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TRADICIÓN DE LA NOVELA GRIEGA EN LA LITERATURA

ESPAÑOLA

¿QUÉ ES LA NOVELA?

La novela es una obra literaria en prosa en la que se narra una acción fingida en su
todalidad o en parte, y cuyo fin es causar placer estético a los lectores con la
descripción de sucesos o lances interesantes, así como de caracteres, pasiones y
costumbres. La vigesimotercera edición del Diccionario de la lengua española de la
Real Academia Española la define de manera más general como una «obra
literaria narrativa de cierta extensión» y como un «género literario narrativo que,
con precedente en la Antigüedad grecolatina, se desarrolla a partir de la Edad
Moderna». La novela se distingue por su carácter abierto y su capacidad para
contener elementos diversos en un relato complejo. Este carácter abierto ofrece al
autor una gran libertad para integrar personajes, introducir historias cruzadas o
subordinadas unas a otras, presentar hechos en un orden distinto a aquel en el
que se produjeron o incluir en el relato textos de distinta naturaleza: cartas,
documentos administrativos, leyendas, poemas, etc. Todo ello da a la novela mayor
complejidad que la que presentan los demás subgéneros narrativos.

LA NOVELA GRIEGA

Antes de empezar, hay que decir que uno de los términos más frecuentemente
usados y aceptados es el de novela bizantina. La acuñación del mismo, como bien
ha señalado Carlos García Gual, se debió a Menéndez Pelayo, quien en su
comprensible desconocimiento sobre la datación de estas obras antiguas, mezcló
las propiamente griegas -Heliodoro, Longo-, con las bizantinas, muy posteriores.

A estas alturas, sin embargo, en que la investigación filológica clásica muestra un


panorama bien distinto del existente en la época de Menéndez Pelayo, tal
confusión terminológica debería comenzar a disiparse y resolverse. Como García
Gual o Carlos Miralles han estudiado bien, las novelas griegas y las novelas
bizantinas además de pertenecer lógicamente a etapas cronológicas diferentes,
presentan entre sí las suficientes divergencias como para no ser confundidas. Si es
cierto que podemos aislar dos períodos en la novelística bizantina, el primero de
los cuales, sobre el siglo XII más o menos, sí caracterizado por la pálida y servil
imitación de los modelos griegos más tardíos -Aquiles Tacio y Heliodoro-, en el
segundo, sin embargo, sobre el siglo XIV, se observa junto a la tradición
tardohelenística, el influjo de modelos occidentales, normalmente franceses, y
sobre todo y esto es importante, la presencia de elementos claramente
procedentes del folclore -dragón, anillo mágico, castillo...-. Esta novela bizantina
además, frente a la griega, usará el verso.
La Novela fue el último de los géneros literarios inventados y cultivados por los
griegos. Lo tardío de su aparición y lo turbio y complejo de sus orígenes hizo que
ninguna corriente literaria antigua se ocupara de él; e incluso, careció de una
denominación propia en la Antigüedad. Esto no fue obstáculo para que floreciera y
alcanzara una notable difusión durante un amplio período, cerca de cinco siglos,
desde el I a. C. hasta el III o IV d. C.

Nos encontramos, por tanto, en plena época helenística, en la que los reyes
sucesores de Alejandro controlan todos los territorios de influencia helénica, desde
la Península de los Balcanes hasta prácticamente la India. Ahora los ciudadanos
son siervos de un rey, y han perdido gran parte (por no decir todas) de sus
libertades ciudadanas. Sin embargo, nos encontramos ante una sociedad heredera
de la antigua y esplendorosa Atenas, en la que el nivel de alfabetización es
bastante elevado.

Puesto que el público ya no es libre y no tiene potestad para expresarse libremente


en la ciudad (principal causa del declive de la oratoria) o de acudir a los
espectáculos (desaparición del teatro), la literatura ha de volverse más íntima y
personal y ha de buscar la evasión del lector hacia mundos muy distintos al suyo.
Esta circunstancia provocó un enorme cambio en la sociedad sin el cual no se
podría entender la aparición de este género. Y en este contexto nace la novela,
encargada de transportar a su público a un escenario exótico en el que las
aventuras y el amor son protagonistas.

Las características generales de la novela griega son las siguientes:

1. Literatura de evasión: Para conseguir que el lector sea transportado a un


mundo ficticio se necesita una literatura sencilla, con elementos que en algunos
casos inciten la excitación sexual, la violencia o el aislamiento.

2. Forma abierta: La narración no es lineal, sino que se intercalan diálogos


dramáticos, pasajes
líricos, discursos filosóficos, etc. Todo ello respetando una prosa lo más sencilla
posible que permita el acercamiento a todo el pueblo.

3. Desarrollo en lugares exóticos: Puesto que estamos ante una literatura de


evasión, las aventuras de los protagonistas se desarrollarán en escenarios propios
de la poesía bucólica: se vuelve al campo y se abandona la ciudad. Por otro lado,
las aventuras también difieren mucho de las vividas en las ciudades. En este
sentido, no es extraño encontrar secuestros o encuentros con piratas dentro de las
narraciones.

