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LA ESTRUCTURA INTERNA DE LA TIERRA

La estructura interna de la Tierra está formada por tres capas concéntricas de


diferente composición y dinámica, la corteza, el manto y el núcleo, que en conjunto
forman la geósfera, también conocida como tierra sólida.

En la física aristotélica, la palabra geósfera se aplicaba a cuatro lugares esféricos


naturales, anidados concéntricamente alrededor del centro de la Tierra, como
describe Aristóteles en sus lecturas Física (Aristóteles) y Meteorológica, donde
explica el objeto de la ciencia meteorológica o atmosférica. Se creía que explicaban
los movimientos de los cuatro elementos de la antigüedad: tierra, agua, aire y fuego.

En los textos modernos y en la ciencia del sistema Tierra, la geósfera se refiere a


las partes sólidas de la Tierra; se usa junto con la atmósfera, la hidrósfera y la
biósfera para describir los sistemas de la Tierra. En ese contexto, a veces se usa el
término litosfera en lugar de geósfera o tierra sólida. La litosfera, sin embargo, solo
se refiere a las capas superiores de la Tierra sólida (rocas de la corteza oceánica y
continental y el manto superior).

Como la de otros planetas terrestres (planetas cuyo volumen está ocupado


principalmente de material rocoso), está dividida en capas de densidad creciente.
La Tierra tiene una corteza externa rocosa compuesta por silicatos, un manto
viscoso, y un núcleo subdividido en dos capas, una externa líquida, mucho más
fluida que el manto y una interna sólida. Muchas de las rocas que hoy forman parte
de la corteza se formaron hace menos de 100 millones de años, durante el periodo
Cretácico. Sin embargo, las formaciones rocosas más antiguas conocidas tienen
4400 millones de años, lo que nos indica que el planeta ha tenido una corteza sólida
desde entonces.1

Gran parte de nuestro conocimiento acerca del interior de la Tierra ha sido inferido
de otras observaciones. Por ejemplo, la fuerza de la gravedad es una medida de la
masa terrestre. Después de conocer el volumen del planeta, se puede calcular su
densidad. El cálculo de la masa y volumen de las rocas de la superficie, y de las
masas de agua, nos permiten estimar la densidad de la capa externa. La masa que
no está en la atmósfera o en la corteza debe encontrarse en las capas internas de
la tierra. La fuente más fiable de la estructura interna de la Tierra la proporciona el
estudio de las ondas sísmicas, cuya velocidad está en función de los diferentes
parámetros físicos y químicos de los materiales que atraviesan.
CORTEZA

Es la capa más superficial donde habitamos,está formada por roca, la corteza


terrestre es una capa comparativamente fina; su grosor oscila entre 11 km en las
dorsales oceánicas y 70 km en las grandes cordilleras terrestres como los Andes y
el Himalaya.

Los fondos de las grandes cuencas oceánicas están formados por la corteza
oceánica, con un espesor medio de 7 km; está compuesta por rocas máficas
(silicatos de hierro y magnesio) con una densidad media de 3,0 g/cm3.

Los continentes están formados por la corteza continental, que está compuesta por
rocas félsicas (silicatos de sodio, potasio y aluminio), más ligeras, con una densidad
media de 2,7 g/cm3.

La frontera entre corteza y manto se manifiesta en dos fenómenos físicos. En primer


lugar, hay una discontinuidad en la velocidad sísmica, que se conoce como la
Discontinuidad de Mohorovicic, o "Moho". Se cree que este fenómeno es debido a
un cambio en la composición de las rocas, de unas que contienen feldespatos
plagioclásicos (situadas en la parte superior) a otras que no poseen feldespatos (en
la parte inferior). En segundo lugar, existe una discontinuidad química entre cúmulos
ultramáficos y harzburgitas tectonizadas, que se ha observado en partes profundas
de la corteza oceánica que han sido abducidas sobre la corteza continental,
incorporadas y conservadas como secuencias ofiolíticas.

MANTO

El manto terrestre se extiende hasta una profundidad de 2890 km, lo que le convierte
en la capa más grande del planeta. La presión, en la parte inferior del manto, es de
unos 140 G Pa (1,4 M atm). El manto está compuesto por rocas silíceas, más ricas
en hierro y magnesio que la corteza. Las grandes temperaturas hacen que los
materiales silíceos sean lo suficientemente dúctiles como para fluir, aunque en
escalas temporales muy grandes. La convección del manto es responsable, en la
superficie, del movimiento de las placas tectónicas. Como el punto de fusión y la
viscosidad de una sustancia dependen de la presión a la que esté sometida, la parte
inferior del manto se mueve con mayor dificultad que el manto superior, aunque
también los cambios químicos pueden tener importancia en este fenómeno. La
viscosidad del manto varía entre 1021 y 1024 Pa·s.3 Como comparación, la
viscosidad del agua es aproximadamente 10-3 Pa.s, lo que ilustra la lentitud con la
que se mueve el manto.

