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Situación General

El paradigma de la humanidad nos dice que la fase actual del capitalismo de “libre
mercado” -otra vez devenido salvaje- impera sin competencia a nivel global, pues
todos los modelos alternativos sucumbieron o amenazan derrumbarse. Estamos
ante sistema que ha logrado, a escala global, consolidar modelos de democracia
que enmascaran a los poderes económicos supranacionales y que garantizan e
institucionalizan las reglas de juego para su reproducción y concentración. Estos
modelos económicos tienen su correlato en modelos políticos, sociales y culturales
que, a su vez, validan el “sentido común” de valores consumistas, individualistas e
insensibles en donde lo material parece estar por encima de la dignidad humana.
Hay una especie de anestesia o alienación cultural en donde la sociedad acepta
(confundida por las luces de colores y las novedades de la propaganda
consumista) un sistema que naturaliza el descarte a los márgenes de la exclusión
social a miles de millones de seres humanos, mientras el bombardeo de
información se encarga de justificar esa situación y distraer a la “opinión pública”
con el lanzamiento de la nueva marca de algo o con alguna “noticia judicial”. Se
naturaliza con diversos mecanismos el descarte de seres humanos como si se
pudiera descartar la vida al igual que se descartan los papeles de la comida
chatarra. La miseria, el hambre, la falta de trabajo, la falta de tierra, de agua
potable, de una vivienda digna y un hábitat saludable, la falta de acceso a la salud
de miles de millones de mujeres, hombres y niños parece no dolerle como una
llaga en el cuerpo a la sociedad de consumo. Si la sociedad se conmueve, se
moviliza o se indigna ante las injusticias, el sistema se reinventa y tiene una
respuesta para invisibilizar cualquier alternativa al status quo, demonizando a todo
aquello que se organice y mostrando permanentemente la imposibilidad de
cambiar las cosas. Los conflictos sociales y sindicales son transmitidos como parte
del informe de tránsito o como cualquier otra noticia como si no fueran personas
las que sufren y reclaman sus derechos. Se promueve permanentemente el
“sálvese quien pueda”, la competencia, la meritocracia como si fuera acaso
imaginable que exista un ser humano con más mérito que otro como para acceder
a una vida digna. Lo cierto es que este capitalismo viene consolidando su
hegemonía desde que cayó el socialismo real (con la caída del muro de Berlín), el
derrumbe del estado de bienestar europeo (luego de la “crisis” de crecimiento e
hiperconcentración de los mercados de capitales de 2008), un continente asiático
que compite a la par con EEUU en los mercados del mundo y una Latinoamérica
con limitaciones para construir un modelo alternativo real, profundo y estable. Las
naciones han perdido peso frente a los círculos internacionales que deciden el
rumbo de la economía globalizada y parece muy difícil vislumbrar un polo de poder
regional lo suficientemente grande como para contrarrestar esa hegemonía.
¿Cuál es el modelo alternativo al capitalismo? El nuevo dilema a resolver es
concebir y construir ese modelo alternativo. Venimos discutiendo
aproximadamente desde el 2011 que este es un nuevo capitalismo y por lo tanto
necesitamos comprender más cabalmente las nuevas relaciones sociales,
culturales, económicas que rigen en esta nueva etapa. Nuestro planteo respecto
del capitalismo financiero actual se aleja de la posibilidad de destruirlo, de
eliminarlo, mediante la insurrección o la toma del poder, sino que entendemos que
el poder popular y la correlación de fuerzas para conquistar una patria justa y un
mundo en donde reine la paz y la igualdad, se construye con diversas estrategias.
Los únicos que tienen una estrategia concreta de intentar destruir al capitalismo
son ALGUNOS procesos árabes que resisten la invasión militar interimperialista (el
brazo armado de la economía de mercado) en su territorio. La historia dirá cuando
el sistema capitalista va a ser reemplazado por un sistema más justo, pero
tampoco podemos sentarnos a esperar a que entre en crisis por sí mismo y caiga
la fruta madura. No podemos pensar un modelo alternativo al capitalismo como
en el siglo XX y las ideas de hoy no son suficientes para construir un programa
alternativo que permita integrar las nuevas demandas sociales a un proyecto de
país. El capitalismo ha logrado resolver el problema de sacarse de encima a quien
detentaba el poder para transformar el sistema (la clase trabajadora) con una
revolución tecnológica nunca vista, que le permite reemplazar a obreros por
máquinas que tienen mucha mayor productividad y no reclaman derechos. Al
mismo tiempo pueden migrar de un país a otro sin problema porque su poder
económico es trasnacional. Eso quiere decir que bajo la hegemonía de este
capitalismo financiero hiperconcentrado y trasnacional, el problema de los
trabajadores excluidos y sin derechos, es un problema de escala global y nuestra
tarea era pensar una política de defensa de ese sector social que pretendemos
representar. Paradójicamente, aún ante la ausencia de modelos alternativos, el
nuevo cuco para capitalismo son los excluidos. El sujeto social con potencial
transformador, el sector más dinámico dentro de la clase trabajadora que no tiene
nada que perder salvo sus cadenas, son los marginados, los inmigrantes, los
refugiados, los trabajadores de la economía popular, los últimos de la fila de la
humanidad. No pueden resolver el problema del descarte que genera este
capitalismo envuelto en una vorágine consumista que excluye a la gran mayoría
de la humanidad de condiciones de vida dignas, que genera miseria, hambre,
esclavitud y atenta contra la sustentabilidad del planeta contaminando y
destruyendo los equilibrios ecológicos. Este problema reaparece
permanentemente cuando las multitudes carecientes y desesperadas irrumpen en
la zona de confort de quienes están integrados, provocando el miedo a aquello
que consideran diferente y la violencia para reafirmar esa diferencia. Con la
economía popular empezamos a esbozar un Intento de “erosionar” al capitalismo
generando islas de desarrollo, de aire puro (agujeros en el queso del capitalismo),
en donde construimos un proceso económico y social en otra velocidad, con Leyes
diferentes, pero subsidiadas por la economía de mercado. Decimos “erosionar” al
capitalismo porque es una economía diferente a la del mercado pero que no sale
de sus reglas generales. En esta convivencia con la economía de mercado,
debemos construir las condiciones para un nuevo “pacto económico, político y
social” que siente las bases de un piso de dignidad para el pueblo, mientras
generamos las condiciones para la victoria de un proyecto de país alternativo,
estable e integrado en un bloque regional latinoamericano, que nos garantice la
posibilidad de construir una patria justa, libre y soberana.

