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APROXIMACIONES AL CONCEPTO DE PERSONA

- SAN BUENAVENTURA Y GUILLERMO DE OCKHAM1-

Fray Daniel Felipe Calderón Vargas, OFM.


Semillero Vestigium Venerabilis Inceptor
Programa de Filosofía
Universidad de san Buenaventura, Bogotá. D. C.

Afirmo que se debe postular en el hombre otra forma además del alma intelectual, es decir, una forma sensitiva.
G. Ockham. Sent II, q.18

Resumen

“Sustancia individual de naturaleza racional” [De duabus. 3], expresión legada por Boecio,
para referirse al concepto de persona. Esta formulación se convierte en un aspecto
sintomático en todas las reflexiones sobre la categoría de persona en la Edad Media. Y, por
tanto, la escuela de pensamiento franciscana también hace recepción y crítica de esta
definición, desarrollando una reflexión propia influenciada, naturalmente, más por una
experiencia vital o existencial de lo concreto que por una teoría abstracta y alejada de la
realidad misma. En esta traditio se inscribe, en primer lugar, la figura de Buenaventura de
Bagnoregio quien, bajo presupuestos teológicos, filosóficos y místicos, desarrolla una
postura sobre la persona a partir de su propuesta del Ejemplarismo; y, en segundo lugar, el
ingente defensor del nominalismo, Guillermo de Ockham quien, desde una perspectiva
lógica, se propone un concepto de persona ya no desde conceptos universales y abstractos,
sino que apele y sea respetuoso con el individuo, el ser particular.

En este orden de ideas, en esta ponencia, desde una perspectiva exegética, se propone
tematizar los siguientes aspectos: En primera instancia, dar cuenta de algunos puntos
relevantes de la Antropología Mística del Doctor Seráfico, en relación con la categoría
persona. En segunda instancia, mostrar, partiendo de la crítica al realismo exagerado en el
problema de los universales efectuada por Ockham, la posibilidad de esbozar un concepto de
persona fundamentado en la Ontología del Individual Ockamista. Por último, partiendo de
los elementos más importantes de los dos autores estudiados, proponer una suerte de

1
La presente ponencia se deriva del trabajo del Semillero Vestigium en el marco del desarrollo del proyecto de
Investigación en curso: Interrelaciones entre la Estética Agustiniana y la Estética Bonaventuriana -2018.
Aprobado en la Convocatoria Interna de Semilleros de Investigación por la Dirección de Investigaciones de la
Universidad de San Buenaventura, sede Bogotá.

1
actualización de su pensamiento, no como un insano intento de anacronismo, sino como una
manera de rescatar formas de pensamiento y críticas que nos pueden ser útiles en medio del
mundo y circunstancias en los cuales nos ha correspondido vivir.

Palabras clave: Persona, Mística, Individuo, Escuela Franciscana. San Buenaventura, G.


Ockham.

1. Aproximación a la Antropología Mística en San Buenaventura: El Concepto de


Persona.

La reflexión antropológica llevada a cabo por el Doctor Seráfico, se desarrolla a partir del
principio constitutivo del hombre como Imago Dei, como imagen y, porqué no decirlo
también, como presencia de la divinidad en medio del cosmos. El hombre como imago Dei,
es considerado en el pensamiento del Seráfico Doctor como el resultado de una experiencia
mística, la cual no se comprende en su sentido trascendente, si antes no se tiene en cuenta el
aspecto relacional que tiene el ser humano con lo concreto, con los entes que le circundan y,
por ende, que lo remiten a un reconocimiento de algo, de una presencia-ausencia, que lo
fundamenta todo y es fuente originaria de todo. Por este motivo, la concepción antropológica
de san Buenaventura, aunque sea caracterizada como una tematización a partir de una
experiencia que pudiéramos llamar mística, no puede comprenderse si antes no hay un
acercamiento al asunto relacional y vivencial-existencial del hombre. En este sentido,
podemos entender que Imago Dei es la consecuencia extraída por san Buenaventura de la
profunda relación entre la creatura y su Dios.

