Biblioteca
Universidad Veracruzana
Xalapa, Ver., México
2010
DVUV 2010/49
ISBN: 978-607-502-043-3
OCTAVIO PAZ
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La relación, desde luego, no es gratuita, ya que los Contemporáneos estu-
vieron siempre al tanto de las polémicas que tuvieron lugar, por ejemplo, en las
páginas de la Nouvelle Revue Française, de la que Cuesta fue un lector asiduo
e, incluso, tradujo varios de los artículos publicados por Benda en ese entonces.
14
2
Ambas tenían un antecedente inmediato: Palabra nueva. Dos décadas de
poesía en México, de Sandro Cohen (1981).
15
3
Enrique Krauze, “Cuatro estaciones de la cultura mexicana”, Vuelta, núm.
60 (noviembre, 1981), p. 27.
4
Las fechas de nacimiento de los poetas que aquí tratamos corresponden a
un periodo de 13 años (1943-1955), sólo dos menos que los que Ortega y Gasset
sostiene como requeridos para la reunión generacional. Para ser ortodoxos, las
fechas clave de esta generación corresponderían a los nacidos entre 1940 y 1955,
lo que nos llevaría a incluir a Homero Aridjis (1940); sin embargo, otro ejemplo
de Krauze nos pone sobre aviso: “Siqueiros nació en 1896. Si nos atenemos a la
rígida aritmética generacional pertenecería a la generación fundadora, al grupo
de 1915. Si nos atenemos a la verdad perteneció a la generación revolucionaria.
Como él hay algunos casos. La clave está en no hacer fetiches con los números.
Se pertenece a una generación si se convive con ella”, p. 28.
5
El bautizo a la generación no es mío. Lo he tomado del artículo “Capitu-
laciones y heterodoxias” de Hugo Hiriart, otro escritor en quien esa misma
huella ha dejado su estampa. Vale anotar que ya Max Weber, en La ética pro-
testante y el espíritu del capitalismo, advirtió que la Modernidad había traído
consigo el fenómeno de “desencantamiento”, producto de la secularización y
racionalización del mundo.
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18
Acatempan Revisited
19
1
Enrique Krauze, “No requiere Fuentes una retractación ni yo un perdón
que nunca le pediré: Enrique Krauze”. La Crónica del Hoy. Cultura. http://
www.cronica.com.../1998/dic/07/cul03.html.
2
Véanse los números 11, 12 y 13 de Plural (agosto, septiembre y octubre
de 1972).
20
3
Entre ellos destaca la discusión, desde las páginas de Proceso, entre Carlos
Monsiváis y Octavio Paz en 1977, a raíz de las declaraciones del poeta sobre
los intelectuales de izquierda. Más tarde, los enfrentamientos se sucedieron a
propósito de asuntos tales como la situación política en Centroamérica –y las
discusiones que provocó en 1981 la publicación en Vuelta del artículo de Gabriel
Zaid “Colegas enemigos”–, la nacionalización de la banca en 1982, el discurso
de Paz al recibir el Premio Internacional de la Paz de la Asociación de Editores
y Libreros Alemanes en Frankfurt, en 1984; la publicación del ya mencionado
artículo de Krauze “La comedia mexicana de Carlos Fuentes” en 1988, los acon-
tecimientos del 6 de julio de ese mismo año, el Encuentro La experiencia de la
libertad y el Coloquio de Invierno (en 1990 y 1992, respectivamente), entre otros
ejemplos.
21
Así, las literatura light y difícil fueron los polos de esa otra
contienda; posdata a las trifulcas en torno a lo que Paz definió
como una “conjura de los letrados”, en referencia a la realización
del Coloquio de Invierno. En efecto, amén de las divergencias
ideológicas, el poeta creyó advertir allí un propósito discutible:
“más allá de la significación política inmediata del Coloquio,
subrayo algo que a mí, como escritor, me parece esencial: esa
reunión fue un episodio de una campaña para apoderarse de
los centros vitales de la cultura mexicana. Esta es la verdadera
significación de la polémica actual”.5
En medio de la agitación que esta agria polémica había desa-
tado, en su número 3 del 26 de marzo de 1992, la revista Ma-
crópolis publicó una serie de opiniones a cargo de Rafael Pérez
Gay, Jaime Aljure, David Martín del Campo, Hernán Lara Za-
vala, Guadalupe Loaeza y Margo Su, reunidas bajo el título de
“Por una literatura fácil”; opiniones a las que la revista Vuelta
respondió en los números 186 (titulado “La herencia de los Con-
temporáneos”) y 188 (cuyos artículos principales se agruparon
bajo el nombre de “Defensa de la literatura difícil”). En su edi-
torial, Aurelio Asiain afirmaba:
4
Guillermo Sheridan, México en 1932: la polémica nacionalista, p. 31.
5
Octavio Paz, “La conjura de los letrados”, Vuelta, núm. 185 (abril, 1992), p. 13.
22
6
“Nexos y el Coloquio de invierno”, Nexos, núm. 173 (mayo, 1992), p. 7.
7
Alejandro Toledo, Creación y poder. Nueve retratos de intelectuales, p. 34.
23
8
Ibid, p. 52.
9
Hans Magnus Enzensberger, “Las ventajas de la condición minoritaria”,
Vuelta, núm. 188 (julio, 1992), p. 22.
24
10
José Luis Martínez, “Los caciques culturales”, Letras Libres, núm. 7 (julio,
1999), p. 29.
11
Yvon Grenier ha estudiado ampliamente este asunto en Del arte a la políti-
ca. Octavio Paz y la búsqueda de la libertad (2004).
25
12
Alejandro Toledo, op. cit., p. 34.
13
Enrique Krauze, “Chiapas: Redención o democracia”, https://www.letras
libres.com/interna.php?num=1& rev=1
26
14
Enrique Krauze, “Presentación”, Letras Libres, núm. 1 (enero, 1999), p. 6.
15
Octavio Paz, “Carta a Enrique Krauze”, Letras Libres, núm. 1 (enero,
1999), p. 8.
16
Comunicación personal con Julio Trujillo (octubre 26, 1999). El acerca-
miento no fue sólo deportivo y durante sus primeros años Letras Libres publicó
escritores ligados a Nexos, e incluso miembros de su equipo, como Roberto Pliego.