4. Ubicación temporal del relato: Puesto que para los griegos todo tiempo
pasado fue mejor, las aventuras de las novelas suelen situarse o bien en época
Clásica (ss. V- IV a. C.) o bien en una época indeterminada, aunque idealizada y
adaptada al mundo helenístico. Con ello se pretende mostrar la intemporalidad del
amor.
5. Personajes: Los protagonistas son siempre un chico y una chica, ambos
jóvenes y hermosos. El enamoramiento casi siempre siempre va a surgir a primera
vista. A la mujer se le suele comparar con una diosa y al hombre se le compara con
los héroes mitológicos. Desde el punto de vista moral, destaca la gran fidelidad de
todos los personajes en todos los sentidos, aunque en algunos autores esta
fidelidad es siempre absoluta para la mujer, pero relativa para el hombre, sobre
todo en Aquiles Tacio y en Longo.

Por tanto, y a partir de estas breves características, podríamos definir la novela


griega como el relato
en prosa, de características muy sencillas, cuyos protagonistas viven una serie de
aventuras y encuentros amorosos situados en lugares exóticos y en un tiempo
remoto; y con la finalidad de evadir al lector del mundo en el que vive.

AUTORES

Aunque se piensa que pudo ser un género muy prolífico, en realidad únicamente
conservamos
cinco obras más o menos completas:
1. Caritón de Afrodisias, Quéreas y Calírroe (s. I a. C.)
2. Jenofonte de Éfeso, Antea y Habrócomes o Efesíacas (s. I d. C.)
3. Aquiles Tacio, Leucipa y Clitofonte (s. II d. C.)
4. Longo de Lesbos, Dafnis y Cloe (s. II d. C.)
5. Heliodoro de Émesa, Teágenes y Cariclea o Etiópicas (ss. III-IV d. C.)

En este trabajo nos centraremos en la influencia de Heliodoro y Longo en la


literatura española, ya que son los que mayor repercusión tuvieron.

HELIODORO

Nada se sabe con seguridad de su vida, que se data de forma variable entre los
siglos III y IV. Sócrates de Constantinopla (siglo V) identifica al autor de Etiópicas
con un cierto Heliodoro, obispo de Trica, pero dicho nombre era muy común en la
época. La noticia apareció por primera vez en la Historia de la Iglesia de Sócrates;
5, 22. Nicéforo Calixto (siglo XIV) extiende esta historia, relatando que el trabajo
fue escrito en los primeros años de este obispo, antes de convertirse al
cristianismo, y que forzado a elegir entre renegar de su autoría o renunciar al
obispado, prefirió lo segundo. Sin embargo, la mayoría de eruditos rechazan esta
identificación.

Su obra es la historia de Teágenes y Cariclea. La tradición del género novelesco,


sólidamente instalada en época de Heliodoro, y los gustos del público a quien la
novela iba destinada (era especialmente popular entre las mujeres) exigían una
serie de convenciones literarias a las que el autor no podía sustraerse, si quería
evitar el fracaso y el consiguiente olvido de su obra. El lector esperaba encontrar
un tema, más o menos estereotipado, de viajes, amores sin tacha y final feliz; los
protagonistas, dos jóvenes de belleza incomparable, alta nobleza y amor sin igual,
debían sufrir abundantes calamidades y recorrer infinitas tierras —sobre todo las
que circundan la cuenca oriental del Mediterráneo—, hasta llegar a un desenlace
gozoso. Las peripecias, en las que, por lo general, los dos amantes quedaban
separados hasta la feliz reunión final, debían consistir en naufragios,
cautiverios, enfrentamientos con piratas o bandoleros, desvíos de la ruta, etc. Esto
es lo que esperaba encontrar el lector, y si un autor le defraudaba, su novela corría
el inminente riesgo de desaparecer en el olvido. Pero no sólo se le exigían al autor
tales convenciones en el tema, la acción y los personajes; la novela, además,
debía entroncar lo ficticio en la realidad y producir cierto aire de verosimilitud (que
no realismo, ya que se producen situaciones ciertamente inverosímiles, por
ejemplo cuando la hermosa protagonista de la obra de Heliodoro logra
milagrosamente guardar su castidad al ser raptada por piratas). Para ello, nada
mejor que situar la acción y los personajes en un entorno espacial y temporal que
fuera histórico, o al menos lo pretenda.

Muy importante en la obra de Heliodoro es la intención religiosa del autor. Son los
dioses quienes guían la acción hasta llevar las aventuras a una meta fijada;
oráculos, sueños, apariciones y, en definitiva, la providencia divina marcan el
destino de los protagonistas y personajes secundarios. Más aún que los dioses es
el dios, porque Apolo en Delfos y el Sol en Etiopía no son más que aspectos
étnicos diferenciados de una idéntica idea divina. Fácil es pensar que en una obra
en la que la importancia de la intervención divina es tan grande, la psicología de
los personajes ha de ser necesariamente débil. Éste es con seguridad el punto
más criticado en cualquier novela griega, en particular en Heliodoro. La pureza a
toda prueba, la fidelidad sin desmayo de los amantes y la confianza ciega en la
divinidad hacen que los protagonistas se nos antojen irreales y acartonados. Los
personajes son casi siempre pasivos, y los impulsos de la acción, al menos en sus
giros más importantes, nunca parten de ellos. De gran importancia es, además, la
fortuna, que castiga o premia a los personajes y tiene gran relevancia en la obra.

