción del candidato.31 El
27 de enero un grupo de campesinos que se dirigían a bordo de
una camioneta al mítin henriquista fueron baleados al desobe-
decer la orden de detenerse en un puesto de vigilancia militar y
policiaca. Un campesino murió y dos más resultaron heridos. De
acuerdo a la versión oficial, los henriquistas iban armados y eran
los responsables de la agresión.32
La notable participación de militares en el henriquismo daba
pie a las acusaciones. La figura del general Henríquez resultaba
atractiva no sólo dentro del Ejército sino también entre grupos
de veteranos de la Revolución y en los cuerpos de defensa rural,
que reivindicaban la alianza revolucionaria con el campesinado.
El agrarismo armado había sido parte del proyecto cardenista para
defender las tierras otorgadas en los años treinta, y su reivindica-
ción era cotidiana en la campaña electoral. Esto contribuyó a dar-
le mayor credibilidad a la posibilidad de un triunfo henriquista
y, sobre todo, al hecho de que habría quien los defendiera de los
abusos a los que ya eran sometidos muchos partidarios de Henrí-
quez en el campo.
En esta labor la  se enriqueció con la participación de
los maestros, a quienes había convocado desde el inicio. A lo lar-
go del proceso de formación de la Unión y de la organización
del magisterio henriquista se insistió en repetidas ocasiones en
la relación entre maestros y campesinos que había sido eje de la

31
Servín, Ruptura y oposición, op. cit., pp. 287-8.
32
Ibidem, p. 256.

34 / Elisa Servín
Revolución y de la reforma agraria durante el gobierno de Lázaro
Cárdenas.33 En muchas zonas rurales fueron maestros los que, en
efecto, formaron parte de la dirigencia de las federaciones estata-
les campesinas.34 Su participación contribuyó a que en algunos
casos éstas actuaran en la defensa de los intereses de sus agremia-
dos, encabezando o participando en las denuncias en contra del
despojo de terrenos ejidales o la ausencia de créditos que aqueja-
ban principalmente a los ejidatarios, así como en las demandas de
insumos para la producción, de canales de irrigación o de libertad
para la comercialización de los productos.35
La  recurrió a la oferta de créditos, insumos agrícolas,
irrigación y defensa de la propiedad a quienes se afiliaran al mo-
vimiento.36 En diversas ocasiones sus dirigentes nacionales y es-
tatales se entrevistaron o buscaron hacerlo con gobernadores,

33
La compleja relación entre maestros y campesinos durante la Revolución y
el cardenismo rebasa con mucho los límites de este trabajo y ha sido objeto
de una copiosa bibliografía. Como referencias muy puntuales al tema pueden
consultarse los trabajos de Mary Kay Vaughan, “El papel político de los maestros
federales durante la época de Cárdenas: Sonora y Puebla”, en Susana Quintani-
lla y Mary Kay Vaughan, Escuela y sociedad en el periodo cardenista, y Sosa, Los
códigos ocultos del…, op. cit.
34
Ese fue el caso, por ejemplo, de la profesora Victoria Sánchez en el Estado de
México, del profesor Gabriel Lima en Tlaxcala, del profesor Juan Soria Urías en
San Luis Potosí o de los profesores Urías Moctezuma Catalán y Waldo Ojeda
Sánchez, en Guerrero. El prof. Moctezuma, además de ser secretario general de
la Federación campesina guerrerense, era represente regional de la Organización
Única del Magisterio Henriquista. Henriquismo, t. , Hacia junio de 1951 se
comentaba en los reportes de la  que los dirigentes del Comité Nacional del
Magisterio Henriquista, entre quienes destacaban el historiador Luis Chávez
Orozco y el profesor Manuel Chávez Campos, se encontraban dedicados a apo-
yar a los organizadores de la . Henriquismo, t. , p. 184.
35
Véase al respecto “La Organización Nacional Única del Magisterio Henriquis-
ta, cordialmente invita a sus compañeros de todo el país”, Heraldo del Pueblo
(México), núm. 8, 15 de marzo de 1951, p. 3
36
Desde los inicios de 1951 y a lo largo de la campaña electoral se publicaban en
el Heraldo del Pueblo unos recuadros en los que se anunciaba la existencia de una
comisión de especialistas en los problemas del campo que se ponía a disposición
de los trabajadores rurales para estudiar sus asuntos e indicarles la mejor manera
de resolverlos.

A golpes de autoritarismo: la Unión de Federaciones Campesinas… / 35


funcionarios del Departamento Agrario o de los bancos de crédi-
to agrícola y ejidal, todo en aras de ganar partidarios y apoyar a los
ejidatarios y productores. A lo largo de la campaña el  fortale-
ció, por su parte, las tácticas que utilizaba desde 1950 para frenar
a los henriquistas. Así ocurrió por ejemplo en Tamaulipas, donde
el viejo agrarista Graciano Sánchez logró atraer a muchos parti-
darios, recurriendo incluso a la promesa de que Lázaro Cárdenas
acompañaría a Henríquez durante su gira electoral por el estado.
Para contrarrestar su labor proselitista, el gobierno de Tamaulipas
ordenó diversos recorridos por los ejidos para entregar “pequeñas
ayudas de maíz, frijol, medicinas, etcétera, además de créditos de
avío para las siembras de maíz”. 37
En un ambiente de creciente rivalidad y violencia física y ver-
bal, el domingo 6 de julio de 1952 se llevaron a cabo las eleccio-
nes. El gobierno y el  proclamaron el triunfo de Ruiz Cortines
cuando apenas cerraban las casillas, aunque los informes que lle-
garon desde el domingo en la noche a las oficinas de la  di-
bujaron un escenario distinto. Además de notificar el triunfo del
general Henríquez y de los candidatos a la legislatura en diversos
puntos del país, daban a conocer las abrumadoras irregularidades
del proceso electoral.38 Por ejemplo, en comunicados enviados por
37
, , 252/14362, Reporte con Datos Confidenciales, Ciudad Victoria,
Tamps., mayo 7 de 1952.
38
Entre el 6 de julio en la noche y el día 11 se recibieron informes reportando
el triunfo de Henríquez y los candidatos de la  en diversos distritos de las
siguientes localidades: Chihuahua, Cd. Juárez, San Francisco del Oro y Santa
Bárbara en Chihuahua; Dolores Hidalgo, Gto; Puebla, Acatlán y Oriental en
Puebla; Toluca, Zumpango, Cuautitlán y Otumba en el Estado de México; Cór-
doba, Tantoyuca, Veracruz, Álamo, San Andrés Tuxtla y Manuel Ávila Camacho
en Veracruz; Colima y Manzanillo en Colima; Huajuapan, Oaxaca y Cd. Matías
Romero en Oaxaca; Compostela en Nayarit; Ixmiquilpan, Pachuca, Molango,
Tulancingo, Real del Monte y Tianguistengo en Hidalgo; Cd. Victoria, Mata-
moros, Río Bravo, Cd. Madero y Tampico en Tamaulipas; Arriaga, Comitán,
Tuxtla Chico, Yajalón y Tuxtla Gutiérrez en Chiapas; Hermosillo, Son.; La Paz,
B. C. Sur; Mexicali y Tijuana en B.C. Norte; Tacámbaro, Mich.; Chilpancingo,
Iguala, Chilapa y San Luis Acatlán en Guerrero; Matehuala, Tamasopo y catorce
comunidades más de San Luis Potosí; Emiliano Zapata, Durango y Tayoltita

36 / Elisa Servín
el presidente municipal de Jamiltepec, Oaxaca, a otros presidentes
municipales de la región, les señalaba que ellos debían encargarse
de llevar los “componentes de las casillas electorales” a su oficina,
donde se contaba con la documentación para arreglar la elección
“en vista de que en esa la mayoría son henriquistas y se puede
fracasar”. En su mensaje al presidente municipal de San Lorenzo,
le informaba que el triunfo del  era la instrucción que se tenía
de las “Autoridades Superiores”. Más aún, “como se sabe que en
esa existe un fuerte grupo henriquista, debe aprehender a los di-
rigentes de ese grupo y consignarlos porque está prohibida por el
gobierno la candidatura de Henríquez Guzmán”. Por lo demás,
todos sus escritos terminaban con el consabido “Sufragio Efecti-
vo. No Reelección”. Era evidente que a la fuerza de la oposición
correspondería la magnitud del fraude.39
Así ocurrió también en localidades de Jalisco como Amatitlán,
Tequila, Tepatitlán y Arandas, en las que se presumía el triunfo
del general Henríquez, y en donde los priístas, auxiliados por las
autoridades municipales y el ejército, se robaron las ánforas.40 En
Mazatlán, Sinaloa, se denunció el robo de ánforas en una loca-
lidad donde ganó la , robo realizado por las autoridades en
complicidad con priístas. En algunas rancherías los votos a favor
de Ruiz Cortines se encontraban todavía en “fajillas”, lo que in-
dicaba que no habían pasado por las urnas.41 Por su parte, el 6 de
julio la Procuraduría General de la República informaba alrede-
dor de las 19 horas que en Monclova, Coahuila, la votación favo-

en Durango; Querétaro, Qro.; Cuernavaca, Mor.; Mérida y Ticul en Yucatán;


Allende, Monclova e Hipólito en Coahuila. Archivo Personal Miguel Henríquez
Guzmán, Relación de reportes y telegramas recibidos en las oficinas de la ,
6-11 de julio de 1952. Documentos facilitados por Francisco Estrada Correa.
39
Circulares reproducidas en Francisco Estrada Correa, Henriquismo. El arran-
que del cambio, p. 176.
40
Nacional Archives Washington (), Record Group () 84, 350-Guadalaja-
ra, del cónsul J.W. Wilson al Embajador, Guadalajara, Jal., 8 de julio de 1952.
41
, 84, 350-Mazatlán, del Consulado a la Embajada, Mazatlán, Sin., 18
de julio de 1952.

A golpes de autoritarismo: la Unión de Federaciones Campesinas… / 37


recía a Henríquez, y que en Toluca, Tlanepantla y Coloayacan la
mayoría de las ánforas habían sido robadas porque la votación era
favorable a Wenceslao Labra, candidato a senador del Estado de
México por la . También reportó que se habían encontrado
300 boletas henriquistas falsas en Oaxaca y que en Matehuala y
La Paz, en San Luis Potosí, se habían robado las ánforas con ayuda
de las presidencias municipales.42
En los días siguientes al 6 de julio llegaron a las oficinas pre-
sidenciales múltiples denuncias de irregularidades desde distintos
puntos del país.43 No obstante, el hecho de que los resultados
favorables a la  o a otros partidos de oposición se alteraran
prácticamente al concluir la votación hizo que la documentación
probatoria de los triunfos locales henriquistas desapareciera justa-
mente desde el día de la elección.
Con el argumento de que el proceso electoral había conclui-
do, el gobierno dejó de lado el discurso democrático que había
utilizado a lo largo de la campaña y fortaleció ya sin ambages
la vertiente autoritaria. El 7 de julio, los campesinos henriquis-
tas que se reunieron en la Alameda de la Ciudad de México a
festejar el pretendido triunfo de su candidato se encontraron con
los escudos de los granaderos, las armas de los policías y los tan-
ques de los soldados. Comenzaba así el principio del fin para la
Unión de Federaciones Campesinas de México.44

42
, , 252/42132, Informes de la Procuraduría General de la República, 6
de julio de 1952.
43
Las irregularidades que se denunciaron en casi todos los casos eran la negativa
del personal de las casillas a realizar escrutinios frente a los representantes de la
oposición, la presión a los votantes y el robo de ánforas. Por ejemplo, mensajes
enviados desde Tuxtla Gutiérrez, Chis.; Matehuala, ; Otumba, Edo. de Mex.;
San Luis Acatlán, Gro.; Dolores Hgo., Gto.; Tijuana, .; Manzanillo, Col.;
Allende, Coah.; Compas, Dgo., entre otros. , , 252/16046, 252/14362,
252/37366, 252/15453, 150/16610, 252/350, 252/14402, 934/18758, tele-
gramas dirigidos a la Presidencia de la República, 7-19 de julio de 1952.
44
Para un recuento de la represión en la Alameda véase Servín, Ruptura y oposi-
ción, op. cit.

38 / Elisa Servín
H  

En los días siguientes a la elección la represión contra los henri-


quistas se extendió y agudizó por todo el país. Muchas localida-
des, sobre todo en las zonas rurales, eran patrulladas por soldados
y policías con instrucciones de desbaratar cualquier intento de re-
unión, al punto de detener a quienes insistieran en manifestarse.
Las detenciones ilegales se incrementaron y las denuncias sobre
asesinatos y desaparecidos llegaron profusamente a las oficinas
presidenciales con la exigencia de que se cumplieran las ofertas
democráticas que el presidente Alemán y el  habían procla-
mado a lo largo de la campaña.45 Al mismo tiempo llegaban a
la Secretaría de Gobernación y a la Presidencia de la República
decenas de telegramas de diversos puntos del país protestando por
el fraude electoral.46
En los meses siguientes, los dirigentes más visibles del hen-
riquismo agrarista fueron hostigados hasta el punto en que se

45
Por ejemplo: “Miguel Ríos, de Mazatlán, Sin., por ser partidario General Hen-
ríquez fue detenido sábado último y transportado avión esta Capital sin que
conozcamos su paradero”. , , 252/18495, del lic. Tomás Villegas al Presi-
dente, Mazatlán, Sin., 8 de julio de 1952. El presidente del Comisariado Ejidal
de la colonia Lázaro Cárdenas se quejaba de que “por el hecho de haber sido sim-
patizador de la candidatura de Henríquez Guzmán las autoridades locales han
proferido amenazas de muerte contra él y su hijo Regino Vera. Pide garantías
para su persona y su familia”. , , 252/16046, de Miguel Vera Martínez al
Presidente, Yajalón, Chis., 22 de julio de 1952. El 13 de octubre la casa del líder
henriquista J. Jesús A. Hernández de Tecuala, Nay., amaneció rodeada de solda-
dos que lo buscaban. , RG84, 350-Mazatlán, del Consulado a la Embajada,
Mazatlán, Sin., 31 de octubre de 1952. En su libro, Quiles Ponce reproduce una
larga relación de muertos, perseguidos y detenidos henriquistas entre 1952 y
1954. Quiles Ponce, Henriquez y Cárdenas…, op. cit., pp. 281-8.
46
Por ejemplo, , , 934/18758, telegrama de los ejidatarios del poblado
Rodríguez a Miguel Alemán, Torreón, Coah., 14 de agosto; , , 252/350,
telegramas de Natividad, Ejutla, Etla, Tlaxiaco y Oaxaca, Oax., 15 de agosto de
1952; , , 252/350, telegramas de Puebla, Pue., Tlanepantla, Mex., Peoti-
llos, ., 15 de agosto de 1952; , , 252/350, telegramas de distintos pue-
blos y ejidos de Guerrero, 16 de agosto de 1952; , , 252/350, telegramas
de Xilitla, San Luis Potosí y Tamazunchale, ., 15-20 de agosto de 1952.

A golpes de autoritarismo: la Unión de Federaciones Campesinas… / 39


intentó detenerlos bajo la acusación de que preparaban un levan-
tamiento armado. El temor que la  había despertado en las
filas oficiales desde 1950 se magnificaba ante la posibilidad de que
sus dirigentes intentaran recurrir a la insurrección para defender
el supuesto triunfo henriquista. El 2 de octubre César Martino,
Ernesto Soto Reyes, Vicente Estrada Cajigal y Bartolomé Vargas
Lugo fueron detenidos y sometidos a varios interrogatorios en la
Procuraduría de Justicia del Distrito Federal. Horas después fue-
ron puestos en libertad.47 Ante la gravedad del asunto el general
Henríquez se dirigió a la opinión pública y pidió a sus partidarios
que mantuvieran “inalterable serenidad frente a la obsesión terro-
rista de sus enemigos”.48
La “obsesión terrorista” se apoyaba en los informes policíacos
que reportaban la organización de intentos insurreccionales loca-
les en varios puntos del país. Diversos grupos habían decidido no
esperar a un levantamiento nacional y empezaban a proceder por
su cuenta. En el transcurso del mes de octubre de 1952 la prensa
reportó las detenciones de henriquistas en Puebla, Morelos, Zaca-
tecas, Tamaulipas y otros puntos del país.
Ya fuera por su incapacidad para resistir el hostigamiento, por
su negativa a involucrarse en acciones armadas, por la indecisión
del general Henríquez, por recibir generosas ofertas de parte del
presidente electo Ruiz Cortines o por todo ello en su conjunto,
en junio de 1953 se hizo pública la ruptura de varios prominentes
cardenistas con Henríquez Guzmán y su salida de las filas hen-
riquistas. Entre ellos se encontraban dos de los principales orga-
nizadores de la , César Martino y Alonso Garrido, quienes
abandonaron a su suerte a la central campesina después de traba-
jar arduamente desde 1950 en su formación. Martino y Garrido
reproducían así el patrón histórico del agrarismo institucional en
47
Excélsior (México), 3 de octubre de 1952. Otra información mencionaba que
había sido detenido también Celestino Gasca y no Soto Reyes. Hoy (México),
11 de octubre de 1952.
48
Hoy, Idem.

40 / Elisa Servín
el que la relación con los campesinos era en realidad un instru-
mento de presión y negociación política. Eran oficialistas y no
rompieron con el sistema.49
Por su parte, en los meses y años posteriores a la elección mu-
chos campesinos acudieron a las oficinas de la  para pedir
apoyo frente a la represión de la que eran objeto en sus pueblos
y comunidades. Otros más insistieron en pedir el apoyo tantas
veces ofrecido para resolver los problemas que enfrentaban en su
localidad. Algunos incluso exigieron que se defendiera el preten-
dido triunfo electoral de Henríquez aunque fuera por la vía de las
armas. Ante el abandono de Martino, la  quedó a cargo del
michoacano J. Trinidad García, de Feliciano Rodríguez y del viejo
revolucionario Celestino Gasca, quien a lo largo de la campaña
había dedicado sus afanes a la organización de los trabajadores
henriquistas. Ante la deserción de la fracción cardenista ganaron
fuerza quienes buscaban organizar un levantamiento en armas.50
Sus esfuerzos, sin embargo, no fueron apoyados por el gene-
ral Henríquez. No sólo eso. Aprovechando los disturbios que se
produjeron después de una manifestación realizada el 5 de febrero
de 1954 en la Ciudad de México, la Secretaría de Gobernación
decidió quitarle el registro a la Federación de Partidos del Pueblo
acusando a sus miembros de instigar a la violencia.
Desarticulados, indefensos y sin organización, muchos ejida-
tarios regresaron a la . En 1957 la central priísta festejaba el
regreso de cien mil agricultores a sus filas, abandonadas en 1951
para integrarse a la Unión de Federaciones Campesinas de Méxi-
co.51 Así concluía la existencia de una organización que buscó inú-
tilmente romper con el control autoritario priísta que dominaba
al campo mexicano.

49
Martino se incorporó como asesor a las filas oficiales aprovechando la apertura
del nuevo gobierno ruizcortinista al cardenismo.
50
Así lo indican los reportes policíacos desde 1953.
51
Excélsior (México), 28 de junio de 1957.

A golpes de autoritarismo: la Unión de Federaciones Campesinas… / 41


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________ Heraldo del Pueblo, núm. 6, 15 de febrero de 1951
________ “La Organizaciòn Nacional Única del Magisterio Henriquista,
cordialmente invita a sus compañeros de todo el país”, 15 de marzo de
1951.
________“En triunfo recorre el Gral. Henríquez Guzmán, Colima, Nayarit
y Jalisco”, núm. 3, 15 de septiembre de 1951.
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A golpes de autoritarismo: la Unión de Federaciones Campesinas… / 43


Estado contra Iglesia/Iglesia contra Estado.
Los libros de texto gratuito: ¿un caso de
autoritarismo gubernamental. 1959-1962?
S  C/C  S.
F :     ,
-

VALENTINA TORRES-SEPTIÉN
Departamento de Historia-Universidad Iberoamericana, MÉXICO

STATE VERSUS CHURCH/CHURCH VERSUS STATE. FREE TEXTBOOKS:


A CASE OF GOVERNMENTAL AUTHORITARIANISM, 1959-1962?
During the heyday of the institutional Revolutionary Party years, precisely
in the years of the Presidency of Adolfo López Mateos, a Government initia-
tive emerged to provide to all Mexican children with free school textbooks.
The novelty and necessary initiative was however debated and fought by the
Mexican right-wing groups who saw in it an authoritarian decision that
fails to take into account social groups of different trends in their elabora-
tion. The issue of its gratuity was not questioned, but not of its obligatory
nature and uniqueness, which were considered as a violation of the rights
of parents to choose the type of education and school texts for their children.
This debate had repercussions throughout the Mexican Republic which led
to popular movements to repudiate the texts of such intensity that the Gov-
ernment was forced to allow the use of other complimentary texts, without
leaving out the official.
Key words: authoritarianism, official text books, Mexican right, social
uprisings.

Historia y Grafía, Universidad Iberoamericana, año 19, núm. 37, julio-diciembre 2011, pp. 45-77
R
Durante el apogeo del Partido Revolucionario Institucional, justamente
en los años de la presidencia de Adolfo López Mateos, surgió desde el
gobierno la iniciativa de dotar a todos los niños mexicanos con libros
de texto escolar gratuito. La novedosa y necesaria iniciativa se vio sin
embargo debatida y combatida por grupos de la derecha mexicana que
veían en ésta una decisión autoritaria al no haber tomado en cuenta a
grupos sociales de distintas tendencias en su elaboración. El asunto de la
gratuidad no fue cuestionado, no así el de su obligatoriedad y unicidad,
que fueron considerados vilatorios de los derechos de los padres de fami-
lia para elegir el tipo de educación y materiales escolares para sus hijos.
Este debate tuvo repercusiones en toda la República mexicana, y llevó
incluso a movimientos populares para repudiar el texto de tal intensidad
que el gobierno se vio obligado a permitir el uso de otros textos comple-
mentarios sin dejar fuera el oficial.
Palabras clave: autoritarismo, libros de texto, derecha mexicana, le-
vantamientos sociales

Artículo recibido: //


Artículo aceptado: //

C omo en todo nuevo gobierno, buena parte de las presiones


que heredó Adolfo López Mateos al tomar posesión de la
presidencia de la República en 1958 estuvieron marcadas por los
acontecimientos del gobierno previo de Adolfo Ruiz Cortines,
aunque también por la emergencia abierta y combativa de gru-
pos beligerantes de todo color político, resultado también de las
influencias extranjeras. La desilusión del llamado “milagro mexi-
cano” en la economía nacional llevó a los grupos más críticos del
país a ver en ello una Revolución fallida. El gobierno, amenaza-
do por los sectores más intransigentes de la izquierda, aunque
también de la derecha, cerraba cada vez más sus filas en torno
al modelo institucionalizado y corporativista. En este artículo se

46 / Valentina Torres-Septién
analiza un caso paradigmático del autoritarismo1 de la época que
muestra tanto las posturas del Estado como las del grupo conser-
vador (Iglesia, padres de familia, organizaciones católicas, etcéte-
ra). La emergencia y publicación del libro de texto gratuito, cuya
recepción ocasiono respuestas divergentes y debates encendidos
llevados a cabo muy abiertamente sobre todo a través de la prensa
nacional, como vocera de los grupos de poder,2 en los periódi-
cos de mayor circulación como el Excélsior o el Universal, que se
mostraron condescendientes con la Iglesia, y en revistas de pos-
turas beligerantes, intransigentes, como Señal, que será un docu-
mento fundamental en esta investigación. Señal,3 “la revista digna
de entrar en su hogar”, (1954-1979), fue un semanario católico
que llegaba a los hogares cristianos por medio de suscripción, y
cuya promoción se hacía en iglesias y colegios confesionales. En
esta revista participaban escritores católicos, tanto de la jerarquía
como seglares, entre los que destacan el Pbro. Pedro Velázquez
H., Carlos Alvear Acevedo, Antonio Díaz Soto y Gama, Ignacio
Martín del Campo, S. J., Mons. Joaquín Antonio Peñaloza, Ra-
món Zorrilla, Luis Rabasa, Horacio Guajardo, Alejandro Avilés,
Miguel Ángel Granados Chapa, entre otros, y se reproducían al-
gunos artículos de L’Osservatore Romano o de La Vie Catholique
Illustrée. Se recurre también a trabajos señeros que han analizado
este asunto como los de Soledad Loaeza, Clases medias y política
en México, así como los trabajos de Lorenza Villa Lever sobre los
libros de texto gratuito.

1
El autoritarismo se entiende como la primacía de las funciones de dominación
sobre las de representación y participación. Lo distintivo del modo autoritario
es la concentración o centralización del poder en la que el Ejecutivo ostenta una
preeminencia absoluta en relación con cualquier otra instancia de gobierno y
goza de una amplia autonomía frente a cualquier otro actor político como élites
económicas, sindicales, sociales y, en el caso analizado, religiosas. Véase Soledad
Loaeza, “Autoritarismo”, en Laura Baca Olamendi, et al., Léxico de la política.
2
Véase Miguel Ángel Granados Chapa, Examen de la comunicación en México.
3
La revista antitética por su postura de izquierda fue Política, dirigida por Ma-
nuel Marcué Pardiñas, en su primera época de 1960 a 1964, en donde se expre-
saron posturas contrarias a las defendidas por Señal.

Estado contra Iglesia/Iglesia contra Estado. Los libros de texto… / 47


En relación con el problema educativo y con la postura del go-
bierno frente a la decisión de imponer libros de texto gratuitos y
obligatorios para todas las escuelas y niños del país, es importante
destacar las relaciones que mantenía el Estado con la Iglesia a este
respecto, sin perder de vista que éstas a su vez estuvieron permea-
das por las condiciones políticas, económicas, culturales y sociales
imperantes, así como el crecimiento que para esos años era ya de
34.5 millones de personas, según el censo correspondiente.4
Las modificaciones relativamente recientes al artículo 3º. cons-
titucional (1946) habían dejado atrás toda noción que pudiera
significar un punto de confrontación tanto con la Iglesia católica
como con los sectores empresariales y conservadores del país.
Se trabajó por ligar el desarrollo de la economía a las tareas
educativas del Estado, se estructuró un lenguaje que no recordara
el del pasado inmediato, pero que a la vez hiciera suyos conceptos
como los de “unidad nacional”, “unidad para la paz” y “democra-
cia y justicia social”.
La respuesta educativa del período a la nueva política social
y económica fue la escuela unificada: “una opción europea que
facilitaba el acceso a la enseñanza media y superior (general y téc-
nica) al mayor número posible de alumnos”.5 En esta concepción,
que teóricamente englobaba toda posibilidad educativa, pero que
a la vez implicaba la fragmentación ideológica, se podía incluir
sin ningún problema el desarrollo de la educación privada, que
había sido estigmatizada en décadas anteriores. Así, se cubrían las
necesidades que generaba el desarrollo industrial, al capacitar a
técnicos y obreros calificados para satisfacer las necesidades de la
creciente industria.
La educación en el sexenio de Adolfo Ruiz Cortines vivió una
etapa difícil y no se desarrolló a un ritmo paralelo al de la eco-
4
Se calculaban, en 1950, 25.8 millones de habitantes, en tanto que diez años
más tarde eran ya 34.9 millones, según los censos de esos años.
5
Secretaría de Educación Pública, Acción Educativa del Gobierno Federal de lo. de
diciembre de 1952 al 31 de agosto de 1954, p. 15.

48 / Valentina Torres-Septién
nomía. El Presidente heredó de su antecesor problemas diversos
como la inflación, un gran desprestigio del gobierno debido a la
corrupción, y un aparato burocrático difícil de mantener; fue par-
tidario de terminar obras comenzadas en el sexenio anterior y de
cambiar el tono de la política, incrementando las obras de benefi-
cio general para la población. José Ángel Ceniceros, su secretario
de Educación, se enfrentó al crecimiento demográfico y urbano,
lo que implicó una muy alta demanda de escuelas que no pudo
cubrirse. La inflación y la pérdida del poder adquisitivo originaron
presiones fuertes por parte del sector magisterial, el cual obtuvo
que gran parte del presupuesto educativo se desviara a ese renglón.
En general estos años fueron pobres en logros educativos, y no
contaron con objetivos claros que vincularan los afanes políticos
generales con la política educativa. Se descuidaron los aspectos
pragmáticos, metodológicos e ideológicos, y sólo se impulsó el
aspecto cuantitativo (más escuelas y maestros). Los demagogos
siguieron hablando de libertad, democracia y justicia social.
Aunque ya presentes en décadas anteriores, Pablo Latapí, res-
petado estudioso del fenómeno educativo, considera que, a pesar
de todo, en esos años se presentaron tres tendencias, sin duda
valiosas en la orientación educativa: la mexicanidad y el arraigo de
nuestras tradiciones, la insistencia en la formación moral y cívica,
y la contribución de las escuelas a la consolidación de la familia,
factores que la favorecieron y que no podían ser objetados por la
reacción, léase la Iglesia,6 con lo cual las tensiones entre ambos
poderes se hallaban en un momento más o menos tranquilo.
Entre 1957 y 1963, la estabilidad de que había disfrutado el
sistema político se vio resquebrajada por las deficientes condicio-
nes internas y externas del país. Como señala Soledad Loaeza, a
pesar de que la sociedad mexicana seguía siendo débil respecto
al Estado, el desarrollo había propiciado la formación de grupos

6
Pablo Latapí, “Reformas educativas en los cuatro últimos gobiernos (1952-
1975)”, en Revista de Comercio Exterior, pp. 1324-33

Estado contra Iglesia/Iglesia contra Estado. Los libros de texto… / 49


de opinión “que habían acumulado considerable potencial de ac-
ción autónoma”.7 La crisis que esto produjo reveló fracturas y una
movilización limitada en tres asuntos principalmente: la libertad
sindical, la libertad de enseñanza y la defensa de la autodetermi-
nación frente a Estados Unidos. En un sistema autoritario, como
lo era el emanado de un presidencialismo a ultranza, la movili-
zación política fue sin duda un reto importante para el Estado,
“en la medida en que a través de ella se integran al juego político
actores o grupos cuya participación prolongada puede amenazar
su monopolio”.8
En los últimos días del gobierno de Ruiz Cortines, la disiden-
cia sindical en las organizaciones de ferrocarrileros, telegrafistas,
maestros, electricistas y petroleros había quebrantado la inmovi-
lidad social, fuertemente afectada por el triunfo de la Revolución
cubana. Si bien sus demandas eran fundamentalmente econó-
micas, también en ellas se percibía el desencanto por el enérgico
control estatal. Su impacto obligó al gobierno de Adolfo López
Mateos a afirmar públicamente su naturaleza revolucionaria, ase-
verando que su régimen era de “extrema izquierda” dentro de la
Constitución. Con esta afirmación suponía que la legitimidad de
su gobierno quedaba fuera de toda duda. Sin embargo, estas pala-
bras provocaron fuertes reacciones de los sectores empresariales y
de las clases medias que lo obligaron a tomar acciones concretas
y positivas a favor de la propiedad privada y a limar asperezas con
la derecha.
Desde 1957, cuando se destapó como candidato a la presiden-
cia al Lic. Adolfo López Mateos, la jerarquía católica se avocó a
evaluar las características de su personalidad y de su postura polí-
tica. El ex secretario del Trabajo, era también un ex vasconcelista,
orador reconocido, y “un conciliador en cuestiones sociales”9 que

7
Soledad Loaeza, Clases medias y política en México, p. 180.
8
Ibidem, pp. 180-1.
9
Roberto Blancarte, Historia de la Iglesia católica en México, p. 173.

50 / Valentina Torres-Septién
promovió algunas obras de beneficio social muy bienvenidas por
la Iglesia como un impulso a las demandas sociales, tales como
el desarrollo del Instituto Mexicano del Seguro Social (), la
creación del Instituto de Seguridad y Servicios Sociales de los Tra-
bajadores del Estado (), así como del Instituto Nacional de
Protección a la Infancia () donde su esposa tuvo un papel
protagónico.
Como bien señala Roberto Blancarte, López Mateos rompió
la indiferencia política frente a las cuestiones religiosas que había
permanecido vigente durante casi 20 años, después de la declara-
ción de Ávila Camacho como creyente. En su discurso de toma de
protesta como candidato afirmó: “Somos un pueblo que ama sus
tradiciones y que jamás ha renegado de sus creencias”,10 aunque,
como comenta este investigador, “lo que probablemente no calculó
López Mateos fue que, al mismo tiempo que permitió una mayor
expresión política de los católicos –lo que quizá era inevitable–, es-
taba abriendo una compuerta que posteriormente sería imposible
cerrar a menos que se quisiera pagar un alto precio”.11 El régimen,
al recibir el apoyo de la jerarquía católica, abría las puertas para la
crítica posterior de la jerarquía en el terreno socio-político.12

E   :   

Un asunto exacerbado en estos años fue el relativo a la lucha que


nuevamente manifestaba la Iglesia contra las posturas anticleri-
cales del Estado, manifiestas en la Constitución, y que también
se vinculaban al problema del comunismo: “lo que básicamente
unía a los diversos grupos católicos dentro de la Iglesia (e incluso
a organizaciones políticas afines como el Partido Acción Nacional

10
Adolfo López Mateos, “Toma de protesta como candidato del Partido Revolu-
cionario Institucional”, 17 de noviembre de 1957, cit. por Loaeza, Clases medias
y política…, op. cit., p. 202.
11
Blancarte, Historia de la Iglesia…, op. cit., p. 177.
12
Idem.

Estado contra Iglesia/Iglesia contra Estado. Los libros de texto… / 51


(), la Unión Nacional Sinarquista () y la Unión Nacional
de Padres de Familia ( ), era antes que nada la creencia en que
el comunismo resultaba ser el enemigo número uno de la nación
mexicana”.13 Sin duda desde antes, pero más aún después de la
Segunda Guerra Mundial, ante el avance comunista encabezado
por la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (), el dis-
curso anticomunista de un grupo importante de la Iglesia católica
se centraba en la amenaza que el desarrollo rojo significaba para el
mundo occidental. En una visión maniquea que fue resultado de
un exaltado macartismo, se afirmaba sin recelo que el mundo se
dividía en dos campos de batalla: el del “sovietismo” comunista,
y el del “anticomunismo” representado por el capitalismo norte-
americano secundado por los católicos.14 La preocupación y sobre
todo el miedo que se gestó en estos años ante los embates de esta
ideología, no sólo se limitaron a los círculos eclesiásticos, fueron
también asumidos por los sectores católicos pertenecientes a las
clases medias y altas del país. Para estos sectores el comunismo era
un peligro para la educación de sus hijos, para sus inversiones, en
suma, para todos sus privilegios. Al mismo tiempo, existía la idea
–que seguía la doctrina tradicional de la Iglesia cristiana– de que
el laicismo estaba íntimamente ligado y se encontraba en el origen
del materialismo y, en consecuencia, del comunismo en México.
La vinculación Estado-Iglesia estaba a su vez amparada al co-
bijo de una lucha en contra de un fantasma al que ambos temían:
el comunismo internacional. Así mismo, el desarrollo económico
del país profundizaba sus contradicciones en cuanto al problema
educativo, pues mientras para el área conservadora el asunto radi-
caba en los contenidos educativos, los valores sociales, la defensa
de la tradición, para los liberales el sistema escolar debía respon-
der a las demandas sociales y ser un agente de democratización.15
13
Ibidem, p. 187.
14
Fernando Gómez Manrique, “Esta es la crisis política más grande de la histo-
ria”, Señal, 1955, p. 6.
15
Véase Loaeza, Clases medias y políticas…, op. cit., p. 207.

52 / Valentina Torres-Septién
La supuesta infiltración comunista que preocupaba a la Igle-
sia, a la  y a los grupos católicos conservadores, tanto en el
ámbito político como en el educativo, se avizoraba como un pe-
ligro inminente en las escuelas debido a los maestros comunistas
atrincherados en puestos clave de la . Afirmaban, por ejemplo
lo siguiente: “Nos informan que en la Secretaría de Educación,
los comunistas se están apoderando de muchos de los llamados
puestos clave para intensificar el comunismo. Estamos documen-
tándonos bien, para entablar la campaña que sea necesaria; pues
es indebido que con los dineros del pueblo se sostenga a profeso-
res antipatriotas que más bien tratan de servir a Moscú”.16
El comunismo significaba para estos grupos, más que una
doctrina económica, la ausencia de Dios y de principios morales
cristianos. Consideraban que destruía la célula fundamental de la
sociedad, es decir a la familia, y con ella el principio de autoridad
que radicaba en primer lugar en Dios, por delegación de éste en
su Iglesia y finalmente en la familia;17 también afirmaban que pro-
movía el desorden y la anarquía, proposiciones absolutamente
contrarias a la religión. Por ello, en las escuelas católicas se realiza-
ron en aquellos años jornadas muy intensas contra el comunismo,
en las que se hablaba a los estudiantes de los horrores que vivían
los países con estos sistemas; se les atemorizaba insistiendo en
que los niños eran arrancados de los brazos de sus padres para
entregarlos al Estado, que los fieles practicantes eran hechos pri-
sioneros y en ocasiones sufrían tortura y muerte.
La  constituyó entonces la Confederación Nacional de
Padres de Familia, con el fin de organizar una asociación en cada
una de las escuelas particulares del Distrito Federal, asociaciones
cuyas funciones eran “vigilar y denunciar” cualquier infiltración
comunista. También servirían para exigir que las condiciones pe-

, circular núm. 49, 1947.


16

17
Véase “Bases doctrinales de la educación católica en México”, en Valentina
Torres Septién, La educación privada en México, 1903-1976, pp. 37 a 51.

Estado contra Iglesia/Iglesia contra Estado. Los libros de texto… / 53


dagógicas y morales de las escuelas respondieran a las expectativas
de los padres de familia. Sus objetivos sobrepasaban con mucho
las expectativas que la Secretaría tenía para estas asociaciones.
En las aspiraciones de la  se palpaba un interés activo por la
supervivencia de la escuela privada como concepto: un régimen
de excepción que pudiera ofrecer una educación con contenidos
“especiales” ajenos a la escuela oficial. Después de lograr su reco-
nocimiento oficial en 1940, así como una modesta participación
en la modificación constitucional de 1946, luego de habérsele
aceptado como órgano unificador de las escuelas particulares y
otorgado una amplia tolerancia para el funcionamiento de éstas,
la Unión equivocaría su posición en el debate educativo al no en-
contrar argumentos que la validaran. La pobreza intelectual que
mostró la  hizo que el régimen del presidente Ruiz Cortines
ignorara a las asociaciones de padres de familia hasta el grado de
negarles una participación real. Sin embargo, la organización se
mantendría viva, siempre atenta a intervenir en favor de la edu-
cación católica.
En cuanto a la Iglesia católica (entiéndase por ésta a la jerar-
quía), a partir de los años cuarenta, el modus vivendi había ido
estableciendo un acuerdo paulatino entre ésta y el Estado, con
base en el nacionalismo mexicano,18 en contra de modelos sociales
ajenos a la realidad nacional como el comunismo. Para la jerar-
quía eclesiástica México era intrínsecamente católico y considera-
ba que civismo y catolicismo debían estar unidos.19
A pesar de su postura progresista, el obispo de Cuernavaca,
Monseñor Sergio Méndez Arceo, presidente de la Comisión Epis-
copal para la Educación y Cultura, como sostiene Roberto Blan-
carte pedía a la  (en 1960) que emprendiera una campaña de
inscripción a las Sociedades de Padres de Familia o directamente

18
Véase Blancarte, Historia de la Iglesia…, op. cit., p. 1004.
19
Rodrigo Martínez, “Hay que sostener la idea de patria” en Cultura Cristiana, t.
x, núm. 16, 17 de marzo de 1941, p. 4, cit. por Blancarte, ibidem, p. 105.

54 / Valentina Torres-Septién
la Unión Nacional de Padres de Familia, “con el objeto de prepa-
rarlos a defender la educación de sus hijos, sobre todo en lo que se
refiere a los libros de texto”. […] Esta campaña se convertiría en
el instrumento más eficaz para la continuación de la lucha eclesial
contra el laicismo y el comunismo”.20
Los acontecimientos políticos en Cuba, que se suscitaron a
raíz del levantamiento de Fidel Castro, tuvo como una de sus
consecuencias la supresión del catolicismo en la isla lo que esti-
muló nuevas formas de acción política de los católicos en otras
regiones del continente americano. En México, la democracia
cristiana tuvo una fuerte influencia en el joven Partido Acción
Nacional, que impulsó al episcopado a aprobar una declaración
que subrayaba los peligros del comunismo. La campaña ofrecía
apoyo al gobierno para combatir la amenaza roja y por otro lado
hacía fuertes críticas a las políticas económicas del gobierno.21

E      


  

El crecimiento de la población escolar rebasó para entonces la


posibilidad oficial de cubrir la demanda. Las Memorias educati-
vas de aquellos años cuestionan la posibilidad de que el Estado
pudiera solo con la carga educativa. En declaración de prensa el
Secretario de Educación hizo llamados a todos los sectores de la
población para colaborar en la tarea educativa.22 También fueron
innumerables los artículos de prensa en que se hacía la misma pe-
tición, tanto a las autoridades del ramo como a la iniciativa priva-
da. Por ello, era lógico que el Estado impulsara el funcionamiento
de las escuelas sostenidas por particulares, las cuales proliferaron
en las grandes ciudades. La aceptación de estas instituciones fue

20
Ibidem, p. 188.
21
Véase Roderic ai Camp, Cruce de espadas. Política y religión en México, p. 50.
22
Señal, Semanario Católico, núm. 79, 15 de enero de 1956, p. 3.

Estado contra Iglesia/Iglesia contra Estado. Los libros de texto… / 55


consecuencia tanto de la paz relativa entre la Iglesia y el Estado,
como de la necesidad fundamental del gobierno de contar con
más escuelas.
Sin embargo, la  -organización paraeclesial que se fundó
en 1917 con el objeto de obtener la libertad de enseñanza, enten-
dida como libertad para enseñar religión en las escuelas–, mantu-
vo una postura de constante beligerancia. La  fue desde sus
inicios la abanderada por la defensa de los “derechos educativos”
de los particulares católicos (laicos y eclesiásticos). A lo largo de
los años incluso mantuvo una posición mucho más intransigente
que la misma Iglesia.23 No se conformó con las medidas alcanza-
das con la tolerancia del régimen avilacamachista. Decidió que el
momento era propicio para llevar a cabo sus propósitos de lograr
la tan pretendida libertad de enseñanza. A partir de 1941 levantó
un “censo-plebiscito” en el que se exigía la reforma al artículo 3º.
Posteriormente envío mensajes al Presidente de la República, así
como al secretario de Educación y a las Cámaras, en los que, ade-
más de alabar a la  por estar resolviendo la cuestión educativa,
pedía la reforma del artículo y que se garantizara y consagrara en
él la libertad de enseñanza. A través de la prensa nacional invitaba
a reuniones escolares, mítines y manifestaciones como medidas
de presión. Todas estas acciones fueron de larga duración, y se
extendieron hasta 1945, año en que se trabajó en las Cámaras la
reforma del artículo tercero, que fue apoyada en mayor medida
por buena parte de los partidos, a excepción de algunos políticos
de izquierda como Narciso Bassols, Alberto Bremauntz, Aurelia-
no Esquivel y otros. Sin embargo, al contar con la aprobación
de Vicente Lombardo Toledano, el artículo fue reformado y, en
general, la respuesta fue favorable en la mayoría de los sectores de
la sociedad; incluso el Sindicato Nacional de Maestros consideró
que “las reformas propuestas por el primer Mandatario no afecta-
ban en nada el espíritu revolucionario de la ley”.

23
Véase Torres Septién, La educación privada en…, op. cit., pp. 164-71.

56 / Valentina Torres-Septién
No obstante, la , que esperaba una modificación en sus
términos, la rechazó. Insertó en los periódicos de mayor circula-
ción un boletín en el que solicitaba la adhesión de firmas de sus
partidarios para que el artículo fuese reformado “en términos que
consagraran y garantizasen la libertad de enseñanza”. Publicaron
en la prensa frases como la que decía: “Los particulares propo-
nen ayudar al Estado para la construcción de escuelas siempre y
cuando sea en recintos forjados de caracteres y de espíritus libres
abiertos a todas las inquietudes e impregnados de un hondo ideal
patriótico”.24
A esto se sumó el semanario católico Señal, de amplia difusión
por esos años. Sostenía la necesidad de aumentar el número de
escuelas, sobre todo en los estados, de incrementar la capacidad
técnica y agrícola de campesinos y obreros, así como de apoyar a
la Universidad Nacional y al Instituto Politécnico Nacional. Todo
esto se haría sólo si se contaba con la cooperación de la iniciati-
va privada, siempre y cuando se llegara a un acuerdo con otros
grupos religiosos y se respetara el derecho de los padres de familia
para elegir el tipo de educación de sus hijos.
La  aprovechó estos años de relativa armonía con la  y
de impulso a la iniciativa privada en el ámbito escolar para hacer oir
las demandas por las que había venido luchando por décadas. Fue
precisamente en este contexto en el que se dio el debate en torno a
los libros de texto gratuito: en los primeros años de la década de los
sesenta del siglo pasado. La fuerza que tomó la Iglesia frente a una
medida autoritaria del gobierno se equiparó con otra respuesta en
términos de igualdad de fuerzas promovida por la Iglesia, aunque
finalmente el Estado ejercería su predominio político.
López Mateos llamó a ocupar nuevamente la jefatura de la  a
Jaime Torres Bodet, quien recientemente había dejado la presiden-
cia de la . El secretario presentó al Presidente un documento

24
El Nacional (México), 9 de febrero de 1958; El Universal (México), 9 de fe-
brero de 1958.

Estado contra Iglesia/Iglesia contra Estado. Los libros de texto… / 57


en el que opinaba sobre la situación en el campo educativo y que
más tarde sería la base del Plan Nacional para la Expansión y el
Mejoramiento de la Educación Primaria (Plan de Once Años),
que fue un primer esfuerzo de planificación educativa a un plazo
mayor que el sexenal, con la intención de abatir el grave problema
educativo. En ese lapso se debería terminar con el rezago educa-
tivo y hacer posible que todos los niños en edad escolar tuvieran
acceso a un aula.25 De esta manera se daba al proyecto un aspecto
de cruzada nacional, en la que la intervención de todos los inte-
grantes de la sociedad era necesaria para alcanzar el éxito.
En este renovado marco educativo fue donde nació la idea de
editar y distribuir libros de texto para todos los niños de la escuela
primaria con el objeto de hacerla más democrática y efectivamen-
te gratuita. La intención del Presidente era que dichos libros se
repartieran en todos los planteles del país, incluyendo a los co-
legios particulares, pues consideraba: “Todos son niños y todos
son parte de nuestro pueblo”. El mandatario advirtió al Secretario
de Educación que “los libros que entregue a los niños nuestro
gobierno sean dignos de México y no contengan expresiones que
susciten recuerdos, odios, rencores, prejuicios y estériles contro-
versias”.26 En estas palabras se preveía ya que los textos podían
suscitar discusiones al reconocer versiones distintas del pasado.
El 12 de febrero de 1959 se creó la Comisión Nacional de
los Libros de Texto Gratuitos (). Con ella, el Estado
pretendió fortalecer sus mecanismos de control frente a las insti-
tuciones educativas privadas, tanto laicas como religiosas. El de-
creto señalaba la necesidad de que los textos fueran gratuitos. La
Comisión dependería de la misma , responsable de sancionar
los contenidos de los libros, y de verificar su apego a los progra-
mas vigentes. Los libros de texto, según la , estarían
fundamentados tanto en el artículo 3º como en la Ley Orgánica de

25
Diario Oficial, 31 de diciembre de 1958.
26
Jaime Torres Bodet, Equinoccio, p. 241.

58 / Valentina Torres-Septién
Instrucción Pública de 1942, que proponían la “unidad nacional”
y la “unificación educativa” como los valores que debían prevale-
cer en los libros.
De inmediato estas consideraciones levantaron ámpula en di-
versos grupos. Los primeros en protestar fueron los profesores,
que enviaron una carta abierta al Presidente en la cual menciona-
ban que “dentro de una sociedad pluralista como es la sociedad
mexicana, no puede pretenderse, sin lesionar el criterio demo-
crático, una uniformidad en materia cultural”.27Algunos intelec-
tuales, como Jesús Silva Herzog, Rubén Salazar Mallén, Andrés
Henestrosa, Luis Garrido e incluso los conservadores René Capis-
trán Garza y Francisco Monterde habían manifestado su adhesión
a la medida.28
Cuando a principios de 1960, la  dio a conocer la lista de
los textos que se autorizaban para la enseñanza del 5° y 6° grados
–pues del 1° al 4° contarían ya con el texto gratuito–, declaró al
respecto: “es obligatorio el uso del libro de texto único y gratuito
en todas las escuelas primarias, trátese de particulares u oficiales,
de federales o estatales, e incluso de escuelas municipales, excepto
para los últimos años de primaria”.29
Desde el ámbito de su autoridad el texto gratuito se convirtió
en obligatorio, lo cual provocó una discusión de niveles alarman-
tes en diferentes sectores sociales. Una primera polémica fue la
meramente comercial: aquellos que vieron afectados sus intereses
económicos y comerciales y que consideraron anticonstitucio-
nal tal determinación. El primero en tratar el problema fue el
profesor Valentín Zamora Orozco, quien publicó un desplegado
dirigido al Presidente de la República en el que manifestaba su
desacuerdo, pues al dejar fuera otros textos violaba los derechos de
quienes trabajaban en ellos, dejándolos “en el desamparo”. Sin
27
“Carta abierta de un grupo de profesores al Presidente de la República”, en El
Universal (México), 8 de agosto de 1961.
28
Excélsior (México), 30 de agosto de 1960.
29
Excélsior (México), 9 de febrero de 1960.

Estado contra Iglesia/Iglesia contra Estado. Los libros de texto… / 59


embargo, el argumento no se constreñía al aspecto económico,
ya que también señalaba que se estaba actuando contra la libertad
de enseñanza, pues daba lugar a un monopolio que beneficiaba a
personas extrañas a la actividad educativa.30 A este debate se unió
la Sociedad Mexicana de Autores de Libros de Texto, afirmando
que los textos gratuitos excedían la capacidad de comprensión de
los niños pequeños, así como que no se ajustaban a los nuevos
programas escolares.31
Otro grupo de profesores de las escuelas primarias del Distri-
to Federal –probablemente de las particulares–, insistieron en su
carácter antidemocrático, pues al establecer como único el pen-
samiento oficial, el Estado se constituía en “dictador científico”.
Pedagógicamente los consideraron deficientes, ya que no se ade-
cuaban al programa ni a la capacidad de los niños; demandaban
libertad de métodos y cátedra; y pedían que se permitiera el uso
“libre y abundante” de otros textos escolares.32 Fueron muchos los
editoriales, artículos y notas que desde entonces aparecieron en la
prensa atacándolos o defendiéndolos.
La revista Señal publicó innumerables artículos semanales en
los que se prevenía a los feligreses de los peligros del comunismo.
La Iglesia por su parte también estuvo presente en la campaña
anticomunista a través de pastorales que se sucedían una a otra.
Toda esta movilización anticomunista tuvo un efecto favorable
en la respuesta de ciertos sectores a las demandas de la . Al
respecto Loaeza comenta que “la religión seguía siendo uno de
los elementos clave de identidad nacional”.33 Sin embargo la ,
en su postura autoritaria, no cedería ante las presiones, e incluso
llegó a recordar a las escuelas privadas que debían sujetar sus en-
señanzas a lo dispuesto por el Estado.34

30
Excélsior (México), 7 de febrero de 1960.
31
Loaeza, Clases medias y políticas…, op. cit., pp. 254-5.
32
Excélsior (México), 24 de agosto de 1960.
33
Loaeza, Clases medias y políticas…, op. cit., pp. 306-10.
34
Excélsior (México), 27 de febrero de 1960.