La integración Latinoamericana

¿Qué es ser anticapitalista en el mundo de hoy? Si bien los modelos alternativos


que se construyeron en América Latina pueden representar el punto más alto de
acumulación y de enfrentamiento al capitalismo en esta etapa, debemos hacer una
evaluación profunda de los aspectos positivos y negativos de los procesos que
fueron los que más se acercaron a construir un modelo alternativo. Podríamos
decir que lo que intentamos hacer, fue amansar o domesticar al capitalismo. El
modelo Boliviano y Venezolano, son procesos en donde el Estado, a través de la
expropiación soberana como uno de los resortes estratégicos de su economía,
desarrolló un modelo económico redistributivo más justo pero a partir de la
dependencia de los recursos naturales como el gas y el petróleo. En el caso
Argentino, lo que se hizo fue aumentar la recaudación del Estado con impuestos al
campo principalmente y a la nacionalización de las AFJP y, desde un Estado
fuerte, avanzar en la distribución de esos excedentes de la renta hacia los más
humildes. Es decir, no avanzamos en los aspectos estructurales de la
concentración económica ni desarrollamos un modelo productivo soberano.
Nuestros modelos lograron “Amansar” al Capitalismo financiero global, aunque no
lograron estabilizar esos modelos alternativos ni pudimos lograr una integración
regional que no fuera la de mercado. Es importante encontrar el mejor camino
para la integración en el mundo, es decir, o nos integramos al mundo bajo las
reglas del mercado o nos integramos al mundo con una política regional soberana.
¿La Industrialización y la sustitución de importaciones hoy son sinónimo de una
política de desarrollo soberano? ¿O la sustitución de importaciones lo que hace es
profundizar la dependencia con los mercados mundiales? Es inconcebible que, en
un proceso popular de 10 años, no hayamos podido desarrollar un automóvil
100% latinoamericano teniendo en cuenta la potencia de la industria automotriz en
la región, en vez de ser solamente ensambladores o productores de partes de las
grandes marcas de automóviles europeos o norteamericanos. Es inconcebible
que el Estado argentino no tenga grandes puertos y que los elevadores de granos
desde donde argentina exporta sus oleaginosas y cereales al mundo sean
privados y estén en manos de un puñado de empresas extranjeras cuando el
sector representa casi un 39% del total de las exportaciones. Es inconcebible que
en Argentina el 2% del total de las empresas del sector de alimentos y bebidas
facture más del 63% de las ventas minoristas y que también sean extranjeras
todas las empresas líderes del consumo interno. Durante la década pasada hubo
dos ideas de modelos de integración, uno de integración de mercados como fue el
Mercosur y un modelo más de integración de los Estados y los Pueblos, propuesta
que se empezó a esbozar en la Isla Margarita con Hugo Chávez, Lula Da Silva y
Néstor Kirchner. Allí se plantearon las primeras ideas, como construir un banco del
sur y una moneda fuerte de intercambio latinoamericana para evitar la
dependencia de divisas extranjeras y para financiar grandes obras de integración
energética, de infraestructura ferroviaria y fluvial, y otras propuestas de integración
económica de la región que no pudieron avanzar en su desarrollo. A grandes
rasgos, podríamos decir que el ALCA, aunque fue cuestionado, nunca perdió
totalmente su vigencia y el ALBA no terminó de consolidarse como una alternativa
profunda y estable.

