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(Éxodo 17:14-16) Entonces dijo el SEÑOR a Moisés: Escribe esto en un libro para que sirva
de memorial, y haz saber a Josué que yo borraré por completo la memoria de Amalec de
debajo del cielo. (15) Y edificó Moisés un altar, y le puso por nombre El SEÑOR es mi
Estandarte, (16) y dijo: El SEÑOR lo ha jurado; el SEÑOR hará guerra contra Amalec de
generación en generación.
Ninguno de los pueblos de la región se atrevieron a tocar a Israel, porque habían oído de lo
que Dios había hecho con ellos. Todos tuvieron temor de Dios, excepto Amalec.
A Dios no se le pasa nada por alto. No podemos complacerlo con una “obediencia a medias”,
ya que para Él eso equivale a desobedecer. Dios vio lo que hizo Saúl, y se lo hizo saber a
Samuel.
Saúl casi cumplió con la orden que Dios le había dado. Pero creyó que era una lástima
destruirlo todo, de modo que salvó a Agag, soberano de los amalecitas. Ahora, Saúl no tenía
más derecho de salvarlo a él que el que tenía de salvar al campesino más humilde entre los
amalecitas. Esta nación estaba entregada completamente a la maldad, y el rey, más que todos
los demás, debía haber sido juzgado en aquel entonces. Saúl tampoco tenía derecho alguno
de salvar de la destrucción a lo mejor del ganado. Parece que lanzó este ataque con el único
objetivo de obtener un gran botín y despojos, precisamente lo que Dios le había prohibido
hacer.
Vemos aquí la baja motivación de este hombre. Dijo que por miedo al pueblo y por lo tanto,
había obedecido los deseos de ellos. Es decir, que Saúl quería complacer a todos. En la
actualidad, hay muchos que son como Saúl. Hay algunos, incluso, que tratan de agradar a
todos y hasta comprometen su mensaje, privándolo de elementos que puedan incomodar,
porque quieren llevarse bien con todo el mundo. Así también fue como Saúl se enfrentó a
esta situación. Ahora, es verdad que Saúl confesó que había pecado, pero su arrepentimiento
no era genuino.
Dios había hecho rey a Saúl y entonces le quitó el reino, debido a su pecado. No era Dios
quien había cambiado de idea o de actitud, sino Saúl. Saúl había pecado y por lo tanto, Dios
tenía que juzgarle. Y dijo Saúl entonces en el versículo 30 de este capítulo 15 del primer libro
de Samuel:
Cuando la Biblia dice que Dios se arrepintió pareciera dar a entender que Él hubiera
cambiado de parecer. Pero la verdad es que Dios no había cambiado de opinión. Dios dijo
desde el principio que si Saúl no se comportaba bien, le quitaría. Saúl pecó, y por lo tanto
Dios lo apartó de su puesto como rey. Simplemente cumplió Su palabra porque Dios aún
aborrece el pecado y lo juzga. Saúl había sido una elección del pueblo, y había fracasado. Sin
embargo, vemos aquí que Samuel lloró por él. Creemos que Samuel amaba sinceramente a
Saúl. Muchísimo más de lo que amaría después a David. Y lamentó profundamente ver
fracasar a este hombre. Es por eso que sus palabras a Saúl fueron tan duras y severas; porque
procedían de una persona que le amaba. Además, estas palabras de Samuel también procedían
del corazón de Dios. Estimado oyente, el amor de Dios no le disuadirá de juzgar a los
pecadores. Él puede amarlos y de todas formas, ejecutar Su juicio. Recordemos que nuestro
Dios, es un Dios santo y justo, así como también es un Dios amante.
En esta lección, hay algo que no quiero dejar sin comentar. En el versículo 23, el profeta
compara la rebelión y la desobediencia con la adivinación, la idolatría y la iniquidad.
(I Samuel 15:23) Porque la rebelión es como pecado de adivinación, y la desobediencia,
como iniquidad e idolatría. Por cuanto has desechado la palabra del SEÑOR, El también te
ha desechado para que no seas rey.
¿Por qué hace esta comparación? A simple vista, parecería que una cosa no tiene nada que
ver con la otra. Sin embargo, la esencia es la misma.
Cuando un pagano busca a un dios falso, no lo hace con el afán de buscar la “voluntad” de
su ídolo. Más bien, lo busca para que éste le haga un favor y cumpla el deseo del
adorador. De la misma forma, el rebelde y desobediente no busca cuál es la voluntad de
Dios, sino que presiona para hacer su propia voluntad. En esto se asemeja a un idólatra o a
un hechicero.
Saúl casi cumplió con la orden que Dios le había dado. Pero creyó que era una lástima
destruirlo todo, de modo que salvó a Agag, soberano de los amalecitas. Ahora, Saúl no tenía
más derecho de salvarlo a él que el que tenía de salvar al campesino más humilde entre los
amalecitas. Esta nación estaba entregada completamente a la maldad, y el rey, más que todos
los demás, debía haber sido juzgado en aquel entonces. Saúl tampoco tenía derecho alguno
de salvar de la destrucción a lo mejor del ganado. Parece que lanzó este ataque con el único
objetivo de obtener un gran botín y despojos, precisamente lo que Dios le había prohibido
hacer.
No fue solamente el pueblo el que había elegido a Saúl, sino también Samuel. Samuel amaba
a Saúl y quería que saliera bien como rey. Él quizá quería que Saúl, aun más que David, que
reinaría después, tuviera éxito. Sin embargo, Dios en ese momento había desechado a Saúl,
y Samuel, que era obediente a Dios debía ejecutar las órdenes de Dios. Saúl había sido
desobediente, y el juicio entonces vendría sobre él.
“Najam” – significa “anhelar, suspirar por alguien, o gemir”. Llegó a significar “lamentar,
afligirse, o apenarse”. Hay que tener en cuenta que cuando dice el texto que Dios se arrepintió
no estamos hablando de equivocación sino de sentimiento y dolor.
Escuchemos a Saúl al comenzar a hacer uso del lenguaje ambiguo en un esfuerzo por encubrir
su mala conducta bajo falsas apariencias. Dijo que había tenido un motivo muy piadoso para
salvar algunos animales. Quería tener animales excelentes para ofrecerlos en sacrificio al
Señor. Éste fue un esfuerzo por tratar de encubrir su desobediencia. Ahora, cuando su
desobediencia se descubrió, observemos que trató de culpar al pueblo de lo que había
sucedido,
Saúl se jacta de su obediencia ante Samuel. De esta manera piensan los pecadores, que
justificándose a sí mismos, escaparán del juicio del Señor.