27
17
Julio Trujillo,“Busca poeta mexicano Julio Trujillo romper con ‘padres de
la poesía’”, El Universal, Cultura (25 de enero, 2003). http://www.eluniversal.
com.mx/ol_ minuto_cul.html
18
Octavio Paz, “La letra y el cetro”, Plural, núm. 13 (octubre, 1972), p. 7.
28
¿Qué ocurrió en ese periodo para que los poetas que actual-
mente cuentan con una obra de madurez se conformaran con
ofrecernos, exclusivamente, las noticias de su vida y, en su in-
mensa mayoría, abandonaran ese papel que antes les resulta-
ba natural?
19
David Huerta, “Libros y otras cosas. Poesía y narrativa”, El Universal, Cul-
tura. http://www2.eluniversal.com.mx/pls/impreso/web_histo_columna.despliega?
var_id=27908&var_fecha=25-ENE-03
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“La democratización del genio se hace posible por el hecho de que si bien
uno puede discutir juicios, no se pueden discutir sentimientos. Las emociones
generadas por una obra nos atraen o no, y los sentimientos de una persona no
tienen más autoridad que los de otra. Con la expansión de la educación superior
y el crecimiento de una intelectualidad semicapacitada, además, se ha producido
un cambio significativo en la escala de todo esto. Gran cantidad de personas que
antes habrían permanecido ajenas a la cuestión ahora reclaman el derecho a par-
ticipar en la empresa artística, no para cultivar su mente o su sensibilidad, sino
para “realizar” su personalidad.” Daniel Bell, Las contradicciones culturales del
capitalismo, p. 133.
21
Carlos Monsiváis, Amor perdido, p. 237.
33
22
Partiendo del análisis, en particular, de La Cultura en México durante 1968,
en La imaginación y el poder. Una historia intelectual de 1968, de Jorge Volpi
(1998), se puede encontrar una reseña pormenorizada de la situación y ambiente
sociales que privaban en México previos a la Olimpiada y al movimiento estu-
diantil, si bien esta obra debe mucho a la crónica que sobre estos mismos hechos
se encuentra en Días de guardar, de Monsiváis; Posdata, de Paz y La presidencia
imperial, de Krauze.
34
23
Enrique Krauze, La presidencia imperial, p. 319.
24
Carlos Monsiváis, “Los reprimo para que me entiendan”, El Universal,
http://www.eluniversal.com.mx/editoriales/45996.html
35
36
25
Efraín Huerta, “La hora de nadie”, Aquellas conferencias, aquellas charlas,
p. 50.
26
Según cuenta Gabriel Zaid en su “Defensa de Pellicer”, ambos poetas
fueron arrestados por repartir volantes contra el embajador (Cómo leer en bici-
cleta, p. 63). Por otro lado, es conocida la participación de José Carlos Becerra
en el debate político de los días previos al 2 de octubre de 1968. El 14 de agosto,
en el suplemento de La Cultura en México titulado “Represión o democracia”,
Becerra cuestiona a “un régimen de gobierno que no pudo ser capaz de resistir
liberalmente la primera manifestación de menores de veinte años”, refiriéndo-
se a la represión efectuada por el gobierno de Díaz Ordaz durante la manifes-
tación del 31 de julio. Citado por Volpi, op. cit., p. 253.
37
27
Huberto Batis, op. cit., p. 50.
28
El editorial del primer número de Siempre! titulado “La libertad como des-
tino”, señalaba: “Servir al pensamiento de México, exaltarlo y enaltecerlo, obliga
a superar partidarismos, a desentenderse de capillas ideológicas y a saltar sobre
las intolerancias. El pensamiento mexicano no lo monopoliza ningún partido, nin-
guna intendencia. El culto a la Patria no es exclusivo de esta o de aquella capilla.
En la derecha tradicionalista, en el centro que aspira al equilibrio moderado, en la
izquierda impaciente y apasionada, vive y alienta el pensamiento mexicano”.
38
29
Carlos Monsiváis, “Octavio Paz en diálogo”, Revista de la Universidad de
México, núm. 3 (noviembre, 1967), p. II.
30
Gabriel Zaid, “Lo que pedía nacer”, A treinta años de Plural, p. 49.
39
31
Gabriel Zaid, Cómo leer en bicicleta, p. 107.
40
32
Escribía Novo en su última carta al semanario Hoy, el 17 de agosto: “¿Qué
quieren, qué pretenden, qué combaten estos adolescentes? Ni ellos lo saben, ni
quienes los incitan y manejan se los dirán. La entrevista del líder de los motines
parisienses con Sartre […] es bastante clara al respecto: no dirán lo que quie-
ren; no presentarán un plan: su objetivo es el caos, la confusión, la destrucción.
¿Puede éste ser el pensamiento de los jóvenes mexicanos?” (La vida en México
en el periodo presidencial de Gustavo Díaz Ordaz, p. 395). Las declaraciones a
Excélsior, citadas por Antonio Saborit en el “Prólogo” a La vida en México…,
aparecieron en “Discrepancias sobre la toma de la UNAM” el 20 de septiembre.
33
Ibid, p. 409.
34
Martha Gorostiza, “De la hija de José Gorostiza sobre Paz y el 68”, Proce-
so, 682-37. (En las referencias a los artículos publicados en Proceso se utiliza la
nomenclatura utilizada por la revista en su edición para CD).
41
35
Enrique González Pedrero, Discurso del Senador Enrique González Pedrero en
la Sesión solemne conmemorativa de la entrega de la medalla Belisario Domínguez a
Jaime Torres Bodet, www.senado.gob.mx /med-lla_belisario.php
36
Entre ellos pueden mencionarse a Aura, Bañuelos, Becerra, Castellanos,
Fraire, Rojo, Lizalde, Labastida, Mondragón, Montes de Oca, Oliva, Sabines,
Segovia, Shelley, Xirau y Zaid, entre otros.