A partir del Humanismo y el Renacimiento, la influencia de Heliodoro en las


literaturas europeas ha sido, sin exagerar un ápice, importantísima. De 1534 es la
editio princeps del texto griego, obra de Opsopopeus, publicada en Basilea, pero
ya antes era conocida por traducciones e imitaciones.

La primera traducción al español de la que se tiene constancia fue la de Francisco


de Vergara, relacionado con los círculos filológicos de Alcalá de Henares, autor de
una gramática latina y traductor latino de algunas obras griegas, compuso en su
vejez, a juzgar por diversas noticias, una traducción de Heliodoro, e incluso, se nos
dice que para su elaboración se sirvió de un manuscrito vaticano, lo que permite
suponer que su traducción era directamente del texto griego. Se añaden, además,
en las fuentes ciertos juicios elogiosos sobre la calidad de la versión. No obstante,
es probable que la muerte del autor le impidiera coronar su tarea, llevándola a la
imprenta.

La primera traducción española conservada fue publicada en Amberes, el año


1554, por «un secreto amigo de la patria», que no firmó su obra y prefirió ocultar su
identidad. Como el propio autor anónimo reconoce, se trata de una versión de la
traducción francesa de Amyot. La acogida que le dispensó la crítica fue, en
general, negativa y el propio Fernando de Mena la desdeña por su excesivo apego
al original francés; aun así, es perceptible, en todo momento, que Mena la ha
tenido bien presente a la hora de elaborar su propia versión. La última versión
española en el siglo XVI es la de Fernando de Mena (Alcalá de Henares, 1587),
hecha sobre la traducción latina de Warschewiczki, como se declara en la portada.
Además, de ésta y de la anónima anterior española, F. de Mena ha utilizado la de
Amyot, la italiana de L. de Ghini, y, en último término, ha cotejado su texto con el
original griego, ayudado por Andrés Schott. Sin duda es esta la traducción que dio
fama la obra de Heliodoro. Esto y las numerosas referencias a la obra, como las de
Alonso López Pinciano, Lope de Vega o Cervantes, ha provocado que numerosos
autores afirmasen haberse basado en la obra de Heliodoro (justificadamente o no)
para dar prestigio a su obra. Aquí están algunas de esas referencias.

Alonso López Pinciano – Epístola undécima de Filosofía antigua poética


(1595)

..de manera que los amores de Theágenes y Cariclea, de Heliodoro, y los de


Leucipo y Clitofonte, de Achiles Tacio, son tan épica como la Ilíada y la Eneyda.

Lope de Vega – La dama boba, acto 1, escena 4 (1613)

NISE: ¿Dióte el libro?

CELIA: Y tal, que obliga a no abrille ni tocalle.

NISE: Pues, ¿por qué?

CELIA: Por no ensucialle, si quieres que te lo diga. En cándido pergamino vienen


muchas flores de
oro.

NISE: Bien lo merece Eliodoro, griego poeta divino.

CELIA: ¿Poeta? Pues parecióme prosa.

NISE: También hay poesía en prosa.

CELIA: No lo sabía. Miré el principio, y cansóme.

Miguel de Cervantes – Prólogo de las Novelas ejemplares (1613)

Tras ellas, si la vida no me deja, te ofrezco los Trabajos de Persiles, libro que se
atreve a competir con Heliodoro, si ya por atrevido no sale con las manos en la
cabeza; y primero verás, y con brevedad dilatadas, las hazañas de don Quijote y
donaires de Sancho Panza, y luego las Semanas del jardín.

Baltasar Gracián – Prólogo de El criticón (1651)

En cada uno de los autores de buen genio he atendido a imitar lo que siempre me
agradó: las alegorías de Homero, las ficciones de Esopo, lo doctrinal de Séneca, lo
juicioso de Luciano, las descripciones de Apuleyo, las moralidades de Plutarco, los
empeños de Heliodoro, las suspensiones del Ariosto, las crisis del Boquelino y las
mordacidades de Barclayo. Si lo habré conseguido, siquiera en sombras, tú lo has
de juzgar.

Influencia

La influencia de las Etiópicas ha contribuido a ciertos cambios en la novela de


caballerías: la dama amada deja de ser premio inactivo de la victoria y comienza a
intervenir de modo real y directo en la trama; por otro lado, el ideal de castidad que
representa por ejemplo las Etiópicas sustituye al, más simple, apetito sexual. En
cuanto a los episodios, en lugar de agentes exteriores fantásticos,
la acción es conducida, bien por seres humanos que entran en relación con los
protagonistas, bien por la Fortuna, que persigue o premia a los héroes. La
influencia es, sobre todo, visible en la estructura; el gusto por seguir hasta el final y
entrelazar argumentos secundarios, unidos a su vez de modo laxo al tema
principal, y la tendencia a ofrecer una trama compleja de personajes y escenarios,
son en parte consecuencia de la influencia de las Etiópicas. También el escenario
deja de ser imaginario y fantástico; aparecen, en cambio, tierras, a menudo
remotas, pero siempre identificables.