El modelo neoliberal y las limitaciones del Proyecto Nacional durante la


presidencia de Néstor nosotros decíamos que era la etapa histórica de “salir del
infierno”. Fue un liderazgo emergente de la crisis de 2001 que pudo demostrar que
era posible darle pelea al poder real desde el poder del estado y, a partir de la
reivindicación de la política, proponer un proyecto de país alternativo al
neoliberalismo de Menem y De la Rua. Se frenó el avance del Acuerdo de Libre
Comercio para las Américas impulsado por EEUU para la región, se reestructuró
la deuda argentina con el FMI y se empezó a construir un modelo de integración
latinoamericana más soberana, diferente al consenso de Washington. Durante la
primera presidencia de CFK, luego de la estatización de las AFJP, vino la etapa de
mayor redistribución de la riqueza hacia los sectores más humildes, con una gran
cantidad de subsidios para los sectores más vulnerables. En el congreso del 2011
en Termas de Rio Hondo, nuestro eje vertebrador fue la necesidad de construir
una herramienta que le de visibilidad y protagonismo a los sectores del trabajo sin
derechos, que habían sido alcanzados por el derrame inducido de nuestro
gobierno. Nuestra consigna era pasar del subsidio al salario, al trabajo digno.
Nuestra consigna era Somos lo que falta. Eso sólo se podía realizar si el Estado
invertía fuertemente en el sector no sólo con recursos, sino protegiendo,
dignificando y reconociendo institucionalmente a este sector de la economía real.
Necesitábamos la herramienta de lucha para defender los derechos de los más
humildes y empezamos a desarrollar la CTEP en función de intentar visibilizar al
sector, construir una herramienta sindical reivindicativa y marcar los problemas
estructurales del modelo. La segunda presidencia de CFK fue la etapa de evitar la
crisis económica a cualquier costo. Eso hizo que tapemos el conjunto de los
problemas políticos que arrastrábamos. Nosotros veníamos planteando que el
modelo de Cristina era un modelo reformista, de derrame inducido y que había
llegado al límite de sus posibilidades redistributivas. Desde la situación estratégica
de los trabajadores, pasamos de una situación de avance, a una situación de
estancamiento, de meseta. No retrocedíamos, pero estábamos estancados. Esta
situación era un problema serio de cara al futuro inmediato si no atacábamos los
problemas estructurales en lo político, en lo económico y en lo social.
Comenzamos a esbozar con el “Segundo Tomo” las propuestas políticas para
“profundizar” el proyecto nacional y evitar el estancamiento. En el congreso del
2013 en San Martin, el eje vertebrador fue la construcción de autonomía política
planteando fuertemente nuestras diferencias con la centralidad del gobierno en
cuanto a la construcción política que venía achicando su base de sustentación
debido al sectarismo, a la soberbia y la mezquindad en el manejo del poder que
fue alejando a varios sectores del campo nacional y popular que habían
acompañado al modelo tiempo atrás. Desde 2009 en adelante el gobierno se fue
peleando con los sectores del campo medianos y pequeños como Federación
Agraria y con los Movimientos Populares como la CCC y Barrios de Pie. Luego de
la muerte de Néstor en octubre de 2010, vino el distanciamiento con la mayoría del
Movimiento Obrero Organizado, los Intendentes, Gobernadores y algunos
dirigentes del Peronismo. El proyecto Nacional iba perdiendo fuerza y no tenía
relevo. Cristina impulsa en 2011 la política de “unidos y organizados” con
centralidad en La Cámpora y discutimos muy fuerte porque considerábamos un
error que Cristina transfiriera su poder “sólo a los suyos”. Nosotros decíamos que
Cristina tenía que ir preparando su relevo instalando algunos dirigentes a nivel
nacional para tener opciones en las elecciones presidenciales de 2015. Decíamos
que, para estabilizarse en el tiempo, era imprescindible que el proyecto nacional y
popular trascendiera al liderazgo de un hombre o una mujer porque se debilitaba,
perdía fuerza y se quedaba atado al ciclo biológico de un liderazgo. Finalmente
decidió con su dedo que todos se den un baño de humildad para imponer a Scioli,
pero no lo acompañó ni desde su liderazgo ni desde el poder del estado que
todavía detentaba.