60 / Valentina Torres-Septién
A la aparición del libro de texto único, y a la amenaza del co-
munismo se sumó un rumor sobre la posible nacionalización de
las escuelas particulares. Esta suposición estaba fundamentada en
atentados sufridos por establecimientos particulares en algunas
ciudades del interior y en otras medidas tomadas por la Secreta-
ría de Educación, como la suspensión temporal que dictó para
nuevas incorporaciones de primarias, secundarias y normales, y
a la poca atención que daba a las solicitudes de reconocimiento
de validez de los estudios de las nuevas preparatorias. La preocu-
pación por el rumor de la nacionalización provocó la reunión de
los comités estatales y municipales de la  en todo el país.
Esta movilización dio como resultado que, para mayo de 1962,
18 uniones estatales estuvieran listas para contender contra el
Estado.
Otro asunto que vendría a atizar el fuego sería el conflicto de la
Universidad Autónoma de Puebla (); en dicha ciudad, alber-
gue de una sociedad muy tradicionalista, en ocasiones “cerrada”,
el fantasma del comunismo se manifestaba como un problema de
grandes dimensiones. El problema se gestó en torno a la disposi-
ción legal de la Universidad que prohibía a miembros de órdenes
y organizaciones religiosas ejercer como funcionarios o maestros.
Durante el conflicto, las escuelas particulares participaron de una
manera tangencial al apoyar el movimiento y ser parte de los gru-
pos aliados a la Iglesia que eran contrarios a los “comunistas” de
la Universidad Autónoma de Puebla.
La Revolución cubana provocó una gran movilización entre
los grupos de izquierda y los de derecha. Estos últimos siguieron
una política anticomunista que congregó a un gran número de
sectores de la sociedad,35 que veían al comunismo como una gran
amenaza para el continente americano. Lo culpaban de diversos
males como el estatismo, la violación de las libertades individua-
les, la promoción de la irreligiosidad y de tener un carácter subver-

35
Loaeza, Clases medias y políticas…, op. cit., p. 258.

Estado contra Iglesia/Iglesia contra Estado. Los libros de texto… / 61


sivo; afirmaban que influía en “la noción de pérdida de la libertad,
de la religión, de la identidad nacional, de la estabilidad”.
El miedo que despertó la Revolución cubana en ciertos sec-
tores del país provocó que el 24 de abril de 1961 el Frente Uni-
versitario Anticomunista, creado en 1955 en Puebla, organizara
una manifestación contra Fidel Castro. Este acto estuvo apoyado
por los colegios particulares confesionales como el Benavente, el
Oriente y el Carlos Pereyra, instituciones de renombre pertene-
cientes a lasallistas y jesuitas. La manifestación motivó el enojo de
quienes apoyaban al movimiento revolucionario y estallaron en-
frentamientos violentos. La  fue calificada de comunista por
quienes decían defender los valores tradicionales del país. El gru-
po contrario a la  se integró con algunos empresarios, grupos
de padres de familia, organizaciones católicas y la Iglesia.
Si bien este conflicto tuvo momentos muy difíciles tanto para
la ciudad como para el gobierno y la Iglesia poblanos, después
de enfrentamientos, mítines y cierres de escuelas y comercios, se
llegó a una negociación entre la Iglesia y las autoridades federales.
Sin embargo, los acontecimientos violentos que se vivieron en
esos meses fortalecieron las alianzas entre los grupos de derecha,
los cuales se manifestaría días más tarde y con toda su fuerza en
Monterrey en contra del libro de texto único.
La batalla que se libraría contra el texto único (y obligatorio)
tendría trascendencia nacional. La  se lanzó a la carga y, des-
de un principio, alimentó la polémica en los diarios más impor-
tantes del país. El 25 de febrero de 1960 envió una carta abierta al
Presidente López Mateos en la que admitía el derecho de la  a
editar y regalar libros de texto, pero se oponía al hecho de que no
utilizarlos en las escuelas privadas fuera motivo de que esa misma
dependencia coaccionara a maestros y escuelas bajo amenaza de
aplicación de sanciones penales y administrativas. Éstas ya habían
sido anunciadas días antes y consistían, en el caso de los profeso-
res, en el castigo con prisión desde tres meses a doce años, y en
la suspensión temporal o destitución definitiva del empleo. Las

62 / Valentina Torres-Septién
escuelas particulares serían multadas y clausuradas en caso de que
se utilizaron otros textos. 36 El decreto de creación de los libros de
texto gratuito no hacía explicita su obligatoriedad, ni su unicidad.
Estos conceptos se van a ir clarificando poco a poco a lo largo del
debate que se da en torno a ellos. Una primera postura autoritaria
del gobierno se da en febrero de 1960, cuando la  señala que el
texto es único y gratuito “en todas las escuelas primarias, trátese de
particulares u oficiales, de federales o estatales e incluso de escue-
las municipales, excepto para los dos últimos años de primaria”.37
El 25 de febrero de 1960, la  respondió con una carta
abierta al Presidente en la que impugnaba que se sancionara a las
escuelas que no lo utilizaran.38 Al distribuirse el libro para el pri-
mer grado, la , el Partido Acción Nacional, el Movimiento
Familiar Cristiano y la jerarquía católica, así como algunas escue-
las particulares declararon su inutilidad y entregaron a los padres
de familia las listas de libros adicionales que necesitaban com-
prar.39 Todos ellos se movilizaron en una estrecha relación, tanto
en la posición ideológica que defendían, como en la participación
conjunta en actividades.
La  no condenaba al libro de texto por su calidad de gra-
tuito, pues consideraba que era justa su existencia para los alum-
nos que no pudieran comprar otro. Lo que impugnaban era su
calidad de obligatorio y único; contra estas dos disposiciones lu-
chó denodadamente. Su acción no se limitó a la prensa escrita,
sino que se extendió a una oposición abierta, militante, que envol-
vió a sectores importantes en varias ciudades. Condenó también
su método, pues criticaba que fuera único y condensara hasta sie-
te asignaturas, así como que fuera uniforme, sin tomar en cuenta
las diferencias regionales. Señalaba su temor de que las men-
tes de los niños “quedaran en la práctica a merced de los vaivenes
36
Véase Lorenza Villa Lever, Los libros de texto gratuito, pp. 173-89.
37
Excélsior (México), 9 de febrero de 1960.
38
Villa Lever, Los libros de texto…, op. cit., pp. 173-89.
39
Idem.

Estado contra Iglesia/Iglesia contra Estado. Los libros de texto… / 63


políticos e ideológicos de los secretarios de Educación en turno”.
Presentó los textos como una expresión autoritaria y aun totalita-
rista del Estado.40
En un desplegado enviado al Presidente y al secretario de Edu-
cación Pública la  se pronuncia contra “los graves atenta-
dos que en algunas dependencias de la Secretaría de Educación
Pública están cometiendo al imponer arbitrariamente el libro de
texto único bajo muy severas amenazas de índole administrativa y
penal con el carácter obligatorio y exclusivo en la totalidad de las
escuelas primarias oficiales y particulares del país”.41
El 5 de septiembre de 1960, la  protestó contra la “impo-
sición de una verdad oficial” que atentaba contra la “libertad de
cátedra”.42 En su Boletín, acusaba al Estado de llevar a cabo una
campaña para hacer creer a los padres de familia que debían apo-
yarlo en la tarea de educar a la niñez, pero que únicamente acudía
a ellos cuando su ayuda le era imprescindible.43
La Sociedad Mexicana de Autores de Libros Escolares solicitó
a la Barra Mexicana de Abogados que externara su posición al
respecto; ésta se manifestó en el sentido de que la imposición de
textos era “un acto anticonstitucional, ilegal y contradictorio con
las prácticas culturales vigentes en México”.44
En el Seminario Internacional de Derechos Humanos de las
Naciones Unidas, el ministro de la Suprema Corte, Mariano Azue-
la, declaró que en México “se vive en un régimen precario de
libertad de enseñanza” y que “no se puede establecer una escuela
primaria sino con autorización oficial que se otorga al capricho de
la autoridad y debe sujetarse a los programas oficiales de gobier-

40
Excélsior (México), 16 de febrero de 1960, Boletín de la Unión de Padres de
Familia (BUNPF), 2ª época, no. 6, diciembre de 1960 – enero de 1961, pp. 7-8.
41
Excélsior (México), 16 de febrero de 1960.
42
“Carta abierta de la  ”, en El Universal (México), el 5 de noviembre de
1950.
43
BUNPF, 2ª época, no. 7, febrero – marzo de 1961, p. 1.
44
Señal, Semanario Católico, no. 368, 27 de agosto de 1961, p. 4.

64 / Valentina Torres-Septién
no, el que se reserva su derecho de clausurarla sin que el juicio de
amparo sirva como remedio para impedirlo”. Azuela considera-
ba esas disposiciones como “contrarias a la voluntad del pueblo
mexicano por injustas”.45
Estas reclamaciones las hizo suyas la , la cual no dejó de
manifestarlas en cartas, desplegados, iniciativas y solicitudes al
Estado acusando a los textos por su carácter autoritario, mismas
que nunca fueron contestadas por las autoridades educativas. A
este ataque por parte de las fuerzas de derecha o “reaccionarias”,
respondieron otros grupos defensores del libro de texto gratuito:
maestros independientes, algunas sociedades de padres de familia
auspiciadas por la  y el Sindicato Nacional de Trabajadores del
Estado (), que se dedicó a atacar a las escuelas particulares
por su carácter “reaccionario” y por ser “centro de propaganda
religiosa y de combate sistemático contra todas y cada una de las
medidas avanzadas del gobierno federal”.46
El 31 de enero de 1962, la Sección Permanente del Libro de
Texto del Consejo Nacional Técnico de Educación () pu-
blicó un acuerdo en el que ratificaba el carácter obligatorio de
los libros de texto gratuito, mismo que provocó una gran pro-
testa en la capital del estado de Nuevo León, la cual fue dirigida
por la recientemente creada Comisión Organizadora de la Unión
Neoleonesa de Padres de Familia ( ) y encabezada por el
ingeniero Elliot Camarena. La Comisión convocó a los padres de
familia a que asistieran a una gran manifestación que partiría de la
Alameda Mariano Escobedo hacia el Palacio de Gobierno, donde
se realizaría una asamblea pública. Es de notar la alarma que ya
corría por la supuesta infiltración comunista:

Lo que nos alarma justamente a los padres de familia es que se


nos  un texto único y un método único […] Imponer-
nos ahora un solo texto único y una metodología desconocida en

45
Idem.
46
Loaeza, Clases medias y políticas…, op. cit., p. 276.

Estado contra Iglesia/Iglesia contra Estado. Los libros de texto… / 65


el medio nuestro, y probablemente en la mayoría de los países
occidentales, es algo que terminantemente no podemos aceptar
porque sería el primer gancho, el primer lazo que se nos tendiera.
Si lo aceptáramos ¿qué podrá impedir que de un año para otro
ese texto único y obligatorio traiga ideas tendenciosas que vayan
llevando a nuestros hijos hacia la doctrina comunista? Y ¿quién
podrá asegurarlo, señor Gobernador, viendo algunas de las gen-
tes que lo rodean a usted, y otras que están enquistadas en la Se-
cretaría de Educación desde hace años? […] ¿Cree usted que nos
sentimos tranquilos cuando a partir de septiembre próximo los
maestros tendrán como libro de guía de texto escrito en Cuba,
y por una cubana, y todavía más, en 1960 cuando iniciaban la
revolución escolar los comunistas de Fidel Castro? Desde luego
no lo he leído y no puedo jurarlo pero ¿Qué nos puede mandar
de bueno el actual régimen de Cuba? 47

Esta manifestación estuvo secundada por miembros del , el


, la banca, la industria y el comercio, cuyos dirigentes permi-
tieron a sus trabajadores y empleados asistir al mitin. Unas tres-
cientas mil personas, según los datos más optimistas,48 salieron a
la calle al grito de: “¡México, sí! ¡Comunismo, no! ¡Exigimos la
libertad de enseñanza! ¡La religión y patria son sagradas, no las
manchen! El Estado quiere imponernos métodos de educación
desconocidos sin darnos la oportunidad de opinar ni escoger. ¡No
aceptamos!”49 Ahí, frente a palacio, se leyeron varios emotivos dis-
cursos con trozos como éstos que enardecieron a los presentes:

[…] no estamos dispuestos por ningún concepto a que se pase


sobre la voluntad de nosotros […] [El Estado] tiene el deber de
promover, facilitar la educación, pero nunca debe suplantar, ni

47
El Norte (Monterrey), 11 de febrero de 1962.
48
Señal, Semanario Católico, núm. 386, 11 de febrero de 1962, pp. 8-9; Boletín
del Archivo de la Acción Católica Mexicana (BAHACM), febrero de 1962, y Excélsior
(México), febrero de 1963.
49
Señal, Semanario Católico, núm. 386, 11 de febrero de 1962, pp. 7-8.

66 / Valentina Torres-Septién
menos suprimir a los padres de familia […] Negar el derecho de
los padres significa que el gobierno democrático se transforme en
dictadura […] Pedimos que se nos restituya el derecho natural
y primario de educar a nuestros hijos […] Que se restituya a la
educación nacional la misión de formar hombres completos […]
Lo importante, lo básico, lo fundamental es que las autoridades
quieren implantarlo [el texto único] sin previa autorización de
los padres de familia, sin que ellos lo conozcan siquiera.50

Esto último era inaceptable para la , que ya desde 1946 se


sentía con el derecho de representar a los padres de familia en toda
acción que el Estado tomara con respecto a la educación. Hasta
entonces, pocos realmente conocían los textos. Es muy posible
que en esa multitud algunos ni los hubieran hojeado siquiera. Sin
haberlo estudiado a fondo consideraban que “carece de estímulo
a los valores espirituales de la persona humana. No se habla de
honestidad, amor, de veracidad, ni de otras cualidades que que-
remos ver implantadas en nuestros hijos”.51 También lo conside-
raban “materialista” porque era “sospechosamente parecido a los
complejos de Blonsky y al programa educativo que actualmente
está en vigor en Cuba”.52 Pero el movimiento contra el texto era,
más que nada, una manera en que los empresarios de Monterrey
manifestaban su inconformidad contra el autoritarismo del Es-
tado y contra la política, a todas luces contraria a sus intereses,
sobre todo en lo referente a la economía y al apoyo que se daba a
la Revolución cubana. La movilización tuvo éxito, pues sin duda
logró conmover a una parte importante de la opinión pública.
El Gobernador contestó en un tono conciliatorio afirmando
que no existiría un nuevo sistema educativo ni se trataba de in-
terferencias ideológicas; invitó a los padres de familia a formar
una comisión para discutir lo que consideraban lesivo en textos

50
Ibidem, pp. 7-9.
51
Señal, Semanario Católico, núm. 394, 8 de abril de 1962.
52
Señal, Semanario Católico, núm. 404, 24 de junio de 1962, p. 4.

Estado contra Iglesia/Iglesia contra Estado. Los libros de texto… / 67


y programas. Esta comisión se integró inmediatamente y el 26
de febrero se iniciaron las pláticas entre los representantes de los
padres de familia y los enviados de la . Las reuniones no lleva-
ron a ningún entendimiento; por el contrario, se rompieron las
relaciones entre las autoridades de la  y los padres de familia.
Sin embargo, las pláticas continuaron con los representantes de
Educación del estado y finalmente se llegó a conclusión de que
Nuevo León podría utilizar otros libros a condición de que tam-
bién se distribuyeran sin costo. De esta manera el texto gratuito
dejo de ser único y se convirtió en complementario.53 El gobierno
federal no permaneció callado y, aunque no contestó directamen-
te a las demandas de la , Torres Bodet manifestó una y otra
vez el interés de la  de que, con el libro, se lograría la unidad
de todos los mexicanos y que todos los niños podrían acercarse a
la cultura y los valores nacionales.54
La polémica entre la  y la prensa periódica se mantuvo
viva durante varios meses. En abril, la  envió al gobernador
Livas Villarreal un estudio sobre los programas educativos y los li-
bros de texto obligatorios. En 126 cuartillas enlistaban objeciones
y soluciones, más el deseo de ver resuelto el problema de manera
“justa e imparcial”.55
Los padres de familia seguían considerando que los progra-
mas reformados eran “tendenciosos y materialistas” y que no les
merecían confianza, pues habían sido elaborados por “altos fun-
cionarios del Ministerio de Educación Pública que son conocidos
como comunistas”. 56 En cuanto a su contenido pedagógico, les
parecían de inferior calidad a los anteriores, porque alejaban al
niño de su realidad y de su medio ambiente, y los situaban en
áreas lejanas de su mundo. Criticaban, por ejemplo, que se for-
maran equipos de trabajo, ya que el niño perdía su individualidad
53
Ibidem, p. 11 y Excélsior (México), 13 de febrero de 1962.
54
Señal, Semanario Católico, núm. 39, 7, 6 de mayo de 1962, pp. 4-5.
55
Señal, Semanario Católico, núm. 402, 1 de junio de 1962, p. 4.
56
BAHACM, v. 25, no. 1, marzo de 1962, p. 20.

68 / Valentina Torres-Septién
y su personalidad. Su mente sería presa fácil de aquellas doctrinas
políticas y sociales “opuestas al concepto tradicional cristiano”.57
Veían en la formación de estos equipos “a manera de células”,
una acción propicia a la organización de “células comunistas”.58
La  percibía al niño como un compuesto de cuerpo y alma,
y por consiguiente había que enseñarle el amor a la verdad, a la
justicia y al honor, despertar su conciencia de dignidad, sentido
de libertad e interés por la cultura.59
El presidente López Mateos, en un discurso pronunciado en
Guadalajara, ratificó su decisión de defender los textos:

Mi gobierno reitera su inquebrantable decisión de seguir adelan-


te en esta tarea. No solamente haremos cada año mayor número
de libros de texto, sino que seguiremos buscando los medios más
idóneos para superarlos, educando con ellos a la niñez mexicana
en el amor a la patria, en el ejemplo de nuestros héroes, en el
apego de nuestras tradiciones, en la devoción a la familia y en la
fraternidad hacia todos los pueblos de la tierra.60

Esta postura gubernamental, muy consecuente con la forma au-


toritaria que empleaba el gobierno postrevolucionario, tuvo tam-
bién su respuesta de parte las corporaciones afiliadas de una u otra
manera al aparato estatal, como el propio Sindicato Nacional de
Trabajadores de la Educación, la Confederación Nacional de Or-
ganizaciones Populares, la Confederación de Trabajadores Mexi-
canos, y algunos padres de familia, entre otros.61
La  condenó al texto único como antijurídico, antide-
mocrático y antipedagógico, puesto que convertía al maestro en

57
Señal, Semanario Católico, núm. 403, 17 de junio de 1962, p. 4. BAHACM, v. 25,
no. 1, marzo de 1962, p. 20.
58
Señal, Semanario Católico, núm. 404, 24 de junio de 1962, p. 11, El Norte
(Monterrey), 1 de febrero de 1962, p. 10.
59
El Norte (Monterrey), 1 de febrero de 1962, p. 10.
60
Excélsior (México), 16 de mayo de 1962.
61
Véase Excélsior (México), 17 de mayo de 1962, 28 de mayo de 1962.

Estado contra Iglesia/Iglesia contra Estado. Los libros de texto… / 69


“un repetidor mecánico” e iba contra la Constitución. Tal vez lo
que más les preocupaba era “la enseñanza y el aprendizaje de la
verdad oficial” como en países totalitarios en ese momento: Italia,
Alemania, Rusia, la Argentina peronista y la Cuba castrista.62
Novedades publicó una entrevista con el asesor del Consejo
Nacional Técnico de la Educación, Daniel A Moreno, quien hizo
una buena descripción del asunto, sobre todo en lo que esta im-
posición significaba para la “reacción”, pues efectivamente poco
se había estudiado su contenido. El problema era sin duda una
cuestión de lucha frente a una decisión de la autoridad:

El Libro de Texto Gratuito ha venido a quitarle a eso que se llama


la iniciativa privada, y que en materia de educación reside en las
escuelas particulares, la oportunidad de influir a su antojo en la
mentalidad de los niños. Hay muchas nociones de Civismo y de
Economía, lo mismo que de historia, que en las escuelas parti-
culares sufrían serios retoques. En dichas escuelas se impartían
dichas asignaturas de un modo francamente tendencioso. Con el
libro gratuito, que es además obligatorio, no será tan fácil realizar
tales escamoteos. La enseñanza tendrá que apegarse más a la ver-
dad. Por otra parte, tengo la impresión de que no es el contenido
del libro lo que despierta la susceptibilidad de sus atacantes sino
la injerencia del Estado en estos terrenos.63

La  señaló que los textos oficiales serían aceptados cuando


fueran “aprobados con la intervención y representación auténtica
de los padres de familia y cuando se cumpliera el ofrecimiento
[…] de que habrá diversidad de libros para que los padres tengan
oportunidad de hacer uso de sus derechos”.64
Tiempo, de Nuevo León, publicó la siguiente noticia redactada
por la Agrupación Regiomontana, “amante de las libertades de su
62
Documento de la  firmado por su presidente Ramón Sánchez Medal,
Excélsior (México), 22 de mayo de 1962.
63
Novedades (México), 22 de mayo de 1962.
64
Señal, no. 413, 11 de octubre de 1962.

70 / Valentina Torres-Septién
Patria y de su ciudad”, seguramente patrocinada por el Departa-
mento estatal de educación, y que revierte el argumento:

A partir del día 1 de este mes de septiembre, tus hijos e hijas que
asisten a las escuelas primarias, sólo están obligados a usar para
sus clases del 1° al 4° años, y para las asignaturas de aritmética
y geometría del 6°, los libros de texto y cuadernos de trabajo
gratuito que distribuye el gobierno federal. Estos libros han sido
ya recibidos por los directores y maestros de todas las escuelas
primarias de Nuevo León. Tal es, nuevoleonés, el primer triunfo
que has obtenido al defender tus libertades contra el predomi-
nio oscurantista y retrogrado del Grupo Industrial Cuauhtémoc,
Vidriera, o sea el de los señores Roberto y Eugenio Garza Sada y
Andrés, Roberto y Camilo Garza Sada y las empresas y hombres
de negocios que les son adictos.65

En otras entidades ocurrieron incidentes parecidos. En Guanajua-


to, el gobernador Juan José Torres Landa anunció: “nos cabe el
orgullo de informar que a la fecha no ha habido guanajuatense que
impugne el libro único de texto”, afirmación rebatida de inmedia-
to por los padres familia, quienes se negaron a aceptar el texto por
ser una “imposición dictatorial, por considerar la obligatoriedad
como ilegal, porque al ser único y obligatorio afecta a los económi-
camente débiles, porque no toma en cuenta las diferencias de los
ambientes rurales y urbanos de grandes ciudades y pequeños po-
blados y porque contradice el concepto de propiedad privada”.66
En carta abierta al Secretario de Educación Pública, el Comité
Regional de Padres de Familia de Zamora y Jacona, Michoacán,
se manifestó contra los nuevos programas divididos en áreas, cu-
yos fundamentos resultaban difíciles de explicar, y contra el texto
único por las mismas razones que argumentaba la .67

65
Tiempo, 3 de septiembre de 1962.
66
Señal, Semanario Católico, núm. 422, 1 de diciembre de 1962.
67
Excélsior (México), 28 de mayo de 1962, p. 10.

Estado contra Iglesia/Iglesia contra Estado. Los libros de texto… / 71


La Iglesia había permanecido callada durante gran parte del
debate. El 1 de agosto de 1962, el obispo de Tehuantepec señaló
sus preocupaciones cuando acusó al gobierno de estar orientando
la educación hacia el socialismo, en un afán claramente totalita-
rio, basándose en que:

Ni la dignidad humana, ni los maestros, ni la autoridad sagra-


da de los padres de familia, ni el derecho divino que recibió de
la Iglesia de Cristo para educar a sus hijos, puede tolerar esta
solución […] Para que la intervención de los padres de familia
sea eficaz, mucho importa que se asocien en organizaciones res-
ponsables, con el fin de lograr su propia formación de ayudar y
vigilar las escuelas […] 68

En estas palabras se palpa el temor de la Iglesia de perder esa


facultad que había considerado suya desde tiempos remotos: la
de ser ella la educadora de la niñez, y no el Estado, pues éste les
imponía una verdad oficial por encima de todos los preceptos re-
ligiosos y morales de la Iglesia. Detrás de todo esto encontramos
una postura irreconciliable en tanto que se está luchando por la
imposición de valores antagónicos.
Poco más tarde, el Episcopado envió a sus fieles una Exhor-
tación pastoral sobre la paz escolar en México, en la que expuso su
punto de vista sobre el problema. En ella volvió a su postura tra-
dicional, basada en la encíclica de Pío XI, Divini illius magistri,69
de 1929, en la que señala que son la familia, la Iglesia y, a falta de
éstos, el Estado, quienes estaban obligados y tenían el derecho
a educar. Ahí se habla nuevamente de salvar la libertad de en-

68
Guillermo Villaseñor García. La soberanía del Estado ante la Iglesia, pp. 186-7.
69
Encíclica dada a conocer el 31 de diciembre de 1931. En ella señalaba, sin
lugar a dudas, que el fin único de la educación católica era la formación del
individuo con vistas a un fin trascendente: la salvación de su alma. La escuela
católica era un medio para alcanzar este propósito y por ello la Iglesia, a través
de sus ministros y de las órdenes religiosas, debía trabajar fervientemente para
conseguir su desarrollo.

72 / Valentina Torres-Septién
señanza “como patrimonio sin precio que todos los hombres de
buena voluntad deben defender, cualquiera que sea su convicción
religiosa” y se exhorta a los fieles a la defensa de sus derechos.70
La pastoral fue rebatida en la prensa y también por la Academia
Mexicana de la Educación, la cual se avocó a la defensa del laicis-
mo y a cuestionar la postura de la Iglesia al señalar: “No es posible
tomar en serio la cuestión del Estado, en la forma en que la tratan
las cartas pastorales. Se pretende en ellas reducirlo a la condición
de una comunidad de segunda importancia, temporal y servil y
subordinarlo a los designios de la Iglesia Católica”.71 Sin embargo,
con esta carta pastoral la mayoría de los obispos, aunque no el
cardenal Garibi ni el arzobispo Miranda, se apacigua el debate, en
tanto que la Iglesia consideró que en esos momentos el debate no
daba para más. A partir de la publicación de esta carta pastoral,
los movimientos en contra de los textos disminuyeron.
Aunque el debate continuó, sobre todo en la prensa,72 poco
a poco los ánimos se fueron calmando, sobre todo cuando las
escuelas particulares estuvieron seguras de que mantendrían su
régimen de excepción al poder utilizar libros de texto comerciales
a la par que los oficiales. Sin embargo, no hubo una postura uná-
nime de la derecha. Por el contrario, algunas escuelas adoptaron
de inmediato el texto, sobre todo aquéllas de más escasos recursos;
otras lo utilizaron como texto complementario; otras más cum-
plían pidiendo a sus alumnos “llenarlos” en los últimos meses del
año escolar; algunas simplemente los guardaban en los anaqueles
de los salones de clase.
Inexplicablemente en este debate no estuvieron presentes los
intelectuales mexicanos, como bien afirma Lorenza Villa Lever,73

70
Excélsior (México), 8 de mayo de 1963.
71
Boletín de la Academia Mexicana de la Educación, núm. 5, mayo-junio de
1963.
72
Véase por ejemplo el debate entre Ramón Sánchez Medal y el columnista de
Excélsior, Pedro Gringoire.
73
Villa Lever, Los libros de texto…, op.cit., p. 94.

Estado contra Iglesia/Iglesia contra Estado. Los libros de texto… / 73


ni tampoco se pronunció al respecto la Universidad Nacional, que
en otros momentos igualmente polémicos sí habían manifestado
su postura.

A pesar de sus grandes diferencias, tanto Iglesia como Estado han


compartido una visión autoritaria del ejercicio del poder, al en-
frentar un mesianismo religioso frente a un mesianismo laico.74
El libro de texto gratuito fue desde su gestación un motivo de
presión tanto desde el poder gubernamental frente a los grupos
más conservadores, –y dentro de éstos a la Iglesia como enemigo
tradicional por el control educativo–, que al proclamarlo “único”
mostraba toda su autoridad y fuerza política, así como desde los
grupos contestatarios que se enfrentaron abierta y francamente
ante esta decisión que consideraron arbitraria. La imposición de
los textos se vino a sumar a la larga, larguísima lucha que vivió
la Iglesia en contra de una autoridad que relegó y negó su tradi-
cional ejercicio en las tareas educativas que consideraba como su
responsabilidad desde la época colonial.
La pugna que suscitaron sobrepasó la capacidad de valorar en
su momento el impacto benéfico en relación con la equidad edu-
cativa así como en la importancia de mantener la identidad nacio-
nal, a lo que contribuía este instrumento en la educación elemen-
tal de millones de niños mexicanos.75 Las posturas intransigentes
y poco reflexivas privaron sobre los beneficios de índole social.
Ni el tiempo, ni los cambios de contexto político modificaron
la beligerancia educativa de los sectores conservadores. Gracias
a la alternancia en el poder, con el Partido Acción Nacional, es-
tos grupos promovieron en años recientes la creación de nuevos
textos; me refiero en concreto a la iniciativa de la esposa del pre-

74
Véase, Gloria Villegas, “Estado e Iglesia en los tiempos revolucionarios”, en
Patricia Galeana, Relaciones Estado-Iglesia: encuentros y desencuentros, pp. 183-
203.
75
Lorenza Villa Lever, Cincuenta años de la Comisión Nacional de Libros de Texto
Gratuitos: cambios y permanencias en la educación Mexicana, pp. 170-80.

74 / Valentina Torres-Septién
sidente Vicente Fox, la controvertida Martha Sahagún, quien con
el apoyo de la dirigente sindical Elba Esther Gordillo, en el año
2003 elaboraron 36 millones de libros de una Guía de Padres, se-
rie de tres libros que se distribuirían gratuitamente a los niños del
país con consejos a los progenitores.76 Esta Guía, que se presentó
como “una alianza generosa por encima de las ideologías, credos
religiosos y partidos políticos, justamente porque se trata de la
educación, entendida como construcción del espacio comparti-
do y la cultura común de los ciudadanos”,77 en última instancia
mostraba la decisión de la derecha de incluir en el currículum
educativo sus tradicionales puntos de vista.
No obstante, y a pesar de que en la actualidad ya hay voces
que piden su actualización tecnológica, los libros de texto gratuito
siguen imprimiéndose, pero sobre todo siguen utilizándose en la
mayoría de las aulas, tanto de los colegios católicos como de las
escuelas públicas, con lo cual el Estado demostró su fortaleza ante
las presiones de empresarios, la Iglesia y los grupos de la “reac-
ción”; por otro lado, sigue vivo en la derecha el interés por impo-
ner su visión educativa.

F 
Archivos
Unión Nacional de Padres de Familia, Archivo personal de Monseñor Faus-
tino Cervantes, Arquidiócesis de México.
Archivo de la Secretaría de Educación Pública.
Archivo de la Acción Católica Mexicana.
Hemeroteca Nacional.

76
El antecedente de estas guías se encuentra en el texto elaborado durante el
gobierno estatal de Vicente Fox en Guanajuato. El texto Así educa Guanajuato…
así guía, que en su momento recibió una fuerte crítica de autoridades como Olac
Fuentes Molinar, subsecretario de Educación Básica y Normal quien declaró
que dicho texto “…no agrega nada a la calidad educativa”, en La Jornada, 10 de
febrero de 2003.
77
La Jornada, 2 de febrero de 2003.

Estado contra Iglesia/Iglesia contra Estado. Los libros de texto… / 75


Publicaciones periódicas
Boletín de la Academia Mexicana de la Educación. México, 1963.
Boletín del Archivo de la Acción Católica Mexicana. México, 1962.
Boletín de la Unión Nacional de Padres de Familia, México, .
Diario Oficial de la Federación, México, 1958.
El Nacional, México, 1958.
El Norte, Monterrey, 1962.
El Universal, México, 1958-1961.
Excélsior, México, 1960-1963.
La Jornada, México, 2 de febrero de 2003.
Novedades, México, 1962.
Política, primera época. México, 1960-1964.
Revista de Comercio Exterior. México, 1965.
Señal, semanario católico, México, 1947-1962.
Tiempo, Monterrey.

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Estado contra Iglesia/Iglesia contra Estado. Los libros de texto… / 77


Censura y Control.
La Campaña Nacional de Moralización
en los años cincuenta.
C  C. T N C
 M   F.

LAURA PÉREZ ROSALES


Departamento de Historia/Universidad Iberoamericana, México

CENSORSHIP AND CONTROL. THE NATIONAL CAMPAIGN FOR MORALIZATION


DURING THE FIFTIES.
In the context of the Cold War, Mexican Catholic Church hierarchy and
the Federal Government were involved in a power struggle in various fields,
for instance over guide lines for cultural programs and policies, like in ra-
dio, theater and publications, over which they often had clashes, but also
viewpoints in common. In an epoch, in which both parties came to the deci-
sion to drop their traditional mutual grudges, the two powers, Church and
State, brought their criteria to the negotiations table in order to qualify what
should be considered as convenient and what not, what as moral and what as
immoral, in matters of what Mexican society, in particular the younger
generation, should see and hear, how people should go dressed and have as
their entertainment, which should be their normal speech and what kind of
criteria they should have as their own. The Mexican State had all the mass
media at its disposition and the Church based its support on its traditional
mechanisms of social control over the greater part of society.
This article presents a review and gives an analysis of the common grounds
between Church and State in Mexico at the beginning of the Fifties of the
XX Century, and the common criteria they developed to normalize habits,
judgments and general beliefs what morally should be considered as decent.
Key words: State, Church, authoritarianism, radicalism, education.

Historia y Grafía, Universidad Iberoamericana, año 19, núm. 37, julio-diciembre 2011, pp. 79-113
R
En el contexto de la Guerra Fría, la jerarquía católica mexicana y el Esta-
do mexicano midieron fuerzas, entre otros escenarios, en los programas
de radio, en la cultura, el teatro o publicaciones, en donde se enfrenta-
ron pero también coincidieron. En una época en la que decidieron dejar
de lado sus viejas rencillas, ambos poderes, el político y el eclesiástico,
pusieron sobre la mesa los criterios para calificar de “conveniente” o “in-
conveniente”, de “moral” o de “inmoral”, lo que la sociedad mexicana,
sobre todo la juventud, debía ver, oir, vestir, divertirse, hablar o juzgar.
El Estado mexicano contaba con el apoyo de los medios de comunica-
ción masiva y la Iglesia se apoyaba en su tradicional control social sobre
buena parte de la sociedad. En este artículo, se revisa y analiza la forma
en que el Estado mexicano y la jerarquía católica mexicana coincidieron,
a principios de los años cincuenta del siglo , en los criterios para nor-
mar los hábitos, normas y creencias de lo moralmente “decente”.
Palabras clave: Estado, Iglesia, autoritarismo, radicalismo, educa-
ción.

Artículo recibido: //


Artículo aceptado: //

P

E s común considerar que el Estado mexicano y la Iglesia cató-


lica respaldan y responden a diferentes valores rectores de la
conducta individual y social. Más aún, en ocasiones se considera
que ambos responden a valores opuestos. Así, lealtad a la Patria,
educación laica y búsqueda de la justicia social, se confrontarían
con principios tales como la lealtad a una divinidad, la educación
religiosa y la consecución de una sociedad regida por el orden so-
cial cristiano. En realidad, dichos objetivos se identifican con dos
proyectos de sociedad que, apoyados en criterios y objetivos di-
símbolos, promueven dos órdenes sociales: en uno predominaría
el Estado rector, laico, incluyente y, en el otro, la Iglesia católica
representaría una sociedad apoyada en el orden cristiano.

80 / Laura Pérez Rosales


Efectivamente, en el proyecto de nación emergido de la Cons-
titución de 1917, el Estado se colocó por encima de cualquier
creencia o práctica religiosa y, en el proyecto de la Iglesia católica,
ésta buscaba construir la ciudad de Dios en el mundo. De ahí
que el proyecto de nación moldeado por la Constitución de 1917
atemorizara e irritara a diversos sectores sociales mexicanos, prin-
cipalmente al clero, el cual estimaba que su presencia e influencia
sobre la sociedad mexicana se verían amenazadas por la preemi-
nencia de un orden social dirigido por un Estado laico.
Una de las primeras manifestaciones, violenta, del desencuen-
tro entre el clero, parte de su feligresía y el Estado mexicano, des-
embocó en el movimiento cristero; fue tal la violencia alcanzada,
que sólo la intervención diplomática norteamericana y las órdenes
provenientes del Vaticano lograron detener las hostilidades. No
pocos dirigentes cristeros se decepcionaron ante lo que considera-
ron una vergonzante capitulación de la jerarquía católica ante la
cúpula gobernante. Con gran amargura y de mala gana, los criste-
ros depusieron las armas, pero al final se logró un entendimiento.
Esto significó, para el Estado, la vigencia de la legislación laica y,
para la Iglesia, la conservación de su presencia cultural y religiosa
en el ámbito privado de la vida social mexicana. Ambos, Estado e
Iglesia, resintieron social y económicamente las consecuencias de
tres años consecutivos de guerra civil, pero al final se impusieron
sus correspondientes tendencias conciliatorias sobre los ímpetus y
líneas intransigentes y belicistas presentes en ambos lados.
A pesar del nuevo modus vivendi, la década de los años treinta
fue para la Iglesia una época de espera y aún de irritación, apenas
ocultada, en contra de los principios revolucionarios. En el fondo
había perdido la guerra y no había trazas de que las cosas cam-
biaran. Con todo, insistió en su proyecto central: la educación
de las élites, incluidos los hijos de los funcionarios. Durante la
década de los años cuarenta, luego de que el presidente Manuel
Ávila Camacho afirmó, públicamente, ser creyente, la Iglesia se
extendió, fortaleció y, sobre todo, mantuvo el monopolio de la

Censura y Control. La Campaña Nacional de Moralización… / 81


aprobación social y el catálogo de lo permitido y lo prohibido. Ese
monopolio no lo discutieron los gobernantes, atentos sobre todo
al incremento de su capital político y económico. Los grupos más
conservadores, localizados en el creciente empresariado, en buena
parte de la clase media y en la Iglesia misma, se consolidaron.
Nuevos aires políticos empezaron a sentirse a partir de los años
cincuenta, aires de acercamiento, de guiños, que en ocasiones se
convirtieron en verdadera identificación política, apenas incomo-
dada por la modernidad. Los programas de radio, algunas pelícu-
las, el teatro, las publicaciones o las diversiones, se convirtieron
en los escenarios en donde el Estado y la Iglesia midieron fuerzas,
se enfrentaron, pero también coincidieron. Paulatinamente, Igle-
sia y Estado pusieron sobre la mesa los criterios para calificar de
“conveniente” o “inconveniente” lo que la sociedad debía ver, oír,
vestir, la forma de divertirse, hablar o juzgar. A principios de los
años cincuenta, el Estado y la Iglesia coincidieron en su rechazo
de lo que consideraron actividades “inconvenientes”. Ambos co-
incidían en contar con el control social y con la prensa, convertida
en espacio para transmitir las virtudes sociales y gubernamentales
derivadas de un código moral común. La televisión sería otra ba-
talla y para ésta se aplicaría otro criterio.
En este trabajo, deseo presentar el caso concreto de la batalla
librada, tanto por el Estado mexicano como la Iglesia católica –es-
pecíficamente la Arquidiócesis de México– para imponer a la
sociedad, a principios de los años cincuenta, un código moral
coincidente y dirigido a normar los hábitos, modas y creencias en
términos de lo “moralmente decente”. ¿Por qué coincidieron Igle-
sia y Estado en promover un código moral cuando en otras épocas
parecían enemigos irreconciliables? Porque por igual ambos con-
sideraron a disidentes e irredentos como peligros que amenazaban
a dos de los pilares medulares del orden social: el Estado y la
familia. Aquello que fuera contrario a la hegemonía del Estado
de partido único o a los principios cristianos era indiscutiblemen-
te rechazado, despreciado y condenado. La oposición política, el

82 / Laura Pérez Rosales


divorcio, la homosexualidad, las prácticas religiosas diferentes a
la católica, los comportamientos “inadecuados”, eran indiscuti-
blemente inaceptables. Desde su propio mirador, desde su propio
ethos y tropos, el Estado y la Iglesia deseaban conservar su tradi-
ción: la del presidencialismo inamovible y la de cristianizar a la
nación. El Estado mexicano no promovió, pero sí aceptó, algunos
valores morales señalados por la Iglesia católica como referentes
para construir su marco legal dirigido a marcar lo que eran el
“buen comportamiento” y “las buenas costumbres”, en otras pa-
labras, lo que debía ser “la vida” y “la gente decente”.
Para ello, a principios de los años cincuenta, Estado e Iglesia
se empeñaron e identificaron en la forma de atacar la llamada
“indecencia social”: el Estado se sirvió de decretos presidenciales
para normar el comportamiento social y la Iglesia se apoyó en una
campaña nacional en favor de la decencia. Coincidieron en con-
denar ciertas diversiones públicas, películas, hábitos de vestir o
formas de hablar: se deseaba rectificar los malos pasos de la socie-
dad y ambos, Estado e Iglesia, procedieron inquisitorialmente.
El entorno político internacional les favorecía: la Guerra Fría jus-
tificaba el control de la prensa, el radio y el cine, así como la
promoción de campañas de rechazo social contra los signos de li-
beralización de las costumbres. La imposición de la censura fue el
trofeo de los grupos más conservadores: le negaron a la sociedad la
capacidad de elegir y se monopolizó el dictamen de lo que debía
verse, leerse, oírse y lo que no.

E     .

En la mañana del sábado 26 de marzo de 1955, decenas de estu-


diantes universitarios se concentraron en la Plaza de Santo Do-
mingo, en el centro de la Ciudad de México, desde donde ini-
ciaron una caminata por las calles de Brasil y Monte de Piedad.
Llevaban cartelones en los que se pedían libros baratos y se exigía
la suspensión de la publicación de revistas pornográficas. Otros

Censura y Control. La Campaña Nacional de Moralización… / 83


gritaban su deseo de ver en la cárcel a los “envenenadores de la
juventud”, gritos que alternaban con su exigencia de cancelar las
publicaciones de “mala nota”. El deseo de los manifestantes, aus-
piciados por la Federación Estudiantil Universitaria (), enca-
bezada ésta por Víctor Gómez Salas, era llegar a la Plaza de la
Constitución. Ya en el Zócalo, tomaron la palabra el estudiante
Leónidas Flores Guerra, y los profesores universitarios Alberto
Pulido Silva1 y el Dr. Manuel Yrízar Lasso.
Sus arengas se dirigieron contra la inmoralidad reinante en
México, por lo que exigían “el final de la era de los pasquines”;
pero sobre todo exigían que la campaña de moralización empren-
dida en el país se hiciera extensiva a los cines y teatros metropoli-
tanos. Más aún, los manifestantes exigían la reforma del Código
Penal “para que los responsables del incremento en México de la
pornografía sean castigados severamente”. Al final, no olvidaron
hacer un llamado a las autoridades para que secundaran la cam-
paña moralizadora emprendida tiempo atrás para que ninguna
otra revista pornográfica apareciera en los puestos de periódicos.
Después de reunir revistas pornográficas y colocarlas al centro
del Zócalo, los manifestantes les prendieron fuego repitiendo sus
consignas en contra de su publicación. La manifestación duró
aproximadamente tres horas, al final de la cual se presentó el
Gral. Ricardo Topete, subjefe de la Policía Metropolitana, quien
les hizo saber que contarían con apoyo para el buen éxito de la
campaña moralizadora. Tan sólo les solicitó que no continuaran
la manifestación hasta la calle de Bucareli, hasta donde preten-
dían llegar. Y así lo hicieron.2

1
Alberto Pulido Silva (1919-2004) fue un catedrático universitario especializado
en la enseñanza de griego y latín.
2
“Manifestación estudiantil contra las revistas pornográficas”, El Universal
(México), 27 de marzo de 1955, p. 1.

84 / Laura Pérez Rosales


E E,       

¿A cuál campaña moralizadora se referían los jóvenes manifes-


tantes en 1955? ¿Por qué el ofrecimiento de apoyo de parte de la
policía a tal campaña? La “moralización” a la cual los estudiantes
hacían referencia se refería a un conjunto de disposiciones publi-
cadas tanto por el Estado como por la Iglesia destinadas a censu-
rar las publicaciones consideradas “pornográficas”. Desde marzo
de 1948, el Diario Oficial de la Federación había publicado un
decreto por el cual el gobierno mexicano se adhería a los esfuerzos
internacionales “por prestar la mayor eficacia posible a la represión
de la circulación y del tráfico de las publicaciones obscenas”.3
El respaldo expresado por el Gral. Topete al dirigente de la
Federación Estudiantil Universitaria, Víctor Gómez Salas, no era
entonces una súbita ocurrencia del jefe policiaco o una forma de
evitar trastornos viales. Los decretos firmados por el presidente
Miguel Alemán anunciaban el arranque de su campaña de mora-
lización. No se especificaba o definía lo “moral” y lo “inmoral”,
pero el Presidente mismo ya había legitimado el ejercicio de la
censura y la represión contra toda aquella publicación, imagen o
expresión que diera muestras de vicio, pornografía o comporta-
miento inmoral. Efectivamente, apenas un año atrás, en 1950, en
la plenitud del gobierno alemanista, la voluntad gubernamental
de censurar, no sólo la pornografía, se extendió hasta los espacios
que eran considerados como los generadores del vicio: los centros
nocturnos,4 aunque también el cine y los teatros. Hubieron in-
cluso signos de censura y de intolerancia contra las obras de la li-

3
Diario Oficial de la Federación, t. , núm. 10, Secretaría de Relaciones Ex-
teriores, jueves 11 de marzo de 1948. El Senado mexicano lo aprobó en diciem-
bre del mismo año según decreto publicado por el Diario Oficial y ratificado por
el presidente Miguel Alemán en septiembre de 1951.
4
A finales de los años cuarenta, se puso de moda el mambo y, en general, los
bailes de rumberas, entre quienes se encontraban Tongolele o Ma. Antonieta
Pons, muy conocidas y absolutamente rechazadas por la Iglesia.

Censura y Control. La Campaña Nacional de Moralización… / 85


teratura dramática universal, como los dirigidos contra Yerma, de
Federico García Lorca o La danza macabra, de Strindberg, obras
que fueron retiradas de la programación de los teleteatros5 en los
inicios de la televisión en México. Cine, teatro y espectáculos en
general eran estrechamente vigilados por la Secretaría de Gober-
nación, la cual estaba encargaba de revisar el contenido político
de las cintas, como fue el caso de Espaldas mojadas.6
Durante junio y julio de 1950, la Dirección General de
Gobernación se dedicó a visitar y clausurar centros nocturnos,
principalmente los populares, si bien hubo uno que otro de los
calificados como “elegantes”. El Nacional, vocero oficial del par-
tido en el poder, informaba que tan sólo en un mes habían sido
clausurados 200 centros de vicio, ya que no contaban con ningu-
na autorización oficial para funcionar.
Uno de los sitios clausurados fue La cita, ubicado en la calle de
Villalongín, “centro nocturno moderno y elegante”.7 En un des-
plante con ribetes de espectacularidad más que de eficiencia, el
periódico informaba que, para el caso de los cabarets populares,
el propio director general de Gobernación, José Luis Noriega,
había clausurado la cervecería La Adelita, ubicada en Dr. Vér-
tiz, junto al fatídico Leda, así como cuatro puestos en donde se

5
Según Salvador Novo, “Los temas son de una crudeza que caen dentro de la
inmoralidad, como por ejemplo en las obras Yerma, En los días de octubre, La
danza macabra, etc...”, en Armando Partida, La vanguardia teatral en México,
p. 29.
6
“La Dirección de cinematografía, dependiente de la Secretaría de Goberna-
ción informó que mientras no supervise la película nacional Espaldas mojadas
no podrá decirse si contiene escenas ofensivas para los Estados Unidos, como
han venido propalando. Dijo la citada dirección ayer que hasta ahora no tienen
conocimiento de que esa película haya sido exhibida, pues como se sabe, y así
lo aseguró dicha dirección, nunca se ha dado el caso que sea exhibida una pe-
lícula nacional o extranjera si no cuenta con un visto bueno, “Película que no
será exhibida mientras no sea supervisada”, El Nacional (México), jueves 3 de
diciembre de 1953.
7
“La moralización abarca hasta los lugares de vicio llamados ‘elegantes’. Tocó su
turno a La Cita y el Leda”, El Nacional (México), 14 de julio de 1950.

86 / Laura Pérez Rosales


expendía café con “piquete” y mariguana. Si bien la razón para
clausurar algún negocio era el incumplimiento de algún regla-
mento capitalino aplicado a los centros nocturnos, el motivo de
fondo era otro: señalar y castigar las prácticas inmorales, dentro
de las cuales la homosexualidad era un ejemplo palmario. En la
misma nota en que se informaba sobre la clausura de los centros
nocturnos se informaba que el propio Lic. Noriega clausuró otros
centros de vicio. En el caso concreto de Leda,8 expresó que per-
sonalmente procedió a clausurar “ese centro de vicio ante la grave
ofensa a la sociedad metropolitana, provocada por el asqueroso
homosexual que se hacía pasar por exótica con el nombre de Za-
vala”. El director general de Gobernación agregaba: “Se ha apli-
cado enérgicamente sanción al inspector autoridad que permitió
la exhibición del asqueroso tipo. Procederé con la misma energía
en todos aquellos casos en los que se lesione la moral pública”. El
visto bueno de la autoridad para este tipo de acciones quedaba
expresado cuando el director Noriega afirmaba que tenía “ins-
trucciones precisas de las altas autoridades del Departamento del
Distrito Federal para proceder con toda energía. Ayer mismo se
clausuraron otros centros de vicio”.9 Para concluir, El Nacional
remachaba que la moralización alcanzaría a todos los estratos so-
ciales, pues a “las autoridades metropolitanas no les interesa la
condición de superioridad o inferioridad del centro de vicio de
que se trate, ya que lo único que les anima en esta campaña es

8
Según el cronista de las diversiones nocturnas en la Ciudad de México, Ar-
mando Jiménez, el Leda era un cabaret popular de la colonia de los Doctores,
próximo al depósito de tranvías y a los conocidos caldos de Indianilla. El encar-
gado del lugar era Luis Aguado, compadre de la pintora María Izquierdo, cuyo
impulso al lugar favoreció que el Leda se convirtiera en un lugar frecuentado por
artistas, boxeadores afamados, toreros, directores de cine o pintores, etc., como
Diego Rivera, Siqueiros, Roberto Montenegro, Frida Kahlo, Julio Bracho, el
Indio Fernández, Chucho Monge, Agustín Lara, Silverio Pérez, etc. Armando
Jiménez, Sitios de rompe y rasga en la ciudad de México.
9
“200 centros de vicio clausurados”, El Nacional (México), 14 de julio de
1950.

