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Héctor J.

Freire

Patrón: un cuento y un film sobre la crueldad del Lo central, tanto en el cuento como en el film es la cuestión
patriarcado1 de la reproducción, tanto del linaje-riqueza, como el de la
continuidad del sistema patriarcal/totalitario. Que requiere
tanto de la riqueza acumulada, como de los herederos del
I poder. La dificultad del viejo patrón para engendrar un varón
para proyectar su dominación, tiene su correlato con la
Tanto el cuento Patrón de Abelardo Castillo, como el film incapacidad de los sistemas autoritarios, para reproducirse
homónimo de Jorge Rocca, son una lectura metafórica sobre legítimamente, democráticamente.
el patriarcado, y donde su consecuente autoritarismo es
llevado a extremos de crueldad. El despotismo de estos sistemas se sostiene por el miedo, la
obediencia y la amenaza de la violencia. El odio de clase de
Las tramas de ambas narraciones, permiten además, ser Antenor por Paula (mujer joven, analfabeta y pobre) hija de
leídas en clave histórico-político-económico-social. La uno de sus peones, muerto en un accidente de trabajo, se
analogía entre el personaje del patrón de estancia y las convierte en intervención política. La joven no tiene
figuras autoritarias de los regímenes dictatoriales del país, escapatoria ante la tiranía del patrón, ni puede resistirse a la
son más que evidentes. violación sexual, como consumación violenta de un
matrimonio no elegido, ni deseado.
Dentro de este contexto particular, y de su ubicación
histórico-geográfica, el patriarcado podría definirse como la En el espacio de la estancia, el patrón-patriarca, como en el
manifestación y la institucionalización del dominio territorio del país, los tiranos de turno, disponen con total
masculino sobre las mujeres y los niños, y la aplicación de impunidad y crueldad, de la vida tanto pública como privada
ese dominio en la sociedad en general. Ello implica que los de sus habitantes.
varones tienen el poder en las instituciones importantes de
la sociedad, privando a las mujeres de acceder a él. Un En cuanto a lo formal, la estructura narrativa del cuento se
sistema de estructuras sociales basado en la subordinación divide en seis partes:
de las mujeres por los hombres.
1- Se inicia con el quiebre temporal (flashback) de la historia.
Según Irene Meler, “patriarcado” es un término que enfatiza Paula queda embarazada. Un breve diálogo significativo, da
el carácter asimétrico de las jerarquías sociales basadas en el cuenta de la tensión y la violencia a la que está sometida la
sexo, mientras que “dominación masculina” alude al hecho protagonista. El sí, claro con que se cierra el diálogo, nos
de que la pertenencia al género masculino implica ventajas, lleva al pasado cuando ella acepta el casamiento humillante
más allá de que cada varón logre o no, efectivizar los con el Patrón, quien anuncia a la también sometida abuela,
desempeños requeridos para integrar el género dominante. la decisión de casarse con su nieta para tener un hijo a quien
dejarle las tierras: que por algo me he ganado el derecho a
disponer. Después del casamiento forzado, mientras vuelven
para la casa, el patrón señalando el Cerro Negro, le dice a
II. El cuento
Paula: Cerro Patrón. Esta parte cierra con la orden: Vení a la
Patrón pertenece al segundo libro de cuentos, Cuentos cama.
Crueles (1966), del escritor Abelardo Castillo (San Pedro,
2- Comienza con la iniciación sexual de Paula: un verdadero
Pcia. de Bs.As. 1935). Y alude al personaje de Antenor
acto de posesión, una violación, en la que el patrón: No la
Domínguez, protagonista, dueño, y señor feudal de
consultó. La tomó, del mismo modo que se corta una fruta
hombres, mujeres, animales y cosas. Patrón de una estancia
del árbol crecido en el patio. Estaba ahí, dentro de los límites
mal habida a través de una recompensa política, decide
de sus tierras, a este lado de los postes y el alambrado de
tener un hijo varón, un macho para dejarle su herencia. A
púas.
partir de obtener espuriamente la posesión de la tierra, del
sometimiento y la exacción, Don Antenor, amasó una Otro quiebre temporal nos remite a treinta años atrás,
fortuna. Y un poder social basado en el temor, que lo hace cuando Antenor se cobra “un favor” y llega a ser dueño de
patriarca de una micro-sociedad rural que lo rodea. las tierras: Una noche – se decía- muchos años antes,
Antenor Domínguez subió a caballo y galopó hasta el
Desde esta perspectiva, la necesidad de descendencia tiene
amanecer. Ni un minuto más. Porque el trato era “hasta que
que ver con la continuidad del linaje, de la sangre y de la
amanezca”, y él estaba acostumbrado a estas cláusulas
riqueza, más que con la paternidad:
viriles, arbitrarias, que se rubricaban con un apretón de
El campo y el vientre hinchado de la mujer: las dos únicas manos o a veces ni siquiera con eso. Esta recompensa
cosas que veía. política, inevitablemente nos conecta, y se relaciona
directamente con la historia argentina, la conquista del