Ya se puede encontrar influencia de Heliodoro en Jerónimo de Contreras, con


Selva de aventuras (1565), sin embargo esa influencia es, a mi entender, bastante
dudosa. Es cierto que se produce un viaje, sin embargo, los motivos no tienen
nada que ver. En esta obra, Luzmán y Arbolea se conocen desde niños y Luzmán
se termina enamorando de Arbolea, pero ese sentimiento no es recíproco, por lo
cual Luzmán, incapaz de quedarse en casa, sale de viaje, lo que elimina el motivo
del reencuentro de los amantes. Se presta muy poca atención al viaje en sí mismo,
todo el tema de la obra se encuentra en las personas que el protagonista va
conociendo en los lugares en los que aterriza y las historias que estos le cuentan.
Por estos motivos, creo que la influencia de la obra de Heliodoro en Jerónimo de
Contreras ha de quedar en entredicho.

Otro autor donde influye la obra de Heliodoro es Gaspar Gil Polo, con su Diana
enamorada (1565). En esta obra se expone la concepción del amor tirano que se
puede ver en Heliodoro, aunque se le da la vuelta. En la obra de Gil Polo, ese
amor tirano, que esclaviza, deja de ser algo bueno.
Heliodoro

En cuanto a Cariclea, era ya manifiesto que tras haber visto de nuevo a Teágenes,
estaba ya vencida
y era esclava de su deseo, aún más que antes. Pues el encuentro de los amantes
rememora la pasión,
y la visión da renovadas llamas al espíritu, como leña puesta al fuego (Libro 4).

Gaspar Gil Polo

Este es el engaño -dijo la pastora- de los que se hacen esclavos del amor, que en
comenzarle a servir
son tan suyos que ni quieren ser libres, ni les parece posible tener libertad.

Sin duda, el escritor español que más se ha visto influenciado por Heliodoro ha
sido Miguel de Cervantes (1547-1616), con Galatea (1585), y especialmente con
Los trabajos de Persiles y Sigismunda (1617), que se publicó tras la muerte de su
autor.

En la Galatea, se puede percibir la influencia de Heliodoro en la forma en que


ambos describen el amor como enfermedad y en la elevación del ideal de castidad
que se observa en ambas obras.

Heliodoro

Enfermedad de amor

»—Ni un niño dejaría de darse cuenta de que su sufrimiento es anímico y su


enfermedad es a todas luces el amor. ¿No ves qué hinchados tiene los ojos, qué
perdida tiene la mirada y qué palidez hay en su cara, todo ello sin quejarse de
dolores internos? Su mente además está extraviada, dice en voz alta lo que le
viene a la memoria, sufre de insomnio sin aparente justificación y de repente ha
perdido su lozanía. Tú, Caricles, tienes que buscar a quien sea capaz de curarla,
que necesariamente ha de ser la persona a quien ella ame (Libro 4).

Ideal de castidad

Si todo va a parar en una muerte sin ultraje, dulce será el final; pero si alguien por
la fuerza pretende mancillarme, a mí, a quien ni siquiera Teágenes ha poseído
todavía, me adelantaré a tal injuria con la horca. Casta me he de guardar hasta la
muerte, como me he guardado hasta ahora; conmigo me llevaré la pureza como
una bella mortaja (Libro 1).
Miguel de Cervantes

Enfermedad de amor

Y, por prueba desta verdad, vemos que los enamorados jamás de serlo se
arrepienten; antes, si alguno les prometiese librarles de la enfermedad amorosa,
como a enemigo le desecharían, porque aun el sufrirla les es suave. Y por esto,
¡oh amadores!, no os impida ningún temor para dejar de ofreceros y dedicaros a
amar lo que más os pareciere dificultoso, ni os quejéis ni arrepintáis si a la
grandeza vuestra las cosas bajas habéis levantado, que amor iguala lo pequeño a
lo sublime, y lo menos a lo más; y con justo acuerdo tiempla las diversas
condiciones de los amantes, cuando con puro afecto la gracia suya en sus
corazones rescibe (libro 4).

Elevación de la castidad

En este mesmo amor de quien voy hablando están cifradas todas las virtudes,
porque el amor es templanza que el amante, conforme la casta voluntad de la cosa
amada, la suya tiempla; es fortaleza, porque el enamorado cualquier variedad
puede sufrir por amor de quien ama; es justicia, porque con ella a la que bien
quiere sirve, forzándole la mesma razón a ello; es prudencia, porque de toda
sabiduría está el amor adornado (libro 4).

