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MESOAMÉRICA 44 (DICIEMBRE DE 2002) 151

ENSAYOS RESEÑAS

UNA ELEGÍA KAQCHIKEL:


EVALUACIÓN DEL MEMORIAL DE SOLOLÁ
Memorial de Sololá, edición facsimilar del manuscrito original (Guatemala:
Comisión Interuniversitaria de Conmemoración del Quinto Centenario del
Descubrimiento de América, 1999). Introducción de Jorge Luján Muñoz;
correlación calendárica de J. Daniel Contreras R.; transcripción al kaqchikel
actual de Simón Otzoy, con adaptación y revisión de Martín Chacach y Nar-
ciso Cojtí; notas de Narciso Cojtí y traducción al español de Simón Otzoy.
Notas a la versión en kaqchikel; notas a la traducción en español; índice para
la transcripción al kaqchikel actual; e índice para la traducción al español. xxx
+ 236 págs.

Una perspectiva etnohistórica


C HRISTOPHER H. L UTZ *

E sta nueva edición del documento clásico kaqchikel, el Memorial de Sololá,


reemplaza las ediciones que han salido durante el último siglo y medio.
Por primera vez, la transcripción del manuscrito original fue hecha por kaqchi-
keles: por Simón Otzoy (1918–1997), quien desafortunadamente no vivió para

* Christopher H. Lutz (estadounidense) obtuvo su doctorado en historia latinoa-


mericana en la Universidad de Wisconsin en Madison en 1976. Es miembro fundador del
Centro de Investigaciones Regionales de Mesoamérica y de Plumsock Mesoamerican Studies
y autor de Santiago de Guatemala 1541–1773: City, Caste, and the Colonial Experience
(Norman: University of Oklahoma Press, 1994 y 1997), cuya edición en español aparecerá
próximamente y, junto con W. George Lovell, de Demografía e imperio: guía para la historia
de la población de la América Central española, 1500–1821 (Guatemala: Editorial Universi-
taria de la Universidad de San Carlos y Plumsock Mesoamerican Studies, 2000).

© MESOAMÉRICA 44 (DICIEMBRE DE 2002), PÁGS. 151–160

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ver la publicación de su impresionante trabajo, con el apoyo de los lingüistas


Martín Chacach y Narciso Cojtí. Es evidente que el mismo Otzoy tradujo el
manuscrito al español y que este equipo realizó una transcripción cuidadosa.
Jorge Luján Muñoz revisó la traducción e hizo las notas históricas al texto en
español. Menciono la importancia del uso de un equipo de hablantes de kaqchikel
porque, sin duda alguna, ellos conocen con mucho más profundidad su lengua
materna que la gran mayoría de quienes no son kaqchikeles y que suelen iniciar
el estudio del idioma como adultos y por motivos académicos. Elementos nove-
dosos de esta edición son la “Introducción” y “Notas a la traducción en espa-
ñol”, por Jorge Luján Muñoz, y la “Correlación calendárica cakchiquel-cristia-
na” del historiador J. Daniel Contreras R.
Luján Muñoz nos informa que el manuscrito kaqchikel, que se encuentra
en la Biblioteca del Museo Universitario de la Universidad de Pennsylvania,
Filadelfia, “fue enviado para su estudio al Convento franciscano de Santiago de
Guatemala por un fraile residente en Sololá, quizás cuando fray Francisco Vázquez
escribía la Historia de la Provincia del Santísimo Nombre de Jesús de Guatemala”
(pág. xii). La obra de Vázquez se publicó por primera vez entre 1714 y 1717. El
manuscrito lleva varias notas marginales que Luján Muñoz considera ser del
siglo XVIII y las incluye en sus notas. Opina que el Memorial “[n]o se trata de un
documento justificativo de tierras o de límites de parcialidades, como supuso
[Daniel] Brinton, proveniente de un expediente judicial o administrativo” (pág.
xii), aunque Robert Carmack piensa que “el manuscrito es más una crónica his-
tórica que un título, aunque una pretensión a un territorio es implícita en la
narración”.1 Luján Muñoz detalla la historia del manuscrito y las transformacio-
nes de su título desde mediados del siglo XIX hasta que Otzoy y él mismo esco-
gieron el título original del distinguido académico guatemalteco Adrián Recinos,
en su edición más divulgada en español en 1950.2 Luján Muñoz considera en
detalle la autoría del Memorial y concluye:

Así pues, en cuanto a los autores de la última parte histórica, es muy posible que
haya habido uno primero, cuyo nombre no sabemos, después dos de nombres
conocidos, Francisco Hernández Arana y Francisco Díaz. No puede saberse si el
primero fue el padre de Hernández. Eso sí, hayan sido dos o tres los autores a
partir de 1521, todos eran de la familia, clan o parcialidad Xahil, Xajilá o Xahilá,
y vecinos de la cabecera colonial de Tecpán-Atitlán o Sololá (pág. xvii).

1
Robert M. Carmack, Quichean Civlization: The Ethnohistoric, Ethnographic, and
Archaeological Sources (Berkeley: University of California Press, 1973), pág. 48.
2
Memorial de Sololá: Anales de los Cakchiqueles. Traducción directa del original,
introducción y notas de Adrián Recinos, Biblioteca Americana (México y Buenos Aires:
Fondo de Cultura Económica, 1950).

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La “Correlación calendárica” de Contreras es un aporte corto pero suma-


mente útil y valioso. Basado en una actitud intelectualmente abierta que es evi-
dente en toda esta publicación, Contreras decide (contrariamente a lo que hizo
Recinos) que los autores kaqchikeles tuvieron la razón en cuanto a la precisión
de las fechas indicadas en el Memorial y no el conquistador, Pedro de Alvarado,
en sus cartas de relación a Hernán Cortés. Con base en la cronología de los años
de la conquista, Contreras justifica con argumentos convincentes —obtenidos
de fuentes fidedignas— que las fechas y otros detalles contenidos en el Memorial
son los más precisos. Algo de lo más novedoso es lo que dice Contreras sobre la
salida de los españoles de Iximché (la capital del “reino” kaqchikel) en febrero o
marzo de 1526, durante la sublevación de los kaqchikeles. Según varios cronistas
e historiadores, incluyendo a Recinos, cuando Alvarado y su ejército salieron de
Iximché se asentaron en Xepau que, supuestamente, era el nombre k’iche’ de
Olintepeque (departamento de Quezaltenango). Bernal Díaz (citado por
Contreras, pág. xxvi) comenta que, estando los españoles en Iximché, “se salie-
ron al llano e hicieron ranchos y chozas desde donde Alvarado envió a llamar de
paz a los de Guatemala”. Contreras opina, con razón, que “Guatemala” aquí se
refiere a los kaqchikeles y que el “llano” mencionado fue un lugar muy cerca de
Iximché, en el municipio actual de Tecpán Guatemala, donde existe el sitio ar-
queológico de Iximché. Según Contreras, la ubicación de Xepau cerca de Iximché
tiene mucho sentido “y no Olintepeque, lugar demasiado lejano como para ser-
vir de centro de operaciones militares en una guerra contra los cakchiqueles”.
¿Cuál es la evidencia que nos presenta Contreras para reforzar su argumento? Él
cita un suplemento al tomo II (1968) de la edición de 1962 del Diccionario
geográfico de Guatemala según el cual, en el municipio de Tecpán Guatemala,
existe tanto una aldea como un riachuelo que llevan al nombre de Xepac, una
variación cercana a Xepau. Contreras menciona también que “hace algunos años
el arqueólogo Gustavo Espinoza... me informó que había encontrado cerca de
Iximché un lugar llamado Xepau” (nota 1, pág. xxvii). Además, indica que, de
acuerdo con las actas del Cabildo registradas en el Libro viejo (primer libro del
cabildo de Guatemala, publicado en varias ediciones), “nunca se trasladó Santia-
go de Guatemala [la ‘capital’ española] a ningún lugar hasta 1527”, lo que sugie-
re que el ayuntamiento no consideró la salida de Iximché a un lugar tan cercano
como Xepau un verdadero traslado. Como explica Contreras, el mismo Memo-
rial confirma que los españoles se quedaron en Xepau durante 1526, que no fue
sino hasta marzo de 1527 cuando se trasladaron a Chij Xot o Comalapa y que
fue desde ese último lugar que los españoles (“en el año 32 de la cronología
cakchiquel (1527–1528)”) fueron a establecerse en Bulbuxyá o Almolonga en su
primer asentamiento permanente en Guatemala, sede que existió hasta 1541.
Todo lo anterior indica que todavía hay muchos datos por clarificar, corre-
gir y aun descubrir sobre la época de la conquista y la resistencia de los kaqchikeles
y otros grupos mayas. De hecho, esta transcripción y traducción abre una nueva
época en la historiografía maya-guatemalteca, en la cual los mismos mayas ten-