1
https://www.topia.com.ar/articulos/patron-un-cuento-y-
un-film-crueldad-del-patriarcado
desierto. Campaña militar llevada a cabo entre 1878 y 1885 5-Nadie lo visita. Transfiguración de Paula que da rienda
sobre los territorios de la región pampeana y la Patagonia, suelta a su odio, a su venganza. Paula echa a la doméstica. El
ocupados por aborígenes, los primitivos y verdaderos siente miedo de ella por primera vez.
dueños de la tierra. Estas tierras se repartieron entre los
6- En invierno Paula tiene sola a su hijo, antes se deshace de
potentados que habían financiado la campaña dirigida por
Fabio y Tomás, hombres de confianza del ex patrón. Al día
Julio “Argentino” Roca, y los oficiales de alto rango. A las que
siguiente, Paula le lleva el niño a Antenor. Se lo deja sobre
ya habían sido asignadas, antes de la operación militar
las sábanas. El viejo extiende una mano hacia ella, quien se
genocida. Mediante la suscripción de 4000 bonos de $400
aparta violentamente. Sus ojos se encuentran por primera y
por 2500 hectáreas cada uno. De ahí, que muchos de los
última vez. Fue un segundo. Paula los abandona. El viejo
pueblos del sur, llevan hasta hoy en día sus nombres.
patrón, con esfuerzo se ha sentado, y con una mano se aferra
Un total de 10 millones de hectáreas fueron vendidas a a la correa y con la otra sostiene a su hijo que llora sin parar.
estancieros bonaerenses, mientras que el excedente, lotes
Paula sale de casa y antes de atar el sulky, tira la llave al
de 40.000 hectáreas cada uno, se remató en Londres y París
aljibe. Delante de Antenor y el niño se ve el campo, y a lo
en 1882. Como dice Fernando del Corro: y como aún quedó
lejos el Cerro Patrón.
más y nadie pensó en los aborígenes, en 1885 se cancelaron
con tierras las deudas acumuladas con los soldados desde
1878, ya que llevaban siete años sin cobrar, pero como tanto
los oficiales como la milicia necesitaban efectivo, terminaron III. El film
malvendiendo sus partes a los mismos que habían sido los
Si en el cuento, “la crueldad patriarcal”, se sugería a través
financistas primitivos, de manera que toda esa superficie
de lo verbal, de la resonancia de las palabras, de sus
pasó a manos de 344 propietarios a un promedio de 31.596
sustantivos y adjetivos violentos. La reiteración de la frase Va
hectáreas cada uno.
a tener el chico, que adquiere la significación de contrapunto
A propósito comenta Osvaldo Bayer: es increíble la forma en al mande. Sumado a las alusiones a los personajes como
que se repartió la tierra después de la campaña del desierto; animales, acentuando un clima impiadoso sin redenciones,
fíjense en el resultado que sacamos del Boletín de la como las descripciones que hace el patrón -que huele a
Sociedad Rural Argentina fundada en 1868, fíjense que entre potrillo-, de Paula como un animal, una bella bestia y
1876 y 1903, en 27 años, se otorgaron 41.787.000 hectáreas chúcara. O la comparación de Paula con la ternera boca
a sólo 1.843 terratenientes, vinculados estrechamente por arriba, que será marcada en la cama con una gran “A”
lazos económicos, políticos y familiares a los diferentes (símbolo de la posesión del patrón Antenor). Junto a los
gobiernos que se sucedieron en aquel período, otros personajes que funcionan para acentuar la relación de
principalmente a la familia Roca. amo y esclavo, de dominador y dominado: la mujer de la
casa, el capataz Fabio, el peón Tomás, Tomasina la partera,
La segunda parte termina con estas líneas tan emblemáticas: la abuela de Paula, y el médico. En el film la crueldad se
- De acá hasta donde llegues- y el caudillo, mirando al multiplica, está ahí, la vemos a través de la contundencia de
hombre joven estiró la mano, y la mano, que era grande y las imágenes, que incluyen sonido y palabras. Las situaciones
dadivosa, quedó como perdida entre los dedos del otro-. tensas y los personajes se encarnan en rostros, en gestos
Clavas la estaca y te volvés. Lo alambras y es tuyo. inequívocos.
3- Pasan dos años. Muere la abuela de Paula. No queda Antenor Domínguez, nombre que significa antes que todos,
embarazada. El patrón se siente estafado. La insulta. Le y Domínguez: Domingo, Dominus. “El día del señor”: El
pega. La humilla: El viejo miró a Paula, y de nuevo al peón Patrón. Se encarna en el actor Walter Reyno. Paula (nombre
que ahora se levantaba, encogido como un perro apaleado. latino que significa la pequeña) toma la figura frágil e
Si andás alzado, en cuanto me dé un hijo te la regalo. Al año inocente de la actriz Valentina Bassi, y la mujer de la casa es
siguiente la muchacha queda embarazada. Siente miedo: la gran Leonor Manso.
Paula se reconoció en los ojos de la ternera.
El film del director y guionista Jorge Rocca, se rodó entre
Un toro (animal simbólico si los hay) embiste por atrás al 1993 y 1994 en el departamento de Florida. Coproducido por
patrón y lo voltea contra el alambrado, donde queda CEMA de Uruguay, el Instituto de Cinematografía Argentina
reducido como un trapo viejo puesto a secar. El grito del y Aleph Producciones. Se estrenó el 6 de julio de 1995
patrón para que lo ayuden, será su última orden. (disponibilidad en DVD). La fotografía es del excelente artista
uruguayo Daniel Rodríguez Maseda, y la música de Lito
4-El viejo no volverá a moverse, ni a hablar. Le anuncian que
Vitale.
va a tener un hijo. Pide que lo trasladen a un cuarto alto de
la casa para poder ver su campo. Todas las noches se repite La acción transcurre “campo adentro”, escenario tan propio
un diálogo brevísimo: Va a tener el chico. El asiente con la de nuestra llanura pampeana. El tema rural con una historia
cabeza. sombría, con personajes como extraídos de la tragedia
griega. El patrón, símbolo del poder absoluto, solitario, cruel,
violento. Y la víctima propiciatoria, joven, inocente, pobre.
Necesaria como un surco en la tierra para sembrar. Del En el final del cuento, Paula arroja la llave de la casa al aljibe,
encuentro y choque de estos extremos se desarrolla el film. en el film la tira al fuego. En ese preciso momento se cambia
del blanco y negro, y se vuelve al color del principio. La
La fotografía muy cuidada, es sobrecogedora y acentúa el
tragedia queda así enmarcada por la historia del Patrón, y la
contraste de los protagonistas. Sugiere y marca indicios.
historia de Paula, que nunca pudieron, ni podrán unirse.
Concebida como pieza de relojería, hace de la concentración
espacial y temporal, una atmósfera dramática y asfixiante. Comenta el propio director: El blanco y negro nos permitía
estilizar la imagen, sintetizarla al máximo. Sabíamos que el
El director mantiene las secuencias narrativas principales del
sonido, la dirección de arte y la fotografía eran claves.
cuento, así también como el clima y el sujeto enunciador. Sin
embargo, el texto fílmico se amplía con algunos episodios, La utilización del blanco y negro, de la iluminación, del
escenas y nuevos personajes, que se justifican y le dan al claroscuro a la manera expresionista, es más que pertinente,
texto más fuerza vital. Como un “duelo a malambo”, donde ya que remarca el contraste de los personajes. Recordemos,
se pone en evidencia el poder del patrón, y la escena final, que dicha estética fue y es utilizada principalmente, para
poético-dramática frente al mar. representar los sistemas opresivos y totalitarios. Según
Goethe, este tipo de iluminación es con seguridad una
El film comienza con el sonido de una respiración intensa,
violencia, y podéis decir que está contra la naturaleza.
mientras la cámara realiza un travelling de un campo en toda
su extensión, continua en el interior de la casa y lentamente El film parecería estar planteando que la fusión, “la
“se mete” en el cuarto del patrón: la cama revuelta, y en la horizontalidad”, no es posible dentro de la verticalidad
mesa de luz una navaja, con toda su dimensión simbólica. La jerárquica del patriarcado. No hay convivencia democrática
misma que aparecerá al final en las manos de Paula, con la cuando la opresión, la crueldad y las desigualdades sociales
cual antes de partir se cortará el pelo. Luego la cámara son la base de una sociedad:
realiza un primer plano del rostro de Antenor, que se ha
Sin querer, las palabras fueron ambiguas; pero nadie dudaba
despertado de una pesadilla. Recuerda la muerte de un
de que, en toda La Cabriada, su voluntad quería decir
hombre que lo sigue atormentando. El recuerdo tiene su
siempre lo mismo. Y ahora quería decir que Paula, la hija de
continuidad en la escena en donde otro hombre le da cuatro
un puestero de la estancia vieja –muerto, achicharrado en los
estacas (una para cada punto cardinal). El galope posterior
corrales por salvar la novillada cuando el incendio aquel del
del joven Antenor, y las estacas adquieren su máxima
30- podía ser la mujer del hombre más rico del partido,
significación, cuando Antenor clava la cuarta estaca seguida
porque, un rato antes, él había entrado al rancho y había
de un sonido que retumba como un trueno. La
dicho:
sobreimpresión del título del film PATRÓN, y el pasaje del
uso del color al blanco y negro, son una síntesis contundente -Quiero casarme con su nieta- ¿Cuántos años tiene la
de la problemática que nos ocupa. Esta secuencia, que muchacha?
funciona como prólogo, en realidad un microfilm en sí
mismo, es un rito de iniciación –que nos conecta con el -Diecisiete, o dieciséis-
pasado histórico de la Argentina, comentado anteriormente-
a partir del cual este joven empezará a ser el señor, el dueño
y amo de las tierras que en una sola noche “se ganó”. IV. Conclusión