La alternativa al modelo neoliberal en el siglo XXI

El modelo económico y social de nuestro anterior gobierno no comprendía


cabalmente la fase actual del capitalismo financiero global, y, por lo tanto,
concebía políticas del siglo XX para problemas del siglo XXI. No tenía políticas
para los trabajadores excluidos ni los concebía como trabajadores. La renta
financiera no sólo no fue gravada impositivamente, sino que son de los sectores
que más ganaron en la década pasada junto con los exportadores de materia
prima (soja fundamentalmente). La política de consumo interno, de
industrialización y de sustitución de importaciones, no resuelve el problema de la
integración de argentina en los mercados del mundo y mucho menos resuelve la
injusticia dentro de la clase trabajadora, sino que más bien la consolida y la
agudiza. Esas políticas sólo les resuelven el problema a los trabajadores de punta,
calificados y muy bien remunerados, que sólo representa a una parte de la clase
trabajadora. El desarrollo de las fuerzas productivas es indispensable para generar
las riquezas que permitan absorbiendo excedentes- soportar el costo de una
sociedad inclusiva. Pero no soluciona, por sí mismo, la falta de empleo ni la
desigualdad dentro de la clase trabajadora. Hay que tener en claro que la
distribución justa de la riqueza para nuestro pueblo no debe darse sólo a partir del
ingreso porque caemos en el error de reproducir, aún más, el modelo neoliberal.
La política de subsidios y la distribución de la riqueza solamente a través del
ingreso y del consumo provoca, en términos concretos, una mayor concentración y
extranjerización de la economía, lo que significa mayor dependencia y
desigualdad. El mejor ejemplo es el fenomenal negocio que significó una buena
política como la asignación universal por hijo para las empresas que concentran la
venta de alimentos y bebidas. Ante cada aumento de la asignación le seguía un
aumento de los precios, y los niños y niñas más pobres no llegaban a alimentarse
dignamente con su ingreso mensual debido a la inflación. En la última década
hemos avanzado mucho, aunque sea verdad que ese avance tuvo más de
reparación que de innovación, más de reconstrucción que de creación. No
logramos resolver los problemas que siempre acechan a nuestra economía
cuando imperan criterios distributivos, ni consolidar el crecimiento, ni abordar con
eficacia lo que hemos llamado “nueva cuestión social” ni, mucho menos,
consolidar el bloque social hasta el punto de crear condiciones hegemónicas. Es
por eso que, de ahora en más, el avance tendrá que ser distinto porque hemos
llegado a un límite en cuanto a la posibilidad de restituir lo perdido. Cuando el
pueblo recupere el gobierno habrá que tener muy claro que avanzar más exigirá
cambios estructurales y nos obligará a entender en toda su dimensión que el
mundo ha cambiado, que este capitalismo con predominio financiero globalizado
no es la sociedad industrial que conocimos, que la organización del trabajo es otra
y que las nuevas tecnologías reducen la demanda de mano de obra generando
una problemática social distinta y más grave en tanto excluye, margina y
profundiza incesantemente la desigualdad. Cuando iniciemos la nueva etapa con
el pueblo en el poder, la victoria final dependerá de que se asuma la necesidad de
reconstruir el bloque social agrietado, fortalecerlo, concientizarlo y empoderarlo.
Porque esta vez será preciso volver a cambiar la historia, como en el 45. Es
necesario reconstruir el bloque social y la fuerza política necesaria, para decidir,
democráticamente, cuáles serán los medios y rumbos que nos llevarán a la meta
de la patria justa, libre y soberana. Nuestra prioridad debe ser llegar al gobierno
para realizar las transformaciones de las estructuras del Estado y construir, desde
ahí, la correlación de fuerzas para disputar el poder real y lograr las
transformaciones de las estructuras económicas, sociales, políticas y culturales
alternativas a esta hegemonía neoliberal. En nuestro” Proyecto Nacional”, la
distribución justa de la riqueza debe darse a partir del ingreso y también a
través de la distribución del capital, a partir del acceso al conocimiento, y a
través de la distribución de la tierra y del trabajo. De esa manera, se evita que
el efecto distributivo de los ingresos derive en una mayor concentración en pocas
manos y deja lugar a un proceso de nacionalización, democratización y
federalización de la economía. Hemos ido definiendo algunas políticas que
deberíamos impulsar para transitar ese proceso hacia una sociedad más justa en
la Argentina del siglo XXI. Un gobierno popular debería impulsar una política
económica de desarrollo en tres tercios: Estatal, Privada y de los
Trabajadores (economía popular, social, cooperativa). Debemos ir definiendo
qué funciones debería tener ese Estado y cuáles deberían ser sus prioridades en
la inversión económica y presupuestaria que garanticen un piso de dignidad para
el pueblo. El rol del Estado en la regulación del mercado interno haciendo reservas
de mercados locales y regionales para desarrollar y proteger a la economía
popular y garantizar la soberanía alimentaria. El rol del Estado en la distribución de
la Tierra para fines productivos lo que permite democratizar, nacionalizar y
federalizar la economía, así como también, su distribución para el acceso a la
vivienda. La política de Estado para garantizar un hábitat digno y un medio
ambiente sano y sustentable ecológicamente. Debemos convertir a los
trabajadores beneficiarios de subsidios en integrantes de unidades productivas,
poseedoras de un grado aceptable de eficiencia como para atender obras de
menor complejidad que deberán serles reservadas como mercados cautivos bajo
supervisión pública. Desde la construcción de suelo urbano y vivienda social para
urbanizar la totalidad de las villas y asentamientos, hasta el mantenimiento de
escuelas, la conexión a servicios como agua y cloacas, y demás trabajos
semejantes. Habrá que crear organismos públicos de administración mixta -con
los movimientos sociales- que den apoyo técnico y financiero a esas unidades
productivas, capaciten a sus integrantes y contribuyan a resolver el desafío que
todavía tenemos pendiente, que es el problema de la eficiencia de la economía
popular en su proceso productivo. Habrá que privilegiar, dentro de la obra pública,
aquellas que complementen la transformación del hábitat popular, dignificándolo.
Habrá que crear nuevas ocupaciones socialmente enriquecedoras, aunque no
sean económicamente productivas, como lo es el llamado “empleo verde”, relativo
a la preservación medioambiental, el reciclado de sólidos urbanos y todo el que se
necesite para expandir los servicios de cuidado de personas en la plena dimensión
de las necesidades existentes e insatisfechas como los cuidadores domiciliarios
de enfermos y ancianos o los promotores de salud. Habrá que auxiliar a la
agricultura familiar y a la que practican las comunidades de los pueblos originarios
para que alcancen razonables niveles de eficiencia y facilitar su acceso directo a
los consumidores, abaratando infinidad de productos que integran el consumo
habitual de la población, y crear redes de comercialización directa que, a su vez,
generarán más empleo, creando soberanía y democratización alimentaria. La
unidad de Latinoamérica es fundamental para consolidar una alternativa de los
pueblos y para integrarse a los mercados del mundo de una manera soberana y
no bajo la dependencia de la deuda externa. Desde esa integración regional
debemos impulsar la creación empresas del estado binacionales o regionales para
lograr el autoabastecimiento energético y para construir Infraestructura
latinoamericana que conecte a nuestros pueblos, a nuestras producciones y a
nuestras economías mediante grandes obras Ferroviarias, Fluviales y Marítimas.
La integración debe servir para crear un Banco del Sur que permita financiar el
desarrollo regional y para tener una moneda de intercambio latinoamericano que
nos permita despegar de la dependencia de divisas norteamericanas y de otras
potencias extranjeras. La integración debe servir para integrar social, cultural y
políticamente a nuestros pueblos.