Censura y Control. La Campaña Nacional de Moralización… / 87


este objetivo: defender los principios más elementales de la moral
pública y evitar que se violen los reglamentos en vigor”.10
Seguramente la demanda del espectáculo presentado en el Le-
da era alta, ya que la clausura del negocio apenas si fue acatada.
A pesar de los sellos oficiales colocados en la puerta principal, el
encargado del “asqueroso centro de vicio”, Guillermo Rubio, per-
foró el muro lateral del cabaret, el cual daba hacia la calle de Dr.
García Diego, y ahí fueron apostados dos “invertidos” que ense-
ñaban el nuevo camino a los clientes y a las mujeres encargadas de
fichar. Según El Nacional, Rubio no sólo reabrió el cabaret, sino
que “contrató las dos orquestas con que cuenta y se dedicaron
a tocar a todo pulmón, por lo que era fácil escuchar el escán-
dalo desde la calle”. Ante el desacato, el Jefe José Luis Noriega
insistió de nueva cuenta en la única solución “a las triquiñuelas
y maniobras inconfesables de los explotadores del vicio: reformar
la reglamentación existente para radicalizar la batalla contra la
corrupción existente en la capital”.11
En realidad, para las autoridades capitalinas el punto no era
reglamentar y ordenar la vida nocturna en la ciudad, para lo cual
ya existían los reglamentos de centros nocturnos. El caso era re-
primir y censurar espectáculos considerados “inconvenientes, in-
decentes, gente inmoral, ficheras u homosexuales”, y no vigilar el
cumplimiento de los requisitos marcados claramente en dichos
reglamentos para garantizar, por ejemplo, la seguridad, ventila-
ción o ubicación de los centros nocturnos.
Asimismo, durante los últimos años del alemanismo se ata-
caron las llamadas “publicaciones pornográficas”, por lo general
revistas de bajo precio, regular calidad y que reproducían escenas
populares en las que se hacía uso del habla cotidiana del mexi-
cano. Se trataba de “cuadernillos que exhibían en las llamadas

10
Idem.
11
“El explotador del cabaret Leda clausurado, burló a las autoridades del D.F.”,
El Nacional (México), 18 de julio de 1950.

88 / Laura Pérez Rosales


historietas, y en carteles, revistas y otras publicaciones, los más
audaces aspectos de la perversión”. El problema era tan grave,
según las autoridades, que “los gobiernos de los estados también
dictarían las medidas conducentes a la represión de esas publi-
caciones obscenas”. Las Cámaras Nacionales de Comercio, por
ejemplo, apoyaron a las autoridades, ya que consideraban el asun-
to “no únicamente en su aspecto moral en sus consecuencias for-
zosamente lesivas para el carácter y la dignidad del pueblo, sino
pensando también en los resultados adversos al interés de la eco-
nomía nacional que se derivan de esa constante difusión de im-
presos inmorales que se realizan entre todas las clases sociales”.12
Las denuncias presentadas por los comerciantes organizados de
la ciudad contra publicaciones pornográficas “por hacer activa
propaganda al vicio y ser activa forma de llegar al delito”, pro-
porcionaron una coyuntura ideal para que El Nacional levantara
la voz y a la vez sirviera de caja de resonancia en favor del endu-
recimiento del Estado para terminar con dichas publicaciones. El
problema, según el diario oficial priísta, era tan grave, “que los
escolares llevan dichos cuadernuchos procaces en sus mochilas y
paquetes de útiles, sin que en sus respectivos centros de educación
se les reprenda por tal cosa”. Para el diario, “sólo la actitud enérgi-
ca de las autoridades pondría coto a tales actividades publicitarias
y se dice igualmente que no sólo se hace alarde de impudicia en
estas publicaciones sino que aún hay carteles que los anuncian y
que se fijan en las esquinas de las calles de colonias y centros de
convivencia numerosa”. Por su parte, la Confederación de Cá-
maras Nacionales de Comercio, de cobertura nacional, estimaba
que “debe crearse un organismo que evite la circulación de tales
revistas y panfletos, considerándolos como un ataque a la moral y
las buenas costumbres”.13

12
El Nacional (México), 16 de julio de 1950.
13
“Inaudito descaro de los centros de vicio”, El Nacional (México), 18 de julio
de 1950.

Censura y Control. La Campaña Nacional de Moralización… / 89


E    “”,  “”   “”

Si las autoridades gubernamentales enderezaron decretos, regla-


mentos, inspectores y policías en contra de lo que consideraban
pornográfico o inmoral, la Iglesia católica se sirvió de cartas pas-
torales, sacerdotes y púlpitos para condenar actividades, personas,
lenguajes o diversiones que no se plegaban a los preceptos morales
católicos. Para ellos, el castigo y el rechazo social.
Al comenzar los años cincuenta, la Iglesia había llegado a un
punto de relación cordial con el Estado mexicano. Se hicieron a
un lado los problemas que los enfrentaron durante los años vein-
te y treinta y, sobre todo, la Iglesia dejó de considerar que los
gobiernos revolucionarios se proponían limitar su poder. Así, la
Iglesia encontró una fórmula de inserción en el sistema político
que le permitió convertirse en una pieza integrante del mismo.
Esta reconciliación hizo posible que la Iglesia se ajustara a las con-
diciones prevalecientes y armonizara con el conjunto de las insti-
tuciones políticas: sus actividades se desarrollaron bajo el signo de
la colaboración con un Estado que le había asignado una función
de apoyo ideológico a cambio de apenas aplicar las leyes y regla-
mentos antieclesiásticos y, sobre todo, de no poner límites a su
fortalecimiento.
En este ambiente de reacercamiento, la Iglesia católica y di-
versos grupos conservadores consideraron que los niveles de in-
moralidad en México habían llegado a ser inaceptables. Desde
su perspectiva, las diversiones de moda en la época, sobre todo
la vida nocturna, sumada a películas, nuevos bailes, teatros de
revista, cabarets o a la proliferación de revistas populares, etcé-
tera, habían caído en franco libertinaje, se habían relajado las
costumbres y se habían olvidado los verdaderos valores morales.
Esta preocupación, sin embargo, no era reciente. Desde los años
treinta los grupos más conservadores se habían escandalizado, por
ejemplo, por el contenido de las canciones, muy populares y escu-
chadas en la , de Agustín Lara. Así, por ejemplo, en 1934, en

90 / Laura Pérez Rosales


la clausura del Congreso de Mujeres contra la Prostitución, una
de las asistentes propuso el boicot contra Lara, en virtud de que
todas sus canciones son de un “erotismo subido”. Los ataques en
contra del popular compositor no provenían exclusivamente de
la Iglesia, ya que aún la Secretaría de Educación Pública prohibió
que en las escuelas públicas se escuchara la música del llamado
Músico-poeta.14
Dentro de la vida nocturna capitalina, la existencia de los ca-
barets era algo que irritaba particularmente a la Iglesia. Desde
finales de los años cuarenta proliferaron los espectáculos de las
rumberas: María Antonieta Pons, Rosa Carmina, Amalia Aguilar,
Ninón Sevilla, entre otras, protagonizaron el auge de bailes ab-
solutamente censurados por la Iglesia. En una reflexión sobre la
vida nocturna capitalina, en la que –según la Iglesia– sólo reinaba
la perdición, corrupción y prostitución, la censura se dirigía prin-
cipalmente contra esas mujeres, a las que calificaba de “éxoticas”
–las rumberas– sobre todo Tongolele, comparsa y vedettes. Sin
embargo, la Iglesia misma reconocía que su deseo o campaña por
hacer desaparecer ese tipo de diversiones era una tarea compleja,
máxime cuando los mismos periódicos estimulaban su consumo.
Era fácil, se quejaba, conocer “los teatruchos en que las exóticas
hacen gala de la más exquisita desfachatez en espectáculos que los
periódicos censuran en una página y anuncian en otra como exci-
tantes, atrevidos, de explosiva sensualidad, provocativos, frívolos,
como en París”.15
Por otro lado, y debido a la elevación de la tasa de alfabetiza-
ción, las historietas se habían convertido en otra distracción muy
popular, sobre todo en los estratos populares urbanos. La histo-
rieta de inspiración popular más famosa en esta época fue La Fa-
milia Burrón, de Gabriel Vargas, nacida en 1948, la cual mostraba

Carlos Monsivais, Amor perdido, p. 39.


14

“La tremenda realidad del medio social mexicano”. Editorial de Christus, año
15

17, núm. 203, 1º de octubre de 1952.

Censura y Control. La Campaña Nacional de Moralización… / 91


–entre la comicidad y la seriedad–, las condiciones económicas
de los habitantes de las clases bajas, aquellas que ocupaban las
“vecindades” o las “ciudades perdidas”, su lenguaje, costumbres y
diversiones. En estos años tuvieron igualmente éxito los melodra-
mas cinematográficos así como las escenas populares de arrabal,
por lo que el cine también generó gran desconfianza en la Iglesia
y en grupos conservadores. Un ejemplo de las prohibiciones cine-
matográficas tuvo lugar durante el gobierno del presidente Ávila
Camacho, cuando su esposa ordenó la suspensión de la función
de estreno de la película Forgotten Village (Pueblo Olvidado), con
guión de John Steinbeck. Según la Sra. Ávila Camacho, “la escena
del parto de la mujer indígena denigra a México”.16
Sin embargo, las diversiones sociales se expandían y diversifi-
caban, alcanzando prácticamente a todas las clases sociales, sobre
todo urbanas; pero su contenido moral fue cuestionado. Mien-
tras para unos ese ambiente de entretenimiento era gozoso y fre-
cuentado, para otros, como para el sacerdote, Bernardo Martínez
A., era de gran preocupación. El P. Martínez dirigió una carta al
presidente de la Acción Católica Mexicana, en la que se quejaba,
amargamente, de “la angustiosa situación moral de nuestra so-
ciedad, asfixiada por la inmoralidad pública, envenenada por los
vicios, despreocupada de Dios y de la vida interior, sin conciencia
de los principios cristianos”. Pero lo que resultaba intolerable para
el sacerdote, y seguramente para muchos más, era que “la indife-
rencia del gobierno y de la sociedad favorece culpablemente, en
lugar de reprimir y castigar tales delitos públicos”.17
En ese contexto en el que convivían el impulso por la diver-
sión y el afán de normar, Mons. Luis María Martínez,18 al frente

16
Carlos Monsivais, La cultura mexicana en el siglo XX, p. 348.
17
, 2.6.6., carta de Bernardo Martínez A. al Lic. José González Torres, pre-
sidente general de la Acción Católica Mexicana (), 24 de febrero de 1951.
18
Luis María Martínez Rodríguez (1881-1956), nació en la hacienda Molino
de Caballeros, en el municipio de Tlalpujahua, Michoacán. En enero de 1891
ingresó al Seminario Menor de Morelia y en 1897 pasó al Seminario Mayor. Fue

92 / Laura Pérez Rosales


del Arzobispado de México, decidió apoyar y estimular toda orga-
nización católica dirigida a “rescatar” a México de la “perdición”
y de la “inmoralidad”. A diferencia del pasado, cuando Iglesia y
Estado eran rivales irreconciliables, el Arzobispo primado y el Es-
tado mexicano se encontraron, a principios de los años cincuenta,
en el mismo camino y voluntad de marginar aquellas actividades
o personas que, a su juicio, amenazaran la estabilidad social y
política del país o atacaran la identidad nacional. La mexicanidad
–a los ojos de la Iglesia– era inseparable de su esencia católica. Por
ejemplo, con el pretexto de la expansión de grupos protestantes
en México, el arzobispo Luis Ma. Martínez hizo explícita su con-
vicción de que la identidad del mexicano estaba sustancial e his-
tóricamente vinculada con el catolicismo. En una carta pastoral
de octubre de 1944, el Arzobispo declaró:

Conocida es la intensa propaganda que con perfecta organización


y poderosos recursos pecuniarios realizan en toda la República
las sectas protestantes. Por medio de ella se pretende arrebatar
al pueblo mexicano de su más precioso tesoro, la fe católica que
hace cuatro siglos nos trajo la Santísima Virgen de Guadalupe
[…] Y así como en la Edad Media, al grito de “Dios lo quie-
re”, todos los cristianos se unieron para conquistar el sepulcro
glorioso de Jesucristo, así ahora, con la convicción de que Dios

nombrado obispo auxiliar de Morelia el 30 de septiembre de 1923 y coadjutor


de la misma arquidiócesis el 10 de noviembre de 1934. Se unió a las Obras de la
Cruz, por lo que hizo votos como misionero del Espíritu Santo. El 20 de febrero
de 1937 fue designado para encabezar la arquidiócesis primada de México, en
donde se mantuvo hasta su muerte el 9 de febrero de 1956. Mons. Martínez fue
un religioso peculiar, bien conocido entre políticos, con quienes estableció una
buena relación, al grado de dejarse fotografiar junto al presidente Miguel Ale-
mán. Se le calificaba de “flexible y conciliador”. Cultivó la vida social, política
y cultural. Fue miembro de la Academia de la Lengua, se dejó retratar por José
Clemente Orozco, participaba en inauguraciones o bendiciones de edificios, y
animó el apoyo a la expropiación petrolera en 1938, a la causa aliada durante la
Segunda Guerra Mundial. El reacercamiento entre Estado e Iglesia se expresó,
entre otros, en el retiro de la educación socialista del artículo 3° constitucional y,
en general, a él se le debe la reducción de las medidas oficiales anticlericales.

Censura y Control. La Campaña Nacional de Moralización… / 93


lo quiere y María Guadalupe lo pide, pongan los católicos sus
esfuerzos al servicio de la defensa de la fe.19

Ser mexicano equivalía a ser católico. Y ser católico equivalía a


rechazar ideas o posturas inmorales o ajenas a esa religión. Estos
postulados, a su vez, resultaban funcionales y necesarios al sistema
político mexicano en el momento de la hegemonía del , del
fortalecimiento del presidencialismo y de la necesidad de acallar
movimientos o ideas “exóticas” externadas por grupos, particular-
mente, de izquierda.

L    

A pesar de las frecuentes proclamas de apolitismo por parte de las


autoridades eclesiásticas, la Iglesia ha desempeñado un papel po-
lítico de gran importancia: el de la legitimación del orden existen-
te, aunque sin renunciar al antagonismo político original frente
al Estado mexicano. Por ejemplo, durante el primer Congreso de
Cultura Católica, celebrado en 1953 en Guadalajara, el arzobispo
Luis María Martínez ratificaba su creencia de que “una de nues-
tras grandes responsabilidades actuales, como católicos y como
mexicanos, consiste en la conservación y el acrecentamiento de
la cultura que hemos recibido […]. Semejante tarea debe ser el
resultado del esfuerzo colectivo y permanente de nuestras clases
dirigentes, a quienes queremos estimular y ayudar mediante la
celebración del presente congreso”.20
La figura del arzobispo Luis Ma. Martínez fue, desde su nom-
bramiento en 1937, central en la construcción de las relaciones
cordiales entre el Estado y la Iglesia mexicana, pues en más de una
ocasión sirvió de correa de transmisión entre los programas oficia-

19
Cit., en “Los crímenes de la intolerancia”, s/a, Tiempo, vol. , núm. 510, 8
de febrero de 1952.
20
“Convocatoria al Primer Congreso de Cultura Católica”, en Memoria, Guada-
lajara, Corporación, 1952, p. .

94 / Laura Pérez Rosales


les y la sociedad.21 En 1942, por ejemplo, el arzobispo Martínez
invitó a los católicos a apoyar la estrategia de la Unidad Nacio-
nal, propuesta por el gobierno de Manuel Ávila Camacho, puesto
que “legal y moralmente el gobierno civil es el único que puede
marcar dicha actitud […] en caso de duda, hay que estar con el
gobierno según la doctrina católica”. Asimismo, en 1947, la je-
rarquía eclesiástica invitó al pueblo cristiano a apoyar la campaña
contra el analfabetismo y a recibir “con entusiasmo” al presiden-
te norteamericano Harry S. Truman durante su visita a México.
Igualmente, hizo un llamado a su feligresía para “colaborar” en
la campaña contra la fiebre aftosa, a pesar de que los resultados
fueron terribles para los campesinos por la enorme pérdida de
ganado que esto significaba.22
El propio arzobispo Luis Ma. Martínez, en una entrevista con-
cedida en mayo de 1955 a la revista norteamericana Time, recono-
cía que las relaciones entre la Iglesia católica mexicana y el Estado
eran inmejorables. En su opinión, esta reconciliación era algo que

21
Un observador perspicaz de la vida social y política de México, Salvador Novo,
escribía, a principios de 1937, que el papa Pío XI había dado a conocer una
Encíclica en la que se abordaba un tema: México. En dicho documento, el Papa
estaba “lleno de esperanza” y recomendaba una “política de moderación”, en
alusión a las conflictivas relaciones entre Estado e Iglesia. En opinión de Novo,
el Papa mismo había actuado en consecuencia pues “había nombrado, el mes
pasado, para suceder a Pascual Díaz, a un amigo del presidente, Luis Ma. Mar-
tínez”. En efecto, el Gral. Cárdenas y Mons. Martínez eran viejos conocidos,
ambos eran michoacanos y, ni uno ni otro, deseaba encender las cenizas cristeras
apenas controladas unos cuantos años atrás. Se respiraban nuevos vientos conci-
liatorios. “Con el arzobispo Martínez a la cabeza –escribía Novo–, restablecida la
salud de Pío XI, cuyo ejemplo le daría fuerzas para actuar en un medio de mayor
tolerancia que en el pasado, la Iglesia Mexicana quedó invitada a poner en la per-
sona de sus pastores el ejemplo de austeridad, servicio y colaboración mansa del
individuo sumiso al interés general […]”, Salvador Novo, La vida en México en el
periodo presidencial de Lázaro Cárdenas, carta del 17 de abril de 1937, p. 51-7.
22
“Declaraciones del Excelentísimo Señor Arzobispo, Dr. don Luis María Martí-
nez”, en Christus, año 7, abril de 1942; Gaceta Oficial del Arzobispado de México,
año 12, núm. 137, abril de 1947. La invitación a contribuir a aliviar la pobreza
en el campo aparece también en la Gaceta Oficial del Arzobispado de México de
abril de 1947.

Censura y Control. La Campaña Nacional de Moralización… / 95


“lo tenía totalmente satisfecho, y que para que fuera perfecto sólo
faltaba la modificación de la Constitución”.23 Las palabras del ar-
zobispo no eran exageradas: tan sólo en julio de 1946 se habían
fundado quince nuevas parroquias y, hasta 1960, continuaban en
aumento. Lo mismo sucedía con seminarios, conventos y escuelas
dirigidas por órdenes religiosas, femeninas o masculinas.24

F   “ ”  “”,


  :  

Las preocupaciones de la Iglesia por la moralidad y en contra de


lo “exótico” fueron dadas a conocer mucho antes que los gobier-
nos posrevolucionarios. El obrerismo oficial y la llamada educa-
ción socialista de los años treinta, consideradas “ideas exóticas”,
inspiraron gran desconfianza en la Iglesia católica, así como entre
diversas organizaciones de laicos católicos. Una de las primeras
respuestas a esas ideas exóticas o a lo que calificaban de relajación
de las costumbres fue la creación de la Legión Mexicana de la
Decencia, establecida en diciembre de 1933 por la Orden de los
Caballeros de Colón,25 cuyo propósito era “propugnar por el sa-
neamiento del ambiente social de México, contra la indecencia
en sus múltiples manifestaciones… […] acudiendo a la autori-
dad pública, pidiendo su intervención para reprimir y castigar
los actos, espectáculos, publicaciones o costumbres públicas que
pongan en peligro la moralidad y la decencia”.26

23
Time Magazine, 9 de mayo de 1955, núm. 5, p. 20.
24
Soledad Loaeza, Clases medias y política en México, pp. 160-1.
25
Los Caballeros de Colón son una asociación fundada en marzo de 1882, en
Connecticut, por el sacerdote norteamericano Michael J. Mc Givney. Se ha dis-
tinguido por desarrollar y apoyar proyectos orientados al fortalecimiento de la
fe católica en el mundo, en concordancia siempre con el Vaticano, para apoyar
la labor misionera de obispos, sacerdotes, religiosos y religiosas. Sólo varones,
mayores de 18 años y fieles a los dictados del Vaticano, pueden ser aceptados
como socios activos.
26
Legión Mexicana de la Decencia, Apreciaciones sobre películas cinematográficas,

96 / Laura Pérez Rosales


Uno de los propósitos de la Legión era la vigilancia y censura
de la actividad cinematográfica. La Legión consideraba que no
pocas películas, nacionales y extranjeras mostraban escenas, trans-
mitían ideas o costumbres carentes de moral. Por ello, la Legión
Mexicana de la Decencia tomó la decisión de publicar quincenal-
mente un boletín titulado Apreciaciones sobre Películas Cinemato-
gráficas, el cual era colocado, principalmente, a la entrada de las
iglesias, para que la feligresía conociera la calificación moral que
la Legión otorgaba a las películas del momento.27 A través de una
carta pastoral colectiva de noviembre de 1936, el Episcopado na-
cional recomendó que las Apreciaciones fueran tenidas en cuenta
por los católicos. En enero de 1937, la Legión se incorporó a la
Office Catholique International du Cinéma y, al mes siguiente,
fue declarada por el Episcopado mexicano –encabezado por el
arzobispo Luis Ma. Martínez– “como obra nacional” y la única
autorizada para efectuar la censura cinematográfica. Un año más
tarde, en septiembre de 1938, la Legión Mexicana de la Decencia
fue incorporada a la Acción Católica Mexicana, lo cual significaba
que formalmente quedaba establecida bajo la tutela de la jerar-
quía católica o, como la Legión misma afirmaba, “subordinada a
los mandatos de la Iglesia católica”.28
La Legión Mexicana de la Decencia tenía su peculiar estrategia
de trabajo: el ataque y la delación. Mediante la firma de una bre-
ve, pero sustanciosa, Promesa, la Legión Mexicana de la Decencia

Revista Quincenal, núm. 8, diciembre 15 de 1940, , 1.5.8.3. Al frente de la


Legión Mexicana de la Decencia estaba un Consejo Nacional, con residencia en la
Ciudad de México, integrado por un presidente, un asistente eclesiástico, un vice-
presidente, un secretario, un tesorero y dos vocales. En 1940, el editor de Aprecia-
ciones era el Ing. E. Traslosheros y el administrador el Lic. Raymundo Prieto.
27
El tema de la intolerancia practicada por la Iglesia católica ha sido abordado
por la revista Historia y Grafía, con el Expediente coordinado por Valentina To-
rres Septién, Conformación de la cultura católica. Siglos XIX-XX, Historia y Grafía,
núm. 14, año 7, junio de 2000. Asimismo conviene consultar: Valentina Torres
Septién, ”Los fantasmas de la Iglesia ante la imagen cinematográfica: 1953-
1965”, Historia y Grafía, núm. 16, año 8, junio de 2001.
28
Idem.

Censura y Control. La Campaña Nacional de Moralización… / 97


comprometía al nuevo miembro a “poner en conocimiento del
Comité Nacional Ejecutivo todos los actos contrarios a la decen-
cia que lleguen a mi noticia”. Acto seguido, señalaba los espacios
sociales en donde era factible la comisión de actos “inmorales”, es
decir, aquéllos en donde podía detectarse “la indecencia”: avisos,
publicaciones, folletos, libros, escaparates, cines, teatros, revistas,
bailes, piscinas, desfiles atléticos, juegos al aire libre y de salón.
Para ello, la Legión animaba a sus adherentes a servirse, como
instrumento de “saneación pública”, del ataque: “por mi honor
–firmaba el nuevo adherente– me comprometo solemnemente a
poner en juego todo mi esfuerzo individual y todo mi valimiento
social para sanear el ambiente moral de México, atacando princi-
palmente la indecencia”.29
El cine fue, en efecto, una de las actividades de entretenimien-
to sobre la cual la Iglesia dirigía especialmente su censura. El pe-
ligro radicaba, según ella, en que podía ser un camino, atractivo
y aUn artístico, para mostrar o justificar actos inmorales o inade-
cuados. Para contrarrestarlos había que censurarlos y, para ello, la
Legión Mexicana de la Decencia fue un instrumento idóneo de
la jerarquía eclesiástica para juzgar la conveniencia o inconvenien-
cia de ver ciertas películas. El criterio del boletín censor de La
Legión para recomendar o rechazar alguna cinta no radicaba en
la capacidad de un adulto para decidir sobre la conveniencia o no
de verla, sino en el criterio moral cristiano: todo aquello que fuera
en contra o atacara los principios morales cristianos era simple-
mente rechazado o, como se anunciaba en el boletín de la Legión,
“No se deben ver [las películas] y se debe impedir que se vean.
Prohibidas por la moral Cristiana”.
¿Por qué eran censurables esas películas? Porque “impedían la
restauración de todo en Cristo”. ¿Qué había que hacer? Luchar
contra las actividades que “atacan las bases cristianas de la socie-

29
, Expediente 1.5.8.3, Promesa, 1937, Legión Mexicana de la Decencia.

98 / Laura Pérez Rosales


dad, de la Patria, a saber, Religión y familia”.30 Ni hablar de las
películas de propaganda soviética o las consideradas como anti-
franquistas, ejemplos ambos del anticristianismo. No había otro
camino más que el de la Legión Mexicana de la Decencia y el de la
Acción Católica Mexicana, marcado por el Episcopado mexicano.
Por su parte, el Estado mexicano no se quedó atrás en cuan-
to a similares afanes moralizadores. En marzo de 1951, el gobier-
no del presidente Miguel Alemán publicó el nuevo Reglamento
sobre Publicaciones y Revistas Ilustradas en lo Tocante a la Cul-
tura y a la Educación. La razón de ello –según el gobierno alema-
nista– era que

algunas publicaciones eran aprovechadas por algunos editores


que tratan de lucrar estimulando las malas pasiones y destruyen-
do la base moral en que ella [la cultura] ha de descansar […].y
que se ve contrarrestada de manera grave por una serie de publi-
caciones que presentan a menudo descripciones que ofenden al
pudor, a la decencia y a las buenas costumbres, incitando sen-
sualmente a la juventud.31

Frente a esos afanes de lucrar con las “malas pasiones”, el nuevo


Reglamento establecía que “es inmoral y contrario a la educación,
publicar, distribuir, circular, exponer en público o vender […] es-
critos, dibujos, grabados, pinturas, impresos, imágenes, anuncios,
emblemas, fotografías u otros objetos que estimulen la excitación
de malas pasiones o de la sensualidad”. ¿Cuáles eran las virtudes
que el Estado consideraba amenazadas por la inmoralidad?: la de-
voción al trabajo, el entusiasmo por el estudio y la consideración
al esfuerzo que todo triunfo necesita. ¿Cuáles eran las “malas pa-
30
, Expediente 1.5.8.3, Apreciaciones sobre películas cinematográficas, año
VI, Boletín núm. 5, 11 de febrero de 1939. Consúltese igualmente el Reglamen-
to para Censores de la Liga Mexicana de la Decencia, en Apreciaciones, núm. 7,
diciembre 1º de 1940.
31
Diario Oficial de la Federación, Secretaría de Educación Pública, 15 de marzo
de 1951.

Censura y Control. La Campaña Nacional de Moralización… / 99


siones” que ofenden al “pudor” o a las “buenas costumbres”?: la
pasividad, la tendencia al ocio, la fe en el azar, el desdén por el
pueblo mexicano o las expresiones que ofenden a la corrección
del idioma.32
Casi paralelamente, un conjunto de asociaciones de apostola-
do seglar y piadosas anunciaron en 1951 el lanzamiento de una
Campaña Nacional para la Moralización del Ambiente. El pro-
pósito era “renovar el espíritu cristiano privada y públicamente
en el individuo, en la familia y en la sociedad, en particular en
todo lo que se refiere a la moralidad”.33 Para llevar a cabo la cam-
paña, se constituyó una Comisión Nacional para la Moralización
del Ambiente, la cual estaría presidida por el arzobispo Luis Ma.
Martínez, quien dispuso que dicha comisión tendría sus repre-
sentaciones en cada parroquia y diócesis del país. ¿En dónde se
vigilaría el cumplimiento de la moral cristiana? En “cines y demás
diversiones referentes a las costumbres públicas y privadas”.34
Así las cosas, además de los trabajos de vigilancia y censura
coordinados por la Legión Mexicana de la Decencia y de Acción
Católica Mexicana, ahora se sumaba la Comisión Nacional para
la Moralización del Ambiente, cuyos llamados a vigilar las buenas
costumbres tuvieron eco. Entre quienes respondieron a sus llama-
dos, se encontraban las asociaciones cupulares empresariales. Por
ejemplo, el Centro Patronal del Distrito Federal, encabezado por
el ingeniero Honorato Carrasco y la Confederación de Cámaras
Nacionales de Comercio, dirigida por el ingeniero Enrique Rivera,
apoyaron la campaña nacional para la moralización del ambiente.
El dirigente del Centro Patronal del Distrito Federal especificaba

32
Ibidem, Art. 1° del Reglamento de los artículos 4° y 6°, fracción VII de la Ley
Orgánica de la Educación Pública sobre publicaciones y Revistas Ilustradas en
lo tocante a la Cultura y a la Educación.
33
Archivo de la Unión Femenina Católica Mexicana, Caja 4, Impresos, Breves
Estatutos de la Campaña Nacional para la Moralización del Ambiente, 1951.
34
Ibidem, Art. 6° de los Breves Estatutos de la Campaña Nacional para la mora-
lización del ambiente.

100 / Laura Pérez Rosales


que dicha campaña debía ser dirigida a los trabajadores, a quienes
se les informaría por escrito sobre las consecuencias de “los vicios”
y de la “vida inmoral”. Sin especificar o enumerar los vicios a que
se refería ni los actos de una vida inmoral, el dirigente informaba
que deseaban ampliar la campaña hacia las esposas e hijos de los
trabajadores. Otro ejemplo de solidaridad con la campaña nacio-
nal de moralización lo ofreció el periódico dominical El Redondel,
cuyo comentarista de espectáculos aclaraba que en todas sus cró-
nicas, lo mismo de teatro que de cine, ha hecho notar claramente
las inconveniencias de las piezas y las películas, con dos objetivos:
para que la gente se enterara de la clase de espectáculo que se le
ofrece y para que “las personas decentes se abstengan de concurrir
a él”.35
Por su parte, Acción Católica dio a conocer su estrategia para
vigilar y censurar tres rubros que, en su opinión, eran los espacios
en donde más fácilmente se quebrantaba la moralidad: los espec-
táculos, la prensa y las costumbres. En el caso de los primeros,
Acción Católica propuso entrevistarse con Luis Spota, jefe de Es-
pectáculos del gobierno del Distrito Federal, para que éste exigie-
ra moralidad a los empresarios de teatro y de cine. En cuanto a la
prensa, Acción Católica proponía que todos los católicos envia-
ran cartas a las autoridades capitalinas para que éstos evitaran la
publicación de dibujos inmorales en los anuncios comerciales de
periódicos o revistas. En cuanto a las costumbres, Acción Católica
Mexicana consideraba indispensable que el Episcopado nacional
incluyera, en una carta pastoral colectiva, las normas concretas en
materia de moralidad. Dicho documento permitiría que “todos
35
, 2.6.6, carta del 16 de agosto de 1951 de José González Torres, presi-
dente nacional de la Comisión Nacional para la Moralización al Ing. Enrique
Rivera, presidente de la Confederación de Cámaras Nacionales de Comercio;
carta del 14 de agosto de 1951 de José González Torres, presidente nacional de
la Comisión Nacional para la Moralización al Ing. Honorato Carrasco, gerente
general del Centro Patronal del D.F. ; carta del 31 de agosto de 1951 del Ing.
H. Carrasco a la Junta Central de la ; carta del 3 de septiembre de 1951 del
gerente del periódico dominical El Redondel a la .

Censura y Control. La Campaña Nacional de Moralización… / 101


los católicos mexicanos se atengan dócilmente a los juicios de la
Legión Mexicana de la Decencia”.36
No sólo la Iglesia consideraba que había que moralizar el am-
biente social mexicano. Entre los moralizadores se encontraban
personajes, incluso antieclesiásticos, como Martín Luis Guzmán,
fundador-director de la revista Tiempo y cercano a los gobiernos
posrevolucionarios. A pesar de su postura abiertamente antiecle-
siástica, Guzmán coincidía con la Iglesia en su afán de censurar
algunas prácticas o actividades sociales. El matiz venía después,
cuando se trataba de la elección de esas actividades: mientras la
Iglesia católica deseaba abarcar y vigilar toda la gama de la vida
social y cultural en México, para Tiempo, es decir para Martín
Luis Guzmán,37 la vigilancia y censura debería dirigirse “hacia la
irritante proliferación de revistas y películas pornográficas”.38 En
cuanto a las revistas, la Iglesia y Tiempo coincidían en condenar al
menos veinte revistas “difusoras de la criminalidad, la degenera-
ción moral y el vicio”: Ja-Ja, Chamaco, Alarma, Chiquita, Policía,
Nota Roja, Vea, Crimen, Pepín”, ésta última muy solicitada por
niños y jóvenes, “pero formada de historietas pornográficas y co-
rruptoras”.39
Sin embargo, los afanes moralizadores, tanto de la Iglesia como
de Tiempo, se estrellaron contra un muro difícilmente superable:
las finanzas de los grandes periódicos nacionales –la mayoría de
los cuales se identificaban con el régimen priista– dependían, en
36
, 2.6.6, Sugerencias de la Junta Central de la Acción Católica Mexicana
para ser incluidas en el programa de la Campaña de Moralización emprendida
conjuntamente por las organizaciones católicas nacionales, 15 de octubre de
1951.
37
Martín Luis Guzmán, considerado iniciador del llamado género literario de la
Revolución por obras como El Águila y la Serpiente (1926), La Sombra del Cau-
dillo (1929) o Memorias de Pancho Villa (1951), fue tan cercano a los gobiernos
posrevolucionarios, que en 1958 el presidente López Mateos lo nombró director
de la Comisión Nacional de Libros del Texto Gratuito.
38
“Campaña Nacional para la Moralización del Ambiente. Lo que dicen los
otros”, cit., en Christus, núm. 194, 1º de enero de 1952, pp. 85-7.
39
Ibidem, p. 86.

102 / Laura Pérez Rosales


buena medida, de la venta de las revistas pornográficas: Excélsior
publicaba Ja-Ja, Novedades a Chamaco, La Prensa a Paquín, Ésto
a Pepín y Todo a Vea. Cualquier ataque contra dichas revistas, no
importaba de dónde proviniera, afectaría directamente los intere-
ses económicos de los grandes periódicos de circulación nacional
y, por lo mismo, no serían bien recibidos.
Efectivamente, frente a los intereses económicos, in crescendo,
tanto de revistas como de producciones cinematográficas, poco
podían hacer las campañas moralizadoras, ya fueran anunciadas
por el Estado o la Iglesia. Dichas campañas, encabezadas por la
Legión de la Decencia o Acción Católica, sólo provocaban irri-
tación entre los afectados. Ese fue el caso, por ejemplo, del pro-
nunciamiento de una de las revistas más atacadas por la Iglesia,
Crimen, la cual consideraba “que la proliferación de cabaretes o
teatros de revista, verdaderos centros de vicio, ahoga ya a la me-
trópoli, cuyo número muestra que es totalmente hipócrita la cam-
paña de moralización contra las publicaciones que han surgido.
Si se quiere evitar el vicio, se debe empezar por suprimir licencias
como las que autorizan a todos estos centros”.40 Otras empresas,
sin embargo, apoyaron los trabajos eclesiásticos contra “el mal”:
Coca Cola, por ejemplo, pagaba inserciones en Christus, una
revista mensual dirigida fundamentalmente a los sacerdotes, en
donde se afirmaba: Con “sumo agrado participamos a nuestros
lectores que los representantes del popular refresco Coca Cola,
cooperan a la campaña de moralización del país”.41
A mediados de noviembre de 1952, la Comisión Nacional
Moralizadora, encabezada por el Arzobispo Primado de México,
dio a conocer dos documentos definitorios de la moralidad cató-
lica, solicitados un mes antes por Acción Católica Mexicana. El
primero de ellos era la “Carta pastoral colectiva del Episcopado
40
“La moralización da palos de ciego”, Crimen, 28 de septiembre de 1951, cit.,
en Christus, núm. 195, 1º de febrero de 1952.
41
“La pausa que refresca: Coca Cola” (publicidad), en Christus, núm. 195, 1º
de febrero de 1952.

Censura y Control. La Campaña Nacional de Moralización… / 103


mexicano sobre la moralidad” y, el segundo, era el “Programa ge-
neral de trabajo y normas especiales”, ambos dirigidos específica
y claramente a justificar la moralidad católica como único ins-
trumento de salvación para la sociedad. La importancia de estos
dos documentos radicaba en que representaba la versión y visión
institucional de la jerarquía católica mexicana sobre la sociedad
mexicana, publicados justo un mes antes de que finalizara el sexe-
nio de Miguel Alemán, cuyo gobierno ya era calificado como uno
de los más corruptos del periodo posrevolucionario.
La Carta pastoral partía del hecho de que México se había
contaminado por la “corriente moderna de la corrupción”, la cual
había dañado la moral cristiana. Para el Episcopado mexicano, la
inmoralidad reinante era más que visible: “se exhiben por todas
partes y de diversas maneras desnudeces, que incitan las más ba-
jas pasiones, en periódicos, revistas, escaparates, vistas cinemato-
gráficas, se exageran en forma escandalosa las modas en vestidos
femeninos, se describen con todo exceso de detalles y pintando
con toda viveza los más horribles crímenes”.42 Alarmados por
esta situación, los obispos dirigieron su condena contra las que
consideraban las causas de que “en nuestro pobre México haya
cundido tanto la corrupción”: las escuelas laicas y la ausencia de
Dios. A ello habría que añadir “el desmedido afán de diversiones,
sin detenerse ante ninguna”. De ahí que la Carta pastoral “apro-
bara y bendijera” la Campaña Nacional de Moralización, bajo la
dirección del arzobispo primado de México, Luis Ma. Martínez,
campaña que debería dirigirse, principalmente, “a la lucha con-
tra las malas exhibiciones en el cinematógrafo (y aun la televi-
sión), a la lucha contra las publicaciones pornográficas y a la lucha
contra las modas indecorosas”.43

42
Unión Femenina Católica Mexicana, caja 4, Impresos, Comisión Nacional
Moralizadora, “Carta pastoral colectiva del episcopado mexicano sobre la mo-
ralidad y programa general de trabajo y normas especiales”, 14 de noviembre de
1952, aprobadas por el Excmo. Sr. Arzobispo primado, p. 5.
43
Ibidem, p. 9.

104 / Laura Pérez Rosales


Con base en la Carta pastoral, el Episcopado publicó el Pro-
grama general de trabajo, elaborado por la Comisión Nacional
para la Moralización del Ambiente, documento que instruía a las
claras sobre lo que debía ser el “comportamiento moral” de los
católicos. Este debía seguir las Normas especiales dirigidas, sobre
todo, al comportamiento femenino, bajo el presupuesto de que la
provocación siempre proviene de la mujer y que “las hace culpa-
bles de los pecados que con ésto ocasionen”. Para empezar, había
que “evitar todo trato peligroso con personas de distinto sexo”;
evitar igualmente el “vestido indecoroso en las playas”; las mujeres
debían evitar vestidos sin mangas, ceñidos al cuerpo, escotados
o transparentes. El papel de los varones de las familias –padres,
hermanos y novios– era claro: “exigir que el vestido cumpla con
la decencia cristiana”. La vida sexual, naturalmente, estaba fuera
de toda posibilidad: “los novios deben vivir sólo a la luz del día”.
Las conversaciones “deben evitar el doble sentido o los chistes
indecorosos”. Asimismo, se debía “evitar las lecturas que presen-
tan desnudos o imágenes femeninas provocativas”, para lo cual se
invitaba “a hacer la guerra sin cuartel a todas las revistas inmora-
les”. En cuanto a los bailes, se debía evitar hacerlo “de cachetito”.
Estaba absolutamente prohibido asistir a algún espectáculo in-
moral, es decir, aquellos señalados por la Legión Mexicana de la
Decencia. No se debía sintonizar algún programa radiofónico “de
chistes o relatos, canciones, novelas o comedias inmorales”. En
cuanto a los paseos, los jóvenes “no pueden salir sin la presencia de
alguna persona de orden que los controle”. Finalmente, en lo que
se refería a calendarios, anuncios, estatuas o cuadros inmorales u
obscenos, era claro que se debían rechazar, no exponer y menos
aún adquirir.44 Una vez aclarados, caracterizados y ejemplificados
los comportamientos, imágenes, expresiones, espectáculos y mo-
das de naturaleza inmoral y obscena, restaba declararles la guerra,
pero ahora de la mano de la autoridad.

44
Ibidem, pp. 12-5

Censura y Control. La Campaña Nacional de Moralización… / 105


B    

La campaña de moralización de parte de la Iglesia, de Acción Ca-


tólica Mexicana y de la Legión Mexicana de la Decencia no dis-
minuyó durante el gobierno del presidente Adolfo Ruiz Cortines.
Más aún, durante esta administración se conocieron momentos
de acercamiento e identificación entre el Estado y los grupos con-
servadores en cuanto a las estrategias para censurar publicacio-
nes y espectáculos. De hecho, aquéllos entraron en una etapa de
mayor organización interna y pragmatismo. Así por ejemplo, la
Legión Mexicana de la Decencia creó su departamento jurídico,
encabezado por los abogados Antonio de Ibarrola, Felipe Gómez
Mont y David Casar Nicolin. En cuanto a su pragmatismo, la
Legión decidió servirse de la misma legislación oficial para sus
fines, pues descubrió que en ésta encontraba preceptos que igual-
mente justificaban actos de censura contra espectáculos que ella
misma condenaba. Por ejemplo, la Legión mantenía sistemáti-
camente a su asesor eclesiástico, el jesuita José Antonio Romero,
sobre aquella legislación útil a los propósitos de censura. La Ley
Orgánica de la Educación, la Ley de Imprenta, la Ley de la In-
dustria Cinematográfica y no pocos artículos del Código Penal
–afirmaba– “pueden sernos útiles y favorecer”.45 Así, sirviéndose
de la Ley de Imprenta, que prohibía la utilización de malas pala-
bras o imágenes indecentes, la Legión Mexicana de la Decencia
fundamentaba sus presiones y protestas ante la Procuraduría de
Justicia del Distrito Federal, para evitar que las conocidas revistas
Vea, Vodevil, Nota Roja y Ja Ja salieran al mercado. Una de las
responsabilidades del padre Romero era, justamente, la reseña y
crítica de películas o escritos.46 Lo mismo sucedía con el “Regla-
mento de las estaciones radiofónicas comerciales, culturales y de

45
, 1.5.8.3, Legión Mexicana de la Decencia, carta de Antonio de Ibarrola
al P. José Antonio Romero, 8 de mayo de 1953.
46
Ibidem, 16 de mayo de 1953.

106 / Laura Pérez Rosales


aficionados”, el cual podía ser útil para el control de programas
radiofónicos inadecuados, o con el “Reglamento de anuncios”, el
“Decreto contra las Publicaciones Obscenas” o el “Reglamento
para Salones, Clubes o Billares”.47
En vista de la existencia de un equipo legal, la Legión Mexicana
de la Decencia no dudó en enderezar demandas contra películas
y teatros de revista inmorales, entre los cuales fue muy sonado el
caso del muy popular Tívoli, en donde se combinaban los bailes de
moda –mambo, cha cha cha, danzón– con los espectáculos de ve-
dettes. A pesar de sus condenas morales e insistencias jurídicas que
exigían su clausura,48 el Tívoli sobrevivirá diez años a las presiones
moralizadoras tanto de los grupos conservadores como del Estado.
A finales de septiembre de 1953, la Dirección General de Correos
y la Liga Mexicana de la Decencia coincidían en calificar como
pornográficas a las revistas Ja-Ja, Magazine de Policía o Vea, las cua-
les, sin embargo, estaban autorizadas para circular como corres-
pondencia de segunda clase. Pero, en el caso de la revista Vea, ésta
sí había violado la ley al publicar grabados y textos marcadamente
“contrarios a la moral pública”. En el caso de la revista Vodevil, ésta
fue prohibida y sus editores multados con diez mil pesos.49
Hubo un hecho, sin embargo, que fue más que revelador del
grado de identificación al que Estado, Iglesia y asociaciones con-
servadoras mexicanas habían llegado en cuanto a la concepción de
moralidad pública. Este tuvo lugar en la última semana de septiem-
bre de 1953, cuando se reunieron a comer, en el Casino Español,
Alfonso Cortina, director de Cinematografía de la Secretaría de
Gobernación, Mariano F. Jiménez, presidente de la Legión Mexi-
cana de la Decencia, Jorge Núñez y Prida, vice-presidente de la
Legión Mexicana de la Decencia, José Villela, Raymundo Prieto,
David Casares y Antonio de Ibarrola, representantes también de

47
Ibidem, 22 de mayo de 1953; 25 de mayo de 1953; 30 de mayo de 1953.
48
Ibidem, 20 de Julio de 1953.
49
Ibidem, 24 de septiembre de 1953.

Censura y Control. La Campaña Nacional de Moralización… / 107


la Legión. La iniciativa provino del alto funcionario de la Secreta-
ría de Gobernación, ya que deseaba obtener la colaboración de la
Legión Mexicana de la Decencia –en unión de otras Secretarías de
Estado y de la , entre otros–, “para la censura de películas”.
Para ello, la misma Secretaría de Gobernación otorgaría “facilida-
des” a la Legión para dicha labor. “Esto significa –narraba Ibarro-
la en su carta dirigida al consejero eclesiástico de la Legión– un
enorme paso en la historia de la Legión–.50 Aproximadamente
dos meses después, el 30 de noviembre de 1953, en una reunión
de trabajo en casa del arzobispo Luis Ma. Martínez, el asistente
eclesiástico de la Legión Mexicana de la Decencia, el jesuita José
Antonio Romero, informó sobre el estado que guardaba la Cam-
paña para la Moralización del Ambiente, específicamente sobre
los trabajos del departamento jurídico “contra todo lo inmoral
que se presenta en diversos aspectos”. A pesar de la burocracia o
de las dificultades con algunas autoridades, “se habían logrado
éxitos positivos”. Dichos resultados mostraban la capacidad que
la Legión había alcanzado para acercarse y lograr que las autori-
dades se sumaran o identificaran con los objetivos de la Campaña
de Moralización del Ambiente. Por ejemplo, lograron editar es-
cenas de las películas OK Nerón y Cuarto de Hotel; se canceló el
permiso para la circulación postal de la revista Pigal, además de
demandarla –junto con las revistas Can-Can, Eva y Mujeres– ante
la Procuraduría de Justicia del Distrito Federal, por estar dentro
del rango de publicaciones pornográficas.51
Los avances en las demandas de la Legión Mexicana de la De-
cencia en contra de espectáculos, publicaciones o teatros inmora-
les generaron confianza entre los grupos católicos conservadores
mexicanos. Hubo acercamientos y, en algunos casos, identifica-
ción de criterios para calificar de “pornográficos” o “inadecua-

Ibidem, 25 de septiembre de 1953.


50

, 2.6.6, Comisión Nacional para la Moralización del Ambiente, Circular


51

núm. 4, 19 de diciembre de 1953.

108 / Laura Pérez Rosales


dos” a publicaciones, espectáculos o programas radiofónicos con
criterios que se acercaban a los criterios católicos. En todo caso,
la Legión Mexicana de la Decencia coincidió con, se sirvió de,
y aplaudió varios reglamentos o decretos que justificaban su
campaña moralizadora. Fue seguramente por ello que la Legión
Mexicana de la Decencia fue una de las primeras asociaciones en
regocijarse en diciembre de 1958 por la ratificación de Ernesto
P. Uruchurtu al frente del gobierno del Distrito Federal. En una
carta dirigida al regente Uruchurtu, el Presidente y la Secretaria
General de la Legión le expresaban que “la alegría de la Ciudad de
México” se manifestó cuando el Regente de Hierro había declara-
do a la prensa lo siguiente “que haya calidad en los espectáculos de
la capital y evitar el alza de los precios de los mismos son puntos
que siempre he llevado al cabo, para que el pueblo se divierta
sanamente y estén a su alcance los pasatiempos”.52

A 

Si bien México experimentó un proceso de secularización cuyas


raíces se remontan hasta mediados del siglo , es claro que la
Iglesia católica ha conservado presencia, fuerza social, cultural y
política en el país. Hoy en día es innegable la pluralidad política,
ideológica y cultural de la sociedad mexicana, pero esto no era tan
claro a mediados del siglo . Desde finales de los años cuarenta,
de manera paulatina, se acentuó la reconfiguración de lo religioso
dentro del proceso de secularización. Sin embargo, después de las
amargas luchas de los años veinte y treinta del siglo pasado entre
la Iglesia y el Estado, el acercamiento entre ambos ocupó cada vez
más espacio. Esto fue claro desde el gobierno de Miguel Alemán,
se hizo explícito con el presidente Ávila Camacho y continuó

52
, 1.5.8.3, carta de Jorge Núñez Prida, presidente de la Legión Mexicana
de la Decencia y de Felícitas Ziegler, secretaria de la Legión Mexicana de la De-
cencia, al Sr. Lic. Ernesto P. Uruchurtu, 2 de diciembre de 1958.

Censura y Control. La Campaña Nacional de Moralización… / 109


como un claro entendimiento durante el sexenio del presidente
Adolfo Ruiz Cortines.
Aquí se revisó el caso de la Campaña Nacional de Moraliza-
ción, dirigida a imponer un código moral católico a una sociedad
en pleno tránsito hacia la modernización y la diversificación reli-
giosa y política. No es de sorprender la tendencia de la Iglesia ca-
tólica a servirse de su autoridad y poder para imponer sus códigos
morales y religiosos a una sociedad por medio de sus obispos, ac-
tores políticos principalísimos en la práctica de inducir y compro-
meter a los principales actores de la sociedad. Lo relevante aquí es
constatar y ejemplificar el hecho de que su antiguo rival, el Estado
mexicano, coincidió y colaboró en el afán común de imponer una
moralización funcional para los intereses de ambos. Para la Iglesia
era fundamental conservarse como el referente religioso moral y
hegemónico en la sociedad mexicana frente al embate de grupos
ajenos a lo mexicano, protestantes y comunistas principalmente.
Para el Estado, era igualmente imperativo conservarse como el
guardián de una moral pública, de Estado, cuyos valores no se
contraponían a los pregonados por la Iglesia. Así, el Estado y la
Iglesia coincidieron en calificar de “pornográficas” a un conjunto
de revistas, publicaciones y películas, todas ellas censuradas. Igual-
mente coincidieron en condenar la homosexualidad, los espectá-
culos en centros nocturnos o la prostitución. Para la Iglesia se
trataba de pecados, para el Estado de delitos. En el fondo, ambos
aplicaron la censura en el entendido de que todo aquello que no
se ve, no se imprime o no se escucha ya no existe. Al censurar las
actividades “indecentes”, se pensaba, esas perversiones desapare-
cerían. De ahí que más que hablar de moralización de la sociedad
se trataba de un moralismo que ante todo pretendía demostrar
el poder y la fuerza del Estado y la Iglesia y su autoritarismo. Sin
embargo, la sociedad era cada vez más reacia a aceptar la censura:
la evadía, inspiraba burlas o desconfianza.
En la primera mitad del siglo , eran pocos los que se opo-
nían a la supresión de textos, escenas, canciones, y la mayoría

110 / Laura Pérez Rosales


apoyaba implícita o explícitamente la censura. Ésta disminuyó
partir de los años sesenta, sobre todo porque afectaba los intereses
económicos de empresas editoriales, cinematográficas, radiofóni-
cas o televisivas. La televisión fue otra historia, pues si bien se
erigió como nuevo paladín de la ortodoxia, es innegable la exis-
tencia de cierto rango de tolerancia en cuanto a espectáculos. En
la transición de lo indecible y lo impensable a lo decible y lo in-
terpretable, la sociedad aprendió paulatinamente a gozar de las
libertades expresivas y se alejó cada vez más del temor al fuego
eterno pregonado desde el púlpito o desde el boletín de la Le-
gión Mexicana de la Decencia. A partir de los años sesenta, dejó
de funcionar la clasificación de las películas licitas e ilícitas, de
espectáculos inconvenientes o de bailes indecentes, todo a cargo
de la Liga Mexicana de la Decencia. Los censores se percataron
entonces de su involuntario apoyo al éxito de películas, bailes o
lecturas que ellos mismos habían condenado.