También podríamos establecer una conexión, una No hay superación dialéctica en esta historia, sino tragedia.
continuidad entre la figura patriarcal de Antenor, patrón de El destino es irrevocable para el amo Antenor, ahora
estancia, con ciertos personajes siniestros de los regímenes devenido esclavo. Su poder se transformó en postración, y
dictatoriales del país. en la incapacidad de hablar. Nunca más podrá emitir una
orden. Ni “enseñar” a ser patrón a su hijo. Paula, tampoco
La otra inclusión interesante que hace Rocca, es la creación
podrá escapar a su destino trágico, de esclava se
de un “triángulo femenino” que acentúa la posesión-objeto
transformará en amo, en patrona. Pero utilizará el poder, no
patriarcal del protagonista: la viuda y amante, como
buscado, para deshacerse de todos los que la rodeaban. No
contrapartida de Paula, (sólo un vientre que le dará un
hay culpa, ni piedad. Sí venganza y castigo. Paula víctima del
heredero). Y Delia (Leonor Manso), la mujer silenciosa.
patriarcado, no puede superar su dolor, la soledad y el
Alguien que siempre se sintió ignorada. Delia, la mujer que
abandono. De ahí su desequilibrio y locura final. Ella se va
el patrón eligió sólo para ocuparse de la cocina.
hacia el mar -donde la abandona la cámara-, con el pelo
Otra secuencia emblemática es la que muestra la vuelta a la corto como un varón. Es “otra” Paula, con la mirada perdida
casa, después de la “fiesta” de casamiento. Su significación y completamente sola. Es como si se la tragara el mar.
se completará al final del film. Paula pregunta dónde queda
Antes, como una Medea de la mitología griega, tomada por
el mar. Su padre le contó una vez, que alambrando el campo
la hybris, el descontrol y el des-madre, abandonó y condenó
del patrón, había llegado al borde: Es como el campo pero
al niño.
de agua. Antenor le agrega, el mar anda donde sale el sol.
El hijo, víctima inocente que nació para morir en brazos de
su padre, el Patrón.

