ISBN 978-99967-47-17-5
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La mamá de Camila se enojó con la
persona que trajo a la tortuguita allí, pues le dio
mucha pena que el pequeño animal estuviera
en medio de tanto bullicio, de tanta gente que
pasaba a su lado y ni caso le hacían. Por poco no la
aplastaban con sus pasos acelerados.
6
—Tengo un regalo especial para vos y se
llama Tina, porque me encontré con ella en la
Argentina, de allí viene su nombre.
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Cerca de la casa de Camila había un bosquecillo
lleno de hermosas plantas y muchas flores. Hacia allá
se escapaba siempre Tina toda vez que encontraba
abierto el portón de la casa. Por eso se hizo muy
popular entre los niños de la vecindad.
Amaban a Tina y no
entendían porqué ella
siempre se escapaba
de la casa si la cuidaban
con amor y le daban
todas las comiditas
que le gustaban,
como la zanahoria
porque rechazaba
la lechuga.
8
Pero un día se fue y ya no fue encontrada. Y no
volvió nunca más. Camila y su familia se quedaron
muy tristes.
9
Un año después hicieron un viaje a la ciudad
de Concepción, al norte del Paraguay.
Fueron a visitar un hermoso edificio de estudios
que estaba en medio de la selva. Es de dos pisos,
con amplios corredores rodeado de un gran patio,
lleno de palmeras, flores y verde pasto. Viven
allí, libremente, numerosas tortugas, enormes y
medianas.
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—Todas son muy bellas –decía Camila mientras
corría en medio de ellas, con su inocencia de
niña que amaba a los animales, especialmente a
las tortugas. Seguro se acordaba de su tortuguita
Tina, la que se fue un día y ya no volvió.
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Pasó el tiempo y un día unas personas de
Concepción visitaron Asunción y le trajeron a Camila
una hermosa tortuga. Era de tamaño mediano, de
las que vivían en el patio de la casa de estudios.
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Instalada en la casa, Pacha daba vueltas
por el gran patio. Y siempre se iba hacia el portón
de salida. Como el portón no quedaba abierto y,
tras esperar durante un tiempo, comprendía que
no podía salir y regresaba al fondo del patio. Se
instalaba frente a la puerta de un depósito hasta
que alguien la dejaba abierta y entonces entraba
e iba hasta una de las oscuras esquinas; metía su
cabeza en su caparazón y se quedaba allí.
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Los padres, preocupados, buscaron otra
alternativa. Compraron un barril, lo acostaron en
una esquina del patio, bajo un limonero en medio
de tierra y pastos y pusieron allí a Pacha para ver si
le gustaba su nueva casa. También rechazó la nueva
vivienda. Y repetía su rutina de dar vueltas por todo
el patio, quedar horas ante el portón de entrada y
regresar a la puerta del depósito e instalarse en su
esquina oscura, siempre la misma. Metía su cabeza
en su caparazón, y se quedaba nuevamente allí
hasta su próxima decisión de ver el mundo exterior.
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Por eso buscaban siempre el portón, por si lo
encontraran abierto y así poder irse al lugar donde
ellos quieren vivir.
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TERESA GODOY