37
Jorge Volpi, op. cit., p. 420. El mismo Volpi consigna y analiza los prime-
ros poemas que aparecieron inmediatamente después de los sucesos, iniciando
con el de Octavio Paz: “México: Olimpiada de 1968”. Más de 10 años después,
en Poemas sobre el movimiento estudiantil de 1968, Marco Antonio Campos re-
cogió los que, a su juicio, eran los poemas más significativos sobre estos sucesos.
38
Antes de 1968 se publicaron: Libertad bajo palabra (1960), de Paz y, en
ese mismo año, Palabras en reposo, de Alí Chumacero y Lívida luz, de Rosario
Castellanos. Surgieron también los poetas de La Espiga Amotinada. En 1961,
Diario semanario y poemas en prosa, de Sabines y un año más tarde su primer
Recuento de poemas y Salamandra, de Paz. 1963 dio a la luz Los elementos de la
noche, de Pacheco y en 1964 Seguimiento, de Zaid. Cada cosa es Babel, de Lizal-
de, apareció en 1966, lo mismo que El reposo del fuego, de Pacheco. En 1967 Paz
publica Blanco y aparecen Las fuentes legendarias, de Montes de Oca; Perséfone,
de Homero Aridjis; Yuria, de Sabines; Relación de los hechos, de José Carlos
Becerra; Anagnórisis, de Segovia y Poesía joven de México, el libro colectivo de
Alejandro Aura, Leopoldo Ayala, José Carlos Becerra y Raúl Garduño.
42
39
Ignacio Manuel Altamirano, Aires de México, p. 172.
40
José Emilio Pacheco, “Poesía mexicana I. 1821-1914”, La poesía: siglos
XIX y XX, p. 10.
43
41
Christopher Domínguez Michael, Tiros en el concierto, p. 97. No hay que olvi-
dar, por cierto, que otra ruta, en apariencia menos burocrática pero también al
servicio del Estado, había sido tomada por los escritores allende las fronteras
como parte del servicio exterior mexicano muchos años atrás. En este ámbito,
la lista de poetas es considerable.
44
42
Gabriel Zaid, “Intelectuales”, Vuelta, núm. 168 (noviembre, 1990), p. 21.
43
Gabriel Zaid, Cómo leer en bicicleta, p. 190.
44
Jaime Torres Bodet, Tiempo de arena, p. 218.
45
45
Para este ejercicio consideré la antología preparada por Pacheco y Mon-
siváis, La poesía: siglos XIX y XX, publicada por primera vez en 1985 y ampliada
posteriormente en 1992. Así también, tomé en cuenta los poetas analizados
por Luis Miguel Aguilar en La democracia de los muertos (1988). En segundo
término he utilizado la muy amplia “Relación de protagonistas de la reforma
y la revolución mexicana”, incluida por Luis González y González en La ronda
de las generaciones (1997), así como el estudio de Roderic A. Camp, Los intelec-
tuales y el Estado en el México del siglo XX (1988).
46
El aporte de 4.47% de poetas (39) del total de “protagonistas” (872) en 100
años de historia mexicana no es menor, sobre todo si consideramos que para
esta clasificación González y González únicamente incluyó a personajes nacidos
entre 1806 y 1906. Si aplicamos este mismo mecanismo, referido sólo a los 35
poetas incluidos entre los 255 intelectuales, el porcentaje se eleva considerable-
mente (12%), si bien hay que anotar que González no considera dentro de los
“intelectuales” ni a Justo Sierra, ni a Torres Bodet –para él son “políticos”–, ni
a dos poetas católicos, Joaquín Arcadio Pagaza y Alfredo R. Plascencia, inclui-
dos como “sacerdotes” (de ser considerados, el porcentaje aumenta a 13%). En
el caso de Roderic A. Camp, en una muestra de 50 intelectuales seleccionados
por los propios intelectuales, el universo temporal se amplía y el porcentaje de
poetas –siete– aumenta a 14%.
46
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47
Luis Guillermo Piazza, “Lo que ya fue, lo que pasa y lo que deberá suce-
der”, Diorama de la Cultura (26 de abril de 1970), p. 12.
48
48
José Woldenberg, Memoria de la izquierda, p. 25.
49
49
Emilio García Riera, Historia del cine mexicano, p. 285.
50
50
Tomás Segovia, “Nunca más”, A treinta años de Plural, p. 45.
51
51
Elena Poniatowska, “Avándaro”, Plural, núm. 1 (octubre, 1971), p.35.
52
52
José Agustín, Tragicomedia mexicana 2, p. 213.
53
Christopher Domínguez Michael, Servidumbre y grandeza de la vida li-
teraria, p. 305.
53
54
Además de los ya mencionados, se sumaron a este debate José Emilio
Pacheco, Luis Villoro, Tomás Segovia, Juan García Ponce, Jaime García Te-
rrés, Vicente Leñero y Ricardo Garibay, desde Plural y, fuera de la revista,
José Revueltas, Fernando Benítez y Gastón García Cantú. Los discusiones
comentadas aquí corresponden a las intervenciones de Paz, Zaid y Pacheco,
publicadas en el número 13 de Plural (octubre de 1972) y en el cuerpo del texto
se anotan las referencias de las páginas citadas entre paréntesis.
54
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56
57
los poetas, sobre todo los jóvenes –recuerda Sandro Cohen– se re-
unían en cafés para conversar, compartir lecturas y leerse entre
sí. Reinaba un ambiente de bohemia y camaradería. Si a uno le
encargaban la preparación de una selección de ‘poesía joven’ para
alguna revista, se empeñaba en dar a conocer los poemas de sus
amigos de café”.56
55
Hugo Hiriart, “Capitulaciones y heterodoxias”, Letras Libres, núm. 7 (ju-
lio, 1999), p. 41.
56
Sandro Cohen, “Poesía mexicana, 1975-1990”, Perfiles: ensayos sobre lite-
ratura mexicana reciente, p. 3.
58
57
José Joaquín Blanco, Crónica literaria, p. 517.
58
Adolfo Castañón, Arbitrario de literatura mexicana, p. 445.
59
Cave Canem (1971), Imaginaria (1971), Latitudes (1974), El Zaguán (1975),
El Ciervo Herido (1976), Cuadernos de Literatura (1976), Caligrama (1977),
Versus (1977), Dédalo (1978), El Telar (1978), Rehilete (nueva época, 1980), por
mencionar algunas de las más importantes. Sobre las nuevas revistas que apa-
recieron en la década de 1970 véanse también los artículos de Jaime Moreno
Villarreal (1981), Roberto Vallarino (1979) y Rafael Vargas (1978), entre otros.