F 

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Censura y Control. La Campaña Nacional de Moralización… / 113


Represión y tortura en México en la
década de 1970. Un testimonio político
R  T  M   :
A P T

VERÓNICA OIKIÓN-SOLANO
Centro de Estudios Históricos/El Colegio de Michoacán, México

REPRESSION AND TORTURE IN MEXICO IN THE 1970S:


A POLITICAL TESTIMONY
The objective of this essay is to rescue the political testimony of Francisco
Juventino Campaña López –a member of the Fuerzas Revolucionarias Ar-
madas del Pueblo (“People’s Armed Revolutionary Forces”)– concerning his
detention, sequestering and torture that began in August 1973. His case
reveals the details of the terrorist violence exercised by the Mexican State
through the orchestrated repression it unleashed against militants in radi-
cal, armed, leftist organizations in the 1970s. In order to place the “woof
and warp” of that repressive scenario in context, the article first explores the
contradictions between the theory of the aforementioned guerrilla group and
its actions, before going on to analyze the passages of Campaña’s testimony as
they relate to the crimes against humanity of which he was made a victim.
Finally, it adopts the perspective of historical memory to expound the reasons
that justify the substantive importance of this testimony on the road towards
justice and historical truth.
Key words: repression, torture, political testimony, revolutionary left, his-
torical memory

Historia y Grafía, Universidad Iberoamericana, año 19, núm. 37, julio-diciembre 2011, pp. 115-148
R
El presente ensayo tiene como objetivo recuperar el testimonio político
de Francisco Juventino Campaña López –miembro de las Fuerzas Re-
volucionarias Armadas del Pueblo–, acerca de su detención, secuestro y
tortura a partir de agosto de 1973. Su caso revela los pormenores de la
violencia terrorista del Estado mexicano a través de la represión orques-
tada contra militantes de organizaciones armadas de la izquierda radical
de los años setenta. Para poner en contexto la trama y la urdimbre del
escenario represivo, se abordan, en primer término, las contradiccio-
nes entre la teoría y la acción del grupo guerrillero; en segundo lugar,
se examinan los pasajes del testimonio de Campaña en relación a los
delitos de lesa humanidad de que fue objeto y, por último, y desde la
perspectiva de la memoria histórica, se exponen las razones por las cuales
este testimonio es fundamental para transitar hacia la justicia y la verdad
histórica.
Palabras clave: represión, tortura, testimonio político, izquierda re-
volucionaria, memoria histórica.

Artículo recibido: //


Artículo aceptado: //

La guerra y la represión no son simples


Carlos Montemayor1

L 

El objetivo de este artículo2 es poner de manifiesto las formas


represivas del Estado mexicano en la década de 1970 a través del
testimonial titulado “Condiciones de reclusión. Testimonio Revo-

1
Montemayor agrega que ambos elementos –guerra y represión– “tienen un
discurso pacifista, una esmerada justificación moral, un agresivo rostro para pos-
tularse como la única verdad”; en Carlos Montemayor, La violencia de Estado en
México. Antes y después de 1968, p. 21.
2
Agradezco a Alfredo Herrera López su trabajo entusiasta de recopilación de
fuentes utilizadas en esta investigación.

116 / Verónica Oikión-Solano


lucionario” de la autoría de Francisco Juventino Campaña López,
“Ho Chi Minh”, dirigente de las Fuerzas Revolucionarias Arma-
das del Pueblo (), quien fue detenido en agosto de 1973.
El criterio para presentar este testimonio se basa en la necesidad
de su rescate al valorar su contenido como documento histórico,
así como la fuerza de autenticidad que irradian sus componentes
narrativos, explicativos, de representación colectiva y de memoria
personal que contribuyen significativamente a la construcción de
una historia desde abajo contra el silencio y el olvido. También
este testimonio aporta elementos para abrir eventualmente el ca-
mino a la justicia y a la reparación del daño que demandan las víc-
timas de violaciones a los derechos humanos configuradas como
crímenes de lesa humanidad.
Por lo tanto, el presente texto pone el acento en la recupe-
ración testimonial para identificar las complicadas piezas de la
trama y la urdimbre de las acciones de represión configuradas a
la manera de una política continuada y estructural como razón
de Estado para la eliminación de los oponentes políticos de la
izquierda radical en los años setenta del siglo .
La difusión del testimonio se hace a partir de un eje de re-
flexión cuya premisa enfoca a la historia oficial como artífice que
constriñó durante décadas a la oposición armada de la izquier-
da revolucionaria en una historia diluida, desplazada y anulada,
que sólo recientemente “empieza a revelarse para decirnos lo que
somos, lo que a través de nuestras luchas hemos querido ser, y
deseamos aún llegar a ser”,3 y como parte del historial de nuestra
propia identidad política.
Para poner en contexto el significado de la represión orques-
tada por el aparato de control contra Campaña López, presento
un bosquejo del grupo armado al que perteneció a partir de su
testimonio y de pronunciamientos de la propia organización gue-

3
Carlos Montemayor, “Prefacio”, Fernando Pineda Ochoa, En las profundidades
del MAR (El oro no llegó de Moscú), p. 16.

Represión y tortura en México en la década de 1970… / 117


rrillera. En seguida, desde la perspectiva de la memoria histórica
como bagaje nutriente de nuestra vivencia social y colectiva, y
entendida como las acciones de recuperación del pasado en el
presente,4 abordo integralmente su testimonio en donde da cuen-
ta de los atropellos y abusos sufridos, como un ejemplo más de la
violencia terrorista del Estado mexicano dirigida contra los miem-
bros de las organizaciones armadas de aquellos años. Asimismo,
expongo las razones por las cuales este testimonio debe hacernos
recordar que para llegar a la verdad jurídica y a la instrumentación
de la justicia –con obligatoriedad para el Estado mexicano aún
no cumplida–, con el fin de juzgar a quienes cometieron delitos
de lesa humanidad, es menester desbrozar el camino de acceso a
la verdad histórica para desvelar frente a la sociedad las múltiples
caras de procesos históricos hasta hace muy poco ocultados por
los agentes del Estado (y el derecho a la verdad debe garantizar “el
conocimiento de la verdad en forma detallada, precisa y pública
respecto de todas las violaciones a derechos humanos”,5 de tal
manera que se nulifique la posibilidad de que en pleno siglo 
persista la impunidad y el olvido. Cuando corroboramos que la
historia nos revela “las formas del pasado” y que “la memoria las
modela” con la pasión, la emoción y la representación colectivas,

4
La memoria colectiva puede ser entendida como las memorias que “insisten en
mantener con vida, literalmente, acontecimientos que resultan de especial signi-
ficancia para un determinado grupo, colectividad o sociedad, y que tal memoria
busca las formas de comunicarse, para que aquellos que no vivenciaron esos
dolorosos acontecimientos no los miren como un pasado muerto, sino como un
presente vivo […]. Desde la memoria colectiva […] se trata […] de mostrar que
existen múltiples memorias, pero que en especial algunas, las de las víctimas y
sus familiares, han sido relegadas, no han sido escuchadas, han sido minimizadas
o de plano omitidas, mandándolas al olvido”. Jorge Mendoza García, “Memoria
colectiva, olvido social y guerra sucia en México”.
5
El derecho a la verdad “no se encuentra reconocido en ningún instrumento ju-
rídico vinculante”, pero es asumido como “un principio emergente del derecho
internacional de los derechos humanos”; en Delitos del pasado. Esclarecimiento
y sanción a los delitos del pasado durante el sexenio 2000-2006: compromisos que-
brantados y justicia aplazada, p. 36.

118 / Verónica Oikión-Solano


estamos en la posibilidad de reivindicar el papel fundacional de la
memoria que se resiste a ser doblegada y a desaparecer.6
La reivindicación de la memoria y su re-emergencia puede
y debe incorporarse a la hechura de una historia renovada que
otorgue visibilidad e historicidad a quienes optaron por tomar las
armas desde la izquierda radical. Todavía hoy persisten muchos
capítulos que permanecen oscuros, así como lagunas historiográ-
ficas inexploradas, sobre todo debido al carácter clandestino de
los movimientos y al ocultamiento realizado por los aparatos del
Estado. De ahí la necesidad de que el historiador se centre en esta
nueva veta de análisis, interpretación y testimonio político, y a la
vez la inserte en el debate actual sobre memoria y olvido. La edi-
ficación de esta nueva historia “está profundamente ligada a la
construcción de futuros democráticos”. Por tanto, es tarea del
científico social historiar ese pasado examinando “la impronta
del pasado sobre el presente”, sobre todo por los múltiples signifi-
cados de la represión de la experiencia guerrillera, y que van muy
de la mano de la interacción entre memoria y justicia.7

E       …


  

El entramado de la gestación guerrillera en México en la segunda


mitad del siglo  es multifactorial, y está asentado en un con-
texto internacional acicateado por los embates de la Guerra Fría,
y la puesta en marcha de experiencias guerrilleras –bajo la in-
fluencia del triunfo de la Revolución Cubana– en distintos países
latinoamericanos sometidos a gobiernos dictatoriales, así como
por un clima interno asfixiante para la oposición de izquierda,
y de grandes contrastes impuestos por una oligarquía política y

6
Joël Candau, “Memorias y amnesias colectivas”, pp. 56-86.
7
Gilda Waldman M., “Presentación”, en Maya Aguiluz Ibargüen y Gilda Wald-
man M., (coords.), Memorias (in)cógnitas. Contiendas en la historia, p. 15.

Represión y tortura en México en la década de 1970… / 119


financiera en un régimen autoritario de partido único en donde
la democracia en su sentido más incluyente y equitativo no tenía
cabida. Veamos aquí el caso de las .
El movimiento guerrillero desencadenado en Guadalajara
tuvo su origen a partir de la radicalización política del estudian-
tado universitario agrupado en el Frente Estudiantil Revolucio-
nario (), integrado en 1970 con contingentes de los barrios
populares de la ciudad y con jóvenes de la Juventud Comunista
() –como era el caso de los hermanos Campaña López– y de la
Liga Comunista Espartaco (), principalmente. En su afán por
abrir espacios democráticos al interior de la Universidad de Gua-
dalajara ( de ), el  se opuso hasta con las armas en la mano a
la Federación de Estudiantes de Guadalajara (),8 organización
gansteril que encabezó el control del gobierno priista en el inte-
rior de la Universidad entre los años cincuenta y principios de los
setenta.9
La radicalidad del  abrió tres cauces por los cuales transitó
el entusiasmo juvenil con el ánimo de integrarse a la acción gue-
rrillera en Guadalajara.10 Un primer grupo, el más numeroso, se
aglutinó en torno a la Liga Comunista 23 de Septiembre (23).

8
Francisco Juventino Campaña López, “Condiciones de reclusión. Testimonio
Revolucionario”, , fólder 12, pp. 4-7.
9
Numerosas fuentes ya conocidas, además del propio testimonio de Campa-
ña López, explican con detalle la historia de radicalización política y armada
en Guadalajara a partir del enfrentamiento sostenido por el  contra la .
Véanse: Sergio Aguayo Quezada, La charola. Una historia de los servicios de in-
teligencia en México; Sergio René de Dios Corona, La historia que no pudieron
borrar. La guerra sucia en Jalisco, 1970-1985; Ramón Gil Olivo, “Orígenes de la
guerrilla en Guadalajara en la década de los setenta”, en Verónica Oikión Solano
y Marta Eugenia García Ugarte, Movimientos armados en México, siglo XX, pp.
549-66, y Héctor Guillermo Robles Garnica, La guerrilla olvidada.
10
Antonio Orozco Michel, La fuga de Oblatos. Una historia de la LC-23S, pp. 53-
4, quien asegura que “había un tronco común del cual veníamos los tres grupos
guerrilleros, que era el movimiento estudiantil de la Universidad de Guadalajara
y en particular el , por lo mismo, algunos ya nos conocíamos y aunque tenía-
mos diferencias políticas e ideológicas, en general, había una relación cordial y
de respeto entre nosotros, cuando menos en una primera etapa”.

120 / Verónica Oikión-Solano


El segundo agrupamiento constituyó la Unión del Pueblo ().
La tercera organización erigida fueron las .
Las  se conceptualizaban a sí mismas como “núcleos re-
volucionarios”, y no se asumían como una “organización” cerrada
sino como un “movimiento […], aun cuando no disponga de
una estructura orgánica definida”.11 En el empeño por alcanzar
su objetivo –es decir, la toma del poder–, las  manifestaron
la necesidad de “unirse al pueblo, luchar junto a él, fortalecernos
con su impulso, protegerse en su seno”.12 El propósito era “sacu-
dirse el yugo de la dominación política, la miseria y la explotación
económica y la oscuridad de la ignorancia” a través de una ofensi-
va armada como “continuación de la lucha de siempre”, apelando
a un sentido histórico que “nos habla de las grandiosas tradiciones
guerreras de nuestro pueblo”.13
El método clandestino de dicha confrontación con el Estado
sería mediante “la acción revolucionaria”, “necesaria y posible”
para coadyuvar al desarrollo del proceso revolucionario llevado
a cabo por “el pueblo mexicano para su liberación”,14 en virtud
de que “la lucha revolucionaria es un hecho en todo el país”, por-
que habían surgido distintos grupos armados como un indicador
de que supuestamente se estaba generalizando “la conciencia de la
necesidad de la organización clandestina”, así como que “la sim-
patía de las masas hacia la organización revolucionaria existe y se
desarrolla hacia la colaboración”.15

11
“La Operación 15 de enero de 1972, Chihuahua”, en , fólder 8, p. 1.
12
Véase Francisco Pérez, “Lucha armada en México, en , fólder 14, p. 6.
13
Véase “La Operación 15 de enero de 1972, Chihuahua”, op. cit., p. 1. Las 
le dieron historicidad a su movimiento al colocarlo como una consecuencia di-
recta “de la derrota de las fuerzas populares de la Revolución de 1910-1917”, y,
por ende, afirmaban que “La lucha armada revolucionaria en México ha sido un
fenómeno continuo”. Véase, Pérez “Lucha armada en México”, op. cit., p. 2.
14
“La Operación 15 de enero de 1972, Chihuahua”, op. cit., pp. 1-2. El subra-
yado en el original.
15
Ibidem, p. 3.

Represión y tortura en México en la década de 1970… / 121


A partir de esta visión distorsionada de la realidad, las 
concluyeron que un peldaño más en la lucha armada debería ser
“hacia la unidad revolucionaria”, como un primer paso “en el es-
fuerzo unitario” que desembocaría finalmente en “la revolución
proletaria”.16
Las  asumieron que la lucha en México no había sido
clausurada con la institucionalización de la Revolución Mexicana,
puesto que existía una continuidad histórica que había desembo-
cado en el cauce de los años cincuenta y sesenta a través de las ex-
presiones de descontento y movilización de las clases trabajadoras
y la radicalización de distintas organizaciones políticas. Finalmen-
te, con la represión del movimiento estudiantil de 1968, las 
consideraron que “las fuerzas revolucionarias [ya] no se plantean
la lucha por el cumplimiento de las leyes, sino la organización
y la preparación para la guerra popular”. De ahí que se concibie-
sen como el germen de un movimiento proletario nacional de
carácter político militar, y adujeron que su concepción revolu-
cionaria estaba basada en el marxismo leninismo, en su vertiente
vietnamita, mediante una marcada admiración hacia su líder, el
presidente Ho Chi Minh”.17
Para enfrentar en mejores condiciones al Estado, las  se
pronunciaron por la necesidad de “organizarse para actuar y ac-
tuar para organizarse”, planteamiento sobre el cual construyeron
su línea táctica de “hostigamiento”, lo que significaba “actuar para
conocer al enemigo, y conociendo al enemigo, determinar el con-
tenido de nuestra preparación político-militar”, así como verificar
la correlación de fuerzas y “la potencialidad revolucionaria de las
masas”.18

16
Idem.
17
Pérez, “Lucha armada en México”, op. cit., pp. 5-6.
18
Ibidem, pp. 7-8. En dicho documento se pone de manifiesto la influencia
que las  recibieron de las Fuerzas Armadas Rebeldes () de Guatemala, a
través de uno de sus líderes, José María Ignacio Ortiz Vides, quien se encontraba
en México desempeñándose “como cuadro de la dirección de las ”. También

122 / Verónica Oikión-Solano


Dicha potencialidad debería ubicarse y definirse a partir de las
llamadas “zonas guerrilleras”, es decir, “un núcleo revolucionario
clandestino vinculado íntimamente a la vida de la localidad: al-
dea, cantón, barrio, ranchería, plantación, etc.”, como “la forma es-
pecífica de la vinculación con el movimiento popular de masas”.19
Finalmente, en el discurso de las  aparecieron muy des-
dibujados el Estado y sus fuerzas contrainsurgentes, lo que a la
postre sesgaría su análisis menospreciando la verdadera capacidad
represiva del gobierno.20

L    :


     

En contraste con las posibilidades teóricas argumentativas de las


, su actuación militar, aunque tuvo un primer impacto a su
favor, resultó precipitada y con un débil soporte estratégico a lar-
go plazo.
Su primer golpe tuvo su origen en la detención de militantes
de las - .21 La de Carlos Campaña López, en Guadalajara,
y Héctor Guillermo Robles Garnica el 10 de enero de 1972 en
Tamazula, Jalisco, y un día después con la aprehensión de Alfre-
do Campaña López, Salvador Rivera Delgadillo y Eunice Michel
Díaz en la capital tapatía. A todos se les imputaron asaltos a dis-
tintas empresas e instituciones bancarias en Guadalajara, pero Ri-
vera y Michel Díaz,22 aunque simpatizaban con el , sólo eran

las  aseguraron que la postura de “organizarse para actuar y actuar para or-
ganizarse” fue tomada de la experiencia revolucionaria guatemalteca transmitida
por Luis Augusto Turcios Lima, dirigente de las .
19
Ibidem, p. 9.
20
Ibidem, p. 11.
21
Testimonio de Campaña López, p. 7. Robles Garnica menciona que “Nues-
tro grupo dio origen posteriormente a las Fuerzas Revolucionarias Armadas del
Pueblo”, pp. 115 y 170.
22
Robles Garnica afirma en su testimonio, p. 277, que Eunice Michel y Salvador
Rivera fueron sometidos a bárbara tortura, experiencia que los radicalizó para
enfrentar al Estado. Cuando fueron excarcelados, tomaron la determinación de

Represión y tortura en México en la década de 1970… / 123


amigos de Alfredo Campaña y desconocían las acciones de las
. Aún así todos fueron torturados y, posteriormente, ingre-
sados en la prisión de Oblatos en Guadalajara el 15 de enero de
ese mismo año.23
Al cabo de un año y cinco meses de aquellos hechos, el 4 de
mayo de 1973 un comando de las , encabezado por Francisco
Juventino Campaña López, secuestró a Terrance George Leonhar-
dy, el cónsul norteamericano en Guadalajara, con la intención de
canjearlo por los presos de las  y por un grueso contingente
de militantes en prisión de otras organizaciones armadas, y para
dar a conocer los propósitos del grupo guerrillero.
La acción del secuestro, llamada por las  “Operación 15
de enero de 1972, Chihuahua”,24 resultó impecable y sorprendió
por su impacto al gobierno mexicano que, estando de por medio
Estados Unidos, tuvo que ceder a todas las exigencias de las .
En su comunicado número uno, –difundido de manera forzosa
por los medios de comunicación– explicaron los objetivos del se-
cuestro de “un miembro de la clase explotadora […], representante
de los intereses del capitalismo norteamericano”: poner en libertad
a un total de treinta presos políticos, concentrarlos en la Ciudad
de México y enviarlos a todos el día 6 de mayo por vía aérea a
La Habana. El canal 2 de televisión y la radio también deberían

integrarse a las .


23
El testimonio de Robles Garnica es espeluznante: “Me llevaron a una celda to-
talmente vacía. Ahí estaba otro sujeto con una mirada de sádico y psicópata, en
la mano llevaba una picana para aplicar toques eléctricos. Me la puso en la cara,
ojos; nunca había visto estrellas tan grandes; en la boca y por todos lados. Ahí
me oriné en los pantalones por segunda ocasión. Entre dos me sujetaban; por-
que cada vez que aplican los toques te caes, sin control alguno. Por eso la celda
estaba vacía porque después llegan a lavarla de vómitos, mierda, orines o sangre,
con una manguera de agua y así queda lista para el siguiente”, en p. 125.
24
La Operación del 15 de enero de 1972, en Chihuahua, fue planeada para
realizar un triple asalto bancario en la ciudad de Chihuahua en esa fecha por
miembros del grupo armado denominado Núcleo Central, o simplemente “N”,
liderado por Diego Lucero, y en donde participaron “orgánicamente” militantes
del . Véase José Luis Alonso Vargas, Memorias 1945-1979, pp. 109-10.

124 / Verónica Oikión-Solano


difundir por la noche del día 5, y la prensa escrita el día 6, un pro-
nunciamiento político que posteriormente se entregaría. Las 
conminaron al gobierno a no realizar ninguna movilización militar
o policiaca en el territorio jalisciense “mientras duran las negocia-
ciones y hasta que entreguemos al burgués que hemos detenido”.
La difusión del comunicado a través de distintos medios se-
ría la muestra de que el gobierno mexicano aceptaba sin reparos
todos los requerimientos del grupo armado. Las  aseguraban
que en caso de que la prensa no lo difundiera el cinco de mayo,
acordarían la ejecución del cónsul.25
A mediodía del día cinco fue entregado el comunicado núme-
ro dos con el listado de los treinta presos políticos que deberían
ser excarcelados y remitidos a Cuba,26 y pocas horas después en
esa misma fecha también se hizo público el comunicado número
tres dirigido “Al Proletariado Mexicano”, con el objetivo de dar a
conocer “el por qué de nuestra lucha” para “acabar con los ricos
y su gobierno que es gobierno de explotadores” contra “el pueblo
mexicano […], oprimido brutalmente por la burguesía, la miseria
está presente en la mayoría de los hogares, la violencia del sistema
está generalizada en los diversos aspectos de la vida social”. Por lo
tanto, “manifestamos que estos momentos son de lucha constante
y […] no descansaremos hasta vencer o morir”.27
Finalmente, al día siguiente, 6 de mayo, volaron los excarcela-
dos a La Habana, en el contingente iban Alfredo y Carlos Cam-
25
Comunicado número 1 en , fólder 10. También se transcribe dicho co-
municado en el informe de la Dirección Federal de Seguridad () titulado
“Estado de Jalisco” del 4 de mayo de 1973, y suscrito por el director Luis de la
Barreda Moreno, en , en , vol. 2607, exp. único.
26
“Comunicado número 2. Compañeros presos políticos que deben ser libera-
dos”, transcrito en el informe de la  titulado “Secuestro del Cónsul de los
Estados Unidos de Norteamérica en Guadalajara, Jal. Terrance G. Leonhardy”
del 5 de mayo de 1973, en /, vol. 2607, exp. único.
27
Comunicado número 3 “Al Proletariado Mexicano” en , folder 11, y re-
producido en el informe de la  titulado “Secuestro del cónsul de los Estados
Unidos de Norteamérica en Guadalajara, Jal. Terrance G. Leonhardy”, de fecha
5 de mayo de 1973, en /, vol. 2607, exp. único.

Represión y tortura en México en la década de 1970… / 125


paña López, así como Héctor Guillermo Robles Garnica. A partir
de la liberación del cónsul, el aparato de seguridad del Estado dio
inicio la cacería.28

E      

Francisco Juventino Campaña López fue detenido el 6 de agos-


to de aquel año de 1973 en la carretera que va de Culiacán a
Mazatlán, luego de un accidente automovilístico. Por la propa-
ganda y documentos que portaba, pero sin conocer su verdadera
identidad, fue llevado al cuartel de la Policía Judicial y sujeto a
interrogatorio bajo tortura, primero con golpes en todo el cuer-
po desnudo, y posteriormente obligado a hincarse “sobre algo así
como un palo de escoba, con los brazos extendidos en cruz y con
varios reflectores de alto voltaje con pantallas refractarias, aplica-
dos directamente en la cara y los ojos, con la exigencia de que los
abriera y mirara fijamente la luz”. Las preguntas iban encamina-
das a averiguar si había sido entrenado en Corea del Norte, y en
qué asaltos bancarios había participado; querían saber también
a qué grupo pertenecía. Luego fue trasladado a una celda donde
se le incorporó un “preso” que no era tal, sino un informante para
obtener toda la información posible. Esta situación de indefen-
sión y de tortura continua duró los días 6 y 7 de agosto, al cabo
de los cuales el dirigente de las  “tenía la cara hinchada y las
cejas partidas; el lado izquierdo del tórax, a la altura del pecho,
principalmente, sumamente hinchado y amoratado”.29 Estaba en
manos de la Dirección Federal de Seguridad () y se resolvió
trasladarlo a la Ciudad de México. El viaje por tierra, entre los
días 8 y 9, significó otra terrible tortura –le fue prohibido sentarse
bajo la amenaza de romperle la cara de un culatazo, y para asegu-
28
Informe de la  titulado “Fuerzas Revolucionarias Armadas del Pueblo”, en
/, vol. 2607, exp. único, y Robles Garnica, La guerrilla olvidada, op.
cit., pp. 200 y ss.
29
Testimonio de Campaña López, p. 11.

126 / Verónica Oikión-Solano


rarse de que no lo hiciera se le asestó un fuerte golpe que le fractu-
ró el cráneo–; se le amarraron los brazos, las muñecas, las piernas
y los pies, se le vendaron los ojos y se le obligó a permanecer en
una sola posición acostado boca abajo, “sobre la lámina acanalada
del piso de la caja de la camioneta” que fue tapada con una lona,
y que lo cubría a Campaña de pies a cabeza, de tal suerte que el
calor intenso “iba haciendo en el interior una atmósfera cada vez
más asfixiante”. Tampoco se le proporcionaron alimentos ni agua
durante todos esos días, y “no se me permitía satisfacer ninguna
necesidad. Si alguna había, no se me permitía moverme de donde
iba y ahí tenía que desahogar”.30
Al llegar a la Ciudad de México fue conducido a los sepa-
ros de la . En el rememorar de esos momentos tan terribles,
Campaña acota: “No me alcanzo a imaginar todo aquel edificio,
aquel aparato, aquella maquinaria. Aquel conjunto de gentes de
las más diversas, desde oficinistas y agentes del ministerio, hasta
barrenderos y mensajeros, pasando por el cuerpo de torturadores
o ‘investigadores’, funcionando como todo un equipo, encargado
de arrancar declaraciones mediante el dolor y la tortura”. Ahí, en
ese escenario, escuchó de improviso que alguien lo reconocía y
mencionaba su nombre, muy probablemente un compañero suyo
de cuando ambos laboraron en Petróleos Mexicanos.31 De inme-
diato comenzó el interrogatorio conducido por Miguel Nazar
Haro,32 acompañado por “unos diez o doce torturadores”.33

30
Ibidem, p. 12.
31
Ibidem, pp. 4 y 8. Campaña estudió ingeniería química en la Universidad de
Guadalajara y trabajó en la refinería de Ciudad Madero en Tamaulipas. Fue
despedido en 1972, en su calidad de personal de confianza y transitorio. Fue
un periodo en el que constató “en toda su crudeza lo que es la represión contra
toda disidencia […organizada] por los líderes charros que encabezan Joaquín
Hernández Galicia ‘La Quina’ y ‘El Burro’ Barragán’”.
32
Miguel Nazar Haro ingresó a la Dirección Federal de Seguridad el 16 de febre-
ro de 1960, a la postre se convirtió en su director. Véase, Jorge Torres, Nazar, la
historia secreta. El hombre detrás de la guerra sucia.
33
Testimonio de Campaña López, p. 14.

Represión y tortura en México en la década de 1970… / 127


Nazar lo recibió diciéndole: “’¡Mira nomás cómo te dejaron!’
[...]. ‘¡Por más que les digo que no es necesario golpearlos tanto
para investigar y que confiesen!’ […]. ‘Por lo que veo, te trataron
muy mal en Sinaloa. Aquí no somos tan pendejos. Quiero que
colabores y me digas lo que sabes […]. Sólo me vas a decir de
la cuestión política’”,34 e insistentemente le exigió a Campaña:
“’¡Quiero que me digas tu nombre, tu domicilio y el de tus com-
pañeros! Todo en lo que has participado. Organización. Cuántos
comandos la componen. Cómo funcionan. Quiénes son los jefes.
Dónde se entrenan. Cuánto te pagan. ¡Vamos, habla! Comenzan-
do hijo de…’”. Campaña sólo repetía “Ya le dije que no sé nada”.
Se hartó Nazar de la respuesta e inició la tortura; “’¡Vamos, rápido!
¡Levántelo! ¡Súbanlo a las paralelas! Vamos a ver si no hablas’”.
La intensidad del sufrimiento fue creciendo, y “cuando desnu-
dándome comenzaron a tocar las partes dolidas y más golpeadas,
el dolor y la desesperación se hicieron intensos”, aunque seguía
muy firme en su posición de no ofrecer información, ya que “cada
militante sólo conocía su propio domicilio, y nada más”. Campa-
ña mantenía su entereza porque “en esta forma se puede soportar
todo hasta las últimas consecuencias”, es decir, la muerte a cam-
bio de mantener vivo y militante el ideal socialista. Se reanudó la
tortura: “Comenzaron los golpes, aplicación de corriente eléctrica
en todas las partes nobles, combinándolo con inmersiones en las
pilas de agua hasta el punto de la asfixia. Cuando creyeron que
estaba desmayado, me tiraron al suelo donde me patearon para
que me levantara y  [Miguel Nazar Haro] se subió en mí”.
Unas horas después, Nazar le espetó: “Esto es una guerra y te tocó
perder. Estás en mis manos y sólo te queda hablar lo que sabes
[…]. Te puedo partir la madre y a nadie le importa”.35
Adrede, Campaña mantuvo su silencio para que otros de sus
compañeros aprovecharan sus cuatro días de detención para mo-

34
Ibidem, p. 15.
35
Ibidem, pp. 17-8.

128 / Verónica Oikión-Solano


vilizarse y eventualmente escapar al acoso policiaco. Pero también
ese silencio continuado que se repite en distintos momentos de
su detención, representó una postura política, un pequeño res-
quicio para la expresión de su espíritu libertario frente a los actos
ominosos del torturador. Campaña utilizó paradójicamente toda
la fuerza que podría representar su silencio en actitud de desafío
frente a la ofensiva del Estado represor.
Al fin, Campaña sólo proporcionó los datos de su historial
personal, es decir, su propio nombre, y a la pregunta sobre su par-
ticipación, contestó: “Caso Terrance George Leonhardy”. A partir
de esta respuesta fue acosado por Nazar para que le facilitara toda
la información relacionada con “cuántos comandos participaron y
cuántos componen la organización”. De ahí en adelante Campa-
ña volvió a repetir que no sabía nada: “A mí me dijeron que fuera
y fui. No conozco a nadie”. Nazar se desquició de nueva cuenta y
aplicó “torturas físicas, simulacros [de fusilamiento], interroga-
torios. Torturas físicas, simulacros, interrogatorios, recuperación,
siempre encerrados en lo mismo. Hasta más o menos el día 18 o
19 de agosto”. Durante todo ese tiempo a Campaña se le inmo-
vilizó, y no se le proveyó de alimento alguno. Nazar, en persona
le propinó un rodillazo en la frente, “golpe que me produjo una
fuerte inflamación que luego los mismos médicos que controlan
los efectos de la tortura, atendieron”.36
Dicha atención resultó del todo insuficiente por la gravedad
del estado físico que presentaba Campaña, que para esas fechas
ya deliraba, con un dolor insoportable por “la venda que me cu-
bría los ojos, a causa de la inmersión en el agua, de las fricciones,
el movimiento y los golpes, se me había ajustado demasiado, de
tal manera que prácticamente se me había hundido en la nariz,
produciéndome un intenso dolor en toda la cabeza […]. Para en-
tonces me quejaba permanentemente”. Al cabo de muchas horas, y
a insistencia constante de Campaña, un guardia le aflojó la venda.

36
Ibidem, p. 19.

Represión y tortura en México en la década de 1970… / 129


De tal manera fue conociendo y reconociendo a sus captores,
“no todos eran iguales”; los más sádicos y psicópatas alardeaban de
“las violaciones de compañeras presas”, y los había “abiertamente
represivos, que gozaban al torturar y hacer sufrir a la gente, hasta
por los más mínimos detalles. Algunos se confesaban estudiantes
de la , otros que habían sido entrenados en Estados Unidos
y en Panamá, en las bases militares yanquis. Pero había otros que
definitivamente no gozaban con torturar”. Campaña agrega un
factor de diagnóstico significativo, el proceso de descomposición
de los cuerpos policiacos, para entender la supresión de esa cor-
poración años más tarde: “A la larga estos organismos represivos
y torturadores encontrarán en sí mismos elementos que, sin ser
los determinantes, sí coadyuvarán a su propia destrucción como
tales”.37
Finalmente, alrededor del día 19 pararon las torturas y le “un-
taban pomada en las quemaduras, en los golpes, en los moretones
y heridas. Me daban pastillas para los dolores y golpes internos.
Con el ojo izquierdo casi no veía”. Lo estaban preparando para
presentarlo ante el juez. Nazar le confió: “Mira, tuviste suerte de
que la  no se hiciera cargo de la investigación, como querían,
pues ya andaban aquí. Con ellos sí te habría ido mal”. El 24 de
agosto se le presentó públicamente “acusado de mi participación
en el secuestro del Cónsul Norteamericano en Guadalajara, Jal.,
Terrance G. Leonhardy, como militante del Frente Estudiantil
Revolucionario () y de las Fuerzas Revolucionarias Armadas
del Pueblo ()”.38
Campaña fue recluido a partir de esa fecha en la prisión de
Oblatos en Guadalajara, y mantenido en aislamiento en la sección
denominada “El Rastro”, controlada por la ; era un área “de
unos 10 por 25 metros, totalmente cerrada por bardas y aislada
del resto de la población penitenciaria”, con el fin de intimidar y

37
Ibidem, p. 20.
38
Ibidem, p. 21.

130 / Verónica Oikión-Solano


quebrantar el ánimo de los presos, sujetos a cualesquier situación
vejatoria, y crear un ambiente de total desconfianza para alentar
suspicacias y diferencias entre los mismos recluidos. Un mes des-
pués de soportar estas condiciones, decidieron los internos lan-
zarse a una huelga de hambre para exigir se cancelara la situación
de segregación y aislamiento. El Procurador del Estado de Jalisco,
acompañado de la prensa, visitó el penal el 16 de septiembre y esto
contribuyó a divulgar en el exterior la huelga de hambre; y aunque
no consiguieron revertir las condiciones en que se encontraban al
menos Campaña constató “que aún dentro de la cárcel es posible
la lucha”. La huelga fue levantada veintiún días después.39
Sobrevino entonces el secuestro simultáneo de Anthony Dun-
can Williams, cónsul honorario de Gran Bretaña en Guadalajara,
y del empresario tapatío Fernando Aranguren Castiello, realizado
el 10 de octubre por la Liga Comunista 23 de Septiembre 23;40
“bajo esas condiciones fuimos excarcelados varios compañeros,
entre ellos yo y sometidos a torturas durante tres días”, –testimo-
nia Campaña. La excarcelación era una práctica ilegal y criminal
por parte de la , y se les aplicaba a los presos políticos “el día
y la hora que se le antojara para las comunes ‘investigaciones’”.
Campaña y sus compañeros fueron llevados a “La Mojonera”, así
se le denominaba al cuartel militar del Cuarto Batallón de Infan-
tería, “lugar en que fuimos torturados tanto por elementos de la
Policía Militar como de la ”.41
Las sesiones de tortura fueron realizadas “en los baños donde
las tazas estaban sucias ex profeso, pues nos metían la cabeza en
ellas”. El comandante de la Policía Militar se ensañó contra Cam-
paña: “me golpeó la cabeza contra el piso y por la parte de la nuca,
golpe que me originó otra fractura en el cráneo. En otro momen-
to de la tortura, entre dos de los torturadores, me agarraron, uno

39
Ibidem, pp. 22-3.
40
Véase, De Dios Corona, La historia que no…, op. cit., pp. 79-84.
41
Testimonio de Campaña López, p. 23.

Represión y tortura en México en la década de 1970… / 131


de cada pierna, y acostado de espaldas ellos me golpearon indis-
criminadamente los testículos y la vejiga”. Pero el tormento –que
resentía aún más Campaña a causa de la debilidad física producto
de la huelga– no paró ahí. En su testimonio agrega que “segura-
mente por la saña con que fui golpeado en las partes nobles, […]
vomité bilis e hicieron que me la comiera. Las patadas por todo
el cuerpo, mientras me ponían a hacer lagartijas, fue otro de los
métodos de tortura de que fui objeto. También me liaron como
un cohete con una cuerda, y colocándome una bota por cada lado
de la cabeza, me taparon la nariz a la vez que me conectaron una
manguera de agua en la boca hasta llegar al punto de la asfixia”.
Campaña estaba exhausto y desfallecido, e increpó a sus tortu-
radores: “Me deberían de matar de una vez”. La respuesta fue en
tono sádico: “No, si, si lo vamos a hacer, pero lentamente. ¿Qué
creías? ¿Vas a hablar?” A lo que replicó Campaña: “Domicilio”, lo
que provocó una movilización impresionante de las corporacio-
nes militares y policiacas, cuyos miembros por fin estaban seguros
de que Campaña “¡Va a hablar! ¡Ya va a hablar!”. A la pregunta ex-
presa del domicilio exacto, Campaña replicó que no lo recordaba;
se lo llevaron con un gran despliegue de fuerzas por el rumbo de
la glorieta del Charro en la capital tapatía para que identificara la
casa de seguridad. Sin embargo, todo fue una treta de Campaña,
pues “aquella casa hacía seis meses que la habíamos abandonado.
Yo personalmente había sacado las últimas cosas”.42
Los torturadores se dieron cuenta del engaño: “te has estado
riendo de nosotros. Nos has estado mintiendo. Pero ahora vamos
nuevamente a donde ya sabes. Ahora la cosa va ser peor”.43 Lo
llevaron de nueva cuenta a “La Mojonera”, pero para su sorpresa
ya no lo torturaron. Es muy posible que ya en esos momentos
las fuerzas de seguridad tuvieran confirmada la autoría del do-
ble secuestro.

42
Ibidem, pp. 24-6.
43
Ibidem, p. 26.

132 / Verónica Oikión-Solano


Una vez que Campaña y sus compañeros fueron ubicados de
nueva cuenta en la cárcel de Oblatos, las torturas a las que había
sido sometido tuvieron consecuencias graves. Confirma en su tes-
timonio que “tenía clavado un dolor intenso” en el pecho, y unas
horas después “estaba todo hinchado del cuerpo y la cara. A par-
tir de ahí comencé a sufrir dolores más intensos aún. Especie de
cólicos renales”. En solidaridad con él, familiares de otros presos
consiguieron la entrada al penal de un médico y de medicinas.
Sólo al cabo de unos ocho meses sintió cierta mejoría.44

L    :


     

La Operación “Tlatelolco, 2 de Octubre de 1968” fue llevada a


cabo por las  el 28 de agosto de 1974, mediante la cual fue
privado de su libertad el licenciado José Guadalupe Zuno Her-
nández, suegro de Luis Echeverría, y miembro connotado de la
clase política jalisciense. En el comunicado de las  dirigido
“Al Pueblo de México” y repartido en lugares públicos de Guada-
lajara, se calificó a Zuno como “un burgués y representante de la
clase explotadora en el poder”, y se justificó la acción de secues-
tro asegurando que “a ningún mexicano honesto escapa que en
México vivimos un ascenso hacia una clara situación revolucio-
naria donde, desde hace ya mucho tiempo, este tipo de acciones
encajan perfectamente”, y por tanto, y desde su perspectiva, era
menester realizar una guerra de desgaste contra el sistema capita-
lista pues era “evidente que la correlación de fuerzas mundiales
favorece a las fuerzas que pugnan por los cambios revolucionarios
hacia el socialismo”.45

44
Ibidem, p. 27.
45
Comunicado de las  “Al Pueblo de México” dando a conocer la Operación
“Tlatelolco, 2 de Octubre de 1968”. Anexo al Informe titulado “Estado de Ja-
lisco”, suscrito por el director de la , 1 de septiembre de 1974, en /,
caja 2723.

Represión y tortura en México en la década de 1970… / 133


Las exigencias del grupo armado incluyeron la “inmovilización
de todas las fuerzas represivas mientras el detenido esté en nuestro
poder”, la publicación del comunicado dirigido “Al Pueblo de
México”, la excarcelación de diez presos políticos46 y la cantidad
de veinte millones de pesos.47
Mientras, Zuno Hernández fue mantenido en una casa de se-
guridad en Guadalajara. Pero el gobierno de Luis Echeverría no
concedió ninguna de las pretensiones de las . Por su parte,
la numerosa familia Zuno Arce en Guadalajara llegó al acuerdo
de “luchar por la liberación de su padre exclusivamente a tra-
vés de una campaña popular” dada la trayectoria “revolucionaria”
de Zuno Hernández, tanto en la política, por haber sido gober-
nador de Jalisco, como por su ingente presencia en el medio inte-
lectual y docente de la Universidad de Guadalajara. La campaña
organizada por la familia Zuno se tradujo en una manifestación
pública el día 30 de agosto con la concurrencia de campesinos,
profesores y estudiantes en el centro de la capital tapatía, quienes
exigieron su liberación,48 poniendo en evidencia que la figura de
Zuno concitaba a su favor adhesiones de distintos sectores jalis-
cienses por su imagen y estatus de “revolucionario”, y obraba en
contra de los objetivos del grupo armado.
Por su parte, el comando de las  envió al periódico Excél-
sior una entrevista en la que el secuestrado aseguraba que la lucha
por la vía de las armas era “una de las formas más efectivas de
llegar a lo que pretende el grupo guerrillero”, y añadía que “el ré-
gimen actual [es decir, el gobierno de Echeverría] se ha cargado al
lado de la reacción capitalista y esto naturalmente le resta validez,
46
De acuerdo con el testimonio de Robles Garnica, La guerrilla olvidada, op.
cit., p. 243, la Operación “Tlatelolco, 2 de Octubre de 1968” tuvo la intención
de rescatar a “Juventino Campaña López, Ricardo Rodríguez Moreno y Rubén
Ramírez González”.
47
Las demandas se encuentran transcritas en Mario Rivera Ortiz y Mario Rivera
Guzmán, El secuestro de José Guadalupe Zuno Hernández. (Un capítulo de la lucha
guerrillera en el México de 1974), p. 8.
48
Ibidem, p. 12.

134 / Verónica Oikión-Solano


crédito y fuerza en la opinión pública”.49 Ya fuera por presión ejer-
cida sobre el secuestrado, o por estrategia de Zuno, viejo zorro de
la política –que de paso medía fuerzas con su yerno, el presidente
de la República–, la realidad fue que las declaraciones de Zuno y
las condiciones de su secuestro no le dieron margen de maniobra
a las .
En tanto, las fuerzas de seguridad actuaron de inmediato can-
celando la visita en el penal de Oblatos con la orden de encerrar
a los presos de las . Gracias a la intensa movilización del ya
entonces configurado Comité de Familiares de Presos Políticos,
encabezado por Luciano Rentería, se logró mantener “vigilancia
y un sistema de información para saber al momento quiénes y a
qué horas éramos excarcelados”. Aún así, Campaña fue llevado
junto con otros de sus compañeros a “La Mojonera”,50 en donde
nuevamente le fue aplicada la tortura; “algunos compañeros –re-
cuerda– fueron colgados por las muñecas, con los brazos coloca-
dos a la espalda, lo que les produjo daños físicos irreversibles en
los nervios que regulan el movimiento de los dedos de las manos”.

49
Ibidem, pp. 9-10. Robles Garnica también reproduce en su testimonio, pp.
244-6, la entrevista grabada que sus captores le hicieron a Zuno, y cuyas pregun-
tas y respuestas se encuentran en el documento consultado por Robles Garnica
y que lleva por título “Preguntas y respuestas que se hicieron en cuanto el Lic.
José Guadalupe Zuno Hernández, permaneció secuestrado”, en /, exp.
80-98-74 H-189 L-1
50
Véanse la reflexión y comentarios de Orozco Michel sobre estos aconteci-
mientos, en La fuga de Oblatos, op. cit., pp. 54-6. Para evitar las excarcelaciones
ilegales, Orozco apunta que los presos de la , la Liga y las  se unieron
en “acciones de oposición y resistencia” para impedir que aquéllas continuaran
realizándose con total impunidad, y gracias a la integración del primer Comité
de Familiares de Presos Políticos constituido en Guadalajara, encabezado por
Luciano Rentería –cuyo hijo Armando se encontraba preso– y Enrique Veláz-
quez Martín, con la asesoría jurídica de Alejandro Herrera Anaya para la defensa
de los presos. Orozco finalmente reconoce también la activa participación de
Samuel Meléndrez Luévano, dirigente estatal del Partido Comunista Mexicano
(), quien junto con los miembros del Comité “hacían guardia fuera del pe-
nal cada vez que había amenaza de que durante la noche llegaran por algún o
algunos compañeros para llevarlos a nuevos interrogatorios y nuevas torturas”.

Represión y tortura en México en la década de 1970… / 135


En medio de la tortura, de nuevo Nazar Haro le espetó: “’Ahora
sí se fueron grandes. ¡Mira que secuestrar al suegro del Presidente
de la República! […]. Yo creo que de ésta no sales’”. Inclusive, el
general Federico Amaya Rodríguez, comandante de la XV Zona
Militar, le aseguró a Campaña que tenía “órdenes […] terminan-
tes”, de que si ajusticiaban a Zuno, “nosotros los vamos a matar a
ustedes”, y le exigió que se comunicara a toda costa y de cualquier
modo con su hermano Ramón, –a quien atribuían la autoría del
secuestro, para que soltara a Zuno.
Debido a la presión que ejercieron los familiares de los presos,
éstos fueron sacados de “La Mojonera” y conducidos a una casa de
seguridad, es decir, a una cárcel clandestina, bajo la custodia de ele-
mentos de la División de Investigaciones para la Prevención de la
Delincuencia ().51 En ese lugar Campaña fue requerido nueva-
mente por Nazar para obligarlo a hacer un llamado público (en los
medios de comunicación) a sus compañeros de las  para liberar
a Zuno. “Ni asentí ni negué nada ante la petición” –dice Campaña.
“Simplemente me quedé callado como símbolo de desaprobación.
No lo hice, ni lo habría hecho, bajo ninguna condición”.
Así las cosas, Nazar presionó aún más a Francisco Campaña
mediante la detención de su padre, una tía y una hermana.52 La
escena del encuentro entre padre e hijo resulta desgarradora por-
que se desarrolló en medio de la casa de campo propiedad de la
familia Zuno. Ahí lo estaban esperando la señora de Zuno y su
hija María Esther, esposa de Echeverría, ambas intercedieron por
el viejo patriarca. La señora de Zuno argumentó: “’Mi esposo es
muy bueno, no le ha hecho mal a nadie y está enfermo […]. Yo
51
Testimonio de Campaña López, pp. 28-31.
52
Su padre, de 70 años, fue torturado también, y en las sesiones de tortura sufrió
“varios ataques al corazón pero me atendieron los médicos de ellos mismos”. La
tía de Campaña tenía más de 70 años. A su padre lo detuvo el ejército en San
José, en Sonora, y los federales a su hermana Panchita y a su tía Matilde en Co-
salá, Sinaloa. A los tres los condujeron a Guadalajara, y a su padre lo obligaron
a hacer un llamado televisivo a las  para exhortarlas a liberar a Zuno, en
Ibidem, p. 34.

136 / Verónica Oikión-Solano


no sé qué puedas hacer por él, pero si puedes hacer algo, hazlo.
No me contestes ni me digas nada’”. En su reflexión, Campaña
admite que la señora de Zuno tenía “una gran fuerza moral”, y
que “si en mis manos hubiera estado ayudar en la solución de su
problema, lo hubiera hecho por ella”.53
Esther Zuno aceptó la petición del progenitor de los Campa-
ña para que Juventino y su padre se encontraran por última vez,
y para que “’te pidiera que a ver si tú puedes ayudarlos para que
suelten a Zuno”. Pero Juventino Campaña estaba seguro de que su
hermano Ramón no estaba involucrado en el secuestro, debido
a que junto con “Manzo” –Francisco Javier Martínez Mejía–, re-
cién habían sido puestos en libertad en Sonora, “y se han de estar
recuperando de las torturas”.54
En su despedida, el padre de Campaña le objetó a su hijo: “’En-
tonces, ¿ni cuando me esté muriendo los voy a ver?’” La réplica
de Francisco Juventino fue una respuesta coherente de militancia
revolucionaria: “éste es el camino que libremente hemos escogido.
Usted siempre nos dio libertad para escoger el camino que qui-
siéramos. Nadie nos ha obligado. Actuamos así porque creemos
que es lo mejor […]. Lo amamos a usted mucho, […], porque
llevamos dentro el fuego que nos impulsa a luchar contra toda
injusticia […]. Por eso amamos más la lucha revolucionaria que es
una fuerza transformadora”. Con convicción militante, Campaña
remató: “Incluso, si llegamos a morir en la lucha, usted no debe
preocuparse. Amamos la vida porque la apreciamos en su real di-
mensión; pero perderla, por poner a salvo nuestras propias convic-
ciones, que son las de todo un pueblo, vale el sacrificio. Esté seguro
53
Ibidem, pp. 31-3.
54
En su testimonio, p. 43, Campaña asegura que su hermano Ramón y “Man-
zo” fueron aprehendidos en Ciudad Obregón, Sonora, y vendados y amarrados
fueron conducidos a Hermosillo para ser “sometidos a cruentas torturas a lo
largo de todo un mes”, con la pretensión de implicarlos “en múltiples hechos
protagonizados por algunas organizaciones revolucionarias de aquel Estado. Al
no poderles comprobar nada, los soltaron no sin antes haberlos hecho comer ex-
cremento y a Francisco Javier haberle quebrado varias costillas y roto la nariz”.

