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¿Qué se puede entender por masa?

Después de los procesos de emancipación metropolitana durante el siglo XIX, quedó


bastante vigente la pregunta sobre la ciudadanía y la participación cívica. Esta ya no
correspondía a las antiguas convenciones coloniales en donde la patria, estaba sujeta al
lugar de nacimiento, de culto y de raigambre ancestral, sino que se pretendió concatenar a
una seria de desarrollos abstractos sobre la identidad. Si bien categorías como vecino
guardaron cierta vigencia, ello sólo fue síntoma de la continuación de unas redes
económicas patriarcales, verticales y clientelistas, aunque sin embargo, la esfera política
abrió lugares de participación a una incipiente burguesía comercial e industrial, y unos
pequeños visos de esta a la naciente clase planetaria que se fue consolidando con la
tecnificación del artesanado, y los diferentes procesos de migración, tanto del campo a la
ciudad, como transoceánicas y desde el interior del mismo continente. De acuerdo con esto,
cuestiones como el voto y la virtud de ser elegido, hasta entrado el siglo XX estuvo ligado a
3 grandes categorías: condición familiar (familia consolidada), condición biológica
(varones, por lo general de más de 23 años), y condición social (tenencia de propiedades
inmuebles o ingresos medianamente elevados). Aunque estaba en boga el proyecto de la
formación de un Estado-nación sólido, no se había consagrado aún una propuesta de
homogeneización del gran cúmulo heterogéneo de seres humanos. En efecto, durante los
últimos decenios del siglo XIX, se apeló a las ciencias sociales y naturales como el
paradigma legitimador del orden diferenciadamente establecido.

Pasado el primer cuarto del siglo XX, se preludia la cuestión en torno a las masas por los
siguientes asuntos: el gran conjunto de trabajadores que había acompañado el masivo éxodo
del mundo rural al mundo urbano, el ordenamiento de un campesinado capitalista que
alimentó las diferentes áreas metropolitanas en un sistema ordenado de la compra-venta de
trabajo y, en unión a estos factores demográficos, la conformación de zonas periféricas en
las ciudades, que circundaban a los núcleos productores más importantes.

Cabe destacar, pues, que el gran conglomerado de material humano tenía unas exigencias
básicas: vivienda, alimentación, salud y educación para sus hijos. Los bienes de la ciudad
estaban en consonancia a estas formas sistematizadas del trabajo. Obreros, campesinos,
trabajadores de servicios públicos, estaban imbuidos tanto en estas dinámicas materiales,
como en los nuevos procesos mentales que se dirigían hacia la posibilidad del ascenso
social y la supervivencia física mediante la ética laboriosa (la del ahorro, la inversión, el
sindicato). Los mecanismos de participación ciudadana ya no podían tener ese cariz
hermético y debían responder a las exigencias de las grandes masas. Sin embargo, estas
también fueron un vehículo hacia el poder de las nuevas clases dirigentes.

En efecto, y acompañando a estos procesos, se unió la cultura de masas, de la publicidad, y


del consumo. Después de la Primera Guerra Mundial, y en el afán de poder mover capitales
se apeló a la gran conformación de necesidades nuevas para el consumidor. Estas se
unieron a los bienes necesarios de las ciudades.

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