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drán la oportunidad de investigar, interpretar y cuestionar las presentaciones


anteriores de su propia historia.
La revisión meticulosa de la obra y su comparación con la edición de Recinos
y las anteriores es, obviamente, un proyecto demasiado ambicioso en este mo-
mento. Sin embargo, revisaré la parte sobre la época temprana de la conquista
desde una perspectiva etnohistórica, concentrándome en el papel de los kaqchi-
keles más que en el de los k’iche’s. El enfoque en una sección que cubre solamen-
te algunos años dará al lector una idea tanto de las divergencias como de las
congruencias entre las dos ediciones.

LA PESTE ENTRE LOS KAQCHIKELES

Comenzaré mi revisión cuando, por primera vez, hay mención de la erup-


ción de una peste entre los kaqchikeles unos cuatro años antes de la llegada de
Alvarado y su ejército español-mexicano. En el análisis que sigue citaré tanto el
número de párrafo como el número de página de Recinos y de Otzoy.
Recinos señala (párrafo 127, pág. 119) que durante el “quinto año”, según
el calendario kaqchikel, “apareció la peste... Primero se enfermaban de tos, pa-
decían de sangre de narices y de mal de orina”. Otzoy indica (párrafo 127, pág.
184) que “Durante este [vigésimo] quinto año comenzó la peste... Primero hubo
tos, en seguida se tornaba como sangre y amarillenta la orina”.3 Otzoy compren-
de con mejor precisión que Recinos el ciclo del calendario kaqchikel. Pero lo
más importante es que la descripción de los síntomas de la peste en la traducción
de Otzoy es más precisa que la de Recinos. Según Otzoy no hay mención de
“sangre de narices” sino que había sangre en la orina y que ésta “se tornaba como
sangre y amarillenta”. Resulta una descripción mucho más completa que la tra-
ducción de Recinos, “mal de orina”. Estas importantes diferencias en la descrip-
ción de los síntomas pueden ser decisivas en la identificación epidemiológica de
la peste que asoló a la población kaqchikel.
Otzoy da el título kaqchikel del príncipe, ixcam ajauj, Waqaqi’ Ajmaq,
quien murió, y sigue: “poco faltaba para que cayera la grande y oscura noche
sobre nuestros padres y abuelos, incluso sobre nosotros ¡oh hijos míos! por los
sufrimientos que nos trajo la peste de granos”. Y Recinos escribe (párrafo 127,
pág. 119): “Murió entonces el príncipe Vakaki Ahmak. Poco a poco grandes
sombras y completa noche envolvieron a nuestros padres y abuelos y a nosotros
también ¡oh hijos míos! cuando reinaba la peste”. En este caso hay poca diferen-
cia entre las dos traducciones con la gran excepción de que Otzoy habla de “los
sufrimientos que nos trajo la peste de granos” y Recinos sólo dice “cuando reina-
ba la peste”, sin mencionar el “sufrimiento” ni “la peste de granos”. Es significa-

3
Aunque sólo cito a Otzoy en mi análisis del texto en español, no debemos olvidar
la participación de los lingüistas Martín Chacach y Narciso Cojtí en la transcripción, ni la
de Jorge Luján Muñoz en la traducción al español.

