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Dialnet UnaPerspectivaEtnohistorica 2418009 PDF
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ENSAYOS RESEÑAS
Así pues, en cuanto a los autores de la última parte histórica, es muy posible que
haya habido uno primero, cuyo nombre no sabemos, después dos de nombres
conocidos, Francisco Hernández Arana y Francisco Díaz. No puede saberse si el
primero fue el padre de Hernández. Eso sí, hayan sido dos o tres los autores a
partir de 1521, todos eran de la familia, clan o parcialidad Xahil, Xajilá o Xahilá,
y vecinos de la cabecera colonial de Tecpán-Atitlán o Sololá (pág. xvii).
1
Robert M. Carmack, Quichean Civlization: The Ethnohistoric, Ethnographic, and
Archaeological Sources (Berkeley: University of California Press, 1973), pág. 48.
2
Memorial de Sololá: Anales de los Cakchiqueles. Traducción directa del original,
introducción y notas de Adrián Recinos, Biblioteca Americana (México y Buenos Aires:
Fondo de Cultura Económica, 1950).
3
Aunque sólo cito a Otzoy en mi análisis del texto en español, no debemos olvidar
la participación de los lingüistas Martín Chacach y Narciso Cojtí en la transcripción, ni la
de Jorge Luján Muñoz en la traducción al español.
4
Veáse W. George Lovell, “Disease and Depopulation in Early Colonial Guate-
mala”, en “Secret Judgments of God”: Old World Disease in Colonial Spanish America, Noble
David Cook y W. George Lovell, editores (Norman: University of Oklahoma Press, 1992),
especialmente las págs. 60–68. Es notable que Lovell cita y analiza la traducción de Daniel
G. Brinton (Philadelphia, 1885), quien fue médico. Para una versión del mismo artículo
en español, veáse “Enfermedad y despoblación en Guatemala, 1519–1632”, en Noble David
Cook y W. George Lovell, editores, Juicios secretos de Dios: epidemias y despoblación indígena
en Hispanoamérica colonial (Quito: Ediciones Abya-Yala, 1999), págs. 89–117.
5
Diccionario de la lengua española, Decimonovena edición (Madrid: Real Acade-
mia Española, 1970), pág. 675.
6
Como mencioné anteriormente, Luján Muñoz indica en su Introducción que las
notas marginales en el manuscrito de Pennsylvania quizás fueron hechas por un fraile fran-
ciscano del siglo XVIII.
7
Véase Otzoy, párrafo 130, pág. 184. La frase completa es: “Éramos muy jóvenes
cuando nos quedamos, sobrellevando nuestra naturaleza deformada (por las marcas de la
enfermedad)”. Tristemente, Recinos modifica (párrafo 130, pág. 120) el sentido de la frase
casi por completo: “Así quedamos cuando éramos jóvenes. Todos quedamos así”. Recinos
termina el párrafo con la frase poética, trágica e inolvidable del Memorial de Sololá, “¡Para
morir nacimos!” Pero el lingüista James Mondloch me confirmó —como lo indica Otzoy—
que tal frase no existe en el manuscrito original (Comunicación personal, 21 de marzo de
2001). Véase también lo que Mondloch escribe a continuación.
8
Veáse por ejemplo, Murdo J. MacLeod, Historia socio-económica de la América
Central española, 1520–1720, Irene Piedra Santa, traductora (Guatemala: Editorial Piedra
Santa, 1980), pág. 34, quien dice: “De acuerdo al conocimiento actual que tenemos del
impacto de la peste y la viruela en personas sin ninguna inmunidad previa, resulta seguro
decir, incluso conservador, que un tercio de la población guatemalteca del altiplano murió
durante este holocausto”.
9
Mondloch cuestiona la traducción de Otzoy sobre varios aspectos de este párra-
fo. La respuesta de los señores kaqchikeles es, según Mondloch, menos explícita pero él sí
está de acuerdo con Otzoy en que muchos guerreros murieron en Iximché y que el texto
dice que la mitad de los guerreros muertos están en un(os) “hoyo(os)” (palabra de Mondloch),
que a lo mejor se refiere a un(os) barranco(s) (James Mondloch, comunicación personal,
27 abril 2001). Véase también su crítica a continuación.