Por consiguiente, una primera aproximación al concepto de persona desde esta antropología
es considerar al hombre como un ser relacional. Antes de profundizar en el aspecto
previamente señalado del hombre como ser relacional o en relación, vamos a plantear un
esbozo de aquello que san Buenaventura entiende por ejemplarísimo, pues esta teoría nos
ayuda a comprender de un modo más sistemático la problemática antropológica en torno al
concepto de persona.

La complejidad de la realidad preocupa a san Buenaventura, pues ¿cómo es posible conciliar


al Creador con la creatura, lo Divino y lo humano? Esta situación, de algún modo, despierta

2
en el Doctor Seráfico el interrogante a cerca de la relación o nexo entre los binomios
mencionados. La clave, entonces, para llegar a la aprehensión de este asunto debe
direccionarse hacia un análisis de la constitución ontológica de los entes presentes en el
mundo, para luego, poder elaborar una suerte de hermenéutica que dé cuenta del vínculo que
existe entre la creatura y su Creador. Es así como el hombre es un ser que es capaz de analizar
su propia constitución óntica y ontológica y, a su vez, logra interpretarse como forma o
expresión de la divinidad. El hombre es clave hermenéutica y de comprensión de la divinidad.
De esto surge, así, el planteamiento ejemplarista, el cual consiste en la doctrina de las
relaciones de expresión que existen entre las creaturas tal como son en sí mismas y tal como
son en Dios y en el Verbo2. Es decir, Dios tiene en su mente las ideas de todas las cosas de
forma ejemplar. De manera que el mundo, todo lo creado y el mismo hombre, es expresión
de Dios.

En este orden de ideas, es posible tener una idea más clara del hombre como Imago Dei, esto
es, un ser en profunda relación con Dios, dado que es expresión misma de la divinidad. La
persona, así entendida, es imagen de la divinidad, expresión sublime cúspide de la creación,
puesto que, si consideramos que en Dios existe personalidad, el hombre también participa de
este aspecto por su dignidad y puesto en la creación, ya que, como se ha mencionado, a través
del ejemplarismo se puede zanjar una metafísica de las relaciones entre la creatura y el
Creador. En palabras de san Buenaventura: “La persona es la expresión de la dignidad y de la
nobleza de la naturaleza racional. Y esta nobleza no es una cosa accidental que fuera sobreañadida
a esta naturaleza, sin o que pertenece a su esencia”3

Ahora bien, aunque San Buenaventura asume en prima face, la definición clásica de Boecio
de persona como sustancia racional no la reduce sólo a la sustancialidad o al aspecto
netamente racional, sino que, y en eso está la novedad del planteamiento Bonaventuriano,
apela a la dimensión de la relación, como constitutivo esencial de la persona. Al respecto
acota el mismo Doctor seráfico: “La persona, además, se define por la relación, persona y
relación serían conceptos idénticos”4; la relación, por tanto, no es sólo una cuestión accidental
del hombre, sino que es un aspecto que hace parte de la estructura ontológica de la persona.

2 Merino, J. A.. (1993). Historia de la filosofía franciscana. Madrid: BAC. P. 41


3
Merino, J. A.. (1993). Historia de la filosofía franciscana. Madrid: BAC. P. 70
4 Merino, J. A.. (1993). Historia de la filosofía franciscana. Madrid: BAC. P. 71

3
Pero esta dimensión de la relación, como lo señala el mismo san Buenaventura, no es algo
que el hombre pueda descubrir por sí mismo , a pesar de no ser un accidente, pues es mediante
la analogía entre las relaciones que hay al interior de Dios que podemos conocer que la
persona humana también es relación5.

