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Benkahis, S. V4 | taseugmnlecions Occhio [ey Cervjnetcou y de los nifios y ninas en las comunidades minoritarias. El esta- tus de las mujeres y de los nifios ynifias constituye una prueba de fuego para las aspiraciones multiculturalistas y sus defenso- res te6ricos, porque la tensién entre una perspectiva universa- lizante de derechos humanos y la defensa de précticas cultural- mente especificas ~que pueden refutar dicha perspectiva de derechos~ llega a su punto maximo en torno de estos temas, Enel capitulo 4 también trazaré el esquema del enfoque demo- critico deliberative para resolver conflictos multiculturales, EI modelo democrético deliberativo considera a las personas como seres capaces de elaborar narraciones y resignificaciones culturales, que @ través de sus acciones se reapropian y trans- forman sus legados culturales, Al contrario del esfuerzo unila~ teral de gran parte de la teoria liberal actual para encontrar tuna respuesta jurfdica alos dilemas multiculturales, hago énfa- sis en los procesos de comunicacién, controversia y resignifica- cidn cultural que tienen lugar en la sociedad civil Las medidas y las ditectivas juridicas, por cierto, cumplen un papel crucial al enmarcar los limites dentro de los cuales deben desarrollarse nuestras acciones, Sin embargo, la comprensién intercultural se fomenta principalmente mediante los procesos de com prensién y comunicacién dentro de la sociedad civil be Gbhi-n P 4 El multiculturalismo y la ciudadania de género Desde que las culturas y las sociedades humanas han interac- tuado y se han comparado entre si, el estatus de las mujeres, de los nifios y las nifas, y los rituales del sexo, el matrimonio. y la muerte han ocupado un sitio especial en la comprensién intercultural. La discusi6n de Plat6n sobre el estatus de las mujeres y de los nifios y nifias en la Republica constituye un episodio memorable de esta historia. En el libro v de la Repit- blica, Socrates esgrimfa su timidez astuta caracteristica e intro- lucia la idea de que los guardianes compartirian a sus esposas ¢ hijos y se les pedirfa que se apareasen de acuerdo con los principios de la selecci6n eugenésica (Platén, 1968: 138). Cons- ciente de hasta qué punto sus propuestas eran una afrenta a las visiones vigentes entre sus conciudadanos sobre el hogar sriego ~el oikos- y para compensar la pérdida de sentimientos especiales de apego y lealtad entre los progenitores y su descen- dencia que generarian sus propuestas, Sécrates luego se apro- vecha del mito de que la tierra es la madre de todos, Volviendo a este episodio, en la Politica Aristételes puso en palabras algunos de los sentimientos comunes de los ciudada- Nos atenienses con respecto a la extrema experimentacién social de Platén y Sécrates, Aristételes objetaba que Platén tenfa una idea equivocada sobre el tipo de unidad apropinda para cada esfera de la vida humana, Segtin este autor, Platén ‘ono jp aod sryyt & sou ‘sasa{ous sns eae oxenent oven je A ‘opey sun aod ‘souryn2emue So}9(ns $0] ap wI>UR!IUOD Bp pero] annua oyu souoppenipuyaty A souparap anus anbou> p pepueys vod snSumstp 2qisod sa out ‘a1in0 oso opuens (seRo) jap O1qULE [a ‘sap sa) exaps9e329229, nye usgew 20 {8 &zafojord waed (epua}ouoD Kup 2p sspen.aq] s0[ tap s9) oppuss s5ur1d > ua sopeatid sowp2r9p soy openIN -yunwoo sequnstp uo sozofnur sey ap styeysa [2 UaLLIa!>UOD a}ats “«pjereg 10d sepezauinua svomagad as0p se aq “(92-97 :000%) voyjdua off anb of opor & saza{nur se] ap opeutpsogns sn7F3s9 Jp ‘Sorsanuu sns e reu1939 19pod vied sampuny so} ap soprpad soy Spepa vpeutusaap eun ap spndsap 0 axduiais vas vA ‘seaxiqnd sejanosa v seutu A soutu sus & re1AuD e ystUte soy & soueNTS Soy ap vanvSau oy ‘sopeuo!sypedy sayueqany so] aszeynb o asrouod ap ys eiouaysisur ef ‘O[Joqe> ns opuariqno orxwEIst ojanued 6 qufiy [a uasn seuru se[ anb ered eueusjnsnur epuaysisut x] ‘ugioereU ap sasvp se] & serzodap soy owo> epaus uoIDeINps ap souquiy sowo!