Represión y tortura en México en la década de 1970… / 137


de que siempre estaremos pensando en Usted. Estaremos unidos
en el pensamiento, aunque físicamente nos encontremos lejos”.55
Al término del encuentro, Esther Zuno encaró a Juventino
Campaña para cuestionarlo: “’¿Qué piensan hacer de México?,
¿a dónde piensan llevarlo con su insensatez?’”. Pero Campaña
guardó silencio, y para sí mismo reflexionó sobre la actitud de la
esposa del presidente: “Estaba representando el poder oficial de
los explotadores poniendo al frente la fuerza y atrás la debilidad
[…]. Hablaba con la fuerza del poder, pero en su voz se notaba
un ligero quebranto, algún ligero sollozo reprimido. Quizá debí
contestarle que ninguna lucha que se genera del seno mismo de
la inconformidad de los explotados tiene visos de insensatez. Que
pensamos que las masas trabajadoras y explotadas deben tomar
en sus propias manos la solución de sus problemas hasta llegar a
construir el socialismo en México”.56
En medio de esa encrucijada, el comando que realizó el secues-
tro de Zuno acabó por aceptar –en una reunión interna– haber
cometido “una grave equivocación política”,57 luego de sopesar
la difícil situación de cerco y hostigamiento policiaco –material-
mente Guadalajara y su zona metropolitana fueron sometidas a un
estado de sitio–, por un lado, y, por el otro, el rechazo público del
secuestro por parte de distintos sectores de la sociedad jalisciense
y de la nación. Al final –luego de una votación– los militantes
de las  resolvieron la liberación de Zuno al día siguiente,
7 de septiembre.58
Sin embargo, el aparato de seguridad rastreó rápidamente a los
integrantes del grupo armado y consiguió la detención en Gua-
dalajara y en Guanajuato de trece personas el día 26 de ese mes.
David López Valenzuela, Caridad de Monserrat Moreno Díaz y

55
Ibidem, pp. 34-5. Su padre, narra Campaña, murió poco tiempo después de
aquellos hechos.
56
Ibidem, pp. 35-6.
57
Rivera Ortiz y Rivera Guzmán, El secuestro de José…, op. cit., pp. 21-7.
58
Ibidem, pp. 13, 29 y 33.

138 / Verónica Oikión-Solano


José Manuel Arredondo Villarreal aseveraron en sus declaraciones
haber perpetrado el secuestro de Zuno “porque pensaban obtener
a cambio la libertad de Francisco Juventino Campaña López, Ho
Chi Minh”, y otros compañeros suyos.59

E     

Con amenazas e intimidaciones constantes, así como con la re-


quisa de libros y objetos personales, el aparato represivo tuvo
como objetivo “mantener la tensión y ocasionarnos el desgaste
del sistema nervioso a partir de tornarnos más críticas las lógicas
crisis que el encierro permanente produce”. Amén de instigar en-
tre los presos políticos dudas, suspicacias, recelos y enfrentamien-
tos contra sus demás compañeros; situación aprovechada por la
policía política para quebrar su unidad interna y para obtener
información mediante la provocación y la intimidación, así como
a través de la labor de espionaje impuesta a elementos jóvenes de
extracción lumpen que funcionaban como informantes.
En esta situación de ilegalidad, Campaña explica que fue so-
metido a otras sucesivas excarcelaciones ilícitas, como cuando el
grupo guerrillero de la  colocó artefactos explosivos en distintos
puntos de la capital tapatía,60 o cuando fue asesinado Carlos Ra-
mírez Ladewig, el líder de la .61

59
Ibidem, pp. 29-30. Rivera Ortiz y Rivera Guzmán se refieren al periódico
Excélsior (México), que en su edición del 27 de septiembre mencionó a Ra-
món Campaña López, Francisco Javier Martínez Mejía, José Godínez Espinosa
y Jesús Pacheco Velázquez, militantes de las , como prófugos de la justicia
en el caso del secuestro de Zuno, p. 30. Por su parte, Campaña López en su
testimonio, p. 34, aseguró, luego de la detención de su hermano, que “Ramón
Campaña López […] se encuentra compurgando una pena de 29 años por el
caso Zuno, en el cual NO participó, mientras Francisco Javier Martínez Mejía
‘Manzo’, se encuentra en calidad de perseguido político”.
60
Jesús Zamora García, “La Unión del Pueblo en Guadalajara (1972-1978)”, en
Verónica Oikión Solano, (ed.), Violencia y sociedad. Un hito en la historia de las
izquierdas en América Latina, pp. 223-54.
61
Testimonio de Campaña López, pp. 36-41.

Represión y tortura en México en la década de 1970… / 139


Inclusive, a partir de las primeras visitas realizadas al reclusorio
por organismos de derechos humanos y de apoyo a los presos polí-
ticos, las autoridades penitenciarias los presentaban a éstos “como
delincuentes del orden común; se nos amenazaba e intimidaba,
velada o abiertamente de volvernos a torturar si denunciábamos
las condiciones de cautiverio en que se nos mantenía, las torturas
de que habíamos sido objeto, etcétera”.62
En abril de 1976 Ramón Campaña fue apresado en Guada-
lajara junto con su pareja, Trinidad Cueva Torres. Ambos fueron
torturados, “uno en presencia del otro” por los elementos de la
Policía Judicial del Estado de Jalisco y por agentes de la . A Ra-
món Campaña se le imputaron numerosos delitos y se le condenó
a más de cien años de cárcel. A partir de ese momento, Campaña
tuvo a su lado a su hermano Ramón, a quien también se le encar-
celó en Oblatos, y juntos resistirían las adversidades venideras.63
Un año después, en abril de 1977, unas 30 personas reclui-
das en “El Rastro”, así como el resto de los presos del penal de
Oblatos, fueron objeto de un operativo encabezado por cuerpos
policiacos y el ejército, quienes de manera ilegal irrumpieron para
saquear y golpear a los recluidos. Campaña recuerda que al “Ras-
tro” ingresaron alrededor de 150 elementos policiacos “armados
con metralletas y con costales (las metralletas para intimidar, los
costales para cargar el producto del saqueo). Nos sacan de las cel-
das y nos colocan en el pasillo, frente a la pared y con las manos
en alto. Mientras, otros hacen la ‘zorra’ en la que se llevan desde
libros y cuadernos, hasta medicinas y, en general, todo lo que pu-
dieron cargar”. Pero la misma operación no la pudieron repetir en
el resto del penal, en donde más de 2 mil 500 reclusos impidieron
“el arbitrario e injusto saqueo”, aunque la violencia desatada pro-
vocó muertos.

62
Ibidem, pp. 41-2.
63
Ibidem, pp. 43-4 y 53.

140 / Verónica Oikión-Solano


El motín logró la destitución de presos comunes corruptos en
funciones de control dentro del penal, y quienes representaban
los intereses del director del reclusorio. La asonada penitenciaria
consiguió también enarbolar la increíble cifra de 500 demandas
en un pliego petitorio, cuyos principales puntos se referían al cese
de la segregación para los guerrilleros de “El Rastro” y su convi-
vencia con el resto de los recluidos. La demanda más sentida y
generalizada fue un trato digno para cada interno.64 Sin embargo,
no todas las exigencias fueron atendidas y las prácticas intimi-
datorias, corruptas, prepotentes y el uso del terror continuaron
prevaleciendo.
Pero al menos la presión ejercida por los presos políticos logró,
en julio de 1977, que Campaña y otros de sus compañeros fueran
sacados de “El Rastro” y reubicados en el llamado Departamento
“I”, que también era de máxima seguridad y estaba segregado,
pero situado “dentro de la propia área destinada a la población
penitenciaria en general, y, además, no era exclusivo para Presos
Políticos”.65
Un mes después, Juventino Campaña se enteró de la muerte
de Armando Campaña Meza, “Pereyra”, el menor de sus herma-
nos, quien se enfrentó a elementos de la Brigada Blanca y el ejér-
cito.66 Su cuerpo –aunque fue identificado por los agresores– fue
depositado en una fosa común sin avisar a la familia, que luego de
doce días se enteró casualmente al ver su fotografía en una revista:
fue así como se pudo reclamar su cadáver.67

64
Ibidem, pp. 45-6.
65
Ibidem, p. 47.
66
Nazar Haro impulsó la creación de la Brigada Blanca () o Brigada especial
de carácter paramilitar, en junio de 1976 para la supresión de la , aunque
las autoridades nunca reconocieron la actividad de la  por su carácter anti-
constitucional. Véase, Adela Cedillo, El fuego y el silencio. Historia de las Fuerzas
de Liberación Nacional, p. 307.
67
Testimonio de Campaña López, p. 48.

Represión y tortura en México en la década de 1970… / 141


L  

El 10 de octubre del mismo año se desencadenó un nuevo motín


en el interior del penal de Oblatos por las prácticas corruptas y
de permanente amenaza e intimidación por parte de la dirección
del penal y de aquellos presos que ésta utilizaba para el control del
resto de los internos.
Campaña explica que la asonada penitenciaria obligó a los
propios presos a organizarse internamente apoyándose en “la libre
discusión de los problemas y adoptando las soluciones más con-
venientes para todos, y eliminando, como principio, todo tipo de
represión como norma para imponer la disciplina”; se instituyó
de hecho un gobierno interno para la convivencia de la población
recluida; la experiencia excluyó a “quienes eran reconocidos como
extorsionadores o explotadores”.68 Pero las nuevas condiciones
penitenciarias no durarían mucho. Sólo diez días después los pre-
sos políticos tuvieron conocimiento de que al día siguiente serían
excarcelados ilegalmente. En la madrugada del día 21 entraron
con un alarde de fuerza los cuerpos antimotines con el apoyo del
ejército.
Los presos políticos fueron “golpeados y amarrados”, también
fueron rociados con gas lacrimógeno “en la cara y los ojos” y lle-
vados al lugar ya conocido como “La Mojonera”; de ahí fueron
trasladados en avión a la base militar de Santa Lucía en el Estado
de México, en donde el ejército “con gran despliegue de fuerza”
los encapuchó y los distribuyó en camiones para llevarlos al Cam-
po Militar número 1. Todos fueron revisados y registrados ex-
haustivamente y encerrados en las llamadas “Lobitas”, las cárceles
clandestinas para los detenidos políticos.
Afuera, la presión de las organizaciones políticas y de los fa-
miliares exigía la presentación pública de los internos de Oblatos.
Adentro, en el Campo Militar número 1 seguían las “investiga-

68
Ibidem, pp. 48-9.

142 / Verónica Oikión-Solano


ciones” a cargo de Nazar Haro. Después de una semana, el 28 de
octubre, fueron sacados del Campo Militar y llevados a distintos
penales, pero la presión ejercida por los grupos en el exterior logró
que todos quedaran concentrados en el penal de Santa Martha
Acatitla.69
A su llegada, Campaña y su hermano Ramón fueron adverti-
dos por el director de la cárcel que los llamados “mayores” –capa-
taces impuestos por la propia dirección– estaban “muy molestos”
por lo ocurrido en Oblatos, y que hasta se había instituido una
rifa “para saber a quienes les toca matarlos. Hay mucho dinero de
por medio. Aquí ustedes van a estar totalmente aislados”. Ya esta-
ban advertidos, y fueron instalados en el departamento conocido
como “”, aunque cambiándolos repetidamente de una sección
a otra. Desde temprana hora en la noche, y con las luces apagadas,
fueron amenazados e increpados por “los integrantes de la Cuarta
Compañía”, una especie de guardia paramilitar al servicio del di-
rector del penal.70
Dos meses después, se trasladó a los Campaña a otra “de las
secciones del anexo ‘”, donde sistemáticamente estaban bajo
el acoso represivo carcelario, que no consentía en liberarlos del
aislamiento, y sin poder estudiar o contar con libros ni poder
acceder a medios de comunicación. “Todo esto concebido en el
contexto de un proceso de entorpecimiento mental y físico, pues
durante ocho meses y de manera ininterrumpida no se nos per-
mitió salir de las celdas y después únicamente tomar el sol dos
veces por mes”. La consternación mental y física causó crisis ner-
viosa intensificada por la orden de que durante cinco días no se
les suministrara ningún alimento y, en cambio, se les expusiera
“a ruidos de estaciones de radio cruzadas y a todo volumen”. Di-
cha tortura consiguió que varios de los presos presentaran en la
lengua un color morado, y a otros “se les salía exageradamente

69
Ibidem, pp. 49-50.
70
Ibidem, pp. 50-2.

Represión y tortura en México en la década de 1970… / 143


la lengua, mientras que a otros más se les introducía provocándo-
les asfixia, ansiedad y desesperación. Algunos se quedaban torci-
dos, principalmente del cuello. Varios sufrían escozor en todo el
cuerpo y presentaban síntomas de parálisis”.71
En vista de esta grave situación, el Comité Independiente Pro-
Defensa de los Presos, Perseguidos, Desaparecidos y Exiliados Po-
líticos tomó las oficinas de la  en México, así como la sede de
la Embajada Suiza, y exigió, entre otras peticiones, que los presos
jaliscienses fueran reubicados nuevamente en Oblatos. No fue
sino hasta el 11 de agosto de 1979 cuando consiguió su traslado a
Guadalajara, al ahora llamado Centro de Readaptación Social del
Estado de Jalisco.72

E:     

Sólo me resta reivindicar a la historia como el factor esencial y nu-


triente de la memoria para rescatar las experiencias de represión
con su carga de negación, olvido y silencio. De tal manera que
el historiador debe estar inserto “en un trabajo de construcción
social de la memoria”.73
La construcción de la memoria pasa por la recuperación de
las voces de la experiencia militante de izquierda y de las prácti-
cas represivas que sufrieron, pues sólo recientemente salen a flote
por habérseles mantenido en un silencio forzado, cómplice del
poder.74 Afortunadamente, la voz de Campaña se ha colado por
las rendijas de la memoria, que, siempre necia y tenaz, ha logrado
rescatar de la aridez y del olvido los múltiples fragmentos de una
realidad parcelada, dispersa y desarticulada que se reconstituye

71
Ibidem, pp. 52-3.
72
Ibidem, p. 53. Fue en ese periodo cuando Campaña recibió una condena de
25 años de cárcel.
73
Candau, “Memoria y amnesias colectivas”, op. cit., pp. 56-86.
74
Enrique Condés Lara, Represión y rebelión en México (1959-1985), t. I (La
Guerra Fría en México. El discurso de la represión), pp. 15-6.

144 / Verónica Oikión-Solano


con nuevos elementos en la aurora del nuevo siglo para proyectar
y desvelar un haz de luz sobre las detenciones, las torturas, las
ejecuciones y las desapariciones extrajudiciales utilizadas por el
Estado para reprimir a la disidencia armada.
Francisco Juventino Campaña López entregó a la luz pública
su testimonio desde su cautiverio en Guadalajara el 7 de noviem-
bre de 1979, para dar a conocer que en México ha prevalecido
“la represión selectiva y masiva” como “norma de acción política
del Estado”, así como por la vindicación “a vivir mejor y a luchar
por ello” mediante “la acción política revolucionaria”. Su palabra
escrita, configurada como memoria histórica contra el olvido, re-
sulta una evidencia palmaria “de la represión y la tortura”, y en
este tenor tiene el objetivo explícito de servir en algo “para aliviar
el dolor de quienes en peores condiciones que las mías sufren […]
tortura”, pero no sólo para aquellos que han sufrido tormento
físico a manos de los cuerpos represivos, sino para los hombres y
mujeres que permanentemente han sido obligados por la fuerza
del Estado a su desaparición forzada como la más cruel de las tor-
turas.75 “Imposible calcular los muertos, imposible tener la cifra
exacta de los desaparecidos”, pero los crímenes de lesa humanidad
son imprescriptibles e inconmutables, y la exigencia de justicia
transita necesariamente por la reconstrucción histórica de ese pa-
sado para darle rostro a esa atroz experiencia colectiva; además, si
no rememoramos lo ocurrido seguirá matando “lo más elemental
de la conciencia cívica”.76 Bajo esta óptica se puede reconocer que
el poder del Estado apuesta a una historia que incluye a unos y
excluye a otros: es la historia como discurso del poder. Por tanto,
reivindico el conocimiento de nuestro pasado como una barrera
de contención contra la cultura del olvido.

75
Testimonio de Campaña López, pp. 54 y 56.
76
Álvaro López Miramontes, “Presentación” al libro de Andrea Radilla Martí-
nez, Voces acalladas. (Vidas truncadas). Perfil biográfico de Rosendo Radilla Pache-
co, p. 16.

Represión y tortura en México en la década de 1970… / 145


A lo largo de las páginas de su testimonio se constata que
Campaña no renuncia a sus ideas –a pesar del suplicio recibido–,
y concluyó que sólo con la toma del poder y la construcción del
socialismo se daría paso “a una nueva sociedad que elimine la
práctica de la tortura y la represión”, pues a su juicio son “fenóme-
nos inherentes a toda sociedad dividida en clases antagónicas”.77
Campaña selló su valiente testimonio con un pronunciamien-
to a favor de la erradicación de la tortura en México, y por la
aparición de los desaparecidos políticos –que en ese periodo se
estima un número que va de 500 a mil 200 personas–,78 así como
por una amnistía generalizada y sin condición alguna para todos
los perseguidos políticos, y haciendo un reconocimiento por una
cultura a favor de los derechos humanos.79
Amnistía Internacional recibió su testimonio como prueba
del terrorismo orquestado desde el Estado contra los disidentes
de la izquierda radical en la década de los años setenta.80 Pero
a la distancia de casi cuarenta años de aquellos hechos, y en mi
perspectiva como historiadora de no claudicar frente al olvido,
resulta imprescindible rescatar la vivencia sufrida por Francisco
Juventino Campaña López. No sólo para subrayar en el contexto
histórico de aquellos años las sistemáticas violaciones a los dere-
chos humanos, sino para contribuir con la escritura, y desde la
atalaya académica, a romper el círculo de impunidad en el que se
mueve la violencia silenciosa, hasta hoy en pleno siglo .

77
Testimonio de Campaña López., p. 55.
78
En Delitos del pasado, op. cit., pp. 9-10.
79
Testimonio de Campaña López, p. 57.
80
Luego de que Campaña constató que Amnistía Internacional había recibido
su testimonio, autorizó su reproducción “por quien así lo quisiera”. El Centro
Independiente de Política y Cultura Proletaria lo dio a conocer públicamente,
con la anuencia del autor, por primera vez en noviembre de 1979.

146 / Verónica Oikión-Solano


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148 / Verónica Oikión-Solano


Autoritarismo en tiempos de crisis.
Miguel de la Madrid 1982-1988
A    .
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MARÍA DEL CARMEN COLLADO


Historia moderna y contemporánea/Instituto Mora, México

AUTHORITARIANISM IN TIMES OF CRISIS. MIGUEL DE LA MADRID 1982-1988


Based in his own memoirs, published in 2004, this article analyses the
authoritarian discourse of Miguel de la Madrid during his presidency. It
addresses three areas in which his authoritarian thought is expressed. The
first one is related with the application of a new economic model, the second
is on his the relation with the press and the third one is on his approach to
democracy and political parties. The use of fear as a political tool to impose
liberal economic policies and justify authoritarianism is a central piece of
the analyzed discourse.
Key words: Discourse, authoritarianism, fear, economic liberalism, de-
mocracy, political parties, free press.

R
Este artículo analiza el discurso del autoritarismo del gobierno de Mi-
guel de la Madrid con base en sus memorias, publicadas en 2004. Abor-
da tres aspectos en los que se manifiesta su pensamiento autoritario. El
primero se refiere a la implantación de un nuevo modelo de desarrollo, el
segundo a la relación con la prensa y el tercero a su concepción de la de-
mocracia y de los partidos políticos en México. La utilización del miedo
como herramienta política para imponer el proyecto económico liberal y
justificar el autoritarismo es una pieza central del discurso analizado.

Historia y Grafía, Universidad Iberoamericana, año 19, núm. 37, julio-diciembre 2011, pp. 149-177
Palabras clave: Discurso, autoritarismo, miedo, liberalismo econó-
mico, democracia, partidos políticos, libertad de prensa.

Artículo recibido: //


Artículo aceptado: //

M iguel de la Madrid llegó a la presidencia de la República,


en medio de una gran crisis económica que afectaba a la
mayoría de la población y de una baja en la credibilidad de un
sistema político manejado por un pequeño número de actores
influyentes. Debía modificar la política económica de sus ante-
cesores, y la situación era tan delicada que decidió tomar notas
para dejar “una memoria histórica de lo que estaba ocurriendo”.
No obstante, la carga de trabajo, señala el autor, le impidió cum-
plir con este propósito. Optó entonces por publicar el registro
de las conversaciones que cada dos o tres semanas mantuvo con
Alejandra Lajous, a quien había nombrado cronista de la Presi-
dencia de la República. El resultado de estas amplias entrevistas,
a las que daba su visto bueno cada tres meses, constituyen las
memorias que publicó en 2004 con el nombre de Cambio de rum-
bo.1 Este testimonio personal, en el que afloran sus palabras, sus
percepciones y sus proyectos, constituye la materia prima de este
trabajo, en el cual analizo la manera en que se manifiesta un par-
ticular autoritarismo.2 Éste se revela en sus relaciones con actores
relevantes como los obreros, los hombres de negocios y la propia
Iglesia católica. Dadas las limitaciones de espacio, sólo abundaré
en la utilización del miedo político para preservar la Presidencia,
implementar su programa de gobierno y asentar su proyecto eco-

1
Miguel de la Madrid Hurtado, Cambio de rumbo, Testimonio de una Presiden-
cia, 1982-1988, p. 19.
2
Debido a que mis citas a Cambio de rumbo… son tan abultadas, decidí señalar
en un paréntesis el número de página que corresponde al fragmento que analizo
y/o cito, a fin de agilizar la lectura.

150 / María del Carmen Collado


nómico, así como en explicar su visión de la prensa, su idea de de-
mocracia y su perspectiva sobre los partidos. En este artículo
de historia contemporánea, en la que los acontecimientos son
coetáneos a quienes pretendemos historiarlos, echo mano de una
metodología interdisciplinaria en la que el análisis del discurso,3
la utilización de conceptualizaciones de la ciencia política y la
crítica de fuentes se entretejen para explicar los usos del autorita-
rismo durante las crisis del gobierno de Miguel de la Madrid.
Las memorias como género constituyen un testimonio per-
sonal en el que aflora el acontecer cotidiano, la vida privada del
personaje en acción; presentan una posibilidad de acceder a la his-
toria desde la mirada del yo que narra, a la manera de un texto en
el que, a decir de Ortega y Gasset, se presenta “la historia otra vez
deshecha en su puro material de vida menuda, no suplantada por
la construcción mental”.4 No obstante, las memorias que analiza-
mos, no son el apunte veloz de un diario que intenta protegerse
del olvido, sino un texto pensado, construido en la reflexión de lo
acontecido, e intervenido en el momento de prepararse la edición
impresa, como lo muestran el uso inadvertido y simultáneo de
verbos en tiempo presente y pasado. El momento de la publica-
ción, marzo de 2004, 22 años después de su primera redacción,
revela a su vez una intencionalidad política: hacer una crítica a
la impericia de la gestión panista de Vicente Fox, subrayando la
habilidad política de un gobierno priista fuerte que controla a sus
integrantes y acota a sus opositores.
Durante el gobierno de Miguel de la Madrid se echaron a an-
dar cambios estructurales en el modelo económico para enfrentar
la grave crisis que afrontaba el país, y la oposición política co-

3
Utilizo un concepto de discurso según el cual los emisores están condicionados
por su contexto histórico. En Eva Salgado, El discurso del poder. Informes presi-
denciales en México (1917-1946), pp. 27-36.
4
José Ortega y Gasset, “Sobre unas memorias” en Espíritu de la letra, p. 121,
cit. por Raymundo Ramos, Memorias y autobiografías de escritores mexicanos, p.
VII.

Autoritarismo en tiempos de crisis. Miguel de la Madrid 1982-1988 / 151


menzó a ganar espacios. De manera que la transición en la que
se inscribe su mandato explica las contradicciones que afloran en
su visión y en algunas de sus medidas. El entorno internacional
estaba marcado por el ascenso del liberalismo económico: Marga-
ret Thatcher en Gran Bretaña, Ronald Reagan en Estados Unidos
y los funcionarios de los organismos económicos multilaterales
como el Fondo Monetario Internacional, el Banco Interamerica-
no de Desarrollo o el Banco Mundial. Además, la llegada de De la
Madrid a la presidencia vino acompañada de la inserción de una
generación más joven de políticos, formados en las universidades
estadunidenses y familiarizados con el pensamiento económico
clásico, que buscaba la disminución máxima de la participación
del Estado en la economía, la confianza en la autorregulación del
mercado y la apertura sin trabas al libre flujo de bienes, servicios
y capitales en el ámbito global. Ellos desplazaron a los políticos
de corte tradicional y se convirtieron en los principales asesores e
interlocutores del Presidente.
La grave situación económica que enfrentaba el país en 1982
se manifiesta en unos cuantos indicadores. La moneda se devaluó
en más del cien por ciento en un año, la deuda pública externa
se disparó a más de 91 000 millones de dólares5 (más de la mitad
eran préstamos a corto plazo en 1981),6 las reservas del Banco de
México se agotaron, la fuga de capitales alcanzó entre 17 300 y 23
400 millones de dólares y la inflación bordeaba el 100%.7 El pre-
sidente saliente, en una medida desesperada por detener la fuga
de capitales y la devaluación, nacionalizó la banca y estableció el
control de cambios, lo que generó enorme oposición en buena
parte de los grandes propietarios y de la clase media. La situación

5
Enrique Cárdenas, La política económica en México, 1950-1994, p. 121.
6
Juan Carlos Moreno-Brid y Jaime Ros Bosch, Desarrollo y crecimiento en la
economía mexicana. Una perspectiva histórica, p. 185.
7
Manuel Gollaz, “Breve relato de cincuenta años de política económica”, en Ilán
Bizberg y Lorenzo Meyer, Una historia contemporánea de México. Transformacio-
nes y Permanencias, t. 1, p. 241.

152 / María del Carmen Collado


del país era difícil, y el apoyo del  y de la izquierda partidista
y no partidista a la medida nacionalizadora fue insuficiente para
detener la ola de incertidumbre.
El Consejo Coordinador Empresarial, el organismo cúpula de
los empresarios, en respuesta a la medida de José López Portillo,
el presidente anterior, organizó un conjunto de reuniones deno-
minadas “México en libertad”, en las que se afirmaba que se había
roto el estado de derecho, se criticaba la intervención del Estado
en la economía, a la cual se atribuía la crisis.8 Como respuesta a la
nacionalización, diversos sectores del empresariado acrecentaron
su presencia en la radio, la prensa y, en menor medida, en la tele-
visión.9 La composición de la sociedad a comienzos de la década
de los ochenta era propicia para que el descrédito del gobierno se
filtrara entre vastos sectores de la población. México era un país
eminentemente urbano, en el que alrededor del 48 por ciento de
sus habitantes trabajaba en el sector servicios.10
Este era el panorama con el que se encontró el presidente electo
y, como él mismo confiesa en sus memorias, la angustia fue el sen-
timiento predominante con el que afrontó los problemas que se
le presentaron en su sexenio. (7) La posibilidad de un estallido
social, de una insurrección era real pues, como bien analiza De la
Madrid a lo largo de su texto, existían dos ingredientes que po-
dían impulsar una salida violenta: la caída de los ingresos de los
sectores mayoritarios de la población y la inconformidad entre
buena parte de los grandes propietarios y la clase media. Según su
testimonio, algunos empresarios le insinuaron que podrían desa-
tarse actos violentos. (32)
En un contexto en el que el gobierno saliente parecía descarri-
larse y con él la permanencia del sistema político, De la Madrid
echó mano del autoritarismo para fortalecer la presidencia. Gran
8
Carlos Tello, Estado y desarrollo económico: México 1920-2006, p. 605.
9
Carlos Alba Vega, “Las relaciones entre los empresarios y el Estado” en Bizberg
y Meyer, Una historia contemporánea de…, op. cit., p. 171.
10
Soledad Loaeza, Las consecuencias políticas de la expropiación bancaria, p. 74.

Autoritarismo en tiempos de crisis. Miguel de la Madrid 1982-1988 / 153


parte de su angustia, la expresó a través del miedo en el sentido
hobbesiano, es decir, el miedo político que los dirigentes utilizan
para asegurar el predominio del Estado frente a las amenazas que
se levantan en su contra.11 Manifestaba este miedo desde el mo-
mento en que asumió la presidencia en los siguientes razonamien-
tos: “La situación es realmente crítica. Debo tomar medidas tan
drásticas que me preocupa la tensión social que puedan generar.
No tengo alternativa, porque si seguimos retrocediendo, pode-
mos caer en un caos que dé pie a un gobierno dictatorial”.(21)
Las constantes referencias al caos, la debacle, la posibilidad de
que se estableciera un gobierno fascista, e incluso el riesgo de que
un grupo de políticos “enloquecidos” pudiera implantar medidas
radicales que amenazaran la existencia de la clase propietaria y, con
ello, la viabilidad del país, son continuas en las primeras páginas
de sus memorias. El ex presidente creía posible que se terminara
la estabilidad y se viniera abajo el sistema político, pero no hay
que perder de vista que también utiliza estas amenazas potenciales
para convencer a los lectores de que las medidas de su gobierno
fueron la única fórmula para preservar a la Nación. Siguiendo su
razonamiento, la disyuntiva era aceptar los cambios que él proyec-
taba o el ascenso de un gobierno dictatorial o fascista.
La falta de recursos financieros del gobierno y la difícil situa-
ción económica de muchas empresas obstaculizaban la conti-
nuidad de las políticas redistributivas que habían caracterizado
previamente al Estado autoritario.12 Esta situación erosionaba
las bases populares que sustentaban al régimen, al tiempo que
la nacionalización bancaria debilitó la alianza con las elites. Ante
su incapacidad de responder a los reclamos económicos de las
mayorías, De la Madrid intentó controlar a los diferentes actores
y grupos de presión para que respaldaran sus directrices, e hizo
cuanto pudo por acotar la independencia y la crítica de empre-

11
David Corey, El miedo, historia de una idea política, pp. 67-71.
12
Enrique de la Garza Toledo, Ascenso y crisis del estado social autoritario, p. 168.

154 / María del Carmen Collado


sarios y sectores populares. A la vez, trataba de convencer a la
sociedad de que las medidas económicas liberales ortodoxas que
iba a aplicar eran la única salida para el país. El cambio de proyec-
to económico era impopular, conllevaba sacrificios para toda la
sociedad, pero en especial afectaría a los sectores más numerosos
con menores ingresos y a la clase media, de manera que, impul-
sando el miedo a un caos inminente, buscaba conseguir cierto
consenso o al menos disminuir la crítica. Para el candidato electo,
la única forma de implantar estas medidas difíciles era fortalecien-
do el presidencialismo y, con ello, afianzando el autoritarismo del
sistema político.13 El programa de ajuste económico que pondría
en marcha era muy severo y consideraba que la única forma de
aplicarlo era recurriendo al “gran poder de parte del Presidente
de la República”.(46) Esta política afectaba las aspiraciones de-
mocráticas de una parte de la sociedad,14 por lo que manipuló el
miedo para convencerla de que no existía otra alternativa. Cada
vez que surgían dificultades, como por ejemplo las generadas en
1985 por la caída de los precios petroleros y el deterioro de las re-
laciones con Estados Unidos, advertía que no podía permitir que
la presidencia se debilitara, pues con ello se creaba un ambiente
propicio para un golpe de estado, el estallido de la violencia y el
peligro de una intervención extranjera. (417)
Así describía el interregno creado por la transición de po-
deres: “¡Qué trágico ver el desplome de López Portillo en sus úl-
timos tres meses de gobierno!, ¡cómo destruyó la imagen de la

13
Jorge Carpizo MacGregor, “Notas sobre el presidencialismo mexicano,” p. 74,
consultado el 11 de Marzo de 2011. De acuerdo con Carpizo el presidencialis-
mo es la pieza clave del régimen. Kevin Middlebrook, “La liberalización política
en un régimen autoritario: el caso de México”, en Guillermo O’Donnell, Philip-
pe C. Schmitter y Laurence Whitehead (comps.), Transiciones desde un gobierno
autoritario, América Latina, vol. 2, p. 189; de acuerdo con este autor, el régimen
autoritario mexicano descansaba en “la intervención activa del Estado para re-
gular y limitar el pluralismo sociopolítico, la movilización política de las masas
y la articulación de reclamos socioeconómicos y políticos.”
14
Loaeza, La consecuencias políticas de…, op. cit., pp. 80-1.

Autoritarismo en tiempos de crisis. Miguel de la Madrid 1982-1988 / 155


Presidencia de la República, ¡qué severo el daño que con ello se
causó!” (28) En varias ocasiones De La Madrid recurrió a descali-
ficar a los políticos con los cuales difería atribuyéndoles caracterís-
ticas psicológicas identificadas con una deficiente percepción de
la realidad, mientras él mismo se situaba del lado de la “cordura”,
que asociaba con la capacidad y firmeza de liderazgo. Desde el
momento mismo de la nacionalización de la banca, de la cual se
enteró pocas horas antes de su anuncio, pese al compromiso del
Presidente de avisarle si optaba por esta medida, consideró que la
decisión era producto de la mente de unos “locos”. Según su per-
cepción, López Portillo estaba “muy acelerado” y en consecuencia
decidió que su “comportamiento, para asegurar una transmisión
pacífica del poder, debería orientarse a tranquilizarlo, a no hacer
nada que lo pudiera agitar y llevar realmente a cumplir con esos
propósitos o amenazas que me soltaba con frecuencia”. (30-31)
Su visión no podía ser más catastrofista, creía que el Presidente
podía aumentar las nacionalizaciones y, según su testimonio, le
advirtió, a través de su hijo José Ramón, que una vez en Los Pi-
nos convertiría a la banca en sociedades de capital mixto, y no se
sometería a sus presiones. Desde ese momento, De La Madrid
expresaba claramente su estilo autoritario: “No me dejo cinchar.
Entre más me fuercen, más voy a rectificar”. (33)
Los rumores eran la moneda de cambio entre septiembre y
diciembre de 1982, muchos estaban desalentados y confundidos
ante el futuro económico de México. Para contrarrestar el am-
biente catastrofista que privaba, Miguel de la Madrid quiso trans-
mitir la idea de que él sería un presidente fuerte, “con cordura
y capacidad”, en las reuniones que promovió con empresarios,
extranjeros prominentes o líderes obreros, advirtiéndoles además
que atemperaría la medida nacionalizadora. Así definía lo que de-
nominó como una “nueva tónica”:

El país está muy herido y al Presidente le corresponde funcionar


como gozne de unión, tratando de apaciguar el encono entre las

156 / María del Carmen Collado


diferentes clases sociales. Mi tarea principal es política y con-
siste en crear un ambiente de confianza. Mi trabajo ha tenido
que ser, desde el primer momento, hablar con distintos grupos,
tranquilizarlos, activarlos. Para lograr esto me pareció imperioso
demostrar la fortaleza del gobierno. Por eso decidí actuar con
firmeza desde el primer día de diciembre. El tono del mensaje
de toma de posesión, en el que reconocí la gravedad de la crisis y
propuse medidas concretas para enfrentarla, tendió a hacer sentir
a la gente que había gobierno, que había capacidad de liderazgo
y de toma de decisiones. (37)

En efecto, en su mensaje de toma de posesión pintó con crudas


pinceladas la imagen del país y trató de transmitir la idea de que
su gobierno se haría cargo de los problemas:

México se encuentra en una grave crisis […] La crisis se manifies-


ta en expresiones de desconfianza y pesimismo en las capacida-
des del país para solventar sus requerimientos inmediatos; en el
surgimiento de la discordia entre clases y grupos; en la enconada
búsqueda de culpables; en recíprocas y crecientes recriminacio-
nes; en sentimientos de abandono, desánimo y exacerbación de
egoísmos individuales o sectarios, tendencias que corroen la so-
lidaridad indispensable para la vida en común y el esfuerzo co-
lectivo […] Vivimos una situación de emergencia. No es tiempo
de titubeos ni de querellas: es hora de definiciones y responsa-
bilidades. No nos abandonaremos a la inercia. La situación es
intolerable. No permitiré que la Patria se nos deshaga entre las
manos. Vamos a actuar con decisión y firmeza.15

En esta ocasión anunció el Programa Inmediato de Reordenación


Económica, que proponía reducir el gasto público para bajar la
inflación, conservando las inversiones prioritarias y garantizan-

15
Discurso de toma de posesión de Miguel de la Madrid, 1º. de diciembre
de 1982, en 500 años de México en documentos, consultado el 14 de marzo de
2011.

Autoritarismo en tiempos de crisis. Miguel de la Madrid 1982-1988 / 157


do el pago de la deuda, proteger el empleo, mantener la planta
productiva, aumentar los ingresos fiscales, reducir los subsidios,
evitar el desequilibrio de la balanza de pagos, establecer un mane-
jo honrado y eficiente de la banca nacionalizada, reestructurar la
administración pública para que actuara con eficacia y mantener
la rectoría del Estado basada en la economía mixta.16 Este plan es-
taba en consonancia con las recomendaciones que hizo el Fondo
Monetario Internacional cuando aceptó la carta de intención del
gobierno de López Portillo en noviembre de 1982.17
No obstante, el asunto revestía también aspectos ideológicos.
Desde la campaña presidencial se debatió cuál debía ser la polí-
tica económica ante el fracaso del desarrollo estabilizador y las
políticas que por diez años buscaron impulsar el crecimiento de
la economía con medidas neokeynesianas. Por un lado estaba el
proyecto nacionalista o estatista, que apostaba por mantener e
incluso profundizar el papel interventor del Estado en la econo-
mía y la sociedad, y por el otro el denominado proyecto liberal
o anti estatista, que creía en la capacidad reguladora del mercado y
buscaba limitar el papel del Estado en la economía, dejando la
iniciativa a los capitales privados.18 De la Madrid no era ajeno
a esta confrontación, que se agudizó con la nacionalización, y
creía que debía ser abandonado el estatismo al que habían llega-
do los gobiernos de Luis Echeverría y López Portillo. Es más, le
parecía tan desatinada la nacionalización de la banca, que consi-
deraba que no respondía a las necesidades políticas de fortalecer
al gobierno o evitar la fuga de capitales, sino a que López Portillo
se dejó llevar por las ideas de su hijo José Ramón y las propues-
tas de Carlos Tello, de cuya capacidad desconfiaba, calificando

16
Ibidem.
17
Sergio Berumen, “Los sexenios económicos en México y su inmersión en la
globalización” en Proyecciones, consultado el 17 de marzo de 2011.
18
Rolando Cordera y Carlos Tello, México, la disputa por la nación. Este libro,
cuya primera edición es de 1981, hace una cuidadosa disección de los dos pro-
yectos.

158 / María del Carmen Collado


de “locos” a quienes se hicieron cargo de echarla a andar. (28,
30) Si bien el Presidente no adoptó una política plenamente libe-
ral desde el comienzo de su periodo, sí tomó medidas ortodoxas,
inspiradas en el pensamiento neoclásico, que lo alejaban de las
políticas económicas de sus predecesores.
Inscrita en la controversia ideológica, destaca la decisión de
De la Madrid de pagar la deuda externa a costa del sacrificio de la
mayoría de sus compatriotas; no se planteó la moratoria como un
arma para conseguir una renegociación de la deuda que disminu-
yera su monto. Dicho monto pasó de 92,408 a 100,384 millones
de dólares entre 1982 y 1988, lo cual representaba en promedio
el 61% del  en este periodo.19 La reestructuración de la deuda
de 1983, basada en el compromiso de pagar los empréstitos, sólo
logró que se ampliaran los plazos de vencimiento de intereses y
capital, sin ningún descuento.20 En aquel año se aprobó un enor-
me crédito de 5,000 millones de dólares que se utilizó para saldar
las transferencias al exterior, las cuales sumaban 14,684 millones
de dólares, equivalentes al 12.34% del , una cifra descomunal.
Se realizaron otras dos renegociaciones durante este gobierno, que
consiguieron aumentar los plazos de vencimiento de capitales, re-
ducciones modestas de los intereses y consiguieron la llegada de
recursos frescos para pagar la deuda externa. Desde luego, no era
una decisión sencilla esgrimir la moratoria como un arma de ne-
gociación, pues además de que el país tendría que enfrentar repre-
salias comerciales y de otro tipo, la decisión era impensable para
los tecnócratas en el poder, para quienes esta medida hubiera sido
un retroceso hacia el proyecto nacionalista, del que renegaban.
La caída de los precios del petróleo y el terremoto de septiem-
bre de 1985 dificultaron que México cumpliera con sus compro-
misos entre ese año y 1986. El Presidente habló entonces, durante
19
José Ángel Gurría, “La política de la deuda externa de México, 1982-1990,”
en Carlos Bazdresch, Nisso Bucay, Soledad Loaeza y Nora Lustig, (comps.),
México, auge, crisis y ajuste, p. 299.
20
Cárdenas, La política económica en…, op. cit., pp. 130 y 132.

Autoritarismo en tiempos de crisis. Miguel de la Madrid 1982-1988 / 159


las negociaciones de 1985 de la necesidad de ajustar el monto
de las transferencias al exterior al crecimiento de la economía, y
en 1986 consideró fugazmente la posibilidad de declarar una mo-
ratoria (470), pues pese a los fuertes ajustes al presupuesto no ba-
jaba la inflación ni había crecimiento. Aunque los países deudores
de América Latina, en especial Argentina y Brasil, pudieron haber
formado un frente común para declarar una moratoria y obligar a
los acreedores a dar mayores descuentos, dicha posibilidad no fue
explorada.21 El gobierno firmó otra carta de intención con el 
que retomó los compromisos de disminuir el gasto público, frenar
los aumentos salariales e impulsar la apertura comercial. (538) La
renegociación de 1986 se acompañó con la designación de un
nuevo secretario de Hacienda, Gustavo Petricioli, quien sustituyó
a Jesús Silva Herzog.
Vale la pena detenerse en la idea de De la Madrid consisten-
te en que la moratoria podría traer graves represalias comerciales
y económicas a México, además de que la experiencia histórica en
el siglo  la hacía inviable, pues la suspensión de pagos había
provocado invasiones y problemas internacionales. (538) Resul-
ta sintomático que no recordara que la suspensión del pago de la
deuda externa decretada en 1913 y sostenida por los gobiernos
posrevolucionarios ante su incapacidad de pago, llevó a una re-
negociación en la que México sólo pagó alrededor de una quinta
parte de su valor sumando intereses y principal en 1942. Este
“olvido” posiblemente se relaciona con su decisión de pagar la
deuda aun a un costo muy elevado, concibiendo su pago como
una cuestión de honor y utilizando para pagar los ingresos re-
sultantes de la privatización de empresas paraestatales. Si bien es
cierto que el Presidente y los encargados de las finanzas nacionales
no consideraron que la carga de la deuda externa fuera tan grande
como para volver insolvente al país, y pensaron que tan sólo se

21
Jesús Silva Herzog, A la distancia. Recuerdos y testimonios, p. 81.

160 / María del Carmen Collado


trataba de un problema de flujo de caja22 que podría ser corregido
con la disminución del gasto, sí sabían que la decisión de pagar
gravitaría sobre el bienestar de la mayor parte de la población, por
lo que recurrieron al autoritarismo durante este gobierno.
En cuanto al programa de ajuste, es verdad que no era posible
continuar con un déficit fiscal tan elevado, y que, dada la falta de
recursos que se presentó al terminar 1982, era necesario dismi-
nuir el gasto. No obstante, la decisión de recortar el gasto afectó
más a las clases populares y a la clase media que a los salarios de
la alta burocracia. Además, la reducción del gasto fue tan drástica
(17% entre 1981 y 1983), que la inversión tanto pública como
privada disminuyó en 40% generándose una brutal caída de las
importaciones que afectó la renovación de la planta productiva y
segó la inversión en petróleo. Dicha corrección del gasto, sumada
a los ingresos petroleros durante 1983 y 1984, generó un superá-
vit masivo de la cuenta corriente que no fue canalizado a paliar el
deterioro del gasto social, posiblemente con la finalidad de bajar
la persistente inflación.23
De la Madrid estaba convencido de que había que reducir el
gasto público para frenar la inflación y de que era inviable conti-
nuar con los subsidios para incrementar el consumo. No obstan-
te, cuando los problemas políticos amenazaron con debilitar su
gobierno optó por medidas que contradecían al liberalismo. Así,
retrasó la devaluación del peso después de las “temidas elecciones”
de julio de 1985. (449) Es factible que el tardío ajuste del gasto
público de aquel año estuviera relacionado con el proceso electo-
ral en puerta y aumentó la impresión de billetes para acometer los
problemas sociales generados por el terremoto. Pero al referirse a
la política económica impulsada por Echeverría señalaba: “Esta
estrategia expansionista no se hizo acompañar de una política de
ingresos públicos sana, pues fue financiada por métodos inflacio-

22
Cárdenas, La política económica en…, op.cit., pp. 149-50.
23
Moreno-Brid, Desarrollo y crecimiento en…, op. cit., pp. 199-200.

Autoritarismo en tiempos de crisis. Miguel de la Madrid 1982-1988 / 161


narios, preponderantemente la emisión de circulante y la con-
tratación de deuda. Como era de esperarse, todo ello terminó en
una devaluación [1976].” (36) El populismo económico, como
Enrique Cárdenas ha denominado a la política expansionista del
gasto público, con base en el endeudamiento y la emisión mone-
taria, le resultaba inaceptable; también la intervención excesiva
del Estado en la economía, pero sabía que el “cambio de rumbo”
iría en desmedro de su ya de por sí escasa popularidad.
Es posible que la angustia transmitida por De la Madrid en
las primeras páginas de sus memorias haya empeorado, porque
a las dolorosas medidas económicas tomadas para enfrentar la cri-
sis se sumaba su falta de carisma. Muchos analistas se referían a él
como un tecnócrata sin experiencia política, y consideraron que
su campaña fue débil y poco inspiradora.24 En pocas palabras,
era percibido como a un hombre gris, adusto y poco creativo. Su
programa económico no cuajaba y, para su infortunio, las cosas se
complicaron con la caída de los precios petroleros: “Estos prime-
ros meses de 1985 me han parecido los más difíciles de mi gobier-
no. A la inmadurez de la sociedad, que espera todas las soluciones
de mí, he tenido que añadir las dificultades económicas, la presión
del proceso electoral y la situación internacional”. (456) Todavía
le faltaba añadir los estragos del terremoto.
La venta y liquidación de numerosas empresas paraestatales
insolventes, la reducción del gasto público, la disminución de los
subsidios y las limitaciones al crecimiento de los salarios tuvieron
un costo social elevado.25 Para llevar a efecto estos cambios, De
la Madrid infundió miedo y urgió a la sociedad a respaldar su
proyecto, presentándolo como la única opción para evitar que
“la Patria se nos deshaga entre las manos”. La dramática metáfora
que usa para señalar el sentido de urgencia y la grave necesidad
24
Middlebrook, “La liberalización política en…” , op. cit., p. 218.
25
En su análisis sobre 1984 decía: “el deterioro en el nivel de vida hace que la
mayoría de los mexicanos, o cuando menos las clases participantes, se sientan
irritados y apachurrados”, p. 381

162 / María del Carmen Collado


de que fuera aceptado su programa el día de su toma de posesión
expresaba además su búsqueda de apoyos para poner fin a las con-
frontaciones entre empresarios y gobierno. Hablaba, asimismo,
de un cambio constitucional para definir con claridad el papel del
Estado en la economía, y de paso apeló al sentimiento anti-norte-
americano para conseguir unidad. Así defendía su programa:

Por ello, hemos adoptado una estrategia para evitar la debacle,


que nos obliga a frenar la economía, con todos sus riesgos y sus
injusticias. Porque si no frenamos, no solamente no mejorará
el país, sino que se nos va para atrás con un impulso fuerte.
El problema actual va más allá de lo que se puede resolver con
una purga. Es urgente controlar el desorden político y econó-
mico para no caer en un gobierno de tipo fascista. No podemos
olvidar que hay fuertes tendencias conservadoras en el sistema y
que la posición de Estados Unidos es clara. (37)

L 

En su propósito de “reedificar la figura del Presidente de la Repú-


blica” la prensa jugó un papel central. Dio órdenes para que todo
el dinero que se le daba, ya fueran pagos directos a los periodistas
o compra de publicidad del gobierno, se concentrara en la Secre-
taría de Gobernación, al tiempo que señaló a los miembros de
su gabinete que no debían dar declaraciones improvisadas a los
medios. (39) También se reunió en la primera semana de gobier-
no con los directores de los más importantes medios de comuni-
cación y con los periodistas más destacados y les advirtió que la
falta de veracidad era un delito y que se tipificaría el “delito de
deslealtad” para sancionar el uso inadecuado de la información
proveniente del gobierno. (41)
El nuevo Presidente envió al Congreso una propuesta de refor-
mas al Código Civil el 3 de diciembre que señalaba que el “daño
moral” era una conducta ilícita. Pretendía poner límites a las crí-

Autoritarismo en tiempos de crisis. Miguel de la Madrid 1982-1988 / 163


ticas que por entonces aparecían, creando una figura jurídica que,
aunque tenía como finalidad expresa evitar los abusos, y buscaba
proteger “el prestigio, la vida privada y el patrimonio moral de
los individuos”, interfería en el trabajo periodístico, creando la
amenaza de una sanción. La oposición a la reforma de muchos
periodistas e intelectuales se convirtió en asunto público. Hubo
un enorme rechazo a la iniciativa; se dieron manifestaciones, pu-
blicación de desplegados y una continua agitación mientras las
cámaras la discutían.26 La inconformidad a la llamada “ley mor-
daza” llevó al Congreso a eximir a los periodistas del delito de
daño moral y a la eliminación del delito de deslealtad, que el Pre-
sidente introdujo entonces en la Ley de Responsabilidades de los
Servidores Públicos, que pretendía sancionar a quienes dieran a
conocer información sobre el gobierno.27 Para De la Madrid, la
reacción de los periodistas derivaba de su disgusto porque ya no
recibirían dinero y porque algunos ya no podrían dedicarse “a la
extorsión”. (43) Es plausible que esto sucediera con informadores
acostumbrados a recibir del gobierno prebendas monetarias, pero
la descalificación generalizada que hizo a los medios, reforzaba el
proceder autoritario que movía al Presidente. Deseaba el control
de la prensa, que sólo se publicaran noticias, opiniones e interpre-
taciones que coincidieran con el punto de vista de su gobierno; las
críticas lo irritaban. De ahí su intento de frenar la circulación de
información, estableciendo sanciones a los funcionarios públicos
que incurrieran en el “delito de deslealtad”. El abordaje de estos
temas se dio en el marco de las discusiones legislativas sobre la “re-
novación moral”, que fue una de las iniciativas del Presidente para

26
Las protestas contra el “daño moral” o “ley mordaza”, como los periodistas
le apodaron, se unieron a la oposición a un decreto dictado por el gobierno de
López Portillo en noviembre de 1982 en el que se sancionaban las publicaciones
y objetos obscenos.
27
Ulises Beltrán, Enrique Cárdenas y Santiago Portilla, en. Alejandra Lajous,
(coord.), Las razones y las obras. Gobierno de Miguel de la Madrid, Crónica del
sexenio 1982-1988, Primer Año, p. 30.