Autocrítica del proceso electoral

Con la derrota en 2015 definitivamente cambió la situación a favor de los


poderosos y pasamos de una situación de estancamiento a una situación de
defensiva estratégica. Nuestro planteo al gobierno anterior del error político que
significaban la candidatura de Daniel Scioli y Anibal Fernández no fueron tenidas
en cuenta, aunque hicimos campaña hasta el último aliento con tal de no perder
las elecciones. Quienes conducían el proceso tienen mayor responsabilidad en la
derrota electoral, pero nosotros también porque no pudimos (o no supimos)
evitarlo. Todavía no hay real dimensión de los alcances de la derrota. Los reflejos
y la inercia de la lucha en la calle nos permitieron ponerle algunos límites al
Macrismo de entrada, defendiendo a nuestro sector social, pero es insuficiente en
relación a la velocidad con que el gobierno instaló una nueva matriz de
dependencia e injusticia social. Los grupos económicos concentrados se están
haciendo un festín de saqueo y endeudamiento ocupando todos los lados del
mostrador. Esto se profundizo con las elecciones del 2017, donde existían algunos
factores alentadores que nos daban perspectivas favorables para construir una
nueva alternativa de mayoría, pero tampoco lo pudimos lograr.

Nuestra principal autocrítica es que no pudimos llevar ese proceso de acumulación


