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Comentario de texto 5 José Enrique Sánchez Jiménez

Tesis principal: El sentido a la vida se lo dan los breves instantes de felicidad.

Resumen: El señor articulista comienza el texto haciendo alusión a Albert Camus y exponiendo
a su vez que podemos conseguir la felicidad si nos conformamos con poco, pues la luna que
pedía Calígula ya la tenemos y no nos sirvió para ser felices. El autor dicta que la felicidad está
presente en nuestros recuerdos, en cualquier momento que nos hizo felices en un pasado. Son
estos recuerdos donde debemos apoyarnos para sobrevivir. Ejemplifica esto comentando
situaciones que le hicieron feliz, como una analítica favorable. Dice que debemos ignorar
nuestro dolor y conformarnos con poco, para poder morir en paz.

Modalidad textual: argumentativo.

Tipo de texto: periodístico de opinión donde predomina la subjetividad. “en mi caso este año

han sido suficientes dos o tres buenas películas”.

Intención comunicativa: Hacer reflexionar al lector sobre el concepto de felicidad.

Función del lenguaje predominante: Función fática.

Introducción: Hasta la tercera línea (“necesario”).

Cuerpo de la argumentación: Desde “necesario” hasta “mala cosecha”, en la línea 14.

Conclusión: Desde “mala cosecha” hasta el final.

Nivel de la lengua: Este texto pertenece al nivel formal de la lengua porque emplea un léxico

muy variado y una sintaxis compleja y bien estructurada.

Adecuación: Es un texto adecuado porque el lenguaje que usa se adapta a su situación, un

artículo periodístico.

Coherencia: Es un texto coherente puesto que todas las ideas, principales y secundarias, se

encuentran relacionadas con la tesis principal.

Cohesión: Conectores como “pero”, anáforas como “la” (la luna), catáforas como “en la tierra”

(aquí en la tierra), elipsis como “un verso de Hörderlin,”, deixis como “a la hora de alcanzar la

luna”.
Comentario de texto 5 José Enrique Sánchez Jiménez

Comentario: En mi opinión este texto consigue tratar muy bien el concepto de felicidad
apoyándose en la obra de teatro Calígula. Aunque no estoy totalmente de acuerdo con la
visión que tiene el autor sobre este tema. ¿De verdad esa es la verdadera felicidad, la felicidad
plena? No veo rentable apoyar nuestra existencia en breves instantes en los que fuimos
complacidos, pero al fin y al cabo al hombre no le queda otra salida. Nos vemos obligados a
justificar ochenta años de una absurda vida en la tierra con momentos fugaces donde tuvimos
la luna. Es la crueldad en su más puro estado, hacer callar a nuestra conciencia, pensar que no
nos duele nada simplemente para evitar que se tambalee nuestra existencia. Alguien podría
pensar que la felicidad es ambición, conseguir grandes metas, dinero, fama… ¿para qué? Si el
hombre ya consiguió la luna y se siente igual de vacío. Vanitas vanitatum omina vanitas.

Calígula lo tuvo todo. Llegó a ser el máximo emperador, con poder y libertad sin límites,
consiguió sobreponerse sobre el bien y el mal, se convirtió en un Übermensch, un
superhombre, un Dios. Calígula lo tuvo todo, todo menos felicidad. Fue por algo por lo que
Camus relacionó la luna con la felicidad, por mucho dinero, logros y fama que tengamos nunca
podremos conseguir algo que no está en este planeta. El articulista pide que nos apoyemos en
sensaciones vanas para poder sobrevivir, pero es que no tenemos otra opción para dar un
sentido mínimo a nuestra existencia.

Es algo irónico cómo ha cambiado el sentido de la vida. Antes era llegar al paraíso, la vida
eterna, el recibimiento de Dios con los brazos abiertos. Ahora se ha reducido a “el tacto en
otra piel” o “un sabor en el paladar”. Ideas como esta hacen que nuestra sociedad sea tan
insustancial, vacía, superflua y líquida. Es la seña de identidad de los postmodernos, aceptar la
realidad como un destino y no como un reto o una nueva oportunidad. Y con esto se pueden
explicar fácilmente los problemas que tenemos hoy en día como el cambio climático. No
podemos encontrar gente ambiciosa donde solo hay conformistas. Solo los niños, alejados de
tanta trivialidad, son los únicos capaces de poder soñar con cosas realmente grandes. Por eso
el autor nos dice que Calígula era un inmaduro, un niño, por querer la luna.

Una de las claves para llegar a la felicidad es que “el cuerpo guarde silencio por dentro”. Yo no
lo voy a negar, esto nos hace felices, pero también esclavos. Pensar, por mucho que duela, nos
libera y nos permite tener una visión diferente y objetiva. Nadie dijo que el exterior de la cueva
fuera más agradable que las sombras, pero sí más verdadero. ¿Es la que sentimos la verdadera
felicidad?

Quereas reprocha en la obra que “Lo que me resulta insoportable es ver desvanecerse el
sentido de esta vida, ver desaparecer nuestra razón de existir. No se puede vivir sin una
razón”. No se puede vivir sin una razón, por eso tenemos que inventarnos una. Calígula tenía
su razón de vivir, pero al morir Drusila también murió su razón, como siempre lo erótico trajo
la muerte. Pero no solamente fue la muerte de su hermana lo que le hizo delirar fue el
tomar conciencia de que era demasiado humano. Quiso ser un dios, y mancharse las
manos de muerte como un dios, pero se quedó en un hombre cuya misión fue intentar
mostrarnos que la dignidad humana no existe, que la falta de importancia de la vi da
suplanta cualquier metafísica y cualquier religión.

Camus desarrolló la teoría de el Absurdo, para lo cual daba tres soluciones: el suicido, la
religión o la aceptación. En la sociedad de hoy día ya no sirven los mártires como San
Manuel, por lo que solo queda cargar en silencio y derrotados con nuestro yugo como
hacía Sísifo con su piedra.
Comentario de texto 5 José Enrique Sánchez Jiménez

Soñando con grandes ilusiones corremos el riesgo de tener la misma suerte que este
emperador, morir tan absurdamente como hemos vivido, sin ver realizado nuestro sueño de
alcanzar la luna, esa metáfora de la felicidad imposible. Pues como dijo el filósofo Séneca “la
verdadera felicidad no consiste en tenerlo todo, sino en no desear nada”. Por mucho que
llenemos nuestra vida de lujos y mujeres estos no son distracción suficiente para olvidar. Cada
uno es libre de perseguir lo que quiere, de conformarse o de ser ambicioso. Pero no podemos
amordazar a nuestra conciencia. Si callamos a nuestra conciencia estamos negando al mundo
la filosofía, el hombre es un ser racional por naturaleza, estaríamos negando al mundo los
próximos Sartre o Heidegger.

Habrá algunos que, al llegar al atardecer de su vida como una Fiesta de la Paz, lo reciban como
un abrazo de la muerte, que acude a nosotros para llevarnos con elegancia, tomando la
muerte como un muro cano que “va a imponer su ley y no su accidente”. Sin embargo, en lo
más profundo, siempre miraremos con miedo la muerte. Nos consume saber que algún día
dejaremos de ser Dioses y, con nuestro último pensamiento hacia la inmortalidad, de forma
lastimera junto con una lúgubre y sarcástica sonrisa diremos: ¡Sigo vivo!

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