164 / María del Carmen Collado


evitar y sancionar la corrupción en la administración pública, en
cumplimiento de una de sus promesas de campaña.
Para De la Madrid las críticas de los periodistas a los ex fun-
cionarios eran una prueba del desgaste de sus relaciones, aunque
también creía plausible que detrás de ellos estuvieran los ex ban-
queros. En su fuero interno compartía algunas de estas críticas; él
mismo se refiere a los excesos de Carlos Hank González, López
Portillo o Echeverría, pero no aceptaba que la prensa los discutie-
ra, pues atentaban contra la imagen de unidad y solidaridad que
deseaba que prevaleciera. En cuanto al dominio sobre la prensa,
señala sin ambages: “la actual crisis económica por la que atravie-
san los medios de comunicación, que los obliga constantemente
a pedir dinero al gobierno, permitirá que con un costo menor se
llegue a un arreglo que asegure un mayor control”. (57) Estaba
convencido de que las críticas de la prensa, por ejemplo las que
se suscitaron en septiembre de 1983 a raíz de la devaluación del
peso, eran un reflejo de su descontento por la caída de sus in-
gresos y reafirmaba que su actitud sería “siempre contestar con
firmeza a los críticos, obligándolos a pensar antes de atacar de
nuevo”.(169)
No todas las notas de prensa que preocupaban al Presidente
tenían que ver con asuntos políticos o económicos. Le inquieta-
ban, por ejemplo, las notas sobre la inseguridad que privaba en el
país aparecidas entre diciembre y enero, las cuales, de acuerdo a
su opinión, habían creado una histeria colectiva, pues según sus
estadísticas la delincuencia había disminuido. (50) Las informa-
ciones se referían a secuestros, crímenes y hurtos, en algunos de
los cuales estuvieron implicados policías y ex policías de todo el
país. Esto llevó al Presidente a disolver la Dirección de Investiga-
ciones para la Prevención de la Delincuencia en enero de 1983,
y a que sus funciones y algunos de sus agentes fueran absorbidos
por otras instancias.28 La brutalidad policiaca y los excesos de los

28
Ibidem, pp. 67-70.

Autoritarismo en tiempos de crisis. Miguel de la Madrid 1982-1988 / 165


cuerpos encargados de perseguir a la delincuencia eran habituales.
La Procuradora General de Justicia del Distrito Federal, Victoria
Adato de Ibarra, encarceló a 350 judiciales corruptos, pero no
pudo sobrevivir al escándalo derivado del hallazgo de seis cadáve-
res de colombianos con huellas de tortura entre los escombros de
las instalaciones de esa institución después del terremoto de 1985.
El Presidente tenía admiración por esta funcionaria, e ilustra su
lucha contra la tortura relatando lo que la procuradora le confió
que hizo al enterarse de que a un preso le habían roto las costillas
a golpes: “Dio instrucciones a otro elemento de la corporación
para que en su presencia le rompiera las costillas a quien había
golpeado al detenido. Así que doña Victoria demostró ser una
mujer con agallas”. (508)
La relación de la prensa con el Estado autoritario estaba llena
de matices. Investigaciones puntuales han demostrado que ésta
tenía margen de acción siempre y cuando no pusiera en entredi-
cho un pacto informal con el gobierno, según el cual no se criti-
caba al ejército ni se atacaba directamente al Presidente.29 Pese a
los esfuerzos de Miguel de la Madrid, los medios hicieron críticas
a los funcionarios del gabinete y a los ex presidentes, y publi-
caron noticias y reportajes que incomodaron al régimen, como
sucedió con las notas policiacas en el caso reseñado. Un grave
desencuentro se dio a propósito de unos artículos publicados por
el Washington Post en 1984, durante una visita de estado que rea-
lizó el Presidente a Estados Unidos. La publicación señalaba, de
acuerdo con fuentes de la , que aquél había transferido enor-
mes cantidades de dinero a una cuenta bancaria en Suiza. Manuel
Bartlett, secretario de Gobernación, trató de convencer en vano a
los periódicos mexicanos de que no difundieran esta información
diciéndoles que era falsa, lo cual generó un gran revuelo y más
críticas al intento de controlar la noticia. (277)

Arno Burkholder de la Rosa, “El periódico que llegó a la vida nacional. Los pri-
29

meros años del diario Excélsior 1916-1932”, en Historia Mexicana, pp. 1369-70.

166 / María del Carmen Collado


La mala relación con la prensa fue escalando. Si ésta abordaba
la confrontación entre los sindicatos y el Estado, para el Presiden-
te buscaba “fomentar la turbulencia social”. Luego del asesinato
del periodista Manuel Buendía en 1984 se deterioraron aún más
sus relaciones con los diarios, y se quejaba de que éstos carga-
ban el ambiente de tensión e incertidumbre y de que no infor-
maban sobre los supuestos signos de recuperación económica.30
(296) Consideraba que la prensa, más que “portadora de infor-
mación es vehículo para que diferentes capillas de la clase me-
dia y media alta envíen mensajes al gobierno”. (584) En algún
momento reconoció que los problemas con los medios impre-
sos posiblemente derivaban de la incapacidad de su equipo de
comunicación social e introdujo cambios de personal. Deseaba
que las oficinas de prensa gubernamentales tuvieran una “función
orientadora” en las publicaciones de oposición. Le disgustaban las
presiones derivadas de las informaciones periodísticas y anhelaba
la unanimidad. Ello se trasluce de su negativa a ayudar a los fun-
dadores de La Jornada en septiembre de 1984. Si bien la petición
de apoyo que le hicieron Carlos Payán, Héctor Aguilar Camín y
Miguel Ángel Granados Chapa sólo puede entenderse en el mar-
co de un sistema político autoritario, la negativa del Presidente
no sólo se debió a que el gobierno no tenía recursos para apoyar
a un número mayor de medios, sino a que pretendían “crear un
foro no institucionalizado para el diálogo con el gobierno o más
probablemente un instrumento político para atacar y desgastar al
gobierno, pues su proyecto de país es diferente del nuestro”. (332)
Hasta aquí resulta comprensible la decisión del Presidente de no
apoyar a este diario. Sin embargo, no discute la postura política
de los periodistas en sus memorias, sino sus características psico-
lógicas. Pensaba que estos informadores manifestaban “sus pro-
30
Después de este sexenio se averiguó que el autor intelectual del crimen fue José
Antonio Zorrilla Pérez, ex titular de la Dirección Federal de Seguridad, quien
se sintió amenazado por las informaciones de Buendía sobre sus nexos con el
narcotráfico.

Autoritarismo en tiempos de crisis. Miguel de la Madrid 1982-1988 / 167


pias frustraciones e incapacidades al centrar su esfuerzo en criticar
al gobierno, en oponerse a todo, sin buscar salidas en el ámbito de
la realidad.” Creía que su posición se debía a que “son ingenuos
y agresivos, por ello tengo que desalentarlos”. (333) A raíz de la
cobertura que dieron algunos medios impresos a la Corriente
Democrática, fundada por Porfirio Muñoz Ledo y Cuauhtémoc
Cárdenas en 1987, su visión sobre los informadores se deterioró
al extremo de pensar “ya le he perdido respeto a los periódicos, no
me interesa su punto de vista”. (708) No tenía disposición para
escuchar las críticas a su gobierno y las descalificaba atribuyéndo-
las a problemas psicológicos, de corrupción o a que detrás de los
medios estaban los ex banqueros.

D  

Miguel de la Madrid hablaba de una democratización necesaria


para fortalecer al régimen. Se refería a la revitalización de los par-
tidos y a reconocer pequeños triunfos a la oposición. No obstante,
abandonó estas ideas al presentarse las elecciones, y se volcó al
fortalecimiento del régimen de partido único. En un principio,
pareció simpatizar con la idea de que el  seleccionara a sus
candidatos de entre sus bases, sin importar que las decisiones
de la cúpula pasaran a segundo término, con el objeto de darle
al partido más arraigo popular. Se trataba más que nada de un
ejercicio retórico, pues como parte de esta democratización en-
tendía la descentralización política y económica propuesta por
su gobierno. (45-46) Meses después corrigió y, en un juego de
malabarismo, relacionó el fortalecimiento del poder presidencial,
que según él no significaba una concentración de poder, con el
fortalecimiento del juego democrático, el cual consistía en dar
más fuerza al poder judicial y a los gobernadores, mayor libertad
de opinión, así como fortalecer al , y en especial atender los
reclamos de los sectores campesino y popular. (121-122) Como
puede verse, cuando habla de democratización se refiere al 

168 / María del Carmen Collado


como partido multiclasista que según su parecer representaba a la
sociedad en su conjunto, salvo a los hombres de negocios, y era el
único viable para México.
Una de las características de la presidencia autoritaria suponía
que el ejecutivo fuera también el jefe informal del partido. De la
Madrid manejó al  desde los Pinos, aunque no lo hizo “muy en
corto”. Su estrategia consistía en fortalecer al partido dejando que
su presidente, Adolfo Lugo Verduzco, condujera las asambleas;
en la de 1984, previa a las elecciones del año siguiente, insistió en
que se dejara en manos de los gobernadores la selección de dipu-
tados locales y presidentes municipales, reduciendo la injerencia
de los sectores. (318) Le preocupaba mucho el avance del  y
a veces cavilaba sobre la conveniencia de reconocerle pequeños
triunfos para dejar satisfechos a los sectores de la clase media y
alta que lo secundaban. Gracias a la amplitud de funciones del
presidencialismo posrevolucionario, destituyó a los gobernadores
que tenían problemas en sus entidades, exigiéndoles la renuncia
a través de la Secretaría de Gobernación. De esta manera, utili-
zaba el gran poder del ejecutivo que, sin necesidad de recurrir al
desgaste que implicaba el juicio político, podía prescindir de los
elementos ineficientes, como fue el caso de Enrique Velasco Iba-
rra en Guanajuato. Para justificar estas prácticas señalaba que la
renuncia inducida por Bartlett “no debe entenderse como un acto
de gobierno, sino como uno de partido”. (298-299)
Las elecciones de julio de 1983 pusieron a prueba la fortaleza
del . El  ganó los comicios en las ciudades de Durango,
Chihuahua y Ciudad Juárez, triunfos que atribuyó al desconten-
to generado por la nacionalización de la banca y a que la crisis
había afectado en especial a la zona fronteriza, aunque también
reparó en que algunos sacerdotes del norte del país utilizaron el
púlpito para hacerle propaganda al . Pensó De la Madrid que
estas derrotas podrían servirle al  de acicate para renovarse,
para analizar hasta qué punto los resultados reflejaban las fallas de
los gobernadores y el rechazo a la creciente corrupción. Insistió en

Autoritarismo en tiempos de crisis. Miguel de la Madrid 1982-1988 / 169


que su partido depurara los métodos de selección de candidatos
para nombrar al más popular y no necesariamente al apoyado por
las fuerzas o sectores locales. (136-140) Votaciones posteriores
en otras ciudades, como Mexicali, Mazatlán, Culiacán o Puebla,
evidenciaron el fortalecimiento del , pero sobre todo la parti-
cipación de algunos líderes empresariales en puestos de elección
popular que contravenían el comportamiento del sistema político
mexicano. Desde luego el  era contrario a que se reconociera
algún triunfo de la oposición, como sucedió en la capital de Baja
California, y el avance en el número de votos de la derecha fue
motivo de análisis. Algunos periodistas consideraron como un
avance democrático que se reconocieran los triunfos de otros par-
tidos y se respetara la legalidad del proceso electoral. A finales de
1984 se desató una batalla en Coahuila por el triunfo del  en
Monclova y Piedras Negras; hubo bloqueos de carreteras y hechos
de violencia que produjeron heridos y dos muertos. En esta oca-
sión, se llegó a un acuerdo en Monclova mediante la instalación
de un cabildo mixto entre el  y el  y un presidente muni-
cipal apartidista. (372-373) En este ambiente, las elecciones de
1985 acrecentaban su importancia; le preocupaba que el partido
de derecha pudiera ganar un par de estados o hacerse del control
del Congreso. Creía que ello sería “catastrófico […] caeríamos en
la anarquía y el caos”. (38) Pensaba que la alternancia crearía se-
veras rupturas, al ascender la oposición, y por ello se alegró de que
las elecciones de medio término en 1985 fueran favorables para el
, quien obtuvo 289 de las 300 diputaciones de mayoría y todas
las gubernaturas. El  se desinfló, escribió en sus memorias, y
tomó nota del aumento de la votación para Heberto Castillo del
 en el Valle de México. (439) Las elecciones para gobernador
en Chihuahua en 1986 dejaron la impresión de que se consu-
mó un gran fraude contra el candidato del , Francisco Barrio.
Hubo tomas de carreteras y de puentes internacionales; Luis H.
Álvarez inició una huelga de hambre e incluso el episcopado local
amenazó con suspender las misas. Pese a todo el  impuso a su

170 / María del Carmen Collado


candidato. La mirada de De la Madrid sobre la posibilidad de
la alternancia en el poder, de que la oposición pudiera gobernar
algunos estados o de que ganara la mayoría en el Congreso estaba
llena de miedo. Consideraba que la democracia traería caos al
país, que se perdería el camino, que provocaría severas rupturas y
utilizaba este miedo para cimentar su régimen y asegurarse de que
el  tuviera el control de todos los niveles del gobierno. Incluso
le dijo a Paul Volcker, presidente de la Reserva Federal de Estados
Unidos, que la oposición en México tenía ideas tan ajenas al siste-
ma político que la alternancia traería severas rupturas. Con estas
afirmaciones pretendía preocupar a este funcionario estaduniden-
se y evitar que su gobierno y los sectores conservadores de su país
siguieran apoyando al , como pensaba que sucedía. (440)
Acostumbrado a la disciplina de su partido y a la unanimidad,
el Presidente no comprendía las posturas de la oposición en el
Congreso y la prensa, y le extrañaba que ni derecha ni izquierda
apoyaran sus políticas. Las críticas del  iban contra la corrup-
ción, la nacionalización bancaria y la injerencia del Estado en la
economía; las del , el  y el  contra del plan de choque
instrumentado y la orientación política de su estrategia econó-
mica. Esto incomodaba al Presidente, quien se sentía frustrado
y por ello ubicaba a la oposición como enemigo y no como con-
tendiente. Manifestaba, por ejemplo: “los partidos de oposición
no son viables ni han hecho ninguna aportación política de im-
portancia”. Estas críticas al , redactadas en tiempo presente y
publicadas durante el gobierno de Vicente Fox, (2004) podrían
interpretarse como una alusión al panista y a su incapacidad para
gobernar. Ajeno al juego democrático, el ex presidente pretendía
apoyo a su política y simplificaba hasta el absurdo las posicio-
nes de la oposición. Para el , dijo: “nada es posible mientras
subsista el , y la izquierda lo condiciona todo a que se acabe
el sistema capitalista y se imponga el socialismo”. (205) Para evi-
tar el avance de la izquierda pensaba quitarles los bastiones que
les generaban recursos presupuestales, como ciertos municipios

Autoritarismo en tiempos de crisis. Miguel de la Madrid 1982-1988 / 171


o los apoyos de sindicatos universitarios, y cuando buena parte
de aquélla se unificó en el , en marzo de 1987, le pareció
una buena estrategia y creyó que el liderazgo de Heberto Castillo
moderaría las posturas del partido. (713)
Su balance sobre los procesos electorales al terminar 1983 es
elocuente:

Los postulados clásicos de la democracia occidental representan


aspiraciones limitadas por realidades ineludibles […] El voto se
ha emitido como una calificación de la acción pasada. Las críticas
que refleja son muy válidas, pero yo no puedo pagar, en este mo-
mento, todos los errores del pasado. No puedo llegar hasta el sui-
cidio político en un afán por limpiar las culpas del sistema. Más
que el prestigio que pueda darme la transparencia electoral, me
interesa la efectividad y la posibilidad de continuar gobernando.
No puedo permitir la desestabilización del sistema. (207)

Sólo el  era garante de la paz social, de manera que si se abría


la puerta a la alternancia se podría acabar la estabilidad. Ade-
más, la democracia occidental era vista como un “otro”, como
algo ajeno que no se adecuaba a la realidad del país y podría con-
ducirlo a la debacle. En realidad, a De la Madrid lo atemorizaba
la posibilidad que el voto pudiera quitarle el poder casi total que
detentaba, y que condujese al abandono de su programa econó-
mico. Por ello, proponía que la democracia se circunscribiese a
la renovación del partido oficial, a crear más foros de consulta
popular, a abrir un poco la política de comunicación, pero debía
asegurar que el gobierno federal mantuviese su fortaleza y sólo
dejaba abierta la posibilidad de que el voto decidiera en casos
excepcionales sobre el ámbito local. El  era el único viable en
México y sólo de su renovación podrán esperarse avances. Así re-
forzaba su visión autoritaria de la política. Desde su perspectiva,
el  se había olvidado de su ideología y perseguía posiciones
“electoreras”, pero era un peligro porque podría ser el receptor

172 / María del Carmen Collado


del voto anti , ya que su política generaba protestas, y tenía el
apoyo de los empresarios y del clero. (233)
Durante su sexenio, estableció foros de consulta popular pa-
ra que la sociedad opinara sobre determinadas políticas o medidas
que el gobierno quería implantar. Queda la impresión de que este
tipo de consultas, en las que se manifestaban las opiniones de ex-
pertos o de sectores a los que iba dirigida determinada estrategia,
era considerada como una concesión a la sociedad. Desde luego
que en el seno de un Estado como el mexicano, con un Congreso
en el que dominaba la visión presidencial, abrir consultas sobre
determinados aspectos podría ser considerado como un avance,
pero lo cierto es que la decisión final la tomaba el gobierno.
Cuando surgió la Corriente Democrática en 1986, dio ins-
trucciones de que no fueran satanizados, pero nunca consideró
realmente su petición de democratizar el proceso de selección de
candidatos dentro del partido. De la Madrid sabía que tenían
puesta la mira en las elecciones de 1988 y no estaba dispuesto a
dejar la sucesión presidencial en sus manos. Al principio mini-
mizó la importancia de esta corriente: se entrevisto con Porfirio
Muñoz Ledo y Cuauhtémoc Cárdenas y pensó que el movimien-
to obedecía sólo a las ambiciones personales de sus promotores.
Más adelante, reconoció que esta corriente pugnaba por la vuelta
al modelo económico nacionalista, pero creyó que esta disidencia
fortalecería la unidad dentro del partido. Finalmente, en marzo
de 1987, fueron expulsados del  los integrantes de este gru-
po (703-708) y con ello creyó el Presidente que estaba garanti-
zado que la selección de su sucesor quedara en sus manos y así
como triunfo del candidato oficial.
De la Madrid seleccionó a su sucesor, echando mano de una
de las prerrogativas más importantes del presidencialismo. Eligió
a Carlos Salinas de Gortari porque garantizaba la continuidad
de su proyecto, pues era “quien mejor entendía el sentido de los
cambios que yo había propuesto”. (844) Logró mantener el con-
trol del proceso sucesorio, pero las elecciones de 1988 trajeron el

Autoritarismo en tiempos de crisis. Miguel de la Madrid 1982-1988 / 173


ascenso de la oposición encabezada por Cárdenas, un movimien-
to que demandaba la vuelta al proyecto nacionalista y se oponía a
su política económica. Salinas se hizo de la presidencia con la vo-
tación más baja para el  en la historia del partido y con una
sombra de fraude que no logró disipar.

C 

El autoritarismo de Miguel de la Madrid fue un factor crucial para


implantar reformas económicas que afectaron negativamente a los
trabajadores y a la clase media, y en el mediano plazo significaron
el desmantelamiento de la industria manufacturera nacional here-
dada del proteccionismo desarrollista. En este contexto, esgrimió
el miedo político, tal como es entendido por David Corey.31 El
vocabulario del ex presidente alimentaba el temor de quienes no
se sometían a su autoridad, evocando consecuencias que eran des-
critas con palabras y frases como caos, debacle, golpe de estado,
peligro de intervención extranjera, estallido social, insurrección,
salida violenta, gobierno dictatorial, gobierno fascista, desorden,
riesgo a la existencia de la clase propietaria, estallido de la violen-
cia, desorden político y económico, turbulencia social, tensión,
incertidumbre, desestabilización, entre otras. Buscaba abonar al
consenso político con estas nociones, presentando su programa y
a sí mismo como el único que podía sacar adelante al país, como
el único que sabía cómo afrontar los peligros y resolver los proble-
mas, una vez que la crisis económica segó la práctica de obtener
legitimidad por la vía del gasto social.32 Insistió mucho en el sen-
tido de emergencia para acorralar a la sociedad a aceptar medidas
drásticas, como implantar límites al crecimiento de los salarios,

31
Véase Corey, El miedo, historia de…, op. cit.
32
Para Kevin Middlebrook la inclusión de las masas obreras y campesinas en
el PRI era una fuente de legitimidad política que se hacía realidad procuran-
do atender sus demandas, pero en la que una elite dominaba a estos sectores.
Middlebrook, “La liberalización política en…”, op. cit., pp. 189-90.

174 / María del Carmen Collado


reducir el gasto social y establecer una especie de plan de salvación
nacional. Por su parte, el propio Presidente tenía miedo a no po-
der poner en práctica su proyecto económico y a que el predomi-
nio priísta finalizara, y presentaba este miedo como amenazas a la
nación, a la permanencia de la patria, a la estabilidad social. En
la expresión del ex mandatario prevalece una visión maniquea de
los actores políticos, heredera del apotegma “el que no está con-
migo, contra mí está”, y resuenan levemente en su lenguaje los
ecos de El príncipe, quien preferirá ser temido a ser amado.
No aceptaba las críticas y pretendía unanimidad, de manera
que, en lugar de escuchar y considerar los análisis de la oposición
y de la prensa, descalificaba a sus detractores considerándolos co-
rruptos, manipulados por los ex banqueros resentidos, o argu-
mentando que su postura derivaba de problemas psicológicos.
Trató de utilizar el “daño moral” y el “delito de deslealtad”, cuya
definición es ambigua, para controlar lo que publicaba la prensa.
Desde su perspectiva, su proyecto representaba la racionalidad,
estaba apegado a la realidad y era la vanguardia; las otras alternati-
vas eran sus contrapartes, la irracionalidad, la fantasía y el atraso y,
por lo tanto, eran peligrosas. Consideraba a la democracia como
inadecuada para la realidad nacional, creía que sólo el  sabía
cómo renovar a la nación y tenía los instrumentos para hacerlo.
La alternancia en el poder podría sumir al país en el caos y la
anarquía y, ante ello, la única opción era que el partido oficial
continuara ejerciendo el poder. De nueva cuenta el miedo a que
se perdiera la estabilidad era la vacuna para que la oposición
no ascendiera. Para él, los otros partidos, el  y la izquierda, no
sabían cómo gobernar, no conocían al país e ignoraban las estra-
tegias que podrían sacarlo adelante y colocarlo en la vanguardia.
Así, el ascenso de la oposición era pernicioso y arriesgado y era
preferible mantener el statu quo.
Por último, no es posible dejar de lado el contexto de la publi-
cación de las memorias de Miguel de la Madrid. En 2004, durante
el gobierno de Vicente Fox, el primer gobierno de la alternancia,

Autoritarismo en tiempos de crisis. Miguel de la Madrid 1982-1988 / 175


enfrentado al descrédito por el descontrol de los miembros de
su gabinete, su falta de liderazgo y su débil compromiso con sus
obligaciones como gobernante. A la vez, la decisión de sacar a la
luz estas memorias, dieciséis años después de concluido su man-
dato como presidente, no era ajena a las críticas y a la desilusión
de la opinión pública frente a la frivolidad de Fox.

B

A Vega, Carlos. “Las relaciones entre los empresarios y el Estado”, en


Carlos Alba, Ilán Bizberg y Lorenzo Meyer, Una historia contemporánea
de México. Actores, t. 2, México, Editorial Océano, 2008.
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Autoritarismo en tiempos de crisis. Miguel de la Madrid 1982-1988 / 177


Ensayos
La inquietante extrañeza de la historia
T U  H

FRANÇOIS HARTOG*
École des Hautes Études en Sciences Sociales, Francia

THE UNCANNINESS OF HISTORY


This research probes “the disquieting strangeness” (the uncanny in Freud’s
sense) that history takes on when Ricœur, dispelling the accepted evidence,
examines what binds the discipline to memory. There is no history without
memory, that is, history is not possible without the existence of witnesses or
documents related to the events; still, history is nonetheless different from
memory in a number of regards – among these, the fact that, unlike memory,
history crystallizes in writing. Hence the uncanny (or paradoxical) nature of
historical knowledge: even though history is founded on memory, its making
aims to differentiate it from the workings of remembrance.
Key words: Ricœur, Certeau, memory, history, the uncanny.

R
En esta investigación se analiza “la inquietante extrañeza” (lo siniestro
en el sentido freudiano) que genera en la evidencia de la historia la ar-
ticulación que hace Ricœur entre memoria e historia. No hay historia

* Historiador por la École des Hautes Études en Sciences Sociales. Este texto fue
presentado en el coloquio “La memoria, la historia, el olvido: 10 años después”,
organizado los días 2, 3 y 4 de diciembre por el Fondo Ricœur y la  en
la facultad de teología protestante de París, con motivo de la inauguración del
Fondo Ricœur.

Historia y Grafía, Universidad Iberoamericana, año 19, núm. 37, julio-diciembre 2011, pp. 181-201
sin memoria, es decir, no hay historia sin testigos o documentos de lo
ya acontecido; pero la historia se distingue de la memoria por muchos
aspectos. Entre ellos el de que la historia a diferencia de la memoria se
cristaliza en la escritura. De aquí lo siniestro (o paradójico) del saber
histórico: la historia se hace a partir de la memoria, pero se hace para
diferenciarse de ella.

Palabras clave: Ricœur, Certeau, memoria, historia, siniestro.

Artículo recibido: --


Artículo aceptado: --

I

U n filósofo cuestiona las certezas de los historiadores. Aún


más, las hace tambalear. El extranjero resulta un hombre
inquietante para el nativo del territorio. El nativo se siente seguro
en su propio lugar: el historiador se siente seguro haciendo histo-
ria, el sociólogo haciendo sociología, el físico haciendo física, y de
la misma manera sucede en todos los saberes. Siempre es el que
viene de fuera el que trae esa inquietante extrañeza. Y también
siempre o casi siempre se le trata de eliminar. Ese trabajo de eli-
minación es muy simple: una frase es suficiente para aniquilarlo.
“No hagas caso de lo que dice, pues no es un historiador, es decir,
no es de los nuestros.” Nosotros no debemos dudar de lo que
hacemos; al contrario, debemos tener la certeza de que la historia
como saber es posible y siempre lo será. La duda viene de fuera, o,
mejor aún, hay que situarla siempre afuera. La duda no debe exis-
tir en nuestra fortaleza, dice el gremio de los historiadores. Pero
basta con decir que el gusano de la duda lo traen los extraños, esto
es, los outsiders. Sí, es y ha sido suficiente hacer eso para exorcizar
la duda interior. El mal viene de afuera, los de adentro son todos
buenos y creyentes. ¿Para qué escuchar al extranjero? Finalmente
no tiene derechos legales para interpelarnos, pues él no hace his-
toria. Podemos decir que carece de acta de nacimiento, es decir,

182 / François Hartog


de título de historiador. Lamentablemente, la argumentación ad
hominem es débil y carece de fuerza. No es suficiente con adjetivar
al que nos interpela con la palabra de extranjero. Se vuelve necesa-
rio responder a sus argumentos. Este ensayo quiere darles la voz a
esos hombres que entran al lugar del otro y ponen todo a temblar.
Darles su lugar a esos fantasmas que tanto tememos. Paul Ricœur
no puede obviarse o dejar de escucharse por ser extranjero. Él nos
ha dicho con toda claridad que el saber histórico no es evidente.
Ricœur no es el único que nos interpela como outsider, hay
muchos otros. Por ejemplo, Norbert Elias, Maurice Halbwachs,
Michel de Certeau, Charles Péguy, etc. ¿Cuál es la pregunta que
nos hacen a los historiadores? Es una muy directa y puntual: ¿el
hombre de hoy sigue creyendo en la historia? ¿Se cree en la histo-
ria hoy igual que en el siglo XX? ¿En el futuro se seguirá creyendo
en la forma moderna de hacer historia? Estos extraños parecen
decir que ya no se cree de la misma manera que antes. La inquie-
tante extrañeza parece convertirse en extraña familiaridad.

“Inquietante extrañeza” de la historia: ésa es la traducción de Un-


heimlichkeit adoptada por Paul Ricœur. Si la expresión viene de
Freud, es durante la meditación que realiza Ricœur a partir de lo
que nombra “la gran tradición filosófica” que la aplica a la histo-
ria. Michel de Certeau, por su lado, ya la había utilizado, precisa-
mente cuando en su minuciosa lectura de El hombre Moisés se veía
obligado a interrogarse sobre el lugar del discurso histórico y el
estatuto de esta escritura que, al situarse en lugar de la tradición,
operaba a manera de un quid pro quo.1 De ahí, él concluía con
la expresión –que dio lugar a un cierto malestar entre los histo-
riadores– de que “la ciencia-ficción era la ley de la historia”. Para
designar el lugar de ésta hablaba de su “inquietante familiaridad”.
Inquietante extrañeza, inquietante familiaridad: se puede preferir
una u otra traducción, regresaré a eso; pero lo que se busca evocar,

1
Michel de Certeau, L’Écriture de l’histoire, p. 357.

La inquietante extrañeza de la historia / 183


más que nada, en ambos casos es un sentimiento de sorpresa, in-
cluso de malestar. Es así como surge de golpe, como en un espejo,
una imagen de la historia que uno no espera, que no reconoce.
La historia, los historiadores creen saber en qué consiste (así no
sea sino a fuerza de dejar de plantearse preguntas al respecto), y
nos invitan a que, tal como los ávidos visitantes de una galería,
inspeccionemos de vez en cuando a los ancestros. Pero he aquí
que las indicaciones o placas se tambalean y, repentinamente,
eso que he llamado “la evidencia” de la historia2 acaba por nublar-
se o, más bien, es cuestionada.
La atención prestada a estos dos maestros contemporáneos de
la inquietante extrañeza (como Ricœur hablaba de maestros de ri-
gor, a propósito de Elias, Foucault y de Certeau) constituiría, más
ampliamente, una invitación a adoptar el papel de los outsiders de
la disciplina, cuyas reflexiones, consideraciones o críticas dirigidas
a la historia han tenido, a veces, amplio eco, orientando los deba-
tes y fijando, un tiempo al menos, los términos de éstos. Intentar
una historia de la historia escrita de esta manera no dejaría de ser
instructivo. Larga también podría ser la lista de outsiders, y, entre
los contemporáneos, Ricœur tendría un lugar privilegiado en ella,
pero también lo ocuparían Foucault y Lévi-Strauss, en tanto que
de Certeau podría figurar como un outsider del interior, además de
otros… Si no hay ninguna razón para pensar que tal sugerencia
valga sólo para la historia, se aplica, creo, particularmente bien
a ella, en vista de su edad provecta (pensamos en Clío, la vieja
mujer, la algo chocha mujer, que Péguy cita) y sobre todo por el
hecho de que ella ha vivido siempre de préstamos. ¿Quién mejor
que Aristóteles podría abrir este desfile de outsiders?

2
François Hartog, Évidence de l’Histoire. Ce que voient les historiens (Próxima-
mente será publicado por la Universidad Iberoamericana).

184 / François Hartog


I   

Regresemos a la inquietante extrañeza: para Ricœur, ¿en qué sen-


tido da evidencia de ésta la historia? ¿A qué apunta con esta de-
signación? Esta primera pregunta conduce a seguir el mismo hilo
que hace correr Ricœur en el recorrido de su obra La mémoire,
l’histoire, l’oubli.* Para el historiador, lector de Ricœur, esa in-
terrogante suscita y precisa otra: la relativa al efecto de extraña-
miento que hace surgir esa aproximación a la historia, insólita, al
menos, para los historiadores (llamémoslos de este modo) ordina-
rios: así ocurre en este último libro, pero ya lo había provocado en
Temps et récit.** Dirigirse al corazón de la operación historiográ-
fica contemporánea, comenzando con la meditación de Platón,
Aristóteles y Agustín, no es por sí mismo evidente. Si Ricœur lee a
los historiadores, y todos sabemos que lo hace, es para plantearles
una cuestión precisa y filosófica (la de las aporías del tiempo en
Tiempo y narración). Para reflexionar sobre la historia, comienza
por no salir de ella; y llega (a la historia) en un momento dado de
su reflexión o meditación: porque ella es un punto de paso obli-
gado, incluso un objetivo. Además, en esta aproximación nunca
monódica sino más bien melódica que siempre cultivó, la historia
no es su único tema de estudio, su única meta: La memoria, la
historia, el olvido no es (únicamente) una crítica de la razón histó-
rica y mucho menos un tratado del método histórico. Ahí se alza
contra una doble hybris ruinosa, la de una historia que pretende
simplificar a la memoria y la de una memoria colectiva que bus-
ca “avasallar” a la historia, mientras que busca conducirnos hacia
la phronesis, o sea, hacia una conciencia ilustrada.3 Estamos pues
en Grecia y del lado de la ética. Haciendo camino, me gustaría
también bosquejar, con base en dos ejemplos, uno antiguo y el

* La memoria, la historia, el olvido, Buenos Aires, Fondo de Cultura Económica,


2004. [Las citas numeradas están sacadas de la versión en francés. N. de t.]
** Tiempo y narración, [Se citará también de la edición francesa. N. de t.]
3
Hartog, Évidence de l’histoire…, op. cit., p. 511.

La inquietante extrañeza de la historia / 185


otro contemporáneo, una manera de prolongar y de cuestionar la
inquietante extrañeza, de hacerla trabajar y de añadirle una vuelta
de más, bien lejos de buscar reducirla.
En Tiempo y narración, la historia a la que se debe confrontar
como prioridad es aquella practicada por los historiadores que,
desde las burlas de Lucien Febvre, dieron la espalda a la historia
narrativa. Esta historia conjuga, en efecto, tres eclipses: el del re-
lato, el del acontecimiento y el del individuo. Pero para leer El
Mediterráneo de Braudel, tenido por Ricœur como el “manifiesto”
de Annales, para reconocerlos por lo que son los tres famosos pa-
sos temporales y llegar a formular al final de la obra las nociones
de cuasi-relato, cuasi-trama y cuasi-acontecimiento, es necesario
comenzar… ¡por pensar las reflexiones de Aristóteles sobre la poe-
sía trágica! Se trata, en efecto, de dar a su Poética un “impulso
inicial”, y esto, incluso, ¡cuando el tiempo no es directamente
la cuestión! Si aquí (todavía) no hay cabida para la inquietante
extrañeza, de entrada ¡hay ahí de qué sorprenderse!
Recorrer todo el camino que lleva de Aristóteles a Braudel no
es evidentemente nuestro propósito. Nos limitaremos al punto de
partida y al de llegada. La poética, según Aristóteles, se entiende
como el arte de componer las tramas; este arte dinámico saca a
relucir la mimesis. Y, confiesa Ricœur, la meta al recurrir a la
Poética es reconocer que “la construcción de la trama es eleva-
da por Aristóteles al rango de categoría dominante en el arte de
componer obras que imiten una acción”; después, “extraer de la
Poética el modelo de construcción de la trama que nosotros nos
proponemos [yo Ricœur] y de extenderlo a toda composición que
llamemos narrativa”.4 El subrayado es mío.
En este juego (griego) de poros y de la aporía, el filósofo se dedi-
ca a encontrar el poros, es decir, el camino que permite avanzar hasta
los límites de la narratividad planteados en tanto réplica de lo que
es inescudriñable (en sentido último) del tiempo. De esta manera

4
Paul Ricœur, Temps et récit, vol. I, pp.73, 317.

186 / François Hartog


se establece “el carácter en último término narrativo de la historia”.
A partir de ahí, la narrativa contribuye, a su manera, a la re-figura-
ción del tiempo, que para Ricœur es “la obra conjunta” del relato de
ficción y del relato histórico. Pero, antes de llegar a esta conclusión
(que valida la tesis de fondo de la investigación), la interrogación
sobre la realidad del pasado histórico se topa con un “enigma”: el
de la relación entre pasado real y conocimiento histórico. Frente al
“realismo espontáneo” del historiador, Ricœur sugiere el concepto
de representancia, calificado de “difícil” (y expresamente distinto de
aquel de representación). A través de él se expresa

la reivindicación del cara a cara hoy caduco sobre el discurso his-


tórico en el que se enfoca […] Por otra parte, el carácter evasivo
de este cara a cara, sin embargo imperioso, nos ha conducido a
un juego lógico en el que las categorías de lo Mismo, de lo Otro
y de lo Análogo estructuran el enigma sin resolverlo.5

Así, de este primer tiempo, retengamos la extrañeza de un cami-


no, redoblado por el reconocimiento de un “enigma” en torno
de lo real, que, mediante el reconocimiento de la deuda, hace del
“‘maestro de tramas” “un servidor de la memoria de los hombres
del pasado”.6 Enigma que no se resuelve, pero que se puede, en el
mejor de los casos, “estructurar”.
Volvamos ahora a La memoria, la historia, el olvido. Estamos
quince años después, pero tampoco esta vez, como la preceden-
te, la historia aparece sola. En el momento cuando terminaba de
publicar Ricœur Tiempo y narración (1985), la memoria llegaba
al primer plano en el espacio público. Es el momento en que
aparecen Les lieux de mémoire, en 1984, Shoa de Lanzmann, en
1985, y Les Assassins de la mémoire de Vidal-Naquet, en 1987.
Existe pues un desfase entre la plena emergencia del fenómeno
memorial y su seguimiento filosófico. Ricœur lo nombra “laguna”
5
Ricœur, Temps et récit, op.cit., vol. III, p. 269.
6
Ibidem, p. 283.

La inquietante extrañeza de la historia / 187


de su problemática, misma que lo llevó a poner en “conexión di-
recta” la experiencia temporal y la operación narrativa y a encarar
así “el callejón sin salida de la memoria y el olvido”, designados
como “esos niveles medios entre tiempo y narración”.7 El título
de la obra ya indica que la historia está colocada entre la memo-
ria (que lanza todo el cuestionamiento) y el olvido (que cierra
la indagación sobre la condición histórica): este último es visto
como portador de una “inquietante amenaza y emblemático de la
fragilidad de esta condición”. Viene, para finalizar, el epílogo, que
se abre sobre el eschaton del perdón.
Esta vez, la inquietante extrañeza (Unheimlichkeit) está de en-
trada ahí. En el griego de Platón ella se llama pharmakon.
Me he divertido a mi manera […] al reinterpretar, más bien, al
reescribir el mito de Fedro que relata la invención de la escritura.
La cuestión de saber si el pharmakon de la historia-escritura es
remedio o veneno […] no dejará de acompañar como en sordina
la indagación […] 8

Porque, en este mito del origen de la escritura, Ricœur se divierte


al ver o se arriesga a leer, por extensión, el mito del origen de la
historia, justamente en la medida misma en que su apuesta es el
destino de la memoria. He aquí entonces, de entrada, la historia
asida por la memoria, a partir de ella y en relación con ella. Con
(a ello obliga Platón) la memoria viva, auténtica, en verdad ame-
nazada por esta droga que es la escritura, la cual es presentada por
Theuth como el pharmakon de la memoria y de la sophia (eviden-
temente, Platón no hace la mínima mención de la historia). A lo
que responde el rey, oponiendo la (simple) memorización (hu-
pomnêsis), gracias a la muleta de la escritura, a la rememoración
(anamnêsis), discurso vívido y animado que se escribe en el alma
(276a). Es insólita, y hasta donde yo sepa única, esta entrada en
escena de la historia, de golpe devaluada, ya que es dominada por
7
Ibidem, p. 1.
8
Ibidem, p. 172.

188 / François Hartog


una memoria a la que paraliza y traiciona. Cierto, si uno lee Fedro
hasta el final, ya lo ha recordado Ricœur, se encuentra una reha-
bilitación prudente de la escritura que, en la transposición ricœu-
riana del mito, podría corresponder a un estado, lo cito, “donde
vendría a recubrirse perfectamente, de una parte, una memoria
instruida, iluminada por la historiografía, y, por otra parte, una
historia erudita que se ha vuelto capaz de reanimar a la memo-
ria decaída (al grado de que se hace posible reefectuar de nuevo el
pasado, retomando la expresión de Collingwood)”. Cierto o pro-
bable, pero no hay nada que “pueda exorcizar la sospecha de
que la historia permanece como una molestia para la memoria”:
remedio, veneno o ambos.9
Al igual que en el caso de Tiempo y narración, obra acompa-
ñada por todo el poder configurante de la Poética, que fortalece,
construye e informa toda la reflexión, tampoco voy a seguir paso
a paso el efecto configurante del mito de Theuth a lo largo del
curso relativo a la problemática de la memoria y de la historia.
Recordaría simplemente estos puntos: el testimonio concebido
como si transmitiera a la historia la energía de la memoria de-
clarativa (el “yo estaba ahí” del testigo), la afirmación reiterada
de la memoria como “matriz de la historia”, por lo tanto como
“guardiana de la relación entre lo que ya no existe y eso que
tuvo lugar”. En sentido inverso, cuando el testimonio se vuelve
archivo y fuente, cuando es transmutado en escritura, es retoma-
do por los grammata, estas “huellas extranjeras” (275a), y pasa,
por decirlo así, bajo la cesura del paradigma indiciario, y luego
por toda la fase explicativa de la historia, la distancia entre me-
moria e historia se irá incrementando, hasta llegar a esta situación
reciente donde, en nombre incluso de una historia de la memoria,
la memoria se encuentra en realidad reducida a un simple objeto
de historia. Al proceder así, repite Ricœur, la historia se ciega a
sí misma y cede a la hybris. Pero una vez que este llamamiento es

9
Ibidem, pp. 179-80.

La inquietante extrañeza de la historia / 189


debidamente dirigido al historiador de oficio, permanece como
algo irrefutable “la inquietante extrañeza de la historia, que ve la
imposibilidad de dividir en el plano gnoseológico la competencia
entre la promesa de fidelidad de la memoria y la búsqueda de
verdad en historia”. Pues hay, y sólo puede haber, una indecidibi-
lidad sobre la prioridad que posee el objetivo de una u otra.10 De
tal modo que el peso de la decisión retorna, en última instancia, al
destinatario del texto histórico: a este último, que es también “el
ciudadano sagaz”, le “corresponde hacer el balance entre historia
y memoria”.11 He aquí quien, al reducirlas, vuelve aceptables las
pretensiones de un magisterio que abrigan algunas veces los his-
toriadores. Si ellos hacen la historia, no la dicen.

L  

Después de destacar, via Platón, una inquietante extrañeza, no


ocasional sino innata, Ricœur señala los nuevos desarrollos y re-
formulaciones de ésta. Tales son las críticas de Nietzsche contra
los abusos de la cultura histórica, en la Segunda intempestiva. Más
cerca de nosotros, escuchamos un “último eco” en los testimonios
de algunos “historiadores importantes”:12 Nora, Yerushalmi, pero
también Halbwachs, que, sin embargo, ¡no es un historiador! ¿Por
qué hablar de inquietante extrañeza cuando es claro que ninguno
de ellos se refiere a Platón? No obstante, todos ellos, ya sea que
partan de la memoria o de la historia, se topan con el problema
del encuentro que se da entre ellas, de si es posible articularlas o
no. Es posible considerar aquí varias versiones del quid pro quo:
¿cuál habla de cuál, cuál ocupa el lugar de la otra?
¿Por qué abrir esta secuencia con Maurice Halbwachs? Porque
él se convirtió en el padre moderno de los estudios sobre la me-

10
Ibidem, p. 502.
11
Ibidem, p. 648.
12
Idem.

190 / François Hartog


moria.13 ¿Por qué, para la escucha de Ricœur, es él como un eco
lejano de la inquietante extrañeza platónica, de la cual nos daría
una versión moderna? Porque parte de la memoria y en cierto
sentido nunca sale de ella. Cuando nos instalamos en la memoria
colectiva, que va del individuo a los múltiples grupos de hoy o de
ayer, por la mediación de los cuales se opera la transmisión, no
se tiene ya, en el caso límite, necesidad alguna de la historia. Entre
ella y la historia, inevitablemente en posición de exterioridad, hay
un hiato. Una vez establecido que para recordar uno tiene necesi-
dad de los otros; una vez admitido que cada memoria individual
es un punto de vista sobre la memoria colectiva,14 se llega a lo que
nombramos “memoria colectiva”, a la cual Halbwachs consagra
un capítulo entero y cuyo estatuto se mostrará, en el conjunto,
incierto. En efecto, así resulta, ya sea que memoria histórica de-
signe una parte (aún) viva de la historia para un grupo y, enton-
ces, se confunda con la memoria colectiva, o que ése ya no sea
más el caso y, entonces sea sólo un marco vacío. Ella se confunde
con una historia de punta a punta exterior que se reduce a una
débil cronología. Se piensa en el testigo que se vuelve enseguida
historiador, bosquejado por Péguy en Clio. Usted busca un viejo
para interrogarlo sobre su juventud y él se pone a hablar como un
libro: como historiador.

¿Por qué quiere usted que […] al permanecer situado en el pun-


to en movimiento de su duración al cual ha llegado en la vejez,
se sumerja, adentrándose en los vericuetos de su memoria […]
hasta alcanzar los años lejanos de su adolescencia?15

13
De esta manera, desde 1978, Nora proponía “hacer jugar a la memoria colec-
tiva, para el historiador contemporáneo, la función que jugó para el historiador
moderno la así denominada historia de las mentalidades”. “Mémoire collective”,
en Jacques Le Goff, Roger Chartier, Jacques Revel (dirs.), La Nouvelle Histoire,
p. 401. [Hay traducción al español por editorial Laia.]
14
Ricœur, La mémoire, l´histoire…, op.cit., p. 151.
15
Charles Péguy, Clio. Dialogue de l’histoire et de l’âme païenne. Œuvres en prose
complètes, vol. 3, p. 1191.

La inquietante extrañeza de la historia / 191


Memoria histórica: la expresión, para Halbwabchs, no es por lo
tanto una “elección afortunada”.16 O se está en la memoria o se
está en la historia. Y la historia, vista desde la memoria, sólo apa-
rece en posición de exterioridad. Sus practicantes establecieron,
por lo demás, que ella comenzaba donde la memoria se detenía.
Halbwachs no dice algo distinto, pero insiste en el hiato que las
separa. La memoria colectiva se adhiere a las semejanzas; la histo-
ria, al proceder por esbozos sintéticos, hace que resurjan las dife-
rencias. Ella “saca a flote los cambios de la duración”. La memoria
está en lo continuo. Después de las crisis, se dedica a “reanudar
el hilo de la continuidad” y, aun si la “ilusión” no permanece, así
sea durante muy poco tiempo “se imagina que nada ha cambia-
do”.17 Para el historiador que no se sitúa, en última instancia,
“en ningún punto de vista de los grupos reales y vivos”, hay una
inclinación natural hacia la historia universal: para terminar, sólo
hay una historia universal.
En este punto Halbwachs introduce una nota curiosa, ¡al ha-
cer de Polimnia la musa de la historia! Lo que jamás fue. Ella es
tradicionalmente la responsable de la poesía lírica. ¿Por qué esta
confusión? Con el nombre de Polimnia, él se remite probable-
mente a la de los múltiples cantos, aquella que los reúne. Pues la
interpreta de esta manera:

La historia puede presentarse como la memoria universal del gé-


nero humano. Pero no hay memoria universal. Toda memoria
colectiva tiene por soporte un grupo limitado en el espacio y en
el tiempo.18

16
Maurice Halbwachs, La mémoire collective, p. 130. Por su lado, Jean-Pierre
Vernant hablaba de memoria individual, memoria social, historiadora: La tra-
versée des frontières, pp. 127-32.
17
Ibidem, pp. 134, 166.
18
Ibidem, p. 137.

192 / François Hartog


Cada grupo tiene “su propia duración”, y no hay “un tiempo uni-
versal y único”.19 En consecuencia, la historia queda fuera. (Al ha-
cer esto deja de lado el proyecto intelectual de los Annales que, sin
embargo, conoció de cerca. Es cierto, los fundadores no hablaban
de memoria, pero, al ligar deliberadamente pasado y presente, re-
introdujeron al historiador en la historia y rechazaron, con el mis-
mo movimiento, que ella estuviera en posición de exterioridad.)
Si Ricœur remarca en notable medida las dudas y reticencias de
Halbwachs “con respecto a las fronteras de la disciplina histórica”,
concluye que en “el horizonte se perfila el deseo de una memoria
integral que reagrupe memoria individual, memoria colectiva y
memoria histórica”.20 Lo que es deseado (al menos) en la obra de
Halbwachs es, en todo caso, comprobado en la concepción de la
memoria propuesta por Ricœur. Para este último, en efecto, “hay
continuidad y relación mutua entre la memoria individual y la
memoria colectiva, siendo ésta erigida en memoria histórica en
el sentido de Halbwachs”.21 A menos que se deba decir: en el
sentido de Ricœur, lector de Halbwachs. Pero, al mismo tiempo,
Ricœur no quiere en modo alguno renunciar a la historia, cuyas
“arquitecturas de sentido exceden a las fuentes de la memoria, aun
a la colectiva”.22 Si no quiere una historia impotente ni tampoco
una historia todopoderosa, también se opone resueltamente a una
memoria que sería reducida a un objeto de historia, ya que por su
“poder de certificación” de que el pasado fue, ella debe ser indu-
dablemente tenida por la “matriz” de la historia.
Lector de Halbwachs, Yosef Yerushalmi abre la fase contem-
poránea de la inquietante extrañeza, él que, en una clara alusión a
Freud, titula el último capítulo de su Zakhor (la traducción fran-
cesa aparece en 1984*) “Malestar en la historiografía”. En ella

19
Ibidem, p. 189.
20
Ricœur, La mémoire, l´histoire …, op.cit., p. 515.
21
Ibidem, p. 618.
22
Ibidem, p. 647.
* Hay traducción al español por editorial Anthropos.

La inquietante extrañeza de la historia / 193


concluye que jamás la historiografía judía contemporánea reem-
plazará a la memoria judía; además, destaca de manera similar
que nadie sabe si esta vasta empresa que se ha vuelto hoy la in-
vestigación histórica se mostrará durable o si es necesario estimar,
según la forma grabada en el anillo del rey Salomón, que: “Tam-
bién ella sólo durará un tiempo”.23 La historia judía moderna, la
contemporánea de la Wissenschaft y de la asimilación, y, más allá,
la historia moderna, la historia-ciencia, tal como el siglo  la
concibió y como el  varias veces la reformuló, no se encuentran
en absoluto rechazadas, sino puestas en perspectiva. Puesto que
hubo durante mucho tiempo otras modalidades de organización
del pasado colectivo, no hay ninguna razón para tener a esta forma
existente como “el triunfo último del progreso de la Historia”.24
Yerushalmi no despide a la historia, pues él es un profesional de
ella, pero no ha abandonado a la memoria. Quisiera, en suma,
poder mantenerse de los dos lados: el de la memoria y el de la
historia, planteando así una pregunta de fondo a toda conducta
historiadora al interrogarse por el “choque de rechazo” de toda
historia sobre la memoria.
A esta breve lista de Ricœur se añadiría fácilmente otro no-
table intempestivo como fue Charles Péguy y, actualmente, los
nombres de Claude Lanzmann y de Pierre Vidal-Naquet. Con
Shoah (1985), Lanzmann hizo la elección de la memoria. Al hacer
ver la rememoración que él hace surgir, se coloca, en un sentido,
lo más cerca posible de la anamnesis del Fedro. Mientras que la
historia, en virtud de su proyecto mismo de explicación –ha dicho
e insistido en ello–, carece de la radicalidad necesaria para dar
cuenta de lo que ha sucedido. No hay duda que, para él, la parte
del veneno aventaja a la del remedio.
Al venir del otro lado del círculo, Pierre Vidal-Naquet aborda
la memoria desde la historia. Situados a unos meses de intervalo,

23
Ibidem, p. 119.
24
Ibidem, p. 15.

194 / François Hartog


su lectura de Zakhor y luego su descubrimiento de Shoah, de la
que dice que es una obra maestra de la “memoria pura”, son dos
experiencias que han contado poderosamente en su reconocimien-
to de la importancia de la memoria para la historia. Al arriesgar
la imagen de un “Proust historiador”, invita desde ese momento
al historiador a “integrar” la memoria en la historia. Predicando
con el ejemplo, se lanza de inmediato a la redacción de sus Memo-
rias. Se hace posible esa escritura de sí mismo que durante tanto
tiempo postergó. Pero ha sido necesaria como condición previa la
prueba del revisionismo que es, en su raíz misma, la negación de
la memoria de los desaparecidos y de los sobrevivientes. Los asesi-
nos de la memoria aparece en 1987. Desde el inicio de su vida ac-
tiva de historiador, Vidal-Naquet se ha pensado como historiador
y testigo. Él lo sigue siendo plenamente, aunque de una manera
un poco diferente con el caso Audin. En ese caso él es testigo,
en el sentido latino de la palabra testis, que interviene en tanto
que tercera persona. De ahí en adelante se reconoce testigo en el
sentido del latín superstes, el testigo en tanto que sobreviviente. En
ese sentido, él regresa a contar la vida de sus padres, es decir, esa
que ellos no pudieron decirle a nadie y que a él lo destrozó. Por
fin encuentra las palabras para “integrar” la memoria a la historia,
“evocar”, “encarnar”: transmitir.25
Finalmente llegan Pierre Nora y sus “insólitos lugares de la
memoria”, publicados entre 1984 y 1992. ¿En qué aspecto son
insólitos para Ricœur? Nora piensa integrar también a la memo-
ria en la historia, pero de otra manera. La problemática del lugar
antes que otra cosa permite mostrar cómo el relato nacional se
cristalizó a partir de una memoria republicana en una historia-
memoria, cuyo organizador y posibilitador fue Ernest Lavisse. En
su texto de inicio, que lleva el título significativo de “Entre me-

François Hartog, Vidal-Naquet, historien en personne. L´homme-mémoire et le


25

moment-mémoire.