59
60
Jaime Labastida, “La poesía mexicana (1965-1976)”, Revista de la Uni-
versidad de México, núm. 12 (agosto, 1976), p. 9.
60
61
La Cultura en México, en los números 702, 703 y 708-712, entre agosto
y octubre de 1975. Las citas incluidas sobre esos artículos en este apartado
corresponden a: Héctor Aguilar Camín, “Las miserias no asimiladas”, núm.
703, pp. VII-IX; José Agustín, “Mientras más rápido vamos más redondos nos po-
nemos”, núm. 711, pp. VI-VIII; José Joaquín Blanco, “Los estímulos de la duda.
La fuerza de la esterilidad”, núm. 702, pp. IX-XI; Adolfo Castañón, “El único re-
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62
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64
65
62
Plural, “Denuncias sin respuesta” Plural, núm. 48 (septiembre, 1975), p. 71.
63
Gabriel Zaid, “Regañada al INBAL”, Plural, núm. 45 (junio, 1975), p. 76.
66
64
Octavio Paz, “El desayuno del candidato”, Plural, núm. 53 (febrero,
1976), p. 75.
65
Elías Chávez, “Carlos Pellicer, senador”, Proceso (0002-57). La militancia
política de Sabines, quien fuera primero diputado y luego senador priísta, fue
siempre conocida. Resulta curioso advertir que estos poetas nunca recibieron los
calificativos adjudicados, por ejemplo, a Paz (incluyendo, por supuesto, la quema
pública de su efigie). En 1994, durante la aparición de la guerrilla zapatista y los
asesinatos de Luis Donaldo Colosio y Francisco Ruiz Massieu, las declaraciones
de Paz le valieron una andanada de nuevos denuestos. Nada así ocurrió con
Sabines, que ese mismo año recibió la medalla Belisario Domínguez de manos
del presidente Salinas. En aquella ocasión, el autor de “Los amorosos” declaraba
en su discurso: “Recibir esta medalla –y en este año precisamente– de manos del
Presidente Salinas, a mí me enorgullece y me hace más solidario que nunca con
sus propósitos de transformar al país haciéndolo más real, más maduro y más
actual […] ¡Sí!, nos han lastimado. ¡Sí!, probablemente, han hecho daño emocio-
nal al mismo Presidente de la República; pero después de todo, finalmente, el
Presidente Salinas entregará el poder con la conciencia del deber cumplido y en
medio del aplauso convencido de los mexicanos.” Jaime Sabines, “Discurso del
C. Jaime Sabines Gutiérrez.” Sesión solemne conmemorativa de la entrega de la
medalla Belisario Domínguez. www.senado.gob.mx/meda-lla_belisario.php
67
66
Octavio Paz, “Vuelta”, Vuelta, núm. 1 (diciembre, 1976), p. 5.
68
67
Los poetas fueron, en orden del número de colaboraciones: Gabriel Zaid,
Adolfo Castañón, Aurelio Asiain, David Medina Portillo y Luis Ignacio Hel-
guera. Los otros autores que integrarían el top-ten fueron, también en orden:
Fabienne Bradu, Enrique Krauze, Blas Matamoro y Christopher Domínguez.
68
Sandro Cohen, op. cit., p. 3.
69
69
Raúl Renán los definió así: “El otro libro representa la inconformidad.
Sólo quiere ser la superficie que soporte la escritura con el propio lápiz. Que un
mecanismo de impresión, por rudimentario que fuera, desde la plancha libre
hasta el mimeógrafo manual, cumpla con el fenómeno de hollar sus plantas
de papel. Y acaso, para unir las partes y adquirir solidez y presencia estéti-
ca, añadirle algún material al doblez o enrollado que atestigüe sus valores de
objeto. Después, salir a la calle para que se cumpla su destino de transferente
que concluirá en alguna lectura siempre distante de la estancia cubicular y
silenciosa de la biblioteca”. Los otros libros, p. 14.
70
71
70
Maarten van Delden, “Conjunciones y disyunciones: la rivalidad entre
Vuelta y Nexos”, Foro Hispánico 22:1,1, p. 107. El enfoque interdisciplinario
postulado por esta revista estuvo representado por los miembros de los con-
sejos editoriales que integraron sus primeros números. Dirigida entonces por
Enrique Florescano, su redacción estaba formada por Héctor Aguilar Camín,
Adolfo Castañón y Julio Frenk. Tres eran sus consejos editoriales: “Sociedad e
historia” (Guillermo Bonfil Batalla, Pablo González Casanova, Lorenzo Meyer,
Alejandra Moreno Toscano, Carlos Pereyra, José Luis Reyna, Luis Villoro, Ar-
turo Warman); “Ciencia” (Luis Cañedo, Eugenio Filloy, Cinna Lomnitz, Daniel
López Acuña, José Warman); “Literatura y arte” (Antonio Alatorre, José Joa-
quín Blanco, Carlos Monsiváis y Yolanda Moreno Rivas).
71
Gabriel Zaid, De los libros al poder, Grijalbo, México, 1988.
72
72
Gabriel Zaid, “Diez años después”, Vuelta, núm. 23 (octubre, 1978), p. 7.
73
73
Fernando Benítez, “150 sábados”, Sábado, núm. 150 (20 de septiembre
de 1980), p. 2.
74
Huberto Batis, Por sus comas los conoceréis, p. 289.
74
75
Tanto el texto íntegro del decreto como varios de los puntos de vista que
los intelectuales expresaron en aquella ocasión pueden consultarse en el nú-
mero 318 (diciembre de 1982) de Proceso, donde escriben, entre otros, Octavio
Paz, Carlos Monsiváis y David Huerta.
76
El seguimiento de esta polémica puede revisarse en los números 56 al 62
de Proceso, entre diciembre de 1977 y enero de 1978.
75
76
77
Edmundo O’Gorman, Fernando Benítez, Octavio Paz, et al., “Ganar lo
principal”, La Jornada (22 de agosto de 1988), p. 9.