Al considerar a la persona como relación, San Buenaventura permite que el hombre se


convierta en un ser dado a la apertura. La relación le permite a la persona salir de su esquema
y realidad individual para ir al encuentro y contacto con realidades diferentes, ajenas a él
pero que lo complementan y le ayudan a comprender su lugar en el cosmos. La persona, tal
y como la entiende San Buenaventura, es apertura con el mundo, con Dios y con los otros.
Una apertura radical con lo creado y con el Creador6. De esta forma, la persona posee un
connatural deseo de infinito y plenitud, el cual solo puede alcanzar si se entiende como
proceso, es decir, el hombre no es algo dado, completamente hecho, sino que es un proceso
y un proyecto. En palabras del Doctor Seráfico: “el conocimiento será saciado únicamente
con la posesión de Aquél que es el conocimiento infinito”7

Así las cosas, en este breve acercamiento al pensamiento de san Buenaventura, en torno al
concepto de persona, nos ha permitido dilucidar tres aspectos antropológicos pero que, por
su naturaleza, nos permiten hacernos una idea de la profundidad mística que se halla
contenida en los mismo:

1. La persona como Imago Dei. Hemos dicho (por vía del Ejemplarismo) que, por
semejanza, la persona se constituye en un reflejo de la divinidad y, por ende, el
hombre posee personalidad en tanto es creación divina.
2. La persona como Relación. Dado que la sustancialidad y la racionalidad no son
características satisfactorias para el Doctor Seráfico, en tanto que no describen
suficientemente el misterio de la persona humana, éste aplica la categoría de relación,
esto es, la cual es un constitutivo ontológico que estructura el ser mismo del hombre
3. La persona como Apertura. Este asunto es consecuencia del segundo punto que hemos
señalado, puesto que, si la persona es relación, es capaz de salir de sí mismo, de su

5 Merino, J. A.. (1993). Historia de la filosofía franciscana. Madrid: BAC. P. 71.


6 Merino, J. A.. (1993). Historia de la filosofía franciscana. Madrid: BAC. P. 71
7 Merino, J. A.. (1993). Historia de la filosofía franciscana. Madrid: BAC. P. 72

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introspección, para ir al encuentro del otro, de lo otro y, de ese modo, hacer del
mundo, tal como es él mismo, una herramienta hermenéutica de la divinidad.

2. Aproximación al Concepto de Persona en Guillermo de Ockham: Ontología del


Individual.

Cabe señalar que el asunto antropológico no fue uno de los temas sobre los cuales más decidió
gastar tinta el Venerabilis inceptor, pues sus intereses intelectuales se orientaban más hacia
cuestiones de tipo lógico o epistemológico. En este caso, pues, rastrear un concepto preciso
de persona en el pensamiento filosófico-teológico de Ockham, resulta ser una tarea bastante
compleja y arriesgada. No obstante, siendo Ockham un receptor de la tradición reflexiva de
su tiempo, también asume ciertas características que no están al margen de la visón concreta
y experiencial de la escuela franciscana. Por tal motivo, a pesar de toparnos con problemas
del lenguaje y del conocimiento, también es posible encontrar en nuestro pensador una suerte
de concepción de persona y de hombre, apelando a la propuesta del voluntarismo ético y de
ontología del singular o individual.

Como lo ha señalado José Antimonio Merino8 en Ockham es posible evidenciar un giro en


relación con el pensamiento de Duns Escoto, en cuanto a la consideración del ser. El Doctor
sutil propone, a juicio de Merino, una ontología del ente univoco, esto es, aquella teoría de
la univocidad que afirma que se puede predicar tanto el ser de Dios como el ser de lo creado
en sentido unívoco.

Mientras que el Doctor inglés postula la idea de una ontología del singular, según la cual, no
existen esencias sino individuos concretos, particulares, los cuales no pueden ser
comprendidos desde lo general o universal, sino desde sí mismo. Por consiguiente, el aporte
que hace Ockham, en relación con los entes que se mueven y se presentan en el mundo,
consiste en abolir cualquier tipo de sustentación metafísica en el orden de conceptos o
esencias universales, para ponerlo en el plano de lo individual, es decir, donde cada ente,
cada objeto es diferente y posee características particulares. En este sentido, pues, ya no hay
que remitirse a un concepto genérico como “hombre” para abarcar la totalidad de tal ente,

8 Merino, J. A.. (1993). Historia de la filosofía franciscana. Madrid: BAC. P. 288

5
sino que es menester poner la mirada en cada hombre, en sus matices y propiedades
concretas.