V. Bibliografía

 Castillo, Abelardo: Cuentos crueles, Emecé, Bs. As.,


1992.
 Hazaki, César (Compilador): La crisis del
Patriarcado, Topía, Bs. As., 2012.
 Eisner, Lotte: La Pantalla Demoníaca, Cátedra.
Madrid, 1988.
 Amado, Ana y Domínguez, Nora (Compiladoras):
Lazos de familia, Paidós. Bs. As. 2004.
Abelardo Castillo palabra. Y entonces todo estaba decidido. Cinco minutos
después él salió del rancho, pasó junto a Paula y dijo “vaya,
PATRÓN2
que la vieja quiere hablarla”. Ella entró y dijo:
I
–Sí, claro. (22)
La vieja Tomasina, la partera se lo dijo, tas preñada, le dijo, y
Y unos meses después el cura los casó. Hubo malicia en los
ella sintió un miedo oscuro y pegajoso: llevar una criatura
ojos esa noche, en el patio de la estancia vieja. Vino y asado
adentro como un bicho enrollado, un hijo, que a lo mejor un
y malicia. Paula no quería escuchar las palabras que
día iba a tener los mismos ojos duros, la misma piel áspera
anticipaban el miedo y el dolor.
del viejo. Estás segura, Tomasina, preguntó, pero no
preguntó: asintió. Porque ya lo sabía; siempre supo que el –Un alambre parece el viejo.
viejo iba a salirse con la suya. Pero m’hija, había dicho la
Duro, retorcido como un alambre, bailando esa noche, de-
mujer, llevo anunciando más partos que potros tiene tu
mostrando que de viejo sólo tenía la edad, zapateando un
marido. La miraba. Va a estar contento Anteno, agregó. Y
malambo hasta que el peón dijo está bueno, patrón, y él se
Paula dijo sí, claro. Y aunque ya no se acordaba, una tarde,
rió, sudado, brillándole la piel curtida. Oliendo a padrillo.
hacía cuatro años, también había dicho:
Solos los dos, en sulky la llevó a la casa. Casi tres leguas,
–Sí, claro.
solos, con todo el cielo arriba y sus estrellas y el silencio. De
Esa tarde quería decir que aceptaba ser la mujer de don golpe, al subir una loma, como un aparecido se les vino
Antenor Domínguez, el dueño de La Cabriada: el amo. encima, torva, la silueta del Cerro Negro. Dijo Antenor:

–Mire que no es obligación. –La abuela de Paula tenía los –Cerro Patrón.
ojos bajos y se veía de lejos que sí, que era obligación. –
Y fue todo lo que dijo.
Ahora que usté sabe cómo ha sido siempre don Anteno con
una, lo bien que se portó de que nos falta su padre. Eso no Después, al pasar el último puesto, Tomás, el cuidador, lo
quita que haga su voluntad. (21) saludó con el farol desde lejos. Cuando llegaron a la casa,
Paula no vio más que a una mujer y los perros. Los perros
Sin querer, las palabras fueron ambiguas; pero nadie dudaba
que se abalanzaban y se frenaron en seco sobre los cuartos,
de que, en toda La Cabriada, su voluntad quería decir
porque Antenor los enmudeció, los paró de un grito. Paula
siempre lo mismo. Y ahora quería decir que Paula, la hija de
adivinó que esa mujer, nadie más, vivía ahí dentro. Por una
un puestero de la estancia vieja –muerto, achicharrado en
oscura asociación supo también que era ella quien cocinaba
los corrales por salvar la novillada cuando el incendio aquel
para el viejo: el viejo le había preguntado “comieron”, y
del 30– podía ser la mujer del hombre más rico del partido,
señaló los perros.
porque, un rato antes, él había entrado al rancho y había
dicho: Ahora, desde la ventana alta del caserón se ven los pinos, y
los perros duermen. Largos los pinos, lejos.
–Quiero casarme con su nieta –Paula estaba afuera, dán-
doles de comer a las gallinas; el viejo había pasado sin –Todo lo que quiero es mujer en la casa, y un hijo, un macho
mirarla. –Se me ha dado por tener un hijo, sabes. –Señaló en el campo –Antenor señaló afuera, a lo hondo de la noche
afuera, el campo, y su ademán pasó por encima de Paula que agujereada de grillos; en algún sitio se oyó un relincho–.
estaba en el patio, como si el ademán la incluyera, de hecho, Vení, arrímate. (23)
en las palabras que iba a pronunciar después. –Mucho para
que se lo quede el gobierno, y muy mío. ¿Cuántos años tiene Ella se acercó.
la muchacha?
–Mande –le dijo.
–Diecisiete, o dieciséis –la abuela no sabía muy bien;
–Todo va a ser para él, entendés. Y también para vos. Pero
tampoco sabía muy bien cómo hacer para disimular el
anda sabiendo que acá se hace lo que yo digo, que por algo
asombro, la alegría, las ganas de regalar, de vender a la nieta.
me he ganao el derecho a disponer. –Y señalaba el campo,
Se secó las manos en el delantal.
afuera, hasta mucho más allá del monte de eucaliptos,
El dijo: detrás de los pinos, hasta pasar el cerro, abarcando aguadas
y caballos y vacas. Le tocó la cintura, y ella se puso rígida
–Qué me miras. ¿Te parece chica? En los bailes se arquea debajo del vestido. –Veintiocho años tenía cuando me lo
para adelante, bien pegada a los peones. No es chica. Y en gané –la miró, como quien se mete dentro de los ojos–, ya
la casa grande va a estar mejor que acá. Qué me contestas. hace arriba de treinta.
–Y yo no sé, don Anteno. Por mí no hay… –y no alcanzó a
decir que no había inconveniente porque no le salió la