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tiva la inclusión del sentido de sufrimiento en esta descripción clave de la llegada


a Guatemala de la peste de granos. Y ésta última palabra, granos, puede ser im-
portante en el esfuerzo, hasta ahora bastante frustrado, por identificar con preci-
sión —en términos epidemiológicos— la enfermedad o enfermedades múltiples
que acosaron a las poblaciones autóctonas del altiplano de Guatemala aun antes
de la llegada de Alvarado.4 El Diccionario de la lengua española de la Real Acade-
mia define un grano como un “especie de tumorcillo que nace en alguna parte
del cuerpo y a veces cría materia”.5 Consistente con, y en apoyo a, una descrip-
ción específica, más adelante en el Memorial (párrafo 141, pág. 185), donde
Recinos sólo menciona la peste (párrafo 141, pág. 123), Otzoy escribe “el fatídi-
co año en que nuestros padres y antecesores perecieron de las mortíferas erupcio-
nes” (énfasis agregado). De acuerdo con la traducción de Otzoy, Luján Muñoz
indica (nota 105, pág. 218) que al margen del manuscrito en español aparece la
palabra “llagas” que, a nuestro parecer, es consistente con el uso de “granos” y
“mortíferas erupciones” en la traducción de Otzoy. Es curioso que Recinos no
hubiera investigado más sobre la nota marginal en cuestión y el contenido exac-
to del texto kaqchikel.6
Es sumamente importante considerar los indicios sobre los granos, tumor-
cillos, mortíferas erupciones y “nuestra naturaleza deformada (por las marcas de
la enfermedad)”7 con los síntomas (“tos” y “en seguida se tornaba como sangre y
amarillenta la orina”) considerados anteriormente. Con estas nuevas y más pre-
cisas descripciones se tiene la esperanza de que será posible llegar a una decisión

4
Veáse W. George Lovell, “Disease and Depopulation in Early Colonial Guate-
mala”, en “Secret Judgments of God”: Old World Disease in Colonial Spanish America, Noble
David Cook y W. George Lovell, editores (Norman: University of Oklahoma Press, 1992),
especialmente las págs. 60–68. Es notable que Lovell cita y analiza la traducción de Daniel
G. Brinton (Philadelphia, 1885), quien fue médico. Para una versión del mismo artículo
en español, veáse “Enfermedad y despoblación en Guatemala, 1519–1632”, en Noble David
Cook y W. George Lovell, editores, Juicios secretos de Dios: epidemias y despoblación indígena
en Hispanoamérica colonial (Quito: Ediciones Abya-Yala, 1999), págs. 89–117.
5
Diccionario de la lengua española, Decimonovena edición (Madrid: Real Acade-
mia Española, 1970), pág. 675.
6
Como mencioné anteriormente, Luján Muñoz indica en su Introducción que las
notas marginales en el manuscrito de Pennsylvania quizás fueron hechas por un fraile fran-
ciscano del siglo XVIII.
7
Véase Otzoy, párrafo 130, pág. 184. La frase completa es: “Éramos muy jóvenes
cuando nos quedamos, sobrellevando nuestra naturaleza deformada (por las marcas de la
enfermedad)”. Tristemente, Recinos modifica (párrafo 130, pág. 120) el sentido de la frase
casi por completo: “Así quedamos cuando éramos jóvenes. Todos quedamos así”. Recinos
termina el párrafo con la frase poética, trágica e inolvidable del Memorial de Sololá, “¡Para
morir nacimos!” Pero el lingüista James Mondloch me confirmó —como lo indica Otzoy—
que tal frase no existe en el manuscrito original (Comunicación personal, 21 de marzo de
2001). Véase también lo que Mondloch escribe a continuación.

