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VIAJE AL CORAZÓN

Eran las últimas horas de un verano demasiado torturador, cada largo y pesado
día de aquel verano me envolvía en una penumbra aplastante y es que hacía ya
dos semanas que su sonrisa me asaltaba por las noches oscuras y no me dejaba
ni respirar tranquilo, ni descansar, ni trabajar. ¡Sí! Estaba fulminado por el veneno
del amor que era como una terrible fiebre que me castigaba. Cada vez que lo
recuerdo parece que mis heridas están tan abiertas como aquel momento.

Ella viene de una familia forastera no recuerdo de que lugar porque nunca lo han
mencionado con claridad, algunos dicen que de unas islas orientales, otros dicen
que de alguna parte de las tierras heladas del norte, pero lo cierto es que nadie lo
sabe con exactitud. Yo diría que es imposible saber. Lo cierto también es que su
belleza es igual de desconocida, ¡y su presencia me mataba! No me dejaba
concentrarme en mis actividades del diario. Su sonrisa hace que el tiempo se
detenga pero su risa provoca que se sobrevengan las estrellas del cielo y que el
universo sufra un desequilibrio a punto de colapsar.

– ¡Aquí está la cura a tus penas Marcelo!

– Dijo el viejo vendedor de objetos y cosas desconocidas que transitaba rara vez
por el pueblo.

– ¿Cuáles penas don Vittorio? Respondí tratando de disimular mi gran pesar.

– El escollo que te atormenta es tan evidente que un ciego a tres días de camino
lo puede ver… Estás atrapado por el enemigo más cruel; el amor. Pero hoy te
traigo la cura. Es uno de los peores enemigos del hombre, el amar y no ser
correspondido o ni siquiera a atreverse a confesarlo.
– ¿Donde aprendió a adivinar los pensamientos este viejo? Pensé yo. ¿A caso se
habrá tomado una de esas pócimas mezquinas que vende y que dice que son
mágicas? Pensé en voz baja pero creo que se dio cuenta porque de inmediato me
ofreció una pócima.

– Mira Marcelo, esta pócima especial la conseguí dos semanas atrás. Fue
específicamente fabricada para curarte del virus que te hostiga. Se llama <<Flor de
corazón>> que fue tomada de una planta nigromántica que ya desapareció para
nunca volver a ser usada, y que su maligno poder se transformó en una codiciada
cura que hoy te simplifica la batalla que duramente ibas a lidiar. Si no aprovechas
esta casualidad hoy, tan solo por cuatro talines de plata, muy bajo precio por tan
grande tesoro; no me quiero imaginar lo desventurado que te puedes hallar si no
aprovechas esta propuesta que hoy, es sólo para ti y que mañana no creo que la
tengas.

– ¿Dos semanas? Me pregunte. No puedo ni pensar si acaso que esto es una


verdadera casualidad; pero este viejo viene anticipando cada una de mis
respuestas. Le seguiré el juego, no sé si de verdad me esté leyendo la mente, o tal
vez este tratando de meterme en uno de su juegos mentales; pero ya no soporto la
desgracia que me persigue que hasta los cantos risueños de los pajarillos me dan
como puñaladas y cualquier palabra feliz es para mí una tortura.

– ¡Está bien! Respondí tratando de sonar como si aquello no tuviera interés para
mí. Solo porque me la ofrece y no tengo cosas más importantes que realizar, se la
mercare; aquí tiene sus cuatro talines que espero no echar de menos.

– Muy buena elección Marcelo, has puesto en tu destino uno de los mejores
presentes. Ahora te daré el proceso que debes ejecutar cual si fuera de vida o
muerte que aunque no creas lo es.
Vacíalo en un tarro con licor y bébelo pensando en aquella cortesana que te robo
la brújula de tu sentido. Pero eso no es todo; el día que te la encuentres, acércate a
ella y susúrrale al oído: <<Corazón>>.
Levemente notaras como sus ojos se vuelven hacia ti y ella quedara atrapada por
tu amor hasta el día que mueras. Te amara con pasión, como lo habías soñado
alguna vez.

– ¡Absurdo! Le respondí casi queriendo explotar de risa, creo que es el más vil
fraude que he escuchado. Usted solo se aprovechó de la tristeza que me amartilla
y trata de burlarse además. Pero entiendo que es mi culpa por permitirlo, así que
dejaré que se vaya con su cometido tranquilamente esta vez.

– Piensa lo que quieras muchacho, pero si respetas las instrucciones al pie de la


letra, esta noche no terminaras llorando como las anteriores…

– ¿Llorando? Pensé. Ahora estoy seguro de que este viejo ha notado una fuga en
mis pensamientos y cada mentira que yo trato de disfrazar, el la descubre sin
mínimo esfuerzo. Juraría que es por alguna pócima que se tomó. No supe que
responder, me quede frio.

– Me retiro Marcelo. Ocúpate en terminar con la empresa hoy mismo y veras que
un día recordaras este momento incómodo con alegría.