2 En Cuentos crueles. Mundos reales, Vol II. Seix Barral, Barcelona,


2000. 125 pp
Paula aguantó la mirada. Lejos, volvió a escucharse el potreros, buscándolo, y un peón asomó detrás de una parva;
relincho. El dijo: Paula había sentido la mirada caliente recorriéndole la curva
de la espalda, como en los bailes, antes. Entonces oyó un
–Vení a la cama.
crujido, un golpe seco, y se dio vuelta. Antenor estaba ahí,
con el talero en la mano, y el peón abría la boca como en una
arcada, abajo, junto a los pies del viejo. Fue esa sola vez. Se
II sintió mujer disputada, mujer nomás. Y no le importó que el
viejo dijera yo te voy a dar mirarme la mujer, pión rotoso, ni
No la consultó. La tomó, del mismo modo que se corta una
que dijera:
fruta del árbol crecido en el patio. Estaba ahí, dentro de los
límites de sus tierras, a este lado de los postes y el alambrado –Y vos, qué buscas. Ya te dije dónde quiero que estés.
de púas. Una noche –se decía–. muchos años antes, Antenor
Domínguez subió a caballo y galopó hasta el amanecer. Ni un En la casa, claro. Y lo decía mientras un hombre, todavía en
minuto más. Porque el trato era “hasta que amanezca”, y él el suelo, abría y cerraba la boca en silencio, mientras otros
estaba acostumbrado a estas cláusulas viriles, arbitrarias, hombres empezaron a rodear al viejo ambiguamente, lo
que se rubricaban con un apretón de manos o a veces ni empezaron a rodear con una expresión menos parecida al
siquiera con eso. respeto que a la amenaza. El viejo no los miraba:

–De acá hasta donde llegues –y el caudillo, mirando al –Qué buscas.