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más precisa científicamente sobre el tipo de enfermedad que azotó a la pobla-


ción kaqchikel años antes de la llegada del ejército invasor español-mexicano de
Alvarado.

I MPACTO DEMOGRÁFICO DE LA PESTE

Además de las nuevas descripciones de la peste, la traducción de Otzoy


(párrafo 148, pág. 186) apoya las estimaciones de la alta mortandad resultante
de la primera oleada de la enfermedad que confrontaron los kaqchikeles y otros
pueblos.8 Al haber dormido una noche en la capital kaqchikel “tras haber sufri-
do terribles pesadillas”, Alvarado preguntó a los reyes: “¿Por qué pensáis hacer-
me la guerra? ¿acaso os estoy provocando o haciéndoles daño?” Luego le contes-
taron los reyes: “No la vamos a hacer, aquí han muerto muchos de nuestros
guerreros, pues habéis visto yacer en las fosas la mitad del efectivo de nuestras
tropas”.9 Si hay dudas sobre el origen de estos restos humanos, sólo es necesario
leer el párrafo 130 (pág. 184): “Una parte de la gente que moría fue arrojada en
los barrancos, con ellos se saciaron los perros y los buitres”. Recinos correcta-
mente traduce (párrafo 130, pág. 120) que “[l]os perros y los buitres devoraban
los cadáveres”. Pero, desafortunadamente, Recinos no entendía que los cadáve-
res que comían los perros y zopilotes fueron arrojados en los barrancos por los
sobrevivientes de la peste y que la población de Iximché no tuvo la suerte de la
mitad de la gente que “huyó hacia los campos”, como él indica.
Hasta la traducción de Otzoy, la versión más conocida de esta sección fue
la de Recinos (párrafo 148, pág. 126), la cual indica que fue Alvarado quien fue
agresivo al preguntar a los reyes kaqchikeles: “¿Por qué me hacéis la guerra a mí
cuando yo os la puedo hacer a vosotros?” Y la respuesta de los reyes, según Reci-
nos, fue mucho menos precisa de lo que nos indica la nueva traducción: “No hay
tal, porque de esa manera morirían muchos hombres. Allí has visto cómo están
sus despojos en los barrancos”.

8
Veáse por ejemplo, Murdo J. MacLeod, Historia socio-económica de la América
Central española, 1520–1720, Irene Piedra Santa, traductora (Guatemala: Editorial Piedra
Santa, 1980), pág. 34, quien dice: “De acuerdo al conocimiento actual que tenemos del
impacto de la peste y la viruela en personas sin ninguna inmunidad previa, resulta seguro
decir, incluso conservador, que un tercio de la población guatemalteca del altiplano murió
durante este holocausto”.
9
Mondloch cuestiona la traducción de Otzoy sobre varios aspectos de este párra-
fo. La respuesta de los señores kaqchikeles es, según Mondloch, menos explícita pero él sí
está de acuerdo con Otzoy en que muchos guerreros murieron en Iximché y que el texto
dice que la mitad de los guerreros muertos están en un(os) “hoyo(os)” (palabra de Mondloch),
que a lo mejor se refiere a un(os) barranco(s) (James Mondloch, comunicación personal,
27 abril 2001). Véase también su crítica a continuación.