78
El resto de los firmantes fueron: Edmundo O’Gorman, Fernando Benítez,
Marcos Moshinsky, Víctor L. Urquidi, Luis González y González, Salvador
Elizondo, José Luis Cuevas, Juan García Ponce, Vicente Leñero, Huberto Ba-
tis, Carlos Monsiváis, Lorenzo Meyer, Teresa Losada, Hugo Hiriart, Héctor
Aguilar Camín y Enrique Krauze.
77
78
79
Gabriel Zaid, Asamblea de poetas jóvenes de México, p. 279.
79
80
Albert Beguin, Creación y destino. Ensayos de crítica literaria, p. 165-166.
80
1
“Editorial”, Casa del Tiempo, núm. 5 (feb.-mar., 1985), p. 1.
81
2
Los poetas más mencionados por sus contemporáneos fueron: David Huer-
ta, Jaime Reyes y José Luis Rivas. Otros también analizados fueron Luis Mi-
guel Aguilar, Orlando Guillén, Coral Bracho y Adolfo Castañón.
82
3
Sandro Cohen, Palabra nueva, p. 11. Con respecto a estos prólogos, a con-
tinuación se anotan las referencias de las páginas citadas entre paréntesis.
83
84
85
4
Aurelio Asiain, “De generación”, Vuelta, núm. 143 (octubre, 1988), p. 68.
5
Quizá el más enconado artículo de los varios que, por ejemplo, provocó La
Sirena, fue el de Roberto Vallarino, publicado en el “Desolladero” de Sábado y
cuyo título fue: “Christopher Domínguez versus la triada sirenil” (19 de mayo
de 1990, p. 6). En él acusó a los autores de “mariconería”, “falta de miras” y de
talento. El prólogo, advertía, “intenta sintetizar 60 años de historia de la poesía
mexicana en seis páginas; lugares comunes, generalizaciones tan abyectas que
aquello que dicen de cada antologado podría intercambiarse como en un juego
de mesa y, lo más temible, el autoelogio y la invención de historias personales,
así como agradecimientos por su contribución a la literatura mexicana reciente
a amigos y novios de los antologadores.” Lo cierto es que, con el paso del tiempo
esta antología –que se planteó de algún modo como respuesta a la de Escalante
donde, por cierto, no fueron considerados Espinasa, Mendiola y Ulacia– tuvo
la capacidad de incluir, con sus salvedades, a los poetas que posteriormente
fueron y son aún considerados como los más importantes de esa generación.
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6
Efraín Bartolomé, Alberto Blanco, Coral Bracho, Elsa Cross, Antonio Del-
toro, Francisco Hernández, David Huerta, Fabio Morábito, Vicente Quirarte,
José Luis Rivas, Francisco Serrano, Manuel Ulacia y Verónica Volkow.
7
Amén de las ya mencionadas, en este trabajo se revisaron cuarenta an-
tologías del centenar que Susana González Aktories consigna en “Antologías
poéticas en México. Una aproximación hacia el fin de siglo” (1995) y nuevas
seleccionas posteriores al trabajo de González, no necesariamente publicadas
en México y cuyo campo de selección no era exclusivamente la poesía mexica-
na. De éstas se consideraron particularmente Nueva poesía latinoamericana
(1999), de Miguel Ángel Zapata; Prístina y última piedra, antología de poesía
hispanoamericana presente (1999), de Eduardo Milán y Ernesto Lumbreras;
Dos siglos de poesía mexicana. Del XIX al fin del milenio: una antología (2001),
de Juan Domingo Argüelles y Reversible Monuments. Contemporary Mexican
Poetry (2002), de Mónica de la Torre y Michael Wiegers.
87
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90
8
De aquel taller surgió también el grupo de poetas que conformaron el
“Movimiento infrarrealista”. Su nacimiento tuvo origen en una disputa: los
alumnos de Bañuelos pidieron su renuncia como coordinador “por no enseñar a
los clásicos”. El resultado fue la expulsión de los alumnos que habían solicitado
su despido, y la conformación del grupo, alentada por Roberto Bolaño. Véanse
el “Primer Manifiesto Infrarrealista”, de Bolaño y “Como veo doy, una mira-
da interna del Movimiento Infrarrealista”, de Ramón Méndez Estrada, http://
www.infrarrealismo.com
91
9
Evodio Escalante, “La tradición radical en la poesía mexicana 1952-1984”,
Casa del Tiempo, núm. 5 (feb.-mar., 1985), p. 20.
92
10
Luis García Montero, ¿Por qué no es útil la literatura?, p. 37.
93
94
95
11
El impulso transgresor es el que lleva al poeta a configurar una suerte de
exabrupto verbal sostenido que, en el caso de Guillén, continúa expresándose
como un leit-motiv creativo. En El costillar de Caín (2001) escribe: “El beso es
aquí flor de culo / Y por tiesto un mi Cojón / Que al beso sin convicción / Llama
Retórica ósculo…” Este tipo de poesía ha seguido su camino, aunque débil, den-
tro de la poesía mexicana. Buen ejemplo de ello son los poemas del chiapaneco
Juan Carlos Bautista (1964) contenidos en Lenguas en erección (1992), Cantar
de Marrakech (1993) y Bestial (2003).
96
12
Adolfo Castañón, Arbitrario de literatura mexicana, p. 494.
97
98
99
13
Octavio Paz, Obras completas. Generaciones y semblanzas, t. 4, p. 76.
14
Octavio Paz, “Laurel y la poesía moderna”, Laurel…, p. 508.
100
15
Para un homenaje al 75 natalicio de Huerta, Vicente Quirarte estable-
ció una primera genealogía consignada en “Efraín Huerta, el amor, la ciudad”
(Peces del aire altísimo, 1993). Amén de señalar los ecos de Huerta en obras
como Tercera Tenochtitlán, de Eduardo Lizalde, o Volver a casa, de Alejandro
Aura, el autor lista las que, a su juicio, son obras descendientes de Huerta. Del
“desastre ecológico de nuestra ciudad querida” denunciado por José Emilio Pa-
checo a los “graffiti que repiten tus palabras”, Quirarte encuentra sus huellas
en Óscar Oliva, Orlando Guillén, David Huerta, Héctor Carreto, Fabio Morá-
bito, Alberto Blanco, Luis Miguel Aguilar, Miguel Ángel Flores, José Francisco
Conde Ortega y Arturo Trejo Villafuerte, entre otros.