hombre joven estiró la mano, y la mano, que era grande y
–La abuela –dijo ella–. Me avisan que está mala –y
dadivosa, quedó como perdida entre los dedos del otro–.
repentinamente se sintió sola, únicamente protegida por el
Clavas la estaca y te volvés. Lo alambras y es tuyo.
hombre del talero; el hombre rodeado de peones agresivos,
Nadie sabía muy bien qué clase de favor se estaba cobrando ambiguos, que ahora, al escuchar a la muchacha, se
Antenor Domínguez aquella noche; algunos, los más quedaron quietos. Y ella comprendió que, sin proponérselo,
suspicaces, aseguraban que el hombre caído junto al estaba defendiendo al viejo.
mostrador del Rozas tenía algo que ver con ese trato: (24)
–Qué miran ustedes –la voz de Antenor, súbita. El viejo sabía
toda la tierra que se abarca en una noche de a caballo. Y él
siempre cuál era el momento de clavar una estaca. Los miró
salió, sin apuro, sin ser tan zonzo como para reventar el
y ellos agacharon la cabeza. El capataz venía del lado de las
animal a las diez cuadras. Y cuando clavó la estaca empezó a
cabañas, gritando alguna cosa. El viejo miró a Paula, y de
ser don Antenor. Y a los quince años era él quien podía, si
nuevo al peón que ahora se levantaba, encogido como un
cuadraba, regalarle a un hombre todo el campo que se
perro apaleado–. Si andas alzado, en cuanto me dé un hijo te
animara a cabalgar en una noche. Claro que nunca lo hizo. Y
la regalo. (26)
ahora habían pasado treinta años y estaba acostumbrado a
entender suyo todo lo que había de este lado de los postes y
el alambre. Por eso no la consultó. La cortó.
III
Ella lo estaba mirando. Pareció que iba a decir algo, pero no
A los dos años empezó a mirarla con rencor. Mirada de
habló. Nadie, viéndola, hubiera comprendido bien este
estafado, eso era. Antes había sido impaciencia, apuro de
silencio: la muchacha era una mujer grande, ancha y
viejo por tener un hijo y asombro de no tenerlo: los ojos
poderosa como un animal, una bestia bella y chucara a la que
inquisidores del viejo y ella que bajaba la cabeza con un poco
se le adivinaba la violencia debajo de la piel. El viejo, en
de vergüenza. Después fue la ironía. O algo más bárbaro,
cambio, flaco, áspero como una rama.
pero que se emparentaba de algún modo con la ironía y
–Contesta, che. ¡Contesta, te digo! –se le acercó. Paula hacía que la muchacha se quedara con la vista fija en el plato,
sentía ahora su aliento junto a la cara, su olor a venir del durante la cena o el almuerzo. Después, aquel insulto en los
campo. Ella dijo: potreros, como un golpe a mano abierta, prefigurando la
mano pesada y ancha y real que alguna vez va a estallarle en
–No, don Anteno.
la cara, porque Paula siempre supo que el viejo iba a
–¿Y entonces? ¿Me querés decir, entonces…? terminar golpeando. Lo supo la misma noche que murió la
abuela.
Obedecer es fácil, pero un hijo no viene por más obediente
que sea una, por más que aguante el olor del hombre –O cuarenta y tantos, es lo mismo.
corriéndole por el cuerpo, su aliento, como si entrase
Alguien lo había dicho en el velorio: cuarenta y tantos. Los
también, por más que se quede quieta boca arriba. Un año y
años de diferencia, querían decir. Paula miró de reojo a
medio boca arriba, viejo macho de sementera. Un año y
Antenor, y él, más allá, hablando de unos cueros, adivinó la
medio sintiéndose la sangre tumultuosa galopándole el
mirada y entendió lo que todos pensaban: que la diferencia
cuerpo, queriendo salírsele del cuerpo, saliendo y
era grande. Y quién sabe entonces si la culpa no era de él, del
encontrando sólo la dureza despiadada del viejo. Sólo una
viejo.
vez lo vio distinto; le pareció distinto. (25) Ella cruzaba los
–Volvemos a la casa –dijo de golpe. –Mande –dijo Paula.