Las semejanzas en el tema y los motivos entre el Persiles y las Etiópicas son,
entre otros: los protagonistas fingen ser hermanos; las historias falsas que cuentan
para ocultar su verdadera identidad; las quejas contra la Fortuna; la frecuencia de
relatos secundarios que retardan el desenlace; la aparición de la hechicería, la
importancia de la fortuna en el acontecer humano, etc. Es verdad que muchas
pueden ser puras convenciones del género. Con todo, lo más importante
es que Cervantes, al igual que Heliodoro, ha dado un contenido más profundo a las
aventuras, hasta superar lo anecdótico; el amor de los héroes es una peregrinación
que conduce a la depuración.

Heliodoro

Los protagonistas se hacen pasar por hermanos

Y comenzó a hablar, con Cnemón como intérprete:


—Más cuadraba tomar la palabra a mi hermano Teágenes, aquí presente, pues lo
decoroso es a mi juicio que la mujer guarde silencio y que sea el hombre quien
responda en una reunión de hombres.… Acerca de nosotros, esto es lo que hay
que decir: somos jonios de origen, hemos nacido en una familia principal de Éfeso
y tanto nuestro padre como nuestra madre son ricos (Libro 1).
Importancia de la fortuna

Siempre hasta este momento, y también ahora, he puesto mi interés por satisfacer
tu voluntad.Pero si el resultado ha sido imprevisto, eso hay que achacarlo a la
fortuna (Libro 1).

Aparición de la hechicería

En efecto, la vieja, creyendo que nadie la molestaría y que podría actuar con
tranquilidad porque nadie la observaba, cavó primero una hoya y luego prendió dos
piras, en medio de las cuales colocó el cadáver de su hijo. Sacó a continuación de
una trébede que había a su lado una copa de arcilla llena de miel y la vertió sobre
la hoya; hizo luego otra libación con otra de leche y finalmente una tercera de vino.
Después cogió un pastel de manteca que tenía forma de hombre y tras coronarlo
con laurel e hinojo lo echó también en la hoya. Acto seguido, tomó una espada y
entre convulsiones frenéticas, propias de un poseso, dirigió a la luna ciertos
hechizos en lengua bárbara y extranjera, se hizo una incisión en el brazo, se
enjugó la sangre con una rama de laurel y roció con ella la pira (libro 6).

Miguel de Cervantes

Los protagonistas se hacen pasar por hermanos

Mi nombre es Periandro, de nobilísimos padres nacido, y al par de mi nobleza


corre mi desventura y mis desgracias, las cuales por ser tantas no conceden ahora
lugar para contártelas. Esa Auristela que buscas es una hermana mía que también
yo ando buscando, que, por varios acontecimientos, ha un año que nos perdimos
(Libro 1 – capítulo 2).

Importancia de la fortuna

—Al Amor, al Interés y a la Diligencia dejó atrás la Buena Fortuna, que sin ella vale
poco la diligencia, no es de provecho el interés ni el amor puede usar de sus
fuerzas (Libro 2 – capítulo 12).

Aparición de la hechicería

En saliendo a la calle, tendió en el suelo mi guiadora un manto, y, mandándome


que pusiese los pies en él, me dijo que tuviese buen ánimo, que por entonces
dejase mis devociones. Luego vi mala señal, luego conocí que quería llevarme por
los aires, y aunque, como cristiano bien enseñado, tenía por burla todas estas
hechicerías (como es razón que se tengan), todavía el peligro de la muerte,
como ya he dicho, me dejó atropellar por todo; y, en fin, puse los pies en la mitad
del manto, y ella ni más ni menos, murmurando unas razones que yo no pude
entender, y el manto comenzó a levantarse en el aire y yo comencé a temer
poderosamente, y en mi corazón no tuvo santo la letanía a quien no llamase en mi
ayuda (Libro 1 – capítulo 8).

Ante esta temática de viajes por tierras exóticas y lejanas reacciona Lope de Vega
con El peregrino en su patria (1604), obra para la que Lope de Vega se inspira en
la novela griega, con la salvedad de que todas se desarrollan en España, la patria
del protagonista. Este ''nacionalismo'' sería imitado por otros autores españoles.

Era también tentador para cualquier escritor de comedias hacer de las Etiópicas
una obra teatral. Pero la adaptacion de la novela al teatro requeria una ruptura total
de la estructura: era preciso desarrollar en orden cronologico lo que en Heliodoro
no tiene esa sucesion. La primera obra con este tema en la literatura espanola es
de Juan Perez de Montalban ( Teágenes y Clariquea, 1638). Del mismo asunto es
la comedia de Calderon de la Barca titulada Los hijos de la Fortuna Teágenes y
Cariclea, publicada en 1751. Determinadas innovaciones en la trama argumental
tienden a condensar de una manera mas eficaz para el teatro una narracion, que, a
pesar de todo, sigue pecando de excesiva complejidad.

El romanticismo, con su nueva estética, pronto sumio en el olvido la novela griega,


que todavia en el siglo XVIII conocio cierto auge. Desde entonces, las Etiópicas
solo han sido conocidas y citadas en un circulo restringido de eruditos.