101
Para 2004, el mismo poeta nos confiesa en Las diez mil cosas:
102
103
Algunos consultaban
al Dr. Fausto otros a Farabeuf
Yo no sé si fui
si ya era el otro
si aún el mismo
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108
109
16
Francisco José Cruz, “Algunas preguntas a Antonio Deltoro”, Antonio
Deltoro, Poesía reunida, p. 262.
110
111
17
“La cultura del rock y los psicotrópicos fue como un sarampión que aquejó
a buena parte de mi generación. Al menos eso fue para mí. Era la misma bús-
queda pero en otro extremo y aunque brinda algunas experiencias no cuenta
con un poder real de transformación [...] Unos salimos como pudimos, otros se
quedaron ahí y hubo quienes murieron”, recuerda Elsa Cross en entrevista con
Gerardo Ochoa Sandy, Sábado, núm. 507 (20 de junio de 1987), p. 6.
18
William Carlos Williams, “Revelación”, El poeta y su trabajo II, p. 99.
19
En la carta al traductor polaco de las Elegías de Duino, Rilke decía: “La
afirmación de la vida y de la muerte se revelan como una sola. Admitir una
sin la otra es, como lo celebramos aquí, una limitación que excluye finalmente
todo lo infinito […] La verdadera forma de la vida cruza a través de los dos
dominios, y la sangre del más amplio circuito corre a través de ambos, no hay
un más acá ni un más allá, sino la gran unidad…” (pp. 69-70). La búsqueda de
esta gran unidad, de un espacio abierto, es el objetivo. El camino por el que se
pueda trascender lo finito es un proceso doloroso en el que el hombre necesita
desembarazarse de todo lo que le rodea –de la memoria, de la historia– para
112
poder, “libre de muerte” (p. 45), advertir ese otro orden abierto, un espacio sin
fronteras: “Pero nosotros nunca / –ni un solo día– / tenemos el espacio puro
ante nuestros ojos / –donde las flores infinitamente / se abren. Siempre es el
mundo / y jamás todo aquello / que no está en ningún lado y que nada limita: /
lo puro y sin custodia / que se respira en todo, que uno sabe infinito / y que no
se codicia”.
113
20
Guillermo Sucre, La máscara, la transparencia, pp. 202-203.
114
21
Ibid., p. 189.
115
22
Marcel Raymond, De Baudelaire al surrealismo, p. 18.
116
23
Ernst Cassirer, Filosofía de las formas simbólicas II, p. 65.
117
118
Ah mentirosas,
metáforas,
aleaciones fugaces
del ojo deseante
y la belleza inasible.
La tarde se embriaga
enciende en un extremo del verano
sus oxígenos.
brillos se erizan entre el silencio
y sus pausas:
palabras ensartadas
en un hilo sutil del pensamiento.
Sueño del no saber.
(Ultramar, 2002)
24
Javier Molina, “Ningún poeta puede separar su obra de la experiencia del
mundo, señala Elsa Cross”, Unomásuno (22 de abril de 1984), p. 13.
119
25
Octavio Paz, El arco y la lira, p. 156.
26
David Huerta, “Alberto Blanco: Poesía e imágenes, enlazadas en Cromos
y Un año de bondad”, Proceso, 0582-34.
120
27
Aunque lo visual es inseparable de la poesía de Alberto Blanco y ha de-
dicado libros completos a la exploración de la vista, la línea o el color (Cromos
y “La parábola de Cromos” serían el mejor ejemplo), la función del oído, en su
clara correspondencia musical, ha sido también y recurrentemente abordado
por el poeta. Así por ejemplo los textos incluidos en “Paisajes en el oído” (El
corazón del instante), dedicados a músicos de rock.
121
De toda su poesía, quizá estos dos últimos versos son los que
mejor describen tal actitud. De algún modo, el intento de Blan-
co por ver “más allá de los nombres y las formas cerradas” sin-
tetiza su poética. Su obra está atravesada así por la tensión
entre lo que se ve y lo que se dice, en un periplo donde “la ver-
dadera paradoja somos nosotros: / los que vemos” (“Teoría de la
luz”. El corazón del instante).
En la poesía de Verónica Volkow (1955) esta distancia entre
lo que vemos y lo que es propicia una honda reflexión sobre el
sentido del ser y su relación con lo otro. El universo cae dentro
de esa divergencia entre el sujeto y lo que ve:
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127
Es la máscara blanca
en el bosque de plata. En él se pierde y reaparece.
Es la tortuga de piedra
frente al azul; es el almendro contra el cielo.
Un bufón muestra
en la mano
el tallado cristal: se ven las máscaras numerosas,
su afilado perfil. Se ve el jaguar acechando
entre juncales. Salta
el bufón a la luz
y te ve a los ojos.
128
Anuncia al sol
la torre de la campana.
Anuncia a la luna
la torre del tambor.
Y entre sus reinos
toca tierra la noche.
(Ciudad contra el cielo)
129
AMOR DE PALENQUE
Presente toda
la claridad del mundo es el rocío,
Manos amorosas
siembran piedras y las hacen florecer.
28
En Un pasado visible… (Artes de México, 2005), Gustavo Jiménez incluyó
poemas de Alberto Blanco, Elsa Cross, Francisco Hernández y Efraín Bartolo-
mé. También puede consultarse en el sitio http://unpasadovisible.com
130
UXMAL
I
Un conjuro detiene las palabras
en el umbral del pensamiento.
oculta lo que no tiene nombre todavía.
Se incuba en el aire,
cerradas sus puertas invisibles.
Como el fruto de un largo deseo
toma forma,
Uxmal
acaece en el tiempo
y en una noche se edifica.
(Cross, Jaguar)
131
29
Ana María Jaramillo, “Devolver a las cosas su dimensión de fiesta. En-
trevista con José Luis Rivas”, La Jornada Semanal, núm. 235 (12 de diciembre
de 1993), p. 24.