Ésa fue la primera noche que Paula le sintió olor a caña. Estaba mirándolo otra vez, mirándole las manos anchas,
Después –hasta la tarde aquella, cuando un toro se vino llenas de sangre pegajosa: recordó el bofetón de la noche
resoplando por el andarivel y hubo gritos y sangre por el aire anterior. Por el andarivel traían un toro grande, un pinto,
y el viejo se quedó quieto como un trapo– pasó un año, y que bufaba y hacía retemblar las maderas. La voz de
Antenor tenía siempre olor a caña. Un olor penetrante, que Antenor, mientras sus manos desanudaban unas correas,
parecía querer meterse en las venas de Paula, entrar junto hizo la pregunta que Paula estaba temiendo. La hizo en el
con el viejo. Al final del tercer año, quedó encinta. (27) Debió mismo momento que Paula gritó, que todos gritaron.
de haber sido durante una de esas noches furibundas en que
–¿Qué te dijo la Tomasina? –preguntó.
el viejo, brutalmente, la tumbaba sobre la cama, como a un
animal maneado, poseyéndola con rencor, con desespe- Y todos, repentinamente, gritaron. Los ojos de Antenor se
ración. Ella supo que estaba encinta y tuvo miedo. De pronto habían achicado al mirarla, pero de inmediato volvieron a
sintió ganas de llorar; no sabía por qué, si porque el viejo se abrirse, enormes, y mientras todos gritaban, el cuerpo del
había salido con la suya o por la mano brutal, pesada, que se viejo dio una vuelta en el aire, atropellado de atrás por el
abría ahora: ancha mano de castrar y marcar, estallándole, toro. Hubo un revuelo de hombres y animales y el resbalón
por fin, en la cara. de las pezuñas sobre la tierra. En mitad de los gritos, Paula
seguía parada con el mate en la mano, mirando
–¡Contesta! Contéstame, yegua.
absurdamente el cuerpo como un trapo del viejo. Había
El bofetón la sentó en la cama; pero no lloró. Se quedó ahí, quedado sobre el alambrado de púas, como un trapo puesto
odiando al hombre con los ojos muy abiertos. La cara le a secar. (29)
ardía.
Y todo fue tan rápido que, por encima del tumulto, los
–No –dijo mirándolo–. Ha de ser un retraso, nomás. Como sobresaltó la voz autoritaria de don Antenor Domínguez.
siempre.
–¡Ayúdenme, carajo!
–Yo te voy a dar retraso –Antenor repetía las palabras, las
mordía–. Yo te voy a dar retraso. Mañana mismo le digo al
Fabio que te lleve al pueblo, a casa de la Tomasina. Te voy a IV
dar retraso.
Esta orden y aquella pregunta fueron las dos últimas cosas
La había espiado seguramente. Había llevado cuenta de los que articuló. Después estaba ahí, de espaldas sobre la cama,
días; quizá desde la primera noche, mes a mes, durante los sudando, abriendo y cerrando la boca sin pronunciar
tres años que llevó cuenta de los días. palabra. Quebrado, partido como si le hubiesen descargado
un hachazo en la columna, no perdió el sentido hasta mucho
–Mañana te levantas cuando aclare. Acostate ahora.
más tarde. Sólo entonces el médico aconsejó llevarlo al
Una ternera boca arriba, al día siguiente, en el campo. Paula pueblo, a la clínica. Dijo que el viejo no volvería a moverse;
la vio desde el sulky, cuando pasaba hacia el pueblo con el tampoco, a hablar. Cuando Antenor estuvo en condiciones
viejo Fabio. Olor a carne quemada y una gran “A”, de comprender alguna cosa, Paula le anunció lo del chico.
incandescente, chamuscándole el flanco: Paula se reconoció
–Va a tener el chico –le anunció–. La Tomasina me lo ha
en los ojos de la ternera.
dicho.
Al volver del pueblo, Antenor todavía estaba ahí, entre los
Un brillo como de triunfo alumbró ferozmente la mirada del
peones. Un torito mugía, tumbado a los pies del hombre;
viejo; se le achisparon los ojos y, de haber podido hablar,
nadie como el viejo para voltear un animal y descornarlo o
acaso hubiera dicho gracias por primera vez en su vida. Un
caparlo de un tajo. (28) Antenor la llamó, y ella hubiera
tiempo después garabateó en un papel que quería volver a
querido que no la llamase: hubiera querido seguir hasta la
la casa grande. Esa misma tarde lo llevaron.
casa, encerrarse allá. Pero el viejo la llamó y ella ahora
estaba parada junto a él. Nadie vino a verlo. El médico y el capataz de La Cabriada, el
viejo Fabio, eran las dos únicas personas que Antenor veía.
–Ceba mate. –Algo como una tijera enorme, o como una
Salvo la mujer que ayudaba a Paula en la cocina –pero que
tenaza, se ajustó en el nacimiento de los cuernos del torito.
jamás entró en el cuarto de Antenor, por orden de Paula–,
Paula frunció la cara. Se oyeron un crujido y un mugido largo,
nadie más andaba por la casa. El viejo Fabio llegaba al caer
y del hueso brotó, repentino, un chorro colorado y caliente.
el sol. Llegaba y se quedaba quieto, sentado lejos de la cama
–Qué fruncís la jeta, vos.
sin saber qué hacer o qué decir. Paula, en silencio, cebaba
Ella le alcanzó el mate. Preñada, había dicho la Tomasina. Él mate entonces.
pareció adivinarlo. Paula estaba agarrando el mate que él le
Y súbitamente, ella, Paula, se transfiguró. Se transfiguró
devolvía, quiso evitar sus ojos, darse vuelta.
cuando Antenor pidió que lo llevaran al cuarto alto; (30) pero
–Che –dijo el viejo. ya desde antes, su cara, hermosa y brutal, se había ido
transformando. Hablaba poco, cada día menos. Su expresión Después, al salir, cerró la puerta con llave (una llave grande,
se fue haciendo cada vez más dura –más sombría–, como la que Paula llevará siempre consigo, colgada a la cintura), y el
de quienes, en secreto, se han propuesto obstinadamente viejo tuvo que acostumbrarse también a esto. El sonido de la
algo. Una noche, Antenor pareció ahogarse; Paula sospechó llave girando en la antigua cerradura anunciaba la entrada
que el viejo podía morirse así, de golpe, y tuvo miedo. Sin de Paula –sus pasos, cada día más lerdos, más livianos, a
embargo, ahí, entre las sábanas y a la luz de la lámpara, el medida que la fecha del parto se acercaba–, y por fin la mano
rostro de Antenor Domínguez tenía algo desesperado, que dejaba el plato, mano que Antenor no se atrevía a tocar.
emperradamente vivo. No iba a morirse hasta que naciera el Hasta que la mirada del viejo también cambió. Tal vez,
chico; los dos querían esto. Ella le vació una cucharada de alguna noche, sus ojos se cruzaron con los de Paula, o tal vez,
remedio en los labios temblorosos. Antenor echó la cabeza simplemente, miró su rostro. El silencio se le pobló entonces
hacia atrás. Los ojos, por un momento, se le habían quedado con una presencia extraña y amenazadora, que acaso se
en blanco. La voz de Paula fue un grito: parecía un poco a la locura, sí, alguna noche, cuando ella
venía con la lámpara, el viejo miró bien su cara: (32) eso
–¡Va a tener el chico, me oye! –Antenor levantó la cara; el
como un gesto estático, interminable, que parecía haberse
remedio se volcaba sobre las mantas, desde las comisuras de
ido fraguando en su cara o quizá sólo en su boca, como si la
una sonrisa. Dijo que sí con la cabeza.
costumbre de andar callada, apretando los dientes,
Esa misma noche empezó todo. Entre ella y Fabio lo subieron mordiendo algún quejido que le subía en puntadas desde la
al cuarto alto. Allí, don Antenor Domínguez, semicolgado de cintura, le hubiera petrificado la piel. O ni necesitó mirarla.
las correas atadas a un travesaño de fierro, que el doctor Cuando oyó girar la llave y vio proyectarse larga la sombra
había hecho colocar sobre la cama, erguido a medias podía de Paula sobre el piso, antes de que ella dijera lo que siempre
contemplar el campo. Su campo. Alguna vez volvió a decía, el viejo intuyó algo tremendo. Súbitamente, una
garrapatear con lentitud unas letras torcidas, grandes, y sensación que nunca había experimentado antes. De pronto
Paula mandó llamar a unos hombres que, abriendo un le perforó el cerebro, como una gota de ácido: el miedo. Un
boquete en la pared, extendieron la ventana hacia abajo y a miedo solitario y poderoso, incomunicable. Quiso no
lo ancho. El viejo volvió a sonreír entonces. Se pasaba horas escuchar, no ver la cara de ella, pero adivinó el gesto, la
con la mirada perdida, solo, en silencio, abriendo y cerrando mirada, el rictus aquel de apretar los dientes. Ella dijo:
la boca como si rezara –o como si repitiera
–Va a tener el chico.
empecinadamente un nombre, el suyo, gestándose otra vez
en el vientre de Paula–, mirando su tierra, lejos hasta los Antenor volvió la cara hacia la pared. Después, cada noche
altos pinos, más allá del Cerro Negro. Contra el cielo. (31) la volvía.