LONGO

Nada se sabe de su vida. Se cree que vivió en la isla de Lesbos durante el siglo II,
en la época de Adriano, que es cuando se desarrolla la novela Dafnis y Cloe. Antes
se pensaba erróneamente que vivió en los siglos IV o V. Se ha sugerido que el
nombre Longo es meramente un error al traducir la última palabra del título
ΛΟΓΓΟΥ ΠΟΙΜΕΝΙΚΩΝ ΤΩΝ ΠΕΡΙ ΔΑΦΝΙΝ ΚΑΙ ΧΛΟΗΝ ΛΕΣΒΙΑΚΩΝ ΛΟΓΟΙ Δ.
Seiler observa que el mejor manuscrito empieza y acaba con "λόγου (no λόγγου)
ποιμενικῶν". Es un escritor griego de la época romana. Si su nombre fue realmente
Longo, probablemente fuera un liberto de alguna familia romana que llevase ese
apellido.

Su obra es Dafnis y Cloe. En ella se reducen al mínimo la aventura y el viaje. Lo


que en el resto de novelas griegas es un viaje a tierras lejanas, lleno de peligros y
aventuras, se convierte en un viaje en el tiempo, a través de las estaciones del
año, en el que se produce la maduración psicológica y sexual de los protagonistas,
cuyos sentimientos evolucionan en sintonía con la naturaleza, frente al ''flechazo'' o
amor a primera vista que nos ha llegado del resto de novelas. La descripción de
lugares exóticos es sustituida por la evocación de la vida rural de Lesbos. El tema
de la obra es el poder del amor, del erotismo, pero un amor que se desarrolla al
dictado de la naturaleza, que ademas de además de constituir el marco estético
de la obra, es el verdadero motor de la acción. Aparecen como elemento
importante una particular religiosidad, en la que Eros, Pan y las Ninfas son las
divinidades que tutelan a los protagonistas. La idealización de la naturaleza hace
que queden reducidos a la mínima expresión los peligros y la violencia de la
misma.

En España, la suerte de Longo ha sido bastante oscura y no es azar que, hasta


finales del siglo XIX, no haya existido una traducción al castellano. Es posible que
la razón de esta reserva ante la obra haya sido de origen moral ( la sexualidad
explícita que se muestra en la obra). Ya Valera, el primer traductor de esta obra
(1880), se anticipaba una posible censura, ya que publicó la traducción bajo el
pseudónimo de ''un aprendiz de helenissta'', de acuerdo con las convenciones para
los textos que pudieran tener problemas de carácter moral. La obra se vendió bien
y popularizó la novela de Longo en España. La traducción iba precedida de un
prólogo en el que Valera justificaba los arreglos que hizo para suavizar la escena
sexual explícita entre Dafnis y Licenion (como dije antes, en la novela griega, esa
fidelidad a toda prueba de los amantes es siempre absoluta en el caso de la mujer,
pero en algunos casos relativa para el hombre, siendo Dafnis y Cloe un claro
ejemplo) y para obviar el episodio homosexual en el que Gnatón trata de violar a
Dafnis. Aunque hubo más traducciones desde la de Valera, no parecen haber
supuesto una gran aportación.

Apenas se puede hallar influencia de Longo en la novela barroca española, a pesar


de que se hayan hecho referencias concretas a la poco airosa continuación de La
Diana enamorada, obra de Alonso Pérez, o a la Arcadia de Lope de Vega. Es a
finales del siglo XIX cuando, entorno a la fecha de la citada versión de Valera,
parece despertar un cierto interés en Longo, como demuestran las numerosas
referencias y comentarios (muchos de ellos duras críticas o en todo caso tímidos
elogios) de escritores de la época.

Eugenio de Ochoa – Tesoro de novelistas españoles antiguos y modernos


(1847)

Tales son el Dafnis y Cloe, de Longo, lectura muy peligrosa para la juventud, que la
excelente versión de Amyot al francés antiguo, ha propagado mas de lo que sería
de desear.

Juan Valera – De la naturaleza y carácter de la novela (1864)

“Creo que la poesía, y por consiguiente la novela, se rebajan cuando se ponen por
completo a servir a la ciencia; cuando se transforman en argumento para
demostrar una tesis. (...) Feliz el autor de Dafnis y Cloe, que no consagró su obrilla
a Minerva, ni a Temis, sino a las ninfas y al Amor, y que logró hacerse agradable a
todos los hombres, o descubriendo a los rudos los misterios de aquella dulce
divinidad, o recordándolos deleitosamente a los ya iniciados. Ojalá viviésemos en
época menos seria y sesuda que esta que alcanzamos se pudiese escribir muchas
cosas por el estilo”.

Jacinto Díaz – Historia de la literatura griega (1865)

También debemos buscar en Grecia el origen de la novela (…) Dafnis y Cloe es


una novela de pastores, que se atribuye a Longo, de quien no se tiene noticia
alguna. Parece que sirvió de modelo al autor de Pablo y Virginia, quien aventajó
mucho al griego por la mejor dirección de la intriga, y sobre todo por la mayor
decencia.