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La cita más importante de la traducción de Otzoy es “...aquí han muerto


muchos de nuestros guerreros, pues habéis visto yacer en las fosas la mitad del
efectivo de nuestras tropas...” (énfasis agregado). Esta nueva versión es la primera
indicación numérica de la catástrofe demográfica que sufrieron los kaqchikeles
aun antes de la llegada de Alvarado, en los primeros meses de 1524. Es razonable
deducir que la situación fue tan incómoda y tensa —en conversación directa con
el líder de una fuerza invasora con armas desconocidas y devastadoras, armadura
de hierro, caballos, que acaba de destruir varios ejércitos k’iche’s en una sucesión
de batallas— que el rey kaqchikel sólo menciona la pérdida de guerreros y no la
de niños, mujeres y ancianos, entre otros. Así, cuando MacLeod dice (véase la
nota 8) que conservadoramente habían perdido la tercera parte de la población
indígena de los altos guatemaltecos, debemos subrayar la palabra
“conservadoramente” porque es muy posible que la ola de epidemias de 1519–
1521 fuera aún más devastadora de lo que hasta ahora podemos imaginar.

L AS EXIGENCIAS DE A LVARADO Y LAS RESPUESTAS DE LOS KAQCHIKELES

Pasando por alto las breves descripciones de las expediciones de conquista


de los tz’utujiles de la región del lago de Atitlán, a los pipiles de Atakat (o
Escuintepeque) de la Costa Sur y los intentos frustrados de conquistar a los
pipiles de Cuscatlán (hoy día cerca de la ciudad de San Salvador), examinaremos
los acontecimientos al regreso de Alvarado a Iximché, el 21 de julio de 1524. Las
versiones de Recinos y Otzoy están más o menos de acuerdo en que la primera
exigencia notable de Tunatiuh (el nombre prestado del náhuatl que hablaban los
mexicanos aliados de los españoles y como los kaqchikeles llamaron a Alvarado)
fue, según Recinos (párrafo 151, pág. 128), pedir “a una de las hijas del rey y los
Señores se la dieron a Tunatiuh” o, según Otzoy (párrafo 151, pág. 187), “pidió
una hija de los señores, la cual le fue dada a Tunatiw por los señores”.
Otzoy tradujo como “Demanda de metal [oro]” al apartado que Recinos
tituló “Demanda de dinero”. Así traduce Recinos el párrafo 152 (pág. 128):

Luego Tunatiuh les pidió dinero a los reyes. Quería que le dieran montones de
metal, sus vasijas y coronas. Y como no se las trajesen inmediatamente, Tunatiuh
se enojó con los reyes y les dijo: “¿Por qué no me habéis traído el metal? Si no
traéis con vosotros todo el dinero de las tribus, os quemaré y os ahorcaré” les
dijo a los Señores.

Mientras que Otzoy (párrafo 152, pág. 187) lo traduce así:

Entonces Tunatiw empezó a pedir a los reyes el metal [oro] que pudieran tener.
Se dispuso darle mientras tanto, sólo oro mezclado, consistente en vasijas y
adornos. Pero ésto no quiso recibirlo Tunatiw y lleno de cólera, dijo a los reyes:
“¿Por qué no me habéis traído el metal? ¿no es aquí con vosotros donde se

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acumula el oro de todas las tribus? Ya me estáis dando ocasión a que yo dispon-
ga quemaros vivos o ahorcaros” así dijo a los reyes.

Al comparar las dos traducciones es obvio, primero, que la de Otzoy es


mucho más larga. Esto se debe a que él capta varios detalles y matices del kaqchikel
que, en algunos casos, Recinos pasa por alto. Según Otzoy, en un intento de
satisfacer el apetito de Alvarado por el oro, los reyes decidieron “darle mientras
tanto, sólo oro mezclado, consistente en vasijas y adornos”, mientras que Recinos
no distingue entre las distintas clases de oro según su pureza y nos hace pensar
que Alvarado “se enojó” porque “no le trajesen inmediatamente” las “vasijas y
coronas”. Además, Recinos confunde el asunto de la colecta del oro de las tribus
o clanes afiliados con los Xajil, mientras que en Otzoy esta frase es en forma de
una pregunta por parte de Alvarado. La última declaración amenazadora de
Alvarado implica que los señores de Iximché tuvieron suficiente poder en sus
manos para mandar a que los clanes sujetos les trajesen su oro para acumularlo
allí o, por lo menos, el astuto conquistador quería dar esa impresión para poder
presionar y culpar a los señores si no entregaban el metal deseado.10 Finalmente,
Recinos dice que Alvarado amenazó con quemar y ahorcar a los reyes como
castigo por no entregar “todo el dinero de las tribus”, mientras que Otzoy lo
presenta en una forma más condicional en la cual Alvarado sugiere que existe la
posibilidad de “quemarlos vivos o ahorcarlos”. Según Mondloch, a diferencia de
lo que diga Otzoy, no hay mención de vivos en el manuscrito original.11 Es nota-
ble que Otzoy (o sus colegas) inserta “[vivos]” también cuando escribe en el