Una noche volvió a sacudirse en un ahogo. Paula dijo: VI

–Va a tener el chico. El asintió otra vez con la cabeza. Nació en invierno; era varón. Paula lo tuvo ahí mismo. No
mandó llamar a la Tomasina: el día anterior le había dicho a
Con el tiempo, este diálogo se hizo costumbre. Cada noche
Fabio que no iba a necesitar nada, ningún encargo del
lo repetían.
pueblo.

–Ni hace falta que venga en la semana –y como Fabio se


había quedado mirándole el vientre, dijo: –Mañana a más
tardar ha de venir la Tomasina.

Después pareció reflexionar en algo que acababa de decir


V Fabio; él había preguntado por la mujer que ayudaba en la
casa. No la he visto hoy, había dicho Fabio.
El campo y el vientre hinchado de la mujer: las dos únicas
cosas que veía. El médico, ahora, sólo lo visitaba si Paula –de –Ha de estar en el pueblo –dijo Paula. Y cuando Fabio ya
tanto en tanto, y finalmente nunca– lo mandaba llamar, y el montaba, agregó: –Si lo ve al Tomás, mándemelo. Luego vino
mismo Fabio, que una vez por semana ataba el sulky e iba a Tomás y Paula dijo:
comprar al pueblo los encargos de la muchacha, acabó por
olvidarse de subir al piso alto al caer la tarde. Salvo ella, –Podes irte nomás a ver tu chica. Fabio va a cuidar la casa
nadie subía. esta semana. (33)

Cuando el vientre de Paula era una comba enorme, tirante Desde la ventana, arriba, Antenor pudo ver cómo Paula se
bajo sus ropas, la mujer que ayudaba en la cocina no volvió quedaba sola junto al aljibe. Después ella se metió en la casa
más. Los ojos de Antenor, interrogantes, estaban mirando a y el viejo no volvió a verla hasta el día siguiente, cuando le
Paula. trajo el chico.

–La eché –dijo Paula. Antes, de cara contra la pared, quizá pudo escuchar algún
quejido ahogado y, al acercarse la noche, un grito largo
retumbando entre los cuartos vacíos; por fin, nítido, el llanto
triunfante de una criatura. Entonces el viejo comenzó a
reírse como un loco. De un súbito manotón se aferró a las
correas de la cama y quedó sentado, riéndose. No se movió
hasta mucho más tarde.

Cuando Paula entró en el cuarto, el viejo permanecía en la


misma actitud, rígido y sentado. Ella lo traía vivo: Antenor
pudo escuchar la respiración de su hijo. Paula se acercó.
Desde lejos, con los brazos muy extendidos y el cuerpo
echado hacia atrás, apartando la cara, ella, dejó al chico
sobre las sábanas, junto al viejo, que ahora ya no se reía. Los
ojos del hombre y de la mujer se encontraron luego. Fue un
segundo: Paula se quedó allí, inmóvil, detenida ante los ojos
imperativos de Antenor. Como si hubiera estado esperando
aquello, el viejo soltó las correas y tendió el brazo libre hacia
la mujer; con el otro se apoyó en la cama, por no aplastar al
chico. Sus dedos alcanzaron a rozar la pollera de Paula, pero
ella, como si también hubiese estado esperando el ademán,
se echó hacia atrás con violencia. Retrocedió unos pasos;
arrinconada en un ángulo del cuarto, al principio lo miró con
miedo. Después, no. (34) Antenor había quedado
grotescamente caído hacia un costado: por no aplastar al
chico estuvo a punto de rodar fuera de la cama. El chico
comenzó a llorar. El viejo abrió la boca, buscó sentarse y no
dio con la correa. Durante un segundo se quedó así, con la
boca abierta en un grito inarticulado y feroz, una especie de
estertor mudo e impotente, tan salvaje, sin embargo, que de
haber podido gritarse habría conmovido la casa hasta los
cimientos. Cuando salía del cuarto, Paula volvió la cabeza.
Antenor estaba sentado nuevamente: con una mano se
aferraba a la correa; con la otra, sostenía a la criatura.
Delante de ellos se veía el campo, lejos, hasta el Cerro
Patrón.

Al salir, Paula cerró la puerta con llave; después, antes de


atar el sulky, la tiró al aljibe. (35)

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