Andrés González

Longo (...) dejó una novela pastoral Dafnis y Cloe en 4 libros. A vuelta de muchos
defectos en el plan, en los caracteres y en el estilo agrada por cierta delicadeza, y
por la naturalidad y concisión con que está escrita.

Manuel González Prada (Perú) – Pájinas libres

¿Será Valera como algunos spinsters o solteronas inglesas que a solas se pasan
horas enteras con los ojos fijos en un estereoscopio de fotografías pornográficas,
mientras en público se sonrojan y miran al cielo cuando escuchan hablar de brazos
y pantorrillas?

Leopoldo Alas – Los majos de Cádiz (1896)

Nada hay comparable á la célebre novela de Longo Dafnis y Cloe. En ella pueden
verse reunidas todas las perfecciones del género (…)

Emilia Pardo Bazán – Un aprendiz de helenista. ABC (13 de mayo de 1921)

Lo primero que yo leí de Don Juan [Valera] fue una traducción directa del griego,
«por un aprendiz de helenista» rezaba modestamente la portada. Me pareció una
égloga encantadora adaptada por un enamorado de la antigüedad eternamente
joven: un idilio de la Antología, extendido a la novela. Lo preferí al de Amyot, que
no perdona la crudeza del original.
Ángel Ganivet – Los trabajos del infatigable creador Pío Cid (1898)

«(…) decía que usted debía ser autor, pero no para romper sus obras. Si usted
escribiera un libro que se hiciera famoso…Vea usted algo que no muere tan
fácilmente. No es menester que fuera un libro grande. A mí las obras largas me
horripilan. Un libro como este que yo leo ahora y que es uno de mis favoritos.
¡Cuántos siglos hace que le escribieron y se lee siempre con el mismo encanto!...
—dijo tendiendo a Pío Cid el precioso volumen, que era una edición francesa
ilustrada de la Pastoral de Longo—. ¿Conocerá usted el Dafnis y Cloe, sin duda?
—Lo leí hace muchos años —contestó Pío Cid cogiendo el libro—. Aunque a usted
le desagrade oírlo, le diré que no es santo de mi devoción. Es demasiado femenino
o afeminado, es una obra de decadencia.
—¡No diga usted eso, por Dios! Es un idilio delicado y con un perfume silvestre que
encanta.
—A mí me parece una imitación sensual y profana de la historia de Adán y Eva.
Sólo que la serpiente engañó a la mujer para que ésta engañase al hombre, y
Liconia (creo que se llama Liconia la mala mujer que interrumpe el idilio) engaña al
hombre para que éste engañe a la mujer.
—No había oído jamás esa comparación, y no deja de ser curiosa.
—Si quiere usted se la escribiré en unos versillos que se me ocurren ahora mismo.
Usted cree que yo debo de ser poeta….
Cloe es la flor ideal que va a nacer
En Dafnis, tallo tierno y floreciente; Liconia es la fatídica serpiente
(Primera arruga en rostro de mujer)
Que arrastra con sigilo su impureza
Y se oculta en lo oscuro cautelosa,
Como eterno traidor, que, generosa,
Abriga entre sus pliegues la belleza».

Gabriel Miró – Niño y grande (1922)

Que apenas me rindió el sueño, lo tuve de honestísimas delicias, porque, sin


sortilegios ni diabólicas artes, no subió, sino que descendió a mi lado la hermanita
de Bellver, desnuda y casta como una tibia escultura, y estuvimos juntos, lo mismo
que Dafnis y Cloe, antes de que el pastor recibiese enseñanzas de la taimada
Lycenia.

Respecto a la influencia de Longo en la literatura española, el mismo Valera


reconoce haberse basado en él para su Pepita Jiménez (1874), y es bastante
evidente su eco en La madre naturaleza, de Emilia Pardo Bazán (1887).
Destacable es también la influencia de Longo en Niño y grande de Gabriel Miró
(1922) y en Los trabajos de Urbano y Simona de Ramón Pérez de Ayala (1923).
La influencia de Longo en Juan Valera se puede encontrar en la descripción del
amor como enfermedad que ambos hacen y la forma en que la naturaleza influye
en las relaciones.

Longo

Enfermedad de amor

La desazón se apoderaba de su espíritu, sus ojos no la obedecían, [...] descuidaba


su alimentación, pasaba las noches en vela; se quedaba dormida y al momento
despertaba sobresaltada [...] Con que estoy enferma e ignoro cual es mi
enfermedad [...] (libro 1).

Influencia de la naturaleza en las relaciones

La primavera estaba ya comenzando [...]; los carneros perseguían a las ovejas [...].
Se producían también persecuciones entre los machos cabríos [...] sobre las
cabras [...]. Semejante espectáculo incitaba al amor carnal (libro 3).

Juan Valera

Enfermedad de amor

Mi vida, desde hace algunos días, es una lucha constante. No se cómo el mal que
padezco no me sale a la cara. Apenas me alimento; apenas duermo.Si el sueño
cierra mis párpados, suelo despertar azorado, como si me hallase peleando una
batalla de ángeles rebeldes y ángeles buenos (p. 231).

