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Terapia de Conducta en Hiperactividad Infantil-Juvenil
Terapia de Conducta en Hiperactividad Infantil-Juvenil
1 INTRODUCCIÓN.
El trastorno por déficit de atención con hiperactividad (TDAH) representa un problema
importante social por su alta incidencia en la población infantil y juvenil, así como por
las consecuencias psicológicas que genera.
Además de las dificultades que sufre el propio afectado, el TDAH repercute
directamente en la familia. El sentimiento de fracaso de los padres y de los profesores
en la consecución de sus objetivos con los niños hiperactivos genera en estos un déficit
de autoestima y un agravamiento de sus conductas.
Según el DSM-IV-TR el TDAH aparece en los primeros años de la infancia y se
caracteriza por la presencia de tres síntomas fundamentales: el déficit de atención, la
impulsividad y la hiperactividad. En los primeros años la hiperactividad y la inatención
son los síntomas prioritarios. Pero a medida que se llega a la adolescencia, la
hiperactividad decrece, la inatención se mantiene y aumentan las conductas impulsivas.
El TDAH, más allá de un conjunto de síntomas, supone un problema global en la vida
del niño, repercute en el rendimiento académico y afecta a sus juegos y a sus relaciones
en casa.
2 CONCEPTO.
El DSM-IV establece tres subtipos:
a) El TDAH con predominio del déficit de atención.
b) El TDAH con predominio de la hiperactividad y la impulsividad.
c) EL TDAH combinado, en donde aparecen conjuntamente los tres tipos de
síntomas.
Los sujetos diagnosticados con TDAH con predominio del déficit de atención (DA) son
más ansiosos y más despistados, frecuentemente están desconectados de su entorno y
son menos agresivos. En le colegio cometen muchos errores y tienen dificultades para
recordar lo aprendido. Por el contrario, los niños con TDAH con predominio
hiperactivo- impulsivo (HI), así como los de tipo combinado, presentan más problemas
de hiperactividad y de conducta.
3 EPEDIMIOLOGÍA.
Los datos epidemiológicos en la infancia son muy dispares y oscilan desde una tasa de
prevalencia del 1% hasta el 20%-30%. Pero en general los distintos autores establecen
una tasa en torno al 5%, cuando basan su estimación en datos clínicos.
La ratio niños / niñas en la población general es de 4/1, pero en el ámbito clínico puede
ser de 20/1. Es decir, las niñas tienden a pasar desapercibidas en el colegio y a ser
evaluadas a la baja porque sus síntomas, menos relacionados con el exceso de
movilidad, no resultan tan molestos para los adultos.
Al contrario de lo que se pensaba, el TDAH continúa en la adolescencia y en la vida
adulta. En adultos, la tasa de prevalencia se ha estimado en un 2%.
7.2.1.3. Castigo.
EL objetivo del castigo es disminuir conductas negativas. Hay que diferenciar lo que es
el castigo de los que son los límites de disciplina. Los límites son normas y costumbres
que ayudan a los hijos a conseguir hábitos saludables y, facilitan el respeto a los demás
y, mejoran la convivencia.
El castigo supone aplicar un estímulo punitivo, retirar privilegios o reprender y puede
ayudar a rectificar y aprender otras conductas más adaptadas, siempre que estas se
refuercen. El castigo debe ser proporcional a la conducta, debe cumplirse
inmediatamente o en el momento establecido y no debe ir acompañado de4 contacto
físico ni de insultos o broncas.
Hay distintos tipos de castigos:
+ Reprimendas regañina que un niño recibe después de una conducta negativa.
+ Coste de respuesta posibilidad de perder algo que el niño ha ganado.
+ Tiempo fuera retirar al niño de una situación reforzante a una menos gratificante
durante un tiempo limitado.
El castigo no debe utilizarse como una forma única de control de la conducta porque
puede generar efectos secundarios negativos: reacciones de malestar emocional,
aparición de comportamientos agresivos con otros niños, conductas evitativas. Debe
utilizarse siempre con el refuerzo positivo de las conductas positivas alternativas.
7.2.1.5. Conclusiones.
La actuación de los padres con un niño con TDAH supone cultivar una sana autoridad
paterna. Superar las dificultades de la vida cotidiana con naturalidad y armonía, sin
dramatismos, con buenos modelos de conducta familiar, con exigencia paro con cariño,
es la mejor forma de establecer unos buenos criterios de funcionamiento familiar.
Hay otros recursos complementarios: evitar la comparación con los hermanos u otros
niños, recurrir al sentido del humor, fomentar las relaciones familiares y sociales
amplias en casa y potenciar el desarrollo de habilidades estéticas, deportivas y lúdicas
en el niño.
7.2.2.1. Autorregulación.
Las técnicas cognitivas se utilizan para que le niño aprenda a regular su conducta
mediante la autoobservación, de modo que tenga conciencia de su propio
comportamiento, y el autorreforzamiento contingente a la realización de las conductas
adaptadas.
Por medio de la autorregulación el niño aprende a utilizar el lenguaje interno como
variable reguladora de su conducta, aprende a darse órdenes o prohibiciones por medio
del habla interna.
Con el entrenamiento de autoinstrucciones el niño puede aprender a hablar
internamente, de tal manera que le pueda resultar más fácil pensar y tomar conciencia
de lo que hace o quiere hacer. El terapeuta va modelando todas las fases primero en voz
alta, después en voz baja y al final de manera encubierta. Así en la primera fase se
define el problema preguntándose en voz alta cuál es la tarea que se está realizando En
la segunda fase el terapeuta le ofrece al niño una guía externa. La tercera fase consiste
en darse autoinstrucciones en voz alta. En la cuata fase las autoinstrucciones se dan de
una forma más susurrante. En la quinta fase el niño, siguiendo siempre el modelo del
terapeuta, tiene que hablarse pensando sólo para sí. Todo el proceso lo seguiría de
manera encubierta hasta acostumbrarse.
Otro aspecto de este entrenamiento se refiera a prender a adquirir control emocional.
7.2.2.5. Sobrecorrección.
Esta técnica supone reparar o restituir los efectos de las conductas destructivas con la
práctica positiva de una conducta adaptada. Algunos jueces de menores han hecho una
adaptación de este programa al entrono judicial. Parece más razonable utilizar estas
medidas que no ingresar a un adolescente en un centro de menores.
No deja de ser chocante, por ejemplo, que más de la mitad de los niños con TDAH no
reciban un tratamiento.
La terapia combinada de fármacos y tratamientos conductuales parece obtener
resultados superiores (en torno al 66 % de éxitos) a los tratamientos aislados ( 50% en el
caso de fármacos; 33 % en el caso de la terapia de conducta sola). El fármaco puede
hacer frente a los síntomas nucleares del trastorno (déficit atencional, hiperactividad e
impulsividad) y el tratamiento cognitivo-conductual puede contribuir a la reducción de
la dosis del fármaco, el aumento del grado de satisfacción de los padres y profesores y a
la mejora de las habilidades sociales del niño.
Respecto al pronóstico de futuro, la tercera parte de los pacientes responden bien al
tratamiento y se produce una mejoría clara entre 17-18 años; otra tercera parte mejora,
pero con niveles de adaptación familiar y a la escuela insuficientes; y, por último, la
tercera parte restante no evoluciona satisfactoriamente, sobre todo cuando los niños
tienen un cociente intelectual bajo, la familia es de un nivel socioeconómico humilde y
los padres carecen de una estabilidad emocional.
En suma, la hiperactividad es un trastorno complejo cuyo tratamiento no puede limitarse
a unos meses cuando el niño está en la educación primaria.