Ahora bien, el otro punto que quisiéramos verdad sobre el voluntarismo ético propuesto por
el Venerabilis Inceptor, el cual tiene como principio fundamental la Omnipotencia divina y,
por otro lado, la libertad del individuo.

De acuerdo con Olga Larre, investigadora argentina del Opus Ockamista, siguiendo los
presupuestos Ockahmistas, se puede afirmar que el querer y actuar divinos Dios obedecen a
una única condición: no violar el principio de no-contradicción. Es decir, Dios puede hacer
y querer todo lo que esté en su pensamiento o en su voluntad, siempre y cuando él mismo no
entre en contradicción. En ello se sustenta, entonces, la absoluta libertad de Dios o, como lo
denomina el mismo Ockham, la Pontentia Dei Absluta9. No obstante, aunque una de las
consecuencias de este planteamiento es la radical contingencia de todo lo creado, el hombre,
el individuo no pierde su libertad. Es más, Ockham se atreve a asegurar que, gracias a la
autodeterminación de la libertad, el hombre puede incluso no querer ser portador de la
felicidad plena. El individuo es capaz de querer o no querer algo en concreto.

De esta manera, el individuo, el ser particular, aunque dependa absolutamente de Dios, es


libre y puede decidir, de auto-determinarse. Entonces, otro aspecto del que es posible extraer
elementos para la construcción de un concepto de persona en el pensamiento de Ockham, es
la libertad. La persona es, según el pensador franciscano, libre.

Ockham, por otro lado, está de acuerdo con la unidad del compuesto humano, es decir, no
está puede ser entendido como una algo que se compone solamente de alma o solamente de
cuerpo, sino que expresa el ser total del hombre, el cual es uno, único y unitario. En este
sentido, Ockham defino personas como supuesto intelectual o “suppositum intellectuale”,
en el que “suppostum hace referencia a un ser completo, incomunicable por identidad que
no se adhiere a nada y no es sostenido o sutentatum por nada”.10 Así las cosas, persona es
una naturaleza intelectiva que no necesita ser sostenida o fundamentado por nada hay, a su
vez, no es una parte constituyente de un ente para que éste sea.

9 Larre, O.. (2000). La filosofía natural de Ockham. Una fenomenología del individuo. Navarra: EUNSA. P. 19
10
Merino, J. A.. (1993). Historia de la filosofía franciscana. Madrid: BAC. P. 348

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El análisis del pensamiento de Guillermo de Ockham, referente a sus presupuestos
antropológicos, nos ha llevado hasta la formulación de tres posibles aspectos que pueden ser
útiles para la comprensión que el franciscano inglés tenía en relación con el concepto de
persona.

1. La persona como individuo. La crítica a los conceptos universales y la afirmación del


nominalismo, nos dejan como referente la idea del ente concreto, aquel que se halla
el mundo y posee elementos propios que han de ser comprendidos desde él mismo.
2. La persona como ser libre. La apelación a la Potentia Dei Absoluta y la
autodeterminación de la voluntad del hombre, permiten esbozar una característica
esencial del ser concreto, esto es, su libertad.
3. La persona como Suppuestum intellectuale. Esta definición, la más explícita señalado
por Ockham en relación con el concepto de persona, guarda cierta cercanía con la
dada por Boecio. Sin embargo, el matiz dado por el Venerabilis inceptor está en su
auto-sustento e incomunicabilidad por identidad.11

3.El concepto de persona de Buenaventura y Ockham en un mundo despersonalizado.

