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Dentro de una red privada un ‘token’ puede servir para otorgar un derecho,
para pagar por un trabajo o por ceder unos datos, como incentivo, como
puerta de entrada a unos servicios extra o a una mejor experiencia de
usuario… Como resume Cristina Carrascosa, abogada experta en blockchain, “un
‘token’ servirá para aquello que la persona u organización que lo diseñe y
desarrolle decida. Los ‘tokens’ admiten varias capas de valor en su interior, por lo
que es quien lo diseña el que decide qué tiene dentro un ‘token’ concreto”.
Un ejemplo de ese posible ‘efecto sustitución’ son las llamadas ICOs, o Initial Coin
Offerings (Ofertas Iniciales de Moneda). Son una forma de financiación
empresarial: en vez de una ronda de financiación tradicional, o incluso una OPV, la
empresa ofrece al mercado no acciones sino ‘tokens‘, y sus inversores
pagan con monedas digitales, como ‘bitcoin’. Todo, a través de blockchain. Y
se está convirtiendo en un método de financiación que alcanza cifras importantes:
entre marzo de 2016 y marzo de 2017 distintas startups recaudaron más de 300
millones de dólares mediante ICOs.