La inquietante extrañeza de la historia / 195


moria e historia”,26 Nora plantea un diagnóstico de la coyuntura
y se alimenta de su análisis para presentar la noción de lugar de
memoria, por medio de la cual puede engancharse en ese largo
recorrido del género de la historia nacional. Se trata de mostrar,
en el mismo movimiento de la reflexión, los primeros contornos
de este momento-memoria (cuya extensión permanecía aún in-
cierta), de fijar la medida de basculación de un tipo de memoria
(la que no funciona más, caduca, es decir, la de la transmisión) ha-
cia otro (la nueva, de una reconstrucción voluntaria, historiadora,
elaborada a partir de huellas) y de proponer el lugar de memoria
como instrumento de investigación. Nora quiso a la vez iluminar
ese momento de frontera y servirse de la dinámica memorial para
proponer una forma de historia renovada: de segundo grado. Si el
siglo  fue de la memoria a la historia por la profundización de la
República, el fin del siglo , después de los “sombríos tiempos” y
las descolonizaciones, parece realizar un camino inverso, al mismo
tiempo que la República y la Nación tienden a tropezarse.
¿Pero este reapropiamiento historiador de una memoria, ella
misma informada extensamente por la historia, es suficiente para
clarificar el debate y lo que está en juego? ¿Le permite al historia-
dor retomar su lugar? El éxito público de los Lugares de la memo-
ria invita a creerlo, pero el éxito mismo los llevó, en un sentido,
más allá de sí mismos, al ser alcanzados por la conmemoración.
Asistimos a una captura patrimonial de la idea de lugar de memo-
ria, escribe Ricœur. Para designar esta nueva forma de memoria,
Nora hablaba de la memoria “tomada” por la historia (una me-
moria “historizada”). ¿Pero no es en sentido inverso, es decir, que
la memoria se ha apropiado de la historia (la cual ha sido penetra-
da por ella, una historia “memorizada”)? El pasado ya no es más
la garantía del porvenir, ésa es la razón principal de la promoción
de la memoria como campo dinámico y única promesa de conti-

26
Pierre Nora, “Entre mémoire et Histoire. La problématique des lieux », en
Pierre Nora (dir.), Les lieux de mémoire, I: La République, pp. XV-XLII.

196 / François Hartog


nuidad.27 Hay solidaridad del presente y de la memoria. “Francia
como nadie apelaba a su historia. Francia como identidad sólo se
prepara para un porvenir con el desciframiento de su memoria.”
Finalmente, la obra de los Lugares terminaba en un futuro ante-
rior: ellos habrán correspondido a ese momento-memoria, cuyo
paréntesis se habrá de cerrar, anunciaba ya Nora. Historia atrope-
llada, cuya ofensiva de reconquista se vuelve contra ella al mismo
tiempo que le da un triunfo aparente: familiaridad atravesada de
inquietud de esta historia que está haciéndose y mirándose ya en
el futuro anterior.

I    

Este último punto, sobre el que se acaba de ofrecer aquí un breve


bosquejo, será también mi conclusión. Si el mito del Fedro ha sido
frecuentemente leído, abundantemente interrogado y comenta-
do, aun en la farmacia de Platón escrita por Derrida, jamás ha
sido, creo, utilizado como punto de partida de una reflexión sobre
la historia, aún más, tratado como mito de fundación de la his-
toriografía. Y si pienso en un historiador, es verdad que un poco
anterior a Platón, Tucídides, al comparar los usos respectivos de
la memoria y de la escritura, constatamos que éste se coloca, sin
vacilación alguna, del lado de los grammata y contra la memoria
que no sólo olvida y se equivoca, sino que además siempre quiere
responder a las expectativas del auditorio deformando los hechos.
Ella se complace y busca complacer. Este recelo con respecto a la
memoria jamás abandonará a la historia. A diferencia de Aristóte-
les, Platón nunca forma parte, al menos de manera directa, de la
hueste de los outsiders.
Volvamos un instante más sobre Aristóteles. ¿No es extraño
que haya sido tan importante en las interrogaciones sobre la his-
toria, aunque haya hablado de ella en total muy poco (algunas

27
Ricœur, La mémoire, l´histoire…, op.cit., p. 534.

La inquietante extrañeza de la historia / 197


líneas en los capítulos 9 y 23), y jamás por ella misma (ésta in-
terviene en contraposición a la poesía trágica y la convierte en
algo más importante que ella)? Vayamos más lejos. ¿No hay algo
extraño o, cuando menos, que no es evidente por sí mismo, en el
tratamiento de la Poética por Ricœur? Él ve en la Poética, recor-
démoslo, el modelo de construcción de la trama que tiene pro-
puesto para extenderse a toda composición narrativa, ya se trate
de historia o de ficción. Está totalmente en su derecho. Pero, en la
Poética, Aristóteles indica de la manera más clara que la historia,
la de los historiadores, no surge ni de la poiesis ni de la mimesis.
Pues corresponde al historiador legein ta genomena, decir lo que
pasó, y no poiein ta genomena. Por lo cual él no sabría ser un maes-
tro de tramas. La división es clara, y permanecerá durante toda la
antigüedad. Las únicas cuestiones pertinentes son las de escoger
algunos de los genomena y la manera de decirlos. Entonces nos
metemos en el dominio de la retórica.
Totalmente distinto es el camino de Ricœur que, multiplican-
do la mimesis en 1, 2 y 3, empuja más lejos la aproximación entre
ficción e historia para probar su hipótesis inicial, según la cual
sólo hay tiempo pensado cuando es narrado. Para demostrar que
aun la historia reciente, que se pretende no narrativa, depende fi-
nalmente de un análisis en términos de cuasi-intriga. No se puede
partir de la división inicial de Aristóteles entre poesía e historia
porque ésta suprime la solución de Ricœur. ¡Que se me entienda
bien: ésta no es una objeción a Ricœur, sino una señal que añade
aún un poco más de extrañeza a la extrañeza e invita a volver al
texto de Aristóteles!
Podría, si tuviera tiempo, tratar de demostrarles que es Polibio
quien, en una mezcla de audacia e inocencia, trató de subirse a
las espaldas de Aristóteles y de presentarse como un maestro de
tramas; quien, retomando la Poética, la hace girar en otro sentido:
la historia es superior a la tragedia y tiene un acceso pleno a lo
general. Con la conquista romana del Mediterráneo, la historia
del mundo tomó realmente un nuevo camino: para aprehenderla

198 / François Hartog


y decirla era necesario un nuevo concepto de historia. El muthos
aristotélico, definido como trama o “sistema de hechos”, le permi-
te concebir esta nueva historia universal. Pero, esquematizando,
quien dice muthos debe decir también mimesis y poiesis. Y final-
mente concluyo: no, el nuevo historiador no está confinado al
solo legein de lo que pasó, debe tener un acceso al poiein y, en con-
secuencia, poseer la capacidad de ser un poiète de los genomena.
De ninguna manera, se defenderá Polibio, que percibe a tal punto
la dificultad que se considera un discípulo de estricta obediencia
de Tucídides: no vayáis a creer que soy un poiète, no es más que la
Fortuna la que posibilita la construcción de mi historia general,
la fortuna es la única autora trágica. Yo soy solamente aquel que,
como en el teatro, tiene acceso a un palco. Desde ese lugar puedo
beneficiarme de una vista sinóptica como la suya. Soy sólo su
escriba. Veo lo que esa persona ve o veo como ella. Todo está, por
lo tanto, arreglado. Pero por supuesto que no, ya que sobre todos
estos puntos el debate hasta hoy no termina. Pero la tentativa (sin
mañana) de Polibio es interesante: todo sucede un poco como si,
en su uso (bastante brutal) de Aristóteles, se hallara autoridad (¡un
poco!) en una lectura de la Poética del género de la de Ricœur.
Una última figura de la inquietante extrañeza que se ha vuelto
famosa es la del ángel de la historia. Para Benjamin, que la puso
en circulación, la tempestad que incesantemente empuja al ángel
hacia un porvenir, al cual él le da la espalda, es el progreso. Al final
de La memoria, la historia, el olvido, Ricœur retoma la imagen con
este comentario:

¿Cuál es para nosotros esta tempestad que paraliza a ese punto al


ángel de la historia? ¿No es, bajo la figura actualmente debatida
del progreso, la historia que los hombres hacen y que termina
abatiéndose sobre la historia que los historiadores escriben?28

28
Ibidem, p. 650.

La inquietante extrañeza de la historia / 199


Yo lo diré de una manera distinta: cuando la figura del progreso
no era objetada, la historia que escribían los historiadores expli-
caba la historia que hacían los hombres, permitiendo ver lo que
ellos habían hecho. De aquí en adelante, o por el momento, ¡se ha
terminado ese régimen historiográfico! Si la historia, el concepto
moderno de historia, sobre el cual Europa vivió dos siglos, está
siempre allí, siendo familiar aún, sin embargo ya ha perdido la
evidencia y la eficacia que hace mucho tiempo aún se le recono-
cía (cuando no se había impuesto la memoria). La historia, atra-
pada en la trampa de un presente presentista, tiene dificultades
para reconocer el curso nuevo del mundo: su familiaridad se carga
de extrañeza. Sí, extraña familiaridad de la historia.

Traducción: Norma Durán


Revisión: Fausto José Trejo

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La inquietante extrañeza de la historia / 201


Las escrituras de la historia del Nuevo
Mundo: Clavijero y Robertson
en el contexto de la Ilustración europea
C  R   C
 E E

SILVIA SEBASTIANI
École des Hautes Études en Sciences Sociales (EHESS), Francia

CLAVIJERO AND ROBERTSON WITHIN THE CONTEXT


OF EUROPEAN ENLIGHTENMENT
This article investigates how the dispute of the New World addressed both
the construction of a European consciousness and the attempt to provincial-
ize Europe. Moving from M. de Certeau’s historical works, it focuses on the
confrontation between the History of America by the Scottish Presbyterian
leader W. Robertson and the Storia antica del Messico by the Mexican
exiled Jesuit F.J. Clavijero, which yield two alternative and competing con-
ceptions of history and mankind.
Key words: Robertson, Clavijero, Certeau, history writings about the
New World, Enlightenment.

R
El artículo investiga cómo la disputa sobre el Nuevo Mundo trata tanto
de la construcción de la conciencia europea, como del intento de pro-
vincializar a Europa. A partir de los trabajos históricos de Michel de
Certeau, hace énfasis en la confrontación entre la Historia de América,
del líder presbiteriano William Robertson, y la Storia antica del Messi-
co del jesuita mexicano Francisco Javier Clavijero, quienes elaboran dos
concepciones alternativas y contrarias de la historia y de la humanidad.

Historia y Grafía, Universidad Iberoamericana, año 19, núm. 37, julio-diciembre 2011, pp. 203-236
Palabras clave: Robertson, Clavijero, De Certeau, escrituras sobre la
historia del Nuevo Mundo, Ilustración.

Artículo recibido: --


Artículo aceptado: --

. E     A   S


  L:  

E l título de este ensayo enfatiza la pluralidad de las escritu-


ras sobre la historia de América y retoma la disputa entre
William Robertson y Francisco Javier Clavijero como estudio de
caso, haciendo referencia explícita a Michel de Certeau,1 Tras un
primer momento de reflexión historiográfica y metodológica li-
gada a la obra del historiador francés, me enfocaré en la confron-
tación entre dos de las mayores contribuciones al amplio debate
sobre el Nuevo Mundo, centradas ambas en la América española:
la Historia antigua de México, del jesuita Clavijero, escrita en es-
pañol, publicada en italiano en 1780 y 1781, y traducida al inglés
en 1787,2 y la Historia de América del escocés Robertson, publica-

1
Michel de Certeau, L’écriture de l’histoire, la edición que utilizo es La escritura
de la historia, Universidad Iberoamericana, México, 1993. El presente artículo
es la versión escrita de la conferencia impartida en agosto de 2010 en la Univer-
sidad Iberoamericana en el marco de la Cátedra Michel de Certeau, y resume
los primeros resultados del trabajo desarrollado gracias a una beca postdoctoral
“Marie Curie”, en la , entre 2008 y 2010. Agradezco por la amable invi-
tación a Alfonso Mendiola a Norma Durán por la traducción del presente texto
del inglés al español, y a ambos por las largas y bellísimas discusiones. Agradezco
además a Elisa Cárdenas y a Antonella Romano por su relectura atenta e inteli-
gente, por los comentarios y por toda su ayuda.
2
Francisco Javier Clavigero, Storia antica del Messico cavata da’ migliori storici
Spagnuoli, e da’ manoscritti, e dalle pitture antiche degl’Indiani, 2 tomos, Cesena,
Gregorio Biasini all’Insagna di Pallade, 1780-81; traducida al inglés como: The
History of Mexico: Collected from Spanish and Mexican Historians, from Manus-
cripts, and Ancient Paintings of the Indians. By Abbé D. Francesco Saverio Clavige-
ro. Translated from the Original Italian, by Charles Cullen, Esq. 2 vols., London,
G.G.J y J. Robinson, 1787. La traducción de Cullen fue reimpresa en Londres

204 / Silvia Sebastiani


da en Londres y Edimburgo en 1777, traducida a las principales
lenguas europeas y reeditada varias veces, cuya quinta y última
edición corregida por el autor, salió en 1788, un año después de
la traducción de la obra de Clavijero al inglés.3
En este ensayo es central la pregunta sobre las “escrituras de la
historia”, la creación y la producción de la historia, consideradas,
siguiendo a Michel de Certeau, como una práctica y un discurso
que es específico del contexto, lugar y periodo en que toma forma
“el hacer la historia”, de acuerdo a la muy conocida expresión, de
Jacques Le Goff y Pierre Nora, con la cual titulan su manifiesto
programático de tres volúmenes que, en 1974, inaugura la nue-
va tendencia historiográfica del grupo de los Annales – con los
subtítulos de Nuevos problemas, Nuevas aproximaciones y Nuevos
objetos–.4 Esto representa el punto de llegada y de partida de una
“nueva historia” que reacciona contra la tendencia económico es-
tadístico demográfica de la escuela braudeliana imprimiéndole un
giro cultural hacia la historia cultural y de las mentalidades. Si
efectivamente de Certeau tiene un papel crucial en esta reflexión
–él firma el capítulo de apertura del primer volumen, sobre “nue-
vos problemas”, considerado como una especie de introducción
metodológica de todo el proyecto–,5 su participación no puede,

en 1807, en Filadelfia en 1804 y en 1817 y en Richmond, Virginia, en 1806;


en 1790 apareció en Leipzig una traducción al alemán de la edición inglesa. En
1826 el editor R. Ackerman publicó en Londres la primera versión en español,
“traducida del italiano por José Joaquín de Mora”. La “primera edición del ori-
ginal escrito en castellano por el autor” fue publicada en México en 1945 en
cuatro tomos al cuidado de Mariano Cuevas. La edición que aquí utilizo es:
Historia antigua de Megico, facsimilar de la edición de Ackermann 1826, de aquí
en adelante HM.
3
William Robertson, The History of America, de aquí en adelante HA, fue tradu-
cida inmediatamente a las principales lenguas europeas y va ya sobre su décima
edición británica cuando es publicada en Filadelfia en 1812.
4
Jacques Le Goff, Pierre Nora (dirs.), Faire de l’histoire. Nouveaux problèmes,
nouveaux objets, nouvelles approches, en español: Hacer la Historia. La traducción
al español pierde el partitivo “de”, todavía esencial en el título propuesto por
De Certeau.
5
Michel de Certeau, “L’opération historique”, en Faire de l’histoire, vol. 1. Una

Las escrituras de la historia del Nuevo Mundo: Clavijero y Robertson… / 205


sin embargo, reducirse a esto. De Certeau estuvo permanente-
mente en la encrucijada de diferentes direcciones y campos di-
versos, entre “varios medios de interlocución, de intención y de
estructura muy diferenciadas”.6
El enfoque sobre la historia del Nuevo Mundo nos lleva inme-
diatamente a otro tema central en la producción de De Certeau,
la relación entre historia y antropología, a sus cuestionamientos
sobre la relación asimétrica, característica del periodo completo de
la primera modernidad, entre la Europa conquistadora, sujeto ac-
tivo y escritor de la historia, y el conquistado, desnudo y pasivo,
tema de su investigación antropológica. En otras palabras, la rela-
ción problemática entre quien escribe y el objeto de la escritura.
Este aspecto está en el centro de la vigorosa y evocativa introduc-
ción de la segunda edición de La escritura de la historia. Aquí De
Certeau comenta el grabado de Jan van der Straet para la America
decima pars (1619) de Jean-Théodore de Bry.7
Sería muy interesante analizar el uso que hace Michel de Cer-
teau de las imágenes; mas no es esa mi intención y me limitaré
a la lectura de sus textos. El único punto que me gustaría en-
fatizar aquí es que estos “sistemas de figuraciones” tuvieron un
papel central en la agenda de Certeau –como claramente él lo
plantea en el proyecto “Narrativas de viaje de los franceses al Bra-
sil: –Siglos  al ”, que presentó en el .8 De acuerdo
con este importante programa de investigación, la producción

versión revisada y ampliada de este capítulo apareció en La escritura de la histo-


ria, bajo el título “La operación historiográfica”, que cuenta 20 páginas más y
comprende una tercera parte denominada “Una escritura”.
6
Luce Giard (dir.), Le Voyage mystique: Michel de Certeau, p. 195 ; François
Hartog, “L’Ecriture du voyage”, en Luce Giard (dir.), Michel de Certeau, pp.
123-32.
7
El grabado estaba ya en la edición de 1975, pero sin el comentario de de Cer-
teau, que apareció por primera vez en la traducción al italiano, publicada dos
años después de la edición francesa.
8
Michel de Certeau, “Travel Narratives of the French to Brazil : Sixteenth to
Eighteenth Centuries”, en Stephen Greenblatt (ed.), New World Encounters, Ber-
keley, pp. 323-28.

206 / Silvia Sebastiani


de “explicaciones literarias” tiene que ser estudiada junto con las
“proyecciones cartográficas, las escenas grabadas o las figuras” de
las sociedades tratadas, las que en conjunto “forman lazos de es-
crituras complementarias” 9 y son, entonces, parte y enigma del
proceso de la escritura de la historia y de la heterología.
Este aspecto es macroscópico en el ensayo “Historia y antro-
pología en Lafitau”, donde la imagen se vuelve el principal signi-
ficado del libro de Lafitau, de cuya producción material sabemos
muy poco.10 Aunque ciertamente dicho programa y su primera
puesta en práctica en el texto sobre Lafitau contribuyeron a defi-
nir la originalidad del enfoque de su autor, a casi treinta años de
distancia es preciso evidenciar sus límites. Como tendré ocasión
de señalar más adelante con relación al método histórico, la Histo-
ria antigua de México de Clavijero invita de entrada a adoptar una
distancia crítica con relación a las imágenes: al final de la discu-
sión sobre las fuentes de la historia de América, con que introduce
su Historia antigua de México, el jesuita invita al lector a descon-
fiar de las imágenes distorsionadas y engañosas sobre América
que aumentaban y empeoraban los prejuicios y errores europeos.
Lo expresaba en los siguientes términos: “No satisfechos algunos
autores con sus desaciertos escritos, han corrompido tambien la
historia de Megico con falsas imágenes, y mentiras grabadas en co-
bre, como las del famoso Teodoro Bry”.11 Una discusión sobre la
confiabilidad de pinturas y códigos de México sigue a este comen-
tario sobre las falsas imágenes europeas. En otras palabras, en este
conjunto de consideraciones sobre las imágenes Clavijero cues-
tiona la categoría misma de imagen, desuniversalizándola: ¿debe
un pictograma ser considerado como texto o como imagen?

9
Ibidem, p. 324; Michel de Certeau, Heterologies. Discourse on the Other; véase
también, Luce Giard, “Epilogue. Michel de Certeau’s Heterology and the New
World”, en New World Encounters, op. cit., pp. 313-22.
10
Michel de Certeau, “Historia y antropología en Lafitau” (1980), en El lugar del
otro. Historia religiosa y mística, pp. 99-123.
11
Clavijero, HM, p. xxviii.

Las escrituras de la historia del Nuevo Mundo: Clavijero y Robertson… / 207


En la interpretación de Michel de Certeau sobre el grabado de
van der Straet, tomado por Jean-Théodore de Bry (America deci-
ma pars, 1619), el encuentro entre Vespucio y América se convir-
tió en el acto realizado por el sujeto europeo de escribir su propia
historia en el cuerpo desnudo y virginal de su objeto indiano.
En otras palabras, la escritura es la forma a través de la cual el
conocimiento occidental constituye y organiza su propia relación
con la alteridad: “una colonización del cuerpo por el discurso del
poder”, en términos De Certeau, descrita como una asimétrica
relación sexuada: la posesión de un cuerpo de mujer por el macho
conquistador. El Nuevo Mundo se vuelve entonces una “página
en blanco (salvaje)” en la que “el querer occidental” se afirma y en
la que la historia occidental puede ser escrita sin oposiciones. Es
una escritura, una historia que conquista. “El espacio del otro” ha
sido transformado “en un campo de expansión para un sistema
de producción”, ya que la ausencia de “la escritura entre los otros”
crea la condición de “la escritura de los otros”. Es la “ciencia” la
que habla, la que pretendiendo sustentar la verdad mediante un
lenguaje universal y “objetivo” es capaz de comunicar su verdad, y
que despliega el sistema de su propio conocimiento12.
De acuerdo con De Certeau, el “otro” es reducido dentro de
un esquema conceptualmente definido. Es el caso, por ejemplo,
de las investigaciones antropológicas de Lafitau, realizadas du-
rante los años veinte del siglo , quien describe las maneras
y costumbres de los indios americanos basado en sus propias ob-
servaciones, al mismo tiempo que descarta su tradición oral como
absurda y poco confiable.13 De manera similar Jean de Léry, dos
siglos antes, describió a los Tupi del Brasil como inmersos en una
oralidad inconsciente, a la que el explorador era capaz de dar si-

12
De Certeau, La escritura de la …, op. cit., pp. 11-3. Véase también, José Ra-
basa, De la invención de América. La historiografía española y la formación del
eurocentrismo, pp. 41-68.
13
De Certeau, “Historia y antropología en …”, op. cit.; sobre Lafitau etnógrafo,
véase: Andreas Motsch, Lafitau et l’emergence du discours ethnographique.

208 / Silvia Sebastiani


gnificado.14 Similares son también los casos de los episodios de
posesión diabólica, la descripción de lo que emerge a través del
esquema de interrogación, en la forma de preguntas y respues-
tas.15 Sin embargo, este proceso de fragmentación o reducción de
la alteridad dentro del marco de un conocimiento específico no
puede, de acuerdo con de Certeau, borrar enteramente o aniqui-
lar al otro.
Pero entonces, ¿qué sucede cuando asistimos, por primera vez a
fines del siglo , a la “toma de la palabra” directa de los criollos
americanos que empezaron a escribir sus propias historias? ¿Cam-
bió la relación asimétrica entre los europeos y los no europeos? Este
aspecto no está directamente tratado por De Certeau, quien pre-
fiere inclinarse por las voces europeas –Montaigne, Léry o Lafitau.
No me parece que se trate de un tema meramente cronológico, ya
que de hecho nuestro autor no llegó a ocuparse de la Ilustración
tardía. En su proyectado estudio sobre la heterología, la pregunta
clave era “¿cómo la especificidad de otra sociedad, por ejemplo,
la de los Tupi, resiste clasificaciones occidentales?”16 El “otro” está
siempre en la posición del uno que resiste y no del uno que clasi-
fica y escribe –lo que permanece como prerrogativa europea–.

. E E  A: C  R

En el presente ensayo me gustaría comparar y convocar a un de-


bate sobre las consecuencias de dos desarrollos dentro de la histo-
riografía que complementan y enriquecen la perspectiva analítica
abierta por De Certeau, desplazando sus cuestionamientos del
14
De Certeau, “Etno-grafia. La oralidad o el espacio del otro: Léry”, en La es-
critura de la…, op. cit., pp. 203-33. El Voyage de Brésil de Léry fue definido por
Lévi-Strauss como el “breviario del etnólogo” en Tristes Tropiques, p. 89.
15
De Certeau, La possession de Loudun, op. cit.; sobre éste véase, Rafael Mandres-
si, “Demonios en el cerebro: los médicos de Loudun, las fronteras de lo natural
y el saber neurofisiológico en el siglo ”, en Luce Giard (dir.), Relecturas de
Michel de Certeau, pp. 53-92.
16
De Certeau, “Travel Narratives of the…”, op. cit.

Las escrituras de la historia del Nuevo Mundo: Clavijero y Robertson… / 209


Renacimiento a la Ilustración: en primer lugar, la formación de
una concepción de estadios progresivos en la historia, elaborada
por la Ilustración escocesa, que pretende sentar las bases cultura-
les y epistemológicas que estructurarían el destino de los no-euro-
peos para volverse “civilizados”; en segundo lugar, la emergencia
de las voces criollas que desafían la generación de una historia
global exclusiva escrita desde el centro de la expansión comercial
mundial.
La agenda de investigación propuesta por los estudios pos-
tcoloniales, en particular sobre lo local y la localización de los
saberes, así como sobre la palabra subalterna, supone un marco
epistemológico significativo para volver a lo que Antonello Gerbi,
hace más de medio siglo, llamó “la disputa del Nuevo Mundo”,
con el significativo subtítulo “la historia de una polémica”.17 Me
abocaré, a través una “relocalización” de la obra de Clavijero y de
las reacciones que ella misma suscitó, a problematizar la tensión
central que se da en la Ilustración entre los reclamos universalistas
y el eurocentrismo. Se trataría no sólo de repensar las modalida-
des de la construcción de la conciencia europea y de provincializar
a la misma Europa, sino además de efectuar un retorno crítico a
esa Europa provincializada. La puesta en perspectiva de los textos
de Robertson y Clavijero es también la de dos espacios que es
conveniente situar dentro de la geopolítica y la geocultura de la
Europa del crepúsculo de las Luces.
Cuando Robertson publica en 1777 su Historia de América se
sitúa en la encrucijada de dos debates. Por una parte se inscribe
entre los herederos de una filosofía de la historia recién formulada
por Adam Smith y retomada en los trabajos históricos de lo que

17
Antenello Gerbi, La disputa del Nuevo Mundo. Historia de una polémica, 1750-
1900; Homi K. Bhabha, The Location of Culture; Gayatri C. Spivak, “Can the
Subaltern Speak?”, en Cary Nelson, Lawrence Grossberg (eds.), Marxism and
the Interpretation of Culture, pp. 271-313; Gayatri C. Spivak, Ranahit Guha
(eds.), Selected Subaltern Studies; Dipesh Chakrabarty, Provincializing Europe:
Postcolonial Thought and Historical Difference.

210 / Silvia Sebastiani


desde hace casi medio siglo se califica como “Ilustración escoce-
sa”, en la que destacan, junto a él mismo, Adam Ferguson, John
Millar o Lord Kames.18 En otros términos, cuando trabaja como
historiador, Robertson se sirve del marco conceptual de una his-
toria progresiva determinada por la evolución de la humanidad
desde un primer estadio original y salvaje, caracterizado por una
economía de subsistencia basada en la caza, adaptada a una pobla-
ción escasa y sin leyes, seguido por un segundo estadio calificado
de bárbaro y singularizado por el surgimiento de la ganadería y de
leyes para una población aún nómada, pero más numerosa. En el
tercer estadio, con el surgimiento de la agricultura, la población
se vuelve sedentaria y puede crecer indefinidamente. El último
estadio es el del nacimiento de la sociedad comercial, dominada
por la división del trabajo. La teoría de los cuatro estadios invita a
desplazar la atención de la cronología hacia los vínculos entre los
acontecimientos, de los héroes y grandes hombres hacia las socie-
dades humanas, lo cual es analizado mediante la comparación.19
Las diferencias entre los pueblos pueden entonces explicarse
dentro de un esquema de desarrollo universal. Sin embargo, el
principio mismo de la comparación plantea de entrada el proble-
ma de la distancia social y cultural entre las distintas soceidades.
Robertson y los otros historiadores escoceses se interrogan sobre
la diferencia en los ritmos de desarrollo entre los indios salvajes y
los europeos civilizados.20
18
A partir de los estudios de Duncan Forbes y Hugh Trevor-Roper, en los años
1960, la Ilustración escocesa se consolidó como un ámbito de la investigación
historiográfica. Véase: J. Robertson, The Case for the Enlightenment. Scotland and
Naples 1680-1760, pp. 1-51; para una bibliografía actualizada sobre el tema
véase, Hugh Redwald Trevor-Roper, History and the Enlightenment: Eighteenth
Century Essays, ed. J. Robertson.
19
Christopher Berry, The Social Theory of the Scottish Enlightenment; Mark S.
Phillips, Society and Sentiment. Genres of Historical Writing in Britain, 1740-
1820; Karen O’Brien, Narratives of Enlightenment: Cosmopolitan History from
Voltaire to Gibbon; John Greville Agard Pocock, Barbarism and Religion, vol. 2,
Narratives of Civil Government y vol. 4: Barbarians, Savages and Empires.
20
Silvia Sebastiani, I limiti del progresso. Razza e genere nell’Illuminismo scozzese.

Las escrituras de la historia del Nuevo Mundo: Clavijero y Robertson… / 211


Con esas herramientas conceptuales, nuevas en el paisaje euro-
peo de las Luces, Robertson se inscribe también en un otro debate
europeo, ya muy rico: el debate sobre el continente americano, su
naturaleza y habitantes, su historia y futuro. En su monumental
Historia natural, que comenzó a salir a mediados de siglo, y que
consagra una amplia atención a América en 1761, Buffon argu-
menta que el Nuevo Mundo emergió tardíamente del mar y que
había sido poblado recientemente por gentes que estaban “en el
principio de su camino”, por todo eso eran débiles, ignorantes e
impotentes.21 En 1768 Cornelius de Pauw editó sus Investigacio-
nes sobre los americanos, que reforzaban considerablemente la ima-
gen negativa propuesta por Buffon, y por que fue inmediatamente
objeto de debate.22 En 1770, aparece la primera edición de la His-
toria de las Dos Indias de Raynal, que contiene una crítica filosó-
fica de la colonización europea, especialmente de la portuguesa y
la española, así como de su postura contra los imperios, aunque
también con una revaluación de la debilidad de los nativos.23
En su Historia de América, Robertson empleó lo que podemos
llamar una explicación sociológica de las versiones de las debilida-
des y del salvajismo de los amerindios, en el marco de la teoría de
los estadios: según él, la falta de la ganadería y el desconocimiento
de la metalurgia constituyen los dos elementos unificadores del
continente americano y, precisamente, lo que explica que esas so-
ciedades se mantengan en estado salvaje. A pesar de su lenguaje,

21
Georges Louis Leclerc Buffon, Histoire naturelle générale et particulière, t. IX,
1761.
22
Cornelius de Pauw, Recherches philosophiques sur les Américains, ou Mémoires
intéressants pour servir à l’histoire de l’espèce humaine, par Mr de P. Nouvelle
édition, augmentée d’une Dissertation critique par Dom Pernet; & de la Défense
de l’Auteur des Recherches contre cette Dissertation (1768-69).
23
Guillome-Thomas Francis Raynal, Histoire philosophique et politique des éta-
blissements et des commerces des Européens dans les Deux Indes. Sobre este debate
véase, Michel Duchet, Anthropologie et histoire au siècle des Lumières, del mismo
autor, Le Partage des savoirs. Discours historique et discours ethnologique, también,
Diderot et l’Histoire des deux Indes, ou l’écriture fragmentaire.

212 / Silvia Sebastiani


más moderado y erudito, las conclusiones de Robertson no fue-
ron, sin embargo, muy distantes de las de Buffon e incluso de la
visión de de Pauw, en tanto que enfatizaba las condiciones está-
ticas e invariables de los habitantes salvajes del Nuevo Mundo,
fundamentalmente la carencia de deseo hacia sus mujeres y su
incapacidad de progreso antes de la llegada de los españoles.
Por lo tanto, los americanos aparecían en la obra de Robert-
son, por un lado, como ejemplos de los europeos en su primera
etapa salvaje;24 mientras que, por el otro, se mostraban como ex-
cepciones problemáticas de la perfectibilité humana y del progreso
natural de las especies hacia la civilización. Sus amerindios eran
descritos como “privados de un signo de la madurez y de la fue-
rza”: con “algunos vicios” en su constitución, lo cual explicaba –él
usa el termino de “prueba”– su “defecto de vigor”, una “peculia-
ridad, por la que los habitantes del Nuevo Mundo se distinguen
de la gente de todas las otras naciones”. “El semblante lampiño y
la piel tersa de los americanos parecía indicar un defecto de vigor,
ocasionado por algún vicio en su estructura. Pobres en signos de
madurez y fuerza […] Prueba de debilidad en sus estructuras, que
es todavía más asombrosa, es la insensibilidad de los americanos a
los encantos de la belleza y del poder del amor”.25
En los años 1770-1780 tanto Europa como América viven un
desafío fundamental no sólo en términos del debate intelectual
–que conoce las condiciones de una reformulación y una amplia-
ción (espacial y social) del debate sobre el Nuevo Mundo–, sino
también en función de las profundas transformaciones de la rela-
ción de fuerzas entre Europa y sus proyecciones coloniales al tér-
mino de la Guerra de Siete Años (1756-63). Se impone entonces

24
“In every part of the earth the progress of man hath been nearly the same,
and we can trace him in his career from the rude simplicity of savage life, until
he attains the industry, the arts, and the elegance of polished society. There is
nothing wonderful then in the similitude between the Americans and the bar-
barous nations of our continent”. HA, libro IV, pp. 30-1.
25
HA, libro IV, pp. 62-6. Véase, Sebastiani, I limiti del progresso, op. cit., cap. 3.

Las escrituras de la historia del Nuevo Mundo: Clavijero y Robertson… / 213


lo que llamaré una “configuración atlántica”,26 en el triple plano
económico, político y cultural. Económico, a causa de la intensi-
ficación masiva de la trata de esclavos en el momento mismo en
que se instaura un verdadero Imperio británico. Político, con la
reorganización profunda de las relaciones entre Roma y las mo-
narquías católicas; también por el hecho de la redefinición de las
fronteras imperiales a partir de la Revolución americana y más
tarde con el inicio de la Revolución francesa. Cultural, por esa
“Ilustración escocesa”, llamada a repensar su propia posición, a
la vez “británica”, al margen de la Britishness27 y a las puertas de
América; o para esa “Ilustración católica” sacudida por el flujo ha-
cia tierras del Papado de cerca de cuatrocientos ex jesuitas, criollos
en su mayoría, expulsados de las Américas. Este periodo verá tam-
bién el desarrollo creciente, en Inglaterra y en los Estados Unidos,
de un movimiento antiesclavista que progresivamente ocupa la
esfera pública. Robertson y Clavijero escribieron desde este mun-
do atlántico enfrentándose con unos cambios profundos: ellos y
sus obras reflejan la evolución de las relaciones de poder que lo
estructuran.
Robertson produce su historia desde un centro intelectual, el
laboratorio escocés de historiografía “anglo-británica”,28 el cual
está adosado a un centro geopolítico, el imperio más fuerte y rico
que existía en el mundo europeo.29 Por otro lado, era el líder de la

26
David Armitage, Greater Britain, 1516-1776: Essays in Atlantic History; Erik
R. Seeman, Jorge Cañizares-Esguerra (eds.), The Atlantic in Global History,
1500-2000; David Armitage, M. J. Braddick (eds.), The British Atlantic World,
1500-1800; Susan Manning, Francis D. Cogliano (eds.), The Atlantic Enlighten-
ment; Bernard Bailyn, Patricia L. Denault (eds.), Soundings in Atlantic History:
Latent Structures and Intellectual Currents, 1500-1830.
27
John Brewer, “The Eighteenth-Century British State. Contexts and Issues”,
en Lawrence Stone (ed.), An Imperial State at War. Britain from 1689 to 1815,
pp. 52-71.
28
La definición es de Colin Kidd, Subverting Scotland’s Past. Scottish Whig Histo-
rians and the Creation of an Anglo-British Identity 1689-1830.
29
David Armitage, The Ideological Origins of the British Empire; J.ohn Huxtable
Elliott, Empires of the Atlantic World: Britain and Spain in America 1492-1830.

214 / Silvia Sebastiani


Iglesia Presbiteriana de Escocia, capellán del rey, Rector de la Uni-
versidad de Edimburgo e historiógrafo real.30 Cuando publicó su
Historia de América, Robertson era ya un conocido historiador en
toda Europa por dos de sus obras, la Historia de Escocia (1759) y
especialmente su Historia del reino del emperador Carlos V (1769),
por la que recibió cerca de 4,ooo libras, una suma jamás paga-
da por un trabajo histórico, y que lo convirtió en uno de los pri-
meros intelectuales capaces de vivir de su propia escritura.31
Clavijero era un criollo y un jesuita que tenía la experiencia
de un doble exilio: el exilio forzoso de Nueva España, tras la ex-
pulsión de los jesuitas por Carlos III en 1767, que lo llevó a es-
tablecerse en Bolonia, en los Estados Pontificios; y el exilio de
la misma Compañía de Jesús, después de su supresión llevada a
cabo por el papa Clemente XIV en 1773.32 Este doble exilio no
conduce a Clavijero hacia un lugar marginal: por el contrario, la
obra arqueológica de Winckelman y la presencia de Humboldt
en Roma, los debates eruditos sobre los códices mexicanos entre
Roma y Bolonia hacían de los Estados Pontificios de finales del
30
Su propia carrera coincidió con la cúspide misma de la producción de la Ilus-
tración escocesa, entre los años 1760 y 1790: Richard B. Sher, Church and Uni-
versity in the Scottish Enlightenment. The Moderate Literati of Edinburgh.
31
Richard B. Sher, “Charles V and the Book Trade: An Episode in Enlighten-
ment Print Culture”, en William Robertson and the Expansion of Empire, pp.
164-19; del mismo autor, The Enlightenment and the Book. Scottish Authors and
their Publishers in Eighteenth-Century Britain, Ireland And America.
32
La biografía de Clavijero más amplia y documentada es de Charles E. Ronan,
Francisco Javier Clavigero, S.J. (1731-1787), Figura de la ilustración mexicana; su
vida y obras (1977); Alfonso Martínez Rosales (ed.), Francisco Xavier Clavigero
en la Ilustración mexicana, 1731-1787; Jesús Gómez Fregoso, Clavigero, ensayo
de interpretación y aportaciones para su estudio. Sobre el momento de la supresión:
Miguel Batllori, La cultura hispano-italiana de los Jesuitas expulsos: españoles-his-
panoamericanos-filipinos, 1767-1814; Franco Venturi, Settecento riformatore, vol.
II, pp. 326-42; Eva María St. Clair Segurado, Expulsión y exilio de la provincia
jesuita Mexicana (1767-1820); Ivonne del Valle, Escribiendo desde los márgenes:
colonialismo y jesuitas en el siglo XVIII. Véase también el comentario del mismo
Clavijero, “Carta sobre el juicio que formará la posteridad sobre la destrucción
de los jesuítas” (1776), Ms. 187, Fondo Sorbelli, Biblioteca Estense de Módena,
publicado en Los Jesuitas ante el despotismo ilustrado, pp. 36-47.

Las escrituras de la historia del Nuevo Mundo: Clavijero y Robertson… / 215


Antiguo Régimen uno de los principales lugares del saber anticua-
rio.33 Clavijero escribió su historia de México precisamente para
oponerse a la historia americana de Robertson, así como a otras
historias ilustradas sobre América –de Buffon a Raynal y sobre
todo a de Pauw–, en tanto que Robertson contestó a Clavijero en
su última edición revisada de 1788. Este es un punto importante,
ya que el mismo Robertson generalmente evitaba comprometerse
en cualquier tipo de polémica, de tal forma que, en este sentido,
su respuesta a Clavijero fue excepcional. También la traducción
al inglés es parte de este diálogo. Mantuvieron un debate y pole-
mizaron: se cuestionaban, se dirigían y se contestaban preguntas
uno al otro.34 Asimismo –como veremos–, el editor y traductor
Charles Cullen, hijo del famoso William Cullen, “majesty’s phy-
sician” y profesor de medicina y química en la Universidad de
Edimburgo, construye su introducción trazando un constante
paralelo entre Robertson y Clavijero. Esto también es cierto para
las numerosas reseñas publicadas en los más importantes periódi-
cos británicos del momento y en la literatura de divulgación que
florece en el mismo periodo.
Las posiciones geográficas, sociales, religiosas y culturales de
Clavijero y Robertson invitan a reflexionar sobre las condiciones
de constitución del discurso de autoridad: ¿qué significa, en el
siglo  tardío, escribir historia desde Edimburgo y no desde
Bolonia? ¿Publicar en Londres o en Cesena? ¿Cómo se configura

33
Antonella Romano, “L’horizon romain de la science moderne: des sentiers à
ouvrir”, en Antonella Romano (dir.), Rome et la science moderne entre Renaissance
et Lumières, pp. 637-59.
34
Además del estudio pionero ya citado de Gerbi, véase: D.A. Brading, Orbe In-
diano: de la Monarquía Católica a la República Criolla, 1492- 1867; J. Cañizares-
Esguerra, How to write the History of the New World. Histories, Epistemologies, and
Identities in the Eighteenth-Century Atlantic World; Pocock, Barbarians, Savages
and Empires, pp. 205-226. Véase también: A. Pagden, Spanish Imperialism and
the Political Imagination: Studies in European and Spanish-American Social and
Political Theory, 1513-1830; M. Marzal, L. Bacigalupo, eds., Los jesuitas y la
modernidad en Iberoamérica, 1549-1773.

216 / Silvia Sebastiani


el estatuto de autoridad de uno y de otro? ¿Sobre qué instrumen-
tos construye cada autor la veracidad de sus asertos y la legitimi-
dad de su discurso? Y también, ¿a qué lectores apuntan? ¿Cuáles
son las implicaciones epistemológicas en el campo político de sus
respectivos discursos? La distancia entre Robertson y Clavijero
se refleja fuertemente en su aproximación histórica –también en
términos de fuentes y de metodología–.
Yo sostengo aquí, que la defensa de su método histórico es pre-
cisamente la razón por la que Robertson contesta a Clavijero en
1788. Ante la filosofía histórica de Robertson, Clavijero responde
revalorando la tradición anticuaria de los jesuitas, adaptándose al
nuevo conocimiento del siglo .

. E     L   


     .

La visión de la historia en Clavijero y Robertson contrasta en mu-


chos aspectos. Robertson, como otros letrados de la Ilustración,
en particular la escocesa, analiza la distancia social y cultural en-
tre los pueblos comparando sociedades y partiendo de una pers-
pectiva de distancia. La idea del progreso explica las diferencias
entre las sociedades en términos históricos, como resultado de
factores ambientales y socio políticos, pero también enfatizando
el contraste entre la inmovilidad de los “salvajes” americanos y el
dinamismo de los europeos.
La Historia de América debe leerse atendiendo a la continui-
dad de la obra anterior de Robertson, consagrada al Imperio de
Carlos V. En este sentido, tiene sus raíces en la historia europea
y constituye una prolongación de la misma. Por ello el autor co-
mienza su historia americana con el relato de los viajes y descu-
brimientos que precedieron a la conquista europea, relato cuyos
actores eran los viajeros italianos, españoles, portugueses y, sobre
todo, los conquistadores españoles. La decisión de comenzar a
hablar de historia de América a partir de la conquista refleja la

Las escrituras de la historia del Nuevo Mundo: Clavijero y Robertson… / 217


idea según la cual la historia coincide con la introducción de
la escritura al Nuevo Mundo y, en consecuencia, con la apertura
de la posibilidad para el continente americano de tener una his-
toria. Al demostrar el rol fundamental jugado por Europa en la
proyección trasatlántica de su historia, Robertson proveía de una
justificación histórica para la función providencial de los españo-
les y de la colonización de América. Al mismo tiempo condenaba
a los amerindios a la inmutabilidad del primer estadio del salva-
jismo, a ser “viles salvajes”;35 viles porque son salvajes, idea que
también incluye a México y al Perú, cuando estas naciones eran
comparadas con Europa.36
Esta postura se refleja en la estructura misma de la Historia de
América de Robertson. Su versión de la destrucción de las tribus
amerindias (libro III) precede al análisis de su cultura y su socie-
dad (libro IV), mientras que las campañas militares de Cortés y
Pizarro anteceden a la descripción de las sociedades inca y azte-
ca. La imagen negativa de los salvajes americanos, por una parte,
y la de la barbarie mexicana y peruana, por la otra, imagen que
en la estructura de la obra estaba colocada inmediatamente des-
pués de la narración de sus derrotas, disminuye de hecho las con-
secuencias de la conquista, privando a los amerindios de un rol
activo en sus propias historias.37 En el libro VIII, que concluye su
historia –el plan de tratar la América británica fue interrumpido
por la Revolución–, Robertson esboza un borrador del progreso

35
Ronald .L. Meek, Social Science and Ignoble Savage.
36
“Cuando son comparadas con otras partes del Nuevo Mundo, México y Perú
pueden ser consideradas como naciones más pulidas […] Pero si la comparación
es hecha frente a gente del otro continente, la inferioridad de América aumenta-
da, será conspicua, y ni los Mexicanos ni los Peruanos podrán ostentar el rango
de aquellas naciones que merecen el nombre de civilizadas” HA, libro VII, pp.
151-2.
37
Pocock, Barbarians, Savages and Empires, op. cit., p. 291; Nicholas Phillip-
son, “Providence and Progress: An Introduction to the Historical Thought of
William Robertson”, en Stewart J. Brown (ed.), William Robertson and the Ex-
pansion of Empire, pp. 35-73.

218 / Silvia Sebastiani


de América desde la colonización española: la América estática
había empezado su camino hacia la civilización sólo después de
que llegaran los españoles y, sobre todo, bajo la monarquía bor-
bónica. Según Robertson, hasta la llegada de los europeos el con-
tinente americano estuvo sometido uniformemente a un mismo
inmovilismo, debido al cual las diferencias entre los pueblos no
eran sino “detalles inconmensurables y tediosos”, desprovistos de
interés para el historiador.38 Al proceder así, Robertson contri-
buye a crear una “raza sin historia”.39 Despliega su análisis en un
marco erudito, el cual abre con una presentación de las fuentes
españolas, el “Catálogo de libros y manuscritos españoles”, y ter-
mina con las “Notas e ilustraciones” en donde presenta, discute y
compara dichas fuentes.40
Por su parte, Clavijero intenta probar la evidencia de una
historia previa a la conquista europea. Esto lo lleva a introducir
otros tipos de fuentes que Robertson no consideraba legítimas,
tales como fuentes iconográficas, arqueológicas y pictográficas.
Además de esto, Clavijero añadía su experiencia propia, su ob-
servación, y su conocimiento directo: aquello que para Robertson
no es más que “detalle”, en él se torna el corazón mismo de la
historia. Al contraponer su trabajo a las “historias filosóficas” de
la Ilustración, su obra será considerada dentro de la definición
anticuaria de métier d’ historien.
Su Historia antigua de México consta de dos volúmenes arti-
culados por un prefacio sobre su método histórico, unas “Consi-
deraciones de los escritores en la Antigua Historia de México”,
equivalente metodológico del “Catálogo de libros y manuscritos
españoles” de Robertson: cuando recurre a los mismos autores

38
HA, libro IV, vol. 2, pp. 52 y 129.
39
Maurice Olender, Race sans histoire. Sobre la relación raza-historia en la Ilus-
tración escocesa véase, Sebastiani, I limiti del progresso, op. cit.
40
Bruce P. Lenman, “‘From Savage to Scot’ via the French and the Spaniards:
Principal Robertson’s Spanish Sources”, en Brown, William Robertson and the...,
op. cit., pp. 196-209.

Las escrituras de la historia del Nuevo Mundo: Clavijero y Robertson… / 219


que el historiador escocés, lo hace prestándoles una fiabilidad, y
en consecuencia una autoridad, distinta, incluso contraria. Diez
libros, cronológicamente ordenados, trazan la historia desde fines
del siglo  a la captura del último monarca mexicano en 1521; es
decir, Clavijero termina su historia mexicana casi cuando Robert-
son comienza la suya. Clavijero la cierra con nueve disertaciones
que pretenden corregir y enfrentar los errores de la Ilustración
acerca de América.41 Las disertaciones estaban concebidas como
una especie de diálogo ficticio y sarcástico con los philosophes eu-
ropeos, por un lado –en particular con de Pauw, pero también
con Buffon, Robertson y Raynal– y, por el otro, con el lector.
Esta retórica, caracterizada por un pathos y por un continuo re-
curso a exclamaciones y juicios de tipo moral (impacto e ironía),
directamente llevaba a condenar a su contraparte ante un tribunal
imaginario, al cual Reinhart Koselleck ha dado importancia.42
Muchas tensiones se dan cita en esta Historia; mientras Clavi-
jero atacaba a España por haber conquistado y destruido América
–y también muy posiblemente por la expulsión de los jesuitas
de México– sostenía, de igual manera, el rol crucial de España
en la difusión de la religión católica en el Nuevo Mundo, que
era todavía su bastión principal. Las perspectivas opuestas de las
historias de Clavijero y Robertson tuvieron no sólo consecuencias
epistemológicas sino también políticas. El método de Robertson
podía llevar a un análisis racial de la humanidad, al contrastar la
homogeneidad y la no historia de los “salvajes”, frente a la diver-
sidad y a la historia de los europeos y de las “naciones civilizadas”.
Esta perspectiva hasta cierto punto vaticinaba la noción de “la
41
Las “Dissertaciones sobre la tierra, los animales, y los habitantes de Megico”
se abren con el poblamiento americano, se centran en la historia natural y luego
sobre los “Megicanos”, su constitución física y moral, su cultura y, finalmente,
su religión; mientras que la última disertación es sobre el “verdadero” origen del
Mal Venéreo. En otras palabras, polemizan, punto por punto, sobre las cuestio-
nes principales de la historia americana debatidas en aquel tiempo en Europa.
42
Reinhart Koselleck, Kritik und Krise. Eine Studie zur Pathogenese der bürgerli-
chen Welt, pp. 145-52.