La pregunta por el hombre ha intrigado, intriga e intrigará de forma indefinida al mismo


hombre que se interroga. No hay, si quiera, una pregunta que verdadera y acertadamente
brinde un horizonte para comenzar a preguntar por aquel que interroga por antonomasia. Tal
parece, provisionalmente, que no sólo hay un olvido por el hombre y su interrogante, sino
que se puede ver con diáfana luz que hay una gran y peligroso despreocupación por cualquier
intento de planteamiento de esta pregunta tan esencial y necesaria para nuestra comprensión.
No sólo estamos sumidos en la ignorancia o desconocimiento, porque ahora ha empezado a
ocupar un lugar de preponderante relevancia una actitud de indiferencia. El hombre no quiere,
pues, plantarse la pregunta por sí mismo, porque no le interesa.

No hay que echar por la borda los muchos intentos que se han dado, a lo largo de la historia
y de las escuelas de pensamiento, con el fin de formular y estructurar una pregunta por el

11
Merino, J. A.. (1993). Historia de la filosofía franciscana. Madrid: BAC. P. 349

7
hombre mismo. La empresa emprendida por Martin Buber en su obra ¿Qué es el hombre?12
Es un reflejo que los esfuerzos que el ser humano ha puesto en función de su comprensión
como ser tanto individual como colectivo; como ser histórico y trasformador de la naturaleza.
Sin embargo, tales ensayos de interrogación han sido insuficientes y hasta débiles para resistir
al devenir mismo de la historia y los cambios que padece el hombre y la materia. El problema,
a mi juicio, no radica en que el hombre no se haya preguntado por sí mismo, sino que lo ha
hecho y lo hace de forma un poco equivocada o alejada de una alternativa que puede abrir
mayores posibilidades para emprender un camino hacia la aprensión y reconocimiento de sí
mismo.

El hombre, especialmente el moderno, ha decidido ponerse de hinojos ante el arte del olvido,
es decir, el problema fundamental de nuestra sociedad consiste en el desenfreno deseo del
hombre por producir y consumir, en aras del progreso, del mejoramiento de sus condiciones
de vida, pero, para realizar ello, debe sacrificarse a sí mismo, hacerse una cosa y olvidarse
de que es persona. Esto es consecuencia, naturalmente, de la desorientada forma de preguntar
por el hombre, en tanto que hay una sospechosa preeminencia por el sujeto. En otras palabras,
la herencia legada por Descartes al llegar a la certeza del cogito13, los individuos que le hemos
sucedido no hemos concentrado en la pregunta de forma netamente subjetiva, llegando hasta
los límites del solipsismo.

De cara a esta problemática, las figuras de Buenaventura y Ockham se convierte, a través de


sus planteamientos filosóficos mi teológicos en torno a la persona, en faros que iluminan un
mundo que se hunde en la densa oscuridad de la confusión y la desesperanza.

De esta forma, en primer lugar, nos topamos con la magna silueta del Doctor seráfico, del
cual podemos extraer un principio fundamental y necesario en relación con el tema de la
persona, que corresponde a la idea de relación. Para Buenaventura la persona está en relación
y esa es su naturaleza. Por lo tanto, no es un ente aislado, solo u olvidado en los en las
fronteras infranqueables de la subjetividad y la autosuficiencia. Al contrario, con

12 Buber, M. (1997). ¿Qué es el hombre? Capitulo II: De Aristóteles a Kant. Bogotá: Fondo de Cultura Económica.

13 Descartes, R.(2007). El discurso del método. Madrid: Akal.


Descartes, Rene. 1977. Meditaciones metafísicas con objeciones y respuestas. Madrid: Alfaguara.

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Buenaventura nos hemos dado cuenta que la persona sale de sus esquemas y de su seguridad
para darse e lo otro, a lo diferente. La persona está en constante relación consigo misma, con
el otro, el prójimo y con Dios. De esta manera, el hombre moderno debe desarticular su
engranaje cerrado, ese armazón teórico que lo priva de cualquier oportunidad y deseo para ir
al encuentro de lo otro, para estar en relación. Y sumado a esto, sin dejar a un lado el matiz
místico que siempre ha caracterizado al Doctor Seráfico, el hombre no puede circunscribir lo
místico a algo que corresponde de forma exclusiva a ciertos individuos que tiene experiencia
trascedentes, contacto con la divinidad un sobresalto espiritual que pone entre paréntesis lo
corpóreo, sino que, al ser una vivencia de encuentro, de relación, debe haber un
reconocimiento del otro que se me presenta como un don, como un rostro al que no puedo
abarcar y apresar con mis categorías.