¿Por qué es sólido el núcleo interno, líquido el externo, y semisólido el manto? La


respuesta depende tanto de los puntos de fusión de las diferentes capas (núcleo de
hierro-níquel, manto, y corteza de silicatos) como del incremento de la temperatura
y presión conforme nos movemos hacia el centro de la Tierra. En la superficie, tanto
las aleaciones de hierro-níquel como los silicatos están suficientemente fríos como
para ser sólidos. En el manto superior, los silicatos son normalmente sólidos
(aunque hay puntos locales donde están derretidos), pero como están bajo
condiciones de alta temperatura y relativamente poca presión, las rocas en el manto
superior tienen una viscosidad relativamente baja. En contraste, el manto inferior
está sometido a una presión mucho mayor, lo que hace que tenga una mayor
viscosidad en comparación con el manto superior. El núcleo externo, formado por
hierro y níquel, es líquido a pesar de la presión porque tiene un punto de fusión
menor que los silicatos del manto. El núcleo interno, por su parte, es sólido debido
a la enorme presión que hay en el centro del planeta.

NÚCLEO EXTERNO E INTERNO

Información de ondas sísmicas provee la evidencia principal la de existencia del


núcleo terrestre. Las ondas sísmicas provenientes de grandes terremotos no
alcanzan ciertas áreas del lado opuesto de la Tierra.

La formación de esta zona puede ser explicada por la refracción de las ondas P
(cambia su ángulo de incidencia) cuando se encuentran con el límite del núcleo;
gracias a que la trayectoria de las ondas P pueden ser calculadas con precisión,
incluso el tamaño y la forma del núcleo pueden ser determinadas.

Una diferencia significativa entre las ondas P y las ondas S es que las ondas P
pueden viajar a través de materiales tanto sólidos como fluidos, mientras que las
ondas S pueden viajar únicamente a través de materiales sólidos.
La zona de sombra de la onda S es incluso más extensa que la zona de sombra de
la onda P y es precisamente debido a lo anterior. Las ondas S directas no son
registradas en toda la región comprendida a más de 103° de distancia del epicentro
del terremoto. De esta manera, la zona de sombra de la onda S parece indicar que
este tipo de ondas no atraviesan el núcleo en absoluto. De ello resultaría que el
núcleo de la Tierra sea líquido, o al menos que se comporte como uno.

La manera en la que las ondas P son refractadas en el interior del núcleo terrestre
(como muestran cuidadosos análisis de sismogramas) sugiere que el núcleo tiene
2 partes, a saber:

Núcleo externo: se extiende desde los 2898 km de profundidad (discontinuidad de


Gutenberg) hasta los 5154 km de profundidad (discontinuidad de Weichert). Las
características sísmicas del núcleo externo, especialmente la no transmisión de las
ondas S a través de él, hace suponer que se comparta como un líquido (para
numerosos autores sus materiales estarían en estado de fusión)
Núcleo interno: Se extiende desde los 5154 km hasta los 6371 km. Si bien su
composición es la misma que la del núcleo externo químicamente hablando, debido
a las grandes presiones a las que sus materiales están sometidos, se encuentra en
estado sólido.

AMENAZA, DESASTRE Y GESTIÓN DE RIESGO

Un riesgo natural se puede definir como la probabilidad de que un territorio y la


sociedad que habita en él, se vean afectados por episodios naturales de rango
extraordinario.1 En otras palabras, la vulnerabilidad de una población o región a una
amenaza o peligro natural.

Por el contrario, los riesgos antrópicos son riesgos provocados por la acción del ser
humano sobre la naturaleza, como la contaminación ocasionada en el agua, aire,
suelo, deforestación, incendios, entre otros.
La amenaza o peligro natural hace referencia a la probabilidad de que se produzca
un determinado fenómeno natural, de una cierta extensión, intensidad y duración,
con potencial para causar daños a personas o al entorno.1

La vulnerabilidad hace referencia al impacto del fenómeno sobre la sociedad,1 y es


precisamente el incremento de la vulnerabilidad el que ha llevado a un mayor
aumento de los riesgos naturales. La vulnerabilidad abarca desde el uso del
territorio (exposición al riesgo) hasta la estructura de las construcciones y
mecanismos de alarma y aviso (sensibilidad socioeconómica), y depende
fuertemente de la capacidad de respuesta de la población frente al riesgo
(resiliencia).

El número de desastres humanos ha aumentado en los últimos años porque al ir


creciendo la población, el número de personas a los que afectan está siendo mayor
cada vez. Por otra parte el traslado de muchos habitantes a las ciudades con el
proceso de éxodo rural acentuado sobre todo en los países subdesarrollados, hace
que cuando se produce cualquier incidente en la proximidad de una gran ciudad las
consecuencias sean dramáticas. Un solo terremoto, con epicentro en la ciudad
china de Tangshan, mató a más de 250 000 personas en 1977.

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