220 / Silvia Sebastiani


carga del hombre blanco”, es decir, la promoción de los valores de
la “civilización” y del “modernismo” del siglo .43
Clavijero, como muchos otros criollos intelectuales llegados
a Europa después de la expulsión de los jesuitas de los imperios
español y portugués, proporcionó una visión diferente del Nuevo
Mundo. Conceptualizó el pasado de México en términos compa-
rables a aquellos usados por los pensadores europeos que se volca-
ban hacia la antigua herencia griega y romana, para dar su visión
de Europa. Aquí, el desafío lanzado por Clavijero concierne me-
nos al paralelo entre antiguos y salvajes44 que al modelo de historia
progresiva elaborado por los historiadores de la Ilustración esco-
cesa. Clavijero –así como numerosos intelectuales norteamerica-
nos contemporáneos, Thomas Jefferson, por ejemplo– desafiaba
también la escritura de la historia “a distancia”, eso que ha sido
calificado por Koselleck como la óptica de lo lejano.45 Construye
su legitimidad sobre su calidad de criollo que, por experiencia,
conoce a los habitantes “nativos” del Nuevo Mundo, practica sus
idiomas, y comprende los documentos correspondientes. Clavi-
jero se presenta como un experto en el intercambio comunicativo
con otros expertos, rol que la reciente historiografía identificó,
entre otras cosas, con las actividades de los jesuitas como agentes
de aculturación.46 En ese sentido, Clavijero parece ser capaz de
sugerir un reemplazo narrativo alternativo a la expansión europea
que compite con el de los ilustrados, aunque claramente guar-
daba un enfoque eurocéntrico al reconocer al Imperio español

43
Nicholas Hudson, “From ‘Nation’ to ‘Race’: the Origin of Racial Classification
in Eighteenth-Century Thought”, Eighteenth-Century Studies, pp. 247-64; Geor-
ge W. Stocking, Race, Culture and Evolution: Essays in History of Anthropology.
44
F.rançois Hartog, Anciens, modernes, sauvages.
45
Reinhart Koselleck, Futuro pasado. Para una semántica de los tiempos históricos.
46
D. Ramada Curto (ed.), The Jesuits and Cultural Intermediacy in Early Modern
World, en Archivum Historicum Societatis Iesu, a. , 2005. De manera más
general, John W. O’Malley et al., The Jesuits: cultures, sciences, and the arts, 1540-
1773; Perla Chinchilla y Antonella Romano (dirs.), Escrituras de la modernidad.
Los jesuitas entre cultura retórica y cultura científica.

Las escrituras de la historia del Nuevo Mundo: Clavijero y Robertson… / 221


como medio de difusión de la religión cristiana, específicamente
la católica.
La respuesta de Robertson a Clavijero se anexó en la quinta
y última edición de su Historia de América; en ella básicamente
reiteró su punto de vista y su método histórico, y corrigió aspectos
menores en sus notas. La única concesión a su adversario criollo,
mas dista mucho de ser anecdótica, concierne a la cuestión del
cálculo del tiempo en México.47 Clavijero aparecía sin embargo
ante Robertson como un “beato débil y crédulo”: así lo describió
en una carta privada.48 En el parágrafo insertado al final de su
introducción, Robertson públicamente expresó su decepción so-
bre el trabajo de Clavijero, quien de acuerdo a él no añadía nada
nuevo a las antiguas historias del Imperio mexicano de Acosta y
de Herrera, excepto por las fantasiosas conjeturas derivadas de los
historiadores jesuitas españoles nada confiables, y por las pinturas
y símbolos indígenas del más dudoso origen.49
Aquí parece surgir una importante divergencia en la teoría y el
uso de las fuentes históricas. Los historiadores europeos de la Ilus-
tración, y de la escocesa en particular, basaban su reconstrucción
histórica en fuentes literarias, reconocidas por su consistencia
interna y por su comparación con otros documentos escritos.
Robertson recurría a Edward Gibbon, el historiador inglés de
la Roma antigua, definido como el “más eminente historiador
de su época”.50 Esta referencia le permitía recordar que la histo-

47
HA, vol. III, p. 138, afirma en una nota que “el modo de los mexicanos de con-
tabilizar el tiempo, y todo lo concerniente a su cronología, había sido elucidado
notablemente por m. Clavijero”. Para las correcciones aportadas a la History,
véase: Additions and Corrections to the Former Editions of Dr. Robertson’s HA.
48
William Robertson to Lord Elliock, National Library of Scotland, Edinburgh,
MS, 1036, fol. 106; Jeremy Black, “The Enlightenment Historian at Work: The
Researches of William Robertson”, en Bulletin of Hispanic Studies, pp. 251-60.
49
HA, pp. xviii-xix.
50
HA, p. xvii. Edward Gibbon, The History of the Decline and Fall of the Roman
Empire.

222 / Silvia Sebastiani


ria “objetiva” no tenía por fuente la observación directa,51 sino el
análisis crítico de los textos; algo que, un siglo y medio más tarde,
Arnaldo Momigliano legitimaría, reconociendo en Gibbon y Ro-
bertson a los padres fundadores de la moderna historiografía.52
Al tomar una postura definida, Robertson no sólo reaccionaba
ante la toma de la palabra por parte de los criollos, sino también
ante quienes, en el corazón mismo del mundo británico, asumían
el punto de vista de la experiencia. Esta misma postura fue central
en la crítica de Charles Cullen. En su prefacio a la traducción del
trabajo de Clavijero, Cullen comenta que es imposible poner or-
den al caos de la historia “desde lejos”: una historia sin acceso a los
“documentos esenciales” conservados en los archivos americanos.
Precisamente por esto, Robertson había fracasado en su historia,
no obstante la elegancia de su estilo, su equilibrio y su esfuerzo
filosófico.53

. V     


  

El problema de las fuentes era una cuestión general y compleja.


En la Ilustración, la cultura escrita e impresa era asumida como
un valor progresivo y universal, como lo había ilustrado plena-
mente Condorcet, quien señalaba a la imprenta como agente de
cambio emancipador.54 Para la cultura de la Ilustración esto si-

51
Sobre el uso parcial hecho por Robertson de los cuestionarios enviados a
testigos directos, Mark Duckworth, “An Eighteenth-Century Questionnaire:
William Robertson on the Indians”, Eighteenth-Century Life, pp. 36-49.
52
Arnaldo Momigliano, “Storia antica e antiquaria” (1950); “Il contributo di
Gibbon al metodo storico” (1954); “Preludio Settecentesco a Gibbon” (1977),
en Sui fondamenti della storia antica, pp. 3-45; 294-311; 312-27.
53
El tema esta retomado en la Monthly Review (vol. 65, 1781; vol. 76, 1787) en
el Scots Magazine (vol. 49, 1787), y provoca unas respuestas y contestaciones en
el European Magazine, and London Review (vol. 12, 1787), un debate que no
puede analizarse aquí.
54
La “escritura alfabética” y “la invención de la imprenta” marcan, respectiva-

Las escrituras de la historia del Nuevo Mundo: Clavijero y Robertson… / 223


gnificaba que la escritura y la imprenta creaban la historia. No
hay historia sin documentos literarios ni antes de ellos, o mejor
dicho, la historia comienza con ellos. Hume y Robertson, en sus
respectivos análisis del pasado de Inglaterra y de Escocia, publi-
cados en el curso de los años 1750, habían ya distinguido la his-
toria documentada de una historia “antes de la escritura”, que
pertenecía a la esfera de las leyendas.55 En su última obra sobre
India, publicada catorce años después de la Historia de Amé-
rica, Robertson admitía la dificultad de escribir a distancia,
y reconocía una mayor autoridad a los testimonios; sin em-
bargo, recalcaba que no había historia antes de la escritura:
“Si llevamos nuestras indagaciones relativas a cualquier cosa más
allá de la era en que la historia escrita comienza, entramos en la
región de la conjetura, de la fábula y de lo incierto”. 56
La idea ilustrada apuntaba a que la imprenta podría volverse
un medio de expansión imperial hacia espacios y pueblos “sin
historia”.57 Puesto que los americanos no conocían una forma
“apropiada” de escribir, la historia americana podría entonces ser
escrita por los europeos sobre un tablero en blanco. Como hemos
visto, ese es el mismo aspecto que Michel de Certeau enfatiza.
La relación entre ausencia de escritura e incapacidad de expresar
ideas abstractas, y en consecuencia de entender el credo cristiano,
es el centro del discurso.
Lacónico, Robertson nota que el clero español, a pesar de sus
repetidos esfuerzos, fracasó completamente en “comunicar el co-

mente, la tercera y la octava épocas de Condorcet, Tableau historique des progrès


de l’esprit humain, Jean-Pierre. Schandeler et Pierre Crépel. En el mismo volu-
men, véase también, pp. 107-21.
55
William Robertson, History of Scotland, pp. 1-2; David Hume, The History of
England from the invasion of Julius Caesar to the revolution in 1688, vol. I, p. 3.
56
Robertson, A Historical Disquisition Concerning the Knowledge which the An-
cients had of India, pp. 1-2.
57
Donald Francis Mckenzie, Oral Culture, Literacy and Print in Early New Zea-
land: The Treaty of Waitangi, del mismo autor, Bibliography and the Sociology of
Texts.

224 / Silvia Sebastiani


nocimiento de la verdadera religión a los indios”, ya que éstos
permanecieron casi indiferentes a la Revelación. Si el exceso de
celo que motivó a los primeros misioneros, ignorantes y de poca
educación, tuvo alguna responsabilidad en el fracaso, la verdadera
razón había sido, más bien, haber encontrado “entendimientos
limitados” en los nativos americanos, quienes, aunque atraídos
por las “esplendorosas ceremonias” del culto católico, nunca ha-
bían mostrado el mínimo interés por los “artículos de fe” que eran
incapaces de comprender.58
En una concepción de la historia como la de la teoría de los
cuatro estadios, el cristianismo sólo podía aparecer cuando el pro-
greso de la civilización ya estuviera en marcha. En otras palabras,
la religión cristiana y la escritura, así como el pulido de las cos-
tumbres, van de la mano y marcan la historia de la civilización.
Por lo tanto, Robertson considera el cristianismo esencialmente
como una religión europea que se fue desarrollando junto con la
civilización europea. El riesgo de combinar el cristianismo con
otras creencias no cristianas es corromperlo. Esa es la razón por
la que Robertson planteaba serios cuestionamientos acerca del
valor de la empresa de los misioneros cristianos. Los amerindios
aparecían, para el líder de la Iglesia de Escocia, como incapaces
de volverse miembros activos de la sociedad global cristiana que
imaginó surgiendo de las conquistas europeas, del colonialismo
y destinada a desarrollar redes libres de comercio.59 Esto explica
por qué Robertson consideró como absurdo y utópico el esque-
ma de Las Casas consistente en establecer comunidades libres en

58
Robertson agrega la nota LX de las “Notes and Illustrations” (pp. 417-23)
para reiterar, contra Clavijero, su punto de vista sobre los indios como malos
cristianos.
59
Stewart J. Brown, “An Eighteenth-Century Historian on the Amerindians: Cul-
ture, Colonialism, and Christianity ein Robertson’s History of America”, Studies
in World Christianity, pp. 204-22. Sobre la hostilidad de Robertson hacia las mi-
siones, véase, William Robertson, The Situation of the World at the Time of Christ’s
Appearance, and its Connexion with the Success of his Religion, considered. A Sermon
Preached before The Society in Scotland for propagating Christian Knowledge, p. 12.

Las escrituras de la historia del Nuevo Mundo: Clavijero y Robertson… / 225


América, mientras él insistía en la importancia de la colonización
española en América.60 Los americanos, además, de acuerdo con
el calvinista Robertson, no podían ser buenos cristianos, precisa-
mente porque eran todavía “viles salvajes”.
Por el contrario, Clavijero parece haber adoptado una pers-
pectiva alternativa, que comienza por cuestionar la pretendida
relación directa entre escritura (una forma de escritura) e historia.
Como historiador criollo, él se reapropia conscientemente de su
misma escritura y de su historia. Es un sujeto activo, cuyo obje-
tivo es reivindicar las cualidades mentales de los amerindios y su
capacidad de comprender la verdadera religión cristiana. Mien-
tras Robertson vio en la inexistencia de escritura entre los ame-
rindios un signo claro de su incapacidad de recibir el altamente
sofisticado culto cristiano, Clavijero, confiando en sus propios
documentos y defendiendo sus particulares formas de escritura,
fundamentalmente se enfoca a hacer de los americanos buenos
cristianos. Al hacer esto, descubre la mirada distorsionada a tra-
vés de la cual los europeos escriben y difunden su cultura, sin
reconocer los valores de las otras: Clavijero reivindica el uso de
diferentes tipos de fuentes de la historia y de la interpretación de
la cultura material. En ese sentido, su enfoque marca una gran
diferencia respecto al método ilustrado. Como sugirió Cañizares,
podemos leer la 1definición de historia, tal como fue formada por
la Ilustración europea, como un rechazo no sólo de la validez de
las fuentes indígenas, sino, más aún, como la negación de otro
sistema de conocimiento basado en clasificaciones –“que incluían
combinaciones de pictogramas, ideogramas, logogramas y aún fo-
nogramas”– no reconocidas por los sistemas europeos.61
Lo que Clavijero enseña es que los instrumentos críticos de la
Ilustración europea podrían ser usados contra la Ilustración mis-
60
HA, libro III, vol. I, pp. 310-37. Robertson cita al mismo Las Casas en tér-
minos negativos a propósito de las nefastas consecuencias de su defensa de los
indios sobre otra parte de la humanidad: los negros.
61
Cañizares-Esguerra, How to write the…, op. cit., pp. 62-3.

226 / Silvia Sebastiani


ma. Al hacer esto, desafía y tiende a provincializar las narrativas
históricas producidas por los historiadores ilustrados de gabinete
y, en este sentido, pertenece a un paradigma antagónico. Sin em-
bargo, su lectura alternativa, basada en el universalismo cristiano,
estaba ligada a otra forma de eurocentrismo.62
La recepción de la controversia entre Clavijero y Robertson
fue de gran importancia en Europa, aunque también en la nacien-
te nación estadounidense. No tengo espacio aquí para desarrollar
las distintas dimensiones locales de este debate, una investigación
que está aún pendiente.63 Pero es precisamente el doble enfoque
–global y local– el que me parece interesante desde un punto de
vista metodológico.
En Escocia, la historia de Clavijero se volvió la principal fuen-
te del artículo “América” en la tercera edición de la Enciclopedia
Británica, publicada en 1788, en lugar de aquél publicado en la
segunda edición de 1778, basado en la autoridad de Robertson:
de esta manera, la representación del Nuevo Mundo y de sus ha-
bitantes divulgada en todo el mundo británico, antes negativa,
pasa a ser fuertemente positiva. Producto escocés, publicado ori-
ginalmente en tres volúmenes, entre 1768 y 1771, la Británica se
volvió, en su tercera edición en dieciocho volúmenes (1788-97),
la más importante síntesis del conocimiento en lengua inglesa y
una muy difundida y exitosa empresa.64 Tuvo una doble edición
en Edimburgo y en Londres, además de dos ediciones piratas,
una en Dublín y otra parcialmente revisada en Filadelfia. A través
de este canal, Clavijero encontró una amplia audiencia en Gran

62
El movimiento de los estudios sobre la subalternidad nace para pensar fuera de
las formas eurocéntricas. Los iniciadores han intentado comprender los espacios
no europeos desde su propia autofundación. Clavijero puede ser visto como
uno de los intentos por provincializar Europa, es decir, ponerla en los márgenes.
Clavijero es el primer autor que funda América desde sí misma.
63
Mi programa de investigación en la  “L’Atlantique des Lumières. Race,
genre, histoire” trata precisamente de estas problemáticas y dimensiones.
64
Frank A. Kafker y Jeff Loveland (eds.), The Early Britannica: The Growth of an
Outstanding Encyclopedia.

Las escrituras de la historia del Nuevo Mundo: Clavijero y Robertson… / 227


Bretaña y en los Estados Unidos. Resulta irónico que incluso se
recurra al autor de la Historia antigua de México como fuente de
un artículo que concluye con la formación de los Estados Uni-
dos, siguiendo un proceso que conduce a identificar el término
América con una sola parte del continente y con una sola entidad
política heredada del imperio británico.65
Por otro lado, en 1777 Robertson fue elegido miembro de la
real Academia de Historia en Madrid y su Historia de América
fue inmediatamente traducida al español sólo para encontrar un
sinnúmero de obstáculos para su publicación –casi equivalentes
a los que encontró la historia de Clavijero. La Ilustración espa-
ñola mantuvo una ambigua relación con un trabajo escrito por
un extranjero y, en su lucha con su propia historia imperial, en un
contexto donde la leyenda negra, ampliamente difundida por los
philosophes franceses, podía encontrar un contrapunto importante
en el sostén de Robertson a la empresa colonial española. Los
vaivenes hacia la obra de Robertson revelan las profundas contra-
dicciones españolas entre el deseo de unirse al proyecto de la Ilus-
tración europea y sus limitaciones nacionales.
Finalmente, el hecho de que Clavijero escribiera su historia
desde el suelo europeo le permite dialogar tanto con otros ex je-
suitas en el exilio, comprometidos en escribir otras historias de
América, como con el grupo de historiadores y filósofos radica-
dos en la recién nacida nación estadounidense. Entre ellos estaba
Thomas Jefferson, cuyas Notes on Virginia, publicadas en Londres
en 1787, abiertamente se oponían a la concepción de América

65
Mientras que en la segunda edición de la Encyclopaedia Britannica (vol. 1,
1778, pp. 288-308) las veinte páginas de la voz “America” están dedicadas al
conjunto del continente americano, que se presenta dominado por una natura-
leza degenerada, en la tercera edición (vol. 1, 1788, pp. p. 537-617), el artículo
alcanza las 80 páginas, la mitad de las cuales están dedicadas a los recién nacidos
“United States”; paralelamente, la imagen presentada es la positiva de la nue-
va América. Silvia Sebastiani, “Définir l’Amérique des Lumières ? Disputes sur
l’écriture de l’histoire dans l’Encyclopédie Britannique (1768-1788)”, por publi-
carse en Annales, .

228 / Silvia Sebastiani


divulgada por Buffon y Samuel Stanhope Smith, director de la
Universidad de Nueva Jersey (ahora Princeton) y autor del libro
americano más importante sobre antropología física del siglo
.66 An Essay on the Causes of the Variety of Complexion and
Figure in the Human Species fue publicado en 1787 en Filadelfia
y luego en Londres; en 1788 en Edimburgo, con introducción y
notas de Benjamin Smith Barton, originario de Pensilvania y por
entonces estudiante de medicina en Edimburgo. Barton, quien
escribe su tesis de medicina contra el rector Robertson, encuen-
tra en Clavijero un modelo alternativo.67 Los “Several remarkable
vestiges of an ancient date”, con que introduce sus Observations
on Some Parts of Natural History (Londres 1787), buscan aportar
pruebas de la existencia de un pasado antiguo y glorioso de la
América del Norte, paralelamente a la operación historiográfica
realizada por Clavijero en su Historia antigua de México.
En este contexto, Clavijero observaba lo que sucedía en las
colonias americanas del Imperio británico y compartía argumen-
tos, retórica y metodología con esas voces norteamericanas que
contribuían a formar una historia americana alternativa. Al mi-
smo tiempo, esos intelectuales norteamericanos frecuentemente
se referían a la autoridad del jesuita mexicano, tanto en sus tra-
bajos publicados como en su correspondencia privada. Lo que
aquí propongo, al comparar a Robertson y Clavijero, es construir
un discurso coherente interesado en las especificidades de los di-
stintos contextos –sociales, políticos y religiosos–, pero enfocado
al diálogo entre ellos, considerando que hubo un debate europeo

66
John C. Greene, “The American Debate on the Negros’ Place in Nature, 1780-
1815”, Journal of the History of Ideas, pp. 384-96; Bruce R. Dain, A Hideous
Monster of the Mind: American Race Theory in the Early Republic.
67
S.S. Barton, “An Essay toward a Natural History of the North American
Indians. Being an Attempt to Describe, and to Investigate the Causes of Some
of the Varieties in Figure, in Complexion etc. among Mankind” (1788-90),
Archives of the Royal Medical Society, Edinburgh, MS Records vol. XXIII, 1-
17. Barton define el texto de Clavijero como “una de las obras más valiosas que
se hayan publicado jamás sobre el tema de América”.

Las escrituras de la historia del Nuevo Mundo: Clavijero y Robertson… / 229


y trasatlántico que a menudo asumió los mismos problemas y
preocupaciones.
Mi interés, entonces, no es dar seguimiento a las configuracio-
nes europeas ni americanas de la disputa del Nuevo Mundo, sino
más bien reconstruir el debate preciso con diferentes escalas de
análisis, y explorar las relaciones entre ambos lados del Atlántico.
Pero, sobre todo, es esencial evitar cualquier generalización burda;
para esto el material proporcionado por la comparación de las
historias de Robertson y Clavijero me parece un laboratorio úni-
co. Por lo mismo, la cuestión no está en cómo la pluma europea
configuró y construyó al “otro”, sino en pensar cómo el “otro” y el
europeo están enfrascados en una historia que se vuelve común.
El problema, entonces, no es ya el del europeo y el “otro”, sino el
de sus imbricadas aunque asimétricas relaciones.
La circulación del trabajo de Clavijero en la naciente nación
estadounidense vuelve posible repensar la relación entre las Amé-
ricas, a fines del siglo , sin los deformadores lentes del pre-
sente que con frecuencia, llevan a despojar a América Latina de
su influencia en la producción histórica y científica de los Estados
Unidos. Un análisis cercano de la correspondencia, cursos univer-
sitarios publicados y manuscritos, ecos en periódicos y enciclope-
dias, permite reconstruir redes precisas y escribir esta historia de
manera diferente. La lección que nos da Michel de Certeau es,
precisamente, la de evitar una lectura del pasado anacrónica y no
contextualizada.

Traducción: Norma Durán

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236 / Silvia Sebastiani


Reseñas
Guam: la cercana historia de una lejana isla
G: A C H   F I

ARMANDO FRANCISCO AZÚA


Departamento de Historia/Universidad Iberoamericana, México.

Rogers, Robert F. Destiny’s Landfall. A History of Guam, Honolulu, Uni-


versity of Hawai’i Press, 2011, 391 pp.

S i en una conversación mencionamos la palabra “Guam”, el pri-


mer problema será que los participantes en la plática sepan a
qué nos referimos, pero en dado caso que sepan que se trata de una
isla de la Micronesia, en el Océano Pacífico, concretamente en el
archipiélago de las Islas Marianas, es poco probable que puedan vin-
cular de alguna manera este remoto paraíso tropical con la historia de
México; y si acaso entre los participantes de la conversación alguien
tiene información sobre la citada isla, quizá nos haga alguna referen-
cia a que hablamos de un territorio de los Estados Unidos, asiento
de importantes instalaciones militares además de ser un importante
destino turístico.
Sin embargo, la historia ha tejido importantes vínculos entre
Guam y México, pues durante casi tres siglos esta isla, entonces uni-
da a sus vecinas, las Islas Marianas,1 construyó una de las provincias

1
Desde la derrota de España en la guerra Hispano-Norteamericana en 1898,
las Islas Marianas se dividieron: Guam se incorporó a los Estados Unidos y las
Marianas del Norte fueron vendidas a Alemania, quien las cedió a Japón al tér-

Historia y Grafía, Universidad Iberoamericana, año 19, núm. 37, julio-diciembre 2011, pp. 239-248
más remotas del Virreinato de la Nueva España, siendo también es-
cala con alguna regularidad del llamado Galeón de Acapulco en la
importante ruta comercial transpacífica que unía América con Asia.
Este vínculo quedó disuelto a partir de la independencia de México,
lo que explica que a partir de 1821 los territorios insulares del Pací-
fico hayan sido olvidados. Pero aun hoy un vistazo a la historia de la
lejana isla podría resultar de interés para el historiador que se ocupa
de la presencia hispana y novohispana en el Pacífico, y en este sentido
la obra Destiny’s Landfall del Dr. Robert F. Rogers será de gran ayuda
para aproximarnos al conocimiento de estos lazos olvidados, un tema
del que, al menos en México, es prácticamente imposible encontrar
literatura disponible.
Sobre el autor mencionemos que es graduado de la academia mi-
litar de West Point, Nueva York, con un doctorado en Ciencias Po-
líticas por la Universidad de Georgetown; sirvió en el ejército de los
Estados Unidos en Europa, África, la Unión Soviética y Vietnam del
Sur, retirándose de las fuerzas armadas en 1970; posteriormente, en-
tre 1977 y 1995, trabajó en la Universidad de Guam como profesor
de Ciencias Políticas e Historia. De 1983 a 1986 fue Director Eje-
cutivo de la Comisión de Autodeterminación de Guam, y en 1995
publicó la primera edición de Destiny’s Landfall que recibió el premio
Maga’lahe a la excelencia en las humanidades por parte del gobierno
de Guam. Actualmente el Dr. Rogers vive retirado en Hawaii.
En la obra que se reseña, originalmente editada, como se ha di-
cho, en 1995, y reeditada en el año 2011, el Dr. Rogers realiza una
interesante revisión de la historia de Guam, comenzando con la visi-
ta realizada por la expedición hispana al mando de Fernando de Ma-
gallanes en 1521, hasta llegar al presente,2 y destacando los procesos

mino de la Primera Guerra Mundial. En 1944 los Estados Unidos recuperarán


Guam, brevemente ocupado por Japón, y conquistarán las Marianas del Norte;
sin embargo no se ha dado una reunificación política en el archipiélago. Guam
es un territorio no incorporado y las Marianas un Estado Libre Asociado.
2
La edición aquí reseñada es la del 2011, aunque los últimos eventos narrados
corresponden al año 2003. Esto nos hace suponer que en el año 2003 se terminó
la revisión del texto, y que éste tuvo que esperar ocho años para ver la luz.

240 / Reseñas
de adecuación del pueblo chamorro3 a las potencias extranjeras que
han dominado la isla, primero España y, desde 1898, los Estados
Unidos. El eje conductor de este interesante texto lo encontramos en
la lucha de los chamorros para mantener su identidad como pueblo
sujeto a autoridades extranjeras, y para las que Guam no es de interés
por sí mismo sino en la medida en que responde a intereses geopolí-
ticos globales, teniendo constantemente que redefinir los elementos
que los identifican como pueblo y renunciando a un estatus político
de plena soberanía, al grado de convertir su isla en un “anacronismo
neocolonial” 4 que da cierta comodidad tanto a chamorros como a
norteamericanos, pero que no deja contentos a los primeros.
Destiny’s Landfall, que se presenta como un texto de carácter uni-
versitario, es una historia de carácter general sobre la isla de Guam.
El largo periodo al que se avoca Rogers explica que el autor poco
pueda detenerse para dar amplios detalles de un periodo o suceso
concreto. Si bien se presentan algunas características de la sociedad
en los años previos a la visita del navegante, e incluso se describen los
procesos migratorios que llevaron hacia Guam, desde la Micronesia
y el Pacífico, lo cierto es que nos encontramos ante una historia de
Guam en el contexto de su relación con Occidente y las transforma-
ciones que esta relación ha desencadenado en la isla.
El texto se organiza en dieciséis capítulos más el prólogo y un
breve epílogo; en los primeros seis trata el periodo español e incluye
una breve revisión de la situación de la isla antes de la llegada de
los barcos de Magallanes. Sobre la sociedad preeuropea solamente
se habla en el segundo capítulo, haciendo énfasis en la división so-
cial de la población y en algunos elementos culturales distintivos. La
sociedad isleña originalmente estaba organizada bajo un sistema de
tribus, clanes o familias extendidas, gobernadas por hombres, pero
formadas bajo linajes matrilineales. Estos clanes a su vez se dividían
en dos castas: los chamorri –de donde deriva el nombre que hoy en
día se le da a los naturales del país– casta superior, que habitaba las

3
Nombre con el que se conoce actualmente a la población originaria de Guam.
4
Título del epílogo del libro, pp. 286-8.

Reseñas / 241
costas y se componía de los principales, guerreros y pescadores, y
los manachang, labradores de las tierras interiores. La propiedad se
organizaba en torno a estos clanes y castas, y si bien existían algunas
formas de propiedad privada, prevalecía la costumbre de tomar del
vecino lo que se necesitara muchas veces sin siquiera pedirlo, lo que
provocó una serie de enfrentamientos con los primeros exploradores,
y por eso durante algún tiempo el archipiélago mariano fue conocido
por el nombre de Islas de los Ladrones. En cuanto a los rasgos cultu-
rales distintivos, Rogers destaca las llamadas proas, embarcaciones a
vela triangular propias del archipiélago mariano, muy avanzadas en
comparación con las de otras regiones del Pacífico, y que sorpren-
dieron a los primeros visitantes por su velocidad; y las casas tribales
construidas sobre altas columnas de piedra caliza con capiteles de
coral llamados lattes: aunque hoy en día no es posible encontrar casas
tribales completas, las columnas sobre las que se construían están dis-
persas por todo el archipiélago. Si bien tanto las proas como los lattes
desaparecieron con la llegada española5 a las Marianas, hoy en día
encontramos representados a los primeros en la bandera de Guam y a
los segundos en la de las Islas Marianas del Norte. El libro de Rogers
nos presenta interesantes ilustraciones tanto de las proas como de las
casas tribales construidas sobre los lattes.6
El tercer capítulo está dedicado íntegramente a la figura del padre
Diego Luis de San Vitores S. J., quien de paso por Manila conoció
Guam en 1662 y decidió regresar a evangelizar a los naturales. Para
Rogers la figura de San Vitores es determinante en la historia de
Guam: su celo misionero, además de sus excelentes relaciones con
la corte de Madrid, harán que España, a pesar de la oposición del
gobernador de Manila, ponga su atención en unas islas que de otra
forma no habrían sido efectivamente ocupadas, ya que el aprovisio-
namiento que el Galeón de Acapulco necesitaba en su ruta hacia
Manila, se venía dando sin problema alguno desde más o menos un
siglo antes y sin necesidad de una presencia permanente. La cultura

5
Rogers, p.32.
6
Ibidem, pp. 31 y 35, respectivamente.

242 / Reseñas
de los chamorros no volvería a ser la misma después de San Vitores,
ya que algunos de los elementos característicos de esta cultura de-
rivan de la evangelización iniciada por el jesuita y sus compañeros.
Para los chamorros de hoy, nos dice Rogers, San Vitores es tanto
conquistador como salvador.7
Sin embargo, la muerte de San Vitores servirá para volver a la
realidad y dejar en claro que Guam y las Marianas carecen de un
verdadero interés para España, y no será sino hasta la segunda mitad
del siglo  cuando, debido al incremento de la actividad de otras
potencias en el Pacífico, las islas llamarán otra vez la atención. No
obstante, el abandono en que prácticamente se encontró la lejana
posesión determinará sus elementos de identidad:

a) Subsistencia de la lengua chamorra.


La lengua local se mantendrá como principal forma de comuni-
cación, aunque adoptará muchas palabras castellanas (y seguramente
también de lenguas filipinas y mexicanas), y conservará sus estructu-
ras gramaticales.8

b) Fortaleza de las estructuras familiares y compadrazgos.


La antigua familia matrilineal chamorra se adaptará a la estruc-
tura cristiana, entendiéndola en un sentido amplio y no nuclear, y
se complementará con los llamados compares o pares, del castellano
“compadre”, reminiscencias de las antiguas formas clánicas.

c) Integración de la población inmigrante en la cultura local.


En Guam distinguen dos tipos de inmigrantes: los que llegaron
para establecerse de manera permanente en la isla, como es el caso,
durante el periodo español, de los soldados filipinos, mexicanos y
mestizos y, después de la llegada de los norteamericanos, gente pro-

7
Ibidem, p. 53.
8
Al respecto, el Dr. Rafael Rodríguez-Ponga propone catalogar al chamorro
contemporáneo como una lengua mixta hispano-micronesia. Rafael Rodríguez-
Ponga Salamanca, “De la Nueva España a las Islas Marianas: los cerdos y el
vocabulario porcino”, en Ma. Cristina Barrón Soto, La Presencia Novohispana en
el Pacífico Insular, Universidad Iberoamericana, México, 1992, pág. 146.

Reseñas / 243
cedente de otras islas del Pacífico; estas personas terminaron por ser
absorbidas por la cultura local. En el otro grupo se encuentran los
funcionarios militares y civiles tanto españoles como norteamerica-
nos, para quienes Guam es solamente un lugar de paso y, en algunos
casos, de destierro, por lo que no tienen interés en integrarse a la so-
ciedad local. En el periodo español, a diferencia de América, Guam
no poseían riquezas naturales que atrajeran a la población españo-
la y por esto no vemos el surgimiento de una sociedad hispaniza-
da. La brevedad de las estancias de los funcionarios explica para
Rogers la aparición de la corrupción, ya que éstos buscarán sacar en
el mayor beneficio posible de su paso por la isla.

d) Desinterés de las autoridades extranjeras por la población chamo-


rra y la administración interna.
La labor de las autoridades coloniales tanto españolas como nor-
teamericanas se orientará principalmente a hacer valer los intereses
de la metrópoli en la región frente a la amenaza de otras potencias,
por lo que prestarán poco interés a los asuntos de la administración
interna y a la población local. Así, ante el poco cuidado que les pres-
ta el gobierno, la sociedad chamorra buscará resolver sus problemas
cotidianos organizándose al margen de la autoridad formalmente
establecida, y recurriendo para ello a las redes tradicionales y a la
Iglesia católica.

Los capítulos siete, ocho y nueve abordan la primera etapa nor-


teamericana, ubicando esta anexión como parte del proyecto expan-
sionista desarrollado por el Almirante Alfred T. Mahan, según el cual
Guam no era prioritario, pero venía muy bien en los planes para
controlar las rutas comerciales en el Pacífico.9 También se destaca-
rá que a partir de este momento, los destinos de Guam quedarán
separados de las islas Marianas del Norte, que serían vendidas por
España a Alemania. El capítulo décimo servirá para hablar del in-
terludio japonés durante la Segunda Guerra Mundial y, a partir del
capítulo décimo primero, la obra tematiza la importancia militar de

9
Rogers, pp. 102-3.

244 / Reseñas
Guam durante los años de la Guerra Fría, el establecimiento de una
economía centrada en los aportes generados por las bases de las fuer-
zas norteamericanas10 y el turismo japonés, así como la constante
lucha por alcanzar un estatus político definitivo. Rogers nos referirá
los problemas económicos que ha experimentado la isla a partir de
1991 con la reducción de las tensiones entre Estados Unidos y la
Unión Soviética, que han llevado a la reducción de los gastos milita-
res norteamericanos, la salida de un número importante de soldados
de Guam y la consecuente perdida de recursos económicos, lo cual
convierte uno de los anhelos de los chamorros, la reducción de la
presencia militar, en un verdadero problema económico.
En los últimos capítulos, Rogers nos presenta un conjunto de cir-
cunstancias que han tenido efectos negativos sobre el desarrollo de la
isla; estas van desde los cada vez más frecuentes tifones que golpean
Guam, la ya prolongada crisis japonesa, que tiene repercusiones so-
bre el importante sector turístico, hasta un recurrente problema para
esta sociedad de características neocoloniales: la corrupción, presente
en los antiguos gobernadores españoles y en las actuales autoridades
de la isla. Guam se encuentra en una delicada situación, ya que si
bien ha desarrollado una dinámica económica, política y social pro-
pia, a diferencia de la mayoría de las naciones insulares del Pacífico,11
no ha alcanzado una plena autosuficiencia.

10
Ya desde la toma de posesión norteamericana, pero especialmente durante la
Guerra Fría, Guam vivirá un importante incremento en su nivel de vida como
resultado de las inyecciones constantes de capital por parte de las fuerzas arma-
das norteamericanas. Con los soldados llegó inversión en infraestructura, como
carreteras, hospitales, escuelas, casas, etc., que generaron un crecimiento de la
actividad económica; además, los propios soldados norteamericanos, al recibir
salarios regulares, gastan sus ingresos en los negocios locales, dinamizando el
mercado local. Si bien a la población local no le agrada que las fuerzas armadas
lleguen y expropien terrenos, se ven beneficiados por el crecimiento económico
que éstas propician.
11
Las llamadas  o islas dependientes de la migración –(MIgration), remesas
(Remittances), ayuda (Aid), y burocracia (Bureaucracy)–, como es el caso de otros
pequeños territorios como las vecinas islas Marianas del Norte, los Estados Fe-
derados de Micronesia, Palau y las Islas Marshall, que dependen totalmente del
financiamiento de los Estados Unidos. Rogers, p. 286.

Reseñas / 245
Al final del libro encontramos dos anexos de interés: un listado
con las autoridades que han gobernado Guam desde el estableci-
miento del gobierno español hasta el día de hoy, y un interesante
glosario de términos en chamorro y otras lenguas, incluido el es-
pañol, pues debemos recordar que el texto se dirige a un público
angloparlante.
Con respecto a la edición anterior de la obra, podemos decir que
los cambios se deben principalmente a la actualización de los eventos
que Guam vivió a partir de la segunda mitad de los años noventa del
siglo  y los primeros años del siglo , años en los que la isla pare-
ce perder la iniciativa para lograr alcanzar un estatus político definiti-
vo, ya sea como estado plenamente soberano o como un estado libre
y soberano al igual que Puerto Rico o las Marinas del Norte dentro
de los Estados Unidos. El olvido de esta cuestión es el resultado de
que los problemas económicos cobran prioridad sobre los políticos.
Sobre la historia reciente de Guam, Rogers nos ofrece un seguimien-
to periodístico pormenorizado de los eventos. Cabe resaltar que en
1995, al presentarse la primera edición, el tema que dominaba la
política isleña giraba en torno a la definición del estatus de la isla,
tema que, sin ser resuelto, fue desplazado por la crisis económica, tal
como se manifiesta en las últimas páginas de esta segunda edición;
este cambio justifica por si mismo la aparición de una reedición del
libro. Además de la inclusión del capítulo 16, el resto de la obra sólo
experimentó cambios menores y precisiones en el texto.
Destiny’s Landfall es una lectura que resulta de utilidad para cual-
quier estudiante, académico e investigador que tenga necesidad de un
primer acercamiento a la historia de esta isla del Pacífico, ya sea que
le interese conocer el periodo hispano o el norteamericano; pero para
quien tenga como centro de sus estudios la cultura, las tradiciones o
la historia pre-europea, la obra de Rogers definitivamente no será de
gran ayuda, ya que, como decíamos al principio, la línea argumental
gira en torno a la relación de Guam con las potencias extranjeras que
la han dominado. También es importante aclarar que aunque Rogers
reconoce el valor de los puntos de vista de la historia escrita tanto

246 / Reseñas
por los insiders como por los outsiders,12 lo que nos encontramos es
una historia escrita por un outsider: por más que Rogers haya vivido
un largo periodo de tiempo en Guam e intente compenetrarse con el
sentir de los chamorros, no deja de ser un historiador norteamerica-
no. También llamemos la atención sobre el eventual afloramiento de
la llamada “leyenda negra” de España, común en los autores anglo-
sajones, que si bien en Rogers no llega a resultar chocante, si expli-
ca ciertos comentarios referentes al origen hispano de la corrupción
entre las autoridades isleñas o la postura crítica frente al papel de los
religiosos en la historia de Guam.
La distribución de los contenidos en el texto deja en claro la visión
–utilizando el concepto propuesto por Rogers– de un outsider: 186
páginas dedicadas al periodo norteamericano, que ha durado 113
años, frente a 100 dedicadas al periodo español –a partir el descu-
brimiento de Magallanes– con una duración de poco menos de 400
años. Sobre los tiempos prehispánicos apenas se incluyen algunas
páginas; lo mismo ocurre al tratar temas relacionados con la cultura,
el pensamiento y la sociedad chamorra del siglo  y principios del
siglo ; siempre que se tocan estos temas es con referencia a las po-
tencias dominantes y no a las dinámicas internas, lo que se esperaría
de una historia escrita por un insider. Sin embargo, entiéndase este
comentario no en demérito de la obra, sino como un simple señala-
miento para comprender cuál es el lugar de enunciación del autor y
los intereses conscientes o inconscientes que éste pudiese tener.
El propio currículo de Rogers nos da una idea de este lugar de
enunciación: militar formado en West Point, con estancias durante
la Guerra Fría en la Unión Soviética y Vietnam que indudablemen-
te formaron en él una visión geopolítica de alcance global en la que el
Pacífico y Guam juegan un papel importante, para Rogers debe que-
dar claro que, en cualquier forma en que se resuelva la aún hoy pen-
diente relación entre Estados Unidos y Guam, el acceso a las bases
militares en la isla no debe ponerse en duda; en otras palabras, que si
bien el “anacronismo neocolonial” no es la solución ideal, es prefe-

12
Rogers, p. xi.

Reseñas / 247
rible a perder el control de esta importante posición geoestratégica.
Aunque no lo trata abiertamente en su obra, entre 1983 y 1986 Ro-
gers, como director ejecutivo de la Comisión de Autodeterminación
de Guam, promovió el establecimiento de un estatus definitivo para
la relación con los Estados Unidos bajo la figura de la Commonweal-
th, al estilo de Puerto Rico y las Islas Marianas del Norte, según la
cual habría autogobierno, pero se garantizaría la permanencia de de
las bases militares. Finalmente este estatus no se alcanzó. En resu-
men, para Rogers el futuro de Guam sólo se entiende bajo la tutela,
de alguna u otra forma, de los Estados Unidos.13
Concluyamos diciendo que, a pesar de que Destiny’s Landfall, A
History of Guam es una obra de carácter general y puede llegar a dar
un trato superficial y en alguna medida parcial sobre algunos de los
acontecimientos de la historia de esta remota isla, su lectura resulta
ágil y enriquecedora, útil para todo aquel investigador que quiera
tener un primer acercamiento serio a la historia de esta región del
Pacífico y que tome conciencia del lugar desde el que se escribió el
texto. Aunque resulta claro que es una obra escrita desde una pers-
pectiva norteamericana, esto no la demerita, ya que ¿quién puede
despojarse de su propia formación y prejuicios para escribir? Se tra-
ta de una obra valiosa y pionera por su intento de hacer una síntesis
del largo recorrido de Guam en su casi quinientos años de contacto
con el exterior. Si el lector logra identificar los prejuicios propios de
la historiografía norteamericana la lectura seguramente le resultará
enriquecedora. Por último, sería deseable que la obra se conociera de
manera más amplia en México, ya que nos ayudaría a recordar par-
te de una historia común olvidada, pero quizá sería mejor la apari-
ción de un libro sobre la historia de Guam escrito por un historiador
chamorro, además de una obra sobre la herencia mexicana en Guam,
que seguramente nos traería muchas sorpresas.

13
Si bien en Destiny’s Landfall, Rogers procura mantener una postura neutral,
se recomienda la siguiente lectura para conocer mejor sus propuestas sobre el
futuro de Guam: Robert F. Rogers, “Guam’s quest for political Identity”, en
Pacific Studies, vol. 12, núm. 1, noviembre de 1988, Johnathan Napela Center,
Brigham Young University-Hawaii, pp. 49-70.

248 / Reseñas
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Reseñas / 251
N     

Todo artículo o reseña que se proponga a Historia y Grafía debe ser original e
inédito.
El artículo o reseña no debe estar postulado simultáneamente en otras revistas.
La extensión máxima de cuartillas para un artículo será de 35; para una re-
seña, de 12 (1680 caracteres es una cuartilla), por lo que ningún artículo podrá
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comprenderá los espacios entre palabras y las notas al pie.
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No se devuelven originales.
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• Resúmenes, en español y en inglés, en los que se indique el título del
artículo y se destaquen la importancia, los alcances, las aportaciones o
los aspectos relevantes del trabajo. Los resúmenes no deben ser mayores
de 150 palabras. En el caso de las reseñas no se requiere resumen.

Si en el artículo o reseña aparecen cuadros o gráficas, asegúrese de que estén


identificados de manera precisa y que se mencione su fuente.
El sistema de anotación que se emplea en H y G es el filológico, también co-
nocido como latino. En consecuencia, en las notas de referencia sólo se escribirá
el autor de la fuente, el título de ésta y, en su caso, el número de página en que
se encuentra la cita. Además, hay que utilizar las expresiones latinas ibidem, op.
cit., idem, etcétera, según sea el caso. Ejemplo de notas de referencia:

1
Paul Ricœur, Tiempo y narración. El tiempo narrado, vol. 3, pp. 123-124.
2
Ibidem, p. 128..
3
Marco Aurelio Larios, “Espejo de dos rostros. Modernidad y postmoderni-
dad en el tratamiento de la historia”, pp. 130-131.
4
Ricœur, Tiempo y narración, op. cit., p. 158.
5
Raymundo Mier, “El retrato y la metamorfosis de la memoria. La transfor-
mación de la historia en el origen de la fotografía”, p. 81.
6
Idem.

La relación de fuentes empleadas se colocará al final del artículo, bajo el título


de “Bibliografía”. Ejemplo:

Larios, Marco Aurelio. “Espejo de dos rostros. Modernidad y postmodernidad


en el tratamiento de la historia”, en Karl Kohut (ed.), La invención del pasa-

252 / Reseñas
do. La novela histórica en el marco de la postmodernidad, Frankfurt/Madrid,
Vervuet, 1997, pp. 130-145.
Mier, Raymundo. “El retrato y la metamorfosis de la memoria. La transforma-
ción de la historia en el origen de la fotografía”, Historia y Grafía, año 2,
núm. 4, 1995, pp. 81-109.
Ricœur, Paul. Tiempo y narración. El tiempo narrado, vol. 3, tr. Agustín Neira,
México, Siglo  editores, 1996.

Historia y Grafía publica la modalidad de la reseña crítica. Por “crítica” enten-


demos un comentario referido al contexto académico y cultural en el que se
inscribe la obra.
El texto de la reseña incluirá lo siguiente:

• Una presentación breve del contenido de la obra reseñada.


• La relevancia de la obra reseñada y el porqué de la importancia de elabo-
rar la reseña.
• La importancia del tema y la discusión en la que se inscribe, más el
enfoque historiográfico.
• El contexto del libro reseñado, en función de diversos criterios:
a) En relación con la obra del autor.
b) En relación con el tema.
c) En relación con la problemática (conceptual, argumentativa,
referencial,...).
d) En términos comparativos.

El texto de la reseña irá precedido de la ficha bibliográfica del libro objeto de


comentario.
Ejemplo de la ficha del libro:
• Rozat, Guy. Los orígenes de la nación. Pasado indígena e historia nacional,
México, UIA-Departamento de Historia, 2001, 478 pp.

Si en las citas textuales se suprime una o más palabras, indicarlo con tres puntos
suspensivos entre corchetes [...]. También se usarán corchetes para señalar aña-
didos o precisiones de parte del investigador.
Al recibir los originales de los artículos, el Consejo de Redacción hará una
primera revisión para comprobar el apego a las normas editoriales. Todo original
que haya cumplido con éstas será sometido al proceso de arbitraje por pares aca-
démicos, bajo la modalidad de doble ciego; en caso de que los dictámenes sean
uno positivo y uno negativo, se recurrirá a un tercer árbitro para contar con una
decisión mayoritaria. Una vez aceptado el texto, se programará su aparición y se
iniciará la producción editorial con la revisión de estilo.
Se entiende que el autor de manuscritos aceptados por el arbitraje cede los
derechos de su texto para publicarlo también electrónicamente, en la versión
digital de Historia y Grafía.

Reseñas / 253
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Articles should be no longer than 35 pages in length; reviews should be no
longer than 12 pages. Considering one standard page consists of 1,680 charac-
ters (a calculation that takes into account both the spaces between words and the
footnotes), the limit will be of 58,800 characters for an article and of 20,160 for
a review.
Please send the original manuscript, in a Word-processed file, to historia.
grafia@uia.mx. (Given that it will not be returned in any case, we advise you
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information:
• The author’s name;
• A brief résumé (ten lines approximately);
• The home address, the phone (or the fax) number, as well as the e-mail
address; and
• An abstract, written both in Spanish and in English, where, aside from
mentioning the title of the article, the author assesses its importance,
highlighting its most relevant facets or pointing to the way it forwards
historical knowledge. Abstracts (which are not required for reviews)
should be no longer than 150 words.

If there appear charts or graphics in the article or the review, please make sure
that they are identified precisely and that the corresponding source is specified.
The notation system used in Historia y Grafía is the philological, also known
as the Latin system. Accordingly, the reference notes will include only the author
of the source in question, the title of the source, and the page number where the
citation is to be located. Furthermore, it will be necessary to use the Latin expre-
ssions ibidem, op. cit., idem, etc., depending on the instance. These are cases in
point of reference notes:
1
Paul Ricœur, Tiempo y narración. El tiempo narrado, vol. 3, pp. 123-124.
2
Ibidem, p. 128..
3
Marco Aurelio Larios, “Espejo de dos rostros. Modernidad y postmoderni-
dad en el tratamiento de la historia”, pp. 130-131.
4
Ricœur, Tiempo y narración, op. cit., p. 158.
5
Raymundo Mier, “El retrato y la metamorfosis de la memoria. La transfor-
mación de la historia en el origen de la fotografía”, p. 81.
6
Idem.

An account of the sources consulted will be placed at the end of the article, un-
der the title of “Bibliography” and using the French indentation. For example:

254 / Reseñas
Larios, Marco Aurelio. “Espejo de dos rostros. Modernidad y postmodernidad
en el tratamiento de la historia”, en Karl Kohut (ed.), La invención del pasa-
do. La novela histórica en el marco de la postmodernidad, Frankfurt/Madrid,
Vervuet, 1997, pp. 130-145.
Mier, Raymundo. “El retrato y la metamorfosis de la memoria. La transforma-
ción de la historia en el origen de la fotografía”, Historia y Grafía, año 2,
núm. 4, 1995, pp. 81-109.
Ricœur, Paul. Tiempo y narración. El tiempo narrado, vol. 3, tr. Agustín Neira,
México, Siglo , 1996.

Historia y Grafía publishes the modality known as the critical review. Now, what
we understand as a “critique” is a commentary that makes reference to the aca-
demic and cultural context in which a given book is framed.
A critical review will be characterized by the following traits:
• It should make a succinct description of what constitutes the content of
the book reviewed;
• It should appraise the relevance of that book and, concurrently, provide
the reasons for writing the review;
• It should stress the momentousness of the topic or theme, situating it
within the framework of the related discussion and viewing it from the
historiographical angle;
• It must shed light on the context surrounding that book, based on diffe-
rent criteria, namely:
a) In regard to the author’s previous work
b) In regard to the theme or topic
c) In regard to the problems involved (whether they be conceptual,
argumentative, referential…), and
d) In comparative terms.

The body of the review must be preceded by the bibliographical information on


the book in question. A case in point is the following:
• Rozat, Guy. Los orígenes de la nación. Pasado indígena e historia nacional,
México, UIA-Departamento de Historia, 2001, 478 pp.

If one or more words are being suppressed in the textual citations, the omission
should be indicated by means of ellipsis in square brackets: […]. In the case
when the author wishes to add a remark or detail a point, square brackets will
be used too.
Upon receiving the manuscripts, the editorial staff will first verify that they
comply with the prescribed guidelines. Next, each manuscript that meets these
requirements is to be submitted to an arbitration process which is led by acade-
mic peers, under the double-blind mode; in the event that one judgment is fa-
vorable and the other is unfavorable, we will appeal to a third arbiter in order to

Reseñas / 255
attain a verdict by majority. Once the text has become accepted, its publication
will be scheduled and the editorial production will begin with the copy-editing
phase.
It is settled that the author of a manuscript that has been accepted by the
arbiters must hand over the rights on his/her text so that it can be published
electronically in Historia y Grafía’s digital version.

256 / Reseñas
Colonial Latin American
Historical Review (CLAHR)

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COLONIAL EN
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