10
Otro episodio en el que surge el tema del poder de los reyes kaqchikeles sobre sus
pueblos es cuando, desde la capital k’iche’ de Gumarcaah (Q’uma’r Ka’aj o también Utatlán),
Alvarado pone a prueba la lealtad de sus supuestos aliados kaqchikeles, pidiendo que le
mandaran soldados para “la matanza de la gente k’iche'”. Tal vez influenciado por los cro-
nistas coloniales, Bernal Díaz, Francisco Vázquez y Francisco Ximénez, Recinos dice (pá-
rrafo 147, pág. 125–126 y la nota 230) que, luego, los reyes obedecieron aunque
“[ú]nicamente partieron los hombres de la ciudad”, enviando “dos mil soldados” a Tunatiuh.
Sin embargo, Otzoy (párrafo 147, pág. 186) indica que “salieron cuatrocientos hombres”
para apoyar a Alvarado contra su enemigo mutuo, los k’iche’s; y Luján Muñoz escribe (nota
112, pág. 218) que el autor anónimo de las notas marginales del siglo XVIII anota “Pidió
400 guerreros”. Me parece que el término “cuatrocientos”, usado en este caso en el Memo-
rial como en otros documentos indígenas de la misma época, quiere decir “muchos”, algo
como cuando en los idiomas europeos se suele decir “millares” sin ser muy preciso. Es clave
en el caso kaqchikel, y mesoamericano en general, recordar que, en el caso específico kaqchikel
y en el contexto mesoamericano en general, en su sistema de numeración vigesimal el
número 400 tenía un significado muy importante. Al fin de cuentas parece que Recinos se
equivocó al traducir el número como si fuera 2,000 soldados, pero en este caso tuvo cierta
razón en seguir a los cronistas españoles, aunque Otzoy tuviera más razón en traducir el
texto literalmente, tal vez sin darse cuenta del significado especial del número 400 en éste
y en otros casos históricos.
11
Comunicación personal, 21 de marzo de 2001.

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párrafo 147 (pág. 186) que los dos líderes, el Ajpop y el Ajpop Qamajay “fueron
quemados” por Alvarado en Gumarcaah.12
En el párrafo 153, las dos versiones están de acuerdo en que Alvarado esta-
blece que los reyes tendrán que entregarle 1,200 pesos de oro y otros detalles.
Hay una divergencia, sin embargo, en cuanto a la nueva amenaza de Alvarado.
Mientras que Recinos dice “¡Ay de vosotros si no lo traéis! ¡Yo conozco mi cora-
zón!”, Otzoy propone una traducción que tiene más sentido: “Y si no me lo
traéis en ese término [de cinco días], entonces conoceréis cómo es mi corazón”.
Enseguida, Otzoy (pág. 187) presenta más de dos líneas de texto que no apare-
cen en la edición de Recinos: “Luego se tomó nota de esto (en un libro). Ense-
guida los reyes procedieron a reunir todo su metal, todo nieto y todo hijo de
príncipe entregó su metal. El pueblo entero se afanó por los reyes”.

¿H OMBRE POSEÍDO DE K’ AXTOK ’,


AGENTE DEL DEMONIO U HOMBRE ENGAÑADOR ?