Influencia de la naturaleza

Don Luis se sintió dominado, seducido, vencido por aquella voluptuosa naturaleza,
y dudó de sí (p. 288).
La tierra parecía toda entregada al amor en aquella tranquila y hermosa noche (p.
289).

Respecto a Emilia Pardo Bazán, se pueden ver ecos de Longo en el paso de la


amistad infantil al deseo entre los jóvenes protagonistas, la iniciativa de la mujer a
la hora de dar el primer paso en la relación y se ven también similitudes en la gruta
en la que se reunen los protagonistas, que en Longo es una cueva dedicada a las
ninfas y en Pardo Bazán una mina abandonada.
Longo

Paso de la amistad infantil al deseo

Cloe contemplaba a Dafnis y lo encontraba guapo; y como era la primera vez que
tal le parecía, atribuía al baño la causa de esta belleza. [...]
Fue entonces cuando, por primera vez, (Dafnis) admiró maravilado su melena [...] y
sus ojos [...] y su rostro[...]; como si entonces hubiera por primera vez adquirido la
vista y el tiempo anterior hubiera estado privado de ella (libro 1).

Iniciativa de la mujer

Cloe ya no aguardó más sino que, encantada con el piropo y deseando desde
hacía tiempo besar a Dafnis, se levantó de un brinco y le propinó un beso, un beso
torpe e inexperto pero bien capaz de inflamar su alma” (libro 1).

La gruta

“La entrada a la gruta estaba en el centro mismo de la gran gruta. De un manantial


brotaba sonoramente el agua haciendo correr un regalo, de tal manera que delante
de la gruta se extendía un prado muy risueño en el que la humedad alimentaba
una hierba muelle y abundante. Había también colodras, clarinetes, siringas y
caramillos, ofrendas dedicadas por antiguos pastores” (libro 1).

Emilia Pardo Bazán

Paso de la amistad infantil al deseo

A veces clavaba a hurtadillas los ojos en el lindo rostro de su compañero de


infancia, como si nunca le hubiese visto (cap. 1).

Iniciativa de la mujer

“Dos o tres veces retrocedió el montañés…sintiendo en la conciencia…y otras


tantas la niña volvió a acercársele, confiada y arrulladora, redoblando los
halagos…al fin, sin saber cómo…los rostros se unieron y los labios se juntaron…”
(cap. 1).

La gruta

“Poco distaba el famoso escondrijo […]. Coronaban el ribazo grandes peñascales,


y en su fondo existía una cantera de pizarra, ahondada y explotada al construirse
en el camino real, y convertida en profunda cueva, excelente asilo para ocasiones
como la presente. Abandonada hacía tiempo por los trabajadores de la cantera,
volvía a enseñorearse de ella la vegetación, convirtiendo el hueco artificial en
rustica y sombrosa gruta. En la cresta y márgenes del ribazo crecida tupida maleza
[…] al exterior se enmarañaba una abundante cabellera de zarzales, madreselvas,
cabeifollos y clemátides […] Siendo muy bajo el sitio, e impregnado del agua que
recogía […] encerraba una vegetación de invernáculo…” (cap. 1).

La similitud que se aprecia entre Longo y Gabriél Miró es el uso del ganso como
símbolo erótico. En la obra de Longo, Licenion utiliza el ganso como excusa para
llevarse a Dafnis y seducirlo, mientras que en Niño y grande el protagonista pasa a
la confianza del marido de la mujer que iba a seducirlo devolviéndole un ganso
perdido.

Longo

Con tal propósito, salió al día siguiente, como para ir a ver de nuevo a la partida, y
se fue derecha a la encina donde Dafnis y Cloe se sentaban. Fingiéndose con
primor toda consternada. «¡Sálvame — dijo—, oh, Dafnis! ¡Ay, infeliz de mí! ¡Un
águila me ha robado el más hermoso de mis veinte gansos! Fatigada con tal peso,
no ha podido volar hasta lo alto de aquel peñón, donde anida, y se bajó con su
presa a lo hondo del soto. Te lo ruego por Pan y las Ninfas: entra conmigo en la
espesura; liberta mi ganso» (libro 3).

Gabriel Miró

«Pasé a la confianza del hidalgo porque le devolví un ganso que se la había


escapado, saltando por la leña amontonada de su huerto-corral, paredaño del
nuestro (p. 113).

Y finalmente, en Los trabajos de Urbano y Simona (1923), de Ramón Pérez de


Ayala, los protagonistas se casan por designio de las madres de estos, pero
cuando llega el momento de consumar el matrimonio, son incapaces de hacerlo, ya
que, debido a los prejuicios morales de sus madres, no saben nada sobre el sexo,
de modo similar a lo que ocurría con Dafnis y Cloe en la obra de Longo, donde los
protagonistas, querían demostrarse físicamente su afecto pero no podían porque
simplemente no sabían cómo.

Nota: para los fragmentos seleccionados de las obras griegas he utilizado las
traducciones de Emilio Crespo (Etiópicas) y Juan Valera (Dafnis y Cloe).

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