> ap seuTU se[ e resnar ap euCUA|NsNUE won -opad by ‘odiana ns ap saysed seno ap o ‘seutu A soure so] 2p Sey] -y(out se ap upr>ex922] 0] ‘sopIqryord oosauased ap sopes8 ap oxuap sorvourtzyeur soy ‘sopeffazze sooMETeU soy ‘so[CUUTUR so] ® seoytioes exed soypnf A saueurnsnur soporgur soy “eur -e8yod ey ‘euruautay ugIsUNoAND ef :TeMIAMII}UE UOT IeNEAI ap sanboy> weoaozd ejauansay uoo anb seanogsd 20p ap east] bun BUOMOgFUOD WPIE, NIPHYE ‘TeARIANUL eIIwaRST -209 P| ap setuBtua soy arqos oansneYxe o}aTUEE UN Uy -epeatad vy A eoriqnd erayso B[ uvouvwiap anb sows] sof ap oe] of e ayuaurepunjord ‘Spud waquays as [eamaynozayUT BIDUAZapIp e| ap SeyDaxq se] ‘sO UAL -apip sajeanyjno sodna8 uemses9}ur opueng ‘seHostatp aytaut -vpunyoxd svzeure spuu sajermayno seyany sey ap seunsie ‘serp sonsanu ua ugiqurey ‘anboaosd ‘ayzanur e[A o1uatwsTD0U [9 ‘Oxos ep woremnar vy A sean ‘souru ‘sazafnur e adnppur orfdure opn. 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La esfera de la vida sexual y reproductiva es un foco central en la mayoria de las culturas humanas (Okin, 1999: 12-13). La regulacién de estas funciones crea la linea divisoria entre natu- raleza y cultura: todas las especies animales necesitan aparearse y reproducirse para sobrevivir, pero la regulacién del aparea- miento, la sexualidad y la reproduccién de acuerdo con “reglas de parentesco”, tal como lo explicé Claude Lévi-Strauss en Las estructuras elementales de parentesco (1969), es la linea que separa phtisis de némos. La naturaleza no indica quién debe aparearse con quién; sin embargo, todas las sociedades huma- nas conocidas regulan el apareamiento con fines reproductivos © no reproductivos y crean un universo simbélico de significa- dos seguin las reglas de parentesco y los tabties sexuales que se establecen. Las mujeres y sus cuerpos son sitios simbélico-cul- turales sobre los que las sociedades humanas inscriben su orden moral. En virtud de su capacidad de reproduccién sexual, las mujeres median entre la naturaleza y la cultura, entre la especie animal a la que todos pertenecemos y el orden simbélico que nos convierte en seres culturales. Desde El segundo sexo (1949) de Simone de Beauvoir, la teo- ria feminista ha analizado en profundidad por qué esta fun- cién de las mujeres como mediadoras entre naturaleza y cul- tura las convierte a su vez en objeto de afioranza y temor, deseo ULTURALISHG ¥ LA CIUDADANIA Oe GENERO 1 149) y buida.* Los pasajes de entrada y salida de la vida humana usualmente estén marcados por la presencia de lo femenino: siempre e inevitablemente, en el caso del nacimiento; por lo general, aunque'no necesariamente, en el caso de la muerte, puesto que los magos, los sacerdotes y los chamanes varones también pueden cumplir un papel importante en la ceremonia de la muerte. La mujer de la especie, que preside sobre estas funciones, controla instancias de enorme vulnerabilidad en la vida humana: cuando entramos al mundo, estamos indefensos como infantes; y cuando lo dejamos, estamos igualmente inde- fensos frente a la muerte. Dicha vulnerabilidad genera emocio- nes de intensa ambivalencia hacia las mujeres, que son consi- deradas las porteras de estos pasajes humanos, Desde un punto de vista ontogenético -es decir, en la vida del individuo humano-, la esfera privada es la que primero se encuentra y, por lo tanto, deja las marcas més profundas de ambivalencia sobre la psiquis. Debido a que los procesos en esta esfera mar- can la psiquis humana durantes sus estacios formativos més ‘tempranos, también son los que estén més cercanos al meollo de las cuestiones identitarias. Los conflictos interculturales, que desaffan el orden simbélico de estas esferas porque remue- ven los resquicios més antiguos y profundos de la psiquis, son ‘més proclives a generar las respuestas emocionales més inten- sas. Ast, la pérdida de la propia cultura, el desarraigo cultural y Ja mezcla de culturas con frecuencia se presentan en términos sexualizados: la propia cultura ha sido “violada’, afirman los primordialistas, por las costumbres y los habitos nuevos que se Jehan impuestos a intermixtura cultural a menudo es descrita 2 De Beauvoir, 1949: 306 y ss y Ortner,“Is male to female as nature is to culture?” (s974) [*gEs la mujer con respecto al hombre lo que la naturaleza ala cultura?” 1979.)

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