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135
No me dejes mentir
En ti confío
En tu sabiduría pulida por el tiempo
como el oro en pepita bajo el agua paciente del claro río
136
30
Juan Domingo Argüelles, El vértigo de la dicha. Diez poetas mexicanos
del siglo XX, p. 111.
137
31
Robert Graves, La diosa blanca, pp. 16-17.
138
Amo la Luna
La hierba como un río
En tu Nombre bebo sangre de toro
Y ardo
Y lo veo Todo
(Música lunar)
y el amor:
Yo te beso
Frente a la destrucción y el aire sucio
te beso
[...]
En el festín de los ladrones
en el pozo de los iracundos
ante el cuchillo de los asesinos
[...]
yo te beso de frente
y el día empieza a caminar
con la frente muy alta
(Cuadernos contra el ángel, 1987)
139
140
141
32
David Medina Portillo, “Luz de mar abierto”, Vuelta, núm. 199 (junio,
1993), p. 41.
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33
“Roca, le digo, y comienza a ablandarse”, diría Lizalde en Cada cosa es
Babel, influencia que subyace en buena parte de la poesía de Bartolomé.
143
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146
“Cantar” pero también “contar” han sido siempre los dos extre-
mos del ejercicio poético. Ahora bien, mientras que Rivas crea
una épica para hacer de su entorno un eterno presente, sucesivo
e incluyente, los poetas de este grupo reconstruyen el pasado al
invocarlo.
Francisco Hernández, quien comparte con el autor de Tierra
nativa las afinidades propias del origen geográfico, en Mar de
fondo intenta una construcción parecida a la de Rivas. Si com-
paramos Mar de fondo, por ejemplo, con Relámpago la muerte
encontraremos no sólo vocablos familiares, semejanzas forma-
les (el poema con base en textos cortos), e incluso similitudes
anecdóticas (la presencia de la madre, la enfermedad del niño,
147
148
149
34
Citado por João Gaspar Simoes Vida y obra de Fernando Pessoa, p. 191.
150
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35
Algo similar, aunque de naturaleza distinta, como veremos más adelante,
ha ocurrido en la poesía de Francisco Hernández. Su también abundante colec-
ción de personajes conforman una galería que lo mismo retrata a Sylvia Plath
o Roberto Juarroz (En las pupilas del que regresa) que a Salvador Díaz Mirón
u Octavio Paz (Imán para fantasmas). Pero, a diferencia de Quirarte, en la raíz
de esa escritura existe un desdoblamiento.
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36
Ya en Oscura coincidencia, en el último poema “Y la fuga”, Hernández
intentó un primer desdoblamiento, no tanto del yo poético, sino del personaje
a que se refiere este poema largo: Camila, la gata, es también su amante, en-
mascarada.
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38
José María Espinasa, “Hölderlin: La voz de la estatua...”, Periódico de
Poesía, núm. 8 (invierno, 1994), p. 13.
161
Rodéate de grises
y brillarás en la oscuridad
[...]
Se esbozan tus gestos en el vacío:
en el aire la escritura resulta irrespirable.
Mas siempre lo supiste.
Toda escritura está en el aire,
cuerda que a tu cuello se ciñe.
162
39
Citado por Víctor Sosa, “Más allá de la máscara poética”, El Semanario
de Novedades, núm. 670 (19 de febrero de 1995), p. 3.
163
40
Asunción Horno Delgado, Diversa de ti misma: poetas de México al habla,
p. 201.
164
41
Octavio Paz, El arco y la lira, p. 266.
165
166
167
De este modo va, corre, busca. ¿Qué busca? Sin duda este hombre,
tal como lo he pintado, este solitario dotado de una imaginación ac-
tiva, viajando siempre a través del gran desierto de hombres, tiene
un fin más elevado que el de un simple paseante, un fin más gene-
ral, otro que el placer fugitivo de la circunstancia. Busca algo que
se nos permitirá llamar modernidad, pues no surge mejor palabra
para expresar la idea en cuestión. Se trata, para él, de separar de la
moda lo que puede contener de poético en lo histórico, de extraer lo
eterno de lo transitorio […] La modernidad es lo transitorio, lo fugi-
tivo, lo contingente, la mitad del arte cuya otra mitad es lo eterno
y no inmutable.42
42
Charles Baudelaire, El pintor de la vida moderna, p. 92.
168
43
Como nos explica Gilbert Highet en La tradición clásica, el asunto de
esta discusión, o “querella” –que tuvo lugar en Francia e Inglaterra a fines
del siglo XVII, y en la que participaron, entre otros, Pascal, Boileau, Bentley y
Swift–, era ésta: “¿Deben admirar los escritores modernos a los grandes au-
tores griegos y latinos de la Antigüedad? ¿O acaso no han sido superados y
dejados atrás los modelos clásicos de la literatura? ¿Debemos limitarnos a ca-
minar sobre las pisadas de los antiguos, tratando de emularlos y esperando,
cuando mucho, igualarlos? ¿O podemos abrigar confiadamente la ambición de
superarlos?”, p. 412.
169
44
La traducción es mía. El original dice: “Tradition is a matter of much
wider significance […] It involves, in the first place, the historical sense […]
and the historical sense involves a perception, not only of the pastness of the
past, but of its presence […] This historical sense, which is a sense of the time-
less as well as of the temporal and of the timeless and of the temporal together,
is what makes a writer traditional. And it is at the same time what makes a
writer most acutely conscious of his place in time, of his contemporaneity”. T. S.
Eliot, “Tradition and the Individual Talent”, The Sacred Wood, p. 41.
170
45
Octavio Paz, Obras completas, t. 3, Fundación y disidencia, p. 18.
46
“Hoy por hoy se coincide en considerar Las flores del mal como una de las
fuentes vivas del movimiento poético contemporáneo. Una primera avanzada,
la de los artistas, nos lleva de Baudelaire a Mallarmé y luego a Valéry; otra, la
de los videntes, de Baudelaire a Rimbaud, y a los últimos buscadores de aven-
turas”, Marcel Raymond, op. cit, p. 9.
171
47
George Steiner, Presencias reales, p. 120.