– Traté de despedirme de don Vittorio pero simplemente no supe que decirle. Me


quede congelado. Quería agradecerle por el buen rato que me hizo pasar; espero
que haya leído mis intenciones de agradecer; tal vez por eso se fue sin mirar hacia
atrás.
Me quede pensando en todo lo que me había dicho el viejo; pensé que ese
brebaje nunca lo usaría porque no me fio de esas cosas. Lo que si sentí es que la
charla con el viejo me puso un poco alegre y aquella soledad que me aprisionaba
se había apartado un poco, por un momento sentí que se olvidó de mí y se fue para
atormentar a alguien que lo merecía más en ese momento.
Por fin amaneció, yo me volví a sentir desesperado, sentí que lo del viejo había
sido solo un corto sueño, pero al siguiente instante, el pequeño frasco de esa
pócima cristalina se puso en el centro de mi mirada. Me di cuenta que necesitaba
salir y encontrarme con el viento leve y suave de las veredas, aunque los canticos
de los pajarillos me volvieran a torturar con su alegría.

No sé si por las dudas o por capricho, puse en mi bolso la pequeña pócima y Salí
dispuesto a volver a trabajar. Ya hacía una semana que no me paraba en mi viñedo
para cosechar mis famosas uvas, dueñas de uno de los mejores vinos de la región.
Ni siquiera me daba ánimos de probar el vino ya que soy una persona tan
desdichada que nunca hizo efecto en mí. Que ironía ser un catador de vino y no
poder embriagarme, sentir ese poder en el cual muchos buscan refugio que para
esta hora me vendría muy bien. Lástima que ese poder mágico y destructor no
funciona conmigo; algo de lo mucho que me heredó mi madre que también era
catadora y por ella lo soy también. Tengo que decir que el vino de mi madre era el
mejor de todo el mundo, ella siempre amó al vino, no sé si más que a mí. Me
enseño muchos secretos y me dijo que otros los tenía que descubrir por mí mismo
y diseñar mi propio estilo. Es una bella ocupación porque se puede hacer mucha
magia, magia que yo no puedo disfrutar más que solo por un momentáneo sabor.
Las cosechas de mi madre y las mías tienen mucho sabor; ese es su sello. Ella
convirtió su debilidad de no poder embriagarse en algo increíble, lo compensó con
alta sensibilidad en su gusto; con tan alto y preciso gusto que personas venían de
todas partes del mundo no solo para probar sus cosechas, también por sus
opiniones y consejos respecto al vino. Todavía guardo algunas de sus cosechas
para mí. Lo que no guardé fueron sus consejos. Ella me enseño mucho sobre como
amar, como debía de amarrar a esa bestia del amor y como domarla. Pero nunca le
preste atención, es por eso que hoy me toca sufrir. Sin embargo así como en la
realización del vino, hay secretos que tengo que descubrir por mí mismo.
Volviendo al tema de la mujer que me mortificaba, o la que hacía que mis noches
fuesen tormentas, sabía que tenía que enfrentarme a ella en cualquier momento.
La conocí justamente en mi viñedo una roja tarde de ese verano al que tanto odio
porque es el tiempo que más tengo que estar ocupado en atender a la gente. Ella
llegó con su padre en un carruaje sencillo pero elegante, uno de mis ayudantes me
dio aviso de que tenía visitas y que preguntaban por cosechas de ancellota, así se
llama la uva de mi viñedo, es una especie extraña pero es la receta familiar.

– ¿Tienes cosechas de tu madre? Me dijo su padre quitándose el sombrero


mientras me acercaba a él. En ese instante yo no sabía que él era su padre.
–Temo decirlo pero solo me quedan algunas pocas. Respondí mientras lo
saludaba de mano. No tenía planes de vender ninguna botella de la cosecha de mi
madre, solo le cambiaría la etiqueta por la típica de ella. Así algunos clientes que
todavía buscaban el vino de mi madre se iban satisfechos; yo había conseguido
casi igualar el sabor de su vino, por lo menos a la percepción de la gente. En
realidad había un abismo entre su vino y el mío pero la gente no lo solía notar.
– ¡Necesito el mejor vino! Para la ocasión muy especial que se aproxima en mi
casa. – Me dijo con una expresión de orgullo.
La verdad no puse atención a su comentario, ni a los detalles que me seguía
contando; en ese momento yo solo tenía en mente vender algunas botellas y
olvidarme de lo demás. No me importaba quien comprara el vino o para que lo
necesitaba por lo menos hasta ese momento. Creo que acabo de descubrir uno de
los secretos de mi madre pero bueno; eso es para otro cuento.

Recuerdo llevar cargando las tres cajas de vino hasta llegar a su carruaje,
después de que las acomode fue ahí cuando la vi, fue ahí cuando mi castillo de
piedra que llevo por corazón se derrumbó cual si fuera de arena, fue ahí cuando
sentí por primera vez que el tiempo se detenía y cuando ella rió descubrí que el
universo colapsaba. Fue ahí cuando la desdicha me amarró.
Ella platicaba con alguien dentro del carruaje, se le veía muy sonriente hasta que
sintió que alguien la observaba, giró su mirada hacia a mí; pero mi reacción de
esconderme fue más rápida, algo que hice por instinto.

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