reivindicativa opositora que se daba en la calle hacia un proceso de acumulación
política electoral. No tuvimos la capacidad, desde el movimiento popular, de
articular una propuesta con perspectiva de futuro que le devuelva sueños a las
grandes mayorías y re enamore a la sociedad. No pudimos representar
políticamente lo que sucedía en la calle. A su vez, en la decisión nacional de tener
autonomías tácticas, en cada provincia tuvimos una política diferente (tuvimos
varias elecciones por separado) lo que hizo que nuestra fuerza no acumule
nacionalmente en una misma dirección obteniendo diferentes resultados. En
Misiones tuvimos una muy buena experiencia. Fuimos a las elecciones con
candidatos propios en el Partido Agrario y Social y pudimos construir un espacio
político que salió tercera fuerza provincial con el 12,6% de los votos. En San Luis
acordamos con el gobernador Rodríguez Saa quien, a su vez, acompañó a Unidad
Ciudadana y pierde las elecciones en las PASO. Luego hizo un proceso de
intensificación del trabajo político que lo llevó a dar vuelta la elección y salir
victorioso en la General (es un buen proceso para analizar también). En Neuquén
fuimos en el marco de Unidad Ciudadana y logramos meter un concejal en
Neuquén Capital, luego de haber ganado la interna. En Santa Fe fuimos a las
PASO en el marco del PJ, el espacio que acompañábamos nosotros perdió la
interna y fuimos en unidad a las generales. En Formosa fuimos en el espacio del
peronismo, en algunos lugares con lista propia del Partido Evita y pudimos meter
algún concejal. En el caso de la provincia de Buenos Aires, fuimos a las
elecciones con Florencio Randazzo en el espacio CUMPLIR. Pusimos en juego
lugares institucionales en la cámara provincial, en la cámara nacional y en los
concejos deliberantes y no logramos los resultados que esperábamos que eran, al
menos, conservar lo que tenía el Movimiento Evita de representación institucional.
No pudimos construir una política electoral victoriosa por fuera de la “grieta” y
tampoco pudimos representar electoralmente lo que sucedía en la calle. Pero fue
correcto nuestro análisis en relación a la figura de Cristina, cuando planteamos
que su candidatura nacionalizaba una discusión que era funcional a Macri al dividir
a la oposición y llevándonos a discutir el pasado sin autocrítica y la corrupción. Era
el argumento perfecto para que el gobierno evite hablar del presente y hacerse
cargo de las políticas que está implementando en contra del pueblo. La
candidatura de Cristina permitió que Macri le gane al “pasado” y, a su vez, cortó la
posibilidad de que surja algo nuevo desde los sectores populares hacia el Futuro.
Cambiemos aprovechó la polarización con habilidad política para construir una
victoria nacional dividiendo a la oposición. La lista encabezada por Esteban
Bullrich y Gladys González ganó las elecciones legislativas de la provincia de
buenos aires con sólo un 41% de los votos. Ahora, con un resultado de primera
minoría electoral, intentan hegemonizar la situación actual como si la sociedad les
hubiera dado un apoyo rotundo a sus políticas (un cheque en blanco) y no como el
resultado de un voto que también fue a ellos no por convicción, sino para evitar de
que vuelva “el pasado” de CFK.
La derecha de Cambiemos nos lleva ventaja en relación a la comprensión del
nuevo mundo, del nuevo capitalismo y se han amoldado a los nuevos tiempos.
Tienen un Proyecto de País y construyeron una propuesta política sin raíces
históricas, moderna comunicacionalmente, no rupturista con los diversos sectores
sociales y económicos (aunque no integra al conjunto, dialoga y articula). La
campaña de Unidad Ciudadana, en cambio, terminó siendo pedirle a la gente que
reconozca lo que hicimos en el pasado sin discusión autocrítica y sin proyección
de futuro. El dilema que no hemos podido resolver es el problema del relevo. Es
muy malo para un proceso político no construir el trasvasamiento, porque la
biología siempre conspira contra el proyecto. El mejor relevo para el campo
popular es construir un espacio político propio y un candidato que sea más
parecido a nosotros para no elegir el menos malo sino para elegir al mejor de los
nuestros (sin mezquindades).

Desde el Movimiento Evita debemos hacer un balance del proceso de autonomía


que desarrolló nuestra fuerza desde el 2011 en adelante y que se profundizó luego
de la derrota electoral del 2015. En este marco tenemos que tener en claro que, si
al pueblo le va mal, al Movimiento Evita también. Por lo tanto, y teniendo en
cuenta que la situación estratégica es de defensiva, nosotros pudimos construir
una política en donde:

1. Fue muy importante desarrollar la lucha reivindicativa de masas para poder


construir un canal autónomo con el gobierno de turno en función de pelear
por los problemas cotidianos de nuestra base social y construir un espacio
amplio y legítimo opositor al gobierno en lo social y en la calle.

2. Fue muy importante la autonomía para poder construir un espacio político


electoral (el salto de lo social a lo político), aunque no tuvimos los
resultados esperados en la Provincia de Bs. As.

3. Fue muy negativo no haber conseguido la incorporación de compañeros y


compañeras a la institucionalidad parlamentaria y no haber logrado
conseguir la renovación de lo que pusimos en juego en las últimas
elecciones.
4. Fue muy positivo el alejamiento de CFK quien garantizó la victoria del
gobierno con la polarización.

5. Fue negativo no habernos despegado de CFK desde un lugar más


rupturista, novedoso y moderno, con más acento en el futuro.

6. Fue muy importante el crecimiento de nuestra fuerza en los últimos años,


tanto en lo social como en lo político.

7. Fue muy negativo no tener la capacidad de construir los esquemas


políticoorganizativos para consolidar el crecimiento del Movimiento Evita.

Observamos que en el campo popular hay una situación de división permanente


producto de la derrota. Desde lo social, logramos construir muchísimos escenarios
de unidad en la calle e imponer condiciones a la política (ejemplo la Ley de
Emergencia Social) pero en lo político está claro que la división se dio con el
armado electoral. La realidad mostró que hay un alto grado de voto opositor (60%)
y fuimos incapaces de construir una alternativa catalizadora de ese voto. Nuestro
intento de construir una alternativa electoral por afuera de la “grieta” no fue buena
y no pudimos construir la disciplina en la organización para que el conjunto de
nuestra fuerza y su influencia votara nuestra propuesta electoral. Pero tampoco es
imposible revertir esa situación y nadie nos quita la experiencia acumulada. La
posibilidad de acumulación política de un bloque social opositor todavía está
vigente y todavía es posible encauzar una fuerza electoral amplia, con vocación de
mayoría y con vocación de unidad a nivel nacional, que pueda enfrentar a
Cambiemos.

La Estrategia es lo que involucra al conjunto: a Todos y a Todo en una misma


dirección para lograr un objetivo. Es importante reafirmar que el objetivo principal
sigue siendo la recuperación del gobierno a través de la lucha política electoral,
por lo tanto, es importante comprender que la estrategia integral de nuestro
movimiento es la acumulación electoral en función de la lucha por el gobierno.
Debemos definir ¿Qué modelo de país queremos?, ¿cuál es el nuevo Proyecto
Nacional?
¿Qué es el movimiento Evita?