172
48
Rafael Vargas, “El espejo sin la sombra”, Casa del Tiempo. núm. 5 (feb.-
mar., 1985), p. 7.
173
49
Sandro Cohen, “El verso no tiene la culpa”, Casa del Tiempo, núm. 5
(feb.-mar., 1985), p. 13.
50
Ibid., p. 14.
174
51
Vicente Quirarte, “El fantasma de la prima Águeda”, Peces del aire altí-
simo, p. 63.
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52
Véase al respecto el largo poema El costillar de Caín (2001), en el que,
abundando en sus propios recursos expresivos, el poeta consigue, sólo en bre-
ves momentos, aquellos hallazgos de sus primeros libros. Tal vez su autocondi-
ción de “poeta maldito” lo ha orillado a una retórica cuya abundante inclusión
de vocablos altisonantes, excrementicios y demás, ponen en riesgo la tensión
poética en favor de una poesía del escándalo.
182
Canción que nada tiene que ver con la melodía, la suya es una
vocalización accidentada, de rupturas súbitas y fraseos ásperos
que se amalgaman para caer a la manera de un cuerpo de soni-
dos contrahecho. Para tal efecto, el poeta recurre a los poemas
largos, los que le permiten experimentar con distintos tonos,
cimas y simas del lenguaje poético en trastabilleo permanente.
Otra obra que experimenta con las irregularidades prosó-
dicas, sintácticas y rítmicas desde una conciencia honda de la
tradición es la de Eduardo Milán (1952).53 En él actúan a un
tiempo las sonoridades del siglo de oro igual que los silencios
afásicos de Huidobro y Vallejo, la “música de la idea” de Darío
o, más acá, la lúdica respiración de Gonzalo Rojas. Su poesía
parte de una conciencia crítica extrema:
53
Aunque de origen uruguayo, Eduardo Milán ha vivido en México desde
hace más de 25 años y la mayor parte de su producción se ha realizado en nues-
tro país. La influencia que su poesía y su crítica ha ejercido en las generaciones
de poetas mexicanos posteriores a él es significativa: sus seguidores a final del
siglo pasado eran legión y su magisterio crítico fue evidente durante algunos
años; aunque, hay que decirlo, sus hijos críticos corrieron con bastante menos
fortuna que Milán y sus textos sostuvieron una jerga inabordable.
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54
Kimberly A. Ehrenman, “Las formas del instante: entrevista con Alberto
Blanco”, www.fractal.com.mx/F25blanco.html
189
La mosca baja,
abruma con suaves toques la delgada corteza del espacio,
hunde
la cabeza, pega las antenas al fondo
Hunde, como un alambre vibra como una noche
–rompe–
55
Coral Bracho, “El lenguaje: punto de partida y de llegada”, Letras Libres,
núm. 64 (abril, 2004), p. 96. Este texto fue leído por su autora al recibir el Pre-
mio Xavier Villaurrutia 2003, por Ese espacio, ese jardín.
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En el estanque discontinuo.
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1
“Letras Libres y la consulta cultural”, Letras Libres, núm. 22 (octubre,
2000), p. 28.
197
sólo nueve poetas fueron convocados (el 1.2% del total). De ellos,
cinco pertenecían al grupo que hemos venido comentando: Al-
berto Blanco, Adolfo Castañón, David Huerta, Víctor Manuel
Mendiola y Verónica Volkow. Este escenario no era gratuito.
Quienes empezaron a publicar alrededor de 1968 habían aban-
donado, con excepciones contadas, la discusión pública de los
asuntos nacionales en general y, consecuentemente, de la políti-
ca cultural en particular.
Amén de las evidentes razones expuestas en la reflexión de
José Emilio Pacheco sobre el declive del verso –forma predilecta
de los escritores e intelectuales hasta el siglo XIX– frente al pos-
terior monopolio de la prosa, la revisión de la historia cultural
del país nos permite también asegurar que esa razón formal (en
su sentido literario) no fue la única que llevó a muchos poetas al
abandono de su papel como intelectuales públicos.
La “generación del desencanto” –aquella que vivió los suce-
sos de 1968 y su réplica en 1971, que creyó en los ideales de
la juventud rebelde, que elaboró en mimeógrafo sus primeros
libros y asistió al derrumbe de la euforia petrolera– se enfrentó
a un cambio histórico y social en cuyo vértigo no supo, o no qui-
so, redefinirse. Tal vez ninguna de estas dos posibilidades sea
cierta y en el mundo actual, caído no sólo el muro de Berlín, sino
también gran parte de los ideales que en su juventud tuvieron,
no había ya un público interesado en sus reflexiones. Refugia-
dos en la poesía como una actividad al margen de los aconte-
cimientos, los poetas de esta generación vieron cómo el peso
2
Grupo de Asesores Unidos, “Consulta cultural a conocedores” Letras Li-
bres, núm. 22 (octubre 2000), p. 10.
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HUERTA, DAVID
1972 El jardín de la luz. México: Universidad Nacional Autó-
noma de México.
1976 Cuaderno de noviembre. México: Era.
1978 Versión. México: Fondo de Cultura Económica.
1987 “Alberto Blanco: Poesía e imágenes, enlazadas en Cro-
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1987 Incurable. México: Era.
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1996 La sombra de los perros. México: Aldus.
1997 La música de lo que pasa. México: Consejo Nacional para
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2002 El azul en la flama. México: Era.
2003 “Libros y otras cosas. Poesía y narrativa.” En: El Universal
(25 de enero) http://www2.eluniversal.com.mx/pls/impre-
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1992 La ciudad sin puertas. México: Ediciones Toledo.
2001 Sol de nadie. México: Universidad Nacional Autónoma
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2005 Las diez mil cosas. México: Era
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Prólogo....................................................................................11
Una generación de poetas.........................................................15
El ocaso de los poetas intelectuales.................................19
Acatempan Revisited.................................................................19
Breve crónica de la cultura nacional.........................................29
El surgimiento de una generación de poetas..........................58
La generación del desencanto...........................................81
Vertientes de la poesía mexicana contemporánea.................91
Epílogo................................................................................197
Bibliohemerogafía.......................................................205
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Malva Flores
ISBN: 978-607-502-043-3
Biblioteca
UV Universidad Veracruzana