Luego Tunatiuh les pidió dinero a los reyes. Quería que le dieran montones de
metal, sus vasijas y coronas. Y como no se las trajesen inmediatamente, Tunatiuh
se enojó con los reyes y les dijo: “¿Por qué no me habéis traído el metal? Si no
traéis con vosotros todo el dinero de las tribus, os quemaré y os ahorcaré” les
dijo a los Señores.
Entonces Tunatiw empezó a pedir a los reyes el metal [oro] que pudieran tener.
Se dispuso darle mientras tanto, sólo oro mezclado, consistente en vasijas y
adornos. Pero ésto no quiso recibirlo Tunatiw y lleno de cólera, dijo a los reyes:
“¿Por qué no me habéis traído el metal? ¿no es aquí con vosotros donde se
acumula el oro de todas las tribus? Ya me estáis dando ocasión a que yo dispon-
ga quemaros vivos o ahorcaros” así dijo a los reyes.
10
Otro episodio en el que surge el tema del poder de los reyes kaqchikeles sobre sus
pueblos es cuando, desde la capital k’iche’ de Gumarcaah (Q’uma’r Ka’aj o también Utatlán),
Alvarado pone a prueba la lealtad de sus supuestos aliados kaqchikeles, pidiendo que le
mandaran soldados para “la matanza de la gente k’iche'”. Tal vez influenciado por los cro-
nistas coloniales, Bernal Díaz, Francisco Vázquez y Francisco Ximénez, Recinos dice (pá-
rrafo 147, pág. 125–126 y la nota 230) que, luego, los reyes obedecieron aunque
“[ú]nicamente partieron los hombres de la ciudad”, enviando “dos mil soldados” a Tunatiuh.
Sin embargo, Otzoy (párrafo 147, pág. 186) indica que “salieron cuatrocientos hombres”
para apoyar a Alvarado contra su enemigo mutuo, los k’iche’s; y Luján Muñoz escribe (nota
112, pág. 218) que el autor anónimo de las notas marginales del siglo XVIII anota “Pidió
400 guerreros”. Me parece que el término “cuatrocientos”, usado en este caso en el Memo-
rial como en otros documentos indígenas de la misma época, quiere decir “muchos”, algo
como cuando en los idiomas europeos se suele decir “millares” sin ser muy preciso. Es clave
en el caso kaqchikel, y mesoamericano en general, recordar que, en el caso específico kaqchikel
y en el contexto mesoamericano en general, en su sistema de numeración vigesimal el
número 400 tenía un significado muy importante. Al fin de cuentas parece que Recinos se
equivocó al traducir el número como si fuera 2,000 soldados, pero en este caso tuvo cierta
razón en seguir a los cronistas españoles, aunque Otzoy tuviera más razón en traducir el
texto literalmente, tal vez sin darse cuenta del significado especial del número 400 en éste
y en otros casos históricos.
11
Comunicación personal, 21 de marzo de 2001.
párrafo 147 (pág. 186) que los dos líderes, el Ajpop y el Ajpop Qamajay “fueron
quemados” por Alvarado en Gumarcaah.12
En el párrafo 153, las dos versiones están de acuerdo en que Alvarado esta-
blece que los reyes tendrán que entregarle 1,200 pesos de oro y otros detalles.
Hay una divergencia, sin embargo, en cuanto a la nueva amenaza de Alvarado.
Mientras que Recinos dice “¡Ay de vosotros si no lo traéis! ¡Yo conozco mi cora-
zón!”, Otzoy propone una traducción que tiene más sentido: “Y si no me lo
traéis en ese término [de cinco días], entonces conoceréis cómo es mi corazón”.