El Movimiento Evita, que ha sido una organización que paso por varias etapas en
su desarrollo, se encuentra en la necesidad de definir su perfil político
ideológico y eso comprende principalmente definir cuál es el proyecto de país
por el que disputa.

• La primera etapa fue una pequeña organización social.

• En la segunda etapa fue una coordinadora de organizaciones sociales que


venían de la pelea contra el modelo neoliberal de los ´90.

• En la tercera etapa fue una organización social que empezó a sumar


dirigentes políticos propuestos por NK.

• La cuarta etapa fue el salto de lo social a lo político con referencias propias


dentro del Kirchnerismo.

• La quinta etapa es una organización política con raíces sociales, con


referencias políticas y con autonomía política del Kirchnerismo.

• Debemos entrar en la sexta etapa que es convertir al Movimiento Evita


en una organización política con perspectiva estratégica y con perfil
propio en la disputa por el poder.

El proyecto de país y la etapa histórica determinan la forma organizativa que


va a tomar nuestro movimiento. Teniendo en cuenta que la situación ha
cambiado profundamente en favor del gobierno de Cambiemos y que las
posibilidades de reunificar al conjunto son menores, aunque no imposibles, es
importante que el Movimiento Evita desarrolle una política de acumulación en
varios frentes intentando que, en un futuro de reagrupamiento, logremos meter
todo en un mismo recipiente político. Nuestra estrategia es electoral para evitar
que se consolide Cambiemos en 2019 y, desde un nuevo Gobierno, empezar a
transformar al Estado en función de los intereses del Pueblo.

Las Tareas de la etapa: De la Parte al Todo


Debemos definir un programa político que contemple objetivos estratégicos con
perspectiva de futuro y tiene que ser el instrumento principal para discutir en
simultaneo con distintos sectores. Debemos articular con los trabajadores formales
(la nueva clase media asalariada) y con los de la economía popular. Debemos
articular con los intendentes, gobernadores y demás sectores político
institucionales que sean opositores a Cambiemos, y también con los diversos
sectores de las zonas urbanas que expresan las nuevas demandas sociales,
políticas y culturales.

La derrota electoral genera en el campo popular división, ruptura, sectarismo,


competencia y aislamiento. La unidad nos da perspectiva estratégica, hay que
evitar la división, el aislamiento y el sectarismo. Debemos hacer un esfuerzo para
que no se conciba la realidad sólo desde la parte que construye cada militante y
caer en el error de evaluar la situación política desde la parte y no desde el
conjunto. Es importante impulsar la Unidad Nacional y el reagrupamiento del
campo popular. Los tres grandes frentes de construcción política pueden tener
lógicas diferentes y contradictorias a veces, pero son complementarias y sobre
todo necesarias para desarrollar la estrategia general. De la parte al todo,
debemos dinamizar las partes del bloque social para reconstruir un proyecto
nacional que vuelva a ser gobierno. Debemos traducir en acumulación político
electoral la construcción que hagamos en cada una de las partes del bloque social
que venimos definiendo que deben ser parte de un nuevo Proyecto Nacional. Para
que esa acumulación pueda confluir en una misma política en 2019, es importante
que actuemos con la cabeza abierta, con iniciativa, con propuestas y con mucha
generosidad. No debemos caer en la ingenuidad de creer que la solución al dilema
de la unidad consiste es construir la unidad política de “los peronismos” con
Cristina. La unidad que debemos promover es más compleja y debe tener
proyección de futuro. Es en un nuevo continente político y social que hemos
definido como el Bloque Social (que aspiramos a que más pronto que tarde, sea
hegemónico). Todo bloque social es, en principio, la resultante de una
coincidencia objetiva de intereses. Pero se asume como bloque cuando cada uno
de sus integrantes cobra conciencia de esa coincidencia. Es recién entonces,
cuando se internaliza esa toma de conciencia, que se opera la conversión del
conjunto en sujeto político apto para obrar como agente del cambio histórico. Y
ese salto cualitativo, a su vez, sólo es factible como fruto de una construcción
política sistemática que incluya, como componente fundamental, la búsqueda del
predominio cultural. Porque el bloque social, para producir y preservar una
transformación profunda, en buena medida estructural, deberá devenir
hegemónico. Es decir, lograr que las mayorías acepten e incorporen la validez de
su propia escala de valores, que vean la realidad a través de su propia óptica, que
su pensamiento y sus objetivos prevalezcan porque su propio sentido común se
convierta en el sentido común preponderante en el conjunto de la sociedad. El no
haber logrado un avance decisivo en ese sentido es un factor clave a la hora de
explicar la derrota.

Vemos que hay por lo menos tres patas del bloque social que todavía no tiene una
representación electoral clara y que debe ser parte un nuevo Proyecto Nacional o
de la nueva mayoría que nos permita volver a tener un gobierno nacional y
popular.