Según las dos versiones del Memorial, el párrafo 154 es clave en la historia
corta de relaciones más o menos tolerables entre los kaqchikeles y los invasores
porque señala el principio de la resistencia por parte de los señores de Iximché y
sus sujetos cuando, según la traducción de Otzoy (pág. 187), “se presentó un
hombre poseído de K’axtok’ [el demonio]...”. Este hombre pretende tener la
fuerza sobrenatural y dijo a los reyes: “Yo soy el trueno, yo destruiré a los caste-
llanos... Los destruiré con fuego, yo [lo] voy a descargar sobre la ciudad. Que
salgan los reyes hacia el otro lado del río. Esto lo haré el día 7 Ajmaq”. La versión
de Recinos sobre este acontecimiento es muy parecida a la de Otzoy, sólo que la
de Recinos dice que el hombre, “agente del demonio”, indica que “[c]uando yo
toque el tambor salgan [todos] de la ciudad...”, mientras que el “hombre poseí-
do” en la de Otzoy decía que descargaría truenos y fuego “sobre la ciudad”.
Es interesante notar el énfasis dado en el párrafo 154, tanto al principio
como al final sobre que solamente habían entregado a Tunatiuh (Tunatiw) la
mitad de los 1,200 pesos de oro cuando “se presentó un hombre poseído de
K’axtok’”. Esto sugiere que la recolección de esa cantidad de oro —y las presio-
nes y esfuerzos resultantes— era mucho más difícil para los reyes de lo que hu-
biera imaginado Alvarado y que los kaqchikeles habían llegado a su punto de
ruptura. ¿Es posible que fuera esta situación, evidentemente imposible para los
reyes, la que resultaría en la aparición del “hombre poseído” o por lo menos en la
invención de tal explicación para la salida de los reyes y su pueblo de Iximché?
Mondloch opina que ambas traducciones modernas de K’axtok’ —“agente del
demonio” según Recinos y “hombre poseído de K’axtok’ [demonio]” según
Otzoy— son distorsiones influenciadas por doctrinas católicas, del sentido au-

12
Veáse también la perspectiva lingüística de este libro que Mondloch presenta más
adelante.

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tóctono del término. Apoya su opinión con otra nota marginal del comentarista
anónimo, a lo mejor, según Luján Muñoz, un franciscano que dice: “Aparéceles
el demonio y los altera a la rebelión” (nota 124, pág. 219). Según Mondloch, en
lugar de identificar a K’axtok’ como el demonio, es más preciso identificarlo
como un hombre engañador o embustero.13 A mi parecer aun el acto de dele-
trear K’axtok’, comenzando con mayúscula, es elevarlo a un estado sobrenatural
con sentidos no contemplados por el autor de esta parte del Memorial. Como
indica Recinos (nota 235, pág. 129), el manuscrito original dice Hun achí qaxtok.
Como indiqué al principio del ensayo, esta nueva edición del Memorial de
Sololá reemplaza las ediciones anteriores del manuscrito clásico kaqchikel. Sin
embargo, será necesario que de vez en cuando los investigadores consulten di-
chas traducciones, ya sea en el caso de la de Brinton por ser médico y haber
tenido puntos de vista especializados o, en el caso de Recinos, con las debidas
precauciones en lo referente a la exactitud de la traducción del kaqchikel, por sus
conocimientos históricos, especialmente de la vida de Alvarado y por las detalla-
das notas complementarias. Éstas, además de la edición de Otzoy, bien pueden
servir a los lectores con intereses académicos. En esta nueva edición, hermosa y
útil del Memorial de Sololá tenemos un instrumento indispensable para el estu-
dio de los kaqchikeles y se da otro importante paso hacia una participación más
completa de la población maya guatemalteca en el estudio de su propia historia
y pasado cultural.

13
Comunicación personal, 22 de marzo de 2001.

Memorial de Sololá - Ensayos Reseñas 44.p65 160 10/28/2002, 4:13 PM

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