De otro lado, no encontramos con la presencia del príncipe de los nominalistas, Guillermo
de Ockham quien, de acuerdo con lo ya planteado, nos presenta un principio clave para
brindar un poco de claridad a nuestra sociedad moderna. La persona es, según Ockham,
individualidad, es decir, no hay un concepto abstracto que exista de forma independiente que
pudiéramos denominar como persona, sino que cada sujeto, cada individuo es un ser
particular e irrepetible. Esta mirada en torno a la persona se encuentra en las antípodas de la
concepción manejada por la sociedad moderna. En ésta, la persona, el individuo no es más
que una máquina que debe producir y, proporcionalmente, consumir. El individuo deja de ser
tal para convertirse en una sombra anónima que se va diluyendo en la directica de la sociedad
y de la industria14. En este contexto, el sujeto desaparece, deja de ser irrepetible para
sucumbir ante la homogenización requerida por la técnica y la sociedad industrial avanzada.

De esta suerte, la alternativa por Ockham nos hace ver la valía que posee cada individuo
como ser importante en medio de la sociedad, porque sus características particulares pueden
aportar para llegar a la construcción de una sociedad más justa y pluralista. Con Ockham,
comprendemos que el individuo posee, por naturaleza, una identidad que no debe ser alienada
por ninguna forma de dominio, ya sea técnico o ideológico.

14
Horkheimer, M. y Adorno, T. Dialéctica de la ilustración. Fragmentos filosóficos. Madrid: Trotta. 2009.

9
En conclusión, los autores que hemos analizado en esta breve exposición, Buenaventura y
Ockham, nos han hecho una provocación de manera implícita. En primer luagra, el ámbito
místico debe dar un giro a la realidad misma, es decir, el sujeto debe dejar en un segundo
plano la idea de cerrar los ojos para poder contemplar las a Dios y, más bien, apelar a lo que
nos dice el teólogo alemán Johann Baptist Metz sobre una mística de ojos abiertos 15. Y, en
segundo lugar, antes hemos dicho que el hombre no ha sabido platearse la pregunta por sí
mismo de manera adecuada, pues ha concentrado todas sus energías en la subjetividad en el
¿Quién soy yo? Y si más bien nuestra pregunta toma una orientación diferente, es decir,
contestataria de la tradición, pregúntanos ¿Quién es el otro?16

Bibliografía.

Merino, J. A.. (1993). Historia de la filosofía franciscana. Madrid: BAC.

Larre, O.. (2000). La filosofía natural de Ockham. Una fenomenología del individuo. Navarra:
EUNSA.

Buber, M. (1997). ¿Qué es el hombre? Capitulo II: De Aristóteles a Kant. Bogotá: Fondo de Cultura
Económica.
Descartes, R.. (2007). El discurso del método. Madrid: Akal.

Descartes, Rene. 1977. Meditaciones metafísicas con objeciones y respuestas. Madrid: Alfaguara.

Horkheimer, M. y Adorno, T. Dialéctica de la ilustración. Fragmentos filosóficos. Madrid: Trotta.


2009.

Metz, J. B. Memoria Passionis. Una evocación provocadora en una sociedad pluralista. Santander:
SAL TERRAE. 2007. P. 39.

Levinas, E. (2002). Totalidad e infinito. Ensayo sobre la exterioridad. Salamanca: Sígueme

15 Metz, J. B. Memoria Passionis. Una evocación provocadora en una sociedad pluralista. Santander: SAL TERRAE.
2007. P. 39.

16 Levinas, E. (2002). Totalidad e infinito. Ensayo sobre la exterioridad. Salamanca: Sígueme

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