1- Debemos profundizar la construcción de la CTEP y la política de unidad con los


espacios con los que hemos desarrollado la lucha social en la calle. Es importante
que demos un salto adelante y de calidad, logrando construir un espacio social y
político, que nos permita poner la vara lo más alto posible en términos ideológicos
y programáticos. Sabemos que en términos electorales eso no representa una
mayoría, pero es un bloque solido que debe influir en el proceso de
reagrupamiento.

2- Debemos profundizar la política con el peronismo y con la institucionalidad


política y sindical (gobernadores, intendentes, sindicatos). Está claro que este
sector se encuentra en una profunda crisis de liderazgo, de representación y de
programa atado a las raíces históricas del peronismo. Hoy se achica a una disputa
institucional lo que demuestra la crisis en la que se encuentra el sector, pero
sabemos que es importante y determinante para la reconstrucción de mayorías.

3- Debemos darnos una política con los nuevos emergentes políticos y


sociales, lugar que no hemos explorado en profundidad. La nueva etapa nos
demanda darnos una política clara sobre sectores antisistema que hoy son parte
de nuestra realidad, como el movimiento de mujeres, sectores estudiantiles,
sectores culturales, sectores vinculados a las demandas ambientales y los
sectores vinculados a las nuevas formas de la comunicación.

Nuestra misión y nuestro deber son recomponer el Bloque Social que integra el
campo Nacional y Popular y reorganizar la fuerza política que lo exprese y
represente. Debemos cerrar la brecha que todavía separa a los nuevos pobres de
los trabajadores en blanco. También debemos recuperar a la clase media
confundida por la prédica antipopular, temerosa de la inseguridad, indignada por la
corrupción y preocupada porque sus ingresos se quedan cada vez más cortos. Y
hay que explicar pacientemente a los empresarios nacionales que “nadie se
realiza en una comunidad que no se realiza”, es decir, que su éxito empresarial y
su prosperidad no serán factibles en una sociedad con altos porcentajes de
pobreza y exclusión. Para generar la confianza de los “grandes contribuyentes”
también debe haber una política de mucha gestión y eficiencia en las políticas de
Estado y una indiscutida política de transparencia y anticorrupción.

Los aspectos organizativos:

Debemos empezar a corregir los problemas político-organizativos que tenemos


como fuerza, haciendo una profunda autocrítica sobre nuestra conducta. Muchas
de los problemas que venimos arrastrando son producto principalmente de
nuestras desviaciones liberales, es decir, carecemos de una dedicación hacia el
conjunto y muchas veces priman los intereses de las partes. Cada uno hace lo que
quiere y cree que la parte desde donde desarrolla su militancia es más importante
que las demás, sin dimensionar que el aporte al conjunto nos fortalece a todos.
Debemos dar un debate en relación a los aspectos organizativos de la fuerza,
asumiendo a modo de autocrítica que es necesario revisar estas cuestiones que
hacen a la conducta de los cuadros de conducción de nuestra fuerza. Nuestra
fuerza, conceptualmente definida como un movimiento, heterogéneo, amplio, que
mete las contradicciones adentro, que expresa diversas realidades y tendencias,
necesita modificar rotundamente su funcionamiento orgánico en función de la
nueva realidad en la que nos toca desplegar nuestra política.
El Movimiento Evita tiene el desafío de crear nuevos ámbitos orgánicos que
permitan desarrollar una estrategia desigual y combinada. La garantía de la
unidad y coordinación de las tácticas la tiene el territorio entendido en su más
amplio sentido. El ámbito distrital es fundamental porque es desde donde llevamos
a la práctica las decisiones que tomamos colectivamente. Debemos construir una
estructura orgánica que agilice el ida y vuelta de las mesas locales con los ámbitos
nacionales, y que democratice a la fuerza promoviendo nuevos militantes.
Debemos tener la convicción de respetar esos ámbitos orgánicos y las decisiones
colectivas que tomamos en ese ida y vuelta con la conducción nacional.

• Debemos promover la democracia interna y construir estructuras


intermedias para que el debate, la reflexión y la circulación de información
sean más fluidos y más participativas las decisiones

• Debemos construir ámbitos con funcionamiento sistemático donde se


establezcan responsabilidades claras, concretas, con mecanismos de
supervisión, sistematización y evaluación de la práctica. Que ayude a la
especialización de los cuadros.

• Debemos promover el feminismo en el conjunto de nuestra organización y


garantizar la participación de las mujeres en todos los ámbitos orgánicos
que construyamos

• Debemos profundizar la política de masas, como mecanismo defensivo y


como forma de ensanchar nuestra política en el territorio.

• Debemos construir un ámbito que aborde los aspectos integrales de


nuestro desarrollo, en lo estratégico y en lo táctico.

• Debemos tener un órgano de formación de cuadros estable y obligatorio.

• Debemos tener un estatuto de ingreso, con determinadas reglas internas.

• Debemos definir un programa político ideológico del Movimiento Evita.

• Debemos crear un partido político propio.

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