Enseguida, Otzoy (pág. 187) presenta más de dos líneas de texto que no apare-
cen en la edición de Recinos: “Luego se tomó nota de esto (en un libro). Ense-
guida los reyes procedieron a reunir todo su metal, todo nieto y todo hijo de
príncipe entregó su metal. El pueblo entero se afanó por los reyes”.
Según las dos versiones del Memorial, el párrafo 154 es clave en la historia
corta de relaciones más o menos tolerables entre los kaqchikeles y los invasores
porque señala el principio de la resistencia por parte de los señores de Iximché y
sus sujetos cuando, según la traducción de Otzoy (pág. 187), “se presentó un
hombre poseído de K’axtok’ [el demonio]...”. Este hombre pretende tener la
fuerza sobrenatural y dijo a los reyes: “Yo soy el trueno, yo destruiré a los caste-
llanos... Los destruiré con fuego, yo [lo] voy a descargar sobre la ciudad. Que
salgan los reyes hacia el otro lado del río. Esto lo haré el día 7 Ajmaq”. La versión
de Recinos sobre este acontecimiento es muy parecida a la de Otzoy, sólo que la
de Recinos dice que el hombre, “agente del demonio”, indica que “[c]uando yo
toque el tambor salgan [todos] de la ciudad...”, mientras que el “hombre poseí-
do” en la de Otzoy decía que descargaría truenos y fuego “sobre la ciudad”.
Es interesante notar el énfasis dado en el párrafo 154, tanto al principio
como al final sobre que solamente habían entregado a Tunatiuh (Tunatiw) la
mitad de los 1,200 pesos de oro cuando “se presentó un hombre poseído de
K’axtok’”. Esto sugiere que la recolección de esa cantidad de oro —y las presio-
nes y esfuerzos resultantes— era mucho más difícil para los reyes de lo que hu-
biera imaginado Alvarado y que los kaqchikeles habían llegado a su punto de
ruptura. ¿Es posible que fuera esta situación, evidentemente imposible para los
reyes, la que resultaría en la aparición del “hombre poseído” o por lo menos en la
invención de tal explicación para la salida de los reyes y su pueblo de Iximché?
Mondloch opina que ambas traducciones modernas de K’axtok’ —“agente del
demonio” según Recinos y “hombre poseído de K’axtok’ [demonio]” según
Otzoy— son distorsiones influenciadas por doctrinas católicas, del sentido au-
12
Veáse también la perspectiva lingüística de este libro que Mondloch presenta más
adelante.
tóctono del término. Apoya su opinión con otra nota marginal del comentarista
anónimo, a lo mejor, según Luján Muñoz, un franciscano que dice: “Aparéceles
el demonio y los altera a la rebelión” (nota 124, pág. 219). Según Mondloch, en
lugar de identificar a K’axtok’ como el demonio, es más preciso identificarlo
como un hombre engañador o embustero.13 A mi parecer aun el acto de dele-
trear K’axtok’, comenzando con mayúscula, es elevarlo a un estado sobrenatural
con sentidos no contemplados por el autor de esta parte del Memorial. Como
indica Recinos (nota 235, pág. 129), el manuscrito original dice Hun achí qaxtok.
Como indiqué al principio del ensayo, esta nueva edición del Memorial de
Sololá reemplaza las ediciones anteriores del manuscrito clásico kaqchikel. Sin
embargo, será necesario que de vez en cuando los investigadores consulten di-
chas traducciones, ya sea en el caso de la de Brinton por ser médico y haber
tenido puntos de vista especializados o, en el caso de Recinos, con las debidas
precauciones en lo referente a la exactitud de la traducción del kaqchikel, por sus
conocimientos históricos, especialmente de la vida de Alvarado y por las detalla-
das notas complementarias. Éstas, además de la edición de Otzoy, bien pueden
servir a los lectores con intereses académicos. En esta nueva edición, hermosa y
útil del Memorial de Sololá tenemos un instrumento indispensable para el estu-
dio de los kaqchikeles y se da otro importante paso hacia una participación más
completa de la población maya guatemalteca en el estudio de su propia historia
y pasado cultural.
13
Comunicación personal, 22 de marzo de 2001.